LA BESTIA DE GÉVAUDAN
José
Francisco Sastre García
Recientemente
se ha estrenado una película francesa, “El Pacto de los Lobos”, que ha traído a
mi memoria un asunto por demás curioso y enigmático que ocurrió en el siglo
XVIII en la región francesa de Gévaudan, en el que se ha basado este film: el
de una bestia misteriosa que, en el intervalo de cuatro años, desde 1764 a 1767, devoró
supuestamente a alrededor de un centenar de personas, la mayoría de ellas
mujeres y niños.
LA HISTORIA
A medio
camino entre la leyenda y la historia, se habló en su momento de lobos,
demonios, brujería… ¿Qué había de verdad en ello? Intentando separar la paja
del grano, cosa harto difícil de conseguir, lo que aparentemente nos queda es
algo que plantea demasiados interrogantes como para considerarlo un sencillo
caso de caza de lobos. Porque, al fin y al cabo, aquélla fue una época en la que
el mismo rey, Luis XV, llegó a crear su propio cuerpo de cazadores de lobos, ya
que parecía ser el deporte favorito del reino.
Pero hablemos
un poco de la criatura: según una de las víctimas, “tenía más o menos el tamaño
de una vaca, con un pecho muy ancho, cabeza y cuello enormes, orejas cortas y
erectas, y un morro parecido al de un sabueso. Dos largos colmillos sobresalían
a cada lado de su negra boca. Su cola era larga y extraordinariamente delgada,
y tenía una franja negra desde lo alto de la cabeza hasta la punta de la cola.
[…] Se desplazaba con gran rapidez y dando saltos de unos 9 metros”. Dejando al margen
el hecho de que sus víctimas o eran devoradas o se volvían medio locas,
probablemente podemos desestimar el tamaño y el tema de los saltos por
exageración o mala interpretación.
Cuando
supuestamente consiguen acabar con la bestia, pues poco tiempo después volvería
de nuevo a hacer de las suyas, la descripción del animal fue la de un lobo
enorme, de 1,80 m.
desde el hocico hasta la cola, que pesaba 65 kg. y tenía una enorme cabeza con colmillos
de hasta 4 cm.
de longitud.
A su vez,
podemos mostrar otra descripción, la que hizo otra de las víctimas, Jacques
Denis, que nos cuenta lo siguiente: “Ante todo, muy diferente de cualquier
lobo. Tenia el lomo rayado, con una larga línea negra que iba del cuello hasta
la cola. Juraría que tenía el morro afilado, la cola muy larga y fuerte, extraordinariamente
móvil, la tuvo levantada mientras anduvo tumbada sobre nosotros. Las fauces
desmesuradas, contundentes, punzantes. El color, no podría precisarlo, parecía
de pelo rojizo, parecido al de nuestras vacas”.
Otra de
las víctimas que consiguió sobrevivir al ataque cuenta que era “ágil, larga,
baja, un poco más gorda que un lobo, muy peluda, pelirroja, con una larga raya
negra cobre el lomo; la cabeza ancha, el hocico alargado, la quijada enorme,
patas fuertes y garras puntiagudas que se incrustan en la tierra. Cuando va a
atacar, se agacha, ruge y bate el aire con su enorme cola peluda”.
Todavía
podemos mostrar otra imagen más de la bestia: la que aparece anotada en el acta
notarial y en los archivos departamentales del Puy-de-Dôme, al respecto de la
necropsia que se realizó a la bestia. Según esta documentación, la causa de la
muerte fue “la bala disparada por el fusil del llamado Jean Chastel (El verdugo
definitivo de la criatura), la cual traspasó la nuca del animal y arrasó las
cuatro primeras vértebras. Otro disparo posterior (de otro cazador) le rompió
la pata delantera izquierda. […] Del estómago se extrajeron las vísceras de un
animal, unos huesos de cordero y la cabeza del fémur de un niño. En el interior
de la cabeza sólo había un cerebro en proceso de descomposición que no tendría
un volumen superior al de dos cucharadas soperas; el resto del cráneo era una
masa ósea descomunalmente espesa, donde se enganchaban los tegumentos de una potentísima
mandíbula”.
