sábado, 25 de octubre de 2014

JACK EL DESTRIPADOR



ATENTAMENTE, JACK EL DESTRIPADOR

José Francisco Sastre García

            Aunque oficialmente sólo se le asignan cinco crímenes, existen algunas sospechas, más o menos fundadas, de que pudiera haber llegado hasta el respetable número de 17. Se ha convertido por derecho propio, o tal vez por obra y arte de los medios de comunicación, en el paradigma del misterio y el horror por sus macabras hazañas, en un oscuro fantasma acechante, aprovechado para todo tipo de explotación, incluida la turística más bizarra…
            Nos referimos, como no, al más mítico de los asesinos en serie, al más legendario de los psicópatas sanguinarios que ha dado la historia; evidentemente, no podíamos estar hablando de otro que de Jack el Destripador, el misterioso personaje que tuvo aterrorizada Londres durante un cruento otoño y que consiguió eludir la larga mano de la justicia, quién sabe si por su propia inteligencia y méritos, o por presiones para evitar que trascendiera a la opinión pública su verdadero rostro.
            Muchos ríos de tinta y de celuloide se han creado en torno a este siniestro sujeto, del que nada se sabe excepto lo que quiso dejar tras de sí: unos cadáveres destrozados y unas cartas que, al parecer, firmaba de la forma que aparece como título de este artículo, como si se tratara de un viejo colega de Scotland Yard que pretendiera plantearles un sutil pero horrendo juego que ni los más sagaces fueron capaces de resolver, y que aún hoy en día se mantiene en la más absoluta de las tinieblas, al inmortal acecho de las incautas mujeres que caigan en sus brutales manos. ¿Quién pudo haber sido? Veamos lo que tenemos sobre él o ella, pues de todo hay en este asunto, y que el lector decida por sí mismo qué es lo que prefiere creer…

El personaje

            Nuestra visita al escenario de este sórdido expediente comienza en 1888 en Londres, en las zonas más empobrecidas de la City, a la sazón el East End y, especialmente, el barrio de Whitechapel.
            Aunque Jack el Destripador (Jack the Ripper) fue el apelativo que permaneció por siempre en nuestro imaginario, merced como hemos dicho a unas cartas que enviaba a Scotland Yard con la descripción de sus hazañas y firmadas de esta manera, en su momento tuvo otros como “El Asesino de Whitechapel”, “Mandil de Cuero” o “Genio Independiente”, apodo que acuñó George Bernard Shaw en una carta que escribió al respecto.
            Y aquí empiezan a flotar ya las nubes de la discordia y las dudas sobre el asunto, en las cartas que Jack mandaba a sus perseguidores: algunos investigadores han llegado a plantearse la cuestión de si en realidad no se trató de alguna broma de mal gusto, pergeñada por un periodista ávido de morbo, con la “sana” intención de conseguir una mayor tirada de su periódico. Qué duda cabe que con estos crímenes, la venta de la prensa aumentó sobremanera…
            Tras una máscara de impenetrables tinieblas se ocultaba una mente fría, inteligente, implacable y eficaz, alguien astuto y burlón que marcaba sus sanguinarias hazañas de una manera característica: sus víctimas fueron prostitutas a las que en principio estrangulaba, después degollaba y por fin, para rematar su macabra tarea, mutilaba la zona abdominal; esta forma de actuar, en especial la extracción de órganos internos, llevó a la teoría de que el asesino poseía conocimientos quirúrgicos o, por lo menos, anatómicos.
            Para entender la alarma que se creó es necesario ponernos, aunque sólo sea por encima, en situación: a mediados del siglo XIX Inglaterra era poco menos que la meca del trabajo y el progreso en Europa, recibiendo una enorme afluencia de irlandeses que acabaron por sobrepoblar las principales ciudades del reino; en Londres, el East End fue el lugar elegido por estos inmigrantes.
            Más adelante, en las postrimerías de siglo, llegarían aún más refugiados: judíos del Este de Europa, que aumentaron si cabe las malas condiciones de esta zona, especialmente en Whitechapel, debido al hacinamiento en que se veían obligados a vivir, lo que generaba una enorme decadencia en las condiciones de trabajo y vivienda, conformándose así una especie de gueto con una nueva clase de personas, definidas en documentos de la época como “lánguida y perezosa, sin trabajo, sin formación laboral y sin futuro”.
            La pobreza endémica que se generaba condujo inevitablemente a una vida basada poco menos que en la supervivencia: las “profesiones” habituales eran el robo, la violencia, el alcoholismo, la prostitución… Hacia octubre de 1888, las estimaciones que las fuerzas del orden londinenses daban para Whitechapel venían a concluir que habría alrededor de 62 burdeles y unas 1200 prostitutas…
            Esta situación no podía llevar más que a continuas tensiones sociales y a manifestaciones a lo largo de 1886 y 1889, un descontento que se tradujo en el conocido Domingo Sangriento, el 13 de noviembre de 1887; en este clima de tensión es donde apareció la figura de Jack, que recibió una cobertura mediática completamente desorbitada para aquella época: con la afirmación, sentida por la mayoría de la sociedad como cierta, de Charles Arbuthnott, de que Whitechapel era una madriguera de perversidad, depravación e inmoralidad, se ponía en el disparadero la idea de “arrasar” la zona; este periodista llegó a establecer incluso una descripción del asesino, pero los documentos en los que supuestamente estaría expuesta dicha descripción se declararon desaparecidos pasado un año de los teribles sucesos…
            En este contexto es donde se ubican los crímenes de Jack, al que, como ya hemos dicho, oficialmente se le atribuyen sólo cinco crímenes, aunque se especula con que pudiera haber sido autor de algunos más.
            Entre el 3 de abril de 1888 y el 13 de febrero de 1891 se produjeron once homicidios en el East End; la investigación de Scotland Yard, tras las pruebas obtenidas, los agrupó bajo el concepto de “asesinatos de Whitechapel”; el problema estriba en delimitar si realmente se trataba de asesinatos cometidos por la misma persona o personas, ya que el modus operandi no parece siempre el mismo, aunque todos habían sido cometidos a muy pocas calles de distancia unos de otros. Los que sí se puede decir que coincidían claramente son los cinco “canónicos” que se atribuyen directamente a Jack.
            En este expediente policial, las dos primeras víctimas, Emma Elizabeth Smith y Martha Tabram, no coincidían con las señales de brutalidad asociadas con el Destripador, por lo que no se incluyeron entre los “canónicos”: la primera sufrió un asalto sexual, durante el que se la insertó en la vagina un objeto obtuso que le perforó el peritoneo, a causa de lo cual se desarrolló una peritonitis que la llevó a la tumba desde el London Hospital en que había sido ingresada. Sus declaraciones indicaban que había sido atacada por dos o tres hombres, uno de los cuales al parecer era un adolescente; la prensa cayó sobre este crimen como un buitre, en busca del sensacionalismo y del aumento de tirada, relacionándolo con los que vendrían a continuación; sin embargo, desde Scotland Yard se pensó que era más bien una cuestión de violencia de pandillas que de actos relacionados con el Destripador de Londres.
            Sí que establecieron inicialmente una relación entre la muerte de Smith y Tabram, que fue asesinada el 7 de agosto de 1888, tras sufrir 39 puñaladas; la proximidad de las ubicaciones, la brutalidad homicida, la falta de un motivo lógico, así les hicieron pensar, pero no encajaba en la forma en que Jack trataba a sus víctimas: no había evisceración, ni mutilación de ningún tipo, sino meramemente apuñalamientos.
            Uno de los primeros rumores que surgió a raíz de estos crímenes fue que su autor era un aclamado actor estadounidense, Richard Mansfield, que a la sazón se encontraba en Londres protagonizando la obra El Extraño Caso del Doctor Jekyll y Míster Hyde (basada en la novela homónima de Robert Louis Stevenson). Posteriormente, se convirtió en sospechoso un limpiabotas, John Pizer, un judío polaco que poseía un historial delictivo que jugaba seriamente en su contra, ya que había sido acusado de atacar a una prostituta de forma indecente, pero al final hubieron de dejarlo en libertad por no poder probar su culpabilidad. Uno tras otro, los sospechosos a los que la policía detenía e interrogaba iban demostrando ser inocentes de los cargos que se les imputaban, hasta llegar a un punto en que las fuerzas de seguridad londinenses serían ridiculizadas por su incapacidad para acabar con la ola de crímenes.
            Entramos en la etapa en que se supone que trabajó Jack, con las cinco víctimas que se le atribuyen oficialmente:
  1. La primera en sufrir sus “cariñosas” atenciones fue Mary Ann Nichols, cuyo cuerpo fue descubierto el 31 de agosto de 1888. Había recibido dos cortes profundos en la garganta, que se la habían seccionado, y otro en el abdomen lo había desgarrado. Algunas fuentes hablan de que estaba completamente abierto, con las vísceras desparramadas.
  2. A ésta le sucedió Annie Chapman, encontrada el 8 de septiembre del mismo año, con las mismas heridas en garganta y abdomen que Nichols, aunque en este caso éste estaba totalmente abierto; posteriormente se comprobaría que le habían extraído el útero. Durante el proceso judicial que siguió al asesinato, un testigo declaró que había visto a la víctima en compañía de un hombre de cabello oscuro con aspecto distinguido pero desarrapado, alrededor de media hora antes del descubrimiento del cadáver. Un detalle que resaltan algunas fuentes, y que contrasta con el modus operandi de Jack, es que este crimen se cometió a la luz del día, en un estrecho pasadizo que utilizaban los obreros y mientras los vecinos de los inmuebles colindantes andaban por las calles; no resulta algo demasiado lógico, lo que hace sospechar que en realidad esta información no sea fiable, y que el crimen se cometiera por la noche y la víctima no fuera localizada hasta mucho más tarde… Los comentarios acerca de la policía llegaron al punto de que el New York Times escribiría: “El desalmado de Whitechapel ha asesinado esta mañana a su segunda víctima y sigue sin ser detectado, visto o conocido. Hay pánico en Whitechapel. El cuerpo de detectives de la policía londinense es, probablemente, el más estúpido del mundo”.
De entre todas las cartas que se recibieron sobre Jack el Destripador, destacan tres, la primera de las cuales es catalogada por su comienzo como la carta “Querido jefe”: datada el 25 de septiembre y sellada el 27, llegó a la Agencia Central de Noticias, desde donde la remitieron a Scotland Yard el 29. Si bien fue considerada una de tantas bromas como estaban recibiendo por aquellos momentos, la aparición del cadáver de Eddowes hizo que se replantearan las ideas acerca de la misiva, en la que se aseguraba que le cortaría la oreja a su siguiente víctima y la enviaría por correo. Y efectivamente, el cadáver de Eddowes, del que se hablará en el siguiente punto, ostentaba entre otras una oreja cortada parcialmente. Sin embargo, la amenaza del autor de enviar la oreja por correo nunca se llevó a cabo. Ésta fue la primera carta en la que apareció la firma de Jack.
En este aspecto se habla de otra carta, fechada el 17 de septiembre, en la que se viene a expresar lo mismo, lo que ha hecho sospechar a algunos investigadores que en realidad nos encontremos ante una falsificación del siglo XX, una imitación del estilo del asesino. El contenido es el siguiente:
“Querido Jefe, desde hace días no dejo de oír que la policía me ha atrapado, pero en realidad todavía no me ha pillado. En mi próximo trabajo le cortaré la oreja a la dama y se la enviaré a la policía para divertirme. No soporto a cierto tipo de mujeres y no dejaré de destriparlas hasta que haya terminado con ellas. El último es un magnífico trabajo, a la dama en cuestión no le dio tiempo de gritar. Mi cuchillo está tan bien afilado que quiero ponerme manos a la obra ahora mismo. Me gusta mi trabajo y estoy ansioso de empezar de nuevo, pronto tendrá noticias mías y de mi gracioso jueguecito [...]
Atentamente, Jack el Destripador”.
  1. Es posible que a partir de este momento Jack se mostrara aún más seguro y burlón, pues sus tareas se intensificaron: el 30 de septiembre, con aproximadamente 45 minutos de diferencia, se encontraban, respectivamente, los cuerpos de Elizabeth Stride y Catherine Eddowes.
    • Con respecto a Stride, existen dudas de si realmente hay que atribuírsela al Destripador, pues tan sólo tenía el corte en la garganta que había seccionado la arteria principal, sin evisceración abdominal. Se especula con la posibilidad de que fuera interrumpido durante su “hazaña” y que la dejara a medias. Hubo testigos que creyeron haber visto a la prostituta con un hombre, pero las descripciones no coinciden: unos hablaron de que era blanco, otros que de tez morena; unos que vestía con ropa vieja o andrajosa, otros que iba bien vestido…
    • Como ya hemos dicho, sólo transcurrieron tres cuartos de hora hasta que se localizó a Catherine Eddowes; y ésta sí, ésta mostraba las características atribuidas al Destripador: garganta seccionada, abdomen abierto… y el útero y el riñón izquierdo extraídos. Uno de los testigos presentados, Joseph Lawende, declaró haber pasado por el mismo lugar acompañado por un par de amigos poco antes del crimen, y haber visto a una prostituta en compañía de un hombre rubio de apariencia andrajosa, aunque no pudo precisar si se trataba de Eddowes. Sin embargo, los amigos no pudieron confirmar la descripción del desconocido.
Uno de los detalles de este caso que bien pudiera tener relación con Jack, o tal vez no se tratara más que de una desafortunada coincidencia, fue que en la pared donde se encontró el delantal de la prostituta se encontró un grafitti en el que se leía “los judíos no tienen la culpa de nada”. Puesto que el asesinato se había producido en la zona en la que vivía esta etnia, y temiendo que se relacionaran los crímenes con la comunidad hebrea, lo que podría ocasionar un brote de violencia antisemita, el comisionado Charles Warren ordenó que se borrara antes del amanecer.
Apenas unos días después, la Agencia Central de Noticias recibiría la segunda de las cartas que se consideran genuinas de Jack, una postal apodada como “Saucy Jack”: fue sellada el 1 de octubre, y entregada ese mismo día. Al estudiar su caligrafía y estilo se comprobó que eran muy similares a la “Querido Jefe”, y en ella se hacían alusiones al doble asesinato. La fecha en la que fue enviada, antes de que se dieran a conocer los crímenes, obliga a pensar que el autor había de ser por fuerza el asesino, y el hecho de que fuera sellada 24 horas después refuerza la idea de que realmente Jack estaba detrás de la misiva, en la que se expresa en los siguientes términos:
No bromeaba querido jefe cuando le di el chivatazo. Mañana tendrá noticias del ‘Bueno de Jack’. Esta vez, la cosa es doble; la primera chilló un poco y no pude rematarla, no me dio tiempo a quitarle la oreja para la policía, gracias por retener mi última carta hasta que volví al trabajo.
Jack el Destripador”.
Aún habría reservada una sorpresa más en el repertorio de la obra del Destripador: una nueva carta, recibida esta vez por George Lusk, el líder del Comité de Vigilancia, el 16 de octubre, bautizada por su cabecera como “Desde el Infierno”. La caligrafía ya no era la misma, ni tampoco el estilo, y llegaba acompañada por una pequeña caja en la que el miembro del grupo ciudadano encontró la mitad de un riñón preservado en “espíritus de vino” (Comúnmente conocido como etanol). Los comentarios que hace en el texto son verdaderamente macabros, e incluso hay quien piensa que se trató de una broma muy tétrica, pero el hecho es que a Eddowes se le extrajo el riñón izquierdo.
El macabro despojo fue analizado por el doctor Thomas Openshaw, del Hospital de Londres, quien dictaminó que se trataba de un órgano humano y que correspondía al lado izquierdo del cuerpo, pero no fue capaz de contrastar ni la edad ni el sexo de su portador. Posteriormente, Openshaw recibiría una misiva firmada por Jack el Destripador, de la que no hay certeza alguna de que perteneciera realmente al asesino. En cuanto a “Desde el Infierno”, veamos su contenido:
Desde el infierno. Señor Lusk. Señor le adjunto la mitad de un riñón que tomé de una mujer y que he conservado para usted, la otra parte la freí y me la comí, estaba muy rica. Puedo enviarle el cuchillo ensangrentado con que se extrajo, si se espera usted un poco. Firmado, Atrápeme si puede Señor Lusk.
Jack el Destripador”.
  1. La última de las víctimas canónicas de Jack fue Mary Jane Kelly, el 9 de noviembre de 1888: en esta ocasión, el criminal fue aún más lejos y, en lugar de asesinarla en la calle, se introdujo en la habitación en la que dormía, bien por la fuerza bien invitado por ella, donde la tumbó en la cama para comenzar su sangrienta tarea: un corte desde la garganta hasta la columna vertebral, y en el abdomen abierto no quedaba ningún órgano, todos estaban esparcidos… excepto el corazón, que no apareció por ninguna parte; al mismo tiempo, su rostro fue desfigurado de forma extrema. Curiosamente, el dato de que estaba embarazada no aparece en casi ninguna de las fuentes consultadas, lo que hace sospechar que, en realidad, pueda no ser otra cosa que una información extraída, o más bien malinterpretada, de la hipótesis Knight, acerca de la implicación de la más alta nobleza en el macabro caso.

