ATENTAMENTE,
JACK EL DESTRIPADOR
José
Francisco Sastre García
Aunque oficialmente sólo se le
asignan cinco crímenes, existen algunas sospechas, más o menos fundadas, de que
pudiera haber llegado hasta el respetable número de 17. Se ha convertido por
derecho propio, o tal vez por obra y arte de los medios de comunicación, en el
paradigma del misterio y el horror por sus macabras hazañas, en un oscuro
fantasma acechante, aprovechado para todo tipo de explotación, incluida la
turística más bizarra…
Nos referimos, como no, al más
mítico de los asesinos en serie, al más legendario de los psicópatas
sanguinarios que ha dado la historia; evidentemente, no podíamos estar hablando
de otro que de Jack el Destripador, el misterioso personaje que tuvo
aterrorizada Londres durante un cruento otoño y que consiguió eludir la larga
mano de la justicia, quién sabe si por su propia inteligencia y méritos, o por
presiones para evitar que trascendiera a la opinión pública su verdadero
rostro.
Muchos ríos de tinta y de celuloide
se han creado en torno a este siniestro sujeto, del que nada se sabe excepto lo
que quiso dejar tras de sí: unos cadáveres destrozados y unas cartas que, al
parecer, firmaba de la forma que aparece como título de este artículo, como si
se tratara de un viejo colega de Scotland Yard que pretendiera plantearles un
sutil pero horrendo juego que ni los más sagaces fueron capaces de resolver, y
que aún hoy en día se mantiene en la más absoluta de las tinieblas, al inmortal
acecho de las incautas mujeres que caigan en sus brutales manos. ¿Quién pudo
haber sido? Veamos lo que tenemos sobre él o ella, pues de todo hay en este
asunto, y que el lector decida por sí mismo qué es lo que prefiere creer…
El personaje
Nuestra visita al escenario de este
sórdido expediente comienza en 1888 en Londres, en las zonas más empobrecidas
de la City, a la sazón el East End y, especialmente, el barrio de Whitechapel.
Aunque Jack el Destripador (Jack the
Ripper) fue el apelativo que permaneció por siempre en nuestro imaginario, merced
como hemos dicho a unas cartas que enviaba a Scotland Yard con la descripción
de sus hazañas y firmadas de esta manera, en su momento tuvo otros como “El
Asesino de Whitechapel”, “Mandil de Cuero” o “Genio Independiente”, apodo que
acuñó George Bernard Shaw en una carta que escribió al respecto.
Y aquí empiezan a flotar ya las
nubes de la discordia y las dudas sobre el asunto, en las cartas que Jack
mandaba a sus perseguidores: algunos investigadores han llegado a plantearse la
cuestión de si en realidad no se trató de alguna broma de mal gusto, pergeñada
por un periodista ávido de morbo, con la “sana” intención de conseguir una
mayor tirada de su periódico. Qué duda cabe que con estos crímenes, la venta de
la prensa aumentó sobremanera…
Tras una máscara de impenetrables
tinieblas se ocultaba una mente fría, inteligente, implacable y eficaz, alguien
astuto y burlón que marcaba sus sanguinarias hazañas de una manera
característica: sus víctimas fueron prostitutas a las que en principio
estrangulaba, después degollaba y por fin, para rematar su macabra tarea,
mutilaba la zona abdominal; esta forma de actuar, en especial la extracción de
órganos internos, llevó a la teoría de que el asesino poseía conocimientos
quirúrgicos o, por lo menos, anatómicos.
Para entender la alarma que se creó
es necesario ponernos, aunque sólo sea por encima, en situación: a mediados del
siglo XIX Inglaterra era poco menos que la meca del trabajo y el progreso en
Europa, recibiendo una enorme afluencia de irlandeses que acabaron por
sobrepoblar las principales ciudades del reino; en Londres, el East End fue el
lugar elegido por estos inmigrantes.
Más adelante, en las postrimerías de
siglo, llegarían aún más refugiados: judíos del Este de Europa, que aumentaron si
cabe las malas condiciones de esta zona, especialmente en Whitechapel, debido
al hacinamiento en que se veían obligados a vivir, lo que generaba una enorme
decadencia en las condiciones de trabajo y vivienda, conformándose así una
especie de gueto con una nueva clase de personas, definidas en documentos de la
época como “lánguida y perezosa, sin
trabajo, sin formación laboral y sin futuro”.
La pobreza endémica que se generaba
condujo inevitablemente a una vida basada poco menos que en la supervivencia:
las “profesiones” habituales eran el robo, la violencia, el alcoholismo, la
prostitución… Hacia octubre de 1888, las estimaciones que las fuerzas del orden
londinenses daban para Whitechapel venían a concluir que habría alrededor de 62
burdeles y unas 1200 prostitutas…
Esta situación no podía llevar más
que a continuas tensiones sociales y a manifestaciones a lo largo de 1886 y
1889, un descontento que se tradujo en el conocido Domingo Sangriento, el 13 de
noviembre de 1887; en este clima de tensión es donde apareció la figura de
Jack, que recibió una cobertura mediática completamente desorbitada para
aquella época: con la afirmación, sentida por la mayoría de la sociedad como
cierta, de Charles Arbuthnott, de que Whitechapel era una madriguera de
perversidad, depravación e inmoralidad, se ponía en el disparadero la idea de
“arrasar” la zona; este periodista llegó a establecer incluso una descripción
del asesino, pero los documentos en los que supuestamente estaría expuesta
dicha descripción se declararon desaparecidos pasado un año de los teribles
sucesos…
En este contexto es donde se ubican
los crímenes de Jack, al que, como ya hemos dicho, oficialmente se le atribuyen
sólo cinco crímenes, aunque se especula con que pudiera haber sido autor de
algunos más.
Entre el 3 de abril de 1888 y el 13
de febrero de 1891 se produjeron once homicidios en el East End; la
investigación de Scotland Yard, tras las pruebas obtenidas, los agrupó bajo el
concepto de “asesinatos de Whitechapel”; el problema estriba en delimitar si
realmente se trataba de asesinatos cometidos por la misma persona o personas,
ya que el modus operandi no parece siempre el mismo, aunque todos habían sido
cometidos a muy pocas calles de distancia unos de otros. Los que sí se puede
decir que coincidían claramente son los cinco “canónicos” que se atribuyen
directamente a Jack.
En este expediente policial, las dos
primeras víctimas, Emma Elizabeth Smith y Martha Tabram, no coincidían con las
señales de brutalidad asociadas con el Destripador, por lo que no se incluyeron
entre los “canónicos”: la primera sufrió un asalto sexual, durante el que se la
insertó en la vagina un objeto obtuso que le perforó el peritoneo, a causa de
lo cual se desarrolló una peritonitis que la llevó a la tumba desde el London
Hospital en que había sido ingresada. Sus declaraciones indicaban que había
sido atacada por dos o tres hombres, uno de los cuales al parecer era un
adolescente; la prensa cayó sobre este crimen como un buitre, en busca del
sensacionalismo y del aumento de tirada, relacionándolo con los que vendrían a
continuación; sin embargo, desde Scotland Yard se pensó que era más bien una
cuestión de violencia de pandillas que de actos relacionados con el Destripador
de Londres.
Sí que establecieron inicialmente
una relación entre la muerte de Smith y Tabram, que fue asesinada el 7 de
agosto de 1888, tras sufrir 39 puñaladas; la proximidad de las ubicaciones, la
brutalidad homicida, la falta de un motivo lógico, así les hicieron pensar,
pero no encajaba en la forma en que Jack trataba a sus víctimas: no había
evisceración, ni mutilación de ningún tipo, sino meramemente apuñalamientos.
Uno de los primeros rumores que
surgió a raíz de estos crímenes fue que su autor era un aclamado actor
estadounidense, Richard Mansfield,
que a la sazón se encontraba en Londres protagonizando la obra El Extraño Caso del Doctor Jekyll y Míster
Hyde (basada en la novela homónima de Robert Louis Stevenson).
Posteriormente, se convirtió en sospechoso un limpiabotas, John Pizer, un judío
polaco que poseía un historial delictivo que jugaba seriamente en su contra, ya
que había sido acusado de atacar a una prostituta de forma indecente, pero al
final hubieron de dejarlo en libertad por no poder probar su culpabilidad. Uno
tras otro, los sospechosos a los que la policía detenía e interrogaba iban
demostrando ser inocentes de los cargos que se les imputaban, hasta llegar a un
punto en que las fuerzas de seguridad londinenses serían ridiculizadas por su
incapacidad para acabar con la ola de crímenes.
Entramos en la etapa en que se
supone que trabajó Jack, con las cinco víctimas que se le atribuyen
oficialmente:
- La primera en sufrir sus “cariñosas” atenciones fue Mary Ann Nichols, cuyo cuerpo fue descubierto el 31 de agosto de 1888. Había recibido dos cortes profundos en la garganta, que se la habían seccionado, y otro en el abdomen lo había desgarrado. Algunas fuentes hablan de que estaba completamente abierto, con las vísceras desparramadas.
- A ésta le sucedió Annie Chapman, encontrada el 8 de septiembre del mismo año, con las mismas heridas en garganta y abdomen que Nichols, aunque en este caso éste estaba totalmente abierto; posteriormente se comprobaría que le habían extraído el útero. Durante el proceso judicial que siguió al asesinato, un testigo declaró que había visto a la víctima en compañía de un hombre de cabello oscuro con aspecto distinguido pero desarrapado, alrededor de media hora antes del descubrimiento del cadáver. Un detalle que resaltan algunas fuentes, y que contrasta con el modus operandi de Jack, es que este crimen se cometió a la luz del día, en un estrecho pasadizo que utilizaban los obreros y mientras los vecinos de los inmuebles colindantes andaban por las calles; no resulta algo demasiado lógico, lo que hace sospechar que en realidad esta información no sea fiable, y que el crimen se cometiera por la noche y la víctima no fuera localizada hasta mucho más tarde… Los comentarios acerca de la policía llegaron al punto de que el New York Times escribiría: “El desalmado de Whitechapel ha asesinado esta mañana a su segunda víctima y sigue sin ser detectado, visto o conocido. Hay pánico en Whitechapel. El cuerpo de detectives de la policía londinense es, probablemente, el más estúpido del mundo”.
De
entre todas las cartas que se recibieron sobre Jack el Destripador, destacan
tres, la primera de las cuales es catalogada por su comienzo como la carta
“Querido jefe”: datada el 25 de septiembre y sellada el 27, llegó a la Agencia
Central de Noticias, desde donde la remitieron a Scotland Yard el 29. Si bien
fue considerada una de tantas bromas como estaban recibiendo por aquellos
momentos, la aparición del cadáver de Eddowes hizo que se replantearan las
ideas acerca de la misiva, en la que se aseguraba que le cortaría la oreja a su
siguiente víctima y la enviaría por correo. Y efectivamente, el cadáver de
Eddowes, del que se hablará en el siguiente punto, ostentaba entre otras una
oreja cortada parcialmente. Sin embargo, la amenaza del autor de enviar la
oreja por correo nunca se llevó a cabo. Ésta fue la primera carta en la que
apareció la firma de Jack.
En
este aspecto se habla de otra carta, fechada el 17 de septiembre, en la que se
viene a expresar lo mismo, lo que ha hecho sospechar a algunos investigadores
que en realidad nos encontremos ante una falsificación del siglo XX, una
imitación del estilo del asesino. El contenido es el siguiente:
“Querido Jefe, desde hace días
no dejo de oír que la policía me ha atrapado, pero en realidad todavía no me ha
pillado. En mi próximo trabajo le cortaré la oreja a la dama y se la enviaré a
la policía para divertirme. No soporto a cierto tipo de mujeres y no dejaré de
destriparlas hasta que haya terminado con ellas. El último es un magnífico
trabajo, a la dama en cuestión no le dio tiempo de gritar. Mi cuchillo está tan
bien afilado que quiero ponerme manos a la obra ahora mismo. Me gusta mi
trabajo y estoy ansioso de empezar de nuevo, pronto tendrá noticias mías y de
mi gracioso jueguecito [...]
Atentamente, Jack el
Destripador”.
- Es posible que a partir de este momento Jack se mostrara aún más seguro y burlón, pues sus tareas se intensificaron: el 30 de septiembre, con aproximadamente 45 minutos de diferencia, se encontraban, respectivamente, los cuerpos de Elizabeth Stride y Catherine Eddowes.
- Con respecto a Stride, existen dudas de si realmente hay que atribuírsela al Destripador, pues tan sólo tenía el corte en la garganta que había seccionado la arteria principal, sin evisceración abdominal. Se especula con la posibilidad de que fuera interrumpido durante su “hazaña” y que la dejara a medias. Hubo testigos que creyeron haber visto a la prostituta con un hombre, pero las descripciones no coinciden: unos hablaron de que era blanco, otros que de tez morena; unos que vestía con ropa vieja o andrajosa, otros que iba bien vestido…
- Como ya hemos dicho, sólo transcurrieron tres cuartos de hora hasta que se localizó a Catherine Eddowes; y ésta sí, ésta mostraba las características atribuidas al Destripador: garganta seccionada, abdomen abierto… y el útero y el riñón izquierdo extraídos. Uno de los testigos presentados, Joseph Lawende, declaró haber pasado por el mismo lugar acompañado por un par de amigos poco antes del crimen, y haber visto a una prostituta en compañía de un hombre rubio de apariencia andrajosa, aunque no pudo precisar si se trataba de Eddowes. Sin embargo, los amigos no pudieron confirmar la descripción del desconocido.
Uno
de los detalles de este caso que bien pudiera tener relación con Jack, o tal
vez no se tratara más que de una desafortunada coincidencia, fue que en la
pared donde se encontró el delantal de la prostituta se encontró un grafitti en
el que se leía “los judíos no tienen la culpa de nada”. Puesto que el asesinato
se había producido en la zona en la que vivía esta etnia, y temiendo que se
relacionaran los crímenes con la comunidad hebrea, lo que podría ocasionar un
brote de violencia antisemita, el comisionado Charles Warren ordenó que se
borrara antes del amanecer.
