sábado, 22 de agosto de 2015

HIPATIA DE ALEJANDRIA



HIPATIA DE ALEJANDRÍA
EL GENIO INCOMPRENDIDO

José Francisco Sastre García


            No se sabe con certeza qué es lo que tiene Egipto, la cuestión es que no sólo es una fuente continua de misterios y enigmas relacionados con las faraónicas construcciones que se llevaron a cabo a lo largo de los siglos, sino también el lugar de nacimiento de misterios más místicos o sagrados, como los misterios pitagóricos o los isíacos, señales de un pasado sorprendentemente más avanzado de lo que se podría pensar.
            El país del Nilo ha dado origen también a personajes que no parecen encajar en la época que les tocó vivir: Akhenaton, Hatshepshut, o la mujer que vamos a analizar en este artículo: Hipatia de Alejandría, una mujer que, según nos cuentan las antiguas crónicas, rompió los moldes existentes y se convirtió por mérito propio en una científica de enorme envergadura: su imagen se ha relanzado a nivel más popular con la película Ágora, de Amenazar…

El personaje

Hipatia nace en  Alejandría, capital de la diócesis romana de Egipto, alrededor del 355 o, según algunos historiadores, del 370; teniendo en cuenta que su discípulo Sinesio de Cirene nació alrededor del 375, lo más lógico es pensar que la primera fecha citada es la más correcta. Su nombre significa “la más grande”, lo cual puede hacer pensar en un apodo más que en un nombre; sin embargo, teniendo en cuenta los términos que se emplearon antes y aún se empleaban en aquella época (Cleopatra Nea Thea, Teón de Alejandría…), es perfectamente factible que sus padres le asignaran ese nombre por considerar que podría ayudarla a subir a lo más alto, como parece ser que así sucedió.
A tenor de lo que se sabe de ella, fue una filósofa y maestra neoplatónica griega que destacó notablemente en los campos de las matemáticas y la astronomía. Fue miembro y cabeza de la Escuela neoplatónica de Alejandría a comienzos del siglo V. Seguidora de Plotino, cultivó los estudios lógicos y las ciencias exactas, llevando una vida ascética.
Fue hija y discípula de Teón de Alejandría, un célebre matemático y astrónomo, muy apreciado por sus contemporáneos, que probablemente debió trabajar y dar clases en la Biblioteca del Serapeo, sucesora de la legendaria Biblioteca ptolemaica. Se educó en un ambiente académico y culto, dominado por la escuela neoplatónica alejandrina, y aprendió matemáticas y astronomía de su padre, quien además le transmitió su pasión por la búsqueda de lo desconocido.
Según el filósofo pagano del siglo VI Damascio, la maestra alejandrina era “de naturaleza más noble que su padre, [y] no se conformó con el saber que viene de las ciencias matemáticas, en las que había sido introducida por él, sino que se dedicó a las otras ciencias filosóficas con mucha entrega”. En las palabras de Sócrates Escolástico se puede apreciar la admiración que llegó a suscitar: “Había una mujer en Alejandría que se llamaba Hipatia, hija del filósofo Teón, que logró tales conocimientos en literatura y ciencia, que sobrepasó en mucho a todos los filósofos de su propio tiempo. Habiendo sucedido a la escuela de Platón y Plotino, explicaba los principios de la filosofía a sus oyentes, muchos de los cuales venían de lejos para recibir su instrucción.[…] Consiguió tal grado de cultura que superó de largo a todos los filósofos contemporáneos. Heredera de la escuela neoplatónica de Plotino, explicaba todas las ciencias filosóficas a quien lo deseara. Con este motivo, quien quería pensar filosóficamente iba desde cualquier lugar hasta donde ella se encontraba.