Al respecto de las cartas que habían llegado, supuestamente escritas por Jack, diremos que Scotland Yard publicó facsímiles de las dos primeras con la intención de comprobar si alguien era capaz de reconocer la caligrafía del autor, pero fue en vano.
El asunto de las cartas se mantenía en un limbo de duda razonable, hasta el punto que Charles Warren, en una misiva dirigida al Jefe de la Secretaría de Estado del Ministerio del Interior, Godfrey Lushington, le explicaba: “Creo que todo esto es un engaño pero por supuesto estamos obligados a poner a prueba y encontrar al responsable en cualquier caso”.
Y cuando ya parecía que no podían enturbiarse más la cosas, George R. Sims, en el periódico Referee, publicó el 7 de octubre de 1888 que la carta “Querido Jefe” había sido escrita “con el fin de acrecentar al máximo la popularidad de un periódico de baja circulación”. Se echaba más leña al fuego, máxime cuando posteriormente los cuerpos de seguridad anunciaban haber conseguido identificar al autor de la dichosa carta, un periodista de nombre Tom Bullen, detalle que se notificó a George R. Sims el 23 de septiembre de 1913. Más tarde, en 1931, un periodista llamado Fred Best confesaría que había escrito las cartas para “mantener vivo el negocio”.
Las dudas acerca de estas autorías se mantuvieron durante mucho tiempo: finalmente, Kelvin McKenzie, un editor de periódicos retirado, se puso en contacto en 2009 con la grafóloga Elaine Quigley; tras aportarle una copia de la carta “Querido Jefe”, la mujer dictaminó, una vez la hubo cotejado con una copia transparente de una muestra de la escritura de Best, que éste era casi con total seguridad el autor de la misma. Aún apuntó más lejos; según su criterio, la forma en que había sido redactada parecía indicar que había sido dictada por un tercero, con lo que McKenzie especuló con que el editor de Best, T. P. O’Connor, pudiera haber sido su cómplice con la intención de aumentar la tirada del periódico The Star

Volviendo a los cinco homicidios “canónicos”, se puede percibir en ellos una serie de patrones que podrían dar indicaciones acerca de la personalidad de Jack:
  • Todos tuvieron lugar por la noche, en fin de semana y hacia el final de un mes o la primera semana del siguiente.
  • Parece advertirse una evolución en la saña de las heridas que las prostitutas habían recibido, excepto en el caso de Elizabeth Stride, que sólo incluye un corte en el cuello; la hipótesis más extendida al respecto es la que ya se ha apuntado, que cuando iba a iniciar su tarea se vio interrumpido por alguien, lo que mantuvo su “ansiedad” intacta y lo impulsó a buscar otra víctima con la que ensañarse. Tal parece que a medida que iba cometiendo los asesinatos iba perfeccionando su “técnica”… Además, una vez producida la evisceración, colocaba cuidadosamente los órganos de manera muy concreta, como en alguna especie de extraño ritual, con los intestinos sobre el hombro de la víctima.

A pesar de que los documentos de la época vinculaban entre sí estos cinco espantosos crímenes, y que este sentir general ha quedado para la posteridad, hay quien puso en duda esta relación: para salir al paso de tanta incertidumbre, en 1894, el asistente del jefe de la Policía Metropolitana y Director del CID (Departamento de Investigación Criminal), Sir Melville Macnaghten, escribió un informe en el que declaraba que el asesino de Whitechapel tuvo cinco víctimas y ninguna más. Pero claro, este buen hombre se unió a la policía un año después de los acontecimientos y en su informe se detectan graves errores de hecho con respecto a los sospechosos… También se adscribió a esta teoría el médico de la policía, Thomas Bond, a través de una carta enviada a Robert Anderson, jefe del CID de Londres.
Entre quienes se postularon contra la idea de los “cinco canónicos” se encontraron los escritores Stewart P. Evans y Donald Rumbelow, que consideraban que los casos de Stride y Kelly no tenían relación con los otros tres, y mucho menos el de Tabram, que algunos se empecinaban en incluir entre las hazañas de Jack.
Percy Clark, doctor asistente de George Bagster Phillips, el médico forense encargado de los casos, se incluyó en la teoría de los escritores, abriendo la hipótesis de los imitadores: salvo tres, el resto fueron cometidos por “uno o más individuos de mente débil... inducidos a emular el crimen”.
Posteriormente se sucederían más asesinatos, que al principio la prensa y, por ende, la sociedad, se empeñaron en atribuírselos al Destripador, pero poco a poco fueron descartados por no encajar en el modus operandi del brutal psicópata. Como ya se ha dicho al principio, el expediente policial incluye inicialmente 11 crímenes, de los cuales hasta el momento hemos citado siete: los dos iniciales, y los cinco canónicos, lo que nos deja los cuatro siguientes, a saber:

  1. Rose Mylett apareció el 20 de diciembre de 1888, con signos de estrangulamiento pero sin señales de lucha; debido a ello, la policía se planteó que la mujer se hubiera asfixiado accidentalmente durante una borrachera, o que simplemente se había suicidado (¿?); tras la investigación, el jurado emitió un veredicto de homicidio.
  2. El 17 de julio de 1889 fue hallado el cadáver de Alice McKenzie: le habían seccionado la arteria carótida izquierda, y presentaba contusiones menores y cortadas. Thomas Bond pretendió asociarla a los crímenes de Jack, pero George Bagster Phillips denegó dicha relación; posteriormente se ha especulado mucho acerca de si se trataba de una imitación para despistar a las autoridades o de un auténtico caso del Destripador.
  3. El torso de la calle Pinchin. No, no es ninguna broma, es el término con el que se conoció el crimen, porque lo que se encontró fue eso: un torso sin cabeza ni piernas, encontrado bajo un arco ferroviario el 10 de septiembre de 1889. Sólo disponía de los brazos.
  4. Frances Coles fue asesinada el 13 de febrero de 1891 (dos años después del anterior y tres desde los crímenes canónicos). Le habían seccionado la garganta, pero su abdomen permanecía intacto. El principal sospechoso del homicidio fue James Thomas Sadler, a quien se había visto con la víctima poco antes del suceso; arrestado y juzgado, fue finalmente absuelto por la corte el 3 de marzo al no encontrar evidencias que lo condenaran de forma fehaciente.

A pesar de todo, la tensión en aquellos momentos era enorme, la situación extrema, y la prensa dispuesta a sacar tajada de todo ello; la sociedad estaba no sólo horrorizada, sino absolutamente atemorizada, en especial las prostitutas, el colectivo en el que se cebaba la crueldad de los criminales. Con la sombra de Jack planeando sobre la City, sobre Whitechapel, se siguieron proponiendo crímenes que se intentaban asociar al nombre del misterioso y elusivo asesino:

  • Fairy Fay. Así se denominó a una supuesta víctima hallada el 26 de diciembre de 1887, después de que le enterraran una estaca en el abdomen. Sin embargo, los registros policiales no contienen ninguna reseña, ningún informe o expediente en el que se hable de ningún crimen cometido durante la temporada navideña de 1887. La especulación más probable es la que dice que la víctima no existió jamás, y que fue creada por la prensa debido a la confusión de detalles que existían alrededor de los asesinatos de Emma Elzabeth Smith y un ataque sin muerte ocurrido en la navidad de 1886.
  • El 25 de febrero de 1888, Annie Millwood ingresó en la enfermería del workhouse de Whitechapel con puñaladas en las piernas y la parte baja del abdomen; fue dada de alta, pero el 31 de marzo murió al parecer de causas naturales. Aunque se la consideró como la primera víctima del Destripador, no pudo establecerse una relación clara.
  • Ada Wilson sobrevivió también a un ataque, el 28 de marzo de 1888, tras haber sido apuñalada dos veces en el cuello.
  • Annie Farmer también declaró haber sido atacada el 21 de noviembre de 1888; el hecho de residir en la misma hostería donde vivía Martha Tabram, y que el corte de la garganta fuera muy superficial, hicieron pensar a los investigadores que podría haberse tratado de una herida autoinfligida.
  • El Misterio de Whitehall. Con este nombre se conoció a un asesinato el 2 de octubre de 1888; el cadáver fue hallado en el sotano de la nueva sede de la Policía Metropolitana, en la calle Whitehall. De nuevo, como en la calle Pinchin, lo que encontraban era un torso sin miembros ni cabeza, aunque en este caso algo sí apareció: previamente se había localizado un brazo flotando en el Támesis, cerca de Pimlico, mientras que una de las piernas había sido enterrada cerca del cuerpo; del resto, nunca más se supo. Esto hizo pensar a los investigadores que en realidad no se enfrentaban a un único asesino en serie, sino a otro distinto al que denominaron “Homicida del Torso”. Hay quien aún hoy discute la autoría del Destripador en estos casos, pero lo que sí queda claro es que el modus operandi no es el mismo.
  • A este mismo criminal se le asignó también la muerte de Elizabeth Jackson, una prostituta cuyas extremidades fueron recogidas del Támesis entre el 2 y el 25 de junio de 1889.
  • Un caso que bien pudiera haber caído dentro del canon de Jack fue el de John Gill, un niño de siete años que fue encontrado en Manningham, Bradford, el 29 de diciembre de 1888: tenía heridas en las piernas, y su abdomen había sido abierto para sacar los intestinos del cuerpo. El corazón y una de las orejas desaparecieron. Había numerosas similitudes con los crímenes del Destripador, pero dos puntos en contra: no se trataba de una prostituta, ni había sucedido en Whitechapel, sino en una población situada a casi 300 km. de la City. Se acusó al lechero William Barrett, que tenía al niño empleado en su negocio, y se le detuvo dos veces, pero no consiguieron imputarle el crimen y hubieron de dejarle en libertad.
  • El 24 de abril de 1891, en Manhattan, fue encontrado el cadáver de Carrie Brown, a quien apodaban Shakespeare por su costumbre de citar muy a menudo sonetos del gran dramaturgo inglés; estrangulada con prendas de vestir y mutilada con un cuchillo, tenía un largo tenedor incrustado en la ingle y heridas superficiales en piernas y espalda; ningún órgano había sido extraído de su cuerpo y, sin embargo, sobre la cama apareció un ovario, lo que hizo que la policía se preguntase si se trataba de un hecho accidental o de algo premeditado. Los estadounidenses lo compararon con las hazañas de Jack, pero desde el Reino Unido se descartó la conexión entre ambos sucesos.

