sábado, 20 de diciembre de 2014

CONDE SAINT GERMAIN



EL CONDE DE SAINT GERMAIN
¿ESTAFADOR, VIVIDOR O ILUMINADO INMORTAL?

José Francisco Sastre García

            Referente obligado en los temas relacionados con el esoterismo, el Conde de Saint Germain es un personaje cuanto menos extraño: ampliamente conocido a lo largo de todo el siglo XVIII por sus coetáneos, una de sus principales preocupaciones fue la de labrarse una imagen misteriosa, exótica, exenta de cualquier cuestión prosaica o normal. Prueba de ello es lo que de él nos ha llegado, un personaje carismático, capaz de encandilar a las masas con unas historias que, en algunos casos, rozan el absurdo debido a su delirante imaginación.
            Idolatrado por unos, vituperado por otros, a nadie le ha dejado indiferente: se le han endosado multitud de epítetos, desde charlatán hasta conspirador, llegando hasta extremos inverosímiles como los de los círculos ocultistas desde el siglo XVIII hasta nuestros días, que lo adoran prácticamente como a un dios merced a sus “hazañas” de corte esotérico, alquímico o meramente paranormal.
            Y, sin embargo, la sensación de trascender a todo lo conocido que a veces parecen traslucir las aventuras o, más bien, los relatos de éstas, ha hecho creer a algunos investigadores que, realmente, pudo ser un hombre que consiguió burlar a la muerte gracias a sus conocimientos en las artes ignotas de la alquimia. ¿Hasta dónde podemos creer tales afirmaciones?

El personaje

            Empecemos por su apodo más conocido, el de Conde de Saint Germain: fue uno más de tantos que tuvo a lo largo de su vida, pues ni siquiera está claro que se tratase de un noble; de hecho, algunos especulan que este alias puede proceder del latín, de la expresión Sanctus Germanus, que traducida viene a ser “Santo Hermano”, reflejando así una de sus principales características, que era la de considerarse miembro (“Hermano” era el término con el que se denominaban entre sí dentro de estas organizaciones) de sociedades secretas del tipo de los Francmasones[1], los Rosacruces[2] o los Illuminati[3].
            Se le consideraba, o al menos él se declaraba a sí mismo, un hombre polifacético, versado en muy diferentes artes, ciencias e idiomas, poco menos que un genio: debió ser un empedernido aventurero, versado a su vez en las lides diplomáticas y políticas, amén de inventor, alquimista, compositor y músico que se manejaba con soltura con instrumentos como el piano o el violín… Practicaba también la pintura y la poesía, y al parecer incluso dominaba la medicina. Y en cuanto a idiomas… Se dice que dominaba a la perfección multitud de lenguas, tanto modernas como antiguas: francés, inglés, alemán, italiano, portugués, español, griego, latín, hebreo, caldeo, sirio, chino, árabe, sánscrito, dialectos orientales e incluso los jeroglíficos egipcios...
            El comienzo de su biografía no puede ser menos prometedor; o, dependiendo del punto de vista que se emplee, al contrario (para ser sinceros, el enfoque científico adolece de criterios, el enfoque ocultista se refuerza con el misterio): sabedor de que el principal encanto de su personalidad radica precisamente en que no se sepa quién es realmente ni de dónde procede, no deja referencia alguna en torno a su origen auténtico, sino que prefiere remontarse a tiempos pretéritos de los que no pueden extraerse referencias que corroboren sus maravillosas historias.
            Aun así, los investigadores que siguen su pista, evaluando la apariencia que tenía cuando se presentaba ante las cortes europeas y las historias que contaba, especulan con la posibilidad de que naciera en un castillo de los Cárpatos el 26 de mayo de 1696, y que fuera hijo del último rey de Transilvania, Federico II Rakoczy y su primera esposa, Teleky. Al parecer, Carlos VI persiguió al rey, a quien acabó por destronar, lo que motivó que para poder proteger a su hijo lo enviase a Florencia, donde fue protegido por los Médicis. Según se desprende de estas informaciones, cuando tenía 14 años (en 1710) ya estaba inmerso en el esoterismo, destacándose entre los francmasones durante su estancia y estudio en la Universidad de Siena. Sus poderes (¿?) comenzarían a aparecer tiempo después, a la muerte de su padre, que estaba exiliado en Turquía: según la leyenda, en 1735, fue visto en el lecho de muerte de su padre y, al mismo tiempo, junto a un miembro de los Rosacruces en Holanda. Posiblemente para evitar represalias de Carlos VI, Rakoczy “muere” cuando su herencia debería haberlo llevado al trono de Hungría, apareciendo en Escocia, donde residirá hasta 1745.
Pero aun estos datos están en el aire, no hay ninguna referencia que nos conduzca de forma certera a semejantes afirmaciones: como ya he dicho, se sospecha que fuera noble por los modales que desplegaba y por los lujos y riqueza de que se rodeaba, pero tal hecho no es constatable con una certeza absoluta…
De hecho, como muestra de la multitud de especulaciones acerca de su origen, expondremos aquí algunas de ellas:

  • Se habla de que pudo haber sido alemán, español, italiano, ruso, e incluso de origen tibetano.
  • Según algunas fuentes pudo haber nacido en 1710 en San Germano, como hijo de un recaudador de impuestos y una princesa italiana.
  • Eliphas Levi, uno de los mayores ocultistas del siglo XIX, afirmaba que había nacido en Lentmeritz, Bohemia, a finales del XVII, como hijo bastardo de un noble rosacruciano, lo que explicaría sus tendencias místicas y esotéricas…
  • Hijo ilegítimo de Maria Anna de Pfailz-Neuburg, la viuda de Carlos II de España.
  • En otros casos se dice que pertenecía a la familia de los Schoenberger de Viena.
  • El Marqués de Crequis asegura que había nacido en Estrasburgo, de origen judío, y que su verdadero nombre era Simon Wolff.
  • Hay quien afirma que se trataba de un jesuita español cuyo nombre sería Aymar, posiblemente en base a uno de los numerosos apodos que adoptó.
  • Incluso se le llega a vincular con un marquesado en Portugal.