Apenas
unos días después, la Agencia Central de Noticias recibiría la segunda de las
cartas que se consideran genuinas de Jack, una postal apodada como “Saucy
Jack”: fue sellada el 1 de octubre, y entregada ese mismo día. Al estudiar su
caligrafía y estilo se comprobó que eran muy similares a la “Querido Jefe”, y
en ella se hacían alusiones al doble asesinato. La fecha en la que fue enviada,
antes de que se dieran a conocer los crímenes, obliga a pensar que el autor
había de ser por fuerza el asesino, y el hecho de que fuera sellada 24 horas
después refuerza la idea de que realmente Jack estaba detrás de la misiva, en
la que se expresa en los siguientes términos:
“No bromeaba querido jefe cuando le di el
chivatazo. Mañana tendrá noticias del ‘Bueno de Jack’. Esta vez, la cosa es
doble; la primera chilló un poco y no pude rematarla, no me dio tiempo a
quitarle la oreja para la policía, gracias por retener mi última carta hasta
que volví al trabajo.
Jack el Destripador”.
Aún
habría reservada una sorpresa más en el repertorio de la obra del Destripador:
una nueva carta, recibida esta vez por George Lusk, el líder del Comité de
Vigilancia, el 16 de octubre, bautizada por su cabecera como “Desde el
Infierno”. La caligrafía ya no era la misma, ni tampoco el estilo, y llegaba
acompañada por una pequeña caja en la que el miembro del grupo ciudadano
encontró la mitad de un riñón preservado en “espíritus de vino” (Comúnmente
conocido como etanol). Los comentarios que hace en el texto son verdaderamente
macabros, e incluso hay quien piensa que se trató de una broma muy tétrica,
pero el hecho es que a Eddowes se le extrajo el riñón izquierdo.
El
macabro despojo fue analizado por el doctor Thomas Openshaw, del Hospital de
Londres, quien dictaminó que se trataba de un órgano humano y que correspondía
al lado izquierdo del cuerpo, pero no fue capaz de contrastar ni la edad ni el
sexo de su portador. Posteriormente, Openshaw recibiría una misiva firmada por
Jack el Destripador, de la que no hay certeza alguna de que perteneciera
realmente al asesino. En cuanto a “Desde el Infierno”, veamos su contenido:
“Desde el infierno. Señor Lusk. Señor le
adjunto la mitad de un riñón que tomé de una mujer y que he conservado para
usted, la otra parte la freí y me la comí, estaba muy rica. Puedo enviarle el
cuchillo ensangrentado con que se extrajo, si se espera usted un poco. Firmado,
Atrápeme si puede Señor Lusk.
Jack el Destripador”.
- La última de las víctimas canónicas de Jack fue Mary Jane Kelly, el 9 de noviembre de 1888: en esta ocasión, el criminal fue aún más lejos y, en lugar de asesinarla en la calle, se introdujo en la habitación en la que dormía, bien por la fuerza bien invitado por ella, donde la tumbó en la cama para comenzar su sangrienta tarea: un corte desde la garganta hasta la columna vertebral, y en el abdomen abierto no quedaba ningún órgano, todos estaban esparcidos… excepto el corazón, que no apareció por ninguna parte; al mismo tiempo, su rostro fue desfigurado de forma extrema. Curiosamente, el dato de que estaba embarazada no aparece en casi ninguna de las fuentes consultadas, lo que hace sospechar que, en realidad, pueda no ser otra cosa que una información extraída, o más bien malinterpretada, de la hipótesis Knight, acerca de la implicación de la más alta nobleza en el macabro caso.
Al
respecto de las cartas que habían llegado, supuestamente escritas por Jack,
diremos que Scotland Yard publicó facsímiles de las dos primeras con la
intención de comprobar si alguien era capaz de reconocer la caligrafía del
autor, pero fue en vano.
El
asunto de las cartas se mantenía en un limbo de duda razonable, hasta el punto
que Charles Warren, en una misiva dirigida al Jefe de la Secretaría de Estado
del Ministerio del Interior, Godfrey Lushington, le explicaba: “Creo que todo esto es un engaño pero por
supuesto estamos obligados a poner a prueba y encontrar al responsable en
cualquier caso”.
Y
cuando ya parecía que no podían enturbiarse más la cosas, George R. Sims, en el
periódico Referee, publicó el 7 de
octubre de 1888 que la carta “Querido Jefe” había sido escrita “con el fin de acrecentar al máximo la popularidad
de un periódico de baja circulación”. Se echaba más leña al fuego, máxime
cuando posteriormente los cuerpos de seguridad anunciaban haber conseguido
identificar al autor de la dichosa carta, un periodista de nombre Tom Bullen,
detalle que se notificó a George R. Sims el 23 de septiembre de 1913. Más
tarde, en 1931, un periodista llamado Fred Best confesaría que había escrito
las cartas para “mantener vivo el negocio”.
Las
dudas acerca de estas autorías se mantuvieron durante mucho tiempo: finalmente,
Kelvin McKenzie, un editor de periódicos retirado, se puso en contacto en 2009 con
la grafóloga Elaine Quigley; tras aportarle una copia de la carta “Querido
Jefe”, la mujer dictaminó, una vez la hubo cotejado con una copia transparente
de una muestra de la escritura de Best, que éste era casi con total seguridad
el autor de la misma. Aún apuntó más lejos; según su criterio, la forma en que
había sido redactada parecía indicar que había sido dictada por un tercero, con
lo que McKenzie especuló con que el editor de Best, T. P. O’Connor, pudiera
haber sido su cómplice con la intención de aumentar la tirada del periódico The Star…
Volviendo
a los cinco homicidios “canónicos”, se puede percibir en ellos una serie de
patrones que podrían dar indicaciones acerca de la personalidad de Jack:
- Todos tuvieron lugar por la noche, en fin de semana y hacia el final de un mes o la primera semana del siguiente.
- Parece advertirse una evolución en la saña de las heridas que las prostitutas habían recibido, excepto en el caso de Elizabeth Stride, que sólo incluye un corte en el cuello; la hipótesis más extendida al respecto es la que ya se ha apuntado, que cuando iba a iniciar su tarea se vio interrumpido por alguien, lo que mantuvo su “ansiedad” intacta y lo impulsó a buscar otra víctima con la que ensañarse. Tal parece que a medida que iba cometiendo los asesinatos iba perfeccionando su “técnica”… Además, una vez producida la evisceración, colocaba cuidadosamente los órganos de manera muy concreta, como en alguna especie de extraño ritual, con los intestinos sobre el hombro de la víctima.
A
pesar de que los documentos de la época vinculaban entre sí estos cinco
espantosos crímenes, y que este sentir general ha quedado para la posteridad,
hay quien puso en duda esta relación: para salir al paso de tanta
incertidumbre, en 1894, el asistente del jefe de la Policía Metropolitana y
Director del CID (Departamento de Investigación Criminal), Sir Melville Macnaghten, escribió un informe en el que declaraba
que el asesino de Whitechapel tuvo cinco víctimas y ninguna más. Pero claro,
este buen hombre se unió a la policía un año después de los
acontecimientos y en su informe se detectan graves errores de hecho con
respecto a los sospechosos… También se adscribió a esta teoría el médico de la
policía, Thomas Bond, a través de una carta enviada a Robert Anderson, jefe del
CID de Londres.
Entre
quienes se postularon contra la idea de los “cinco canónicos” se encontraron
los escritores Stewart P. Evans y Donald Rumbelow, que consideraban que los
casos de Stride y Kelly no tenían relación con los otros tres, y mucho menos el
de Tabram, que algunos se empecinaban en incluir entre las hazañas de Jack.
Percy
Clark, doctor asistente de George Bagster Phillips, el médico forense encargado
de los casos, se incluyó en la teoría de los escritores, abriendo la hipótesis de
los imitadores: salvo tres, el resto fueron cometidos por “uno o más individuos de mente débil... inducidos a emular el crimen”.
Posteriormente
se sucederían más asesinatos, que al principio la prensa y, por ende, la
sociedad, se empeñaron en atribuírselos al Destripador, pero poco a poco fueron
descartados por no encajar en el modus operandi del brutal psicópata. Como ya
se ha dicho al principio, el expediente policial incluye inicialmente 11
crímenes, de los cuales hasta el momento hemos citado siete: los dos iniciales,
y los cinco canónicos, lo que nos deja los cuatro siguientes, a saber:
- Rose Mylett apareció el 20 de diciembre de 1888, con signos de estrangulamiento pero sin señales de lucha; debido a ello, la policía se planteó que la mujer se hubiera asfixiado accidentalmente durante una borrachera, o que simplemente se había suicidado (¿?); tras la investigación, el jurado emitió un veredicto de homicidio.
- El 17 de julio de 1889 fue hallado el cadáver de Alice McKenzie: le habían seccionado la arteria carótida izquierda, y presentaba contusiones menores y cortadas. Thomas Bond pretendió asociarla a los crímenes de Jack, pero George Bagster Phillips denegó dicha relación; posteriormente se ha especulado mucho acerca de si se trataba de una imitación para despistar a las autoridades o de un auténtico caso del Destripador.
- El torso de la calle Pinchin. No, no es ninguna broma, es el término con el que se conoció el crimen, porque lo que se encontró fue eso: un torso sin cabeza ni piernas, encontrado bajo un arco ferroviario el 10 de septiembre de 1889. Sólo disponía de los brazos.
- Frances Coles fue asesinada el 13 de febrero de 1891 (dos años después del anterior y tres desde los crímenes canónicos). Le habían seccionado la garganta, pero su abdomen permanecía intacto. El principal sospechoso del homicidio fue James Thomas Sadler, a quien se había visto con la víctima poco antes del suceso; arrestado y juzgado, fue finalmente absuelto por la corte el 3 de marzo al no encontrar evidencias que lo condenaran de forma fehaciente.
A
pesar de todo, la tensión en aquellos momentos era enorme, la situación
extrema, y la prensa dispuesta a sacar tajada de todo ello; la sociedad estaba
no sólo horrorizada, sino absolutamente atemorizada, en especial las
prostitutas, el colectivo en el que se cebaba la crueldad de los criminales.
Con la sombra de Jack planeando sobre la City, sobre Whitechapel, se siguieron
proponiendo crímenes que se intentaban asociar al nombre del misterioso y
elusivo asesino:
- Fairy Fay. Así se denominó a una supuesta víctima hallada el 26 de diciembre de 1887, después de que le enterraran una estaca en el abdomen. Sin embargo, los registros policiales no contienen ninguna reseña, ningún informe o expediente en el que se hable de ningún crimen cometido durante la temporada navideña de 1887. La especulación más probable es la que dice que la víctima no existió jamás, y que fue creada por la prensa debido a la confusión de detalles que existían alrededor de los asesinatos de Emma Elzabeth Smith y un ataque sin muerte ocurrido en la navidad de 1886.
- El 25 de febrero de 1888, Annie Millwood ingresó en la enfermería del workhouse de Whitechapel con puñaladas en las piernas y la parte baja del abdomen; fue dada de alta, pero el 31 de marzo murió al parecer de causas naturales. Aunque se la consideró como la primera víctima del Destripador, no pudo establecerse una relación clara.
- Ada Wilson sobrevivió también a un ataque, el 28 de marzo de 1888, tras haber sido apuñalada dos veces en el cuello.
- Annie Farmer también declaró haber sido atacada el 21 de noviembre de 1888; el hecho de residir en la misma hostería donde vivía Martha Tabram, y que el corte de la garganta fuera muy superficial, hicieron pensar a los investigadores que podría haberse tratado de una herida autoinfligida.
- El Misterio de Whitehall. Con este nombre se conoció a un asesinato el 2 de octubre de 1888; el cadáver fue hallado en el sotano de la nueva sede de la Policía Metropolitana, en la calle Whitehall. De nuevo, como en la calle Pinchin, lo que encontraban era un torso sin miembros ni cabeza, aunque en este caso algo sí apareció: previamente se había localizado un brazo flotando en el Támesis, cerca de Pimlico, mientras que una de las piernas había sido enterrada cerca del cuerpo; del resto, nunca más se supo. Esto hizo pensar a los investigadores que en realidad no se enfrentaban a un único asesino en serie, sino a otro distinto al que denominaron “Homicida del Torso”. Hay quien aún hoy discute la autoría del Destripador en estos casos, pero lo que sí queda claro es que el modus operandi no es el mismo.
- A este mismo criminal se le asignó también la muerte de Elizabeth Jackson, una prostituta cuyas extremidades fueron recogidas del Támesis entre el 2 y el 25 de junio de 1889.
- Un caso que bien pudiera haber caído dentro del canon de Jack fue el de John Gill, un niño de siete años que fue encontrado en Manningham, Bradford, el 29 de diciembre de 1888: tenía heridas en las piernas, y su abdomen había sido abierto para sacar los intestinos del cuerpo. El corazón y una de las orejas desaparecieron. Había numerosas similitudes con los crímenes del Destripador, pero dos puntos en contra: no se trataba de una prostituta, ni había sucedido en Whitechapel, sino en una población situada a casi 300 km. de la City. Se acusó al lechero William Barrett, que tenía al niño empleado en su negocio, y se le detuvo dos veces, pero no consiguieron imputarle el crimen y hubieron de dejarle en libertad.
- El 24 de abril de 1891, en Manhattan, fue encontrado el cadáver de Carrie Brown, a quien apodaban Shakespeare por su costumbre de citar muy a menudo sonetos del gran dramaturgo inglés; estrangulada con prendas de vestir y mutilada con un cuchillo, tenía un largo tenedor incrustado en la ingle y heridas superficiales en piernas y espalda; ningún órgano había sido extraído de su cuerpo y, sin embargo, sobre la cama apareció un ovario, lo que hizo que la policía se preguntase si se trataba de un hecho accidental o de algo premeditado. Los estadounidenses lo compararon con las hazañas de Jack, pero desde el Reino Unido se descartó la conexión entre ambos sucesos.
Las
investigaciones criminales en la época victoriana seguían un patrón similar al
que se ejerce hoy en día: la policía revisó Whitechapel casa por casa,
recogiendo material de todo tipo y encuestando a todo el mundo en busca de
pistas que los llevaran a la solución de los asesinatos; por entonces
entrevistaron a unas 2.000 personas, investigaron a más de 300 y llegaron a
detener hasta 80.
