sábado, 4 de abril de 2015

EL REY MINOS



EL REY MINOS: ENTRE EL MITO Y LA HISTORIA

José Francisco Sastre García

            La mitología siempre ha sido considerada, al menos en su mayor parte, como un recurso para apoyar o fortalecer el control religioso de los pueblos, una colección de fábulas e historias destinadas a moralizar a la población y convencerlos de las bondades de las creencias que los chamanes, sacerdotes o teólogos de las distintas creencias han pretendido imponer siempre a las culturas.
            De esta manera, cuando se habla de mitos, de leyendas, se incurre en el error de pensar que todo es ficción, de que no hay nada cierto tras estas narraciones, con lo que a aquellos que buscan la parte histórica se les crucifica o ridiculiza de manera exagerada hasta que demuestran tener razón; así, Troya jamás existió hasta que Schliemann, empeñado tercamente en demostrar su existencia, consiguió hallarla en Turquía; de la misma manera, la ciudad sagrada de los incas era un mito hasta que Hiram Bingham descubrió las monumentales ruinas de Machu Picchu; o, en el caso que nos ocupa, el laberinto del minotauro sólo era ficción hasta que Arthur Evans descubrió el dédalo que parecía haber sido el palacio real de Cnossos, en Creta.
            En cualquier caso, no cabe la menor duda de que los relatos míticos conllevan una parte irreal, que puede ser según los casos iniciática, moralista, épica o simbólica, por citar sólo algunas de las motivaciones, y que además, según los autores, puede haber sido más o menos exagerada, con lo cual lo que de realidad queda está en ocasiones tan enmascarado que resulta difícil, por no decir imposible, deslindarlo de la leyenda.
            Está claro que la civilización minoica, que precisamente debe su apodo a la historia legendaria del rey Minos, del que nos ocuparemos en este artículo, posee una realidad incontestable, magnífica, por lo que procuraremos separar la realidad del mito en lo tocante al personaje…