Así pues,
nos encontramos ante una criatura de aspecto extraño, difícil, sobre todo
teniendo en cuenta que, al parecer, el primer animal cazado, el gran lobo, no
tenía nada que ver con la bestia.
Se le
asignaron hasta 121 casos, aunque algunos de ellos, a la vista de la
información disponible, habría que asignárselos más bien a depravados que se
ensañaban con sus víctimas después de atropellarlas sexualmente, para disimular
sus crímenes.
Lo que sí
parece innegable es que, a pesar del tamaño de su cerebro, la bestia poseía una
inteligencia o instinto claros y homicidas, ya que sus ataques eran precisos y
calculados, casi siempre en busca de mujeres y niños.
Al
principio, los propios campesinos de Gévaudan intentaron cazar a la desconocida
criatura, pero ésta no sólo era tan astuta como para esquivarlos, sino además
aparentemente inmune a las armas de cualquier tipo, lo que hizo acrecentar su
leyenda y que la consideraran algún tipo de demonio enviado por Dios para
castigar a los pecadores. Probablemente, el miedo hacía que los tiradores erraran
en su puntería. Por aquel entonces, los nobles asignaron la misión de acabar
con el misterioso enemigo al capitán de dragones Duhamel, que, tras intensas e
infructuosas batidas, hubo de darse por vencido en la caza.
Por fin,
un par de cazadores consiguieron alcanzar al animal varias veces, derribándolo
con cada uno de los balazos, pero éste se levantó una y otra vez y consiguió
huir de ellos, malherido.
Quienes
creyeron que fallecería en su guarida se equivocaron, a menos que no hubiera
uno, sino dos de aquellos seres: las muertes prosiguieron implacablemente, e
incluso los dragones se mostraron impotentes contra la bestia: éstos intentaron
hacerla caer en una trampa, pero se mostró lo suficientemente inteligente como
para evitarla y huir de ellos, a pesar de ser de nuevo alcanzada por los
disparos. Cuando los campesinos comenzaron a hartarse de la presencia de tanta
gente, entre dragones y cazadores, que pisoteaban sus campos e invadían sus
casas, la criatura se dedicó a una matanza más terrible que todas las
anteriores ante las narices de todos, como si sintiera las disensiones existentes
entre todos los grupos.
Mientras
tanto, los países fronterizos con Francia se burlaban de Luis XV, al que
acusaban de pretender amenazarles cuando en su propio reino era incapaz de
capturar una simple fiera, por lo que ultrajado envío a su mejor cazador de
lobos, Denneval. Éste hubo de admitir que era incapaz de capturar a la bestia,
ya que esta se mostraba cada vez más suspicaz y conocía la región al dedillo,
lo que parecía demostrar que llevaba ya tiempo allí.
En 1765,
un noble llamado De la
Chaumette, junto con sus dos hermanos, consiguió alcanzar de
nuevo a la criatura varias veces, haciéndola rodar por el suelo, ante lo que
ésta huyó dejando grandes charcos de sangre: todos esperaban que por fin
acabasen las masacres, pero aquella esperanza volvió a mostrarse vana; al menos
en apariencia, la bestia tenía más vidas que un gato.
Los
rumores sobre brujería y hombes-lobo iban en aumento: el castillo de Javoix, en
la parroquia de Besseyre, tenía una pésima reputación por haber sido un antiguo
santuario druida, mientras que la región está salpicada de dólmenes y menhires
asociados con brujerías y rituales paganos; y los Chastel, con su fama de
brujos… Aquí surge una pequeña contradicción entre las fuentes: mientras en “Lo
Inexplicado” se denomina al hijo Jean, y se le asigna el honor de acabar con el
monstruo, en “Más Allá” dicho hijo es Antoine y su padre Jean, encargado
también de la tarea de matar a la bestia. Sin embargo, la versión correcta
parece ser la de “Más Allá”, ya que se ve confirmada por otras fuentes de
información al respecto, en las que se matiza que a Jean Chastel se le apodaba La Masque.