            Lo que sí parece seguro es su muerte: aparece registrada en Prusia, en una localidad llamada Eckerförde, el día 27 de febrero de 1784, en el castillo de Carlos de Hesse-Cassel.
            Se le atribuyen diversos libros, pero a este respecto parece ser que en realidad tan sólo uno de ellos es verdaderamente suyo: La muy santa trinosofía, o dependiendo de la fuente y, sobre todo de la traducción, La santísima trinosofía. Entre estos libros “apócrifos” suelen citarse una obra esquiva conocida como Les Arcanes ou Secrets de la Philosophie Hermétique, asociada a un esoterista francés conocido como Lenain, algunos ensayos sobre numerología, un volumen sobre este mismo tema supuestamente guardado en la Bibliothèque Nationale de París… Hay otro escrito que se le atribuye y sobre el que recaen dudas razonables de que, en efecto, pudiera ser de su puño y letra: se trata de un volumen impreso en formato triangular con el ampuloso título La Magie Sainte révélée a Moïse , retrouvée Dans un Monument Egyptien, et précieusement conservée en Asie sous la devise d’un Dragon Aile (La sagrada magia revelada a Moises, recuperada en un monumento egipcio y cuidadosamente preservada en Asia bajo la custodia de un dragón alado). Al parecer ha sido una fuente constante de consultas por parte de la masonería, pues contiene una estructura similar a la de los manuales de magia ceremonial, pudiendo esconder en su interior instrucciones codificadas acerca de cómo proceder para la consumación de los rituales.

            Como ya se ha dicho, su apariencia y modales eran elegantes, educados y exquisitos; aseguraba haber sido iniciado en la Soberana Orden de los Caballeros de Malta[4], donde comenzó a aprender los conceptos y manejos de la alquimia[5]. Al parecer consiguió desentrañarlos hasta descubrir el secreto de la transmutación de los metales e incluso arreglar cualquier imperfección en una piedra preciosa.
            No se tiene constancia palpable de nuestro personaje hasta 1740, momento en el que aparecen las primeras menciones históricas acerca de él: apareció en Viena, donde se convirtió en un habitual de todos los actos sociales más fastuosos y relevantes de la sociedad de la época. Por entonces se le calculaban entre 30 y 40 años, y al parecer no se rebajaba a usar dinero: en su lugar iba con los bolsillos cargados de diamantes que utilizaba para sus gastos. En esta época, el mariscal francés Belle Isle había sido herido de gravedad en Alemania y los médicos lo habían dejado por imposible; sin embargo, el tratamiento del recién llegado lo salvaría. Como agradecimiento a semejante proeza, el militar se llevó a nuestro personaje a París, donde a no tardar se haría notar de forma ostentosa igual que había hecho en Austria. El mariscal lo proveería de un laboratorio completamente equipado para sus experimentos y prácticas. La leyenda comenzaba a forjarse, y sería en aquellos momentos cuando realmente crecería hasta los extremos que conocemos en la actualidad…
            Sin embargo, la hazaña con Belle Isle no parece un hecho totalmente contrastado: otras fuentes la obvian y sitúan el comienzo de las andanzas conocidas de Saint Germain en 1758, momento en que aparece en Francia procedente de Holanda, Inglaterra y Alemania, donde según sus propias palabras se había estado desenvolviendo en complicadas y delicadas misiones diplomáticas.
            En cualquier caso, nos encontramos con un importante intervalo temporal que cada cual se ha dedicado a rellenar con historias más o menos creíbles: se dice que después de estar en Alemania y Austria, antes de viajar a Francia, estuvo en la India aprendiendo el arte de la alquimia.
            Aquí es donde comenzamos a encontrarnos con las anécdotas más conocidas que generarían el mito que estamos tratando: Georges Touchard Lafosse, en su obra Chroniques De L'oeil-de-boeuf: Des Petits Appartements De La Cour Et Des Salons De Paris Sous Louis XIV, La Régence, Louis XV, Et Louis XVI, (Del Ojo del Buey: Los Pequeños Apartados de la Corte y los Salones de París bajo Luis XIV, la Regencia, Luis XV y Luis XVI), cita el encuentro del conde con la anciana condesa Von Georgy, a la que afirmó haber conocido cuando ella era joven, lo que venía a dar a entender, a juzgar por el aspecto juvenil del supuesto noble, que a la sazón había de tener más de cien años. Al parecer, al ser requerido al respecto, debió contestar escuetamente: “Yo soy muy viejo”.
            La leyenda comenzaba a crecer, hasta el punto de que todos los que lo veían consideraban que no envejecía, que su aspecto era de juventud radiante, perenne, e incluso algunos, probablemente inspirados por él mismo, llegaron a sugerir que había estado presente en las bodas de Caná[6], hecho que confirmaría sin pudor alguno. Al fin y al cabo, admitiría que había conseguido un líquido que le había permitido vivir 2.000 años.
            El aspecto que mantenía durante esta etapa francesa, y que según la leyenda retuvo hasta el final, era el de un joven noble de porte digno, militar; era delgado y de mediana estatura, bien proporcionado, ojos pardos y cabello oscuro. Acompañaba a sus lujosas ropas con lacayos uniformados suntuosamente. En un claro esfuerzo por mantener el misterio en torno a su persona, procuraba a toda costa que nadie supiera dónde se alojaba, aunque no había fiesta de la alta sociedad en la que no apareciera su egregia persona; curiosamente, durante estos fastuosos eventos, nadie lo vio comer o beber…
            El esoterismo seducía a la sociedad de aquella época hasta el punto de una credulidad sin límites: la Sociedad Teosófica acabó por asociarlo a los grandes Maestros de los Himalayas, del reino escondido de Aghartha y la ciudad de Shambhala, dando a entender que esos personajes míticos, a quienes se denominaba Mahatmas y entre los que más eran nombrados eran Morya y Kut Humi, habían declarado que él era un discípulo suyo, que se había convertido en un adepto y que lo nombraban mensajero suyo ante el mundo. La locura en torno a Saint Germain se desataba, locura que él mismo alimentaba al asegurar haber tenido múltiples reencarnaciones o haber asumido diversos roles, entre los que se contaban Simón Bolívar y otros grandes personajes de la antigüedad; aseguraba sin ambages haber tenido conexiones con Cleopatra, Jesucristo, la Reina de Saba, Santa Isabel, Santa Ana, las cortes de Valois, la antigua Roma, y durante su tiempo con China, Japón, la India…
            Su memoria, al parecer, debía ser prodigiosa, era capaz de repetir hojas enteras después de una sola ojeada; y se aseguraba que era ambidextro, hasta el punto de que con una mano podía estar escribiendo un soneto y con otra una carta de amor.
            En un primer momento debió entablar amistad con Giacomo Casanova, aunque luego tal relación se enfriaría notablemente, protagonizando una de tantas anécdotas que se cuentan sobre él: Saint Germain tomó una moneda de doce centavos y la expuso a una llama: una vez enfriada se la dio a su amigo, que comprobó asombrado que era de oro puro. Cuando Casanova sugirió que había efectuado un hábil acto de prestidigitación, cambiando una moneda por otra, el conde, al parecer, le contestó: “El que duda de mis conocimientos no merece hablar conmigo”, mostrándole a continuación la puerta.
            Ni siquiera Voltaire era capaz de escapar al influjo del carismático personaje: en una carta a Federico el Grande llegó a asegurar que “El Conde Saint Germain es el hombre que nunca muere y que todo lo sabe”.
            En sus memorias, Franz Graffër escribió unas palabras que al parecer Saint Germain había expresado: “Desapareceré de Europa  para ir a la región del Himalaya. Allí descansaré. Tengo que descansar. Dentro de ochenta y cinco años se me volverá a ver“. Y efectivamente, a posteriori de esta declaración desapareció.