Inicialmente
el encargado de la investigación fue Edmund Reid, detective del CID de
Whitechapel, pero tras la muerte de Nichols se abrió oficialmente la veda del
Destripador y se envió, desde Scotland Yard, a los agentes Frederick George Abberline, Henry Moore y Walter Andrews. Había que
resolverlo como fuera…
Una
de las líneas de investigación que se siguió fue la aplicación práctica de una
teoría que llevaba ya algún tiempo corriendo en boca del ámbito científico: las
retinas de un muerto reflejaban la última visión que había tenido éste, teoría
que encontramos reflejada en obras como Los
Ojos de la Luna,
de Jean Ray, de la serie dedicada al genial detective Harry Dickson. Esta
hipótesis impulsó a las autoridades a fotografiar los ojos abiertos de Mary
Jane Kelly, en la creencia de que por fin iban a encontrar al asesino; sin
embargo, aquella prueba sirvió para todo lo contrario de lo que se esperaba,
porque en la mirada vacía de la muerta no había nada que pudieran aprovechar
para esclarecer el crimen...
Todo
el mundo andaba detrás de la siniestra sombra asesina: incluso los
espiritistas, médiums y figuras similares se apuntaron a la batida, destacando
entre todos ellos la figura de Robert James Lees, quien, aparentemente, fue
capaz de conectar con el Destripador. Pero no adelantemos conclusiones…
Según
sus biógrafos, la sensibilidad de este psíquico estaba en su máximo apogeo, con
40 años de edad, cuando se enfrentó a Jack: él mismo narra que poco después del
tercer crimen, mientras trabajaba en su estudio, tuvo la sensación de que el
asesino estaba a punto de golpear de nuevo. Vio un lugar del East End, un
callejón estrecho en las cercanías de una taberna, y el nombre del callejón con
toda claridad; incluso pudo fijarse en el detalle de la hora que marcaba el
reloj de la pared de la taberna, las 12:40. Vio como una pareja llegaba a un
rincón oscuro del callejón, él sobrio, ella borracha; en un momento el hombre
tapaba la boca de la mujer con una mano y con la otra le seccionaba la
garganta, la dejaba caer al suelo y después la apuñalaba repetidas veces en el
abdomen; tras aquello, limpiaba tranquilamente el cuchillo en la falda de su
víctima y se alejaba en la oscuridad.
El
médium se presentó en Scotland Yard, pero fue tratado como un loco. El policía
de guardia se limitó a anotar el lugar y la hora. A la noche siguiente, la
policía encontró el cadáver de una prostituta en el lugar indicado por Lees, lo
que le produjo inquietud e insomnio. Su médico le recomendó que se tomara unas
vacaciones en el extranjero debido a la debilidad que le aquejaba,
recomendación que tomó al pie de la letra: durante ese período, el Destripador
asesinó a otras cuatro mujeres, pero el psíquico no tuvo visión alguna… (A
juzgar por estos datos, la alusión a la tercera víctima habría de ser,
probablemente, la primera canónica, Nichols, dando por sentado que todas las
víctimas pertenecían a la misma mano).
Y
aquí entramos en un terreno muy resbaladizo, que no encaja con lo que se ha
expuesto hasta ahora: alrededor de un año después (esto es, 1889, cuando los
ecos de Jack seguían todavía planeando sobre un Londres atemorizado), Lees tuvo
otra premonición: en esta ocasión vio el rostro de la mujer, y las mutilaciones
que había sufrido: recuperado del trauma, volvió de nuevo a Scotland Yard,
donde fue atendido por el inspector jefe con algo más de interés, que le enseñó
una tarjeta postal escrita con tinta roja y adornada con dos sanguinolentas
huellas digitales, en la que podía leerse:
“Mañana por la noche volveré a vengarme,
reclamando, entre las mujeres que han resultado más dañinas para mí, a mi
novena víctima.
Jack el Destripador
P.S. Para probar que soy
realmente Jack el Destripador cortaré las orejas de esta novena víctima”.
La
advertencia sirvió para las fuerzas policiales hicieran un formidable
despliegue en Whitechapel, pero no fue suficiente: el Destripador cometió un
nuevo crimen, y actuó tal y como lo había visto el médium durante su trance.
Esta nueva hazaña quebrantó aún más la salud de Lees, que volvió a marcharse al
extranjero; durante ese viaje, el Destripador llegó hasta la víctima 16 y
anunció a Scotland Yard que seguiría hasta 20.
Tras
volver, el psíquico estaba cenando con unos amigos cuando gritó que Jack
acababa de cometer otro crimen: ni corto ni perezoso se plantó de nuevo en
Scotland Yard, donde no se sabía nada del crimen hasta que llegó un telegrama
avisando que habían encontrado un nuevo cadáver en Crown Court. Al desplazarse
al lugar del macabro hallazgo, señaló un rincón oscuro, donde la policía
encontró una pintada en la que se leía: “Diecisiete.
Jack el Destripador”.
El
inspector pareció quedar convencido de las dotes de Lees, y decidió confiar en
él: éste lo guió, a las cuatro de la mañana, hasta un portal de una casa del West
End, asegurando que allí estaba su presa. Se trataba de la vivienda de un
distinguido médico de la alta sociedad, lo que hizo dudar al policía. Ante la
incertidumbre, pidió una nueva prueba al médium, que le describió el vestíbulo,
con un mastín durmiendo bajo las escaleras.
Cuando
le fue abierta la puerta, el inspector se encontró con la imagen exacta que le
había transmitido, aunque no había perro, lo que explicaron los sirvientes
asegurando que lo soltaban por las mañanas en el jardín. A partir de ese
momento, todo se aceleró: la esposa del médico contó que su marido padecía de
doble personalidad, y que en alguna ocasión había tenido que recoger a sus
hijos y encerrarse en un dormitorio para permanecer a salvo de su locura. Había
comprobado que los momentos en que no estaba en casa coincidían con los
terribles crímenes de Whitechapel.
El
propio sospechoso contaría después que sabía que su mente estaba desequilibrada
y que padecía de momentos de amnesia total.
Tras
comprobarse que, efectivamente, se trataba de Jack, éste rogó que lo mataran
embargado por el remordimiento, pero finalmente, tras un pacto de silencio para
no arruinar su reputación, fue enviado a un manicomio privado en Islington, al
Norte de Londres, donde ingresó bajo nombre falso; sin embargo había que
explicar su desaparición, lo que se solventó con un falso entierro.
Aparentemente
todo estaba resuelto, al menos según las declaraciones de Lees, pero… no podía
sostenerse: no cuadraban ni el número de crímenes, ni los lugares, ni las fechas,
ni las horas… Además, desde Scotland Yard se negó que el médium hubiera
participado en la investigación, cosa que el propio psíquico parece corroborar
en una contradicción directa publicada en su propio diario: no habló con la
policía hasta el 2 de octubre, tres días después del doble asesinato
Stride-Eddowes.
A
la postre, detrás de todo este sórdido asunto sólo parecía esconderse, de una
parte el interés por saltar a la palestra por parte de Lees, y por otra el
sensacionalismo periodístico de la época, que usaron sus declaraciones no una,
sino dos veces: la primera en 1895, el 28 de abril, en el Sunday Times Herald de Chicago, y la segunda en 1931 por el Daily Express, que retomó la primera y
la modificó ligeramente…
Pero
volvamos a 1888: no había manera de capturar al elusivo psicópata, por lo que
tras el homicidio de Eddowes entró en acción la policía municipal, con James
McWilliam a la cabeza;
el hecho de que Robert Anderson, que acababa de ser nombrado jefe de la CID, se hallara de licencia en
Suiza cuando fueron asesinadas Chapman, Stride y Eddowes no hizo sino
ralentizar el proceso investigador, lo que acabó por llevar al comisario de la
Policía Metropolitana, Sir Charles Warren, a nombrar al inspector Donald
Swanson como coordinador de todo el proceso por parte de Scotland Yard.
Edmund
Reid, en uno de sus informes, dejó escrito: “La posición de la sangre y del cuerpo mostraba que él le había cortado
el cuello con la mano derecha; de derecha a izquierda, haciendo que la sangre
saliese despedida en dirección contraria de donde él se hallaba, lo que
probablemente haría que su ropa no se manchara de sangre. Una de las
principales dificultades del caso radicaba en que el ingenio sobrepasaba a la
razón”.
La
impotencia que demostraban los cuerpos de seguridad londinenses, que rozaba ya
el ridículo entre la sociedad y generaba aún más insatisfacción y tensión,
llevó a la ciudadanía a crear lo que se llamó el Comité de Vigilancia de
Whitechapel: un grupo de civiles que se dedicaban a patrullar las calles en busca
de personas sospechosas; la inquietud y el terror llegaron hasta el punto de
que este Comité solicitara al Home Office, el departamento policial británico,
el día 30 de septiembre de 1888, que se dejara de pamplinas y fijara
oficialmente una recompensa para todo aquél que pudiera aportar una información
útil que sirviera para aprehender al asesino; ni que decir tiene que tal
petición fue rechazada de plano; casualmente, un mes antes L. P. Walter había
enviado una petición idéntica al Home Office, petición que también había sido
denegada.
El
asunto de las recompensas no iba a parar: el 10 de septiembre, el primer barón
de Swaythling, Samuel Montagu, ofreció un premio de 100 libras esterlinas a
quien consiguiera capturar al Destripador; el 1 de octubre, el periódico The Financial Times echaba más leña al
fuego poniendo sobre la mesa 300
libras esterlinas para quien lograra detenerlo; y ese
mismo día, el Lord Mayor of London (el alcalde de Londres, para que nos
entendamos) llegó a ofrecer 500
libras esterlinas; aunque Sir Alfred Kirby también
ofreció no sólo 100
libras esterlinas, sino también un grupo de 10 hombres
de la milicia, esta última oferta acabó por reducirse; y aún seguirían con
insistencia en el asunto de la recompensa el Comité o la ADIP Walter and Sunders Peterfields, una poderosa industria textil.
El
Comité de Vigilancia se mostró extremadamente activo, aunque no más eficaz que
la policía: contrató incluso a detectives privados para que interrogaran a los
testigos de forma independiente, también sin resultado positivo.
Las
reiteradas negativas a ofrecer recompensas por parte de los cuerpos de
seguridad y la situación que se estaba creando acabaron por generar graves
críticas: la policía fue acusada de “no
afanarse demasiado en saber quién era el Destripador y de que el esfuerzo
habría sido muy superior si los crímenes hubieran tenido lugar en las zonas más
ricas de Londres”. Al final, tras el asesinato Stride-Eddowes, se aceptó
ofrecer una recompensa de 500
libras esterlinas para quien proporcionara información
útil acerca del crimen.
Mientras
tanto, la naturaleza horrenda de los crímenes de Jack hizo que todas las
miradas se volvieran hacia los colectivos que parecían más directamente
relacionados: carniceros, cirujanos y médicos. La investigación abarcó a 76
carnicerías y mataderos, y durante seis meses todos los empleados estuvieron
bajo el punto de mira de las autoridades; hasta la Reina Victoria entró en el juego de las
especulaciones, siguiendo la sugerencia de algunos investigadores que decían
que el principal patrón de los asesinatos indicaba a un carnicero o ganadero
que abordaba alguno de los barcos de ganado que hacían el recorrido entre la
Europa Continental y Londres; la locura en busca de un culpable llegaba hasta
límites que rozaban el absurdo, como sugerir que Jack no era un inglés, sino un
judío.
En
cualquier caso, la teoría de los barcos ganaderos se caía por su propio peso al
comprobar que aunque las fechas de los atraques podían coincidir con las de los
asesinatos, en realidad no se centraban en un solo barco, sino que
correspondían a varios; ante las sospechas de cambios de tripulación de un
navío a otro, las comprobaciones pertinentes tampoco encontraron un patrón que
los llevara hasta el Destripador…
Durante
esta época aparecerá por primera vez en la investigación policial lo que se
conoce como el perfil criminal, el estudio de las posibles motivaciones y la
psicología que podría subyacer tras la naturaleza de los brutales asesinatos
cometidos por Jack: a finales de octubre, Robert Anderson pidió a Thomas Bond
una opinión profesional acerca de las habilidades y conocimientos quirúrgicos
del criminal, a lo que el médico dio una evaluación, basada en su estudio del
cadáver de Kelly y en las notas de los otro cuatro cuerpos, en la que hacía la
siguiente exposición:
“No dudo que los cinco asesinatos
fueron cometidos por la misma mano. En los primeros cuatro las gargantas
parecieran haber sido cortadas de izquierda a derecha, mientras que en el
último caso, debido a la considerable mutilación, es imposible señalar en qué
dirección se hizo la cortada, aunque se hallaron rastros de la sangre arterial
sobre la pared en forma de salpicaduras, muy cerca de donde la cabeza de la mujer debió
haber estado.
Todas las circunstancias en
torno a los asesinatos me llevan a deducir que las mujeres fueron asesinadas
cuando se encontraban recostadas y, en todos los casos, la garganta fue cortada
en primer lugar.
El asesino, en su apariencia
externa, es muy probable que sea de aspecto inofensivo. Un hombre de mediana
edad, bien arreglado y de aire respetable. Puede tener el hábito de llevar capa
o abrigo porque si no, la sangre de sus manos y ropas hubiera llamado la
atención a los viandantes”.
Bond nunca llegó a aceptar que el Destripador
pudiera poseer cualquier tipo de conocimiento científico o anatómico, ni
siquiera le concedió los conocimientos técnicos de un carnicero o un matarife.
Su opinión acerca de la personalidad de Jack era la de que se trataba de un
hombre de hábitos solitarios, sujeto a “ataques
periódicos de manía homicida o erótica”; el carácter de las mutilaciones le
sugería un probable indicador de “hipersexualidad”. También planteó la
posibilidad de que “el impulso homicida
podía haberse desarrollado a partir de un sentimiento de venganza o de una
condición mental melancólica, o la manía religiosa pudo haber sido la
enfermedad original, pero no creo que alguna de éstas [hipótesis] sea la
correcta”.
Los psicólogos van aún más lejos, y
consideran que detrás de estos crímenes se escondía una manifestación de placer
sexual, de una insatisfacción a la que debía dar rienda suelta de alguna
manera: en ninguna de las víctimas se encontró evidencia de actividad sexual
alguna, pero la penetración con un cuchillo o la exhibición de los cuerpos en
posturas degradantes, sugieren esta idea.