El personaje

            Siguiendo el mito griego, Minos era uno más de los múltiples hijos que Zeus, el dios principal del panteón heleno, engendró por su obsesiva persecución de las mujeres mortales, en esta ocasión con Europa, a la que raptó bajo la forma de un toro, llevándosela a Creta. Aunque tenemos una versión de Herodoto en la que los secuestradores de esta mujer fueron los minoicos, algo por otra parte mucho más lógico…
            Sus hermanos eran Radamantis y Sarpedón, y todos ellos fueron criados por el rey de Creta en aquellos tiempos, Asterión, quien al morir cedió el trono a Minos, que desterró a sus hermanos de la isla.
            Al parecer su reinado tuvo lugar unas tres generaciones antes de la guerra de Troya, gobernando desde Creta las islas del Egeo, con su capital en Cnossos; según la tradición, al cabo de cada nueve años de mandato se retiraba a una cueva sagrada donde su divino padre le daba instrucciones de cómo debía enfocar el mandato del siguiente período. Se dice que fue el autor de la constitución cretense, la base sobre la que se sustenta la posterior de Licurgo, y el fundador de la supremacía naval que la civilización minoica demostraría posteriormente en el Mediterráneo, suprimiendo incluso la piratería, a la que se dedicaban por aquel entonces pueblos como los shardanos o los propios cretenses.
            Tuvo varios hijos con su esposa Pasifae: Androgeo, Catreo, Deucalión (éste parece ser el protagonista, junto con su esposa Pirra, del mito griego del Diluvio Universal, con el que Zeus puso fin a la Edad del Bronce mediante una gran inundación que lo arrasó todo), Ariadna, Fedra y Glauco.
            Pero también hay una parte oscura: Minos es también un tirano, un rey que debido a un desliz de su mujer, o tal vez aprovechándose de ello, comienza a exigir un tributo de jóvenes para alimentar a su obra más conocida, el minotauro. Aunque es una historia de sobras conocida, merece la pena detenernos un momento en ella y esbozar un resumen de los “hechos”:
            En agradecimiento por los dones que Poseidón, el voluble dios del mar de la mitología griega, ha concedido al pueblo que gobierna Minos, éste promete a la divinidad que sacrificará en su nombre lo primero que surja de las aguas. Y lo que aparece es un formidable toro, un animal tan hermoso y majestuoso que el gobernante no se ve capaz de cumplir su promesa y lo incorpora a sus rebaños, incurriendo en la ira divina, que desatará su terrible cólera sobre él de la manera más extraña: hace que su esposa Pasifae se enamore del toro y ésta, para satisfacer su pasión, ordena que se le construya un artefacto de madera con forma de vaca, en el que se introduce para ser montada por el animal; de resultas de esta antinatural unión nacerá el minotauro, un ser mitad hombre y mitad toro, con tan bestial apetito por la carne humana que a medida que va creciendo se va haciendo evidente que ha de ser encerrado, por lo que Minos encarga a Dédalo, padre de Ícaro, la construcción de un gran laberinto en el que esconderá el fruto de su mujer. Después, para que no se conozca la manera de salir de esas galerías ordenará que el constructor y su hijo sean encerrados en una torre, de la que escaparán tras construir unas alas pegadas con cera; pero ésta es otra historia…
            Durante la guerra con Atenas y Megara, Androgeo es asesinado; en contestación a tal desgracia, el gobernante cretense ordenará que cada año los atenienses entreguen siete jóvenes y siete doncellas como sacrificio al minotauro, con el aliciente de que si alguno de ellos consigue huir vivo del laberinto hará que se suspendan las ofrendas. Durante varios años se suceden las entregas de los griegos, sin que nadie haya sido capaz de escapar de las garras del monstruo, hasta que por fin le toca el turno a Teseo, el hijo del rey de Atenas, Egeo, que se ofrece voluntario para acabar con la criatura y liberar a su ciudad de la tiranía minoica.
            Al llegar a Creta, Teseo y Ariadna se conocen, surgiendo el amor entre ellos; gracias a ello, la hija de Minos ayudará al príncipe en su tarea de acabar con la bestia, proporcionándole un ovillo que el príncipe usará para encontrar la salida del laberinto, y una espada con la que se enfrentará al minotauro, acabando con él. Y como el resto de esta leyenda viene a ser un glosario de las aventuras y desventuras entre Teseo y Ariadna, lo obviaremos para continuar con el mito que nos ocupa.
            Prosiguiendo con la historia del rey de Creta, al parecer la fuga de Dédalo y su hijo lo irritó sobremanera, por lo que comenzó una enconada persecución que lo llevó en última instancia hasta Camico, en Sicilia; por todas partes por donde pasaba ofrecía un acertijo que estaba seguro que sólo el hombre al que perseguía podría resolver, a saber: mostraba una caracola espiral y pedía que fuese enhebrada completamente; el rey Cócalo de Camico, sabiendo que Dédalo sería capaz de solucionar el acertijo, buscó al anciano, quien ató un hilo a una hormiga que recorrió todo el interior de la concha, enhebrándola totalmente. Enterado el gobernante siciliano de las intenciones del cretense, lo engañó para que se tomara un baño antes de cumplir con su objetivo de acabar con el constructor, momento que aprovecharon las hijas del monarca para arrojarle encima agua hirviendo y acabar con él. Posteriormente sus restos fueron devueltos a los cretenses, quienes los pusieron en un sarcófago en el que fue inscrito: “La tumba de Minos, el hijo de Zeus”.
            A su muerte, Minos fue elevado en el panteón griego a uno de los tres Jueces de los Muertos, junto con su hermano Radamantis y su hermanastro Eaco. Mientras Radamantis juzgaba las almas de los orientales y Eaco las de los occidentales, el antiguo monarca poseía el voto decisivo para enviar a los muertos a uno u otro lugar, aunque esta distinción se diluye en otros autores como:
§  En la Eneida de Virgilio, Minos era el juez de aquellos a los que se había aplicado la pena de muerte tras ser acusados falsamente. Minos se sienta en una urna gigante, y decide si las almas deben ir al Elíseo o al Tártaro con la ayuda de un jurado mudo. Radamantis es, en esta ocasión, un juez del Tártaro que decide los castigos adecuados para los pecadores allí destinados.
§  En La divina comedia de Dante, Minos se sienta en la entrada al segundo círculo del Inferno, que es el comienzo del Infierno propiamente dicho. Ahí juzga los pecados de cada alma y le asigna su justo castigo indicando el círculo al que debe descender. Hace esto dando el número apropiado de vueltas a su cola alrededor de su cuerpo. También puede hablar para aclarar la ubicación del alma dentro del círculo indicado por las vueltas de su cola.