Hipatia aprendió también sobre muchos y diferentes temas: la historia de las diferentes religiones que se conocían en aquel entonces, oratoria, el pensamiento de los filósofos y los principios de la enseñanza. Realizó varios viajes a Atenas y a Roma, siempre con el mismo afán de aprender y de enseñar. Damascio afirmaba que “además de conseguir el grado más alto de la virtud práctica en el arte de enseñar, era justa y sabia, y se mantuvo toda la vida virgen”, dato éste confirmado por la Suda, una enciclopedia bizantina del siglo XI, que sin embargo, en una aparente contradicción, añade que fue “esposa de Isidoro el Filósofo”. El mismo Damascio refiere una anécdota que ilustra la actitud de Hipatia ante el sexo: cuando un discípulo le confesó que estaba enamorado de ella, la filósofa le arrojó un paño manchado con su sangre menstrual, espetándole: “De esto estás enamorado, y no tiene nada de hermoso”.
Teniendo en cuenta su trato con cristianos y la tolerancia de las autoridades religiosas alejandrinas hacia las actividades de la filósofa, no parece probable que la alejandrina fuera una pagana militante, como mucho que simpatizara con el paganismo pero sin defenderlo a ultranza. Jay Bregman, de la Universidad de California, tras analizar la obra de Sinesio de Cirene, concluye que es probable que Hipatia se adscribiera a la variante porfiriana del neoplatonismo, opuesta a la teúrgia de Yámblico y a la práctica de los antiguos cultos helenos. Debido a ello, esta corriente era particularmente grata a ojos cristianos.
Alrededor del año 400, merced a su fama e inteligencia, la filósofa se había convertido en líder de los neoplatónicos alejandrinos y, de acuerdo a la Suda, se dedicó a la enseñanza, centrándose en las obras de Platón y Aristóteles. La casa de Hipatia se convirtió por aquel entonces en un centro de instrucción donde acudían estudiantes de todas partes del mundo romano, atraídos por su fama, entre los que se contaban alumnos cristianos, como por ejemplo su alumno predilecto, Sinesio de Cirene (posteriormente nombrado obispo de Ptolemaida, entre los años 409 y 413), perteneciente a una familia rica y poderosa, que mantuvo una gran amistad con su maestra. Este personaje dejó escrita mucha información sobre Hipatia, y gracias a él conocemos sus obras, aunque desgraciadamente ninguna se haya conservado. Dirigió a Hipatia las cartas 10, 15, 16, 46, 81, 124 y 154 de su epistolario. En esta correspondencia se mencionan los nombres de varios alumnos de Hipatia que fueron condiscípulos suyos: el hermano menor de Sinesio, su tío Alejandro, Herculiano, del que fue gran amigo, y al que consideraba “el mejor de los hombres”, Olimpio, un rico terrateniente de Seleucia Pieria y amigo de Sinesio, Isión, íntimo de Sinesio, Hesiquio de Alejandría, gramático y gobernador de Libia Superior, y su hermano Eutropio, el sofista Atanasio, Gayo, pariente de Sinesio, el gramático Teodosio y el sacerdote Teotecno, y unos tales Pedro y Siro, además del futuro prefecto imperial de Egipto, Orestes. Otros nombres mencionados en las cartas de Silesio han sido propuestos también como miembros, pero no hay pruebas de ello. En todo caso cabe indicar que sus alumnos fueron un grupo muy unido de aristócratas paganos y cristianos, algunos de los cuales desempeñaron altos cargos. Es probable que el mencionado Herculiano fuera hermano de Flavio Tauro Seleuco Ciro, destacado miembro de la Corte Imperial, que con posterioridad llegó a ser prepósito del sacro cubículo, prefecto urbano de Constantinopla, prefecto pretoriano de Oriente (439) y cónsul (441), convirtiéndose en el hombre más poderoso del Imperio de Oriente después del propio emperador Teodosio II.
El propio Sinesio manifiesta con elocuencia la devoción que al parecer Hipatia despertó en sus discípulos: en la carta 16 de su epistolario la saludaba como “madre, hermana y profesora, además de benefactora y todo cuanto sea honrado tanto de nombre como de hecho”.

