José
Francisco Sastre García
Dentro de la novela Conan el Pirata, publicada por Fórum con
el nº 3, nos encontramos con varios detalles típicamente lovecraftianos. En
principio, al leer El Coloso Negro, llama
la atención esa extraña figura como de camello negro alado enganchado a un
carro y guiado por una figura antropomorfa, figura ésta que recuerda en cierto
modo al flautista antropoide de El Valle
del Gusano. En cuanto al “camello”, creo que no erraría mucho al aventurar
que se trata de una figura si no igual, al menos similar a la de pájaro shantak
que sirve a Nyarlatothep y que guarda los pasos alrededor de Kadath, la del
desierto de hielo.
Dentro de la misma novela, pero
ahora en el relato Sombras a la Luz de la
Luna, asistimos a una curiosa trasposición de un elemento típicamente
lovecraftiano: Shah Amurath llama a su rápido caballo Irem, mientras que el gran maestro de Providence designa con este
nombre una ciudad perdida en el desierto árabe, una ciudad a veces llamada “sin
Nombre” o “de las Columnas”, y construida hace incontables milenios por unas
criaturas de aspecto humano y cabeza de cocodrilo, lo que nos lleva al recuerdo
de los hombres serpiente de Valusia.
Seguimos dentro de la misma novela,
pero esta vez nos vamos al relato Nacerá
una Bruja. Aquí, Salomé invoca un demonio extraño, de una sustancia extraña
y “como un pedazo arrancado de la noche”, al que denomina Thaug, es decir, con
un nombre similar a Tsathoggua; todos estos detalles me permiten aventurar la
posibilidad de que Thaug sea uno de los grandes servidores del Dios Sapo.
Entramos ahora en la novela de Fórum
Conan el Vagabundo, publicada con el
nº 4, donde, en el relato Lágrimas Negras,
nos encontramos con un personaje mitológico como es la Gorgona; sin embargo, en
este caso no tiene cabellos serpentinos, y la conversión en piedra no se debe a
una simple mirada, sino que, invocada por un brujo desde los lejanos espacios
estelares, absorbe la energía vital de sus víctimas a través de un proceso
debido a su tercer ojo, propio del esoterismo oriental.
Hay una relación mucho más clara con
Lovecraft en el relato Sombras en
Zamboula, dentro de la misma novela que el anterior: aquí se dice
expresamente que los caníbales de Darfar –e incluso los zuagiros en otros
relatos- adoran a Yog, el Señor de los Espacios Vacíos. No hay error posible:
se trata de Yog Sothoth, el que trasciende todas las leyes cósmicas, el
principal de los Primigenios, y su título puede aludir no sólo al desierto,
sino también a las soledades cósmicas.
En El Diablo de Hierro, de la misma novela, vemos cómo Khosatral Khel
surge desde el interior de la tierra y adquiere una forma humana. Parece tener
relación con el Dios Sapo o alguno de sus acólitos, aunque esa transformación
apenas tiene paralelos en los Mitos de Cthulhu. Con todo, podemos encontrar
entre éstos uno de los paralelos más notorios que se encuentra en el relato Edición Fría, de Ramsey Campbell –Los Mitos de Cthulhu 3, editorial
Bruguera, colección Nova Fantasía, nº 10-, donde una entidad de nombre
Y’Golonac toma el aspecto de un librero para atraer incautos. El cuchillo
dorado con el Khosatral Khel es derrotado fue fabricado a partir de un extraño
meteorito que cayó del cielo, es decir, un posible regalo de los Dioses
Benignos que moran en Betelgeuse.
Normalmente se ha asociado la
legendaria Meseta de Leng de Lovecraft con el Tibet, pero Howard, en La Daga Llameante, perteneciente
asimismo a Conan el Vagabundo, la
sitúa mucho más al Norte, sobre Hyrkania.