Aún hay más disparidad en los aspectos derivados de esta mitología: según autores y versiones, los dioses y personajes griegos pueden adoptar varios aspectos totalmente distintos, como ya hemos visto en el caso de Europa o, incluso, podemos comprobar en el de Eaco: si bien acabamos de ver que en este caso se le considera uno de los Jueces de los Muertos, hay textos en los que aparece como creador o continuador de una de las grandes corrientes esotéricas e iniciáticas de la antigüedad, junto con el orfismo (basada en la figura de Orfeo, el dios que desciende a los infiernos en busca de su amada Eurídice), el pitagorismo, los misterios de Eleusis y otras de similar índole; de hecho, la importancia de este personaje es tal que trascenderá los tiempos, evolucionando su nombre paulatinamente: de Eaccus pasará a Yaccus, Yago, y posteriormente se convertirá en un importante santo cristiano: Santo Yago, Santiago.

            Volviendo al tema que nos ocupa, podemos citar algunas leyendas más relativas al gobierno de este controvertido monarca:
§  Un día, su hijo Glauco estaba jugando con una pelota o un ratón y desapareció de pronto. Sus padres fueron de inmediato al oráculo de Delfos, que les dijo que “una maravillosa criatura ha nacido entre vosotros: quien halle el auténtico parecido de esta criatura hallará también al niño”.
Este oráculo fue interpretado como una referencia a un ternero recién nacido en la manada de Minos. Tres veces al día, este curioso animal cambiaba de color de blanco a rojo y de rojo a negro. Poliido advirtió la similitud con la maduración del fruto de la zarzamora y Minos le envió a buscar a Glauco.
Buscándolo, Poliido vio a un búho alejando abejas de una bodega del palacio de Minos. En el interior de ésta había un tonel de miel, dentro del cual halló muerto al muchacho. Minos exigió que se le devolviese la vida a Glauco, a lo que Poliido se opuso. Mientras Minos abrazaba el cadáver de su hijo apareció una serpiente, a la que Poliido mató con la espada de Minos. Apareció entonces otra serpiente que, al ver a la primera muerta, se marchó y volvió con una hierba con la que la resucitó. Siguiendo este ejemplo, Poliido usó la misma hierba para resucitar a Glauco.
Minos rehusó permitir a Poliido abandonar Creta hasta que hubiese enseñado a Glauco todo lo que sabía. Poliido así lo hizo, pero entonces, en el último segundo antes de marcharse, pidió a Glauco que le escupiese en la boca. Glauco así lo hizo, devolviendo a Poliido todo lo que le había enseñado.
§  Minos también tomó parte en la historia del rey Niso. Éste era rey de Megara, e invencible siempre que conservase un mechón de pelo rojo, oculto en su cabellera blanca. Minos atacó Megara pero Niso sabía que no podía ser derrotado porque seguía teniendo su mechón de pelo rojo. Su hija, Escila, se enamoró de Minos y demostró su amor cortando el mechón de pelo rojo de la cabeza de su padre. Niso murió y Megara cayó ante Creta. Minos mató a Escila por haber desobedecido a su padre. Escila fue transformada en un ave marina, perseguida sin descanso por su padre, que era un águila marina.
En este caso encontramos una nueva contradicción entre las leyendas, puesto que Escila aparece en La Odisea de Homero como un voraz monstruo que, junto a Caribdis, guardaba el que los investigadores han interpretado como el estrecho de Messina.