Sin embargo, no todos están de acuerdo con
esta teoría, sugiriendo la posibilidad de que se tratara en realidad de algún
tipo de loco esquizofrénico, alguien como Peter Suthcliffe, el Destripador de
Yorkshire (década de 1970), quien decía oír voces que le daban instrucciones
para asesinar a las prostitutas…
Muchos fueron los sospechosos de encarnar a
Jack, y muchas han sido las teorías que se han esbozado en torno a estos tan
salvajes como misteriosos crímenes (llegan hasta la nada desdeñable cifra de
175), veamos aquí una muestra:
·
Lo primero que se vino a la cabeza a los
investigadores, al comprobar la cercanía de los lugares de los asesinatos y las
fechas en que se cometieron, fue que se trataba de algún tipo de empleado que trabajaba durante la
semana y que vivía en la misma localidad.
·
La supuesta precisión de las
heridas, su naturaleza, hizo que muchos pensaran que detrás de la máscara del
Destripador se hallaba un doctor o un
carnicero que se había acomodado en el área de Whitechapel en busca de una
zona en la que pudiera cometer sus crímenes con la mayor impunidad posible.
·
Un escritor, Stephen Knight,
publica un libro en 1976, Jack the
Ripper: the Final Solution, exponiendo una de las teorías que resultarán
más atractivas, pero que tampoco pudo ser corroborada, por lo que muchos la
consideran una mera fantasía: se trataba de una hipótesis en la que se
explicaba una compleja conspiración masónica en la que intervenían la clase
alta y un médico.
La idea
que estea autor plantea gira en torno a la figura del Príncipe Alberto Víctor, Duque de Clarence, nieto de la Reina Victoria; al parecer, el aristócrata se
habría casado en secreto con una joven llamada Annie Elizabeth Crook, irlandesa
de origen, siendo testigo del enlace Mary Jane Kelly; de esta unión nació una
niña, lo que situó al príncipe en una incómoda posición: no podía, no debía
permitirse el lujo de que tal hecho trascendiera a la luz pública, por lo que
había que quitar del medio a todos los implicados en tal evento: así,
inicialmente, desapareció Crook con su hija, y posteriormente hubo que eliminar
a la prostituta que podía testificar acerca de lo sucedido: el encargado de la
macabra obra fue el propio médico de la reina, Sir
William Withey Gull; para ello se tomó la decisión de enmascarar el crimen,
envolviéndolo en una ordalía de sangre en Whitechapel, desviando la atención de
los cuerpos de seguridad hacia un psicópata asesino de marginadas… De esta
manera, el quinto asesinato, por ser el que realmente interesaba, pondría fin a
la oleada. También se explicaría por qué las autoridades no fueron capaces de
dar con el criminal: las presiones desde las más altas esferas impedían que las
pistas que pudieran conducir hacia el nieto de la reina se tomaran en cuenta…
Uno
de los implicados en esta visión de Jack fue el pintor Walter Sickert, a causa de los cuadros que pintó en la época, tenebrosos, con
cuerpos femeninos rendidos a los pies de un hombre.
Aunque
como ya hemos dicho atractiva y no exenta de cierta lógica en base a las
costumbres que se conocen o postulan habitualmente acerca de la nobleza, el
exceso de nombres y de relaciones en muchos casos cogidas por los pelos hace
que se deje en el tintero como una idea sin más, sin corroboración alguna.
·
En 1894, Sir Meville McNaghten
redactó un informe en el que expresaba su opinión sobre los sospechosos, y citó
a tres que le parecían razonablemente posibles: Montague John Druitt, Michael
Ostrog y Aaron Kosminski. Sin
embargo, Begg diría al respecto: “Creo
que a Ostrog se le puede tachar sin problemas. Era un hombre mucho mayor. Era
un estafador y un ladronzuelo y es muy posible que en la época de los
asesinatos se encontrase en Francia”.
·
En un documental de Discovery
Channel, titulado Jack el Destripador en
América, se sugiere que el asesino, tras acabar con la vida de Mary Kelly,
se largó a Estados Unidos y allí continuó con su sangrienta obra; de la
investigación resultó que el sujeto en cuestión se llamaba James Kelly y era un asesino psicótico que se había escapado del
asilo psiquiátrico de Broadmoor, en Inglaterra, y que tras sus macabras hazañas
en Londres habría viajado a Estados Unidos. Para apoyar su teoría se basan en
una carta que habría enviado a la policía de Nueva York, firmada por Jack el
Destripador, en la que avisaba que habría más asesinatos; un poco después, una
prostituta era asesinada con las mismas características de las canónicas. Algún
tiempo después, James Kelly regresaría a Inglaterra, al hospital psiquiátrico
del que había huido, ya envejecido, asegurando que había estado luchando
“contra el mal” a lo largo de toda su vida, e incluso admitió haber viajado a
Estados Unidos.
·
Una de las teorías que se
expusieron allá por 1926 fue la de Leonard Matters, que en un artículo sugirió
que tras la figura de Jack se escondía un eminente doctor que había sufrido la
pérdida de su hijo al contraer la sífilis tras visitar a una prostituta, lo que
le causó una imparable sed de venganza que consumó bajo el seudónimo de “Dr. Stanley”. Después, huiría hacia
Argentina. Tres años más tarde, en 1929, daría cuerpo a esta hipótesis en un
libro, pero su estudio demostró que contenía errores de objetividad, aparte del
hecho sintomático de que la bibliografía que citaba no pudo ser localizada.
·
Un zapatero judío de nombre John Pizer, que trabajaba habitualmente
con un mandil de cuero, por cuyo motivo se le dio el apodo de “Mandil de
Cuero”, que posteriormente sería asignado a Jack a pesar de no tener,
aparentemente, ninguna relación con el caso, fue también acusado de los crímenes
del Destripador; era conocido por su misoginia, estaba soltero, y había
protagonizado diversas reyertas con prostitutas que le granjearon una pésima
fama en el barrio. A pesar de que se le intentaron colocar los crímenes, las
pruebas no fueron suficientes y hubieron de exculparlo.
·
George Bernard Shaw pensaba que se
trataba de un reformador social que
pretendía llamar la atención hacia las desigualdades y la situación en el East
End.
·
Una anotación en un libro sobre el
caso expuesto en el Museo del Crimen de Scotland Yard realizada por uno de los
agentes que participaron en la investigación apunta un nombre: Aaron Kosminski, un judío polaco,
peluquero de profesión que llegó a ser identificado por otra persona que
después se negó a testificar. Kosminski se suicidó en un manicomio.
·
George Chapman. De verdadero nombre Severin Antoniovich Klosowski y origen
polaco, fue el principal sospechoso de la lista del inspector Abberline: su
perfil, en el que se indicaba que poseía ciertos conocimientos médicos sin
llegar a ser doctor (debido a ello abrió una barbería), con un carácter
marcadamente violento y misógino, parecía encajar en el del Destripador, aunque
había un punto muy importante en contra de esta teoría: no se dedicaba al
evisceramiento, sino que usaba un veneno particularmente cruel para deshacerse
de sus víctimas.
Poco
después se largó a Nueva Jersey, donde se produjo una oleada criminal similar a
la de Londres. Irónicamente, Chapman fue ahorcado en 1902 por haber envenenado
a sus tres esposas (en algunas fuentes se dice que no eran esposas, sino
prostitutas).
·
Otra de las ideas que se
expusieron al respecto fue que el psicópata no fue otro que Lewis Carroll, el escritor. En 1996, el
escritor Richard Wallace escribió un libro, Jack
el Destripador, Amigo Desenfadado, en el que afirmó sin recato alguno que
quien estaba tras los crímenes era precisamente Charles Ludwidge Dodgson, el
auténtico nombre del autor ya citado. ¿Cuáles eran los fundamentos para
semejante teoría? Pues bien, al parecer todo se derivaría de su carácter más
bien reprimido y de una infancia traumática. Además, creyó haber encontrado
mensajes subliminales, anagramas, en sus obras, que conducirían directamente
hasta Mandil de Cuero; irónicamente, estos mismos anagramas podemos
localizarlos en los relatos de Alan Alexander Milne, quien, por la época que
nos ocupa, tenía sólo seis años. Si realmente hemos de aceptar como buenas las
pruebas que aduce Wallace relativas a los anagramas, no me negarán que se
podría acusar también a Milne: hay niños verdaderamente precoces…
En
cualquier caso, los testimonios y la biografía de Carroll son mucho más
eficaces que cualquier intento de lanzar tesis al aire, a ver cuál cae del lado
bueno: en los momentos de los crímenes no se encontraba en el lugar de los hechos…
·
Ya hemos hablado de Walter Sickert, un pintor de la época,
como parte de la trama de Jack el Destripador; pero ya que la teoría en la que
se le implicaba era endeble, aunque sus cuadros parecían indicar un
conocimiento de los asesinatos más profundo del normal, Patricia Cornwell,
escritora de novelas de misterio, elaboró en una novela en 2002, Retrato de un Asesino: Jack el Destripador
Caso Cerrado, la teoría de que en realidad fue él mismo artista quien
estuvo tras los crímenes de Whitechapel, sugiriendo que sus obras estaban
basadas en su propias experiencias.
·
Uno de los nombres que más se barajaron para
atribuir su personalidad al Destripador fue Montague John
Druitt, un abogado que a su vez se dedicaba a dar
clases como profesor en centros privados; el último de estos centros en el que
estuvo fue una escuela de Blackheath, un pueblo a poca distancia al Sudoeste de
Londres. Si se le asocia con Jack es porque aparentemente se suicidó poco
después de la muerte de Kelly, aunque tal teoría resulta endeble y fue
descartada por el propio inspector Abberline: se arrojó al Támesis con los
bolsillos llenos de piedras. Sin embargo, algunas pruebas posteriores parecían
dar a entender que su aparente estado de ánimo bajo no era tal, sino que se
encontraba mucho mejor tras haber tomado parte en una causa judicial…
·
Michael Ostrog, un
ladrón y estafador ruso que pasó por varios manicomios, al que, como ya hemos
dicho con anterioridad, McNaghten puso como uno de los principales sospechosos,
y que Begg descartó.
·
Francis J. Tumblety, un
pretendido médico de origen norteamericano.
Al parecer se trataba de un farsante que se dedicaba a ejercer la medicina
a su manera, lo que redundó en que se lo relacionara con las muertes de varios
pacientes suyos; a consecuencia de ello, viajó a Inglaterra, donde se
encontraba en 1888, dato contrastado porque, al parecer, fue detenido por
abordar a otro caballero con fines deshonestos; no tardó en quedar en libertad
bajo fianza, manteniéndose en la sombra hasta que, el 24 de noviembre de 1888, 15
días después de la muerte de Mary Kelly, se fugaría a Francia. Aunque estuvo
bajo el punto de mira de la policía, al final fue descartado.
·
El asunto de las cartas y, sobre
todo, el monumental despliegue informativo que tuvo el caso, hicieron pensar a
más de un investigador que quizás detrás de todos estos crímenes no había otra
cosa que un invento de la prensa,
que jamás hubo un Jack el Destripador. Uno de los que se adhirieron a esta
teoría, Andrew Cook, señaló al diario Star
como el promotor de la teoría del asesino en serie, sugiriendo que en realidad
los asesinatos no tenían nada que ver entre sí y que el nexo de unión se lo
había inventado la prensa. Pero claro, si el objetivo era conseguir una mayor
tirada y multiplicar las ventas, la pregunta es evidente: ¿por qué Jack el
Destripador dejó de actuar tras la muerte de Kelly? Si era un invento de la
prensa, nada hubiera costado seguir enviando cartas burlonas a la policía…
- En la década de 1980 se publicó un reportaje en la revista Blanco y Negro, firmado por Luis de Castresana, en el que se ofrecía una nueva hipótesis: volviendo sobre la idea de que tenía que tratarse de alguien con conocimientos médicos o anatómicos, apuntó a que el responsable de las muertes fue un barbero-cirujano ruso, de apodo Pedachenko y nombre Vassili Konozlov, cuyo leit motiv para conducirse como lo hizo fue que odiaba a las prostitutas por haber hecho sufrir a uno de sus parientes, cuyo perfil encajaría, al menos aparentemente, en el de Jack: al menos, eso es lo que parece desprenderse de un documento redactado por la policía zarista allá por 1909, en el que podemos leer lo siguiente: “Vassili Konozlov, alias Alexei Pedachenko, alias Andrei Luikovo, que residió en Tver, es ahora declarado oficialmente muerto. Fue perseguido por el asesinato de una mujer en el distrito parisino de Montmartre en 1886, por el asesinato de cinco mujeres en el East End de Londres en 1888 y por el asesinato de una mujer en Petrogrado en 1891…”. Este documento proseguiría explicando que cuando fue detenido iba vestido con ropas femeninas, y que fue recluido en un manicomio del que no llegaría a salir: falleció entre finales de 1908 y comienzos de 1909. Ésta es otra de las teorías que tampoco llegó a demostrarse, puesto que las pruebas no la corroboran, aunque en su originalidad hay que decir que llegó a relacionar a Jack con el no menos mítico Rasputín, relación que surgió a partir de un libro, Things I Know, publicado por William Lequeux en 1928.
- Otro de los candidatos a Mandil de cuero fue el doctor Thomas Neill Cream, un médico especializado en provocar abortos, una práctica ilegal por aquella época, por lo que se realizaba de forma clandestina en lugares protegidos; había estado en América, donde fue condenado por envenenar a varios pacientes, por lo que al abandonar la penitenciaría de Illinois se embarcó hacia Londres, donde prosiguió con sus actividades; al ser descubierto y detenido, fue juzgado y condenado a muerte: se dice que en el momento de su ejecución afirmó ser Jack.
Esta
afirmación choca de frente con una cuestión fundamental, que es la que lo ha
descartado por completo como el autor de los crímenes: las fechas durante las
que estuvo encarcelado coinciden con las de los asesinatos. Es más que probable
que en realidad, si su afirmación fue real, se tratara de un intento de pasar a
la posteridad aunque fuera como un brutal carnicero, o tal vez de un indicio
del síndrome de Munchhausen, una patología en el comportamiento que se ha
podido contrastar en algunos casos de asesinato contemporáneos dentro de la
profesión médica.