En el aspecto religioso, Egipto era por aquella época sede de una de las comunidades cristianas más importantes del Imperio, y el Patriarca de Alejandría gozaba del máximo prestigio e influencia, junto a sus colegas de Jerusalén, Antioquía, Constantinopla y Roma. Sin embargo, la teórica primacía que debía tener Roma no se traducía en autoridad suprema, lo que llevó a que durante los siglos IV y V hubiera constantes conflictos doctrinales y luchas de poder entre los patriarcados, en especial entre Alejandría y Constantinopla.
Teodosio I el Grande había convertido el llamado catolicismo en religión de Estado por el Edicto de Tesalónica de 380, imponiendo la ortodoxia nicena. Esta decisión provocó una fuerte reacción tanto de los paganos como de las distintas interpretaciones del cristianismo, que a partir de aquel momento quedaban oficialmente convertidas en herejías que había que perseguir y erradicar. A lo largo de las décadas siguientes tuvieron lugar grandes controversias y disputas entre las distintas facciones de cristianos, que llegaron en ocasiones a la violencia. Pronto, los filósofos neoplatónicos como Hipatia fueron objeto de fuertes presiones, tratando de obligarlos a que abandonaran sus ideas. Esta situación condujo a que algunos se convirtieron al cristianismo, pero la alejandrina decidió mantenerse en su línea a pesar de los consejos de sus amigos, como Orestes, prefecto augustal y alumno suyo, que se había bautizado en Constantinopla antes de ir a desempeñar su cargo en Egipto. A pesar de su defensa del paganismo, o tal vez más bien de sus ideas y de su propia personalidad y criterio, Hipatia contó con la estima y protección de estas élites intelectuales cristianas, e incluso 120 años después de su muerte el historiador Sócrates Escolástico, muy valorado por su imparcialidad, la consideraba, a pesar de su religión, un “modelo de virtud”. Orestes se dejaba aconsejar por Hipatia en los asuntos políticos y municipales, y la Suda confirma que la alejandrina llegó a ser incluso consejera de las más altas magistraturas de Alejandría: “Vestida con el manto de los filósofos, abriéndose paso en medio de la ciudad, explicaba públicamente los escritos de Platón, o de Aristóteles, o de cualquier filósofo, a todos los que quisieran escuchar (...) Los magistrados solían consultarla en primer lugar para su administración de los asuntos de la ciudad...”.
Por entonces el enérgico patriarca de Alejandría era el copto Teófilo (385-412), que, según su amigo Sinesio de Cirene, tenía tanta influencia entre las clases altas de Alejandría como la propia Hipatia. Gozaba de un inmenso poder, y en 391 obtuvo del emperador Teodosio una orden para demoler los templos paganos de su ciudad, entre los que se encontraban el Mitreo y el Serapeo, lo que provocó sangrientos disturbios entre paganos y cristianos. Se supone que fue entonces cuando fue saqueada, o al menos vaciada, la biblioteca de este último, sucesora de la gran Biblioteca de Alejandría. En 416, el teólogo e historiador hispanorromano Paulo Orosio vio con mucha tristeza sus restos, afirmando que “sus armarios vacíos de libros fueron saqueados por hombres de nuestro tiempo”. Viendo cómo soplaban los vientos, Hipatia evitó enfrentarse con Teófilo, cuyo gran enemigo fue el antioqueno Juan Crisóstomo, discípulo del rétor pagano Libanio y patriarca de Constantinopla, quien pretendió someterlo a su autoridad. Teófilo obtuvo su gran victoria sobre Crisóstomo en el Sínodo de la Encina, en 403, logrando su deposición y exilio.