Datos históricos
            En realidad, datos históricos acerca de Minos apenas existen, salvo los referentes a la civilización a la que le da nombre; esta cultura se extiende durante el período conocido como la Edad del Bronce, más o menos entre el 3.000 y el 1.100 a.C. Gracias a los descubrimientos arqueológicos se conoce bastante sobre la Creta minoica, aunque aún persisten algunos interrogantes.
Tomado el nombre de esta cultura, como ya hemos dicho, de la leyenda del rey Minos, los investigadores se pusieron a intentar averiguar si tal personaje pudiera haber existido o no al margen de los ornamentos que contiene el mito, y en qué momento; las conclusiones a las que se han llegado hasta el momento se pueden resumir en tres corrientes básicas:
§  Minos como tal no existió, sino que, en realidad, éste sería el término que se aplicaría a los gobernantes de la cultura cretense, de la misma manera que faraón en Egipto, por citar un ejemplo. Esta teoría, que personalmente me parece la más adecuada por los motivos que se irán viendo a lo largo del desarrollo de este artículo, se basa, entre otros datos más o menos congruentes, en la similitud fonética y semántica existente entre diversas palabras de diferentes culturas:
o   Menes. El primer gobernante y legislador de la civilización egipcia tal y como la conocemos: en una palabra, el primer faraón. Éste es su nombre griego, el egipcio es Narmer, y sucedió al semilegendario Rey Escorpión (sí, el de las películas de Brendan Fraser, pero sin los aditamentos sobrenaturales).
o   Mannus. Precedente de la mitología germana, es el hijo del dios Tuisho y primer hombre, el que engendra a toda la humanidad.
o   Manu. En la mitología védica de la India, es el sobreviviente de un Diluvio Universal (de nuevo la misma catástrofe) provocado por los dioses para acabar con una humanidad anterior, que dará lugar a los nuevos hombres.
o   Mani. También conocido como Manes, fue un líder religioso iraní de origen noble.
o   Mencey. Nombre que se daba a los caciques de los guanches en las Canarias.
o   Algunos investigadores incluyen en esta relación a Moisés, aunque la homofonía e incluso la semántica están un poco más alejadas del resto de los ejemplos.
Resulta curioso comprobar que todos estos términos poseen la misma raíz, “Mn”, como si de alguna manera tomaran de un punto común la alusión a la máxima jerarquía o al origen mítico de un pueblo. Si además le añadimos el hecho de que algunas de estas civilizaciones están intrínsecamente ligadas con otro mito universal (Canarias, Creta, Egipto y, en menor medida, Alemania o la India), podríamos aventurar esta idea como un dato para apoyar, que no probar de forma categórica, la posible existencia de ese reino legendario que conocemos como Atlántida.
§  Minos fue un gobernante histórico, tal vez el primero de la civilización cretense a juzgar por lo que se dice de él sobre que fue el primer legislador y el que marcó la supremacía naval de Creta, acabando de paso con la piratería, representada entre otros pueblos por los belicosos shardanos, de los que hay tantas luces como sombras. Pero esta teoría no acaba de explicar del todo la parte del mito en la que se habla de los períodos de nueve años que el monarca iba pasando entre visita y visita a su “padre”. El mito parece dejar abierta una especie de atemporalidad, como si el monarca se prolongara en el tiempo mucho más allá de lo que parece razonable.
§  En realidad habría habido dos reyes en esta cultura llamados Minos: uno de ellos fue el que hemos mencionado en la hipótesis anterior, más benigno, y otro el del mito del minotauro, un tirano mezquino que aprovechó la muerte de su hijo Androgeo durante las guerras con Atenas y Megara para establecer el “impuesto” de los esclavos que los vencidos habían de entregar a sus opresores.
Según esta teoría, el primer rey Minos sería el hijo de Zeus, hermano de Radamantis y Sarpedón; su esposa se llamaría Itone, hija de Lictio, o quizás Creta (según las versiones, una ninfa o una hijastra de Asterión), con la que tuvo un hijo, Licasto, que heredaría el trono a la muerte de su padre. Éste tomaría por esposa a Idea, hija de Coribas, y engendraría un hijo al que llamaría Minos en honor a su excelso padre.
Este segundo Minos sería el gobernante tiránico, el que daría lugar a los mitos que conocemos habitualmente: las historias de Teseo, Pasifae, el minotauro, Dédalo o Niso. Los hijos que se han mencionado más arriba serían los que habría engendrado este rey con su esposa Pasifae. Supuestamente, sería el abuelo de Idomeneo, quien llevó a los cretenses a la guerra de Troya.
Si nos atenemos a esta tesis, podemos intentar fijar unas fechas para situar aproximadamente a los diferentes Minos: suponiendo que la guerra de Troya tuvo lugar entre el 1300 y el 1100 a.C., y que de una generación a otra tengamos un lapso de tiempo de unos 25 años, el segundo Minos, abuelo de Idomeneo, habría gobernado en algún momento entre 1350 y 1150 a.C, y el primer Minos entre 1400 y 1200 a.C., aunque estas fechas abarcan una horquilla demasiado amplia como para tomarlas como datos ciertos o muy fiables.  

