domingo, 19 de octubre de 2014

LA BESTIA DE GEVAUDAN



LA BESTIA DE GÉVAUDAN

José Francisco Sastre García

Recientemente se ha estrenado una película francesa, “El Pacto de los Lobos”, que ha traído a mi memoria un asunto por demás curioso y enigmático que ocurrió en el siglo XVIII en la región francesa de Gévaudan, en el que se ha basado este film: el de una bestia misteriosa que, en el intervalo de cuatro años, desde 1764 a 1767, devoró supuestamente a alrededor de un centenar de personas, la mayoría de ellas mujeres y niños.

LA HISTORIA

A medio camino entre la leyenda y la historia, se habló en su momento de lobos, demonios, brujería… ¿Qué había de verdad en ello? Intentando separar la paja del grano, cosa harto difícil de conseguir, lo que aparentemente nos queda es algo que plantea demasiados interrogantes como para considerarlo un sencillo caso de caza de lobos. Porque, al fin y al cabo, aquélla fue una época en la que el mismo rey, Luis XV, llegó a crear su propio cuerpo de cazadores de lobos, ya que parecía ser el deporte favorito del reino.
Pero hablemos un poco de la criatura: según una de las víctimas, “tenía más o menos el tamaño de una vaca, con un pecho muy ancho, cabeza y cuello enormes, orejas cortas y erectas, y un morro parecido al de un sabueso. Dos largos colmillos sobresalían a cada lado de su negra boca. Su cola era larga y extraordinariamente delgada, y tenía una franja negra desde lo alto de la cabeza hasta la punta de la cola. […] Se desplazaba con gran rapidez y dando saltos de unos 9 metros”. Dejando al margen el hecho de que sus víctimas o eran devoradas o se volvían medio locas, probablemente podemos desestimar el tamaño y el tema de los saltos por exageración o mala interpretación.
Cuando supuestamente consiguen acabar con la bestia, pues poco tiempo después volvería de nuevo a hacer de las suyas, la descripción del animal fue la de un lobo enorme, de 1,80 m. desde el hocico hasta la cola, que pesaba 65 kg. y tenía una enorme cabeza con colmillos de hasta 4 cm. de longitud.
A su vez, podemos mostrar otra descripción, la que hizo otra de las víctimas, Jacques Denis, que nos cuenta lo siguiente: “Ante todo, muy diferente de cualquier lobo. Tenia el lomo rayado, con una larga línea negra que iba del cuello hasta la cola. Juraría que tenía el morro afilado, la cola muy larga y fuerte, extraordinariamente móvil, la tuvo levantada mientras anduvo tumbada sobre nosotros. Las fauces desmesuradas, contundentes, punzantes. El color, no podría precisarlo, parecía de pelo rojizo, parecido al de nuestras vacas”.
Otra de las víctimas que consiguió sobrevivir al ataque cuenta que era “ágil, larga, baja, un poco más gorda que un lobo, muy peluda, pelirroja, con una larga raya negra cobre el lomo; la cabeza ancha, el hocico alargado, la quijada enorme, patas fuertes y garras puntiagudas que se incrustan en la tierra. Cuando va a atacar, se agacha, ruge y bate el aire con su enorme cola peluda”.
Todavía podemos mostrar otra imagen más de la bestia: la que aparece anotada en el acta notarial y en los archivos departamentales del Puy-de-Dôme, al respecto de la necropsia que se realizó a la bestia. Según esta documentación, la causa de la muerte fue “la bala disparada por el fusil del llamado Jean Chastel (El verdugo definitivo de la criatura), la cual traspasó la nuca del animal y arrasó las cuatro primeras vértebras. Otro disparo posterior (de otro cazador) le rompió la pata delantera izquierda. […] Del estómago se extrajeron las vísceras de un animal, unos huesos de cordero y la cabeza del fémur de un niño. En el interior de la cabeza sólo había un cerebro en proceso de descomposición que no tendría un volumen superior al de dos cucharadas soperas; el resto del cráneo era una masa ósea descomunalmente espesa, donde se enganchaban los tegumentos de una potentísima mandíbula”.
Así pues, nos encontramos ante una criatura de aspecto extraño, difícil, sobre todo teniendo en cuenta que, al parecer, el primer animal cazado, el gran lobo, no tenía nada que ver con la bestia.
Se le asignaron hasta 121 casos, aunque algunos de ellos, a la vista de la información disponible, habría que asignárselos más bien a depravados que se ensañaban con sus víctimas después de atropellarlas sexualmente, para disimular sus crímenes.
Lo que sí parece innegable es que, a pesar del tamaño de su cerebro, la bestia poseía una inteligencia o instinto claros y homicidas, ya que sus ataques eran precisos y calculados, casi siempre en busca de mujeres y niños.
Al principio, los propios campesinos de Gévaudan intentaron cazar a la desconocida criatura, pero ésta no sólo era tan astuta como para esquivarlos, sino además aparentemente inmune a las armas de cualquier tipo, lo que hizo acrecentar su leyenda y que la consideraran algún tipo de demonio enviado por Dios para castigar a los pecadores. Probablemente, el miedo hacía que los tiradores erraran en su puntería. Por aquel entonces, los nobles asignaron la misión de acabar con el misterioso enemigo al capitán de dragones Duhamel, que, tras intensas e infructuosas batidas, hubo de darse por vencido en la caza.