- John Maybrick, comerciante de algodón originario de Liverpool, es también considerado como autor de los crímenes del Destripador; la prueba que suele aducirse para culpabilizarlo reside en un diario supuestamente escrito de su puño y letra, en el que narra sus actividades como Mandil de Cuero, y al que, paradójicamente, su mujer asesinó, apenas medio año después de los crímenes, después de envenenarlo. Aunque parece una teoría seria, el hecho de que ese documento no apareciera hasta 1992 hace dudar de su fiabilidad; de hecho, entre los ripperólogos existe un consenso unánime acerca de su falsedad…
- Joseph Isenschmid, un personaje al que los medios de comunicación apodaron “el charcutero loco”. Detenido el 13 de septiembre de 1888, las sospechas recayeron sobre él porque un par de días antes un par de médicos de Whitechapel lo habían denunciado a causa de sus extraños hábitos. A pesar de que se tenía constancia de que era un tipo violento y de que su propia esposa había declarado contra él, incluidos los hechos de que siempre llevaba encima algún cuchillo y que había sido tratado por trastornos mentales de corte severo, llegando a ser internado en un hospital psiquiátrico del que saldría para posteriormente ser encerrado de forma definitiva, hubo de ser absuelto por el sencillo motivo de que estaba en la cárcel cuando se cometió el doble crimen Stride-Eddowes.
- Otro de los nombres que se barajó en este caso fue el de William Henry Bury, un sujeto que por las especiales características de su expediente bien podría haber sido el responsable de la matanza del Destripador: casado con Ellen Elliott en abril de aquel mismo año, había residido en Bow, a unos dos kilómetros al Este del East End, hasta su matrimonio, tras el cual ambos se trasladaron al East End.
Nada
hacía sospechar que pudiera ser Jack: después de ocurridos los asesinatos, en
enero de 1889 se mudaron a Dundee, en Escocia, donde saltarían las alarmas: el
10 de febrero de ese año se presentó en la estación de policía local, donde
declaró que su esposa, que ejercía la prostitución, se había suicidado. Sin
embargo, los forenses dieron una explicación muy distinta: en primer lugar la
estranguló con una cuerda y la dejó desmayada, tras lo cual cogió un cuchillo y
se ensañó con ella, apuñalándola en el abdomen y la región genital, hasta que
acabó con ella; después, escondió del arma del crimen en el hueco de un árbol.
Las
pruebas que aparecieron daban a entender algo muy extraño: sobre la puerta de
acceso al edificio de apartamentos en que vivía alguien había escrito en rojo:
“Jack el Destripador se oculta detrás de esta puerta”. Y para rematar la
incongruencia, en la pared adyacente a la escalera que conducía al sótano
apareció otra leyenda, en tiza: “Jack el Destripador está en este sótano”.
Los
médicos que analizaron el cadáver de Ellen no tardaron en establecer
paralelismos entre las infortunadas víctimas del psicópata y la difunta: su
condición de meretrices, las incisiones ventrales…
El
tribunal decidió aplicar la pena capital sobre Bury; tras aquella decisión,
James Berry, verdugo y criminólogo aficionado, se trasladó a Dundee a
entrevistarse con el reo, quedando convencido de que realmente se hallaban ante
el Destripador; sin embargo, el día antes de su ejecución, 24 de abril de 1889,
confesó por escrito haber dado muerte a su mujer, pero negó tener relación
alguna con los crímenes de Whitechapel…
- Procedente de una familia de clase media, Thomas Cutbush Haynes tuvo una infancia complicada debido a un padre alcohólico que huyó del hogar familiar y una madre y una tía materna exacerbadamente religiosas. Al parecer, debió tener serios problemas de conducta: fue expulsado de su primer trabajo a los pocos días de conseguirlo, y en el siguiente las cosas fueron todavía a peor, ya que tras una discusión con su anciano patrono, en un arranque de violencia, lo empujó escaleras abajo. En el año de Jack, 1888, se cree que contrajo la sífilis, y tres años después fue detenido al determinarse que había estado implicado en la agresión a Florence Grace Jonson e Isabella Frazer, a quienes había lanzado duros tajos a sus nalgas.
Fue
ya en 1894 cuando el periódico The Sun,
uno de los más influyentes del país, lanzó al aire las sospechas acerca de que
Cutbush pudiera ser el Destripador; sin embargo, no parecía haber pruebas
concluyentes contra él, pues no se le instruyó cargo alguno, sino que que fue
recluido por tiempo indeterminado en el Hospital Psiquiátrico de Broadmoor, al
ser considerado “peligroso, mentalmente insano e irrecuperable”.
A
pesar de las sospechas, McNaghten no lo consideró culpable más que de ser un
simple enajenado más o menos inofensivo.
- Con 46 años en 1888, Frederick Bailey Deeming contaba ya con un historial delictivo notablemente elevado, lo que le valdría entrar a formar parte de la numerosa lista de candidatos a Jack el Destripador: en 1891 acabó con la vida de su mujer y sus cuatro hijos en Liverpool, y en 1892 hizo lo propio con su siguiente esposa en Melbourne, Australia; estos crímenes serían los que le valdrían la pena de muerte que lo sentenciaba a ser colgado en ese mismo año.
Su
relación con el asesino de Whitechapel surge de una nota que editó la Pall Mall Gazette el 8 de abril de 1892,
estando ya detenido por los crímenes contra sus familiares, en la cual se
aseguraba que en las oficinas de Scotland Yard se habían recibido infinidad de
cartas en las que se denunciaba a Deeming como el responsable de los crímenes
contra las prostitutas: hubo algunos testimonios que decían haberlo visto en
los alrededores de los lugares de las atrocidades de Jack, pero no se aportó
nada que corrobororará la acusación, lo que hizo pensar que la acusación de la
revista era dudosa e infundada, y probablemente nada veraz; lo que sí parece
haber sido comprobado es que Deeming se encontraba en 1888 en Sudáfrica,
timando a ciudadanos de ese país: pasó varias veces por los tribunales
sudafricanos por dichos motivos…
- Siguiendo la pista de la que ya hemos hablado de que pudiera tratarse de un marino embarcado en transportes de ganado, se sospechó de un alemán, Carl Ferdinand Feingenbaum, debido sobre todo a las condiciones en que fue atrapado, sentenciado y ejecutado en la cárcel de Sing Sing (Estados Unidos), en 1896: al parecer, un par de años antes, en 1894, había acabado con su casera degollándola mediante un limpio corte al estilo de los del Destripador; la aparición del hijo de la mujer impidió que la cuestión pudiera ir a más, si realmente hubiera sido ésa la intención del germano: entre la policía, los vecinos y los curiosos lo agarraron y lo detuvieron.
Durante
el juicio surgieron los pensamientos acerca de su afinidad con Jack, hasta el
punto de que su propio abogado, el doctor William Lawton, llegó a pensarlo,
confirmando sus opiniones ante la prensa tras la muerte de su defendido. Sin embargo,
la principal objeción a esta teoría es que no parece haber constancia alguna de
que estuviera en Inglaterra en 1888: a pesar de un exhaustivo trabajo de
investigación que realizó Trevor Marriott en los archivos navales británicos
revisando cientos de listados sobre salidas y llegadas de buques a Londres en
los que Feigenbaum pudo haber llegado a la capital inglesa, no encontró señal
alguna con la que implicarlo en las masacres de las prostitutas.
- Otra de las teorías que se barajaron, aunque hoy en día desechada, fue la de crímenes rituales, de orden satanista, idea que lanzó en su momento Aleister Crowley (“El hombre más malvado del mundo”), un reputado espiritista y practicante de magia negra, cuyo lema, “Haz lo que debas” o “Haz lo que quieras”, según quien lo interprete, ha hecho correr ríos de tinta.
Esta
corriente de pensamiento fue la que llevó a una de las sospechas más delirantes
de la investigación sobre la identidad del asesino de las meretrices: un hombre
de 48 años, Robert D’Onston Stephenson,
conocido en el Hospital de Londres de Whitechapel por sus continuas entradas y
salidas en base al tratamiento al que era sometido por sus afecciones
psiquiátricas, comenzaba a dar la nota en aquel aspecto.
Según
parece, más que de un demente pudo tratarse de un excéntrico, alcohólico y
charlatán, con un poder de persuasión lo suficientemente amplio como para
ganarse fama de experto y practicante de magia negra. Mantenía sus costumbres y
vicios gracias al patrocinio de una aristócrata, la baronesa Cremers, y de su
joven amante, Mabel Collins, que lo consideraban un ser extraordinario, fuera
de lo común, incluso después de que pudieran comprobar sus desvaríos: tan
pronto afirmaba saber quién era el Destripador como insinuaba con aire
misterioso que él mismo lo era…
La
locura llegaba hasta extramos absurdos: D’Onston acusó a uno de los médicos que
le trataban de ser el asesino, y a su vez él mismo fue denunciado por un socio
ocasional de ser Jack, denuncias que, por habituales, fueron desestimadas por
la policía.
Un
escritor, Ivor Edwards, usa las ideas de Crowley acerca de los crímenes y
plantea la hipótesis de que tras este delirio de acusaciones esperpénticas se
encontraba un ritual de magia negra, diabólico, basado en la configuración de
los lugares donde aparecieron los cadáveres.
- En el circo de las sospechas, y nunca mejor dicho, entraron personajes de la talla de Joseph Merrick. Éste hombre, conocido mundialmente por su apodo de “El Hombre Elefante” debido a las graves malformaciones que sufría desde su más tierna infancia, se vio abocado a ganarse la vida en el mundo de la farándula, como un monstruo de feria, hasta que los últimos años de su vida consiguió encontrar tranquilidad en un hospital donde se internó, cerca de las zonas en las que se cometieron los crímenes del Destripador. Aparte del hecho de que nunca se encontró prueba alguna contra él, tenemos también la cuestión de que las malformaciones que lo aquejaban prácticamente le impedían caminar…
- Otra de las teorías que se esbozan en torno a este misterioso caso es la del inspector Frederick Abberline. Sí, han leído bien, el primer encargado de investigar los crímenes, y que se reveló durante su carrera como el más tenaz y enconado perseguidor de Jack. Quienes sugieren esta tesis se sustentan en libros actuales que realizan estudios grafológicos de los personajes de la época, en los que parecen dar a entender que el bueno del inspector sufría una especie de esquizofrencia, de desdoblamiento de personalidad, al estilo del Dr. Jekyll y Mr. Hyde de Stevenson. A este respecto, una interesante vuelta de tuerca sobre la hipótesis de la locura de las autoridades, la encontraremos en la novela La Última Aventura de Sherlock Holmes, de Michael Dibdin.
- Otra de las teorías esbozadas en la actualidad es la que propuso Bruce Paley en 1995 con su obra Jack the Ripper: The Simple Thuth: en esta ocasión, el culpable es el hombre que convivía con Mary Kelly, Joseph Barrett. El motivo: el joven, trabajador del mercado de Billingsgate, quería sacar a su novia del mundo de la prostitución y el alcoholismo, y la manera que se le ocurrió para conseguirlo fue aterrorizarla cometiendo los atroces crímenes; más tarde, al ver que no lo conseguía, en un arranque de celos y furia su violencia se volvería contra ella y la destrozaría como ya sabemos…
- En 1993, Martín Fido lanzó otra hipótesis: Jack el Destripador no sería otro que David Cohen, un judío del cual no queda demasiado clara su identidad, debido a lo común de su apellido, lo que ha hecho sospechar a algunos que se trataría de un acrónimo como John Doe o el sr. Smith. Según esta línea de investigación, se habría tratado de un enfermo internado en el Hospital de Whitechapel, al que se consideraba peligroso y muy violento; se especula con que trabajaría de carnicero, y que en 1888 sufriría de sífilis, enfermedad que tendría ya muy avanzada, lo que lo habría abocado al precipicio de la locura; y que, más adelante, lo habría debilitado hasta el punto de no poder continuar con sus pavorosas “hazañas”. Podría haber sido la persona que Joseph Lawende y otros testigos vieron junto a Eddowes poco antes de la muerte de ésta y que, aunque lo conocían y sabían de su peligrosidad, no habrían querido denunciarlo…
- Las ideas seguían proliferando como setas: en 1998, Robert Hinton esbozaría una nueva con el punto de mira sobre un obrero de Whitechapel, George Hutchinson, que testificó haber visto a un hombre bien vestido en compañía de Mary Kelly, algo inusual para la deprimida zona en la que se desenvolvían. La teoría que manifiesta es que este buen hombre, enamorado de la prostituta, que a la sazón debía ser joven y bella, habría sido rechazado por ella y la habría asesinado por rabia y despecho. La cuestión es si consiguió hacer encajar a Hutchinson en el resto de los crímenes canónicos…
- La muerte de otra prostituta, Francesca Coles, degollada en febrero de 1891, destapó la caja de los truenos contra un fogonero de barco, James Thomas Sadler: según la investigación, era amante de la víctima y se le consideró sospechoso de haberla asesinado, así como de ser Jack: detenido por ello, una turba se movilizó contra él e intentó lincharlo cuando la policía lo llevaba de la comisaría al juzgado. Al final, no pudieron culparlo ni del crimen de su amante ni de ser el Destripador.
- Volviendo de forma tangencial sobre la teoría real, pero sin implicaciones políticas, diremos que otro de los sospechosos fue James Kenneth Stephen, un poeta y aristócrata que llegó a ejercer como preceptor del nieto de la Reina Victoria, el Príncipe Alberto Víctor, Duque de Clarence. Era en extremo misógino, rasgo que demostró en sus poemas, algunos de los cuales resultaron ser muy violentos, y acabó internado en un hospicio aquejado de graves desórdenes mentales. Estos detalles condujeron a sus detractores a acusarlo de ser el asesino de prostitutas, pero como en todos los casos, las pruebas no lo señalaban…
- El siguiente implicado en la turbulenta historia de Jack el Destripador fue un proxeneta judío del que se sabe que operó en el East End durante 1888, donde regentó un burdel; de nombre Joseph Silver, poseía un carácter violento y fue un hombre de mundo, preso en Sing Sing acusado de cometer robos y estafas, y que viajó hasta Sudáfrica diez años después para montar varios negocios de cafeterías y burdeles para, posteriormente, seguir vagando hasta recalar en Polonia, donde fue ejecutado bajo las acusaciones de espionaje y traición. Esta vida aventurera fue sacada a la palestra por el historiador Charles Van Onselen en un libro en 2007, pero, de nuevo, las pruebas contra él brillan por su ausencia.