            Las fechas de sus “andanzas” están entrecruzadas hasta el punto de hacernos sospechar de muchas de las informaciones que manejamos: según se desprende de una carta oficial localizada en Londres escrita por Horace Walpole (autor de El Castillo de Otranto, una de las primeras obras de terror gótico), al parecer pudo haber sido detenido en esta ciudad hacia finales de 1745, acusado de espionaje. En el texto de la carta, en la que se detalla su arresto, se habla de “un hombre extraño que se hace llamar "conde de Saint Germain"; no dice a nadie quién es ni de dónde viene. Admite que éste no es su verdadero nombre. Canta y toca el violín magníficamente; está loco”.
            No se sabe cómo ni por qué, pero la cuestión es que salió de la cárcel, bien liberado o bien fugado; regresa a Francia, donde se enquista tan profundamente en la Corte que se convierte en uno de los personajes más cercanos al rey Luis XV y a Madame Pompadour, con la cual se le llega a relacionar incluso como amante. Durante este tiempo, otra de las anécdotas que se cuentan acerca de él es que consiguió revivir a una amiga de la Madame, que había caído gravemente enferma, al borde la muerte, debido a un envenenamiento por setas.

            Ya en 1760, el monarca francés lo tiene en tan alta estima que lo envía como representante personal a La Haya, para negociar un préstamo personal con Austria que le permitiera financiar la sempiterna guerra que mantenía con Inglaterra. Una vez allí, se encontró y enfrentó con un antiguo amigo suyo, Casanova, y con el Duque de Choiseul, que por aquellos tiempos era el ministro de Asuntos Exteriores del rey: éste último lo acusaría de conspiración contra Francia, lo que motivaría una rápida huida por parte del conde hacia Inglaterra. Según los investigadores, el duque descubrió que el conde estaba en negociaciones secretas con Inglaterra para establecer un tratado de paz entre ambas monarquías. Esto, unido a que su cercanía al trono francés le había granjeado enemigos poderosos, que no pararían en barras con tal de desenmascararlo y destruirlo, (los mencionados Casanova y Choiseul, y el señor D’Affy), redundó en perjuicio de Saint Germain.
            Casanova, por ejemplo, tenía una idea muy nítida de él; sus palabras, al respecto, no pueden ser más clarificadoras: “Este hombre extraordinario, destinado por naturaleza a ser el rey de los impostores y los curanderos, era capaz de decir de forma simple y confiada que tenía trescientos años, que conocía el secreto de la Medicina Universal, que dominaba la Naturaleza, que podía disolver diamantes, afirmándose capaz de formar, a partir de 10 o 12 diamantes pequeños, uno de la mayor transparencia...
Todo esto, decía, era una bagatela para él. A pesar de sus jactancias, sus descaradas mentiras y sus numerosas excentricidades, no puedo decir que lo encontrara ofensivo. Pese a que yo sabía quién era, y pese a mis propios sentimientos, pensé que era un hombre asombroso...
            Sobre lo sucedido durante la época francesa de la vida de Saint Germain, hay un investigador llamado Gustav Berthold Volz que durante los años 20 se dedicó a revisar las anécdotas de tan singular personaje, para descubrir que muchas o parte de ellas no procedían en realidad del Conde, sino de un sosias suyo llamado Gauve, y al que utilizaba Choiseul para desacreditarlo a toda costa, presentándolo en sociedad para que exagerara los defectos de su gran enemigo.

            Tras su huida de Francia a Inglaterra, regresaría al continente, a Holanda, donde adoptaría el apodo de Conde de Surmont: al parecer amasó una enorme fortuna en base a sus conocimientos de química, creando y vendiendo pócimas, brebajes, ungüentos, y todo tipo de preparados capaces, supuestamente, de combatir cualquier mal, incluso la muerte. Duró poco tiempo, de nuevo se pondría en marcha para llegar a Bélgica, a Tournai, donde prosiguió con el mismo negocio. Se le acusó de timador y conspirador una y otra vez, allá donde fuera le perseguían los rumores acerca de sus complots; de hecho, uno de aquellos comentarios decía que allanó el camino en Rusia para que el ejército colocara en el trono de aquel país a Catalina la Grande… Sin embargo, como ya era costumbre en él, poco le duraría este honor: tras la derrota de los turcos en 1770 en la batalla de Chesme, partió hacia Alemania para recalar en Nuremberg, de donde marchó en 1776.
            Durante esta etapa alemana, allá por 1777, el embajador de Prusia en Dresde, el conde Alvensleben, expuso unos comentarios sobre el conde, al que al parecer conocía bien: “Es un hombre muy dotado, con una mente muy despierta pero totalmente carente de juicio, y se ha ganado su singular reputación por medio de las adulaciones más viles de que es capaz un hombre y por medio de su notable elocuencia, especialmente si uno se deja arrebatar por el entusiasmo con que se expresa. Una vanidad poco común es el resorte que domina todos sus mecanismos”.
De la misma manera, también se dice de él que aconsejó a la Corte francesa previa a la Revolución Francesa (no era contrario a las monarquías, al fin y al cabo eran los estamentos en los que mejor se movía y los que más margen de maniobra le permitían a su notable ego y extravagancias), dándoles ideas para evitar la rebelión que se avecinaba, pero de existir dichos consejos, a tenor de lo que sucedió en 1789, es evidente que no fueron tenidos en cuenta.
            Da una idea de la agitación que preparó en las Cortes europeas la gran cantidad de apodos de que llegó a disponer:
  • En Holanda era el conde de Surmont.
  • Cuando aparece  en Tournai, Bélgica, pasa a nombrarse como el marqués de Montferrat.
  • En Rusia, allá por 1768, está junto a Catalina la Grande, como consejero en una conferencia. En ese momento, la Emperatriz lo nombra consejero a su vez del jefe de las fuerzas imperiales rusas, el conde Alexei Orlov; más tarde, se le declarará oficial del ejército ruso bajo el sobrenombre de general Welldone.
  •  En 1774 aparece en Nuremberg, asociado al margrave de Brandeburgo, Carlos Alejandro, quien merced al interés que en aquellos momentos había por la alquimia (y el afán por hacer dinero rápido con la transmutación de los metales en oro), le proporciona otro completo laboratorio. En esta ocasión se presentará como el príncipe Rakoczy (lo que quizás haya sido el motivo de que se le asociara con el nacimiento indicado al principio del artículo), aunque también mantiene su apodo habitual de conde de Saint Germain; pero poco duraría allí, pues en 1776 volvería a partir.
  • Cuando nos lo encontramos en Leipzig, cercano al príncipe Federico Augusto de Brunswick, se hace pasar por francmasón de cuarto grado. Cuando a este respecto se le requirió para que mostrara los signos que le hacían acreedor de semejante condición, contestó sin ambages que era cierto que era francmasón, pero que las señales se le habían olvidado completamente.
  • En 1779 se desplaza hasta Eckernförde, Schleswig, Alemania, a la que sería la última de sus residencias antes de su muerte. Allí gobernaba quien sería su último mecenas, el príncipe Carlos de Hesse-Cassel, quien aparte de subvencionarle los estudios y experimentos a que se dedicaba llegó al punto de, tras su fallecimiento, erigirle un monumento con una inscripción muy sobria: “Aquel que se hacía llamar conde de Saint Germain, y del que no hay otras informaciones, ha sido enterrado en esta iglesia”.
  • Otros apodos de los que se tiene constancia vinieron a ser: marqués de Aymar, conde de Belmar, de Soltikov, de Monte Cristo (es posible que Alejandro Dumar tomara de éste su inspiración para crear su inmortal obra), caballero de Schoening, o Zanonni.