            En cualquier caso, los restos descubiertos en la isla de Creta y sus alrededores nos muestran el escenario de una cultura muy desarrollada, acorde con las leyendas que han llegado hasta nosotros, que tuvo importantes intercambios con los fenicios lo que favoreció aún más ese desarrollo, y que incluso ha llevado a algunos exégetas a interpretar que, en realidad, Minos era fenicio.
Estos descubrimientos arqueológicos que muestran dicha grandeza hacen pensar que, efectivamente, en algún momento Atenas o la propia Micenas pudieran haber estado sometidas al imperio minoico. Los restos son de tal envergadura que cuando Evans descubrió en 1900 el palacio de Cnossos, la complejidad de estancias y pasillos que encontró fue tal, y extendida en tan gran superficie, que creyó encontrarse inicialmente ante el legendario laberinto del minotauro, hasta que posteriormente los historiadores cayeron en la cuenta de que se trataba en realidad de la residencia real.
            Los aportes para sospechar de la existencia de Minos se encuentran básicamente en dos puntos:
§  En las monedas cretenses, en las que aparece con barba y llevando una diadema, con el pelo rizado y aspecto altivo y solemne, recordando a la imagen tradicional que su padre, Zeus, solía tener.
§  En las vasijas y bajorrelieves encontrados en Creta, el monarca aparece frecuentemente junto con Eaco y Radamantis como jueces del inframundo, o relacionado con el mito del minotauro y Teseo.
Evidentemente éstas no son pruebas suficientes para justificar la existencia del personaje, aunque dan una idea de la presencia e importancia que tuvo su imagen en el imperio.
Existe otra corriente que pretende dar a la figura de Minos una explicación como dios-sol, aunque ésta ha acabado por pasar a segundo plano tras los últimos descubrimientos. En cualquier caso nos encontramos con el típico personaje al que se le atribuye un origen divino, que asume el rol de rey-sacerdote y se rodea de una atmósfera divina al estilo de otras culturas como, por ejemplo, la egipcia. Como referencia para esta hipótesis tenemos el nombre de su esposa, Pasifae, que viene a significar “la que brilla para todos”, y viene a ser un epíteto de la diosa de la luna. Para reforzar aún más esta idea, se pretende que el nombre “Minos” parece ser el equivalente filológico de Minias, el ancestro real de los minias de una región de Tesalia conocida como Orcómeno (de nuevo nos encontramos con la base “Mn”, y además dentro de un contexto y geografía similares a los que ya se han hablado), y su hija Ariadna (“la más sagrada”) viene a resultar un doble de la diosa nativa de la naturaleza.
            Aún podemos ajustar un poco más la cronología de este rey: se sabe que alrededor del 1628 a.C. el volcán Santorini de la isla de Thera entró en erupción, arrasando la isla prácticamente por completo y provocando inmensas olas y una devastación formidables en toda la región del Mar Egeo, lo que ha hecho, junto con el esplendor minoico, que algunos investigadores asocien esta catástrofe con la destrucción de la Atlántida y a ésta con la civilización cretense: si pensamos en el mito que ya hemos mencionado acerca de Deucalión y Pirra y lo asociamos con este evento, podemos suponer que el reinado de al menos uno de los Minos se situaría unos años antes de estas fechas.