A pesar de todo cuanto se dijo en su contra, tras estos disturbios el episcopado de Teófilo trajo consigo a Alejandría una tranquilidad social desconocida durante la mayor parte del siglo IV, pletórico de tumultos sangrientos. Además, Teófilo edificó una serie de grandes y lujosas construcciones, que asombraron a sus contemporáneos, escandalizaron a sus enemigos, y le granjearon las simpatías de la clase trabajadora, que encontró empleo y sueldo.
Teófilo falleció el 17 de octubre de 412, y por su sucesión compitieron el arcediano Timoteo y Cirilo, hijo de una hermana de Teófilo. No era una querella baladí por motivos puramente religiosos, ya que el influyente patriarcado alejandrino era capaz de interrumpir los envíos de grano a la capital imperial y gozaba de una riqueza inmensa, que había permitido a Teófilo realizar sus construcciones. Además, Egipto acogía una de las mayores y más organizadas comunidades cristianas del Imperio. Abundancio, el comandante de las fuerzas imperiales en Egipto, apoyó a Timoteo en contra de Cirilo, ya que la corte imperial pretendía ahorrarse problemas evitando la elección de otro militante anticonstantinopolitano como Teófilo. Sin embargo, Cirilo logró el patriarcado gracias al buen recuerdo dejado por su tío (que llegaría a ser santo de la Iglesia Copta) y a la antipatía de los alejandrinos hacia todo lo que viniera de Constantinopla.
El episcopado de Cirilo mantuvo a lo largo de todo el tiempo una notable continuidad con la política de Teófilo: presión, e incluso persecución, contra los paganos, herejes y judíos, conservación del apoyo de las grandes comunidades monásticas, cultivo de la alianza con Roma y oposición por todos los medios a la creciente influencia del Patriarcado de Constantinopla, íntimo aliado del trono imperial. Empezó por perseguir a los novacianos a pesar del edicto de tolerancia que había promulgado hacia ellos Teodosio el Grande en 381: se apoderó de todos sus objetos sagrados, y quitó al obispo novaciano Teopompo todas sus posesiones. Esta actitud provocó casi de inmediato el comienzo de una serie de enfrentamientos y una amarga hostilidad entre el Patriarca de Alejandría y el prefecto imperial Orestes, que veía en el poderoso obispo un detractor del poder y autoridad absolutos del Emperador.
Durante los motines antijudíos que tuvieron lugar en esos años, azuzados por Cirilo, Orestes trató de proteger a los hijos de Israel, pero, tras una serie de incidentes de gran violencia, Cirilo logró expulsarlos y permitió que sus bienes fueran robados por la multitud. En general, imperaba por entonces en Oriente Próximo un odio visceral entre las dos confesiones religiosas, produciéndose agresiones en ambos sentidos.
Orestes informó al Emperador de las acciones del Patriarca y, a juzgar por el relato de Sócrates Escolástico, debió solicitar la deposición y destierro de Cirilo, el cual buscó entonces, para evitar la ira de Teodosio, la reconciliación con el prefecto imperial, a lo que éste se negó. La reacción fue inmediata: llegaron 500 monjes procedentes del Desierto de Nitria para proteger a su Patriarca, y provocaron una sedición. Éstos, al ver al prefecto, que circulaba en un carro, se abalanzaron sobre él llamándole “adorador de ídolos y pagano” e insultándole. Orestes gritó que era cristiano y que le había bautizado el propio Patriarca de Constantinopla, lo que al parecer aumentó aún más el caos. Uno de los monjes, llamado Amonio, hirió a Orestes de una pedrada en la cabeza, por lo que fue detenido, torturado y muerto. Cirilo enterró su cadáver en una iglesia y le tributó honores de mártir, lo que definitivamente determinó que la ruptura entre el Patriarca y el representante imperial fuese total.

