domingo, 2 de noviembre de 2014

HOWARD: INFLUENCIAS LITERARIAS I

LA INFLUENCIA LITERARIA ALREDEDOR DE HOWARD (PRIMERA PARTE)

José Francisco Sastre García

            H. P. Lovecraft, el gran maestro del horror cósmico, tuvo una notable influencia en la obra literaria de Robert E. Howard, el gran maestro de la heroic fantasy; al mismo tiempo, la influencia de éste último sobre el primero fue mucho menos, debido al tipo de literatura que escribían.
            Pueden pensar cómo es que entre dos tipos tan diferentes de literatura como son el horror cósmico y la heroic fantasy hay puntos en común: bien, a continuación veremos esos puntos en común, pero lo primero será estudiar de una manera general a ambos autores.
            Lovecraft basó todos sus relatos en unos pequeños esquemas que elaboró sobre los Mitos de Cthulhu, una historia muy distinta de la que enseñan los libros de texto: según esta historia, en los albores de los tiempos muchas razas del espacio aterrizaron en nuestro planeta con la intención de colonizarlo y esclavizarlo; estas razas eran los Mi-Go, los Yith, los “pulpos”…; sus grandes jefes eran Cthulhu, señor de las aguas y residente en R’lyeh, en algún lugar del Pacífico; Cthugha, el señor del fuego, encerrado en la estrella Fomalhaut; Hastur, el señor del espacio interplanetario, encarcelado en el lago de Hali, en una estrella de las Híadas, Celaeno, cerca de las ruinas de Carcosa; Ithaqua, el que camina en el viento, encerrado en las regiones polares del Norte; Tsathoggua, la entidad terrestre que se arrastra bajo Hyperbórea; Nyarlatothep, el mensajero de los dioses que puede ser llamado desde su hogar con sólo mirar un cristal espacial llamado trapezoedro resplandeciente; Yog Sothoth, el uno en todo y el todo en uno, que mora en cualquier lugar del Cosmos y se suele presentar bajo el aspecto de una serie de esferas unidas, pudiendo atravesar las dimensiones para ir a donde quiera; y finalmente Azatoth, el caos babeante, el líder de una rebelión que fracasó y que fue condenado a la locura eterna.
            Estos seres se enfrentaron mucho tiempo atrás a los llamados dioses arquetípicos, de los que sólo se conoce su cabeza visible: Nodens, el señor del Gran Abismo. Ansiaban dominar el universo, mas perdieron y fueron encarcelados en la forma que he dicho, aunque Nyarlatothep, Yog Sothoth y algunas criaturas menores consiguieron escapar.
            Cuando el hombre apareció sobre la Tierra, estos seres mandaron sus hordas sobre ellos para esclavizarlos, pero sus cárceles les restaban muchos poderes; aun así, el caos se extendía.
            Fue entonces cuando las razas estelares comenzaron a cruzarse con los humanos, dando lugar a criaturas como los Profundos, los Tcho-Tcho y otros.
            En resumen, éste es el esquema general de la idea que desarrolló Lovecraft; en cuanto a sus preferencias humanas, al parecer prefería los pueblos asentados y civilizados.
            Robert Erwin Howard prefiere al parecer los pueblos nómadas y bárbaros, y desarrolla una historia alternativa sobre lo que pudo ser la historia de la humanidad en el tiempo que medio entre el hundimiento de Atlantis y la aparición de Sumeria, aunque muy bien podría tratarse de un mundo paralelo, de una historia paralela.
            Howard plasma en sus personajes sus ansias y anhelos, su sed de aventuras y sus ganas de pelea, y en Conan encuentra la figura perfecta que encarna sus ideales: un bárbaro cimmerio, libre como el viento y salvaje como un tigre, héroe y villano como pocos, con su propio código de honor y una concepción especial de la vida.