Conclusiones

            Evidentemente, en la leyenda de Minos existe, qué duda cabe, un fuerte componente mitológico, comenzando por su origen como descendiente directo de Zeus. Considerando la posibilidad de que los dioses como tales existieran, ¿con qué derecho se verían capaces de juzgarnos los del panteón griego, cuyo comportamiento es tan caprichoso y veleidoso como el de cualquier ser mortal? ¿Y qué clase de dios etéreo es el que se siente encaprichado de tantas mujeres terrestres y las preña bajo diferentes apariencias (toro, cisne, lluvia…), para engendrar semidioses, héroes o legisladores?
            Es posible, incluso probable, que en el origen de la civilización cretense hubiera un primer legislador que tomaría como nombre del cargo el de Minos, y que sería el que comenzaría el desarrollo de la floreciente cultura y cuyos sucesores la llevaran al alto grado que consiguió. Ahora bien, ¿en qué contexto podemos situar las narraciones que se le atribuyen?
§  El reinado. La leyenda cuenta que el gobierno de Minos debió durar mucho tiempo, aparentemente más de lo que podría corresponderle como ser humano normal (pensemos en Matusalén, Enoc y otros patriarcas bíblicos), agrupado por períodos de nueve años al cabo de los cuales se retiraba a una gruta en la que su divino padre le indicaba cómo debía llevar el gobierno de la siguiente etapa. Esto podría estar indicando diversas posibilidades:
o   Que el sistema de gobierno cretense era por períodos de nueve años, al cabo de los cuales se cambiaba a un minos por otro.
o   Que el rey Minos se retiraba periódicamente a algún tipo de ceremonia sagrada de renovación, probablemente a algún tipo de oráculo, después de la cual volvía de nuevo a su trono hasta que acabó su reinado.
§  La historia del minotauro. Para empezar, que se sepa una unión de estas características nunca es fértil, por lo que se requeriría una intervención directa de los dioses (Poseidón en este caso, que ya tuvo mala baba y una imaginación verdaderamente morbosa o sádica para decretar tal castigo a su desleal sirviente). Además, la imagen tradicional de esta criatura resulta extremadamente curiosa, una cabeza de toro en un cuerpo humano, lo que recuerda sobremanera a las divinidades egipcias, concretamente a Serapis. Las sospechas en torno a este tema podrían ser las de una máscara ritual para cierto tipo de ceremonias o sacrificios sagrados relacionados con el toro como símbolo de las energías terrestres. Pensemos, al fin y al cabo, en los juegos que los cretenses realizaban con estos animales, algo parecido a nuestros actuales concursos de cortes, y de lo que probablemente derivaron las corridas de toros, que no eran otra cosa que rituales posiblemente dedicados a la fertilidad y la abundancia. Aunque también había, al parecer, sacrificios humanos para propiciar a los dioses, tan encantados ellos con la sangre (curiosamente, casi todos los dioses antiguos eran unos exagerados aficionados a la sangre, no se sabe muy bien si por su color similar al vino o por su excelente sabor metálico, y aquí entraríamos en las teorías de los pueblos antiguos acerca de que la sangre es la vida)… En cualquier caso, no es ésta la única imagen de que disponemos, sino que nos encontramos con diversas variantes de la leyenda:
o   Sería un toro divino de excepcional hermosura que Poseidón hizo brotar de las aguas para regalárselo al rey Minos con la condición de que se lo ofreciera a él en sacrificio.
o   La versión más conocida como resultado de la unión antinatural entre Pasifae y el toro entregado por Poseidón a Minos para su sacrificio.
o   La última versión sería la de un general de Minos llamado Tauro con quien Pasífae habría cometido adulterio; enterado el rey de ello recluyó a su infiel servidor en una oscura prisión donde lo mataría Teseo. En este sentido hay un detalle interesante en la visión que del Minos Juez hace Virgilio en su Eneida: lo sitúa como el encargado de juzgar a quienes habían sido acusados falsamente y ejecutados. ¿Acaso habríamos de ver aquí un justo castigo de lo que tal vez hizo precisamente él con su general?
De todo esto surgen diferentes preguntas difíciles de explicar: ¿por qué Minos no mató de inmediato al engendro en lugar de encerrarlo? ¿Qué pasó con Pasifae? ¿Qué pasó con el toro de Poseidón después de semejante desatino? ¿Y por qué no se dice si el dios recuperó su animal, puesto que podía hacerlo sin despeinarse?
A las dos primeras preguntas es difícil de contestar: ante un adulterio, las reacciones pueden ser de lo más imprevisibles: perdón, rabia asesina, rechazo… En la leyenda no figura ninguna referencia que indique qué pasó con Pasifae tras el incidente, así que sólo podemos especular con que Minos entendió que su esposa había hecho lo que había hecho bajo la influencia directa de un dios, por lo que no podía ser dueña de sus actos y merecía su perdón; y el resultado de su desliz… Bueno, por una parte el horror ante la criatura y por otra tal vez un cierto interés morboso, podrían haber hecho que prefiriera usarlo como comodín para conseguir más esclavos para sus ceremonias y su servidumbre.
En lo tocante a las otras preguntas, cierto es que los dioses, y sobre todo los griegos, son si cabe más volubles que los seres humanos, así que es factible pensar que el señor del mar decidió seguir escarneciendo a su díscolo servidor manteniendo a la bestia ante su vista para recordarle su debilidad al no cumplir la promesa. No olvidemos que el rencor de estas divinidades era francamente exagerado (Por poner un ejemplo, sólo hace falta ver las penalidades que hubo de pasar Ulises), iba más allá del tiempo y en ocasiones se extendía a las generaciones posteriores…