En
cualquier caso, y continuando con la historia, el rey, después del fracaso de Denneval,
envió a Antoine de Beauterne, su escudero personal, quien consiguió abatir en
el barranco de Béal a la criatura, que resultó ser el enorme lobo cuya
descripción hemos anotado más arriba. Pero pronto comenzarían de nuevo las
muertes.
Por fin,
el 19 de junio de 1767, Jean Chastel, con tres balas benditas según “Lo
Inexplicado” y una sola fundida a partir de dos medallas de la Virgen según “Más Allá”,
consiguió abatir en el Sogne d’Aubert a la bestia de un solo disparo. Las
muertes no volvieron a producirse. En este sentido, al parecer, Jean Chastel se
habría presentado en la iglesia con tres balas fundidas a partir de dos medallas
de la Virgen,
que pidió que el párroco bendijera. Y resulta curiosa la interpretación unánime
que hacen los investigadores de la historia, pues todos aceptan sin más que el
“demonio” se quedó tranquilamente esperando a que el cazador acabara con él.
¿Leyenda, o una indicación de quién era el amo de la criatura?
Y aquí, de
nuevo, surge una duda: según “Más Allá”, el gran lobo de Antoine de Beauterne fue
trasladado a Versalles para mostrarlo a su Majestad Luis XV, y más tarde, otro
tanto se hizo con el cuerpo del monstruo, que terminó en el Museo de Ciencias
Naturales; sin embargo, en “Lo Inexplicado” se dice que el animal que mató Antoine
de Beauterne fue a Versalles y al Museo de Ciencias Naturales, pero no se
menciona qué ocurrió con el cadáver de la verdadera bestia. Según otras fuentes
de información, tras matar a la bestia, Jean Chastel la montó sobre su caballo
y la expuso por todos los pueblos de la región, para, cuando no era más que
carroña, partir hacia Versalles; así pues, en el Museo estaban el gran lobo y
la bestia… En 1830, durante los altercados con Carlos X, un incendio arrasó
dicho Museo, calcinándose los huesos de la criatura, así como los grabados e informaciones
que allí hubiera sobre ella; hoy día, tan sólo se conserva, y en muy mal
estado, un dibujo a escala de la mandíbula inferior de la bestia…
En esta
historia, en la que seguramente se mezclan partes fantásticas y hechos reales,
chocan algunos detalles verdaderamente sorprendentes:
- Las descripciones de la bestia, a pesar de los intentos de hacerla pasar por un lobo, no coinciden con este animal más que a medias, al tiempo que tropiezan también en el propio carácter.
Habitualmente,
los lobos no atacan a los seres humanos, a no ser que se encuentren tan sumamente
famélicos que no les quede otro remedio. Es posible que se tratase de un
cánido, pero, en cualquier caso, la conclusión obvia es que bajo ningún
concepto estamos ante el caso de un lobo devorador de hombres.
- Las muertes comienzan de repente, en junio de 1764, y acaban el 19 de junio de 1767, esto es, 3 años después. Por tanto, deberíamos concluir que el monstruo apareció en Gévaudan por aquellas fechas y su muerte acabó con el problema. Al mismo tiempo, de todo esto podemos inferir que sería una única bestia, a lo sumo dos; de lo contrario, las muertes podrían haberse prolongado en el tiempo mucho más. Y, por supuesto, no es probable que llegara hasta allí por sí solo, ya que a lo largo de su ruta habría debido quedar un rastro de sangre perfectamente claro.
