LA AMENAZA FANTASMA
Jose
Francisco Sastre García
Francamente,
ni es una amenaza ni es una fantasmada: Star Wars Episode I es, como su propio
nombre indica, un episodio más de la saga, ni más ni menos impactante que las
de la primera trilogía; aunque, eso sí, carece del particular encanto que caracterizó
a las películas que atrajeron y sedujeron a medio mundo hace años.
Estamos
hablando de la factoría de George Lucas, es decir, de una obra en la que, junto
a un argumento trepidante, casi frenético, los efectos especiales, fabricados
al cien por cien por ordenador, se comen la mayor parte de las escenas:
prácticamente no hay secuencia alguna en la que no se haya utilizado uno de
esos diabólicos cacharros que, si por un lado dan alas a la imaginación y abren
un gran abanico de posibilidades a la creación de efectos, por otro privan al
espectador del disfrute de algo más artesanal, más manual.
No voy a
hablar aquí del rodaje de la película, del que ya se han comentado detalles
hasta la saciedad: exteriores en Túnez para el planeta Tatooine, etc.; más bien
prefiero comentar el resultado de todo el conjunto, que, personalmente, me
parece razonablemente bueno a pesar de las malas críticas que ha tenido; por
cierto, ¿de quién han llegado? ¿De los habituales críticos de cine, o de la
gran cantidad de público que ha ido a ver la película? ¿A quién hacer caso, a
un grupo de personas que se dedican a analizar, más que el argumento, la
calidad, o a los cientos de miles de personas, tal vez millones, que nos hemos
gastado las pelas en una sala de cine?
La puesta
en escena es tan sencilla y poderosa como siempre: una intriga, la lucha por el
poder, y un desarrollo bastante rápido. Aparecen nuevas razas, que en la primera
trilogía a veces ni siquiera se mencionan, y se crea una espectacularidad realmente
increíble; si a eso le añadimos el merchandising generado alrededor de "La Amenaza Fantasma”,
¿qué obtenemos? Ni más ni menos que lo que se pretendía desde un principio: una
explicación satisfactoria, convincente y amena de los sucesos que convergen
hacia la trilogía de Star Wars: Anakin Skywalker, como el futuro Darth Vader
(Que, por cierto, no tiene nada que ver con el villano de esta película, Darth Maul,
puesto que si uno es un gran general y estratega, el otro es un guerrero nato, temible
en la lucha. No sé quién vencería si se enfrentaran el Jedi renegado y el Sith)
y padre de Luke Skywalker y la princesa Leia (por cierto, y para no destripar
la película, les dejo que adivinen quién será la madre), con el cual se comete
un error imperdonable al hacerlo aparecer como si se tratara de la Anunciación de la Virgen María (no digo
más, prefiero que juzguen ustedes mismos); el senador Palpatine, que con sus
turbios manejos terminará siendo el Emperador; Jabba el Hatt, supremo señor del
planeta Tatooine; C3PO, R2D2, el Maestro Yoda, Obi Wan Kenobi,... Nombres que
para generaciones resultan entrañables.
Con todo,
la película no es para tirar cohetes; estrictamente hablando no podemos decir
que sea buena, aunque tampoco es mala: es, simplemente, entretenida, adictiva,
sin mayores ínfulas que las de entretener al personal con un cine de evasión no
por socorrido menos eficaz. Si la primera trilogía ya resultó un gran éxito
debido al refrito de arturismo, iniciación, heroísmo y otros componentes
similares que destilaba por los cuatro costados, ésta no es probable que se
quede demasiado atrás. Y aún nos quedan dos para completar esta trilogía, los
episodios II y III. Y, para después, a pesar de que Lucas ha anunciado, al
parecer, que no habrá más, ya dijo en su momento que tocaba una tercera
trilogía, el epílogo de Star Wars, lo que me hace suponer que, al final, los
coleccionistas dispondremos de nueve películas, al menos, de “La Guerra de las Galaxias”.
Es decir,
que tenemos héroes galácticos para una buena temporada. Y, por supuesto, sin
que falten los habituales comparsas, como es el caso en el episodio I de Jar Jar
Vins, un gungan sumamente patoso que, al final, y como de costumbre, termina medio
resolviendo algunos embrollos.
Y, para terminar,
vamos con lo mejor de la película: la carrera y el duelo.
La
carrera: en principio parece inconcebible que un criajo de escasamente diez años
pueda competir en algo tan rudo como la competición de vainas, que, por cierto,
recuerda notablemente a las carreras de cuádrigas de la época romana, sobre
todo por los propulsores dobles adelantados; sin embargo, los efectos son tan
espectaculares, y en algunos momentos tan mareantes, que da la sensación de
que, realmente, estamos navegando a toda velocidad entre rocas, lo que confiere
a toda la secuencia una enorme verosimilitud, a pesar de saber que la mayoría
de los fotogramas, por no decir todos, están montados por ordenador.
El duelo:
estamos hablando del final, del enfrentamiento entre dos caballeros Jedi y un
señor Sith; si van a ver la película, atentos al desarrollo de la pelea, porque
no tiene desperdicio: apenas se han visto luchas de tal calidad siquiera en las
películas clásicas; si ya la han visto en el momento de leer estas líneas,
habrán disfrutado de un espectáculo inolvidable en el arte de la guerra.
En
resumen, esta película posee todos los ingredientes, y lo está demostrando hasta
el momento, para convertirse en un nuevo clásico de una saga que ha arrastrado
a miles de seguidores a lo largo del tiempo: de momento, es bastante probable
que consiga un éxito de taquilla que eclipse a “Titanic” (valga la redundancia
con el eclipse de agosto): es entretenida, amena, y se deja ver muy bien,
aunque no posea ese encanto especial que caracterizó a la primera de las
trilogías. ¡Que la Fuerza
os acompañe! (Y, a poder ser, que pague la entrada, que el cine está
últimamente muy caro).
¡Hola! para mí es la más floja de las 6 películas, hay momentos en que me llegué incluso a aburrir... pero también tiene sus cosas buenas, como la carrera en Tatooine o el duelo final Jedis Vs Sith..
ResponderEliminarSaludos
Hay que tener en cuenta que es la primera después del ciclo fetén, con más medios y más dinero... Eso suele conllevar una cierta perdida de guión, entregada a la mera espectacularidad... Sólo así se explica el desbarre que se montó Lucas con el nacimiento de Annakin, que comento en el artículo, jejeje...
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