Como ya se ha dicho, el registro parisino da fe de la muerte del conde de Saint Germain el 27 de febrero de 1784 en el castillo de Eckenförde, a causa de una neumonía; sin embargo, hasta esto entra en cuestión, puesto que se dice que su cadáver fue enterrado, tras honrarlo con funerales civiles, en Silesia, Prusia, ese mismo año.
Y aún podemos ir más lejos: con una constancia clara de su muerte como son los registros, hay quien afirmó haberlo visto un año después de su desaparición, en 1785, al parecer acompañado ni más ni menos que por el “gran mago” Cagliostro, Anton Mesmer y un filósofo desconocido denominado Louis Claude de Saint-Martin; y posteriormente en Francia en 1789, cinco años más tarde, rizando el rizo con una aparición estelar durante el mismo año en Suecia para advertir al rey Gustavo III que corría peligro, al tiempo que hacía una visita de cortesía a una buena amiga suya, mademoiselle d’Adhemar, quien atestiguó en su diario que seguía aparentando alrededor de 46 años de edad. En este mismo diario se puede leer que el Conde aseguró que la vería cinco veces más, y que cumplió con su promesa: la última de estas visitas debió producirse en 1820, la noche anterior al asesinato del duque de Berry.
Pero no para ahí la cosa: en 1793 debió mostrarse a Jeanne Dubarry, la amante del rey, y en 1867 en Milán; más tarde, en 1920, habla en Roma con el Obispo Leadbeater… Incluso se dice que estuvo en la campaña de Egipto de Napoleón, y que su homónimo, Napoleón III, tenía un dossier dedicado en exclusiva a las andanzas del Conde...
Estamos ante una historia delirante, que no hace más que aumentar el desconcierto que se crea alrededor de tan insólito personaje: figuras tan relevantes en su tiempo como E. M. Oettinger, quien escribió un libro basándose en una entrevista que mantuvo supuestamente con el propio conde allá por los años 30 en París, redundan en los contrasentidos que rodean la figura de Saint Germain: dicha obra supuso para su autor una campaña de descrédito brutal a causa de su contenido, en el que al parecer nuestro egregio personaje aseguraba haber estudiado magia con Raimon Llull (1235-1315), pintura con Cimabue (1240-1302), música con Palestrina, haber conocido a Paracelso (1493-1541) y obtenido de él la piedra filosofal, participar en la coronación de Francisco I (1494-1547), trabajar con Nostradamus (mediados siglo XVI), o entablar amistad con el mago isabelino John Dee.