- Uno de los nombres que más ha sonado en los crímenes de Jack el Destripador ha sido el del doctor John Williams, un prestigioso cirujano que a la sazón se hallaba vinculado a la casa real, y que durante el tiempo de las andanzas del asesino de prostitutas trabajaba en el Hospital de Whitechapel. Se especula con que además de este trabajo se dedicara a su vez, para ganarse un sobresueldo, a practicar abortos clandestinos, y que habría tratado a algunas de las víctimas por enfermedades venéreas, incluyéndose la sospecha de que Mary Kelly pudiera ser amante suya; de hecho, hasta tal punto ha cobrado protagonismo como sospechoso, que el bisturí con el que supuestamente practicaba las mutilaciones se ha convertido en una reliquia exhibida en el Museo de Gales. Un descendiente suyo, Tony Williams, decidió publicar en 2005 un libro, Uncle Jack, en el que lo acusaba de ser el Destripador, pero las motivaciones no están demasiado claras y las pruebas tampoco…
- Otro poeta y ensayista inglés apareció en la ya extremadamente extensa relación de candidatos al perfil del Destripador: Francis Thompson, un joven enfermo de tuberculosis, que murió en la miseria y la pobreza, y del que se sospecha que pudo haber padecido enfermedades venéreas, cosa en el fondo nada extraña si tenemos en cuenta el más que sórdido ambiente en el que nos estamos moviendo: delincuencia, prostitución, miseria…
El
que aparezca en esta relación se debe a la pluma del escritor Richard A.
Patterson, quien en 2002 lo señaló como Jack. ¿Cuáles eran las pruebas o
motivos para tal acusación? Sencillamente, que Thomson habría sido una persona
extremadamente religiosa y misógina, hasta el punto del fanatismo, lo que le
habría provocado un serio trastorno mental que lo habría impelido a tomarse la
justicia por su mano y limpiar el East End, en una labor que la moderna
criminología ha denominado como “misionero”, con la sana intención de limpiar a
fondo la sociedad, castigando a las meretrices por sus obscenos y pervertidos
vicios y por la propagación de pecados y enfermedades que ello suponía. En
apoyo de esta teoría se puede decir que poseía ciertas habilidades quirúrgicas
y que vivió en la zona de Whitechapel entre 1885 y 1888, lo cual resulta
intrigante pero no suficientemente definitivo en sí mismo; por otra parte,
cabría exponer un pequeño alegato a su favor: en los años previos al
Destripador, ¿no cometió crimen alguno?
·
Sir Arthur Conan Doyle pensaba que
tenía que tratarse de alguien que no llamase la atención de las fuerzas de la
ley, como una mujer, un clérigo… y en 1955, Richard Herd volvía de nuevo sobre
la teoría de la mano femenina: pensaba que Jack había sido en realidad una enfermera casada con un exmarinero que
se había enamorado de Mary Kelly y que, loca de celos, había rastreado
Whitechapel matando prostitutas hasta dar con la amante de su marido. Sobre
esta teoría ha vuelto también el escritor John Morris, según el cual se trató
de una mujer, Lizzie Williams,
esposa del cirujano John Williams, uno de los principales sospechosos del caso.
Para
justificar su teoría, parte de una serie de premisas que son:
o
Lizzie Williams era estéril y eso
le producía suficiente frustración como para matar a prostitutas.
o
La extirpación del útero en tres
de los casos.
o
Ninguna de las víctimas presentaba
signos de agresión sexual.
o
Los objetos personales de Annie
Chapman fueron colocados a sus pies “de una forma muy femenina” según la
prensa.
o
En el asesinato de Eddowes
aparecieron tres botones sanguinolentos de una bota de mujer.
o
Mary Kelly era joven y guapa, y
por tanto su asesinato el más brutal. En la chimenea de su habitación se
encontró ropa femenina que no le pertenecía.
o
El marido de Lizzie, John
Williams, no sólo tenía trabajo a mayores en una clínica de abortos
clandestinos de Whitechapel, sino que además habría puesto los cuernos a su
mujer con su última víctima, lo que daría carpetazo final a la furia homicida.
·
Manteniéndonos en la línea de la
mano femenina, diremos que hubo más candidatas al dudoso honor de haber sido
Jack el Destripador: una de ellas fue Mary
Eleanor Pearcey, también conocida como Mary
Eleanor Wheeler, que al parecer poseía una gran fuerza muscular; aunque
inicialmente no se la tenía por sospechosa, entró en la lista a causa del
motivo por el que acabó entre rejas: asesinar a la esposa y la hija de su
amante. Sin embargo, los motivos que podrían aducirse para haber cometido los
asesinatos resultaban tan endebles que nadie tomó verdaderamente en serio la
posibilidad de que se tratase del asesino.
·
De reciente aparición en la Red es
la última teoría acerca de la personalidad de Jack, ofrecida esta vez por un
matemático uruguayo, Eduardo Cuitiño, que ha utilizado sus conocimientos de las
ciencias exactas para elaborar una hipótesis que podría ser factible, aunque
como todas las expuestas hasta el momento y muchas otras que se han quedado en
el tintero, resulta indemostrable.
En
su ensayo, Viajando en el Tiempo para
Atrapar a Jack el Destripador, expone sus conclusiones, asegurando que se
trató de un cirujano llamado Stephen
Herbert Appleford: volviendo sobre la idea original de que debía ser
alguien con conocimientos médicos o de cirugía, cuenta que este buen hombre
trabajaba en el London Hospital de Whitechapel, y que rondaba los 36 años, una
edad según el matemático “de máxima operatividad de un psicópata”, y poseía un
coeficiente intelectual superior a la media, un detalle también común a ese
tipo de criminales. Originario de Coggeshall, en Essex, tal hecho podría
haberle ocasionado una fobia social por el hecho de que los habitantes de ese
pueblo tienen fama de estúpidos (¿?).
Durante
la época de los crímenes estuvo soltero, viviendo en una pequeña casa con sus
hermanas, y aunque posteriormente se casó nunca tuvo hijos; poseía una gran
fortaleza física, ya que durante sus años universitarios estuvo compitiendo en
remo y natación.
Su
carrera criminal, según el uruguayo, comenzaría en 1881, tras la muerte de su
madre, a la que estaba muy apegado. Cuitiño asegura que la figura de Jack el
Destripador apareció como tal un año más tarde: una mujer fue atacada con un
cuchillo por la espalda, y el cirujano se encontraba cerca del lugar; como fue
identificado como médico, no le quedó otra que atenderla, elaborando un informe
en el que sostuvo que se había lesionado ella misma.
El
matemático ha elegido a Appleford por varios motivos, entre los que se
encuentran el hecho de que era zurdo, al igual que el asesino, que “cortaba las
gargantas de derecha a izquierda”, tras estudiar la caligrafía del cirujano,
que se inclina de izquierda a derecha, encontrada en una digitalización de una
hoja del censo londinense suscrita por el mismo médico a principios de siglo.
También cotejó esta caligrafía con la de las cartas atribuidas al Destripador,
tarea en la que fue ayudado por un grafólogo de la policía uruguaya.
Y
aquí es donde entran en acción los conocimientos de matemáticas de Cuitiño: sin
haber estado jamás en Londres, recurrió a Google Maps para establecer su tesis
con parámetros geométricos y probabilísticas, sobre todo estudiando el doble
crimen del 30 de septiembre de 1888.
Pero
este estudioso aún va más lejos: el apellido y el apodo coinciden en que ambos
se escriben con doble “p” (Appleford, Ripper), además del hecho de que en 1895,
siete años más tarde del último crimen canónico, el cirujano publicaría un
artículo en el British Medical Journal
sobre la utilidad de un pequeño estuche de bolsillo para llevar bisturíes, como
el que podría haber usado el asesino para no ser descubierto, en una sutil
burla a los esfuerzos de la policía.
Y
para rematar su teoría, la fecha de la muerte del médico: el 31 de agosto (la
misma fecha del primer crimen) de 1940 a la edad de 88 años (como el año
en que se concentraron las muertes canónicas). Según la
hipótesis de Cuitiño, “probablemente se
suicidó, riéndose de Inglaterra y de los ingleses hasta en el
último instante de su vida”…
Las repercusiones que el caso de Jack el
Destripador tuvieron en la sociedad londinense y a posteriori por todo el mundo
fueron espectaculares; no en vano había sido un misterio seguido, anunciado y
magnificado por los medios de comunicación, además la propia naturaleza
misteriosa de los crímenes, que la policía había sido incapaz de descifrar,
ayudó sobremanera a que la figura de un asesino siniestro, merodeador en la
zona más sórdida y peligrosa del Londres victoriano, se convirtiera en el icono
del sadismo y la muerte.
Así, aunque más tarde se demolió y
reconstruyó parte del East End para mejorar las condiciones de vida en ese
barrio y se atajaron buena parte de los crímenes que se habían venido
produciendo, la figura del sombrío Mandil de Cuero siguió planeando por la zona
hasta el punto de que se pensó en sacarle un lucrativo partido: algunas de las
zonas por las que había cometido sus tropelías habían sobrevivido a la reforma,
y por ellas se estableció un tour que mostraba a los deseosos buscadores de
nuevas sensaciones, a los turistas de lo morboso y lo sangriento, aquellos
lugares: durante muchos años, el centro de estas giras fue el pub The Ten Bells, que frecuentaba la última
de las víctimas canónicas, Mary Kelly.
Asimismo, la literatura, el cine, y más
recientemente el cómic o los videojuegos, se hicieron eco hasta la saciedad de
los sucesos de Whitechapel, tantas que en los apartados correspondientes sólo
se citarán unas cuantas…
Hasta tal punto se extendió la fiebre del
Destripador que el término “ripperología” (Destripador en inglés es ripper),
acuñado por Colin Wilson en la década de los 70, se convirtió por antonomasia
en el estudio de dicha figura; todo el mundo se atrevía a elaborar sus propias
investigaciones y teorías, hasta el punto de crearse periódicos específicos
como Ripperana, Ripperologist o Ripper Notes; personajes de todo tipo se subieron al
carro de aquella macabra fama, como Walter Sickert, del que ya hemos hablado, que
mostró al mundo el cuadro Jack the Ripper's Bedroom.
El coco, el hombre del saco, quedaban
reducidos a meros comparsas de un Jack que los desplazaba como el castigo con
que se amenazaba a los niños malos; se lo representaba de las maneras más
fantásticas y alucinantes posibles, como un monstruo maléfico, terrorífico,
fantasmagórico, una sombra sin cara ni cuerpo que podía estar en cualquier
lugar y acechar a cualquier paseante… Entre 1920 y 1930 aparecía como un hombre
acechante, secreto, y en 1960 se convirtió en el símbolo de lo que se dio en
llamar la “aristocracia depredadora”, mostrando ya el preludio de la idea
conspiranoica que Stephen Knight desarrollaría con su novela años más tarde.
No hubo género en el que no interviniera de
una forma u otra, o del que no tomara algún plano: la imagen del noble
londinense envuelto en su oscuro capote se adornaría con la capa roja y negra
de Drácula, o se dedicaría, cual Victor Frankenstein, a recopilar macabras
piezas para sus malhadados experimentos; ni siquiera Sherlock Holmes escapó a
su canto de sirena, máxime teniendo en cuenta que el gran detective trabajaba
en la misma época en que Jack llevó a cabo sus sangrientas hazañas…
Entró por derecho propio en el Salón de la
Fama de los asesinos, acabando representado en la célebre Cámara de los
Horrores de Madame Tussauds; pero como en ese museo de cera tienen la política
de no mostrar personajes que no tengan una descripción clara y concreta, la
imagen que se muestra de él es una sombra.
En 2006, en Scotland Yard aún debían seguir
escocidos por su incapacidad para capturar al Destripador, por lo que insistían
en darle vueltas al asunto una y otra vez, hasta rematar todas sus
investigaciones y cavilaciones en un retrato robot creado a partir de los
testimonios de quienes habían asegurado ver al asesino: sería un sujeto de
entre 25 y 35 años, de alrededor de 1,70 m. de altura, cabello corto, rostro
anguloso y un bigote oscuro y poblado.
Y aún más: en ese mismo año, tras una
votación, la revista BBC History lo
eligió como el “británico más detestable de todos los tiempos”. Sin
comentarios…
Consideraciones
- Evidentemente, la policía fue incapaz de resolver los crímenes: Jack jamás fue llevado ante la justicia, ni pagó por el salvajismo con el que se condujo a lo largo de su execrable carrera. Pero, ¿realmente se trató de inoperancia o impotencia? Al fin y al cabo, la investigación que se llevó a cabo fue aparentemente encomiable, buscando pruebas y testigos casa por casa, hasta el punto de llegar a tener alrededor de 300 sospechosos, siendo detenidos alrededor de 80 que hubieron de ser puestos en libertad por falta de pruebas. En medio de todo este maremagno, ¿no era lógico que el asesino acabara por aparecer? La consecuencia lógica de este planteamiento es que aunque el Destripador fue descubierto, nunca llegó a encararse con un juez, lo que a su vez nos llevaría a la teoría conspiranoica tan atractiva de Knight, y a la posibilidad de que las fuerzas del orden se vieran obligadas a encubrir a una alta personalidad… Pero claro, a tenor de lo que se ha expuesto hasta ahora, los crímenes en la zona de Whitechapel quedaban sin resolver en una buena proporción, así que quizás no haga falta recurrir a la teoría conspiranoica, sino más bien pensar que los esfuerzos policiales en un barrio tan problemático eran tan laxos como estériles. Sólo parecieron esforzarse al máximo con el buen amigo Jack…
- Una de las principales preguntas en este escabroso caso es la del final de los crímenes con la devastación producida sobre el cadáver de Mary Kelly. La explicación a tal hecho ya ha sido dada, y forzosamente ha de ser alguna de las que ya se han esbozado: por uno u otro motivo, Jack murió tras su último “trabajo”, tal vez emigró a otro país, o incluso cumplió el objetivo inicialmente prefijado en una de sus víctimas, convirtiendo todas las demás en el bosque que impide ver el árbol; incluso podríamos ir aún más lejos: puesto que a medida que avanzaban los asesinatos se volvían cada vez más brutales, podría ser factible pensar que el Destripador considerara que había llegado al culmen de su obra y decidiera “jubilarse” para recrearse en el resultado de sus actos, en la inoperancia policial, el terror de los londinenses… Aunque no hay datos suficientes para inclinarse por una u otra explicación, aunque las teorías los hayan utilizado para justificarse sin que hasta el momento ninguna de ellas pueda ser considerada como la definitiva, por mi parte me siento tentado a sospechar que se trató de crear una distracción para encubrir el auténtico asesinato. La duda fundamental es: ¿cuál era el auténtico objetivo y quiénes las inocentes que pagaron el encubrimiento?