Tras este breve inciso histórico acerca del ambiente que imperaba en el mundo conocido durante la vida de Hipatia, regresamos con ella para hablar de su desgraciado final.
Empezó entonces a circular entre los cristianos de Alejandría el rumor de que la causante de la discordia entre Cirilo y Orestes era la influyente Hipatia, amiga y consejera de su ex alumno y presumiblemente, opuesta a los abusos del poder religioso, de los que Cirilo se estaba convirtiendo en un claro exponente. En plena Cuaresma, un grupo de fanáticos, dirigidos por un lector de nombre Pedro, se abalanzó sobre la filósofa mientras regresaba en carruaje a su casa, la golpearon y la arrastraron por toda la ciudad hasta llegar al Cesáreo, magno templo edificado por Augusto tras su victoria sobre Marco Antonio, y convertido en catedral de Alejandría. Allí, tras desnudarla, la golpearon con tejas hasta descuartizarla y sus restos fueron paseados en triunfo por la ciudad hasta llegar a un lugar denominado el Cinareo (por su nombre, puede suponerse que se trate de un crematorio, aunque no es seguro), donde los incineraron. Aunque sigue sin estar claro si su edad era de 45 o de 60 años, José María Blázquez Martínez y otros con él se decantan por esta última opción, sobre todo si tenemos en cuenta el dato ofrecido al principio de este artículo acerca de la fecha de su nacimiento.
El historiador más cercano a los hechos, Sócrates Escolástico, vincula directamente a Cirilo con el asesinato de Hipatia, al manifestar que “este suceso acarreó no escaso oprobio tanto a Cirilo como a la iglesia de los alejandrinos”. Según este autor, “no hay nada más opuesto al espíritu del cristianismo que el crimen y los asesinos de Hipatia actuaron poseídos por un ímpetu furioso y no por el celo “divino” que caracteriza y legitima los actos de violencia religiosa”. Las demás fuentes narran el suceso de manera similar. El historiador arriano coetáneo Filostorgio se limitó a echar la culpa a los homousianos, fieles al credo de Nicea.
Un exaltado obispo copto del siglo VIII, Juan de Nikiû, la consideraba en plena ocupación árabe una bruja peligrosa, responsable del conflicto entre cristianos y judíos y entre Orestes y Cirilo. Consideraba que la muerte de Hipatia no fue accidental, sino deseada por el obispo alejandrino y la estimó una respuesta justificada a las provocaciones de la filósofa.
El historiador bizantino del siglo VI Juan Malalas afirmaba, al parecer erróneamente, que Hipatia fue quemada viva (lo fue después de muerta), pero admitía la inducción de Cirilo y culpaba también a la propia naturaleza de los habitantes de Alejandría, violentos y “acostumbrados a toda licencia”. Juan de Éfeso decía en la misma época que eran una horda de bárbaros “inspirada por Satán” y el propio Cirilo reprochó a los alejandrinos su carácter levantisco y pendenciero en su homilía pascual del año 419. De hecho, pocos años después, en 422, el sucesor de Orestes como prefecto imperial, Calisto, fue muerto en un nuevo tumulto. Una de las sugerencias que se han expuesto en torno a la muerte de Hipatia ha sido que la turba estaba enloquecida por los rigores del ayuno de Cuaresma.
Por otra parte, la entrada referente a Hipatia en la monumental enciclopedia bizantina del siglo XI conocida como la Suda atribuye también la responsabilidad del crimen a la envidia de Cirilo y al carácter levantisco de los alejandrinos, pero además da una clave adicional para comprender la triste muerte de la filósofa al equipararla a los crueles asesinatos de dos obispos impuestos a los alejandrinos por la corte imperial de Constantinopla: el arriano Jorge de Capadocia (m. 361) y el calcedoniano Proterio (m. 457). El primero fue atado a un camello, despedazado y sus restos quemados; y el segundo arrastrado por las calles y arrojado al fuego, asesinatos muy similares al de la propia Hipatia.
Se ha especulado también con la intrigante posibilidad de que Cirilo mantuviera contactos con Hipatia a través de su ex alumno el obispo Sinesio de Cirene, amigo de su difunto tío el patriarca Teófilo. La muerte de Sinesio en 413 podría explicar en parte la repentina entrada de Hipatia en la política local y su oposición al Patriarcado. En todo caso, con las fuentes de las que disponemos no deja de ser una mera conjetura.