Y para alimentar todavía más el mito, en pleno siglo XX han aparecido personajes como Richard Chanfray, que tras declarar ser el propio Saint Germain, supuestamente fue capaz, ante las cámaras, de efectuar una operación alquímica y convertir plomo en oro. ¿Qué sucedió con él, era en verdad el Conde? Comprobémoslo…
Allá por la década de los 70, este curioso personaje, por no aplicarle un apelativo un tanto más duro, surgió de la nada en Francia, afirmando ser el Conde de Saint Germain. En España, una noticia tan insólita no podía por menos que aparecer en un periódico como El Caso, tal día como el 13 de agosto de 1983, explicando lo que había sucedido con el señor Chanfray.
Aseguraba ser inmortal: al parecer debía tener una buena dosis de carisma o atracción personal, pues consiguió tener a sus pies durante bastante tiempo a las damas de la alta sociedad francesa, que le hacían consultas de todo tipo, a las que respondía dictando oráculos, vaticinios, presagios… De alguna manera había conseguido convencer a todo el mundo de ser el inmortal e iluminado Saint Germain.
La gloria le duró aproximadamente diez años: sus comienzos en 1973 lo llevaron a un teatro de París, donde era presentado ostentosamente como “El hombre que trasmuta el plomo en oro“. Y, al menos en la apariencia, era capaz de obrar tal milagro a la vista de todo el mundo. Según parece, nadie fue capaz de descubrir cuál era el truco, si es que lo había, para semejante prodigio: ni espectadores, ni prestidigitadores profesionales, ni cámaras de vídeo vigilándole las manos como halcones, fueron capaces de averiguar cómo lo hacía: se llevó el secreto a la tumba.
Su vida fue propia de un folletín o incluso de una obra de Dickens: nació en Lyon en 1940, criándose en la calle y aprendiendo todo lo que lo conduciría más tarde a convertirse en la estrella de Francia: desde el primer momento se dedicó a prácticamente de todo excepto estudiar: robó, vendió periódicos… Ya con veinte años, cansado de una situación de perenne pobreza, decidió dar un salto cualitativo y pasó al siguiente nivel: golpeó a una anciana con una barra de plomo para robarle el escaso dinero que pudiera llevar encima. Aquello le costó la cárcel, lo que lejos de enmendarlo, lo llevó mucho más lejos: como suele decirse, si la calle fue su colegio, la trena fue su universidad, de la que salió con el doctorado: dispuesto a no volver a caer de nuevo en la vida que había llevado, se convirtió en un hombre hábil, listo, galán y con una gran labia.
La fortuna quiso que descubriera al Conde de Saint Germain, lo que le dio la brillante idea de hacerse pasar por él: amasó una enorme riqueza en pocos meses. Por su casa pasaban los nombres más ilustres del país galo, deseosos de escuchar sus vaticinios que, curiosamente, solían ser bastante acertados.
Al cabo de tres años de comenzar su carrera, en 1976, el destino se cruzó en su camino bajo el aspecto de la cantante Dalila, que en aquellos momentos estaba en la cumbre de su carrera. Como breve comentario acerca de este encuentro, diremos que las dos parejas anteriores de la diva se habían suicidado.
Nuestro aspirante a inmortal debió ser un hombre irresistible, capaz de encandilar a cualquiera: aparte de su habilidad “alquímica”, parece ser que cada vez que entraba en un edificio antiguo podía señalar cómo había estado organizado en su origen, señalando pasadizos secretos, muebles, etc., como si ya hubiese estado allí en un lejano pasado; pero claro, ésta es una información que se puede extraer de las hemerotecas, las bibliotecas y otras fuentes de documentos… Extrañamente, durante esos diez años nadie fue capaz de explicar cómo se las apañaba para conseguir esos datos.
Según cuenta Dalila, su carisma contrastaba notablemente con su carácter: según sus propias palabras, “Me obligaba a dormir con una carabina del 22 a los pies de la cama. Estaba paranoico perdido“.
Aún tenía que dar más la nota: el 18 de junio de 1976 pegó un tiro en el estómago al amante de la criada. Todo hay que decirlo, eran altas horas de la madrugada, y al entrar en su casa después de haber salido con su pareja se encontró la luz de la cocina dada y a un hombre en calzoncillos sentado a la mesa. Otro año en la cárcel, además de una indemnización de medio millón de francos, y eso porque su víctima no llegó a morir.
El glamour y la buena vida se habían acabado: todo se esfumaba. A pesar de que Richard intentó grabar canciones, pintar cuadros o esculpir animales en metal, no hubo manera de recuperar la gloriosa vida que habían tenido. Al final, Dalila y él se separaron y se buscaron la vida como buenamente pudieron.
A pesar de todo, Richard mantuvo su estrellato durante algún tiempo: era invitado a todas las fiestas, e incluso se hizo amante de Paula de Loos, la baronesa de Trintignan, una millonaria que no tenía nada de baronesa y sí de cordura con los negocios que tenía entre manos: al parecer la mujer tenía un socio que se empeñaba en despistar algo de los beneficios en el suyo propio, hasta que el conde le puso la carabina al cuello en un exceso de celo. Una nueva condena, una nueva indemnización, y esta vez su amante no podía ayudarlo, porque se había cargado de deudas. 1983 fue el momento en que se le vio por última vez, en una fiesta de Saint Tropez, extremadamente delgado y con profundas ojeras, demacrado y canoso.
El final llegó poco después: el 14 de julio de ese mismo año, en un pueblo cercano a Saint Tropez, los amantes decidieron acabar con todo: se encerraron en el coche, con todo cerrado y sellado a conciencia, y un montón de botes vacíos de barbitúricos. Para asegurarse, habían desprendido el tubo de la calefacción para inhalar los gases… Junto a ellos, una carta de despedida del “conde”: “Me voy y me la llevo, porque es tan parecida a mí…”.
Siempre aseguró que su habilidad procedía de una piedra o sustancia que un desconocido le había entregado poco antes de dedicarse al espectáculo: casualmente, ese desconocido, al que mencionó en numerosas ocasiones, debió ser Fulcanelli, el alquimista más conocido (dentro del secreto que mantuvo a lo largo de toda su “vida”) e importante del siglo XX. De esta manera, podría explicarse su final: en realidad no sería un alquimista ni la reencarnación de Saint Germain, a pesar de que él se denominase así, sino una especie de heredero sin idea alguna de lo que estaba haciendo, y cuando se le agotó la piedra filosofal, incapaz de generar más, se acabó también la fuente de fama y riqueza…

Volviendo de nuevo al genuino personaje del siglo XVIII, la naturaleza carismática, diplomática, que debía dispensar a raudales, le abría con suma facilidad las puertas de los palacios, y le granjeaba aliados poderosos en los que apoyarse para defenderse de sus detractores y poder seguir manteniendo el fastuoso nivel de vida de que disfrutaba.
            Aseguraba pertenecer a diversas sociedades secretas o discretas: se le ha asociado con los Illuminati, a cuyo fundador, Weishaupt, se dice que le inspiró la idea para la creación de aquella organización; también se dice, como ya hemos indicado, que había ingresado en una logia de la francmasonería, y que era un miembro de la Rosacruz.
            Un detalle revelador de su biografía es que no permanecía demasiado tiempo seguido en el mismo lugar: viajó por toda Europa, y se dice que incluso se paseó por Turquía, el Tíbet o África, lugares de los que se trajo un bagaje cultural y esotérico que aún le prestaban más encumbramiento, debido al exotismo que lo envolvía.