            Los otros personajes de Howard son francamente inferiores a Conan: Kull el atlante es también un bárbaro, pero está dotado de una melancolía, de una especie de frustración que lo vuelve menos vital, aunque en su furia es tan salvaje como Conan; Solomon Kane, el puritano, es una figura sombría y floja, debido fundamentalmente al exagerado puritanismo que demuestra y a las aventuras que corre, casi todas con vampiros y muertos vivientes que encarnan al diablo; Red Sonja, la espadachina hyrkania, con su curioso juramento y sus deseos de ser mujer alguna vez en lugar de guerrero; Steve Costigan, el protagonista de Rostro de Calavera, un marinero en el que se conjugan la violencia extrema y el amor apasionado; los protagonistas de su serie de Memoria Racial, hombres que liberan los instintos primitivos que poseen para vivirlos en una especie de sueño… y muchos otros en los que predomina fundamentalmente la violencia, el instinto bárbaro.
            Tras este pequeño esbozo de ambos escritores, podemos comenzar a poner de manifiesto los cruces que hubo en ambas literaturas: no olvidemos, por ejemplo, que Howard estuvo en el Círculo de Lovecraft (para el que no lo sepa, este Círculo fue un grupo de escritores que se dedicaron a ampliar la estructura creada por Lovecraft: Derleth, Ashton, Belnap Long, Brian Lumley, Colin Wilson…).
            Vemos primero las influencias de Howard en Lovecraft por ser de menor cuantía:
            En el relato La Piedra Negra de Robert E. Howard publicado en Los Mitos de Cthulhu, pertenecientes a la editorial Alianza, colección LB nº 194, y en Rostro de Calavera, perteneciente a la editorial Martínez Roca, colección Super Terror, nº 21, retoma la idea de Lovecraft  sobre los Mitos y elabora un relato propio, con el que añade a estos Mitos la Piedra Negra, el pueblo húngaro llamado Stregoicavar, un poeta loco llamado Justin Geoffrey, y un libro de éste último, El Pueblo del Monolito.
            También en el libro Los Mitos de Cthulhu, en el relato titulado En la Noche de los Tiempos, Lovecraft rememora la figura de los legendarios hombres serpiente de Valusia. Al mismo tiempo, alude a Hiperbórea y a Cimmeria.
            Igualmente, en el mismo volumen, pero en el relato El Morador de las Tinieblas, Lovecraft vuelve a hacer alusión explícita a los hombres serpiente de las tierras valusias.
            Lovecraft toma de Howard la memoria racial en el relato A través de las Puertas de la Llave de Plata, perteneciente al volumen Viajes al Otro Mundo, de la editorial Alianza, colección LB nº 306, cuando Randolph Carter, el protagonista, atraviesa una puerta dimensional y es enfrentado, por decirlo de alguna manera, a todos los seres que ha sido y que será. También recupera el nombre del reino hiperbóreo para convertirlo en un reino tan viejo como el tiempo y poblado por seres maléficos.
            Perteneciente al mismo volumen, el relato En Busca de la Ciudad del Sol Poniente recupera el nombre hybóreo de Koth para convertirlo no en un reino, sino en un sinónimo de terror.
            En el volumen La Habitación Cerrada, perteneciente a la editorial Alianza, colección LB nº 609, Lovecraft nos da una idea de su genio cuando en su relato titulado El Superviviente hace una descripción notablemente buena de un hombre que, merced a unos experimentos, se convierte en un hombre serpiente.
            Finalmente, nos encontramos con alusiones a terrenos propiamente howardianos como son Valusia o Commoria en el relato En las Montañas de la Locura, perteneciente al volumen del mismo título y publicado en la editorial Alianza y en la colección LB nº 843.
            A continuación, podremos ver la influencia que, a su vez, Lovecraft tuvo sobre la obra de Howard.
            Como he dicho al principio, La Piedra Negra es un relato con el que Howard avanza por el sendero de Lovecraft presentando nuevos datos para los Mitos de Cthulhu; en ese sentido, la criatura de aspecto de sapo podría ser perfectamente una entidad relacionada con Tsathoggua.