Sobre la motivación que Cirilo podría haber tenido para ordenar o inducir la muerte de la filósofa, los historiadores han llegado a la conclusión de que podían existir al menos cinco móviles:
·         La propia intolerancia del obispo hacia el paganismo y el neoplatonismo, que tanto habían influido en el arrianismo.
·         La amistad e influencia de la filósofa sobre el prefecto imperial Orestes y las clases altas de Alejandría.
·         Los deseos de vengar la muerte del monje Amonio, ordenada por Orestes, quizá aconsejado por su ex-maestra.
·         La hostilidad de Hipatia hacia Teófilo y su sobrino por la destrucción del Serapeo y el saqueo de su biblioteca en 391, que posiblemente la llevara a azuzar el enfrentamiento entre el prefecto imperial y el patriarca.
·         El deseo de lanzar una seria advertencia a Orestes, mediante la muerte de alguien tan cercano como Hipatia.
Se ha argumentado, no sin cierta lógica, que resulta poco verosímil que un político tan avezado como Cirilo llevara a cabo una acción tan contraproducente y que se demostró perniciosa para los intereses del poderoso patriarcado alejandrino. Christopher Haas, de la Universidad Johns Hopkins, concluye que, con las fuentes de las que actualmente disponemos, “jamás sabremos si el propio Cirilo orquestó el ataque, o si, al igual que en la agresión contra Orestes, ciertos partidarios se decidieron unilateralmente a luchar en favor del patriarcado”.
María Dzielska apunta, sin embargo, que, incluso si el crimen sucedió a sus espaldas, Cirilo debe ser considerado responsable en gran medida, por ser el instigador de la campaña contra la filósofa, como medio de combatir al prefecto imperial y su facción política, contraria a los excesos del Patriarcado.
Las consecuencias de la muerte de Hipatia se hicieron notar muy pronto: el crimen levantó un gran revuelo. Tras el cruel asesinato, Orestes informó de los hechos y pidió a Constantinopla que interviniera. La Suda afirma que el emperador Teodosio II quiso en principio castigar a Cirilo, tanto por justicia como por ser un gran protector de las enseñanzas filosóficas (cuya propia esposa, Eudocia, era una filósofa de origen ateniense), pero, a la postre, la reacción imperial se limitó a retirar al Patriarca los 500 monjes que le servían como guardia, lo que ha llevado a algunos historiadores a suponer que fueron éstos y no el populacho mencionado en todas las fuentes, los responsables del asesinato de la filósofa. La medida fue sin embargo rescindida al cabo de dos años, permitiéndose además aumentar su número a 600. Que Cirilo saliera tan bien parado fue posiblemente debido a la influencia de la hermana del Emperador, la augusta Pulqueria, cristiana devota de gran ascendente sobre su hermano, en cuyo nombre gobernaba mientras éste se dedicaba a tareas intelectuales.
Según todas las fuentes, el asesinato de la filósofa fue un crimen oprobioso para los cristianos y redujo la influencia política del patriarcado alejandrino. Tras la muerte de Hipatia, sus relaciones con la Corte Imperial se suavizaron y la veneración hacia el monje Amonio desapareció, ya que los mismos alejandrinos reconocían que había merecido la muerte por su atentado y no por haber sido obligado a renegar de Cristo. Cirilo no pudo impedir que su rival doctrinal, Nestorio, gozara del favor imperial y fuera elegido Patriarca de Constantinopla en 428, pero logró finalmente su deposición en el Concilio de Éfeso de 431. Convertido en uno de los personajes más influyentes de la Iglesia, a su muerte en 444 fue declarado santo y es considerado uno de los Doctores de la Iglesia debido a su extensa obra doctrinal.
No hubo más actos violentos contra los filósofos paganos de Alejandría, cuya Escuela siguió activa hasta el siglo VII, sin que su actividad se viera interrumpida siquiera por el cierre de la Academia de Atenas en tiempos de Justiniano I (529).