- Con los puntos anteriores, se crea el misterio de su origen. ¿De dónde sale? Si llegó a Francia atravesando otros territorios, ¿por qué no dejó un rastro de muerte tras sí? Esta pregunta admite muchas respuestas, algunas de las cuales son excesivamente rebuscadas; sin embargo, debemos intentar verlas una a una para intentar aclarar de dónde pudo llegar esta criatura.
Zona de
ventana
Entre los
investigadores de fenómenos ocultos se conoce como “zona de ventana” a una región
en la que se produce una casuística muy superior a la del resto del mundo:
luces misteriosas, animales desconocidos, apariciones fantasmales… Suelen ser
regiones en las que se asentaron pueblos primitivos, por ser consideradas como
lugares sagrados o de poder, dejando en ellos restos de sus culturas como
catedrales, monumentos megalíticos, etc. Se especula acerca de lo que puede
significar esta fenomenología, y se habla de vórtices de energía, de portales
dimensionales, y de otras explicaciones más o menos rebuscadas. Se piensa que
estos hechos pueden ser debidos a efectos de corrimientos tectónicos, a la
presencia de grandes masas que generan fuerzas geomagnéticas que, de alguna
manera, podrían provocar efectos extraños en combinación con la presencia
cercana de masas de agua y cargas eléctricas o electrostáticas…
Entre
otras, se consideran zonas de ventana: en América, el monte Shasta (Norte de California),
el lago Michigan, West Wirginia, o el célebre y muy desprestigiado Triángulo de
las Bermudas; en Europa, Stonehenge (Avebury), Boggart Hole (Norte de
Manchester), Devil’s Garden (Frodsham, Cheshire), Warminster (Salisbury), Clwyd
(Gales), Draguignan y el monte Malmont (Sudeste francés), o la región del
Aveyron (Al sur de la
Auvernia); en Asia, el Tibet, Karakorum, o el Gobi…
La Auvernia francesa, donde se encuentra la región de
Gévaudan que asoló la bestia misteriosa, está poblada por restos megalíticos de
antiguos pobladores; de hecho, como ya he comentado anteriormente, un antiguo
santuario druida es reutilizado y convertido en el castillo de Javoix.
¿Casualidad? ¿Y si descubriéramos que los que decidieron aprovecharlo fueron
los caballeros de la Orden
del Temple? Ya sabemos que estos monjes guerreros, entre otras cosas, tomaron posiciones
en lugares muy concretos por motivos que desconocemos.
Además, en
la relación anterior de zonas de ventana aparece la región del Aveyron, curiosamente
cercana al escenario de los hechos de los que estamos hablando a lo largo de
este artículo. Aunque esta explicación sea un tanto rebuscada, podríamos
sospechar que a mediados de 1764 se abrió una puerta dimensional en esa región,
que dio paso a lo que las gentes de lugar llegaron a conocer como la bestia de
Gévaudan. Ya sé que es una hipótesis demasiado extraña para tenerla en cuenta,
así que, de momento, la dejaremos aparcada: mientras podamos encontrar una
explicación más sencilla, no recurriremos a esta elucubración.
Loup-garou
En Francia
existe la leyenda del loup-garou, el hombre lobo. Como posibilidad, no merece
la pena tenerla demasiado en cuenta: a pesar de la inteligencia que demostraba
el monstruo que aterrorizó la
Auvernia, la descripción que se hace de él no invita a pensar
en semejante criatura, ya que, tal y como hemos insistido a lo largo de este
artículo, este animal no tenía nada que ver con un lobo: como mucho, que
pudiera ser alguna especie de gran cánido.
De todas
maneras, ésta es una de las posibilidades más extendidas por tradición,
seguramente por el hecho de haber encontrado cadáveres en los que había habido
actividad humana.