Las investigaciones criminales en la época victoriana seguían un patrón similar al que se ejerce hoy en día: la policía revisó Whitechapel casa por casa, recogiendo material de todo tipo y encuestando a todo el mundo en busca de pistas que los llevaran a la solución de los asesinatos; por entonces entrevistaron a unas 2.000 personas, investigaron a más de 300 y llegaron a detener hasta 80.
Inicialmente el encargado de la investigación fue Edmund Reid, detective del CID de Whitechapel, pero tras la muerte de Nichols se abrió oficialmente la veda del Destripador y se envió, desde Scotland Yard, a los agentes Frederick George Abberline, Henry Moore y Walter Andrews. Había que resolverlo como fuera…
Una de las líneas de investigación que se siguió fue la aplicación práctica de una teoría que llevaba ya algún tiempo corriendo en boca del ámbito científico: las retinas de un muerto reflejaban la última visión que había tenido éste, teoría que encontramos reflejada en obras como Los Ojos de la Luna, de Jean Ray, de la serie dedicada al genial detective Harry Dickson. Esta hipótesis impulsó a las autoridades a fotografiar los ojos abiertos de Mary Jane Kelly, en la creencia de que por fin iban a encontrar al asesino; sin embargo, aquella prueba sirvió para todo lo contrario de lo que se esperaba, porque en la mirada vacía de la muerta no había nada que pudieran aprovechar para esclarecer el crimen...
Todo el mundo andaba detrás de la siniestra sombra asesina: incluso los espiritistas, médiums y figuras similares se apuntaron a la batida, destacando entre todos ellos la figura de Robert James Lees, quien, aparentemente, fue capaz de conectar con el Destripador. Pero no adelantemos conclusiones…
Según sus biógrafos, la sensibilidad de este psíquico estaba en su máximo apogeo, con 40 años de edad, cuando se enfrentó a Jack: él mismo narra que poco después del tercer crimen, mientras trabajaba en su estudio, tuvo la sensación de que el asesino estaba a punto de golpear de nuevo. Vio un lugar del East End, un callejón estrecho en las cercanías de una taberna, y el nombre del callejón con toda claridad; incluso pudo fijarse en el detalle de la hora que marcaba el reloj de la pared de la taberna, las 12:40. Vio como una pareja llegaba a un rincón oscuro del callejón, él sobrio, ella borracha; en un momento el hombre tapaba la boca de la mujer con una mano y con la otra le seccionaba la garganta, la dejaba caer al suelo y después la apuñalaba repetidas veces en el abdomen; tras aquello, limpiaba tranquilamente el cuchillo en la falda de su víctima y se alejaba en la oscuridad.
El médium se presentó en Scotland Yard, pero fue tratado como un loco. El policía de guardia se limitó a anotar el lugar y la hora. A la noche siguiente, la policía encontró el cadáver de una prostituta en el lugar indicado por Lees, lo que le produjo inquietud e insomnio. Su médico le recomendó que se tomara unas vacaciones en el extranjero debido a la debilidad que le aquejaba, recomendación que tomó al pie de la letra: durante ese período, el Destripador asesinó a otras cuatro mujeres, pero el psíquico no tuvo visión alguna… (A juzgar por estos datos, la alusión a la tercera víctima habría de ser, probablemente, la primera canónica, Nichols, dando por sentado que todas las víctimas pertenecían a la misma mano).
Y aquí entramos en un terreno muy resbaladizo, que no encaja con lo que se ha expuesto hasta ahora: alrededor de un año después (esto es, 1889, cuando los ecos de Jack seguían todavía planeando sobre un Londres atemorizado), Lees tuvo otra premonición: en esta ocasión vio el rostro de la mujer, y las mutilaciones que había sufrido: recuperado del trauma, volvió de nuevo a Scotland Yard, donde fue atendido por el inspector jefe con algo más de interés, que le enseñó una tarjeta postal escrita con tinta roja y adornada con dos sanguinolentas huellas digitales, en la que podía leerse:
Mañana por la noche volveré a vengarme, reclamando, entre las mujeres que han resultado más dañinas para mí, a mi novena víctima.
Jack el Destripador
P.S. Para probar que soy realmente Jack el Destripador cortaré las orejas de esta novena víctima”.
La advertencia sirvió para las fuerzas policiales hicieran un formidable despliegue en Whitechapel, pero no fue suficiente: el Destripador cometió un nuevo crimen, y actuó tal y como lo había visto el médium durante su trance. Esta nueva hazaña quebrantó aún más la salud de Lees, que volvió a marcharse al extranjero; durante ese viaje, el Destripador llegó hasta la víctima 16 y anunció a Scotland Yard que seguiría hasta 20.
Tras volver, el psíquico estaba cenando con unos amigos cuando gritó que Jack acababa de cometer otro crimen: ni corto ni perezoso se plantó de nuevo en Scotland Yard, donde no se sabía nada del crimen hasta que llegó un telegrama avisando que habían encontrado un nuevo cadáver en Crown Court. Al desplazarse al lugar del macabro hallazgo, señaló un rincón oscuro, donde la policía encontró una pintada en la que se leía: “Diecisiete. Jack el Destripador”.
El inspector pareció quedar convencido de las dotes de Lees, y decidió confiar en él: éste lo guió, a las cuatro de la mañana, hasta un portal de una casa del West End, asegurando que allí estaba su presa. Se trataba de la vivienda de un distinguido médico de la alta sociedad, lo que hizo dudar al policía. Ante la incertidumbre, pidió una nueva prueba al médium, que le describió el vestíbulo, con un mastín durmiendo bajo las escaleras.
Cuando le fue abierta la puerta, el inspector se encontró con la imagen exacta que le había transmitido, aunque no había perro, lo que explicaron los sirvientes asegurando que lo soltaban por las mañanas en el jardín. A partir de ese momento, todo se aceleró: la esposa del médico contó que su marido padecía de doble personalidad, y que en alguna ocasión había tenido que recoger a sus hijos y encerrarse en un dormitorio para permanecer a salvo de su locura. Había comprobado que los momentos en que no estaba en casa coincidían con los terribles crímenes de Whitechapel.
El propio sospechoso contaría después que sabía que su mente estaba desequilibrada y que padecía de momentos de amnesia total.
Tras comprobarse que, efectivamente, se trataba de Jack, éste rogó que lo mataran embargado por el remordimiento, pero finalmente, tras un pacto de silencio para no arruinar su reputación, fue enviado a un manicomio privado en Islington, al Norte de Londres, donde ingresó bajo nombre falso; sin embargo había que explicar su desaparición, lo que se solventó con un falso entierro.
Aparentemente todo estaba resuelto, al menos según las declaraciones de Lees, pero… no podía sostenerse: no cuadraban ni el número de crímenes, ni los lugares, ni las fechas, ni las horas… Además, desde Scotland Yard se negó que el médium hubiera participado en la investigación, cosa que el propio psíquico parece corroborar en una contradicción directa publicada en su propio diario: no habló con la policía hasta el 2 de octubre, tres días después del doble asesinato Stride-Eddowes.
A la postre, detrás de todo este sórdido asunto sólo parecía esconderse, de una parte el interés por saltar a la palestra por parte de Lees, y por otra el sensacionalismo periodístico de la época, que usaron sus declaraciones no una, sino dos veces: la primera en 1895, el 28 de abril, en el Sunday Times Herald de Chicago, y la segunda en 1931 por el Daily Express, que retomó la primera y la modificó ligeramente…

Pero volvamos a 1888: no había manera de capturar al elusivo psicópata, por lo que tras el homicidio de Eddowes entró en acción la policía municipal, con James McWilliam a la cabeza; el hecho de que Robert Anderson, que acababa de ser nombrado jefe de la CID, se hallara de licencia en Suiza cuando fueron asesinadas Chapman, Stride y Eddowes no hizo sino ralentizar el proceso investigador, lo que acabó por llevar al comisario de la Policía Metropolitana, Sir Charles Warren, a nombrar al inspector Donald Swanson como coordinador de todo el proceso por parte de Scotland Yard.
Edmund Reid, en uno de sus informes, dejó escrito: “La posición de la sangre y del cuerpo mostraba que él le había cortado el cuello con la mano derecha; de derecha a izquierda, haciendo que la sangre saliese despedida en dirección contraria de donde él se hallaba, lo que probablemente haría que su ropa no se manchara de sangre. Una de las principales dificultades del caso radicaba en que el ingenio sobrepasaba a la razón”.
La impotencia que demostraban los cuerpos de seguridad londinenses, que rozaba ya el ridículo entre la sociedad y generaba aún más insatisfacción y tensión, llevó a la ciudadanía a crear lo que se llamó el Comité de Vigilancia de Whitechapel: un grupo de civiles que se dedicaban a patrullar las calles en busca de personas sospechosas; la inquietud y el terror llegaron hasta el punto de que este Comité solicitara al Home Office, el departamento policial británico, el día 30 de septiembre de 1888, que se dejara de pamplinas y fijara oficialmente una recompensa para todo aquél que pudiera aportar una información útil que sirviera para aprehender al asesino; ni que decir tiene que tal petición fue rechazada de plano; casualmente, un mes antes L. P. Walter había enviado una petición idéntica al Home Office, petición que también había sido denegada.
El asunto de las recompensas no iba a parar: el 10 de septiembre, el primer barón de Swaythling, Samuel Montagu, ofreció un premio de 100 libras esterlinas a quien consiguiera capturar al Destripador; el 1 de octubre, el periódico The Financial Times echaba más leña al fuego poniendo sobre la mesa 300 libras esterlinas para quien lograra detenerlo; y ese mismo día, el Lord Mayor of London (el alcalde de Londres, para que nos entendamos) llegó a ofrecer 500 libras esterlinas; aunque Sir Alfred Kirby también ofreció no sólo 100 libras esterlinas, sino también un grupo de 10 hombres de la milicia, esta última oferta acabó por reducirse; y aún seguirían con insistencia en el asunto de la recompensa el Comité o la ADIP Walter and Sunders Peterfields, una poderosa industria textil.
El Comité de Vigilancia se mostró extremadamente activo, aunque no más eficaz que la policía: contrató incluso a detectives privados para que interrogaran a los testigos de forma independiente, también sin resultado positivo.
Las reiteradas negativas a ofrecer recompensas por parte de los cuerpos de seguridad y la situación que se estaba creando acabaron por generar graves críticas: la policía fue acusada de “no afanarse demasiado en saber quién era el Destripador y de que el esfuerzo habría sido muy superior si los crímenes hubieran tenido lugar en las zonas más ricas de Londres”. Al final, tras el asesinato Stride-Eddowes, se aceptó ofrecer una recompensa de 500 libras esterlinas para quien proporcionara información útil acerca del crimen.
Mientras tanto, la naturaleza horrenda de los crímenes de Jack hizo que todas las miradas se volvieran hacia los colectivos que parecían más directamente relacionados: carniceros, cirujanos y médicos. La investigación abarcó a 76 carnicerías y mataderos, y durante seis meses todos los empleados estuvieron bajo el punto de mira de las autoridades; hasta la Reina Victoria entró en el juego de las especulaciones, siguiendo la sugerencia de algunos investigadores que decían que el principal patrón de los asesinatos indicaba a un carnicero o ganadero que abordaba alguno de los barcos de ganado que hacían el recorrido entre la Europa Continental y Londres; la locura en busca de un culpable llegaba hasta límites que rozaban el absurdo, como sugerir que Jack no era un inglés, sino un judío.
En cualquier caso, la teoría de los barcos ganaderos se caía por su propio peso al comprobar que aunque las fechas de los atraques podían coincidir con las de los asesinatos, en realidad no se centraban en un solo barco, sino que correspondían a varios; ante las sospechas de cambios de tripulación de un navío a otro, las comprobaciones pertinentes tampoco encontraron un patrón que los llevara hasta el Destripador…
Durante esta época aparecerá por primera vez en la investigación policial lo que se conoce como el perfil criminal, el estudio de las posibles motivaciones y la psicología que podría subyacer tras la naturaleza de los brutales asesinatos cometidos por Jack: a finales de octubre, Robert Anderson pidió a Thomas Bond una opinión profesional acerca de las habilidades y conocimientos quirúrgicos del criminal, a lo que el médico dio una evaluación, basada en su estudio del cadáver de Kelly y en las notas de los otro cuatro cuerpos, en la que hacía la siguiente exposición:
No dudo que los cinco asesinatos fueron cometidos por la misma mano. En los primeros cuatro las gargantas parecieran haber sido cortadas de izquierda a derecha, mientras que en el último caso, debido a la considerable mutilación, es imposible señalar en qué dirección se hizo la cortada, aunque se hallaron rastros de la sangre arterial sobre la pared en forma de salpicaduras, muy cerca de donde la cabeza de la mujer debió haber estado.
Todas las circunstancias en torno a los asesinatos me llevan a deducir que las mujeres fueron asesinadas cuando se encontraban recostadas y, en todos los casos, la garganta fue cortada en primer lugar.
El asesino, en su apariencia externa, es muy probable que sea de aspecto inofensivo. Un hombre de mediana edad, bien arreglado y de aire respetable. Puede tener el hábito de llevar capa o abrigo porque si no, la sangre de sus manos y ropas hubiera llamado la atención a los viandantes”.
Bond nunca llegó a aceptar que el Destripador pudiera poseer cualquier tipo de conocimiento científico o anatómico, ni siquiera le concedió los conocimientos técnicos de un carnicero o un matarife. Su opinión acerca de la personalidad de Jack era la de que se trataba de un hombre de hábitos solitarios, sujeto a “ataques periódicos de manía homicida o erótica”; el carácter de las mutilaciones le sugería un probable indicador de “hipersexualidad”. También planteó la posibilidad de que “el impulso homicida podía haberse desarrollado a partir de un sentimiento de venganza o de una condición mental melancólica, o la manía religiosa pudo haber sido la enfermedad original, pero no creo que alguna de éstas [hipótesis] sea la correcta”.
Los psicólogos van aún más lejos, y consideran que detrás de estos crímenes se escondía una manifestación de placer sexual, de una insatisfacción a la que debía dar rienda suelta de alguna manera: en ninguna de las víctimas se encontró evidencia de actividad sexual alguna, pero la penetración con un cuchillo o la exhibición de los cuerpos en posturas degradantes, sugieren esta idea.
Sin embargo, no todos están de acuerdo con esta teoría, sugiriendo la posibilidad de que se tratara en realidad de algún tipo de loco esquizofrénico, alguien como Peter Suthcliffe, el Destripador de Yorkshire (década de 1970), quien decía oír voces que le daban instrucciones para asesinar a las prostitutas…