Otro aspecto de esta bestia es su alimentación: el ser humano es omnívoro, es decir, come de todo, pero los bóvidos son herbívoros, por lo que surge la ambigüedad de su afición a la carne humana. Cuando nacemos todos los mamíferos nos alimentamos de leche materna, comenzando a ampliar dicha nutrición a medida que vamos creciendo y van surgiendo las dentaduras; éstas se van adaptando a dicha alimentación, de tal manera que a los carnívoros se les desarrollan más los caninos y los incisivos, y a los herbívoros los molares y premolares. ¿Cómo se consiguió que un ser con cabeza de toro adquiriera costumbres carnívoras? No parece tener mucho sentido, a no ser que pensemos que lo que se está reflejando en realidad es la violencia salvaje de la criatura, que casi con total seguridad no existió jamás de la manera que se nos describe; es más fácil pensar que se tratara meramente de un hijo deforme (no sería la primera vez que nos encontráramos con tal tesitura, tenemos como ejemplo el “misterio” del horror de Glamis) al que se encerró para esconder la vergüenza o el deshonor de haber engendrado tal monstruo.
§  El origen de la historia. Al parecer, según se ha contado, durante la guerra con Atenas y Megara, muere uno de los hijos de Minos, Androgeo. Ésta será la excusa para exigir a los atenienses el pago de los siete jóvenes y las siete doncellas para sacrificarlos al minotauro. Teniendo en cuenta el poderío que la civilización minoica alcanzó, y que pudo haberla llevado a tener como ciudades feudatarias a éstas y otras del Peloponeso y las islas del Egeo, parece bastante factible que como polis conquistadas hubieran de rendir tributo a Cnossos en forma no sólo de oro y joyas, sino probablemente también de esclavos que servirían para diversos fines, entre los que se contarían sacrificios rituales relacionados con el toro como emblema fundamental de la cultura cretense.
§  El laberinto. Entre otras cosas, la figura del laberinto conlleva un simbolismo muy fuerte: en forma estilizada tendría en su origen la espiral, que representa el infinito, y en un aspecto más elaborado representaría el viaje iniciático de la persona en busca de sí misma y del conocimiento último, unas simbologías muy antiguas y que han perdurado hasta nuestros días. Como ya se ha dicho, hasta que se descubrió que los enrevesados restos de Cnossos se correspondían con el palacio del rey Minos, se pensaba que eran los del mítico laberinto que encerraba al monstruo.
Acerca de las peripecias de Teseo en este sentido, cabe hacernos algunas preguntas de tipo lógico, aunque estemos hablando de un mito: tal y como nos han hecho ver algunos investigadores, ¿de qué tamaño habría de ser el ovillo de Ariadna para que aguantara a lo largo del extenso recorrido? ¿No se rasgaría en cuanto rozara en dos o tres esquinas reiteradamente, dejando al héroe perdido dentro de la construcción? ¿Qué hizo Teseo, dejar el ovillo al principio del laberinto y tirar del hilo, o al revés? En cualquiera de ambos casos, si hubiera guardias para comprobar que se respetaban las reglas, nada les hubiera costado dejar que el griego entrara en el laberinto y, al cabo de un rato, cortar de un tajo el hilo…
§  Glauco. La leyenda que hemos narrado acerca del hijo del gobernante cretense no parece poseer base alguna de realidad, a no ser que pensemos en algún tipo de catalepsia, lo cual no parece probable a juzgar por el lugar en que es hallado el cuerpo del niño: en una barrica de miel. Resulta difícil pensar que alguien que ha caído ahí dentro y lleva un buen rato está sólo cataléptico y se le puede revivir con una planta medicinal…
Lo que sí es cierto es que de aquí se extraen algunas conclusiones de interés:
o   Se percibe claramente una corriente de iniciación en alguno de los misterios antiguos (orfismo, pitagorismo, Eleusis…): Poliido parece uno de los más versados en ello, puesto que no sólo interpreta correctamente el oráculo, sino que además resucita a Glauco y le adoctrina en sus conocimientos hasta que, cuando va a partir, se los retira de una manera un tanto simbólica: ¿acaso considera que no es merecedor de dicha sabiduría, o tal vez prefiere que su real padre no pueda sonsacarle lo que ha aprendido?
o   La última pregunta enlaza directamente con este punto: si Poliido se decide a enseñar lo que sabe al hijo de Minos no es por voluntad propia, sino porque el monarca le impide marcharse y le obliga a hacerlo, lo que indica un comportamiento claramente dictatorial, tiránico. Como hemos visto, ya hizo lo mismo con Dédalo e Ícaro tras la construcción del Laberinto.
o   Dentro de esta corriente histérica, ya que con esta leyenda nos hallamos inmersos de lleno en el esoterismo, hay otro detalle singular que llama la atención y hace sospechar a quienes están versados en otro arte esotérico como es la alquimia: el maravilloso ternero que nace cuando muere Glauco posee la capacidad de cambiar de color: del blanco al rojo, y después al negro para recomenzar el ciclo de nuevo. Casualmente (¿O no es casualidad?), éstos son los tres colores fundamentales de la Gran Obra alquímica, la que da lugar a la sustancia capaz de transmutar los metales en oro, mantiene la juventud de quien la prueba y eleva la mente y el espíritu del alquimista hasta cotas desconocidas.
En una palabra, con este relato parece que nos hallemos más bien ante una obra en la que se entrevé un mensaje oculto, sólo apto para los iniciados en los misterios de las antiguas religiones.
§  Niso. Esta historia viene a reflejar también un poco del carácter del rey cretense: pone bajo asedio a Megara, pero es incapaz de conquistarla porque el gobernante de la ciudad conserva un mechón rojo en su cabello (¡!), así que Escila, su hija, bien porque se enamora del minoico o porque es seducida por éste (a juzgar por el carácter que vamos viendo, más me inclino por esta última posibilidad), actúa por propia iniciativa y corta el mechón rojo a su padre (aquí nos encontramos con una más que sospechosa similitud con la historia bíblica de Sansón). Cae la ciudad y, sorpresivamente, en lugar de llevársela a su harén, Minos la mata por haber actuado contra Niso. Parece muy evidente la idea que transmite esta leyenda: que Megara cayó por una traición interna, y que los cretenses pagaron dicha traición con una ejecución sumaria, actitud que no es en modo alguno nueva: pensemos, por ejemplo, en las inmortales palabras de Julio César: “Roma no paga traidores”…
Megara es fundada por los carios entre 1800 y 1200 a.C., lo cual parece encajar dentro de los márgenes que barajamos para Minos. El gran auge de esta ciudad tiene lugar entre los siglos VIII y VII a.C.

