Erre.- ¿Alguna vez se
han planteado una interesante pregunta? ¿Han llegado a pensar por qué, después
de tantos y tantos años de Olimpiadas en los que España apenas conseguía nada,
llegó el 92 y nuestros atletas arrasaron? ¿Fueron años, tal vez siglos de
preparación? ¿O hubo algo más siniestro?
Efectivamente, tras años de
laboriosa investigación, este periodista ha conseguido llegar al auténtico
meollo del problema: una conspiración patriótica, convocada por el Círculo de
Lhork, para dejar el pabellón de nuestro país bien alto en Barcelhorkna 92.
En el fútbol, a pesar de las malas
artes de ciertas selecciones, que jugaron más a tocar las narices que al
deporte rey, se ha descubierto que los jugadores españoles saltaron al terreno
de juego con unas copas de LhorkRioja en el coleto, con lo que su tradicional
furia española se multiplicó por veinte. Y como el vino no da doping, y menos a
los españoles... ¿Y quién fue el encargado de repartirlo? Por supuesto, no
podía haber sido otro que Javierix, quien, como todos sabemos, tiene prohibido
tocarlo por lo que pueda pasar, ya que, de pequeño, se cayó en el barril,
estando a punto de perecer ahogado.
En el waterpolo, alguien cuyo nombre
no conocemos, pero que con seguridad pertenece al Círculo, se dedicó a reducir
el tamaño de la portería española en cada descanso de los partidos. Se han oído
rumores acerca de una figura vestida de negro que remoloneaba cual mariposa por
los alrededores de la piscina olímpica. También se comenta que hubo pirañas en
la piscina, entrenadas para que sólo mordieran a los rivales, con lo cual éstos
estaban lo suficientemente entretenidos tratando de evitar a los voraces
animales como para poder impedir que los españoles metieran un gol tras otro.
En el judo, disfrazados de simples
mortales, los miembros más avezados en artes marciales del Círculo compitieron
con una absoluta falta de honradez. Entre veladas amenazas de expulsión de la
organización a sus oponentes y contundentes golpes (alguno llegó a utilizar
hasta nudilleras camufladas de color carne), consiguieron deshacerse de sus
rivales uno tras otro, enviándolos a la enfermería.
En vela, el presidente del CIO, para
este menester, invocó la ayuda de uno de los principales colaboradores del
Círculo: Crom, el Señor de la
Montaña , quien, con su mirada hosca y su voz terrible,
aterrorizó a casi todos los componentes de las regatas; a los pocos que
quedaron incólumes, les dejó atrás dando poderosos soplidos de tormenta en las
velas de nuestros regatistas (Aunque, como bien se pueden imaginar, tras estas
competiciones se quedó rezongando, falto de aire tras tanto soplar.
En tiro con arco, como ya saben, las
puntas de las flechas son metálicas. Pues bien, el profesor Sartorius fue visto
remoloneando por detrás de las dianas de los tiradores. Fuentes bien informadas
me afirman que cada vez que se efectuaba un lanzamiento, aplicaba un objeto a
dichas dianas, algo que se piensa pudo ser un imán de gran potencia, que desvió
los tiros de los rivales de España a la periferia de las dianas, mientras que
en el caso patrio, todas las flechas fueron exactamente al centro, algunas
haciendo incluso un robin. Hay quién incluso afirma que, en realidad, lo que
pasó es que, cada vez que nuestros rivales más directos efectuaban un disparo,
alguien ponía en marcha un potente ventilador, que hacía que las flechas se
desviasen hasta, en algunos casos, salir fuera de las dianas y acertar a algún
incauto que pasaba por las cercanías; ésa podría ser la explicación de la
veintena de heridos que hubieron de pasar por enfermería.
En esgrima, ¿se pueden extrañar de
lo que ocurrió? ¿Cómo pueden dudar de la habilidad de nuestros espadachines,
cuando en el Círculo tienen como entrenador al más grande de toda la historia?
Conan el melenudo, quien, cada vez que alguno de nuestros muchachos corría
riesgo de perder, pinchaba disimuladamente en el trasero a su oponente, para
luego mirar distraídamente al techo y silbar el himno de la organización como
quien no quiere la cosa. Con su mirada hosca, más de uno de los competidores
decidió abandonar antes de entrar en liza con nuestros esgrimistas.
En el hockey hierba femenino, aún no
se sabe exactamente lo que debió pasar, pero los insistentes rumores al
respecto aseguran que una colaboradora habitual, Red Sara, estuvo manipulando
los sticks de nuestras jugadoras, con el resultado de mantener la posesión de
la pelota tanto tiempo como lo desearan, hasta llegar a la portería contraria y
batirla.