Consideraciones

  • Empecemos por el principio, por el misterio de los orígenes. Una de las teorías que más raigambre han tenido fue la de que se trató de un príncipe húngaro de los Cárpatos. Y sea casualidad o no, resulta chocante o, por lo menos, irónico, entroncar a un supuesto inmortal como Saint Germain con unas regiones en las que se arraiga con una fuerza desusada la noción de los no muertos, como si se tratase de uno de ellos…
  • Continuando con lo que nos ocupa, pasemos a analizar sus “vastos” conocimientos. Con todo lo que se ha escrito de él a lo largo de este artículo, la sensación que se me queda es la de encontrarme ante un personaje de la talla de figuras como Imhotep o Leonardo da Vinci: trataríase de un genio donde los haya, capaz de hacerlo todo y saberlo todo, un hombre del que podría decirse que desborda la noción de humanidad para encumbrarse casi al concepto de divinidad, al igual que le sucedió en el antiguo Egipto a Imhotep… Pero a tenor de todo lo que se sabe o intuye, es más probable que tengamos que conformarnos con un tipo muy listo y que se las sabía todas. ¿El motivo de hablar de tal manera? Es evidente, basta con comprobar los idiomas que se le atribuían. Pase por que conociese buena parte de las lenguas europeas por las que se movió, pero, ¿Sánscrito, caldeo, hebreo, jeroglífico egipcio, sirio, chino, árabe, persa…? ¿Le puede haber dado tiempo a aprender todos esos idiomas y todos los conocimientos que posee en una única vida? La única conclusión a la que se puede llegar es que o bien era realmente inmortal y tuvo todo el tiempo del mundo para adquirir los extensos conocimientos que se le imputan, o bien en realidad no fue más que una fanfarronada en toda regla, opinión por la que me inclino. Cuando alguien se luce de saber muchas cosas, normalmente suelen ser pequeños retazos de cada una de ellas… Y como en aquella época era muy difícil, por no decir imposible, comprobar muchas de las afirmaciones o lenguas empleadas por Saint Germain, lo más probable es que adornara ese “un poco de todo” con adornos que lo complementarían para hacerlo parecer mucho más de lo que realmente era.
  • Si en 1740 estaba en Austria y durante ese tiempo curó a Belle Isle, que se lo llevó a Francia, ¿cómo podía estar en Londres detenido en 1745? O estaba bilocado[7], o una de las dos informaciones es incorrecta, a pesar de que ambas se dan por buenas. Desde luego, la documentación de la época de su arresto en Inglaterra parece fiable, así que, ¿hasta qué punto podemos estar seguros de los documentos acerca de la milagrosa curación de Belle Isle? Hay que tener muy presente que en ningún lugar se menciona de forma expresa, explícita, que durante esa época viajase a Inglaterra y después volviese a Francia…
De todas maneras, no es una cuestión excesivamente peliaguda: tal y como sugieren algunos investigadores, la manera de ensamblar ambas fechas es especular con la posibilidad de que el conde hubiese sido destacado por el rey de Francia a Inglaterra con la intención de espiar o, tal y como se ha expuesto acerca del incidente de La Haya con Choiseul, establecer las condiciones para un tratado de paz efectivo entre los países en litigio. De esta manera podría explicarse también el hecho de que fuera puesto rápidamente en libertad tras su arresto londinense al aclararse la situación, y que no haya registros al respecto de la misión.
  • Si en 1740 se le calculaban 30 ó 40 años, no podía haber nacido en 1696: eso harían 44. Pero claro, los cosméticos pueden hacer auténticos milagros, y mantener la piel tersa durante muchos años no es un indicativo claro de la verdadera edad, así que su posible origen como príncipe húngaro no sería descartable. Ahora bien, cuando nos vamos a 1758 y seguimos contemplándolo con la imagen habitual de juventud, ya estaríamos hablando de 62 años y la cuestión comenzaría a resultar más sospechosa: tendríamos que recurrir a artificios más elaborados:
    • Que hubiera una especie de “saga” de condes que se fueran perpetuando en el tiempo.
    • Que consiguiera merced a su probable vegetarianismo que el proceso de envejecimiento se ralentizase y consiguiese que ya de mayor aún pareciese un chaval
    • O que verdaderamente se tratara de un hombre que ha conseguido la inmortalidad…
  • Entre las aparentes incongruencias que se encuentran a lo largo de toda su vida, hay una muy notoria: si por una parte dice que Paracelso le enseñó la piedra filosofal y se la entregó, es de suponer en buena lógica que ya conocía los secretos de la alquimia. ¿Cómo es que entonces cuenta a posteriori que aprendió los rudimentos de este arte con los Caballeros de Malta? A este respecto, hagamos una breve reseña de esta orden: su origen se remonta a Jerusalén, al año 1084, aunque con el nombre de Orden de San Juan del Hospital de Jerusalén, aunque se la conocería durante mucho tiempo como la Orden de los Hospitalarios; estuvo en Jerusalén hasta 1310, momento en que se traslada a la isla de Rodas, hasta que en 1522 Solimán el Magnífico los expulsa de la isla; posteriormente, en 1530, Carlos I de España les cede las islas de Malta, Comino y Gozo, junto con Trípoli, momento a partir del cual pasan a denominarse Caballeros de Malta, donde en 1565 sufrieron el asedio del ejército otomano, al que infligieron graves pérdidas antes de tener que ser evacuados por el ejército español, afincado en Sicilia, el 7 de septiembre de ese año.
Esta breve digresión nos sirve para definir, aunque sólo sea ligeramente, en qué consiste la contradicción de la que hablábamos en este punto: Paracelso (1493-1541) es más o menos de la misma época que los Caballeros de Malta como tales, así que la pregunta sería: ¿Saint Germain se refiere a los Hospitalarios cuando habla de los Caballeros de Malta, o sus conocimientos de alquimia proceden de ambas fuentes a la vez? Si aprende los rudimentos con la Orden, ¿cómo es que Paracelso confía en él para otorgarle el don de la piedra filosofal? Y si los aprende con el gran alquimista, ¿no está tergiversando su afiliación con la Orden de Malta? La única explicación que se me ocurre a este entuerto es pensar, como ya he sugerido, que el Conde se refería a los primeros tiempos de la Orden, pues de lo contrario no me queda más remedio que suponer que lo que está haciendo es jugar al despiste con sus coetáneos…
  • Al margen ya del asunto de su inmortalidad, lo que es evidente es que se trataba de un hombre de mundo, de un personaje si no noble, sí al menos preocupado, y mucho, por aparentarlo: su aspecto, modales y carisma, junto con su cercanía a las altas esferas, el carisma o la personalidad magnética que parecía desplegar, hacían de él una persona irresistible y, al mismo tiempo, polarizaban las posturas en torno a él: no podía haber término medio, o lo adoraban como a un semidios o generaban envidias que bien pudieron haber sembrado de rumores oscuros una biografía de por sí tal vez anodina, tal vez meramente entretenida a tenor de sus imaginativas hazañas. Diría que fue un don nadie carismático que se encontró con la posibilidad de codearse con lo más granado de las sociedades europeas, y lo aprovechó hasta el máximo. Vamos, algo parecido a Rasputín (¡A ver si va a resultar que el milagrero ruso era una reencarnación de Saint Germain!).
  • El hecho de que utilizase tantos apodos es indicativo de lo que acabamos de comentar: celos, envidias, persecuciones… Pero también la posibilidad de que, en realidad, no fuera otra cosa que el más hábil de los estafadores que se han conocido a lo largo de la historia, sospechoso de prácticas fraudulentas y conspirador a las órdenes del gobernante con el que estuviera asociado en cada momento. Todo en él, a tenor de lo que se ha escrito acerca de su biografía, invita a pensar en un vividor como Cagliostro, de quien también, curiosamente, se dijo entre los círculos esotéricos, en su momento, que había conseguido la piedra filosofal y la inmortalidad (Y que aún hoy en día hay quien pretende mantener como verídicos dichos logros a pesar de saberse con certeza que fue un gran estafador). De hecho, por donde Saint Germain pasaba siempre surgían la polémica y el conflicto, por ello no podía permanecer demasiado tiempo en el mismo sitio y había de cambiar continuamente de nombres.