Por fin, un par de cazadores consiguieron alcanzar al animal varias veces, derribándolo con cada uno de los balazos, pero éste se levantó una y otra vez y consiguió huir de ellos, malherido.
Quienes creyeron que fallecería en su guarida se equivocaron, a menos que no hubiera uno, sino dos de aquellos seres: las muertes prosiguieron implacablemente, e incluso los dragones se mostraron impotentes contra la bestia: éstos intentaron hacerla caer en una trampa, pero se mostró lo suficientemente inteligente como para evitarla y huir de ellos, a pesar de ser de nuevo alcanzada por los disparos. Cuando los campesinos comenzaron a hartarse de la presencia de tanta gente, entre dragones y cazadores, que pisoteaban sus campos e invadían sus casas, la criatura se dedicó a una matanza más terrible que todas las anteriores ante las narices de todos, como si sintiera las disensiones existentes entre todos los grupos.
Mientras tanto, los países fronterizos con Francia se burlaban de Luis XV, al que acusaban de pretender amenazarles cuando en su propio reino era incapaz de capturar una simple fiera, por lo que ultrajado envío a su mejor cazador de lobos, Denneval. Éste hubo de admitir que era incapaz de capturar a la bestia, ya que esta se mostraba cada vez más suspicaz y conocía la región al dedillo, lo que parecía demostrar que llevaba ya tiempo allí.
En 1765, un noble llamado De la Chaumette, junto con sus dos hermanos, consiguió alcanzar de nuevo a la criatura varias veces, haciéndola rodar por el suelo, ante lo que ésta huyó dejando grandes charcos de sangre: todos esperaban que por fin acabasen las masacres, pero aquella esperanza volvió a mostrarse vana; al menos en apariencia, la bestia tenía más vidas que un gato.
Los rumores sobre brujería y hombes-lobo iban en aumento: el castillo de Javoix, en la parroquia de Besseyre, tenía una pésima reputación por haber sido un antiguo santuario druida, mientras que la región está salpicada de dólmenes y menhires asociados con brujerías y rituales paganos; y los Chastel, con su fama de brujos… Aquí surge una pequeña contradicción entre las fuentes: mientras en “Lo Inexplicado” se denomina al hijo Jean, y se le asigna el honor de acabar con el monstruo, en “Más Allá” dicho hijo es Antoine y su padre Jean, encargado también de la tarea de matar a la bestia. Sin embargo, la versión correcta parece ser la de “Más Allá”, ya que se ve confirmada por otras fuentes de información al respecto, en las que se matiza que a Jean Chastel se le apodaba La Masque.
En cualquier caso, y continuando con la historia, el rey, después del fracaso de Denneval, envió a Antoine de Beauterne, su escudero personal, quien consiguió abatir en el barranco de Béal a la criatura, que resultó ser el enorme lobo cuya descripción hemos anotado más arriba. Pero pronto comenzarían de nuevo las muertes.
Por fin, el 19 de junio de 1767, Jean Chastel, con tres balas benditas según “Lo Inexplicado” y una sola fundida a partir de dos medallas de la Virgen según “Más Allá”, consiguió abatir en el Sogne d’Aubert a la bestia de un solo disparo. Las muertes no volvieron a producirse. En este sentido, al parecer, Jean Chastel se habría presentado en la iglesia con tres balas fundidas a partir de dos medallas de la Virgen, que pidió que el párroco bendijera. Y resulta curiosa la interpretación unánime que hacen los investigadores de la historia, pues todos aceptan sin más que el “demonio” se quedó tranquilamente esperando a que el cazador acabara con él. ¿Leyenda, o una indicación de quién era el amo de la criatura?
Y aquí, de nuevo, surge una duda: según “Más Allá”, el gran lobo de Antoine de Beauterne fue trasladado a Versalles para mostrarlo a su Majestad Luis XV, y más tarde, otro tanto se hizo con el cuerpo del monstruo, que terminó en el Museo de Ciencias Naturales; sin embargo, en “Lo Inexplicado” se dice que el animal que mató Antoine de Beauterne fue a Versalles y al Museo de Ciencias Naturales, pero no se menciona qué ocurrió con el cadáver de la verdadera bestia. Según otras fuentes de información, tras matar a la bestia, Jean Chastel la montó sobre su caballo y la expuso por todos los pueblos de la región, para, cuando no era más que carroña, partir hacia Versalles; así pues, en el Museo estaban el gran lobo y la bestia… En 1830, durante los altercados con Carlos X, un incendio arrasó dicho Museo, calcinándose los huesos de la criatura, así como los grabados e informaciones que allí hubiera sobre ella; hoy día, tan sólo se conserva, y en muy mal estado, un dibujo a escala de la mandíbula inferior de la bestia…
En esta historia, en la que seguramente se mezclan partes fantásticas y hechos reales, chocan algunos detalles verdaderamente sorprendentes:

  1. Las descripciones de la bestia, a pesar de los intentos de hacerla pasar por un lobo, no coinciden con este animal más que a medias, al tiempo que tropiezan también en el propio carácter.
Habitualmente, los lobos no atacan a los seres humanos, a no ser que se encuentren tan sumamente famélicos que no les quede otro remedio. Es posible que se tratase de un cánido, pero, en cualquier caso, la conclusión obvia es que bajo ningún concepto estamos ante el caso de un lobo devorador de hombres.
  1. Las muertes comienzan de repente, en junio de 1764, y acaban el 19 de junio de 1767, esto es, 3 años después. Por tanto, deberíamos concluir que el monstruo apareció en Gévaudan por aquellas fechas y su muerte acabó con el problema. Al mismo tiempo, de todo esto podemos inferir que sería una única bestia, a lo sumo dos; de lo contrario, las muertes podrían haberse prolongado en el tiempo mucho más. Y, por supuesto, no es probable que llegara hasta allí por sí solo, ya que a lo largo de su ruta habría debido quedar un rastro de sangre perfectamente claro.
  2. Con los puntos anteriores, se crea el misterio de su origen. ¿De dónde sale? Si llegó a Francia atravesando otros territorios, ¿por qué no dejó un rastro de muerte tras sí? Esta pregunta admite muchas respuestas, algunas de las cuales son excesivamente rebuscadas; sin embargo, debemos intentar verlas una a una para intentar aclarar de dónde pudo llegar esta criatura.

Zona de ventana

Entre los investigadores de fenómenos ocultos se conoce como “zona de ventana” a una región en la que se produce una casuística muy superior a la del resto del mundo: luces misteriosas, animales desconocidos, apariciones fantasmales… Suelen ser regiones en las que se asentaron pueblos primitivos, por ser consideradas como lugares sagrados o de poder, dejando en ellos restos de sus culturas como catedrales, monumentos megalíticos, etc. Se especula acerca de lo que puede significar esta fenomenología, y se habla de vórtices de energía, de portales dimensionales, y de otras explicaciones más o menos rebuscadas. Se piensa que estos hechos pueden ser debidos a efectos de corrimientos tectónicos, a la presencia de grandes masas que generan fuerzas geomagnéticas que, de alguna manera, podrían provocar efectos extraños en combinación con la presencia cercana de masas de agua y cargas eléctricas o electrostáticas…
Entre otras, se consideran zonas de ventana: en América, el monte Shasta (Norte de California), el lago Michigan, West Wirginia, o el célebre y muy desprestigiado Triángulo de las Bermudas; en Europa, Stonehenge (Avebury), Boggart Hole (Norte de Manchester), Devil’s Garden (Frodsham, Cheshire), Warminster (Salisbury), Clwyd (Gales), Draguignan y el monte Malmont (Sudeste francés), o la región del Aveyron (Al sur de la Auvernia); en Asia, el Tibet, Karakorum, o el Gobi…
La Auvernia francesa, donde se encuentra la región de Gévaudan que asoló la bestia misteriosa, está poblada por restos megalíticos de antiguos pobladores; de hecho, como ya he comentado anteriormente, un antiguo santuario druida es reutilizado y convertido en el castillo de Javoix. ¿Casualidad? ¿Y si descubriéramos que los que decidieron aprovecharlo fueron los caballeros de la Orden del Temple? Ya sabemos que estos monjes guerreros, entre otras cosas, tomaron posiciones en lugares muy concretos por motivos que desconocemos.
Además, en la relación anterior de zonas de ventana aparece la región del Aveyron, curiosamente cercana al escenario de los hechos de los que estamos hablando a lo largo de este artículo. Aunque esta explicación sea un tanto rebuscada, podríamos sospechar que a mediados de 1764 se abrió una puerta dimensional en esa región, que dio paso a lo que las gentes de lugar llegaron a conocer como la bestia de Gévaudan. Ya sé que es una hipótesis demasiado extraña para tenerla en cuenta, así que, de momento, la dejaremos aparcada: mientras podamos encontrar una explicación más sencilla, no recurriremos a esta elucubración.