- Pasemos por un momento al delicado asunto de las cartas enviadas por Jack: de la montaña de misivas recibidas por la prensa y la policía, tan sólo tres han merecido las consideraciones de las fuerzas de la ley, y se consideran como escritas por Mandil de Cuero; y, sin embargo, incluso sobre estas cartas sobrevuela el fantasma de la duda: las dos primeras, “Querido Jefe” y “Saucy Jack”, parecen evidentemente pergeñadas por la misma mano, pero “Desde el Infierno” tiene distinta caligrafía y distinto estilo, lo que nos lleva a dos autorías distintas.
Estas
disquisiciones hay que ponerlas en el contexto del momento: en la propia
policía había dudas de que hubieran sido escritas por el asesino, y las
posteriores confesiones de los periodistas demolieron casi todo el tinglado
montado en torno a ellas; sin embargo, hay algunos detalles que resultan en sí
mismos escalofriantes:
- Veamos: la primera carta se manda 17 días después del segundo crimen, y en ella se dice que a la siguiente víctima se le cortará la oreja. Éste es tiempo de sobra para poder pensar que no sea Jack quien la escribe, sino cualquier desaprensivo con ganas de bromear o de sacar algún tipo de tajada.
- El doble crimen se comete 5 días después de enviada la carta, con el intento de rebanarle la oreja a Eddowes.
- La segunda carta, “Saucy Jack”, es sellada al día siguiente del crimen doble, lo que indica que fue echada inmediatamente después de los crímenes. Además, se junta el hecho de que en ella el Destripador se ufana de que han sido dos víctimas. Es materialmente imposible que la prensa pudiera haberse enterado del suceso y haber enviado esa carta, a no ser que supiera por anticipado lo que iba a suceder.
- La última carta se envía 15 días después de la anterior, con su macabro regalo, medio riñón que supuestamente fue arrancado de la Eddowes. Para entonces, la prensa ya conocía todos los detalles de lo sucedido a las dos prostitutas, y podría haber conseguido por otros medios ese órgano, sin que necesariamente hubiera de pertenecer a la víctima.
- En resumen, ¿en qué dirección parece guiarnos este esquema? Sabemos que hay dos manos en estas cartas, la de las dos primeras y la de la tercera; y sabemos también que la segunda hubo de ser escrita casi con total seguridad por Jack, por la falta de tiempo material para que la prensa pudiera pergeñar el engaño, por lo que lo más lógico es pensar que las dos primeras cartas son del Destripador. Así pues, se me ocurren dos posibilidades:
- Si la confesión de los periodistas es cierta y estas cartas las escribió la prensa, no me queda más remedio que pensar que los crímenes los cometió el autor de las misivas, en este caso Fred Best, del Star, y que la tercera la escribió algún iluminado con ganas de jugar o incluso otro periodista. Esto explicaría la coincidencia descubierta en 2009 entre la caligrafía de la carta “Querido Jefe” y la de Best y, por extensión, la misma que la de “Saucy Jack”. Si además, como sugiere McKenzie, fue dictada por su jefe, T. P. O’Connor, entonces cabrían las sospechas razonables de que éste último fuera quien estuviera detrás de los crímenes…
- La otra opción es que dicha confesión sea falsa, y que estas misivas pertenezcan realmente a Mandil de Cuero, y que tal vez sea la tercera la que escribió Fred Best. Pero no encaja en el descubrimiento de 2009, lo que nos obligaría a pensar que, o bien McKenzie manipuló el descubrimiento para confirmar que las cartas eran un fraude, o bien alguien, evidentemente el asesino, imitó la caligrafía del periodista. Pero tampoco encaja la confesión del propio Best…
- De esta manera, las posibilidades se reducen notablemente: o bien Best es el asesino, o lo conoce y no lo denuncia por sus propios motivos, que podrían pasar por una amistad mal entendida, el aprovechamiento de sus hazañas para aumentar la tirada de su periódico, o un encubrimiento debido a una personalidad a la que se pretende evitar un escándalo “real”.
- La teoría de la mano femenina, apoyada por personajes como Conan Doyle, es original, digna incluso del creador de Sherlock Holmes, pero cuesta admitirla como buena por una cuestión básica: los pocos testigos que pudieron haber observado al asesino dijeron que sus víctimas iban acompañadas por un hombre, lo que nos obliga a pensar, si pretendemos mantener la teoría de una mujer, que tendría que tratarse de una mujer disfrazada, y con marcado carácter masculino; este hecho en sí mismo no es extraño, pero da qué pensar en lo que respecta al patrón de los momentos elegidos para cometer los crímenes: como ya se ha dicho, lo primero que se pensó fue que se trataba de un trabajador de Whitechapel, que tenia que recurrir a los fines de semana para cometer sus crímenes que, por cierto, se van espaciando notablemente de uno a otro: 8 días entre el primero y el segundo, 23 entre el segundo y el doble, y 40 entre éste y el último. La teoría de la venganza por celos no es descartable, pero se me hace un poco cuesta arriba imaginarme a un hombre o una mujer pateándose Whitechapel en busca de alguien concreto, y mientras tanto dedicándose a eliminar, cada vez más virulentamente, a las prostitutas que encuentra en su camino…
- Recuperando el tema de Conan Doyle, y para un apasionado de su obra como yo, hay una pequeña cuestión que me tiene intrigado: ¿cómo es que el creador del gran detective londinense no lo enfrentó con la gran amenaza real del Londres victoriano? En sus relatos aparecen “villanos” de la talla de James Moriarty (El Problema Final), Irene Adler (Escándalo en Bohemia), Sebastián Morán (La Aventura de la Casa Deshabitada), el doctor Grimesby Roylott (La Aventura de la Banda de Lunares)… Tal parece que no hubiera sido capaz de encontrar una base para una aventura del detective, o que quizás hubiera preferido no meterse en camisa de once varas con semejante caso, del que ya había hecho comentarios como los ya expuestos.
- En la época que nos ocupa, y en el East End, la zona más deprimida, violenta e insegura de Londres, la población residente era poco menos que escoria para el resto de la sociedad: el hecho de que muriera asesinada una prostituta recibía, en el mejor de los casos, una breve reseña de conmiseración, y en el peor un aplauso por parte de algunos sectores que deseaban ver erradicado aquel nido de depravación de la orgullosa City. La policía investigaba los casos porque era su deber, no porque tuviera un interés especial en ello, sin poner un empeño excesivo, así que otra de las preguntas que surge en este entorno es: ¿Por qué se estableció semejante despliegue, tanto policial como mediático, en torno a la figura de Jack? ¿Cuál era el interés de las fuerzas de seguridad en el caso del Destripador? ¿Tal vez los crímenes de Mandil de Cuero removieron más suciedad de la que se pretendía en un crítico momento, llamando la atención hacia unos barrios marginados que necesitaban desesperadamente una mano firme y una remodelación en serio?
- Hablemos por un momento de la tesis que expone el uruguayo Cuitiño: si tanto Edmund Raid y el doctor Bond abundan en el hecho de que los cortes de las gargantas fueron producidos por una persona diestra, ¿por qué el matemático asegura que fueron al contrario? ¿Para justificar que su sospechoso era zurdo? Hay que tener en cuenta, sobre todo, que toda esa palabrarería acerca de cortes de izquierda a derecha o de derecha a izquierda hay que entenderla de una forma relativa: ¿cómo se enfocarían, desde el punto de vista del asesino o de la víctima? Desde el punto de vista de Jack, un corte de derecha a izquierda sería, en principio, obra de un diestro, mientras que desde su víctima, enfrente de él, en realidad sería obra de un zurdo; y aún así, también cabe la posibilidad de que el tajo fuera lanzado de forma cruzada, una tesis un tanto más forzada, pero también factible, al fin y al cabo, lo que hace prácticamente imposible delimitar si se trataba de un diestro o de un zurdo.
A
mi juicio, la tesis del uruguayo, basada en las matemáticas puras y en una
serie de datos que aparentemente no tienen demasiado que ver con lo que nos
ocupa, o por lo menos que no se sabe muy bien de dónde salen, es difícilmente
defendible y se cae por su propio peso…
- Evidentemente, no voy a descubrir aquí nada nuevo, cualquier planteamiento que pueda establecer seguramente habrá sido ya seguido ya por los numerosos ripperólogos que habrán investigado el caso desde sus inicios. En cualquier caso, en mi humilde opinión, hay un elemento clave en todo este asunto que es el que tiene, casi con seguridad, la clave de los crímenes de Jack: me refiero a la dichosa carta, “Saucy Jack”, de la que ya hemos hablado.
Si
seguimos la teoría de McKenzie, hemos de concluir que el Destripador fue un
invento de la prensa, concretamente del Star,
para conseguir una mayor tirada: o bien Best era el asesino, o lo era alguien
muy cercano a él y a quien encubrió. Aunque resulte horrendo, macabro, pensar
que alguien pudiera dedicarse a masacrar ciudadanos para conseguir una mayor
difusión mediática, creo que también se hace necesario recordar que la historia
de la humanidad está plagada precisamente de actos de este tipo, salvajismos
dirigidos a conseguir un objetivo económico o político.
De
esta manera, cualquier otra teoría pasaría indefectiblemente por demostrar que
el estudio de McKenzie fue erróneo, voluntaria o involuntariamente, y que por
tanto Fred Best, cuando confesó haber escrito las cartas, también habría
mentido. Sólo así podremos acudir a otras hipótesis más románticas,
conspiranoicas o imaginativas. Por mi parte, aunque me atrae sobremanera la
idea del asesinato premeditado encubierto en medio de una atrocidad para
ocultar un secreto “de estado”, entiendo que no hay pruebas contundentes que lo
avalen, así que sean ustedes, lectores, quienes decidan qué prefieren creer…
Bibliografía
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- Jack The Ripper & The London Press, Lewis Perry Curtis. 2001.
- Jack the Ripper: An Encyclopedia, John J. Eddleston. 2002.
- The Thames Torso Murders of Victorian London, R. Michael Gordon. 2002.
- Jack the Ripper: The Murders and the Movies, Denis Meikle. 2002.
- The Complete History of Jack the Ripper, Philip Sugden. 2002.
- The American Murders of Jack the Ripper, R. Michael Gordon. 2003.
- Jack el Destripador: Cartas desde el Infierno, Stewart P. Evans, Keith Skinner. 2003.
- Jack the Ripper: The Definitive History, Paul Begg. 2003.
- The Jack, The Ripper A-Z, Paul Begg. 2004.
- A Guide to the Literature of Jack the Ripper, Ken Whiteway. 2004.
- The Complete Jack the Ripper. Fully Revised and Updated, Donald Rumbelow. 2004.
- Jack the Ripper: The 21st Century Investigation, Trevor Marriott. 2005.
- Uncle Jack, Tony Williams. 2005.
- Jack the Ripper, Miriam Rivett y Mark Whitehead. 2006.
- Inside the minds of serial killers: why they kill, Katherine M. Ramsland. 2006.
- Jack the Ripper: The Facts, Paul Begg. 2006.
- Jack the Ripper: Scotland Yard Investigates, Stewart P. Evans y Donald Rumbelow. 2006.
- The Fox and the Flies: The wold of Joseph Silver, Charles Van Onselen. 2007.
- Jack the Ripper and the East End, Alex Werner. 2008.
- El monstruo de Londres. La leyenda de Jack el destripador, Gabriel Antonio Pombo. 2008.
- Jack the Ripper, Andrew Cook. 2009.
- Saucy Jack: The Elusive Ripper, Paul Woods y Gavin Baddeley. 2009.
- Jack the Ripper: Unmasked, William Beadle. 2009.
- The Man Who Hunted Jack the Ripper, Stuart Evans y Nicholas Connell. 2009.
- Jack el destripador. La leyenda continúa, Gabriel Antonio Pombo. 2010.
- Jack the Ripper: the hand of a woman, John Morris. 2012.
- La Verdadera Historia de Jack el Destripador, Gabriel Antonio Pombo. 2013.
- The Curse Upon Mitre Square, John Francis Brewer. 1888.
- In Darkest London, John Law (Margaret Harkness). 1889.
- Uppskäraren (El destripador), colección de cuentos cortos suecos compilados por Adolf Paul. 1892.
- The Lodger, Marie Belloc Lowndes. 1911. Basada en la figura del Destripador.
- Yours Truly, Jack the Ripper, Robert Bloch. 1943.
- A Case to Answer, Edgar Lustgarten. 1947.
- The Screaming Mimi, Fredric Brown. 1949.
- The Will to Kill, Robert Bloch. 1954.
- Terror Over London, Gardner Fox. 1957.
- Ritual in the Dark, Colin Wilson. 1960.
- Sagittarius, Ray Russell. 1962.
- Otoño De Terror, Tom Cullen. 1965.
- A Toy for Juliette, Robert Bloch. 1967.
- The Prowler in the City at the Edge of de World, Harlan Ellison. 1967. Continuación de A Toy for Juliette.
- A Feast Unknown, Philip Joseph Farmer. 1969.
- The Killer, Colin Wilson. 1970.
- A Kind of Madness, Anthony Boucher. 1972.
- Nine Bucks Row, T. E. Huff. 1973.
- The Michaelmas Girls, John Brooks Barry. 1975.
- Jack's Little Friend, Ramsey Campbell. 1975.
