lunes, 17 de noviembre de 2014

JOHN RONALD REUEN TOLKIEN



JOHN RONALD REUEN TOLKIEN

José Francisco Sastre García

            Hablar de Tolkien (Bloemfontein, Sudáfrica, 3 de enero de 1892, 2 de septiembre de 1973) es hablar de su obra inmortal, El Señor de los Anillos, y el mundo que creó, la Tierra Media, basado en buena parte en sus estudios sobre la mitología céltica.
            Su mundo ha sido el germen de lo que damos en llamar hoy en día Fantasía Épica, un subgénero de ficción que se encuadra, junto con la Espada y Brujería, en el epígrafe de la Fantasía Heroica: se ha discutido mucho acerca de si él fue el creador de este subgénero, o lo fueron E. R. Eddison (La Serpiente Uróboros), o C. S. Lewis (Las Crónicas de Narnia), de los que hablaremos en posteriores artículos, pero de lo que no cabe duda es de que forman los vértices de un triángulo que da a luz no sólo sus obras maestras, sino también sagas posteriores que se han convertido por derecho propio en grandes éxitos de ventas (El Ciclo de Prydain, de Lloyd Alexander, el Ciclo de Isla, de Nancy Springer, Dragonlance, La Espada de Joram o La Puerta de la Muerte, de M. Weis y Tacy Hickman, por citar algunos, y más recientemente Drenai de David Gemmell o la Saga de Fuego y Hielo, de George R. R. Martin…).
            Tolkien es un escritor con una gran fuerza épica, de una prosa depurada, en ocasiones incluso un tanto cargante, que por momentos se vuelve lírica… Para quien piense que El Señor de los Anillos es una obra infantil, hay que decir que nada hay más alejado de la realidad: sí es cierto que su lectura puede entenderse como juvenil, pero no me parece que su descripción de las batallas y la mentalidad de los personajes pueda ser adecuada para los niños.
            También es cierto que fuera de su buque insignia, el Silmarillion y todos los cuentos que giran en torno al pasado, el presente y el futuro de la Tierra Media (Los Cuentos Perdidos, los Cuentos Inconclusos…), su obra se encuadra dentro de un contexto más juvenil e, incluso, en ocasiones, infantil: basta con leer El Hobbit para darnos cuenta de la diferencia de tratamiento que hay entre unos y otros, y ya no hay nada que comentar si leemos Hoja de Niggle, Egidio el Granjero de Ham, El Herrero de Wotton Major, o Roverandum… En todos estos hace una concesión muy clara a la juventud y la infancia, y en el último… Si no el primero, fue uno de los primeros escritos surgidos de su pluma, dedicado al perro que tuvo en su infancia y al que llamaba así, y que es meridianamente infantil…
            Su originalidad estriba sobre todo en que huyó de los convencionalismos habituales: donde Eddison trabaja con nombres demasiado infantiles y una trama muy buena pero quizás no lo suficientemente aprovechada y Lewis se recrea en sus conceptos de bien y mal, enfrentando el cristianismo a todo el resto de religiones, Tolkien aprovecha el tirón del maniqueísmo y reestructura todo el mundo de la mitología de las islas británicas para darle un corpus nuevo: los orcos de Tolkien no son estrictamente hablando los mitológicos, sino una creación más suya, y que han llegado hasta nuestros días prácticamente sin cambio alguno; los elfos, los enanos, exactamente igual… Y donde los duendes se dedican a hacer trastadas y jugar, él sitúa a los hobbits, que darán lugar a criaturas similares en otras sagas, pero sin la naturaleza de éstos. Ents, uruk’hai… El mundo de Tolkien es mucho más amplio y complejo de lo que inicialmente podríamos pensar, hasta el punto de que creó la estructura de una imaginaria lengua élfica…
             Nos encontramos ante un escritor vigoroso, de acción al tiempo que emoción, en el que se aúna una depurada prosa con un estilo que roza lo poético… Las aventuras de la Compañía del Anillo desbordan imaginación, inventiva, tropezando con personajes que adquieren una realidad propia y que, como Tom Bombadil, llegan incluso a tener historia propia…
            Pero también es cierto que por momentos puede llegar a ser un tanto… exasperante. Ya me he encontrado con más de un lector que me ha hecho el mismo comentario y, aunque soy gran fan de la obra, he de reconocer que tienen su parte de razón: el comienzo, hablando de las costumbres de los hobbits, resulta un pelín extemporáneo, no hubiera hecho demasiada falta teniendo en cuenta el desarrollo argumental, y el libro en el que Frodo, Sam y Gollum emprenden juntos el camino hacia Orodruin, la Montaña del Destino… Digamos que las quejas y lamentaciones de Frodo llegan a extenuar a cualquiera: para ser sinceros, en alguna ocasión he deseado que Gollum lo quitara del medio para poner fin a tanto quejido…
            En cuanto a El Hobbit… Es el paso previo para la gran saga, más infantil, con una redacción más suave, y muchísimo más corto: en la edición de Minotauro, apenas 200 páginas. Lo sorprendente es que Peter Jackson haya visto el filón para tres películas, pero, ¿cómo lo ha hecho? Tomando fragmentos del Silmarillion y cosas de su cosecha para intentar enlazarlo con la Guerra del Anillo… ¿El resultado? Que en esta saga se crea una incongruencia relativamente salvable: las aventuras de Bilbo transcurren unos años antes que las de su sobrino Frodo: la Sombra comienza ya a removerse, los magos lo están previendo… Los Nâzgul salen por Minas Morgul, frente a Minas Tirith, ¿y no se entera nadie?

            En Tolkien se aúnan la majestuosidad de una épica fastuosa, monumental, con grandes batallas repletas de acción, y la creación de personajes de gran calado y profundidad, con fuertes cargas emocionales; veamos, si no, las ideas que ya hemos expuesto de Frodo, o los pensamientos de Boromir durante el tiempo que permanece junto a la Compañía… Y todo ello aderezado con el toque lírico del que hemos hablado más de una vez a lo largo de esta breve reseña.

            Los seguidores del maestro han sido legión: algunos escribieron historias de la Tierra Media con mayor o menor fortuna, y otros siguieron la estela con sus propios mundos de fantasía, adoptando los usos y costumbres que marcó como guía Tolkien; así, una de sus continuadoras más fieles, que mantuvo un estilo más cercano al ritmo narrativo de su profesor, fue Nancy Springer en su ciclo de Isla: El Ciervo Blanco y El Sol de Plata son las única obra que he conseguido encontrar publicadas en España…

2 comentarios:

  1. Que se puede decir de Tolkien, el "Padre" de la fantasía épica... mi escritor favorito... incluso su exasperante densidad siempre me ha encantado, la riqueza de sus escritos es infinita y no sé si alguien ha superado su imaginación..
    ¡Abrazos!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Superar la imaginación de Tolkien no es excesivamente complicado, lo difícil es aunar esa imaginación con un gran talento como esritor y conformar un todo coherente que no se vaya de madre... No sé, los escritores de ficción somos capaces de inventarnos mundos a cual más estrambótico, razas aberrantes... Pero luego a todo eso hay que darle forma, y ahí es donde está la auténtica dificultad...

      Eliminar