Loup-garou

En Francia existe la leyenda del loup-garou, el hombre lobo. Como posibilidad, no merece la pena tenerla demasiado en cuenta: a pesar de la inteligencia que demostraba el monstruo que aterrorizó la Auvernia, la descripción que se hace de él no invita a pensar en semejante criatura, ya que, tal y como hemos insistido a lo largo de este artículo, este animal no tenía nada que ver con un lobo: como mucho, que pudiera ser alguna especie de gran cánido.
De todas maneras, ésta es una de las posibilidades más extendidas por tradición, seguramente por el hecho de haber encontrado cadáveres en los que había habido actividad humana.

Conspiración

Otra de las teorías de las que se ha hablado bastante es la de la conspiración. Pero, ¿a qué nivel? ¿Eliminar a algún noble concreto por motivos desconocidos? ¿Se pretendía derrocar a Luis XV desde la Auvernia? ¿Mantener a los campesinos levantiscos en un estado de terror continuo para evitar levantamientos que pusieran en peligro el status de la nobleza? En este sentido, se ha llegado a sugerir que Antoine Chastel se había puesto en connivencia con el marqués de Alpach, y que poseía el control de la criatura. ¿Realmente una bestia como la que se describe en la leyenda podía ser controlable por ser humano alguno?
Personalmente no me parece una teoría muy probable: fuera cuál fuese el caso de esta supuesta conspiración, los implicados en ella tendrían que haber tenido en cuenta que si se les escapaba el asunto de las manos, y era lógico que así sucediese con semejante monstruo, el rey tomaría cartas en el asunto y lo que podría haber sido un tema meramente local se convertiría en una historia de interés nacional. ¿Cómo esquivar, entonces, todas las habladurías, todas las descripciones, todos los hechos, y engañar a la opinión pública? Existe una necropsia en Puy-de-Dôme, la criatura estuvo en el Museo de Ciencias Naturales… Como mucho, lo más que podríamos pensar es que la conspiración sirvió para encubrir a la persona o personas que controlaban a la fiera, si es que tal cosa sucedió.

Especie en extinción

En este caso, podría tratarse de un antecesor cavernario del lobo, una especie de Machairodus lupino. Esta teoría tampoco resulta demasiado válida, ya que, de ser éste el caso, las muertes tendrían que haber comenzado mucho antes o, en el caso de una migración, haber dejado un rastro de sangre a lo largo de su ruta.