Conspiración
Otra de
las teorías de las que se ha hablado bastante es la de la conspiración. Pero,
¿a qué nivel? ¿Eliminar a algún noble concreto por motivos desconocidos? ¿Se
pretendía derrocar a Luis XV desde la Auvernia? ¿Mantener a los campesinos levantiscos
en un estado de terror continuo para evitar levantamientos que pusieran en
peligro el status de la nobleza? En este sentido, se ha llegado a sugerir que
Antoine Chastel se había puesto en connivencia con el marqués de Alpach, y que
poseía el control de la criatura. ¿Realmente una bestia como la que se describe
en la leyenda podía ser controlable por ser humano alguno?
Personalmente
no me parece una teoría muy probable: fuera cuál fuese el caso de esta supuesta
conspiración, los implicados en ella tendrían que haber tenido en cuenta que si
se les escapaba el asunto de las manos, y era lógico que así sucediese con
semejante monstruo, el rey tomaría cartas en el asunto y lo que podría haber
sido un tema meramente local se convertiría en una historia de interés
nacional. ¿Cómo esquivar, entonces, todas las habladurías, todas las
descripciones, todos los hechos, y engañar a la opinión pública? Existe una
necropsia en Puy-de-Dôme, la criatura estuvo en el Museo de Ciencias Naturales…
Como mucho, lo más que podríamos pensar es que la conspiración sirvió para
encubrir a la persona o personas que controlaban a la fiera, si es que tal cosa
sucedió.
Especie en
extinción
En este
caso, podría tratarse de un antecesor cavernario del lobo, una especie de
Machairodus lupino. Esta teoría tampoco resulta demasiado válida, ya que, de
ser éste el caso, las muertes tendrían que haber comenzado mucho antes o, en el
caso de una migración, haber dejado un rastro de sangre a lo largo de su ruta.
Especie
desconocida
Alguien
podría haberla encontrado en un lugar remoto y habérsela traído hasta Francia.
En este caso, deberíamos fijarnos en la figura del hijo Chastel, ya sea Antoine
o Jean: según “Más Allá”, era un tipo raro que había estado viviendo en el
Mahgreb, con los bereberes, y que volvió a Auvernia a los 19 años, criando
mastines asilvestrados, lobos y otras alimañas; el vulgo afirmaba que también poseía
monos cinocéfalos, hienas, tigres y leones que se trajo de África (¿tigres?) y
que cruzó una y otra vez entre ellos hasta dar origen a la bestia. Al margen de
la fantasía que el pueblo llano pudo echar a estos rumores, me temo que los
cruces entre diferentes especies habitualmente son estériles, y la manipulación
genética en el siglo XVIII… Sí que podríamos pensar que se hubiera traído
alguna de esas especies legendarias, desconocidas, de las que se habla entre
susurros a lo largo de todo el continente negro, pero, en cualquier caso, surge
la pregunta del millón: ¿con qué objeto habría hecho algo así? ¿O es que se
escapó a su control? Podríamos especular, junto con algunos investigadores, que
se tratase de una hiena gigantesca que Antoine había traído de África, pero,
¿nadie la reconoció?
El
director del zoológico de Amneville, Michel Louis, considera que se trataba de
un híbrido (¿entre qué especies?) criado y amaestrado por Antoine Chastel en
complicidad con el marqués de Alpach. ¿Qué motivo podría aducir para tal
actitud? ¿Asustar a los campesinos para que no se levantaran contra sus señores
“legítimos” con castigos divinos y ejemplares?
En
cualquier caso, las evidencias sobre Antoine Chastel hacen que volvamos los
ojos hacia el África misteriosa: si ese joven se trajo algo de ese continente,
¿qué pudo ser?
Veamos: la
descripción de la bestia habla de una cola larga y muy flexible, característica
habitual de los felinos, así como un lomo rayado que podría hacer pensar en
alguna especie atigrada.
¿Y si, en
realidad, deberíamos estar buscando entre animales de la familia del león en
lugar de cánidos? El guepardo, el leopardo, o las especies habituales, no
encajan en dicha imagen, por lo que habríamos de recurrir a un extremo más
alejado: el de las especies ocultas. Entre ellas, destaca poderosamente el
Mngwa, que en swahili significa “el extraño”, “el desconocido”.