Muchos fueron los sospechosos de encarnar a Jack, y muchas han sido las teorías que se han esbozado en torno a estos tan salvajes como misteriosos crímenes (llegan hasta la nada desdeñable cifra de 175), veamos aquí una muestra:

·         Lo primero que se vino a la cabeza a los investigadores, al comprobar la cercanía de los lugares de los asesinatos y las fechas en que se cometieron, fue que se trataba de algún tipo de empleado que trabajaba durante la semana y que vivía en la misma localidad.
·         La supuesta precisión de las heridas, su naturaleza, hizo que muchos pensaran que detrás de la máscara del Destripador se hallaba un doctor o un carnicero que se había acomodado en el área de Whitechapel en busca de una zona en la que pudiera cometer sus crímenes con la mayor impunidad posible.
·         Un escritor, Stephen Knight, publica un libro en 1976, Jack the Ripper: the Final Solution, exponiendo una de las teorías que resultarán más atractivas, pero que tampoco pudo ser corroborada, por lo que muchos la consideran una mera fantasía: se trataba de una hipótesis en la que se explicaba una compleja conspiración masónica en la que intervenían la clase alta y un médico.
La idea que estea autor plantea gira en torno a la figura del Príncipe Alberto Víctor, Duque de Clarence, nieto de la Reina Victoria; al parecer, el aristócrata se habría casado en secreto con una joven llamada Annie Elizabeth Crook, irlandesa de origen, siendo testigo del enlace Mary Jane Kelly; de esta unión nació una niña, lo que situó al príncipe en una incómoda posición: no podía, no debía permitirse el lujo de que tal hecho trascendiera a la luz pública, por lo que había que quitar del medio a todos los implicados en tal evento: así, inicialmente, desapareció Crook con su hija, y posteriormente hubo que eliminar a la prostituta que podía testificar acerca de lo sucedido: el encargado de la macabra obra fue el propio médico de la reina, Sir William Withey Gull; para ello se tomó la decisión de enmascarar el crimen, envolviéndolo en una ordalía de sangre en Whitechapel, desviando la atención de los cuerpos de seguridad hacia un psicópata asesino de marginadas… De esta manera, el quinto asesinato, por ser el que realmente interesaba, pondría fin a la oleada. También se explicaría por qué las autoridades no fueron capaces de dar con el criminal: las presiones desde las más altas esferas impedían que las pistas que pudieran conducir hacia el nieto de la reina se tomaran en cuenta…
Uno de los implicados en esta visión de Jack fue el pintor Walter Sickert, a causa de los cuadros que pintó en la época, tenebrosos, con cuerpos femeninos rendidos a los pies de un hombre.
Aunque como ya hemos dicho atractiva y no exenta de cierta lógica en base a las costumbres que se conocen o postulan habitualmente acerca de la nobleza, el exceso de nombres y de relaciones en muchos casos cogidas por los pelos hace que se deje en el tintero como una idea sin más, sin corroboración alguna.
·         En 1894, Sir Meville McNaghten redactó un informe en el que expresaba su opinión sobre los sospechosos, y citó a tres que le parecían razonablemente posibles: Montague John Druitt, Michael Ostrog y Aaron Kosminski. Sin embargo, Begg diría al respecto: “Creo que a Ostrog se le puede tachar sin problemas. Era un hombre mucho mayor. Era un estafador y un ladronzuelo y es muy posible que en la época de los asesinatos se encontrase en Francia”.
·         En un documental de Discovery Channel, titulado Jack el Destripador en América, se sugiere que el asesino, tras acabar con la vida de Mary Kelly, se largó a Estados Unidos y allí continuó con su sangrienta obra; de la investigación resultó que el sujeto en cuestión se llamaba James Kelly y era un asesino psicótico que se había escapado del asilo psiquiátrico de Broadmoor, en Inglaterra, y que tras sus macabras hazañas en Londres habría viajado a Estados Unidos. Para apoyar su teoría se basan en una carta que habría enviado a la policía de Nueva York, firmada por Jack el Destripador, en la que avisaba que habría más asesinatos; un poco después, una prostituta era asesinada con las mismas características de las canónicas. Algún tiempo después, James Kelly regresaría a Inglaterra, al hospital psiquiátrico del que había huido, ya envejecido, asegurando que había estado luchando “contra el mal” a lo largo de toda su vida, e incluso admitió haber viajado a Estados Unidos.
·         Una de las teorías que se expusieron allá por 1926 fue la de Leonard Matters, que en un artículo sugirió que tras la figura de Jack se escondía un eminente doctor que había sufrido la pérdida de su hijo al contraer la sífilis tras visitar a una prostituta, lo que le causó una imparable sed de venganza que consumó bajo el seudónimo de “Dr. Stanley”. Después, huiría hacia Argentina. Tres años más tarde, en 1929, daría cuerpo a esta hipótesis en un libro, pero su estudio demostró que contenía errores de objetividad, aparte del hecho sintomático de que la bibliografía que citaba no pudo ser localizada.
·         Un zapatero judío de nombre John Pizer, que trabajaba habitualmente con un mandil de cuero, por cuyo motivo se le dio el apodo de “Mandil de Cuero”, que posteriormente sería asignado a Jack a pesar de no tener, aparentemente, ninguna relación con el caso, fue también acusado de los crímenes del Destripador; era conocido por su misoginia, estaba soltero, y había protagonizado diversas reyertas con prostitutas que le granjearon una pésima fama en el barrio. A pesar de que se le intentaron colocar los crímenes, las pruebas no fueron suficientes y hubieron de exculparlo.
·         George Bernard Shaw pensaba que se trataba de un reformador social que pretendía llamar la atención hacia las desigualdades y la situación en el East End.
·         Una anotación en un libro sobre el caso expuesto en el Museo del Crimen de Scotland Yard realizada por uno de los agentes que participaron en la investigación apunta un nombre: Aaron Kosminski, un judío polaco, peluquero de profesión que llegó a ser identificado por otra persona que después se negó a testificar. Kosminski se suicidó en un manicomio.
·         George Chapman. De verdadero nombre Severin Antoniovich Klosowski y origen polaco, fue el principal sospechoso de la lista del inspector Abberline: su perfil, en el que se indicaba que poseía ciertos conocimientos médicos sin llegar a ser doctor (debido a ello abrió una barbería), con un carácter marcadamente violento y misógino, parecía encajar en el del Destripador, aunque había un punto muy importante en contra de esta teoría: no se dedicaba al evisceramiento, sino que usaba un veneno particularmente cruel para deshacerse de sus víctimas.
Poco después se largó a Nueva Jersey, donde se produjo una oleada criminal similar a la de Londres. Irónicamente, Chapman fue ahorcado en 1902 por haber envenenado a sus tres esposas (en algunas fuentes se dice que no eran esposas, sino prostitutas).
·         Otra de las ideas que se expusieron al respecto fue que el psicópata no fue otro que Lewis Carroll, el escritor. En 1996, el escritor Richard Wallace escribió un libro, Jack el Destripador, Amigo Desenfadado, en el que afirmó sin recato alguno que quien estaba tras los crímenes era precisamente Charles Ludwidge Dodgson, el auténtico nombre del autor ya citado. ¿Cuáles eran los fundamentos para semejante teoría? Pues bien, al parecer todo se derivaría de su carácter más bien reprimido y de una infancia traumática. Además, creyó haber encontrado mensajes subliminales, anagramas, en sus obras, que conducirían directamente hasta Mandil de Cuero; irónicamente, estos mismos anagramas podemos localizarlos en los relatos de Alan Alexander Milne, quien, por la época que nos ocupa, tenía sólo seis años. Si realmente hemos de aceptar como buenas las pruebas que aduce Wallace relativas a los anagramas, no me negarán que se podría acusar también a Milne: hay niños verdaderamente precoces…
En cualquier caso, los testimonios y la biografía de Carroll son mucho más eficaces que cualquier intento de lanzar tesis al aire, a ver cuál cae del lado bueno: en los momentos de los crímenes no se encontraba en el lugar de los hechos…
·         Ya hemos hablado de Walter Sickert, un pintor de la época, como parte de la trama de Jack el Destripador; pero ya que la teoría en la que se le implicaba era endeble, aunque sus cuadros parecían indicar un conocimiento de los asesinatos más profundo del normal, Patricia Cornwell, escritora de novelas de misterio, elaboró en una novela en 2002, Retrato de un Asesino: Jack el Destripador Caso Cerrado, la teoría de que en realidad fue él mismo artista quien estuvo tras los crímenes de Whitechapel, sugiriendo que sus obras estaban basadas en su propias experiencias.
·         Uno de los nombres que más se barajaron para atribuir su personalidad al Destripador fue Montague John Druitt, un abogado que a su vez se dedicaba a dar clases como profesor en centros privados; el último de estos centros en el que estuvo fue una escuela de Blackheath, un pueblo a poca distancia al Sudoeste de Londres. Si se le asocia con Jack es porque aparentemente se suicidó poco después de la muerte de Kelly, aunque tal teoría resulta endeble y fue descartada por el propio inspector Abberline: se arrojó al Támesis con los bolsillos llenos de piedras. Sin embargo, algunas pruebas posteriores parecían dar a entender que su aparente estado de ánimo bajo no era tal, sino que se encontraba mucho mejor tras haber tomado parte en una causa judicial…
·         Michael Ostrog, un ladrón y estafador ruso que pasó por varios manicomios, al que, como ya hemos dicho con anterioridad, McNaghten puso como uno de los principales sospechosos, y que Begg descartó.
·         Francis J. Tumblety, un pretendido médico de origen norteamericano. Al parecer se trataba de un farsante que se dedicaba a ejercer la medicina a su manera, lo que redundó en que se lo relacionara con las muertes de varios pacientes suyos; a consecuencia de ello, viajó a Inglaterra, donde se encontraba en 1888, dato contrastado porque, al parecer, fue detenido por abordar a otro caballero con fines deshonestos; no tardó en quedar en libertad bajo fianza, manteniéndose en la sombra hasta que, el 24 de noviembre de 1888, 15 días después de la muerte de Mary Kelly, se fugaría a Francia. Aunque estuvo bajo el punto de mira de la policía, al final fue descartado.
·         El asunto de las cartas y, sobre todo, el monumental despliegue informativo que tuvo el caso, hicieron pensar a más de un investigador que quizás detrás de todos estos crímenes no había otra cosa que un invento de la prensa, que jamás hubo un Jack el Destripador. Uno de los que se adhirieron a esta teoría, Andrew Cook, señaló al diario Star como el promotor de la teoría del asesino en serie, sugiriendo que en realidad los asesinatos no tenían nada que ver entre sí y que el nexo de unión se lo había inventado la prensa. Pero claro, si el objetivo era conseguir una mayor tirada y multiplicar las ventas, la pregunta es evidente: ¿por qué Jack el Destripador dejó de actuar tras la muerte de Kelly? Si era un invento de la prensa, nada hubiera costado seguir enviando cartas burlonas a la policía…
  • En la década de 1980 se publicó un reportaje en la revista Blanco y Negro, firmado por Luis de Castresana, en el que se ofrecía una nueva hipótesis: volviendo sobre la idea de que tenía que tratarse de alguien con conocimientos médicos o anatómicos, apuntó a que el responsable de las muertes fue un barbero-cirujano ruso, de apodo Pedachenko y nombre Vassili Konozlov, cuyo leit motiv para conducirse como lo hizo fue que odiaba a las prostitutas por haber hecho sufrir a uno de sus parientes, cuyo perfil encajaría, al menos aparentemente, en el de Jack: al menos, eso es lo que parece desprenderse de un documento redactado por la policía zarista allá por 1909, en el que podemos leer lo siguiente: “Vassili Konozlov, alias Alexei Pedachenko, alias Andrei Luikovo, que residió en Tver, es ahora declarado oficialmente muerto. Fue perseguido por el asesinato de una mujer en el distrito parisino de Montmartre en 1886, por el asesinato de cinco mujeres en el East End de Londres en 1888 y por el asesinato de una mujer en Petrogrado en 1891…”. Este documento proseguiría explicando que cuando fue detenido iba vestido con ropas femeninas, y que fue recluido en un manicomio del que no llegaría a salir: falleció entre finales de 1908 y comienzos de 1909. Ésta es otra de las teorías que tampoco llegó a demostrarse, puesto que las pruebas no la corroboran, aunque en su originalidad hay que decir que llegó a relacionar a Jack con el no menos mítico Rasputín, relación que surgió a partir de un libro, Things I Know, publicado por William Lequeux en 1928.
  • Otro de los candidatos a Mandil de cuero fue el doctor Thomas Neill Cream, un médico especializado en provocar abortos, una práctica ilegal por aquella época, por lo que se realizaba de forma clandestina en lugares protegidos; había estado en América, donde fue condenado por envenenar a varios pacientes, por lo que al abandonar la penitenciaría de Illinois se embarcó hacia Londres, donde prosiguió con sus actividades; al ser descubierto y detenido, fue juzgado y condenado a muerte: se dice que en el momento de su ejecución afirmó ser Jack.
Esta afirmación choca de frente con una cuestión fundamental, que es la que lo ha descartado por completo como el autor de los crímenes: las fechas durante las que estuvo encarcelado coinciden con las de los asesinatos. Es más que probable que en realidad, si su afirmación fue real, se tratara de un intento de pasar a la posteridad aunque fuera como un brutal carnicero, o tal vez de un indicio del síndrome de Munchhausen, una patología en el comportamiento que se ha podido contrastar en algunos casos de asesinato contemporáneos dentro de la profesión médica.
  • John Maybrick, comerciante de algodón originario de Liverpool, es también considerado como autor de los crímenes del Destripador; la prueba que suele aducirse para culpabilizarlo reside en un diario supuestamente escrito de su puño y letra, en el que narra sus actividades como Mandil de Cuero, y al que, paradójicamente, su mujer asesinó, apenas medio año después de los crímenes, después de envenenarlo. Aunque parece una teoría seria, el hecho de que ese documento no apareciera hasta 1992 hace dudar de su fiabilidad; de hecho, entre los ripperólogos existe un consenso unánime acerca de su falsedad…
  • Joseph Isenschmid, un personaje al que los medios de comunicación apodaron “el charcutero loco”. Detenido el 13 de septiembre de 1888, las sospechas recayeron sobre él porque un par de días antes un par de médicos de Whitechapel lo habían denunciado a causa de sus extraños hábitos. A pesar de que se tenía constancia de que era un tipo violento y de que su propia esposa había declarado contra él, incluidos los hechos de que siempre llevaba encima algún cuchillo y que había sido tratado por trastornos mentales de corte severo, llegando a ser internado en un hospital psiquiátrico del que saldría para posteriormente ser encerrado de forma definitiva, hubo de ser absuelto por el sencillo motivo de que estaba en la cárcel cuando se cometió el doble crimen Stride-Eddowes.
  • Otro de los nombres que se barajó en este caso fue el de William Henry Bury, un sujeto que por las especiales características de su expediente bien podría haber sido el responsable de la matanza del Destripador: casado con Ellen Elliott en abril de aquel mismo año, había residido en Bow, a unos dos kilómetros al Este del East End, hasta su matrimonio, tras el cual ambos se trasladaron al East End.
Nada hacía sospechar que pudiera ser Jack: después de ocurridos los asesinatos, en enero de 1889 se mudaron a Dundee, en Escocia, donde saltarían las alarmas: el 10 de febrero de ese año se presentó en la estación de policía local, donde declaró que su esposa, que ejercía la prostitución, se había suicidado. Sin embargo, los forenses dieron una explicación muy distinta: en primer lugar la estranguló con una cuerda y la dejó desmayada, tras lo cual cogió un cuchillo y se ensañó con ella, apuñalándola en el abdomen y la región genital, hasta que acabó con ella; después, escondió del arma del crimen en el hueco de un árbol.
Las pruebas que aparecieron daban a entender algo muy extraño: sobre la puerta de acceso al edificio de apartamentos en que vivía alguien había escrito en rojo: “Jack el Destripador se oculta detrás de esta puerta”. Y para rematar la incongruencia, en la pared adyacente a la escalera que conducía al sótano apareció otra leyenda, en tiza: “Jack el Destripador está en este sótano”.
Los médicos que analizaron el cadáver de Ellen no tardaron en establecer paralelismos entre las infortunadas víctimas del psicópata y la difunta: su condición de meretrices, las incisiones ventrales…
El tribunal decidió aplicar la pena capital sobre Bury; tras aquella decisión, James Berry, verdugo y criminólogo aficionado, se trasladó a Dundee a entrevistarse con el reo, quedando convencido de que realmente se hallaban ante el Destripador; sin embargo, el día antes de su ejecución, 24 de abril de 1889, confesó por escrito haber dado muerte a su mujer, pero negó tener relación alguna con los crímenes de Whitechapel…
  • Procedente de una familia de clase media, Thomas Cutbush Haynes tuvo una infancia complicada debido a un padre alcohólico que huyó del hogar familiar y una madre y una tía materna exacerbadamente religiosas. Al parecer, debió tener serios problemas de conducta: fue expulsado de su primer trabajo a los pocos días de conseguirlo, y en el siguiente las cosas fueron todavía a peor, ya que tras una discusión con su anciano patrono, en un arranque de violencia, lo empujó escaleras abajo. En el año de Jack, 1888, se cree que contrajo la sífilis, y tres años después fue detenido al determinarse que había estado implicado en la agresión a Florence Grace Jonson e Isabella Frazer, a quienes había lanzado duros tajos a sus nalgas.
Fue ya en 1894 cuando el periódico The Sun, uno de los más influyentes del país, lanzó al aire las sospechas acerca de que Cutbush pudiera ser el Destripador; sin embargo, no parecía haber pruebas concluyentes contra él, pues no se le instruyó cargo alguno, sino que que fue recluido por tiempo indeterminado en el Hospital Psiquiátrico de Broadmoor, al ser considerado “peligroso, mentalmente insano e irrecuperable”.