Pasando ahora a la novela Conan el Aventurero, Fórum nº 5, en el
relato La Sombra Deslizante nos
encontramos con una entidad que, si no es el mismo Tsathoggua, es uno de los
seres más allegados a él: durante su lucha con Conan, Howard nos da unas pistas
sobre su procedencia muy notorias: Conan no puede cortar su carne de forma
normal, su cabeza es de aspecto de sapo; se trata de una figura inmensa,
oscura, difícil de describir. No olvidemos que Tsathoggua es a veces llamado el
Caos Reptante.
Al leer la muerte de Daura en Los Tambores de Tombalku, perteneciente
asimismo a la novela Conan el Aventurero,
una muerte en la que algún ser desconocido lo devora ante todo el mundo en un
estado de invisibilidad, me vienen a la mente las figuras de Lloigor y Zhar,
entidades cósmicas que vagan eternamente y a las que nadie puede ver. Estas
entidades son capaces de coger a su presa sin tocar nada que haya alrededor, ni
siquiera sus ropas, e incluso los Lloigor parecen tener acceso a un fantástico
poder que les permitiría arrasar la superficie terrestre si se lo propusieran.
De nuevo en Conan el Bucanero aparece una mención expresa a la cosmología
lovecraftiana: en más de una ocasión a lo largo de la novela, se nombra a
Tsathoggua, el temido Dios Sapo que mora en las profundidades de la Tierra.
En Conan el Guerrero, novela nº 7 de Fórum, nos vamos a tropezar de
nuevo con las flautas de Azatoth. Esto ocurre en el relato Clavos Rojos, y Tascela las denomina muy acertadamente flautas de
la locura.
Manteniéndonos en la misma novela,
pero cambiando a Las Joyas de Gwahlur,
vemos que Gorulga, en su paso de una cámara a otra, pasa en una ocasión por
delante de la figura de un repugnante dios sapo, lo cual nos lleva nuevamente
hacia la figura de Tsathoggua, que parece haber sido la entidad favorita de
Howard a la hora de tomar elementos de Lovecraft.
Seguimos en Conan el Guerrero, pero ahora en el relato Más Allá del Río Negro. En esta ocasión nos vamos a encontrar con
dos elementos lovecraftianos no demasiado distintos: de un lado se encuentran
los demonios de los pantanos, entidades ajenas a los modelos terrestres
normales y que parecen haber surgido de un cruce entre los seres sirvientes de
los Primigenios y seres terrestres afines, como pueden ser simios o reptiles.
De otro lado está Zogar Sag, como
claro exponente de la teoría lovecraftiana de las razas subhumanas: nacido de
mujer y demonio de los pantanos, es claramente un producto semihumano.
Seguiremos encontrando esta
concepción de seres semi o subhumanos en la novela de Fórum nº 8, Conan el Usurpador. En esta novela nos
encontramos con los siguientes seres:
Lobos
Más Allá de la Frontera: el brujo del pantano y el chacán como criaturas
subhumanas, y los demonios del pantano como entidades ajenas a la concepción terrestre.
La
Ciudadela Escarlata: Tsotha Lanti como ser subhumano, nacido de una
bailarina zamoria y un ser del tipo de Shudde M’ell en el Valle Oscuro de Koth;
los horrores del foso de la ciudadela, en los que se pueden apreciar seres
similares a criaturas de corte lovecraftiano, como la planta de Yag, cuya
semilla llegó desde lo más lejano del Cosmos; por último está la criatura que
lleva a Conan hasta Tarantia, criatura descrita como enorme y similar a un
murciélago, de carácter pacífico, que se podría asimilar perfectamente de hecho
a los byakhee que sirven a Hastur y que por mandato de éste ayudan al ser
humano contra Cthulhu, del cual es un enemigo irreconciliable.
También en la novela Conan el Conquistador, publicada por
Fórum con el nº 9, aparecen seres subhumanos: en este caso se trata de los
vampiros de Zingara, de los que se dice viven en una ciudad en ruinas perdida
entre los bosques.