Supe de él
a través de este fanzine, en un artículo dedicado a especies desconocidas;
podría encajar en la teoría de la bestia de Gévaudan, aunque hay algunos
detalles que no acaban de cuadrar del todo: esta criatura tiene su hábitat
alrededor del Tanganyka, mientras que de Antoine Chastel se dice que estuvo en
el Mahgreb, aparte del hecho de averiguar cómo un joven podría haber conseguido
capturar semejante fiera; aunque también es cierto que podría haberla atrapado
como cachorro, y que la criara para tener una mascota verdaderamente especial.
Después, se le escaparía y callaría para evitar consecuencias posteriores sobre
él.
¿Qué clase
de animal podría haber sido la bestia, si se hubiese tratado del terrible
mngwa? Su aspecto debe ser impresionante, a tenor de las descripciones de los
nativos: el tamaño de un gran asno, piel rayada como la del tigre, una astucia
increíble, desprecio por sus perseguidores… En el artículo citado se mencionan
tres posibilidades, como félidos que podrían haber sobrevivido a las
extinciones del Cuaternario, de las cuales, la que mejor parece adaptarse a las
descripciones es la de la pantera leo spelaea, una criatura formidable de 3,5 metros de longitud,
una auténtica máquina de matar lo suficientemente inteligente como para evitar
las trampas naturales. Al parecer, vivió en Sudáfrica, la India e Inglaterra. Aunque
también, por localización, podría haberse tratado del Homotherium (Etiopía), de
1,2 metros
de longitud y aspecto similar al de una hiena aunque con colmillos de cimitarra.
Teoría del
“circo”
Retomando
en cierto modo un aspecto indicado en el punto anterior, podríamos pensar en alguna
expedición de caza que volvía de África o Asia con este espécimen, con la
intención de regalarlo a Luis XV, y que al cruzar la Auvernia tuvo un
desafortunado tropiezo por el cual la bestia se escapó. Evidentemente,
sabedores de la fiereza del animal, los que lo llevaban prefirieron callar y hacer
mutis por el foro, para evitar sufrir consecuencias posteriores.
Conclusión
Como puede
comprobarse, tal parece que alguien, ya sea a propósito o por accidente, dejó suelto
por la Auvernia
a un monstruo pavoroso, desconocido para todo el mundo, que puso en jaque a los
mejores loberos de Luis XV, y que un humilde cazador de la región, considerado
y rechazado como brujo por sus conciudadanos, hubo de eliminar con métodos no
demasiado “ortodoxos” para el espíritu científico: una bala bendecida fundida a
partir de una medalla de la
Virgen.
Al mismo
tiempo, mientras se producían las “hazañas” de la bestia, alguien se dedicaba a
satisfacer sus bajas pasiones, dejando luego los cadáveres de sus víctimas para
que los devoraran los lobos y pareciera obra de la criatura maldita. Quizás sea
en esta truculenta parte de la historia donde habría que buscar las teorías
conspiranoicas, un poco al estilo de la leyenda de Jack el Destripador y sus
supuestas vinculaciones con la
Corona inglesa…
Aun así,
bajo toda esta historia subsiste un extraño interrogante: si, como ya hemos
dicho, se practicó una necropsia en Puy-de-Dôme, lo lógico es que hubiese
habido una descripción exacta y fidedigna del animal en el documento que se
redactó para este punto, declarando la filiación de la criatura: si se trataba
de un cánido, un félido, un úrsido o, simplemente, una especie con unos rasgos totalmente
distintos a los habituales; sin embargo, en ninguna de las fuentes de
información que he manejado se hace alusión a tal hecho. ¿A qué se debe esta
inexplicable dejadez? ¿A unos investigadores que han omitido tal información
por desestimarla para crear un mito? ¿O a que tal descripción no se redactó
jamás, y si se redactó, se hizo desaparecer por motivos desconocidos?