En resumen, hay una evidente contradicción entre la figura benigna del rey Minos como legislador e impulsor de la cultura cretense, y la imagen más malévola o tiránica del monarca que exige a las ciudades conquistadas esclavos para entregarlos a una bestia salvaje, que encierra al constructor del laberinto para que no se descubra cuál es su secreto y que, cuando éste se escapa, lo persigue con saña hasta que es asesinado, o que obliga a un sabio a educar a su hijo. Para solventar esta contradicción hemos de recurrir a la teoría de la enfermedad bipolar, es decir, que nuestro querido rey tenía accesos de brutalidad o de magnanimidad según le daba la ventolera, o bien, que es lo que resulta un tanto más lógico, que el término designe al alto cargo del gobierno cretense o que hubiera más de un Minos en la historia de la civilización del Egeo y ambos se entremezclaran en las leyendas hasta crear la confusión actual…
También parece bastante evidente la intención esotérica que subyace tras los mitos relacionados con Minos: si debemos juzgar por lo que se ha escrito aquí, es fácil sospechar que estas leyendas esconden un mensaje reservado a los iniciados en los antiguos misterios, y que tras la desbordante imaginación de los antiguos pueblos mediterráneos podría haber una corriente mistérica dispuesta no sólo para narrar unos hechos muy deformados por la mitología, sino también para actuar como hilos conductores y mantenedores de los antiguos conocimientos.
Hay una cuestión añadida en el aspecto dictatorial de Minos: aunque estas leyendas no resisten un análisis lógico y concienzudo debido precisamente a su categoría de mitos, puesto que toda la parafernalia sobrenatural y parte del resto se cae por su propio peso, las investigaciones desarrolladas en torno a lo que se describe en ellos podrían dar a entender que en el origen de todas estas historias tal vez estuviera el propio monarca, y que pudieran haber sido pergeñadas bajo su orden con el objetivo de mantener el terror y el poder sobre el pueblo al que tiene sojuzgado; pero claro, se trata de especulaciones basadas en unos relatos que, en el mejor de los casos, sólo contendrían una parte de realidad difícil, por no decir imposible, de deslindar de la ficción…

Bibliografía

  • Homero, Odisea. s. VIII a.C.
  • Heródoto, Historia. 444 a.C.
  • Tucídides, Guerra del Peloponeso, Historia de la Guerra del Peloponeso. S. V a.C.
  • Pausanias, Descripción de Grecia. S. II.
  • Virgilio, Eneida. S. I a.C.
  • Ovidio, La Metamorfosis. s. I. d.C.
  • Dante Alighieri, La Divina Comedia, Infierno. Escrita en tres fases desde 1304 hasta 1321.
  • Jorge Luis Borges, La casa de Asterión. 1949.
  • Grimberg, C. y R. Svanström, Historia Universal. 1967.
  • M.C. Falcón, E. Fernández-Galiano, M.R. López,  Diccionario de la mitología clásica. 1989.

Filmografía

§  El Monstruo de Creta. Silvio Amadio. 1960.
§  Los Titanes. Duccio Tesari. 1962.
§  El Desafío de Hércules. Lou Ferrigno. 1983

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