En el relato La Esfinge de Nebhtu, publicado en la novela Conan de Aquilonia, nº 11 de Fórum, vemos varios detalles que
proceden con total claridad de Lovecraft: en principio, la alusión de Diviatix
al Señor del Gran Abismo, Nuadens Argatlam, es notoriamente clara.
Pero no sólo encontramos este
detalle. Una de las ideas de Lovecraft para los Mitos de Cthulhu es la de que
la Esfinge de Gizeh representaba originariamente un horror cósmico, hasta que
un faraón decidió cambiar su aspecto por el más benigno que posee en la
actualidad. En el relato citado, Howard parece dar a entender de alguna manera
que no está demasiado claro que la forma anterior de la Esfinge de Gizeh fue la
de la Esfinge Negra de Nebhtu, la de la hiena-vampiro del Caos que se encarnará
más tarde y masacrará a los estigios.
Siguiendo en esta misma novela, pero
pasando al relato La Luna Roja de Zembabwei,
vamos a tropezar con meras menciones de algunas entidades lovecraftianas: en
este caso se trata de Yig, Han y Byatis, todos ellos de alguna manera asociados
a la figura de las serpientes.
Demos ahora un salto hacia atrás
hasta la primera novela de Conan publicada por Fórum, donde tenemos aún más
detalles sobre la relación Howard-Lovecraft. En La Torre del Elefante, la historia de Yag Kosha, procedente del
planeta verde Yag, es la historia de una raza de servidores de los Dioses
Desconocidos que moran en Betelgeuse, y que llegan a la Tierra.
Hasta aquí la relación entre las
novelas de Howard y el mundo lovecraftiano de Cthulhu. Sin embargo, existen más
influencias debidas a otros autores.
Veamos como ejemplo los ghouls o
gules de la leyenda inglesa y oriental, perfectamente entendidos por Lovecraft
como espíritus o demonios necrófagos. En la obra de Howard aparecen con una
cierta asiduidad, aunque no con ese mismo nombre: los legendarios brylukas de
la tradición yuetshi en el relato El
Camino de las Águilas (Conan el
Pirata, Fórum nº 3); los ogros de Yanaidar en La Daga Llameante (Conan el
Vagabundo, Fórum nº 4); los servidores de Bit-Yakin en Las Joyas de Gwahlur (Conan
el Guerrero, Fórum nº 7); y, en menor medida, el hijo bestial de la bruja
en La Diosa de Marfil.
Después de esto, tenemos las
tradiciones relativas a las extrañas razas humanas desaparecidas en la noche de
los tiempos; en este sentido, si a alguien le complace ver en los hombres
alados el resultado de la evolución terrestre, que pruebe a ir más lejos:
parece haber una relación muy estrecha entre estos seres y los grandes hombres
oscuros que pueblan otros lugares del mundo hybóreo: piénsese si no en las
estatuas de hierro del Mar de Vilayet y en los negros del estanque, y
compárense sus rasgos con los de los hombres alados: grandes, poderosos, de
piel oscura aunque no del todo negra… Se puede advertir de inmediato que se
trata de diferentes evoluciones de un mismo tipo de seres.
Finalmente, y para acabar con este
artículo, diremos que Howard también extrajo de Machen material para sus
relatos. En el ciclo de memoria racial de la novela El Valle del Gusano, hay dos relatos, que son El Pueblo de la Oscuridad y Los
Hijos de la Noche, en los que aplica la tradición recogida por Arthur
Machen relativa al Pequeño Pueblo de las leyendas celtas, galesas, inglesas,
irlandesas y escocesas.
En concreto, se puede afirmar que la
obra de Howard es un aglomerado, muy homogéneo, de toda una serie de
tradiciones e influencias literarias que le prestan el aire de una saga
legendaria de cualquier héroe de cualquier mitología.
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