Para ser
sincero, aunque ésta parece la versión más lógica, sin llegar al extremo como
han querido ver algunos, de una compleja y elaborada conspiración contra vaya
usted a saber quién (de hecho, la teoría del Mngwa se ve lo suficientemente
consistente para sospechar que alguien soltó una de esas fieras en Francia), me
complace creer que, en algunas ocasiones, la explicación más sencilla no es la
correcta, y que, tal vez, sólo tal vez, se tratase de una bestia de otro plano…
LA PELÍCULA
“El Pacto
de los Lobos”, como ya hemos dicho, está basada en la historia de la bestia de Gévaudan.
Sí, pero sólo en una medida escasa: se utilizan estos hechos como base
argumental, para crear un marco de conspiraciones contra la Corona francesa, fomentada
inicialmente desde Roma pero no con la intención de derrocar a Luis XV.
Al margen
de la exposición de esta hipótesis, los personajes tampoco encajan de ninguna manera
con los actores de los hechos narrados al principio de este artículo: el héroe,
el destructor de la bestia, es el caballero Grégoire de Fronsac (Jean Chastel),
acompañado por Mani, un indio Mohawk (!) que parece saber de artes marciales
casi tanto como Kung-Fu; entre medias, el conde de Morangias (?), cuya hija se
enamora, por supuesto y cómo no, del protagonista de la película. Tan sólo un
par de los intervinientes en los luctuosos sucesos del Gévaudan han sido
respetados: aunque no haya salido muy bien parado, Antoine de Beauterne, el
escudero personal del Rey, que caza un lobo y obliga al protagonista,
naturalista real, a hacerlo pasar por la bestia; y el capitan Duhamel, que
aparece como un buen hombre, leal al monarca aunque un poco “lerdo”.
El relevo
de los personajes históricos lo toman los de ficción con el único objeto de
mantener la conjura viva: Antoine Chastel pasa de ser un ermitaño hosco y
excéntrico a ser el hermano de la protagonista, un noble, también brutal y
medio loco (está enamorado en secreto de su hermana), llamado Jean François, y
que es el que controla a una extraña criatura que se trajo de África en uno de sus
viajes.
En cuanto
a la bestia, la teoría parece coincidir con la hipótesis que expongo como más probable:
un animal traído del continente negro, desconocido completamente, y blindado y
disfrazado para que pareciese una bestia del infierno, con lo que me recuerda a
una maravillosa novela de Sir Arthur Conan Doyle: “El Sabueso de los
Baskerville”, en el que parece beber con fruición el film. El aspecto es
increíble, recubierta de metal, blindada hasta la médula; su tamaño es
formidable, y su fuerza… Sus movimientos y la violencia de su ataque recuerdan
notablemente a un felino, aunque hay secuencias en que su aspecto, con
semejante recubrimiento, parece mostrar más bien una especie de dinosaurio.
A lo largo
de toda la historia, las escenas parecen indicar la existencia de la magia,
aunque en ningún momento se muestra conjuro o hechizo alguno, sugiriendo tan
sólo que dicha magia podría haber estado ahí, aunque a la postre no sirva de
nada: el brazo extrañamente deformado de Jean François, la decoración macabra y
ritual del cubil de los conjurados…
Paralelamente,
y mostrándose de forma más clara, se refleja la comunión mística de Mani, el indio
Mohawk, con la naturaleza: en su tribu era un chamán, y, por tanto, capaz de
comunicarse con los animales y las plantas, con lo que se hace “necesario” para
acosar a la bestia de forma fiable; se crea un ambiente de misticismo,
fomentado por la propia actitud de Mark Dacascos.