            En la obra de Howard encontramos alusiones a figuras demoníacas con el aspecto de murciélagos gigantes, que surgen de la inmensidad del Cosmos y que podrían ser seres similares a los byakhee de August Derleth; sin embargo, esta similitud no es muy segura, es más posible, dado el aspecto casi etéreo que se les atribuye, a pesar de su materialidad, que se trate de variantes de hijos de Hastur, Lloigor o Zhar. Estos demonios se encuentran en dos relatos, Los Caminantes del Valhalla, de la novela El Valle del Gusano, perteneciente a la editorial Martínez Roca, siendo el nº 9 de la colección Fantasy, y en El Valle de las Mujeres Perdidas, en la novela Conan el Cimmerio, de la editorial Fórum, el nº 2 de la serie dedicada a Conan.
            También en la novela El Valle del Gusano, citada en el anterior apartado, pero esta vez en el relato del mismo nombre, El Valle del Gusano, nos encontramos con una nueva fantasía lovecraftiana, un monstruoso ser con aspecto de gusano, tan grande como una montaña y de una sustancia no cárnica, guiado por una entidad antropoide que toca una extraña flauta. Aquí nos encontramos por un lado con una criatura que podría se un Hijo de Tsathoggua, pero la falta del elemento sapo y, por contrapartida, la insistencia en recalcar la apariencia de gusano, me hacen pensar más en uno de los siniestros seres que componen la horda de otra de las criaturas subterráneas de Lovecraft, Shudde-Mell.
            En segundo lugar, tenemos al flautista: al margen de su aspecto, que recuerda hasta cierto punto a los gno-pekhs que asaltan Olathoe, en la tierra de Lomar, el detalle de las flautas que causan la locura o que hacen que el alma se estremezca recuerda a los locos flautistas que tocan y bailan alrededor de Azatoth, el Caos Babeante, atrapado en el centro del Caos del universo.
            A continuación, nos vamos a encontrar con una relación mucho más clara, más tangible. Manteniéndonos en la novela El Valle del Gusano, nos encontramos con el relato El Túmulo en el Promontorio, en el que un par de hombres desentierran la forma material de Odín y lo reviven de nuevo, con lo que recupera su forma etérea y mata a uno de ellos. Cuando se lee esta descripción de Odín, el que haya leído a Lovecraft se encontrará sin duda frente a Ithaqua, el Caminante del Viento de las regiones polares.
            Algo parecido a La Piedra Negra nos vamos a encontrar en el relato La Maldición del Monolito, perteneciente a la novela Conan el Cimmerio. Aquí, lo que hay en la piedra no es un dios con aspecto de sapo, claramente asociado con Tsathoggua, sino una ameba que se alimenta de los incautos que quedan atrapados, y que es llamada a su vez por el sonido de una flauta. Ya hemos hablado antes de esas flautas de locura.

            Nos encontramos ahora ante un fenómeno curioso: los hombres alados. Existen muchos testimonios sobre la supuesta existencia de esta especie de seres, pero suelen ser de un aspecto normal, exceptuando las alas. Pero ahora lo que nos interesa es el aspecto que les da Howard: nos da lo mismo leer El Jardín del Miedo, del libro El Valle del Gusano, o La Reina de la Costa Negra, de Conan el Cimmerio, ya que la descripción es la misma: seres de aspecto humano, bastante más grandes de lo común, de color muy oscuro y grandes alas, con una sabiduría que han ido perdiendo con la degeneración y la soledad. Sinceramente, sería poco probable que una mutación natural crease seres de esas características tan sorprendentes, por lo que habríamos de pensar en un origen cósmico, o en una mutación dirigida; en cualquier caso, no nos quedaría más remedio que pensar en seres que llegan a vivir aquí o “trabajan” con nuestros organismos.

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