A pesar de las sospechas, McNaghten no lo consideró culpable más que de ser un simple enajenado más o menos inofensivo.
  • Con 46 años en 1888, Frederick Bailey Deeming contaba ya con un historial delictivo notablemente elevado, lo que le valdría entrar a formar parte de la numerosa lista de candidatos a Jack el Destripador: en 1891 acabó con la vida de su mujer y sus cuatro hijos en Liverpool, y en 1892 hizo lo propio con su siguiente esposa en Melbourne, Australia; estos crímenes serían los que le valdrían la pena de muerte que lo sentenciaba a ser colgado en ese mismo año.
Su relación con el asesino de Whitechapel surge de una nota que editó la Pall Mall Gazette el 8 de abril de 1892, estando ya detenido por los crímenes contra sus familiares, en la cual se aseguraba que en las oficinas de Scotland Yard se habían recibido infinidad de cartas en las que se denunciaba a Deeming como el responsable de los crímenes contra las prostitutas: hubo algunos testimonios que decían haberlo visto en los alrededores de los lugares de las atrocidades de Jack, pero no se aportó nada que corrobororará la acusación, lo que hizo pensar que la acusación de la revista era dudosa e infundada, y probablemente nada veraz; lo que sí parece haber sido comprobado es que Deeming se encontraba en 1888 en Sudáfrica, timando a ciudadanos de ese país: pasó varias veces por los tribunales sudafricanos por dichos motivos…
  • Siguiendo la pista de la que ya hemos hablado de que pudiera tratarse de un marino embarcado en transportes de ganado, se sospechó de un alemán, Carl Ferdinand Feingenbaum, debido sobre todo a las condiciones en que fue atrapado, sentenciado y ejecutado en la cárcel de Sing Sing (Estados Unidos), en 1896: al parecer, un par de años antes, en 1894, había acabado con su casera degollándola mediante un limpio corte al estilo de los del Destripador; la aparición del hijo de la mujer impidió que la cuestión pudiera ir a más, si realmente hubiera sido ésa la intención del germano: entre la policía, los vecinos y los curiosos lo agarraron y lo detuvieron.
Durante el juicio surgieron los pensamientos acerca de su afinidad con Jack, hasta el punto de que su propio abogado, el doctor William Lawton, llegó a pensarlo, confirmando sus opiniones ante la prensa tras la muerte de su defendido. Sin embargo, la principal objeción a esta teoría es que no parece haber constancia alguna de que estuviera en Inglaterra en 1888: a pesar de un exhaustivo trabajo de investigación que realizó Trevor Marriott en los archivos navales británicos revisando cientos de listados sobre salidas y llegadas de buques a Londres en los que Feigenbaum pudo haber llegado a la capital inglesa, no encontró señal alguna con la que implicarlo en las masacres de las prostitutas.
  • Otra de las teorías que se barajaron, aunque hoy en día desechada, fue la de  crímenes rituales, de orden satanista, idea que lanzó en su momento Aleister Crowley (“El hombre más malvado del mundo”), un reputado espiritista y practicante de magia negra, cuyo lema, “Haz lo que debas” o “Haz lo que quieras”, según quien lo interprete, ha hecho correr ríos de tinta.
Esta corriente de pensamiento fue la que llevó a una de las sospechas más delirantes de la investigación sobre la identidad del asesino de las meretrices: un hombre de 48 años, Robert D’Onston Stephenson, conocido en el Hospital de Londres de Whitechapel por sus continuas entradas y salidas en base al tratamiento al que era sometido por sus afecciones psiquiátricas, comenzaba a dar la nota en aquel aspecto.
Según parece, más que de un demente pudo tratarse de un excéntrico, alcohólico y charlatán, con un poder de persuasión lo suficientemente amplio como para ganarse fama de experto y practicante de magia negra. Mantenía sus costumbres y vicios gracias al patrocinio de una aristócrata, la baronesa Cremers, y de su joven amante, Mabel Collins, que lo consideraban un ser extraordinario, fuera de lo común, incluso después de que pudieran comprobar sus desvaríos: tan pronto afirmaba saber quién era el Destripador como insinuaba con aire misterioso que él mismo lo era…
La locura llegaba hasta extramos absurdos: D’Onston acusó a uno de los médicos que le trataban de ser el asesino, y a su vez él mismo fue denunciado por un socio ocasional de ser Jack, denuncias que, por habituales, fueron desestimadas por la policía.
Un escritor, Ivor Edwards, usa las ideas de Crowley acerca de los crímenes y plantea la hipótesis de que tras este delirio de acusaciones esperpénticas se encontraba un ritual de magia negra, diabólico, basado en la configuración de los lugares donde aparecieron los cadáveres.
  • En el circo de las sospechas, y nunca mejor dicho, entraron personajes de la talla de Joseph Merrick. Éste hombre, conocido mundialmente por su apodo de “El Hombre Elefante” debido a las graves malformaciones que sufría desde su más tierna infancia, se vio abocado a ganarse la vida en el mundo de la farándula, como un monstruo de feria, hasta que los últimos años de su vida consiguió encontrar tranquilidad en un hospital donde se internó, cerca de las zonas en las que se cometieron los crímenes del Destripador. Aparte del hecho de que nunca se encontró prueba alguna contra él, tenemos también la cuestión de que las malformaciones que lo aquejaban prácticamente le impedían caminar…
  • Otra de las teorías que se esbozan en torno a este misterioso caso es la del inspector Frederick Abberline. Sí, han leído bien, el primer encargado de investigar los crímenes, y que se reveló durante su carrera como el más tenaz y enconado perseguidor de Jack. Quienes sugieren esta tesis se sustentan en libros actuales que realizan estudios grafológicos de los personajes de la época, en los que parecen dar a entender que el bueno del inspector sufría una especie de esquizofrencia, de desdoblamiento de personalidad, al estilo del Dr. Jekyll y Mr. Hyde de Stevenson. A este respecto, una interesante vuelta de tuerca sobre la hipótesis de la locura de las autoridades, la encontraremos en la novela La Última Aventura de Sherlock Holmes, de Michael Dibdin.
  • Otra de las teorías esbozadas en la actualidad es la que propuso Bruce Paley en 1995 con su obra Jack the Ripper: The Simple Thuth: en esta ocasión, el culpable es el hombre que convivía con Mary Kelly, Joseph Barrett. El motivo: el joven, trabajador del mercado de Billingsgate, quería sacar a su novia del mundo de la prostitución y el alcoholismo, y la manera que se le ocurrió para conseguirlo fue aterrorizarla cometiendo los atroces crímenes; más tarde, al ver que no lo conseguía, en un arranque de celos y furia su violencia se volvería contra ella y la destrozaría como ya sabemos…
  • En 1993, Martín Fido lanzó otra hipótesis: Jack el Destripador no sería otro que David Cohen, un judío del cual no queda demasiado clara su identidad, debido a lo común de su apellido, lo que ha hecho sospechar a algunos que se trataría de un acrónimo como John Doe o el sr. Smith. Según esta línea de investigación, se habría tratado de un enfermo internado en el Hospital de Whitechapel, al que se consideraba peligroso y muy violento; se especula con que trabajaría de carnicero, y que en 1888 sufriría de sífilis, enfermedad que tendría ya muy avanzada, lo que lo habría abocado al precipicio de la locura; y que, más adelante, lo habría debilitado hasta el punto de no poder continuar con sus pavorosas “hazañas”. Podría haber sido la persona que Joseph Lawende y otros testigos vieron junto a Eddowes poco antes de la muerte de ésta y que, aunque lo conocían y sabían de su peligrosidad, no habrían querido denunciarlo…
  • Las ideas seguían proliferando como setas: en 1998, Robert Hinton esbozaría una nueva con el punto de mira sobre un obrero de Whitechapel, George Hutchinson, que testificó haber visto a un hombre bien vestido en compañía de Mary Kelly, algo inusual para la deprimida zona en la que se desenvolvían. La teoría que manifiesta es que este buen hombre, enamorado de la prostituta, que a la sazón debía ser joven y bella, habría sido rechazado por ella y la habría asesinado por rabia y despecho. La cuestión es si consiguió hacer encajar a Hutchinson en el resto de los crímenes canónicos…
  • La muerte de otra prostituta, Francesca Coles, degollada en febrero de 1891, destapó la caja de los truenos contra un fogonero de barco, James Thomas Sadler: según la investigación, era amante de la víctima y se le consideró sospechoso de haberla asesinado, así como de ser Jack: detenido por ello, una turba se movilizó contra él e intentó lincharlo cuando la policía lo llevaba de la comisaría al juzgado. Al final, no pudieron culparlo ni del crimen de su amante ni de ser el Destripador.
  • Volviendo de forma tangencial sobre la teoría real, pero sin implicaciones políticas, diremos que otro de los sospechosos fue James Kenneth Stephen, un poeta y aristócrata que llegó a ejercer como preceptor del nieto de la Reina Victoria, el Príncipe Alberto Víctor, Duque de Clarence. Era en extremo misógino, rasgo que demostró en sus poemas, algunos de los cuales resultaron ser muy violentos, y acabó internado en un hospicio aquejado de graves desórdenes mentales. Estos detalles condujeron a sus detractores a acusarlo de ser el asesino de prostitutas, pero como en todos los casos, las pruebas no lo señalaban…
  • El siguiente implicado en la turbulenta historia de Jack el Destripador fue un proxeneta judío del que se sabe que operó en el East End durante 1888, donde regentó un burdel; de nombre Joseph Silver, poseía un carácter violento y fue un hombre de mundo, preso en Sing Sing acusado de cometer robos y estafas, y que viajó hasta Sudáfrica diez años después para montar varios negocios de cafeterías y burdeles para, posteriormente, seguir vagando hasta recalar en Polonia, donde fue ejecutado bajo las acusaciones de espionaje y traición. Esta vida aventurera fue sacada a la palestra por el historiador Charles Van Onselen en un libro en 2007, pero, de nuevo, las pruebas contra él brillan por su ausencia.
  • Uno de los nombres que más ha sonado en los crímenes de Jack el Destripador ha sido el del doctor John Williams, un prestigioso cirujano que a la sazón se hallaba vinculado a la casa real, y que durante el tiempo de las andanzas del asesino de prostitutas trabajaba en el Hospital de Whitechapel. Se especula con que además de este trabajo se dedicara a su vez, para ganarse un sobresueldo, a practicar abortos clandestinos, y que habría tratado a algunas de las víctimas por enfermedades venéreas, incluyéndose la sospecha de que Mary Kelly pudiera ser amante suya; de hecho, hasta tal punto ha cobrado protagonismo como sospechoso, que el bisturí con el que supuestamente practicaba las mutilaciones se ha convertido en una reliquia exhibida en el Museo de Gales. Un descendiente suyo, Tony Williams, decidió publicar en 2005 un libro, Uncle Jack, en el que lo acusaba de ser el Destripador, pero las motivaciones no están demasiado claras y las pruebas tampoco…
  • Otro poeta y ensayista inglés apareció en la ya extremadamente extensa relación de candidatos al perfil del Destripador: Francis Thompson, un joven enfermo de tuberculosis, que murió en la miseria y la pobreza, y del que se sospecha que pudo haber padecido enfermedades venéreas, cosa en el fondo nada extraña si tenemos en cuenta el más que sórdido ambiente en el que nos estamos moviendo: delincuencia, prostitución, miseria…
El que aparezca en esta relación se debe a la pluma del escritor Richard A. Patterson, quien en 2002 lo señaló como Jack. ¿Cuáles eran las pruebas o motivos para tal acusación? Sencillamente, que Thomson habría sido una persona extremadamente religiosa y misógina, hasta el punto del fanatismo, lo que le habría provocado un serio trastorno mental que lo habría impelido a tomarse la justicia por su mano y limpiar el East End, en una labor que la moderna criminología ha denominado como “misionero”, con la sana intención de limpiar a fondo la sociedad, castigando a las meretrices por sus obscenos y pervertidos vicios y por la propagación de pecados y enfermedades que ello suponía. En apoyo de esta teoría se puede decir que poseía ciertas habilidades quirúrgicas y que vivió en la zona de Whitechapel entre 1885 y 1888, lo cual resulta intrigante pero no suficientemente definitivo en sí mismo; por otra parte, cabría exponer un pequeño alegato a su favor: en los años previos al Destripador, ¿no cometió crimen alguno?
·         Sir Arthur Conan Doyle pensaba que tenía que tratarse de alguien que no llamase la atención de las fuerzas de la ley, como una mujer, un clérigo… y en 1955, Richard Herd volvía de nuevo sobre la teoría de la mano femenina: pensaba que Jack había sido en realidad una enfermera casada con un exmarinero que se había enamorado de Mary Kelly y que, loca de celos, había rastreado Whitechapel matando prostitutas hasta dar con la amante de su marido. Sobre esta teoría ha vuelto también el escritor John Morris, según el cual se trató de una mujer, Lizzie Williams, esposa del cirujano John Williams, uno de los principales sospechosos del caso.
Para justificar su teoría, parte de una serie de premisas que son:
o   Lizzie Williams era estéril y eso le producía suficiente frustración como para matar a prostitutas.
o   La extirpación del útero en tres de los casos.
o   Ninguna de las víctimas presentaba signos de agresión sexual.
o   Los objetos personales de Annie Chapman fueron colocados a sus pies “de una forma muy femenina” según la prensa.
o   En el asesinato de Eddowes aparecieron tres botones sanguinolentos de una bota de mujer.
o   Mary Kelly era joven y guapa, y por tanto su asesinato el más brutal. En la chimenea de su habitación se encontró ropa femenina que no le pertenecía.
o   El marido de Lizzie, John Williams, no sólo tenía trabajo a mayores en una clínica de abortos clandestinos de Whitechapel, sino que además habría puesto los cuernos a su mujer con su última víctima, lo que daría carpetazo final a la furia homicida.
·         Manteniéndonos en la línea de la mano femenina, diremos que hubo más candidatas al dudoso honor de haber sido Jack el Destripador: una de ellas fue Mary Eleanor Pearcey, también conocida como Mary Eleanor Wheeler, que al parecer poseía una gran fuerza muscular; aunque inicialmente no se la tenía por sospechosa, entró en la lista a causa del motivo por el que acabó entre rejas: asesinar a la esposa y la hija de su amante. Sin embargo, los motivos que podrían aducirse para haber cometido los asesinatos resultaban tan endebles que nadie tomó verdaderamente en serio la posibilidad de que se tratase del asesino.
·         De reciente aparición en la Red es la última teoría acerca de la personalidad de Jack, ofrecida esta vez por un matemático uruguayo, Eduardo Cuitiño, que ha utilizado sus conocimientos de las ciencias exactas para elaborar una hipótesis que podría ser factible, aunque como todas las expuestas hasta el momento y muchas otras que se han quedado en el tintero, resulta indemostrable.
En su ensayo, Viajando en el Tiempo para Atrapar a Jack el Destripador, expone sus conclusiones, asegurando que se trató de un cirujano llamado Stephen Herbert Appleford: volviendo sobre la idea original de que debía ser alguien con conocimientos médicos o de cirugía, cuenta que este buen hombre trabajaba en el London Hospital de Whitechapel, y que rondaba los 36 años, una edad según el matemático “de máxima operatividad de un psicópata”, y poseía un coeficiente intelectual superior a la media, un detalle también común a ese tipo de criminales. Originario de Coggeshall, en Essex, tal hecho podría haberle ocasionado una fobia social por el hecho de que los habitantes de ese pueblo tienen fama de estúpidos (¿?).
Durante la época de los crímenes estuvo soltero, viviendo en una pequeña casa con sus hermanas, y aunque posteriormente se casó nunca tuvo hijos; poseía una gran fortaleza física, ya que durante sus años universitarios estuvo compitiendo en remo y natación.
Su carrera criminal, según el uruguayo, comenzaría en 1881, tras la muerte de su madre, a la que estaba muy apegado. Cuitiño asegura que la figura de Jack el Destripador apareció como tal un año más tarde: una mujer fue atacada con un cuchillo por la espalda, y el cirujano se encontraba cerca del lugar; como fue identificado como médico, no le quedó otra que atenderla, elaborando un informe en el que sostuvo que se había lesionado ella misma.
El matemático ha elegido a Appleford por varios motivos, entre los que se encuentran el hecho de que era zurdo, al igual que el asesino, que “cortaba las gargantas de derecha a izquierda”, tras estudiar la caligrafía del cirujano, que se inclina de izquierda a derecha, encontrada en una digitalización de una hoja del censo londinense suscrita por el mismo médico a principios de siglo. También cotejó esta caligrafía con la de las cartas atribuidas al Destripador, tarea en la que fue ayudado por un grafólogo de la policía uruguaya.
Y aquí es donde entran en acción los conocimientos de matemáticas de Cuitiño: sin haber estado jamás en Londres, recurrió a Google Maps para establecer su tesis con parámetros geométricos y probabilísticas, sobre todo estudiando el doble crimen del 30 de septiembre de 1888.
Pero este estudioso aún va más lejos: el apellido y el apodo coinciden en que ambos se escriben con doble “p” (Appleford, Ripper), además del hecho de que en 1895, siete años más tarde del último crimen canónico, el cirujano publicaría un artículo en el British Medical Journal sobre la utilidad de un pequeño estuche de bolsillo para llevar bisturíes, como el que podría haber usado el asesino para no ser descubierto, en una sutil burla a los esfuerzos de la policía.
Y para rematar su teoría, la fecha de la muerte del médico: el 31 de agosto (la misma fecha del primer crimen) de 1940 a la edad de 88 años (como el año en que se concentraron las muertes canónicas). Según la hipótesis de Cuitiño, “probablemente se suicidó, riéndose de Inglaterra y de los ingleses hasta en el último instante de su vida”…