Especie desconocida

Alguien podría haberla encontrado en un lugar remoto y habérsela traído hasta Francia. En este caso, deberíamos fijarnos en la figura del hijo Chastel, ya sea Antoine o Jean: según “Más Allá”, era un tipo raro que había estado viviendo en el Mahgreb, con los bereberes, y que volvió a Auvernia a los 19 años, criando mastines asilvestrados, lobos y otras alimañas; el vulgo afirmaba que también poseía monos cinocéfalos, hienas, tigres y leones que se trajo de África (¿tigres?) y que cruzó una y otra vez entre ellos hasta dar origen a la bestia. Al margen de la fantasía que el pueblo llano pudo echar a estos rumores, me temo que los cruces entre diferentes especies habitualmente son estériles, y la manipulación genética en el siglo XVIII… Sí que podríamos pensar que se hubiera traído alguna de esas especies legendarias, desconocidas, de las que se habla entre susurros a lo largo de todo el continente negro, pero, en cualquier caso, surge la pregunta del millón: ¿con qué objeto habría hecho algo así? ¿O es que se escapó a su control? Podríamos especular, junto con algunos investigadores, que se tratase de una hiena gigantesca que Antoine había traído de África, pero, ¿nadie la reconoció?
El director del zoológico de Amneville, Michel Louis, considera que se trataba de un híbrido (¿entre qué especies?) criado y amaestrado por Antoine Chastel en complicidad con el marqués de Alpach. ¿Qué motivo podría aducir para tal actitud? ¿Asustar a los campesinos para que no se levantaran contra sus señores “legítimos” con castigos divinos y ejemplares?
En cualquier caso, las evidencias sobre Antoine Chastel hacen que volvamos los ojos hacia el África misteriosa: si ese joven se trajo algo de ese continente, ¿qué pudo ser?
Veamos: la descripción de la bestia habla de una cola larga y muy flexible, característica habitual de los felinos, así como un lomo rayado que podría hacer pensar en alguna especie atigrada.
¿Y si, en realidad, deberíamos estar buscando entre animales de la familia del león en lugar de cánidos? El guepardo, el leopardo, o las especies habituales, no encajan en dicha imagen, por lo que habríamos de recurrir a un extremo más alejado: el de las especies ocultas. Entre ellas, destaca poderosamente el Mngwa, que en swahili significa “el extraño”, “el desconocido”.
Supe de él a través de este fanzine, en un artículo dedicado a especies desconocidas; podría encajar en la teoría de la bestia de Gévaudan, aunque hay algunos detalles que no acaban de cuadrar del todo: esta criatura tiene su hábitat alrededor del Tanganyka, mientras que de Antoine Chastel se dice que estuvo en el Mahgreb, aparte del hecho de averiguar cómo un joven podría haber conseguido capturar semejante fiera; aunque también es cierto que podría haberla atrapado como cachorro, y que la criara para tener una mascota verdaderamente especial. Después, se le escaparía y callaría para evitar consecuencias posteriores sobre él.
¿Qué clase de animal podría haber sido la bestia, si se hubiese tratado del terrible mngwa? Su aspecto debe ser impresionante, a tenor de las descripciones de los nativos: el tamaño de un gran asno, piel rayada como la del tigre, una astucia increíble, desprecio por sus perseguidores… En el artículo citado se mencionan tres posibilidades, como félidos que podrían haber sobrevivido a las extinciones del Cuaternario, de las cuales, la que mejor parece adaptarse a las descripciones es la de la pantera leo spelaea, una criatura formidable de 3,5 metros de longitud, una auténtica máquina de matar lo suficientemente inteligente como para evitar las trampas naturales. Al parecer, vivió en Sudáfrica, la India e Inglaterra. Aunque también, por localización, podría haberse tratado del Homotherium (Etiopía), de 1,2 metros de longitud y aspecto similar al de una hiena aunque con colmillos de cimitarra.

Teoría del “circo”

Retomando en cierto modo un aspecto indicado en el punto anterior, podríamos pensar en alguna expedición de caza que volvía de África o Asia con este espécimen, con la intención de regalarlo a Luis XV, y que al cruzar la Auvernia tuvo un desafortunado tropiezo por el cual la bestia se escapó. Evidentemente, sabedores de la fiereza del animal, los que lo llevaban prefirieron callar y hacer mutis por el foro, para evitar sufrir consecuencias posteriores.