  • Detengámonos por un momento en el caso del francés Richard Chanfray y su declaración de ser el Conde de Saint Germain. Para empezar, el asunto de sus vaticinios, que se suponían casi siempre acertados, resulta sorprendente… Aunque no tanto si nos paramos a pensar que seguramente se trataría de parrafadas ambiguas, llenas de simbolismo, como los de los curanderos o los videntes, que cada cual interpretaría a su gusto. Al fin y al cabo, nada hay más seguro y veraz que una profecía o un augurio interpretados a posteriori: nunca fallan. Y si no, vean lo sucedido con Nostradamus, Malaquías y compañía: cada cuarteta, cada línea de una profecía, se puede ajustar casi a cualquier evento histórico.
Por otra parte, pasemos a su supuesta habilidad para convertir los metales en oro ante las cámaras. Aquí hay un planteamiento que es absolutamente demoledor para las aspiraciones de este francés, y es el siguiente: si verdaderamente hubiera sido capaz de convertir en oro los metales con tanta facilidad, ¿a santo de qué hubiera tenido que pasar las privaciones que pasó? ¿Que le ponen una sanción de un millón de francos? Pues nada, se convierten los metales bajos en oro por un equivalente a dos o tres millones de francos y, a continuación, se va cambiando poco a poco ese oro por dinero. Teniendo en cuenta además su actitud, que por una parte coincide con la del auténtico conde, y por otra contrasta notablemente con ella en lo referente a su paranoia o manía persecutoria… A este respecto, en el programa Cuarto Milenio, de Cuatro, Iker Jiménez dedicó un programa a la alquimia y presentó como invitado José María Íñigo para hablar de Chanfray, que había estado en su mítico programa Directísimo haciendo una demostración de transmutación de los metales ante diversos científicos y joyeros. ¿El resultado? No puede ser más sorprendente, resulta más aconsejable verlo que contarlo…
  • Hay una cuestión que me resulta absolutamente incomprensible: ante una biografía tan ambigua y plagada de hechos sin contrastar de forma contundente, lo lógico sería poner en cuestión la valía o la capacidad de Saint Germain como taumaturgo o gran sabio. Sin embargo, los esoteristas, ocultistas y teósofos de todos los tiempos han decidido desde el primer momento esquivar todas las prevenciones que se puedan tener hacia este caballero y obviarlo todo excepto su aparente dominio de la alquimia y su sabiduría sin límites, declarándolo un iluminado por la divinidad: prefieren atribuir sus defectos a los ataques de sus detractores, cerrar los ojos ante las incongruencias que pueden verse con claridad meridiana, y dotarle de unas capacidades que a buen seguro no tuvo. Veamos hasta qué punto se ha llegado:
    • Se le han atribuido prácticas como la ventriloquía y el encantamiento de serpientes. Claro, como estuvo (al menos supuestamente) en la India…
    • Se ha llegado a decir de él que era Ahasverus, el Judío Errante.
    • En la época de esplendor de las culturas New Age, numerosos grupos lo nombraron Maestro Ascendido, una entidad suprahumana poseedora de numerosos poderes mágicos entre los que se citan la teletransportación, la levitación, el pasaje a través de las paredes, la telepatía, etc. Sólo le faltaría la resurrección de entre los muertos…
    • Se sugiere que estuvo entre el grupo que redactó la Declaración de la Independencia de los EEUU, que fue la fuente de inspiración detrás de tal escrito, junto con el resto de los estadistas que se reunieron para firmarla, de los que se sabe que buena parte de ellos formaban parte de logias masónicas.
    • Se le reconoce en Teosofía como el Maestro Cósmico del Séptimo Rayo (el violeta). De acuerdo a esta doctrina, los siete rayos son siete principios metafísicos que gobiernan a las almas individuales y que se desencadenan cada 2.158 años, generando Eras Astrológicas (¿?). Como casualmente la próxima era que se avecina será gobernada por el rayo violeta, Saint Germain es denominado el Maestro Cósmico de la Era de Acuario. En este sentido, entre tanto barullo procedente del ocultismo y del esoterismo, intentemos aclarar la cuestión del número 7, que parece haber sido de una enorme trascendencia por algún motivo que desconozco: 7 rayos metafísicos, 7 chakras a lo largo del cuerpo humano, los 7 colores del arco iris, los 7 días de la semana que se corresponden con el ciclo lunar[8], los 7 dwipas o planos dimensionales paralelos de la Tierra según el vedismo…
    • Según Max Heindel, se trataría de una reencarnación de la figura bíblica de Lázaro.
    • Para Alice Bailey, él es el Lord (Señor) de la Civilización, con la increíble capacidad de influenciar telepáticamente a las personas (¿?). Este buen hombre formaría parte de una Jerarquía Espiritual junto con personajes como Jesús o el Mahatma Kut Humi, que regirían los destinos de la humanidad y que más tarde o más temprano acabarían por encarnarse en la Tierra para llenarnos con sus maravillosas enseñanzas. A ver, si era capaz de influir telepáticamente en la Humanidad, ¿por qué no empleó tan formidable poder para acabar con las guerras y los conflictos? Y no me vale que algunos aduzcan que para que la humanidad progrese tenga que estar tropezando continuamente en la misma piedra…
    • Según Samael Aun Weor (¿?), Saint Germain era uno de los más grandes alquimistas, que conocía las técnicas para crear diamantes y habría conseguido vencer a la muerte. Su hogar se encontraría en el Tibet…
    • Rector de la Era Dorada de la Civilización en la zona del desierto del Sahara, hace 70.000 (¡!) años.
    • Alto Sacerdote en la Atlantida hace 13.000 años, sirviendo en el Templo de la Purificación, localizado donde hoy está Cuba. Francamente, puesto que en esa isla no han aparecido restos arquitectónicos relevantes que puedan asimilarse a una cultura suficientemente avanzada como la que mencionamos, tendremos que suponer que dicho templo es, a día de hoy, submarino.
    • Samuel, el último de los jueces hebreos.
    • Y ya en la mayor de las vanidades y locuras, en un alucinante rizo que nos permitiría conseguir la cuadratura del círculo, sería la reencarnación de los siguientes personajes históricos:
      • San José, esposo de la Virgen María y guardián (¿?) de Jesús.
      • Merlin, mago y consejero del Rey Arturo.
      • Roger Bacon, filósofo, reformista y científico del siglo XI.
      • Cristóbal Colón.
A fuer de ser sincero, si procuramos separar semejante cantidad de mitos y locuras de lo que aparentemente fue su vida, diría que nos encontramos con que en realidad no existen enseñanzas de ningún tipo, tan sólo, esforzando un poco la imaginación, un intento de mostrarnos el camino para superarnos a nosotros mismos, buscando el potencial interno y espiritual que subsiste dentro de cada uno de nosotros. Dentro de lo que cabe, es un buen mensaje, muy en boga hoy con todo lo que subyace alrededor de la moda de la autoayuda…
·      En cualquier caso, lo que parece transmitir la biografía del Conde de Saint Germain no es, ni de lejos, la de un iluminado inmortal, sino la de un vividor que supo aprovechar muy bien la credulidad e ignorancia de los grandes de su época para labrarse una enorme fama: descoloca un poco la riqueza de la que hacía gala, pero eso tampoco resulta demasiado extraño teniendo en cuenta los ambientes en los que se movía. ¿De dónde surgen las ideas acerca de su sabiduría e iluminación? No parece que de sus escritos, y diría que ni siquiera de sus palabras, puesto que lo que se puede rastrear de forma fehaciente es bastante prosaico, sin esos destellos alucinantes de los que hablan los ocultistas y los esoteristas, que aluden a enseñanzas del Maestro que no se sabe de dónde han salido…