- By Flower and Dean Street, Patrice Chaplin. 1976.
- Jack el Destripador: la solución final, Stephen Knight. 1976.
- La Última Aventura de Sherlock Holmes, Michael Dibdin. 1979. Pastiche del personaje de Conan Doyle, en el que se da una teoría acerca de Jack el Destripador que resulta verdaderamente curiosa y original. El asesino es…
- The Private Life of Jack the Ripper, Richard Gordon. 1980.
- Night of the Ripper, Robert Bloch. 1984.
- White Chappell, Scarlet Tracings, Iain Sinclair. 1987.
- Anno Dracula, Kim Newman. 1992
- A Night in the Lonesome October, Roger Zelazny. 1993.
- Ladykiller, Martina Cole. 1993.
- Savage, Richard Laymon. 1993.
- The Pit, Neil Penswick. 1993.
- Dan Leno and the Limehouse Golem, Peter Ackroyd. 1994.
- Jack El Destripador Diario, Shirley Harrison. 1994.
- Pentecost Alley, Anne Perry. 1996.
- Jack el Destripador, Amigo Desenfadado, Richard Wallace. 1996.
- Matrix, Mike Tucker y Robert Perry. 1998.
- Jack El Destripador, José L. Zarate Herrera. 1999.
- Retrato de un Asesino: Jack el Destripador Caso Cerrado. Patricia Cornwell. 2002.
- Jack el Destripador Diario Íntimo. Koldo Campos Sagaseta. 2009.
- Sinistrari Giles Richard Ekins. 2010.
Fuentes de
Información en Internet:
- Wikipedia
- Laaventuradelahistoria
- Abc.es
- crimeneinvestigacion.com
- elperiodico.com
Filmografía
- Canal Historia. Documental.
- Nacional Geographic. Documental.
- Programa Cuarto Milenio, canal cuatro. Episodio dedicado a Jack.
- Das Washfigurenkabinett, de Paul Leni (Werner Kraus).1924.
- El Enemigo de las Rubias, Alfred Hitchcock (Ivor Novello). 1927. Adaptación del libro The Lodger.
- Die Büchse der Pandora, Georg Wilhelm Pabst (Louise Brooks, Gustav Diess). 1929.
- The Lodger, Maurice Elvey (Ivor Novello). 1932. Adaptación del libro The Lodger.
- Drôle de Drame, Marcel Carné (Jean-Louis Barrault). 1937.
- The Lodger (Jack el Destripador), John Brahm (Laird Cregar, Merle Oberon, George Sanders). 1944. Adaptación del libro The Lodger.
- Room to Let, Godfrey Grayson (Valentine Dyall). 1949.
- Man in the Attic, Hugo Fregonese (Jack Palance, Constance Smith). 1953. Adaptación del libro The Lodger.
- Jack the Ripper, David MacDonald (Boris Karloff, Dorothy Allison). 1958.
- Jack the Ripper, Monty Berman y Robert S. Baker (Lee Patterson, Eddie Byrne). 1959. Se basó en parte en la teoría formulada por Leonard Matters.
- Serie de televisión Thriller, en la que se realiza una adaptación de Yours Truly, Jack the Ripper, de Robert Bloch. 1961.
- Das Ungeheuer von London City, Robert A. Stemmle (Hansjörg Felmy, Marianne Koch). 1964.
- A Study in Terror, James Hill (John Neville, Donald Houston).1965. Enfrentamiento entre Sherlock Holmes y el Destripador.
- Night After Night After Night, Lindsay Shonteff (Jack May, Justine Lord). 1969.
- Hands of the Ripper, Peter Sasdy (Eric Porter, Angharad Rees). 1971.
- Dr. Jekyll and Sister Hyde, Roy Ward Baker (Ralph Bates, Martine Beswick). 1971.
- Jack el Destripador de Londres, José Luis Madrid (Paul Naschy, Patricia Loran). 1971.
- Terror in the Wax Museum, Georg Fenady (Ray Milland, Broderick Crawford). 1973.
- Jack the Ripper, Jesús Franco (Klaus Kinsky). 1976.
- Asesinato por Decreto, Robert S. Baker (Christopher Plummer, James Mason). 1979. Sherlock Holmes. Basada en la teoría literaria de Knight.
- Los Pasajeros del Tiempo, Nicholas Meyer (MAlcolm McDowell, David Warner). 1979. Cinta de ciencia ficción con viajes en el tiempo por parte de H. G. Wells a la época victoriana, donde se enfrentará contra Jack.
- Fear City, Abel Ferrara (Tom Berenger, Billy Dee Williams). 1984.
- Terror at London Bridge, E. W. Swackhamer (David Hasselhoff, Stephanie Kramer). 1985.
- Night Ripper, Jeff Hatchcock (James Hansen, April Audia). 1986.
- Amazon Women on the Moon, Joe Dante, Carl Gottlieb, John Landis, Robert K. Weiss (Arsenio Hall, Donald F. Muhich). 1987. Comedia que parodia las teorías en torno a la identidad del Destripador especulando que Jack era el Monstruo del lago Ness, pero disfrazado.
- Jack's Back, Rowdy Herrington (James Spader, Cynthia Gibb). 1988.
- Deadly Advice, Mandie Fletcher (Jane Horrocks, John Mills). 1994. Comedia.
- Ripper Man, Phil Sears (Mike Norris, Timothy Bottoms). 1994.
- The Ripper, Janet Meyers (Samuel West, Patrick Bergin). 1997.
- Jill the Ripper, Anthony Hickox (Dolph Lundgren). 2000.
- Ripper, John Eyres (A. J. Cook). 2001.
- Bad Karma (renombrada como Hell's Gate), Alexis Miansarow (Oulage Abour, Marc Citti). 2001.
- Desde el Infierno, Hughes & Hugues (Johnny Deep, Heather Graham). 2001.
- Rojo sangre, de Christian Molina (Paul Naschy, Bibiana Fernández). 2004.
- Sweneey Todd el Barbero Diabólico de la Calle Fleet, Tim Burton (Johnny Deep). 2007. Adaptación de la obra teatral del mismo nombre.
- The Lodger, David Ondaatje (Simon Baker, Alfred Molina). 2009. Adaptación del libro The Lodger.
- Serie de televisión Cimarron Strip, episodio Knife in the Wilderness, Harlan Ellison. 1968.
- Serie de televisión The Sixth Sense, capítulo With Affection, Jack the Ripper. 1972.
- Serie de televisión La Isla de la Fantasía, capítulo With Affection, Jack the Ripper. 1980.
- Serie de televisión Jack the Ripper, David Wickes (Michael Caine, Armand Assante).1988.
- Serie de televisión Babilón 5, capítulo Comes the Inquisitor. 1995.
- Serie de televisión Sanctuary. 2007.
- Serie de televisión Smallville. Capítulo Cura (7ª temporada, 4). 2008.
- Serie de televisión Whitechapel. 2009.
- Serie de televisión Star Trek TOS, capítulo Un Lobo en el Redil (7).
- Serie de televisión Más Allá del Límite, capítulo Jack el Destripador.
Otros
- Obra de teatro Die Büchse der Pandora, Frank Wedekin. 1904.
- Obra teatral The Lodger: Who is He?, Horace Annesley Vachell. 1917. Basada en la novela de Lowndes.
- Ópera Lulu, Alban Berg. 1930.
- Grand Guignol de París, Jack l’Eventreur, André de Lorde. 1934.
- Escenificación teatral Murder Most Foul, Claude Pirkis. 1948.
- Ópera The Lodger, Phyllis Tate. 1960. Basada en la novela de Lowndes.
- Programa radiofónico Stay Tuned for Terror, en el que se realiza una adaptación de Yours Truly, Jack the Ripper, de Robert Bloch.
- Obra teatral Force and Hypocrisy, Doug Lucie. 1986. Basada en la teoría de Knight.
- Red of Fang and Claw, All Love Lost, del cómic 100 de Master of Kung Fu. Marvel Cómics. 1981.
- Novela gráfica Blood of the Innocent, Rickey Shanklin, Marc Hempel y Mark Wheatley. 1986.
- Cómic Gotham by Gaslight, DC. Cómics. 1989.
- Cómic Doom Patrol, Grant Morrison. 1989.
- Novela gráfica Desde el Infierno .... Alan Moore y Eddie Campbell. Basada en la teoría de Knight. 1993-1997.
- Cómic A Treasury of Victorian Morder, Rick Geary. 1995.
- Cómic Predator: Nemesis. 1997.
- Cómic Whitechapel Freak, David Hitchcock. 2001.
- Cómic Royal Blood, de la serie Hellblazer. DC Cómics.
- Cómic Wonder Woman: Amazonia
- Cómic Judge Dredd, episodio titulado Night of the Ripper!.
- Jack the Ripper: the Musical, Ron Pember, Dennis DeMarne. 1974.
- Musical Sweeney Todd: The Demon Barber of Fleet Street, Stephen Sondheim. 1979.
- Ópera rock Yours Truly: Jack the Ripper, Frogg Moody y Dave Taylor. 2003.
En
lo que atañe al mundo de la música, multitud de cantantes y grupos han usado la
figura de Jack para promocionarse; en la mayor parte de los casos se trata de seguidores
de estilos como el metal, el rock duro, etc, sin descartar otros estilos
musicales más serenos; así, entre la multitud que podemos citar, mencionaremos
a Link Wray, Screaming Lord Sutch, The White Stripe, The Horrors, Black Lips,
The Sharks, Jack & the Ripper, Judas Priest, Praying Mantis, Whitechapel,
Ripper, Meridian, Sodomizer, Morrissey, Nick Cave end the Bad Seeds, The
Legendary Pink Dots, Thee Headcoats, The Buff
Medways, The Asbestos, Bob Dylan, Radio Werewolf, Black Sabbath…
Para finalizar con las influencias
en la música, y como nota anecdótica, hasta en la música clásica han aparecido
influencias del Destripador: en 2003 Juan María Solare
montó el cuarteto para flauta, clarinete, violín y cello Frère Jacques the
Ripper (deconstructing the Canon).
Pero aún podemos
apuntar más: evidentemente, si citara aquí todas las influencias, directas e
indirectas que Mandil de Cuero ha tenido en la historia, este artículo se
convertiría en poco menos que un listín telefónico, así que se hace necesario
resumir en la medida de lo posible y mencionar una pequeña parte; así,
acabaremos con la relación de Jack con el mundo de la informática y los
videojuegos.
Si lo enfocamos de
forma cronológica, diremos que la primera vez que se usó al Destripador de esta
manera fue en 1987, en una aventura conversacional llamada Jack the Ripper;
más tarde, en 1992, aparecería en Master of Darkness, un juego de Sega
de plataformas. Ese mismo año vería la luz uno de los primeros RPGs, WaxWorks,
en el que también intervendría.
En 1994 nos lo
encontramos en el juego de pelea World Heroes 2: Jet, y en 1996 en Ripper;
saltando hasta 1999, aparece en dos videojuegos: Duke Nukem: Zero Tour y
Shadow Man; un año más tarde, hará su aparición, un tanto transformado
en monstruo, en MediEvil 2.
En el año 2003, el videojuego Jack the Ripper
convierte al jugador en un periodista de 1901 que ha de cubrir una serie de
asesinatos idénticos a los del Destripador.
Ya en 2007, el relato
de Stevenson El Extraño Caso del Doctor Jekyll y Mister Hyde servirá
para crear una trama en la que se mezclan este argumento y los crímenes de Mandil
de Cuero en el juego Mystery in London: On the Trail of Jack the Ripper.
Y
para rematar este apartado, diremos que no podía faltar el enfrentamiento entre
Sherlock Holmes y Jack en el videojuego Sherlock Holmes versus Jack the
Ripper, aparecido en 2009…
Después de esto,
¿alguien puede decir que Jack no goza de buena salud?
Yo creo que después de leerte nadie duda de que Jack goza de muy buena salud y es un personaje de lo más interesante, reconozco que está entre mis favoritos, pero hay quien dice que soy un poco truculenta... hasta le traje al presente en uno de mis relatos.
ResponderEliminarComo siempre es un gusto leerte :)
Besos!
Muchas gracias por tus palabras, Tere. La verdad es que es un personaje fascinante, es uno de mis favoritos: el misterio que siempre lo ha envuelto, aunque últimamente parece que está resuelto al menos en apariencia, la atmósfera victoriana...
ResponderEliminarSeguimos en contacto, besos.
Mis más sinceras felicitaciones por tu profundo, serio y documentado artículo José Francisco.
ResponderEliminarTambién habla bien de tí que pones las fuentes en que basaste tu trabajo, lo cual lamentablemente no es lo más común. Si desearas más información sbre este tema o crímenes seriales en general no dudes en enviarme un mail a gabpombo@gmail.com
Gabriel Pombo
Mis más sinceras felicitaciones por tu profundo, serio y documentado artículo José Francisco.
ResponderEliminarTambién habla bien de tí que pones las fuentes en que basaste tu trabajo, lo cual lamentablemente no es lo más común. Si desearas más información sbre este tema o crímenes seriales en general no dudes en enviarme un mail a gabpombo@gmail.com
Gabriel Pombo
Buenas noches, Gabriel, y muchas gracias por tus amables palabras. Con esta serie de artículos sobre personajes históricos y semihistóricos lo que he intentado es llamar la atención del lector hacia dichos personajes, de manera que se interesen y busquen por sí mismos más información acerca de ellos. No sé si lo habré conseguido, me gustaría pensar que así ha sido. Tomo nota de tu correo por si en algún momento necesito documetnación acerca de alguna cuestión que escriba sobre crímenes seriales en general.
EliminarMuchas gracias de nuevo, Gabriel.
Hola Jose,
ResponderEliminarEs un artículo que trata con mucho rigor y profundidad el tema del Destripador. Lo he disfrutado porque atrapó mi curiosidad en su día y he descubierto muchos datos que no conocía.Creo que es un personaje que da para mucho como puede verse en la bibliografía.
Buenas noches, Laura. La hora más propicia para visitar a este personaje, jejeje... Muchas gracias por tus palabras, he intentado acercar la historia lo más posible a la realidad, y conseguir que el lector se involucrara en ella hasta el punto de seguir buscando más información sobre alguien tan retorcido como Jack...
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