Entre otras canalladas varias, se descubrió
que cada vez que los saltadores de pértiga clavaban su palo en el agujero de
rigor, éste se hundía misteriosamente un par de metros en el suelo, con lo que
jamás consiguieron llegar a los cuatro metros.
En el salto de altura, un ingenioso
mecanismo inventado por JoJavi Quenove hizo que cada vez que un atleta no
español se lanzara al intento, pasara por debajo del listón: automáticamente,
éste se elevaba cosa de un par de metros.
En el salto de longitud, lo que se
había amañado era el indicador electrónico de intentos: a la segunda que
intentaban los extranjeros, el trasto marcaba ya la quinta y, además, nula.
En las carreras, tanto de fondo como
de velocidad, hubo muchos tropezones y traspiés, debido sobre todo a la
aparición, durante la carrera, de un bastón a ras de suelo que parecía moverse
con voluntad propia para entorpecer la carrera de los competidores directos de
nuestros grandes campeones.
¿Se fijaron en su momento cómo
salían los atletas de los vestuarios? Encogidos, temblando, con un frío en el
cuerpo que no podían soportar. ¿Y por qué? Sencillamente, porque el general
Trueno, acompañado por el pícaro Crispín, había inutilizado a mandoblazos la
entrada de agua caliente a las duchas de los extranjeros al grito de “Santiago
y Cierra el Grifo”, con lo que éstos sólo recibían no agua fría, sino
congelada, siberiana.
Para finalizar, ¿qué no decir acerca
del bulo que algunos indeseables hicieron correr acerca de que la famosa flecha
que encendió el gran brasero olímpico no fue en realidad la que lo encendió? Se
ha hablado de una segunda flecha, de un mecanismo de tiempo... Paparruchas. La
verdad pura y simple, la auténtica, es que fue esa flecha, y no otra, la que
encendió el brasero: lo único es que tuvo un poco de ayuda, pues, en el momento
de salir del arco, una figura alada, amparada por la oscuridad de la noche, la
enganchó y la llevó directamente al pebetero, donde la dejó caer entre
graznidos. ¿Qué quién era esa figura? Pues ni más ni menos que Astérix el Galo,
quien, tiempo atrás, cansado de zurrar la badana a los romanos, se retiró y se
vino a vivir a España, haciéndose miembro del Círculo y trasegando LhorkRioja
como un auténtico hijo de las estepas. En ese momento iba bastante colocado, y
creyó su deber agitar las alas de su casco y ponerse en marcha.
¿Necesitan más pruebas? Supongo que
no. A quien corresponda, ruego se digne impugnar estas Olimpiadas. Aunque, bien
pensado, eso de que España gane me gusta.
José Francisco
Sastre García
Nota de
la redacción: Esto es peor que una tortura china, más hartoso que cualquier
pesadilla, por horrible que ésta sea.
Tras conseguir rehacer las oficinas
de nuestra redacción, y pensando que por fin nuestra odisea personal con el Sr.
Sastre había terminado, nos dedicamos a preparar la revista que tienen entre
sus manos. ¡Cuál no sería nuestra sorpresa cuando, una mañana, un vigilante
jurado nos aseguró que alguien había estado escribiendo este artículo!
Encontramos este insólito documento
en la mesa del redactor jefe, junto con una nota que reproducimos textualmente,
en la que las tachaduras aparecerán en cursiva:
“Je, je, je.
¿Creíais que podríais deshaceros de mí tan fácilmente? ¡Jamás, por Crom! Yo soy
vuestra Némesis, vuestra Furia, y seguiré escribiendo aquí tantas veces como me
dé la gana, denunciando vuestros turbios y viles manejos al mundo. No
consentiré, después de todo, que el Círculo de Lhork se salga con la suya. Lhork, Lhork, Lhork, la botella de Lhork...
He de haceros morder el polvo, perros, chacales estigios. Viva el LhorkRioja. Una simple explosión no puede acabar conmigo,
porque mi destino es desvelar la conspiración de poder a la que nos queréis
someter a todos. Quince hombres sobre el
cofre del muerto... ¡Por los Dioses! ¿Me estaré volviendo loco? ¿No estoy
oyendo la voz de Conan el cimmerio, que me avisa de la llegada del vigilante? Yagkoolan Yok tha Xuthalla. ¡A ver si os
atrevéis a publicar esta crónica del 92!”.
¡Vaya, vaya, tela!, ahora entiendo los anales de nuestra hostoria ;)
ResponderEliminarJajaja... Buenas noches, Fernando, digamos que son humoradas que se me ocurrieron hace tiempo, y que forman parte de una serie de algo más de treinta capítulos... Me alegra que te gusten. Muchas gracias, un abrazo.
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