Conclusión

Como puede comprobarse, tal parece que alguien, ya sea a propósito o por accidente, dejó suelto por la Auvernia a un monstruo pavoroso, desconocido para todo el mundo, que puso en jaque a los mejores loberos de Luis XV, y que un humilde cazador de la región, considerado y rechazado como brujo por sus conciudadanos, hubo de eliminar con métodos no demasiado “ortodoxos” para el espíritu científico: una bala bendecida fundida a partir de una medalla de la Virgen.
Al mismo tiempo, mientras se producían las “hazañas” de la bestia, alguien se dedicaba a satisfacer sus bajas pasiones, dejando luego los cadáveres de sus víctimas para que los devoraran los lobos y pareciera obra de la criatura maldita. Quizás sea en esta truculenta parte de la historia donde habría que buscar las teorías conspiranoicas, un poco al estilo de la leyenda de Jack el Destripador y sus supuestas vinculaciones con la Corona inglesa…
Aun así, bajo toda esta historia subsiste un extraño interrogante: si, como ya hemos dicho, se practicó una necropsia en Puy-de-Dôme, lo lógico es que hubiese habido una descripción exacta y fidedigna del animal en el documento que se redactó para este punto, declarando la filiación de la criatura: si se trataba de un cánido, un félido, un úrsido o, simplemente, una especie con unos rasgos totalmente distintos a los habituales; sin embargo, en ninguna de las fuentes de información que he manejado se hace alusión a tal hecho. ¿A qué se debe esta inexplicable dejadez? ¿A unos investigadores que han omitido tal información por desestimarla para crear un mito? ¿O a que tal descripción no se redactó jamás, y si se redactó, se hizo desaparecer por motivos desconocidos?
Para ser sincero, aunque ésta parece la versión más lógica, sin llegar al extremo como han querido ver algunos, de una compleja y elaborada conspiración contra vaya usted a saber quién (de hecho, la teoría del Mngwa se ve lo suficientemente consistente para sospechar que alguien soltó una de esas fieras en Francia), me complace creer que, en algunas ocasiones, la explicación más sencilla no es la correcta, y que, tal vez, sólo tal vez, se tratase de una bestia de otro plano…

