ROBERT
HOLDSTOCK
LOS
ARQUETIPOS DE LA HUMANIDAD
Jose
Francisco Sastre García
A lo largo
de la literatura de ficción de todos los tiempos ha habido escritores que han sentado
cátedra en un estilo u otro, como en el caso de Tolkien, considerado, sin duda
alguna y con todos los méritos, como el gran padre del subgénero fantástico
conocido como Fantasía Epica.
Al mismo
tiempo, dentro de estos subgéneros han destacado gentes que, partiendo de las premisas
dadas por los pioneros, han demostrado con sus obras originales que no todo
está dicho en el campo de la literatura de ficción. Tal es el caso de, entre
otros: Ursula K. Le Guin, quien, partiendo de las bases tolkinianos, se centra,
en su ciclo de Terramar, en la búsqueda más profunda del yo interior, en una forma
de iniciación por la que debe pasar el protagonista antes de poder considerarse
completo; Michael Moorcock, que aporta a la Fantasía Heroica,
conocida también como Espada y Brujería, una visión muy particular del concepto
de universos paralelos con su genial recreación del Multiverso; H. P.
Lovecraft, que revoluciona los esquemas del terror al incorporar una mitología
y una cosmogonía inimaginables, el ciclo de Cthulhu y sus seguidores; Terry
Pratchett, quien, con la mayor falta de escrúpulos posible, derriba
sistemáticamente todos los cimientos de la Fantasía Epica y
los reconstruye a su propia manera en el ciclo del Mundodisco, es decir,
parodiando de la manera más jocosa, absurda e irreverente las grandes hazañas
de los grandes héroes, quienes, en sus manos, se convierten en meros bufones de
unos argumentos tan geniales como delirantes... Y así sucesivamente, ad
infinitum.
Sin
embargo, hay quien, de vez en cuando, en lugar de romper o modificar los
esquemas existentes, crea unos nuevos y nos muestra un mundo nuevo dentro de la
literatura de ficción; este es el caso de Robert Holdstock, un escritor inglés
nacido en 1948 en el condado de Kent.
Entre la
variada obra de este autor destacan como faros dos libros absolutamente especiales
y llenos de magia: "Bosque Mitago" y "Lavondyss",
publicados ambos en castellano en la editorial Martínez Roca (colección Gran
Fantasy), y englobados en lo que podríamos denominar el ciclo de los mitagos.
El término
mitago procede de la expresión mito imago, es decir, imagen mítica, arquetípica,
que todos llevamos dentro de nuestras mentes y que sólo de cuando en cuando, y
en condiciones muy especiales, se manifiesta de forma externa y llega a
visualizarse.
Dentro de
estos mitagos o imágenes legendarias redivivas, hemos de distinguir, para poder
entender los mensajes de Holdstock, entre los que proceden de los arquetipos
más lejanos de la Humanidad,
los más arraigados en el alma humana, y que todos llevamos dentro, y los
personales, los que cada uno de nosotros recrea por sus particulares
condiciones personales.
En el
fondo, tras unos argumentos tan aparentemente extraños y complicados, lo que se
oculta tras las imágenes de este escritor es la búsqueda interior, la
maduración de una personalidad incompleta que necesita entender lo que ocurre a
su alrededor y la forma en que influye en ese entorno más o menos legendario;
todo se encamina a esa consecución, a ese final, ya sea mediante la ayuda de
otras personas o mediante la ayuda de los propios mitagos.
Al mismo
tiempo, la génesis de los mitagos, la aparición de esos seres en la vida real, queda
supeditada a ciertos bosques con unas condiciones muy particulares, sobre todo
robledos, los cuales, según este escritor inglés, poseen en su propia
estructura una especie de vórtice energético que permite extraer de las mentes
más sensitivas esas imágenes y darles forma. De alguna manera, se reivindica al
fin y al cabo un concepto de nuestro planeta similar al de la moderna Gaia, una
entidad viva que vibra con múltiples frecuencias y energías. Son estas
energías, denominadas por algunos hoy en día como campos morfogenéticos, las
que permitirían que una imagen nebulosa en el inconsciente más profundo de un
individuo sensitivo aflorara a la superficie bajo la forma de un ser real que
podría sobrevivir incluso a su creador.
Aunque
sólo se trata de literatura de ficción, difícil de englobar en cualquier
subgénero conocido hasta el momento, la fuerza de las imágenes recreadas por
Robert Holdstock es tanta que su obra trasciende los límites de la realidad,
dejando en el lector la duda de sí realmente pueden existir lugares como el
Bosque Ryhope, y plasmando un paraje lleno de figuras conocidas por todos, pero
sutilmente diferentes. Estas figuras, algunas de ellas más conscientes de su
realidad irreal que otras, son las que nos guían por el intrincado mundo de
nuestros sueños más antiguos y los arquetipos más viejos de la Humanidad, entendiendo
como tales los grandes logros que marcaron en el ser humano una impronta
difícilmente olvidable: el descubrimiento del fuego, el paso del cazador al
recolector, de éste al agricultor, la doma de los animales salvajes, y así paulatinamente
hasta llegar al hombre actual, lo que se condensa, dentro de la obra onírica de
este escritor, en la conversión que va desde el hombre nómada, itinerante hasta
el sabio, pasando previamente por los estadios de cazador y, posteriormente,
guerrero.
La obra de
Holdstock está extrañamente llena de energía, de una energía nebulosa latente en
todas partes y que, en determinados puntos, es capaz de obrar el milagro de
llevar a una persona capaz de sentir esas energías, mediante un juego
complicado que termina por no ser sino un viaje al interior de uno mismo, hasta
el punto más antiguo que es capaz de recordar la Humanidad, hasta una especie
de oasis o edén que se desvanece cuando comienzan a cernirse sobre los hombres
las nubes del cambio.
En suma,
nos encontramos, con Robert Holdstock, frente al hombre que profundiza en los rincones
más profundos de nuestra mente y los golpea con fuerza para intentar extraer
las imágenes más profundas que subyacen en nuestro subconsciente, para
demostrarnos que el hombre no es sólo un cuerpo y un alma, sino también unos
recuerdos casi más antiguos que la
Humanidad misma.
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