Las repercusiones que el caso de Jack el Destripador tuvieron en la sociedad londinense y a posteriori por todo el mundo fueron espectaculares; no en vano había sido un misterio seguido, anunciado y magnificado por los medios de comunicación, además la propia naturaleza misteriosa de los crímenes, que la policía había sido incapaz de descifrar, ayudó sobremanera a que la figura de un asesino siniestro, merodeador en la zona más sórdida y peligrosa del Londres victoriano, se convirtiera en el icono del sadismo y la muerte.
Así, aunque más tarde se demolió y reconstruyó parte del East End para mejorar las condiciones de vida en ese barrio y se atajaron buena parte de los crímenes que se habían venido produciendo, la figura del sombrío Mandil de Cuero siguió planeando por la zona hasta el punto de que se pensó en sacarle un lucrativo partido: algunas de las zonas por las que había cometido sus tropelías habían sobrevivido a la reforma, y por ellas se estableció un tour que mostraba a los deseosos buscadores de nuevas sensaciones, a los turistas de lo morboso y lo sangriento, aquellos lugares: durante muchos años, el centro de estas giras fue el pub The Ten Bells, que frecuentaba la última de las víctimas canónicas, Mary Kelly.
Asimismo, la literatura, el cine, y más recientemente el cómic o los videojuegos, se hicieron eco hasta la saciedad de los sucesos de Whitechapel, tantas que en los apartados correspondientes sólo se citarán unas cuantas…
Hasta tal punto se extendió la fiebre del Destripador que el término “ripperología” (Destripador en inglés es ripper), acuñado por Colin Wilson en la década de los 70, se convirtió por antonomasia en el estudio de dicha figura; todo el mundo se atrevía a elaborar sus propias investigaciones y teorías, hasta el punto de crearse periódicos específicos como Ripperana, Ripperologist o Ripper Notes; personajes de todo tipo se subieron al carro de aquella macabra fama, como Walter Sickert, del que ya hemos hablado, que mostró al mundo el cuadro Jack the Ripper's Bedroom.
El coco, el hombre del saco, quedaban reducidos a meros comparsas de un Jack que los desplazaba como el castigo con que se amenazaba a los niños malos; se lo representaba de las maneras más fantásticas y alucinantes posibles, como un monstruo maléfico, terrorífico, fantasmagórico, una sombra sin cara ni cuerpo que podía estar en cualquier lugar y acechar a cualquier paseante… Entre 1920 y 1930 aparecía como un hombre acechante, secreto, y en 1960 se convirtió en el símbolo de lo que se dio en llamar la “aristocracia depredadora”, mostrando ya el preludio de la idea conspiranoica que Stephen Knight desarrollaría con su novela años más tarde.
No hubo género en el que no interviniera de una forma u otra, o del que no tomara algún plano: la imagen del noble londinense envuelto en su oscuro capote se adornaría con la capa roja y negra de Drácula, o se dedicaría, cual Victor Frankenstein, a recopilar macabras piezas para sus malhadados experimentos; ni siquiera Sherlock Holmes escapó a su canto de sirena, máxime teniendo en cuenta que el gran detective trabajaba en la misma época en que Jack llevó a cabo sus sangrientas hazañas…
Entró por derecho propio en el Salón de la Fama de los asesinos, acabando representado en la célebre Cámara de los Horrores de Madame Tussauds; pero como en ese museo de cera tienen la política de no mostrar personajes que no tengan una descripción clara y concreta, la imagen que se muestra de él es una sombra.
En 2006, en Scotland Yard aún debían seguir escocidos por su incapacidad para capturar al Destripador, por lo que insistían en darle vueltas al asunto una y otra vez, hasta rematar todas sus investigaciones y cavilaciones en un retrato robot creado a partir de los testimonios de quienes habían asegurado ver al asesino: sería un sujeto de entre 25 y 35 años, de alrededor de 1,70 m. de altura, cabello corto, rostro anguloso y un bigote oscuro y poblado.
Y aún más: en ese mismo año, tras una votación, la revista BBC History lo eligió como el “británico más detestable de todos los tiempos”. Sin comentarios…