Bibliografía
·         Chroniques De L'oeil-de-boeuf: Des Petits Appartements De La Cour Et Des Salons De Paris Sous Louis XIV, La Régence, Louis XV, Et Louis XVI, George Touchard-Lafosse. 1800.
·         Graf St Germain, E.M. Oettinger. 1846.
·         Sages and Seers, Manly Palmer Hall. 1959.
·         No Somos los Primeros, Andrew Tomas. 1973.
·         El Enigmático Conde de Saint Germain, P. Ceria, F. Ethulin. 1974.
·         Enciclopedia Lo Inexplicado, vol. II. 1980.
·         Shambhala, Oasis de Luz, Andrew Tomas. 1982.
·         Law of Life — Book II, A.D.K. Luk. 1989.
·         Ascended Masters and Their Retreats, Mark y Elizabeth Clarence Prophet, Annice Booth.  2003.
·         Ascended Masters and Their Retreats, Werner Shroeder.  2004.
·         Más allá de Ángeles y Demonios, Chandelle, René. 2004.
·         Lo Oculto, Colin Wilson. 2006.
·         Nueva Metafísica, 4 en 1 Tomo II, Rogelio Damarchi, Thomas Printz, Si Bak. 2011.


Fuentes en Internet:
  • Wikipedia
  • http://www.actosdeamor.com/germain.htm
  • http://www.carlosmesa.com/saint-germain/
  • http://www.mundoparanormal.com/docs/enigmas/donde_buscar_a_saint-germain.html (para variar, esta página es una copia exacta de uno de los artículos de Lo Inexplicado dedicado a Saint Germain)
  • http://www.portaldatacraft.com/notas-conde-saint-germain.html
  • http://pijamasurf.com/2012/04/grandes-maestros-conde-de-saint-germain/


Filmografía

  • Documental A1 : El Enigmático Conde Saint Germain.
  • La Alquimia y el Conde de Saint Germain, Programa Cuarto Milenio, Canal Cuatro.




[1] Francmasonería: orden en sus inicios secreta, que derivó de la masonería, una asociación que surge como agrupación gremial de los canteros medievales, que pretenden transmitirse entre sí y esconder al vulgo los conocimientos acerca de la construcción de las grandes catedrales, conocimientos supuestamente derivados de una sabiduría ancestral que se ha transmitido desde los tiempos más antiguos, entre los que se hallarían el conocimiento de la regla aúrea, el número pi, relaciones matemáticas ocultas entre la belleza y la ascensión espiritual de la humanidad…
[2] Rosacruz: Orden fundada por un personaje semilegendario, por no decir legendario al completo, llamado Christian Rosenkreutz en el siglo XIII, cuyos objetivos e ideales parecen entroncar en cierta forma con las de muchas de las sociedades secretas de los siglos XVII, XVIII y XIX.
[3] Illuminati: La Orden de los Illuminati fue una sociedad secreta fundada en 1776 por el bávaro Adam Weishaupt. Al parecer debió tratarse de una organización mucho más cerrada y férrea que la mayoría de las que existían por aquella época, en la que se exigía una obediencia ciega y que, según unos investigadores, abogaba por el progreso y según otros por la destrucción de las estructuras sociales y políticas del momento para instaurar un nuevo mundo gobernado por ellos.
[4] Caballeros de Malta: Orden religioso-militar que surge en Europa, derivada o relacionada con los caballeros templarios, los hospitalarios y los teutónicos, y que se emplazará en la isla del mismo nombre, defendiéndola contra los turcos con fiereza hasta su caída en 1565.
[5] Alquimia: considerada como pseudociencia, es el precedente de la química moderna: mediante el manejo de los elementos químicos, y con una base no sólo científica sino también espiritual y esotérica, pretendía conseguir varios objetivos: el más conocido era el de transmutar cualquier sustancia en otra distinta (plomo en oro), aunque también perseguía el descubrimiento de la piedra filosofal, una materia capaz de dar la inmortalidad y un aspecto de juventud perpetua a quien la ingería, objetivo que a su vez, a través de las distintas fases del proceso, se suponía que producía una transmutación interna, espiritual, en el alquimista, hasta elevarlo a un nivel de conciencia superior.
[6] Las Bodas de Caná son un evento bíblico muy conocido, en las que Jesús transforma el agua en vino. Hay quien ha intentado interpretarlas, con cierta lógica basada en las costumbres de la Judea del siglo I, como las bodas del propio Jesús.
[7] Bilocación: poder paranormal que consiste en que una persona puede estar en más de un sitio a la vez: supuestamente se han dado varios casos a lo largo de la historia, siendo uno de ellos, bastante bien documentado, el que relata Javier Sierra en su novela La Dama Azul, acerca de la vida de Sor María de Ágreda.
[8] El mes lunar dura 28 días, cuatro semanas de 7 días durante las cuales se produce cada una de las fases lunares: luna llena, cuarto menguante, luna nueva, cuarto creciente. Un año lunar constaría de 13 meses lunares, con un día añadido para completar el ciclo solar (28*13=364, +1=365) y otro a mayores cada cuatro años por los bisiestos.

2 comentarios:

  1. Desde que leí hace mucho tiempo "El enigmático Conde de Saint Germain" siempre he sentido mucha curiosidad sobre este personaje y sobre los Rosacruces :D ¡Una entrada muy completa!
    Abrazos

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    1. Me alegro de que que te guste el artículo, Dani: ésa era la idea precisamente, hacer que el lector se sintiera atraído por los personajes y que buscara más información sobre ellos...

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