En cuanto
al propio hilo argumental, hablaremos por encima de él: Roma, al ver los “excesos”
y la “perversión” existentes en la
Francia del siglo XVIII, decide tomar cartas en el asunto y meter
el temor de Dios en el alma de los pecadores, por lo que pacta con un grupo de
nobles de la región del Gévaudan para que éstos, con la “mascota” de uno de ellos,
siembren el terror y hagan que la gente crea que las matanzas son obra de
Satanas y un castigo del Señor por sus “pecados”. Esta sociedad autodenominada
“Lobos de Dios”, con la ayuda de un grupo de cazadores de lobos sin escrúpulos,
irá cambiando poco a poco su actividad, bajo el liderazgo del obispo de la
región, para, al final, decidir traer más bestias (la primera, como cachorro,
la había capturado en África Jean François, hijo del conde de Morangias y en
secreto enamorado incestuosamente de su hermana) y extender el terror por todas
las regiones francesas, con el objetivo de que el pueblo se levante contra Luis
XV y lo derroque, proclamando ¡una teocracia! Hasta aquí llegará Grégoire de
Fronzac acompañado de Mani, enviado por el Rey para determinar la naturaleza de
la bestia y combatirla en la medida de lo posible.
Entre
medias de toda esta historia, que a ratos resulta quizás excesivamente
rocambolesca, aparecen elementos de espionaje y amor, aliviando un poco la
tensión, y formándose dos “parejas”: Fronzac con la hija de Morangias, y Mani
con una campesina que resulta ser…
Gracias a
estas maniobras, París (o tal vez Roma, pues la misteriosa dama no lo deja
claro del todo) decide dar al traste con los manejos de los Lobos de Dios, y
ayuda a Fronzac a acabar con la historia.
La
película posee un buen ritmo, rodada al estilo de “Crying Freeman”, con
ralentizaciones de la imagen en momentos supuestamente críticos o importantes;
la fotografía es excelente, y crea un ambiente nocturno tétrico y hasta cierto
punto pavoroso; los efectos visuales, sin excederse en la casquería barata del
cine gore, resultan perfectamente dosificados, haciendo que las imágenes de destrucción
de la bestia resulten creíbles sin llegar a la náusea.
Sin
embargo, adolece de algunos defectos un tanto básicos: para empezar, la actitud
del indio mohawk, Mani, que cuando combate con sus enemigos muestra un
apreciable estilo de artes marciales que no encaja para nada ni en el personaje
ni en la época y lugar de la historia; de otra parte, la aparición de unas
armas extrañas resulta un tanto anacrónica. ¿Cómo explicar, si no, una espada
de hueso fragmentada en cuatro o cinco segmentos enlazados por una especie de
goma de tal manera que, cuando su portador así lo desea, la utiliza como un terrorífico
látigo; o las curiosas armas de los cazadores renegados, una especie de garfios
dobles metálicos a modo de larguísimas garras? Al mismo tiempo, el propio
argumento de la película, una variación completamente libre que sólo tiene en
común con los hechos reales las matanzas de la bestia, juega en su contra
cuando la ve alguien que conoce la leyenda.
En
resumen, podemos decir que estamos ante una película que, aunque dista bastante
de ser buena, resulta interesante y cómoda de ver, sobre todo si obviamos su
supuesto parecido con los sucesos del siglo XVIII en la región francesa de
Gévaudan. Puede proporcionar un buen rato de entretenimiento si la vemos como
una forma de evasión, en lugar de analizarla a la luz de la leyenda.
Fuentes de
información:
Enciclopedia
“Lo Inexplicado”, volumen VII, páginas 1614-1616, 1634-1636, 1557-1561,
1602-1605, 1622-1625.
Revista “Más
Allá”, nº 132, febrero de 2000.
Fanzine “Weird
Tales de Lhork” nº 17, páginas 41-44.
Internet:
www.literanauta.uchile.cl/archivo/endecha.htm
www.operamundi.com.mx/2001/jul/017/lobo7.htm
Genial articulo amigo, bastante interesantes los datos
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario, Mago... Es un tema que he seguido durante mucho tiempo, y que me ha intrigado porque algunos de los detalles parecen dar señales claras para su conclusión, que luego se difuminan en la nada...
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