Consideraciones

  • Evidentemente, la policía fue incapaz de resolver los crímenes: Jack jamás fue llevado ante la justicia, ni pagó por el salvajismo con el que se condujo a lo largo de su execrable carrera. Pero, ¿realmente se trató de inoperancia o impotencia? Al fin y al cabo, la investigación que se llevó a cabo fue aparentemente encomiable, buscando pruebas y testigos casa por casa, hasta el punto de llegar a tener alrededor de 300 sospechosos, siendo detenidos alrededor de 80 que hubieron de ser puestos en libertad por falta de pruebas. En medio de todo este maremagno, ¿no era lógico que el asesino acabara por aparecer? La consecuencia lógica de este planteamiento es que aunque el Destripador fue descubierto, nunca llegó a encararse con un juez, lo que a su vez nos llevaría a la teoría conspiranoica tan atractiva de Knight, y a la posibilidad de que las fuerzas del orden se vieran obligadas a encubrir a una alta personalidad… Pero claro, a tenor de lo que se ha expuesto hasta ahora, los crímenes en la zona de Whitechapel quedaban sin resolver en una buena proporción, así que quizás no haga falta recurrir a la teoría conspiranoica, sino más bien pensar que los esfuerzos policiales en un barrio tan problemático eran tan laxos como estériles. Sólo parecieron esforzarse al máximo con el buen amigo Jack…
  • Una de las principales preguntas en este escabroso caso es la del final de los crímenes con la devastación producida sobre el cadáver de Mary Kelly. La explicación a tal hecho ya ha sido dada, y forzosamente ha de ser alguna de las que ya se han esbozado: por uno u otro motivo, Jack murió tras su último “trabajo”, tal vez emigró a otro país, o incluso cumplió el objetivo inicialmente prefijado en una de sus víctimas, convirtiendo todas las demás en el bosque que impide ver el árbol; incluso podríamos ir aún más lejos: puesto que a medida que avanzaban los asesinatos se volvían cada vez más brutales, podría ser factible pensar que el Destripador considerara que había llegado al culmen de su obra y decidiera “jubilarse” para recrearse en el resultado de sus actos, en la inoperancia policial, el terror de los londinenses… Aunque no hay datos suficientes para inclinarse por una u otra explicación, aunque las teorías los hayan utilizado para justificarse sin que hasta el momento ninguna de ellas pueda ser considerada como la definitiva, por mi parte me siento tentado a sospechar que se trató de crear una distracción para encubrir el auténtico asesinato. La duda fundamental es: ¿cuál era el auténtico objetivo y quiénes las inocentes que pagaron el encubrimiento?
  • Pasemos por un momento al delicado asunto de las cartas enviadas por Jack: de la montaña de misivas recibidas por la prensa y la policía, tan sólo tres han merecido las consideraciones de las fuerzas de la ley, y se consideran como escritas por Mandil de Cuero; y, sin embargo, incluso sobre estas cartas sobrevuela el fantasma de la duda: las dos primeras, “Querido Jefe” y “Saucy Jack”, parecen evidentemente pergeñadas por la misma mano, pero “Desde el Infierno” tiene distinta caligrafía y distinto estilo, lo que nos lleva a dos autorías distintas.
Estas disquisiciones hay que ponerlas en el contexto del momento: en la propia policía había dudas de que hubieran sido escritas por el asesino, y las posteriores confesiones de los periodistas demolieron casi todo el tinglado montado en torno a ellas; sin embargo, hay algunos detalles que resultan en sí mismos escalofriantes:
    • Veamos: la primera carta se manda 17 días después del segundo crimen, y en ella se dice que a la siguiente víctima se le cortará la oreja. Éste es tiempo de sobra para poder pensar que no sea Jack quien la escribe, sino cualquier desaprensivo con ganas de bromear o de sacar algún tipo de tajada.
    • El doble crimen se comete 5 días después de enviada la carta, con el intento de rebanarle la oreja a Eddowes.
    • La segunda carta, “Saucy Jack”, es sellada al día siguiente del crimen doble, lo que indica que fue echada inmediatamente después de los crímenes. Además, se junta el hecho de que en ella el Destripador se ufana de que han sido dos víctimas. Es materialmente imposible que la prensa pudiera haberse enterado del suceso y haber enviado esa carta, a no ser que supiera por anticipado lo que iba a suceder.
    • La última carta se envía 15 días después de la anterior, con su macabro regalo, medio riñón que supuestamente fue arrancado de la Eddowes. Para entonces, la prensa ya conocía todos los detalles de lo sucedido a las dos prostitutas, y podría haber conseguido por otros medios ese órgano, sin que necesariamente hubiera de pertenecer a la víctima.
    • En resumen, ¿en qué dirección parece guiarnos este esquema? Sabemos que hay dos manos en estas cartas, la de las dos primeras y la de la tercera; y sabemos también que la segunda hubo de ser escrita casi con total seguridad por Jack, por la falta de tiempo material para que la prensa pudiera pergeñar el engaño, por lo que lo más lógico es pensar que las dos primeras cartas son del Destripador. Así pues, se me ocurren dos posibilidades:
      • Si la confesión de los periodistas es cierta y estas cartas las escribió la prensa, no me queda más remedio que pensar que los crímenes los cometió el autor de las misivas, en este caso Fred Best, del Star, y que la tercera la escribió algún iluminado con ganas de jugar o incluso otro periodista. Esto explicaría la coincidencia descubierta en 2009 entre la caligrafía de la carta “Querido Jefe” y la de Best y, por extensión, la misma que la de “Saucy Jack”. Si además, como sugiere McKenzie, fue dictada por su jefe, T. P. O’Connor, entonces cabrían las sospechas razonables de que éste último fuera quien estuviera detrás de los crímenes…
      • La otra opción es que dicha confesión sea falsa, y que estas misivas pertenezcan realmente a Mandil de Cuero, y que tal vez sea la tercera la que escribió Fred Best. Pero no encaja en el descubrimiento de 2009, lo que nos obligaría a pensar que, o bien McKenzie manipuló el descubrimiento para confirmar que las cartas eran un fraude, o bien alguien, evidentemente el asesino, imitó la caligrafía del periodista. Pero tampoco encaja la confesión del propio Best…
    • De esta manera, las posibilidades se reducen notablemente: o bien Best es el asesino, o lo conoce y no lo denuncia por sus propios motivos, que podrían pasar por una amistad mal entendida, el aprovechamiento de sus hazañas para aumentar la tirada de su periódico, o un encubrimiento debido a una personalidad a la que se pretende evitar un escándalo “real”.
  • La teoría de la mano femenina, apoyada por personajes como Conan Doyle, es original, digna incluso del creador de Sherlock Holmes, pero cuesta admitirla como buena por una cuestión básica: los pocos testigos que pudieron haber observado al asesino dijeron que sus víctimas iban acompañadas por un hombre, lo que nos obliga a pensar, si pretendemos mantener la teoría de una mujer, que tendría que tratarse de una mujer disfrazada, y con marcado carácter masculino; este hecho en sí mismo no es extraño, pero da qué pensar en lo que respecta al patrón de los momentos elegidos para cometer los crímenes: como ya se ha dicho, lo primero que se pensó fue que se trataba de un trabajador de Whitechapel, que tenia que recurrir a los fines de semana para cometer sus crímenes que, por cierto, se van espaciando notablemente de uno a otro: 8 días entre el primero y el segundo, 23 entre el segundo y el doble, y 40 entre éste y el último. La teoría de la venganza por celos no es descartable, pero se me hace un poco cuesta arriba imaginarme a un hombre o una mujer pateándose Whitechapel en busca de alguien concreto, y mientras tanto dedicándose a eliminar, cada vez más virulentamente, a las prostitutas que encuentra en su camino…
  • Recuperando el tema de Conan Doyle, y para un apasionado de su obra como yo, hay una pequeña cuestión que me tiene intrigado: ¿cómo es que el creador del gran detective londinense no lo enfrentó con la gran amenaza real del Londres victoriano? En sus relatos aparecen “villanos” de la talla de James Moriarty (El Problema Final), Irene Adler (Escándalo en Bohemia), Sebastián Morán (La Aventura de la Casa Deshabitada), el doctor Grimesby Roylott (La Aventura de la Banda de Lunares)… Tal parece que no hubiera sido capaz de encontrar una base para una aventura del detective, o que quizás hubiera preferido no meterse en camisa de once varas con semejante caso, del que ya había hecho comentarios como los ya expuestos.
  • En la época que nos ocupa, y en el East End, la zona más deprimida, violenta e insegura de Londres, la población residente era poco menos que escoria para el resto de la sociedad: el hecho de que muriera asesinada una prostituta recibía, en el mejor de los casos, una breve reseña de conmiseración, y en el peor un aplauso por parte de algunos sectores que deseaban ver erradicado aquel nido de depravación de la orgullosa City. La policía investigaba los casos porque era su deber, no porque tuviera un interés especial en ello, sin poner un empeño excesivo, así que otra de las preguntas que surge en este entorno es: ¿Por qué se estableció semejante despliegue, tanto policial como mediático, en torno a la figura de Jack? ¿Cuál era el interés de las fuerzas de seguridad en el caso del Destripador? ¿Tal vez los crímenes de Mandil de Cuero removieron más suciedad de la que se pretendía en un crítico momento, llamando la atención hacia unos barrios marginados que necesitaban desesperadamente una mano firme y una remodelación en serio?
  • Hablemos por un momento de la tesis que expone el uruguayo Cuitiño: si tanto Edmund Raid y el doctor Bond abundan en el hecho de que los cortes de las gargantas fueron producidos por una persona diestra, ¿por qué el matemático asegura que fueron al contrario? ¿Para justificar que su sospechoso era zurdo? Hay que tener en cuenta, sobre todo, que toda esa palabrarería acerca de cortes de izquierda a derecha o de derecha a izquierda hay que entenderla de una forma relativa: ¿cómo se enfocarían, desde el punto de vista del asesino o de la víctima? Desde el punto de vista de Jack, un corte de derecha a izquierda sería, en principio, obra de un diestro, mientras que desde su víctima, enfrente de él, en realidad sería obra de un zurdo; y aún así, también cabe la posibilidad de que el tajo fuera lanzado de forma cruzada, una tesis un tanto más forzada, pero también factible, al fin y al cabo, lo que hace prácticamente imposible delimitar si se trataba de un diestro o de un zurdo.
A mi juicio, la tesis del uruguayo, basada en las matemáticas puras y en una serie de datos que aparentemente no tienen demasiado que ver con lo que nos ocupa, o por lo menos que no se sabe muy bien de dónde salen, es difícilmente defendible y se cae por su propio peso…
  • Evidentemente, no voy a descubrir aquí nada nuevo, cualquier planteamiento que pueda establecer seguramente habrá sido ya seguido ya por los numerosos ripperólogos que habrán investigado el caso desde sus inicios. En cualquier caso, en mi humilde opinión, hay un elemento clave en todo este asunto que es el que tiene, casi con seguridad, la clave de los crímenes de Jack: me refiero a la dichosa carta, “Saucy Jack”, de la que ya hemos hablado.
Si seguimos la teoría de McKenzie, hemos de concluir que el Destripador fue un invento de la prensa, concretamente del Star, para conseguir una mayor tirada: o bien Best era el asesino, o lo era alguien muy cercano a él y a quien encubrió. Aunque resulte horrendo, macabro, pensar que alguien pudiera dedicarse a masacrar ciudadanos para conseguir una mayor difusión mediática, creo que también se hace necesario recordar que la historia de la humanidad está plagada precisamente de actos de este tipo, salvajismos dirigidos a conseguir un objetivo económico o político.
De esta manera, cualquier otra teoría pasaría indefectiblemente por demostrar que el estudio de McKenzie fue erróneo, voluntaria o involuntariamente, y que por tanto Fred Best, cuando confesó haber escrito las cartas, también habría mentido. Sólo así podremos acudir a otras hipótesis más románticas, conspiranoicas o imaginativas. Por mi parte, aunque me atrae sobremanera la idea del asesinato premeditado encubierto en medio de una atrocidad para ocultar un secreto “de estado”, entiendo que no hay pruebas contundentes que lo avalen, así que sean ustedes, lectores, quienes decidan qué prefieren creer…

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  • The Private Life of Jack the Ripper, Richard Gordon. 1980.
  • Night of the Ripper, Robert Bloch. 1984.
  • White Chappell, Scarlet Tracings, Iain Sinclair. 1987.
  • Anno Dracula, Kim Newman. 1992
  • A Night in the Lonesome October, Roger Zelazny. 1993.
  • Ladykiller, Martina Cole. 1993.
  • Savage, Richard Laymon. 1993.
  • The Pit, Neil Penswick. 1993.
  • Dan Leno and the Limehouse Golem, Peter Ackroyd. 1994.
  • Jack El Destripador Diario, Shirley Harrison. 1994.
  • Pentecost Alley, Anne Perry. 1996.
  • Jack el Destripador, Amigo Desenfadado, Richard Wallace. 1996.
  • Matrix, Mike Tucker y Robert Perry. 1998.
  • Jack El Destripador, José L. Zarate Herrera. 1999.
  • Retrato de un Asesino: Jack el Destripador Caso Cerrado. Patricia Cornwell. 2002.
  • Jack el Destripador Diario Íntimo. Koldo Campos Sagaseta. 2009.
  • Sinistrari Giles Richard Ekins. 2010.