LA PELÍCULA

“El Pacto de los Lobos”, como ya hemos dicho, está basada en la historia de la bestia de Gévaudan. Sí, pero sólo en una medida escasa: se utilizan estos hechos como base argumental, para crear un marco de conspiraciones contra la Corona francesa, fomentada inicialmente desde Roma pero no con la intención de derrocar a Luis XV.
Al margen de la exposición de esta hipótesis, los personajes tampoco encajan de ninguna manera con los actores de los hechos narrados al principio de este artículo: el héroe, el destructor de la bestia, es el caballero Grégoire de Fronsac (Jean Chastel), acompañado por Mani, un indio Mohawk (!) que parece saber de artes marciales casi tanto como Kung-Fu; entre medias, el conde de Morangias (?), cuya hija se enamora, por supuesto y cómo no, del protagonista de la película. Tan sólo un par de los intervinientes en los luctuosos sucesos del Gévaudan han sido respetados: aunque no haya salido muy bien parado, Antoine de Beauterne, el escudero personal del Rey, que caza un lobo y obliga al protagonista, naturalista real, a hacerlo pasar por la bestia; y el capitan Duhamel, que aparece como un buen hombre, leal al monarca aunque un poco “lerdo”.
El relevo de los personajes históricos lo toman los de ficción con el único objeto de mantener la conjura viva: Antoine Chastel pasa de ser un ermitaño hosco y excéntrico a ser el hermano de la protagonista, un noble, también brutal y medio loco (está enamorado en secreto de su hermana), llamado Jean François, y que es el que controla a una extraña criatura que se trajo de África en uno de sus viajes.
En cuanto a la bestia, la teoría parece coincidir con la hipótesis que expongo como más probable: un animal traído del continente negro, desconocido completamente, y blindado y disfrazado para que pareciese una bestia del infierno, con lo que me recuerda a una maravillosa novela de Sir Arthur Conan Doyle: “El Sabueso de los Baskerville”, en el que parece beber con fruición el film. El aspecto es increíble, recubierta de metal, blindada hasta la médula; su tamaño es formidable, y su fuerza… Sus movimientos y la violencia de su ataque recuerdan notablemente a un felino, aunque hay secuencias en que su aspecto, con semejante recubrimiento, parece mostrar más bien una especie de dinosaurio.
A lo largo de toda la historia, las escenas parecen indicar la existencia de la magia, aunque en ningún momento se muestra conjuro o hechizo alguno, sugiriendo tan sólo que dicha magia podría haber estado ahí, aunque a la postre no sirva de nada: el brazo extrañamente deformado de Jean François, la decoración macabra y ritual del cubil de los conjurados…
Paralelamente, y mostrándose de forma más clara, se refleja la comunión mística de Mani, el indio Mohawk, con la naturaleza: en su tribu era un chamán, y, por tanto, capaz de comunicarse con los animales y las plantas, con lo que se hace “necesario” para acosar a la bestia de forma fiable; se crea un ambiente de misticismo, fomentado por la propia actitud de Mark Dacascos.
En cuanto al propio hilo argumental, hablaremos por encima de él: Roma, al ver los “excesos” y la “perversión” existentes en la Francia del siglo XVIII, decide tomar cartas en el asunto y meter el temor de Dios en el alma de los pecadores, por lo que pacta con un grupo de nobles de la región del Gévaudan para que éstos, con la “mascota” de uno de ellos, siembren el terror y hagan que la gente crea que las matanzas son obra de Satanas y un castigo del Señor por sus “pecados”. Esta sociedad autodenominada “Lobos de Dios”, con la ayuda de un grupo de cazadores de lobos sin escrúpulos, irá cambiando poco a poco su actividad, bajo el liderazgo del obispo de la región, para, al final, decidir traer más bestias (la primera, como cachorro, la había capturado en África Jean François, hijo del conde de Morangias y en secreto enamorado incestuosamente de su hermana) y extender el terror por todas las regiones francesas, con el objetivo de que el pueblo se levante contra Luis XV y lo derroque, proclamando ¡una teocracia! Hasta aquí llegará Grégoire de Fronzac acompañado de Mani, enviado por el Rey para determinar la naturaleza de la bestia y combatirla en la medida de lo posible.
Entre medias de toda esta historia, que a ratos resulta quizás excesivamente rocambolesca, aparecen elementos de espionaje y amor, aliviando un poco la tensión, y formándose dos “parejas”: Fronzac con la hija de Morangias, y Mani con una campesina que resulta ser…
Gracias a estas maniobras, París (o tal vez Roma, pues la misteriosa dama no lo deja claro del todo) decide dar al traste con los manejos de los Lobos de Dios, y ayuda a Fronzac a acabar con la historia.
La película posee un buen ritmo, rodada al estilo de “Crying Freeman”, con ralentizaciones de la imagen en momentos supuestamente críticos o importantes; la fotografía es excelente, y crea un ambiente nocturno tétrico y hasta cierto punto pavoroso; los efectos visuales, sin excederse en la casquería barata del cine gore, resultan perfectamente dosificados, haciendo que las imágenes de destrucción de la bestia resulten creíbles sin llegar a la náusea.
Sin embargo, adolece de algunos defectos un tanto básicos: para empezar, la actitud del indio mohawk, Mani, que cuando combate con sus enemigos muestra un apreciable estilo de artes marciales que no encaja para nada ni en el personaje ni en la época y lugar de la historia; de otra parte, la aparición de unas armas extrañas resulta un tanto anacrónica. ¿Cómo explicar, si no, una espada de hueso fragmentada en cuatro o cinco segmentos enlazados por una especie de goma de tal manera que, cuando su portador así lo desea, la utiliza como un terrorífico látigo; o las curiosas armas de los cazadores renegados, una especie de garfios dobles metálicos a modo de larguísimas garras? Al mismo tiempo, el propio argumento de la película, una variación completamente libre que sólo tiene en común con los hechos reales las matanzas de la bestia, juega en su contra cuando la ve alguien que conoce la leyenda.
En resumen, podemos decir que estamos ante una película que, aunque dista bastante de ser buena, resulta interesante y cómoda de ver, sobre todo si obviamos su supuesto parecido con los sucesos del siglo XVIII en la región francesa de Gévaudan. Puede proporcionar un buen rato de entretenimiento si la vemos como una forma de evasión, en lugar de analizarla a la luz de la leyenda.

Fuentes de información:
Enciclopedia “Lo Inexplicado”, volumen VII, páginas 1614-1616, 1634-1636, 1557-1561, 1602-1605, 1622-1625.
Revista “Más Allá”, nº 132, febrero de 2000.
Fanzine “Weird Tales de Lhork” nº 17, páginas 41-44.
Internet: www.literanauta.uchile.cl/archivo/endecha.htm
www.operamundi.com.mx/2001/jul/017/lobo7.htm

2 comentarios:

  1. Genial articulo amigo, bastante interesantes los datos

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    1. Muchas gracias por tu comentario, Mago... Es un tema que he seguido durante mucho tiempo, y que me ha intrigado porque algunos de los detalles parecen dar señales claras para su conclusión, que luego se difuminan en la nada...

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