Fuentes de Información en Internet:

  • Wikipedia
  • Laaventuradelahistoria
  • Abc.es
  • crimeneinvestigacion.com
  • elperiodico.com

Filmografía

  • Canal Historia. Documental.
  • Nacional Geographic. Documental.
  • Programa Cuarto Milenio, canal cuatro. Episodio dedicado a Jack.

  • Das Washfigurenkabinett, de Paul Leni (Werner Kraus).1924.
  • El Enemigo de las Rubias, Alfred Hitchcock (Ivor Novello). 1927. Adaptación del libro The Lodger.
  • Die Büchse der Pandora, Georg Wilhelm Pabst (Louise Brooks, Gustav Diess). 1929.
  • The Lodger, Maurice Elvey (Ivor Novello). 1932. Adaptación del libro The Lodger.
  • Drôle de Drame, Marcel Carné (Jean-Louis Barrault). 1937.
  • The Lodger (Jack el Destripador), John Brahm (Laird Cregar, Merle Oberon, George Sanders). 1944. Adaptación del libro The Lodger.
  • Room to Let, Godfrey Grayson (Valentine Dyall). 1949.
  • Man in the Attic, Hugo Fregonese (Jack Palance, Constance Smith). 1953. Adaptación del libro The Lodger.
  • Jack the Ripper, David MacDonald (Boris Karloff, Dorothy Allison). 1958.
  • Jack the Ripper, Monty Berman y Robert S. Baker (Lee Patterson, Eddie Byrne). 1959. Se basó en parte en la teoría formulada por Leonard Matters.
  • Serie de televisión Thriller, en la que se realiza una adaptación de Yours Truly, Jack the Ripper, de Robert Bloch. 1961.
  • Das Ungeheuer von London City, Robert A. Stemmle (Hansjörg Felmy, Marianne Koch). 1964.
  • A Study in Terror, James Hill (John Neville, Donald Houston).1965. Enfrentamiento entre Sherlock Holmes y el Destripador.
  • Night After Night After Night, Lindsay Shonteff (Jack May, Justine Lord). 1969.
  • Hands of the Ripper, Peter Sasdy (Eric Porter, Angharad Rees). 1971.
  • Dr. Jekyll and Sister Hyde, Roy Ward Baker (Ralph Bates, Martine Beswick). 1971.
  • Jack el Destripador de Londres, José Luis Madrid (Paul Naschy, Patricia Loran). 1971.
  • Terror in the Wax Museum, Georg Fenady (Ray Milland, Broderick Crawford). 1973.
  • Jack the Ripper, Jesús Franco (Klaus Kinsky). 1976.
  • Asesinato por Decreto, Robert S. Baker (Christopher Plummer, James Mason). 1979. Sherlock Holmes. Basada en la teoría literaria de Knight.
  • Los Pasajeros del Tiempo, Nicholas Meyer (MAlcolm McDowell, David Warner). 1979. Cinta de ciencia ficción con viajes en el tiempo por parte de H. G. Wells a la época victoriana, donde se enfrentará contra Jack.
  • Fear City, Abel Ferrara (Tom Berenger, Billy Dee Williams). 1984.
  • Terror at London Bridge, E. W. Swackhamer (David Hasselhoff, Stephanie Kramer). 1985.
  • Night Ripper, Jeff Hatchcock (James Hansen, April Audia). 1986.
  • Amazon Women on the Moon, Joe Dante, Carl Gottlieb, John Landis, Robert K. Weiss (Arsenio Hall, Donald F. Muhich). 1987. Comedia que parodia las teorías en torno a la identidad del Destripador especulando que Jack era el Monstruo del lago Ness, pero disfrazado.
  • Jack's Back, Rowdy Herrington (James Spader, Cynthia Gibb). 1988.
  • Deadly Advice, Mandie Fletcher (Jane Horrocks, John Mills). 1994. Comedia.
  • Ripper Man, Phil Sears (Mike Norris, Timothy Bottoms). 1994.
  • The Ripper, Janet Meyers (Samuel West, Patrick Bergin). 1997.
  • Jill the Ripper, Anthony Hickox (Dolph Lundgren). 2000.
  • Ripper, John Eyres (A. J. Cook). 2001.
  • Bad Karma (renombrada como Hell's Gate), Alexis Miansarow (Oulage Abour, Marc Citti). 2001.
  • Desde el Infierno, Hughes & Hugues (Johnny Deep, Heather Graham). 2001.
  • Rojo sangre, de Christian Molina (Paul Naschy, Bibiana Fernández). 2004.
  • Sweneey Todd el Barbero Diabólico de la Calle Fleet, Tim Burton (Johnny Deep). 2007. Adaptación de la obra teatral del mismo nombre.
  • The Lodger, David Ondaatje (Simon Baker, Alfred Molina). 2009. Adaptación del libro The Lodger.

  • Serie de televisión Cimarron Strip, episodio Knife in the Wilderness, Harlan Ellison. 1968.
  • Serie de televisión The Sixth Sense, capítulo With Affection, Jack the Ripper. 1972.
  • Serie de televisión La Isla de la Fantasía, capítulo With Affection, Jack the Ripper. 1980.
  • Serie de televisión Jack the Ripper, David Wickes (Michael Caine, Armand Assante).1988.
  • Serie de televisión Babilón 5, capítulo Comes the Inquisitor. 1995.
  • Serie de televisión Sanctuary. 2007.
  • Serie de televisión Smallville. Capítulo Cura (7ª temporada, 4). 2008.
  • Serie de televisión Whitechapel. 2009.
  • Serie de televisión Star Trek TOS, capítulo Un Lobo en el Redil (7).
  • Serie de televisión Más Allá del Límite, capítulo Jack el Destripador.

Otros

  • Obra de teatro Die Büchse der Pandora, Frank Wedekin. 1904.
  • Obra teatral The Lodger: Who is He?, Horace Annesley Vachell. 1917. Basada en la novela de Lowndes.
  • Ópera Lulu, Alban Berg. 1930.
  • Grand Guignol de París, Jack l’Eventreur, André de Lorde. 1934.
  • Escenificación teatral Murder Most Foul, Claude Pirkis. 1948.
  • Ópera The Lodger, Phyllis Tate. 1960. Basada en la novela de Lowndes.
  • Programa radiofónico Stay Tuned for Terror, en el que se realiza una adaptación de  Yours Truly, Jack the Ripper, de Robert Bloch.
  • Obra teatral Force and Hypocrisy, Doug Lucie. 1986. Basada en la teoría de Knight.

  • Red of Fang and Claw, All Love Lost, del cómic 100 de Master of Kung Fu. Marvel Cómics. 1981.
  • Novela gráfica Blood of the Innocent, Rickey Shanklin, Marc Hempel y Mark Wheatley. 1986.
  • Cómic Gotham by Gaslight, DC. Cómics. 1989.
  • Cómic Doom Patrol, Grant Morrison. 1989.
  • Novela gráfica Desde el Infierno .... Alan Moore y Eddie Campbell. Basada en la teoría de Knight. 1993-1997.
  • Cómic A Treasury of Victorian Morder, Rick Geary. 1995.
  • Cómic Predator: Nemesis. 1997.
  • Cómic Whitechapel Freak, David Hitchcock. 2001.
  • Cómic Royal Blood, de la serie Hellblazer. DC Cómics.
  • Cómic Wonder Woman: Amazonia
  • Cómic Judge Dredd, episodio titulado Night of the Ripper!.

  • Jack the Ripper: the Musical, Ron Pember, Dennis DeMarne. 1974.
  • Musical Sweeney Todd: The Demon Barber of Fleet Street, Stephen Sondheim. 1979.
  • Ópera rock Yours Truly: Jack the Ripper, Frogg Moody y Dave Taylor. 2003.

En lo que atañe al mundo de la música, multitud de cantantes y grupos han usado la figura de Jack para promocionarse; en la mayor parte de los casos se trata de seguidores de estilos como el metal, el rock duro, etc, sin descartar otros estilos musicales más serenos; así, entre la multitud que podemos citar, mencionaremos a Link Wray, Screaming Lord Sutch, The White Stripe, The Horrors, Black Lips, The Sharks, Jack & the Ripper, Judas Priest, Praying Mantis, Whitechapel, Ripper, Meridian, Sodomizer, Morrissey, Nick Cave end the Bad Seeds, The Legendary Pink Dots, Thee Headcoats, The Buff  Medways, The Asbestos, Bob Dylan, Radio Werewolf, Black Sabbath…
            Para finalizar con las influencias en la música, y como nota anecdótica, hasta en la música clásica han aparecido influencias del Destripador: en 2003 Juan María Solare montó el cuarteto para flauta, clarinete, violín y cello Frère Jacques the Ripper (deconstructing the Canon).
            Pero aún podemos apuntar más: evidentemente, si citara aquí todas las influencias, directas e indirectas que Mandil de Cuero ha tenido en la historia, este artículo se convertiría en poco menos que un listín telefónico, así que se hace necesario resumir en la medida de lo posible y mencionar una pequeña parte; así, acabaremos con la relación de Jack con el mundo de la informática y los videojuegos.
            Si lo enfocamos de forma cronológica, diremos que la primera vez que se usó al Destripador de esta manera fue en 1987, en una aventura conversacional llamada Jack the Ripper; más tarde, en 1992, aparecería en Master of Darkness, un juego de Sega de plataformas. Ese mismo año vería la luz uno de los primeros RPGs, WaxWorks, en el que también intervendría.
            En 1994 nos lo encontramos en el juego de pelea World Heroes 2: Jet, y en 1996 en Ripper; saltando hasta 1999, aparece en dos videojuegos: Duke Nukem: Zero Tour y Shadow Man; un año más tarde, hará su aparición, un tanto transformado en monstruo, en MediEvil 2.
            En el año 2003, el videojuego Jack the Ripper convierte al jugador en un periodista de 1901 que ha de cubrir una serie de asesinatos idénticos a los del Destripador.
            Ya en 2007, el relato de Stevenson El Extraño Caso del Doctor Jekyll y Mister Hyde servirá para crear una trama en la que se mezclan este argumento y los crímenes de Mandil de Cuero en el juego Mystery in London: On the Trail of Jack the Ripper.
Y para rematar este apartado, diremos que no podía faltar el enfrentamiento entre Sherlock Holmes y Jack en el videojuego Sherlock Holmes versus Jack the Ripper, aparecido en 2009…
            Después de esto, ¿alguien puede decir que Jack no goza de buena salud?

7 comentarios:

  1. Yo creo que después de leerte nadie duda de que Jack goza de muy buena salud y es un personaje de lo más interesante, reconozco que está entre mis favoritos, pero hay quien dice que soy un poco truculenta... hasta le traje al presente en uno de mis relatos.
    Como siempre es un gusto leerte :)
    Besos!

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  2. Muchas gracias por tus palabras, Tere. La verdad es que es un personaje fascinante, es uno de mis favoritos: el misterio que siempre lo ha envuelto, aunque últimamente parece que está resuelto al menos en apariencia, la atmósfera victoriana...
    Seguimos en contacto, besos.

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  3. Mis más sinceras felicitaciones por tu profundo, serio y documentado artículo José Francisco.
    También habla bien de tí que pones las fuentes en que basaste tu trabajo, lo cual lamentablemente no es lo más común. Si desearas más información sbre este tema o crímenes seriales en general no dudes en enviarme un mail a gabpombo@gmail.com

    Gabriel Pombo

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  4. Mis más sinceras felicitaciones por tu profundo, serio y documentado artículo José Francisco.
    También habla bien de tí que pones las fuentes en que basaste tu trabajo, lo cual lamentablemente no es lo más común. Si desearas más información sbre este tema o crímenes seriales en general no dudes en enviarme un mail a gabpombo@gmail.com

    Gabriel Pombo

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    1. Buenas noches, Gabriel, y muchas gracias por tus amables palabras. Con esta serie de artículos sobre personajes históricos y semihistóricos lo que he intentado es llamar la atención del lector hacia dichos personajes, de manera que se interesen y busquen por sí mismos más información acerca de ellos. No sé si lo habré conseguido, me gustaría pensar que así ha sido. Tomo nota de tu correo por si en algún momento necesito documetnación acerca de alguna cuestión que escriba sobre crímenes seriales en general.
      Muchas gracias de nuevo, Gabriel.

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  5. Hola Jose,

    Es un artículo que trata con mucho rigor y profundidad el tema del Destripador. Lo he disfrutado porque atrapó mi curiosidad en su día y he descubierto muchos datos que no conocía.Creo que es un personaje que da para mucho como puede verse en la bibliografía.

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    1. Buenas noches, Laura. La hora más propicia para visitar a este personaje, jejeje... Muchas gracias por tus palabras, he intentado acercar la historia lo más posible a la realidad, y conseguir que el lector se involucrara en ella hasta el punto de seguir buscando más información sobre alguien tan retorcido como Jack...

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