Al poco tiempo de la muerte de la alejandrina se publicó en su nombre una carta falsificada que atacaba al cristianismo, en un aparente intento de desestabilizar aún más la situación reinante. Varias décadas después, a comienzos del siglo VI, el filósofo pagano Damascio, último escolarca de la Academia de Atenas, exiliado en Persia tras su cierre por Justiniano el Grande en 529, culpó directamente a los cristianos y fue el primero en achacar expresamente el crimen al patriarca Cirilo, atribuyéndolo a los celos que sentía de la influencia de Hipatia sobre la oligarquía urbana. Al tener una intencionalidad tan manifiesta, Damascio resulta una fuente problemática. Brian Whitfield considera que actuó “deseoso de explotar el escándalo de la muerte de Hipatia”, y que con él se inicia una larga serie de manipulaciones malintencionadas de los hechos históricos con objeto de convertir a la filósofa en una mártir del helenismo, víctima de los malvados cristianos, en buena medida al igual que otro mitificado personaje, el emperador Juliano el Apóstata.

De hecho, esta idea se ha mantenido hasta el punto de que durante mucho tiempo se sostuvo que uno de los epigramas de la Antología Palatina, atribuido al poeta Palladas, estaba dedicado a Hipatia:

'Oταν βλέπω σε, προσκυν, κα τος λόγους,
 τς παρθένου τν οκον στρον βλέπων,
ες ορανν γρ στι σο τ πράγματα,
πατία σέμνη, τν λόγων εμορφία,
χραντον στρν τς σοφς παιδεύσεως.
Reverenciada Hipatia, ornamento del saber,
estrella inmaculada de sabia formación,
cuando os veo a ti y a tu discurso,
yo te adoro mirando al hogar celestial de la Virgen,
porque tus quehaceres están en el cielo.
Antologia Palatina, IX, 400.

Sin embargo, Georg Luck, profesor emérito de la Universidad de Harvard, argumentó con gran solidez, basándose en su estudio acerca de los versos, que ni el poema era de Palladas ni tenía siquiera nada que ver con la filósofa. Para Luck no se trataría sino del epitafio que otro poeta, Panolbio, dedicó según la Suda a otra Hipatia, una hija de un alto funcionario imperial de la segunda mitad del siglo V, el prefecto del pretorio Eritreo, y fundadora de una iglesia en honor de la Virgen: el “hogar de la Virgen”, una figura poética repetida en toda la poesía bizantina.
Con la cristianización de la Escuela Filosófica de Alejandría en tiempos de Justiniano I, el peso de Hipatia entre los filósofos paganos se contrapesó con la figura de Santa Catalina de Alejandría, a quien se consagró un gran monasterio en el Sinaí. Eventualmente, la historia de ambas mujeres empezó a mezclarse y confundirse, llegando a afirmarse que la historia del martirio de Santa Catalina no fue otra cosa que un invento para contrarrestar el de la pagana Hipatia, opción nada sorprendente si tenemos en cuenta la actividad que desempeñaron los cristianos cuando alcanzaron el poder, empeñándose en acabar con cualquier forma de paganismo o religión antigua de una manera o de otra: cuando no conseguían acabar con algún credo o rito, lo tapaban con un equivalente cristiano…

Hipatia es la primera mujer matemática de la que se tiene conocimiento razonablemente seguro y detallado: al parecer escribió sobre geometría, álgebra y astronomía, mejoró el diseño de los primitivos astrolabios e incluso inventó un densímetro.
Por su propio carácter, fue según parece una mujer entregada al pensamiento y la enseñanza en plena tardoantigüedad: su fidelidad al paganismo en el momento de auge del catolicismo teodosiano como nueva religión del Estado romano, y su muerte a manos de cristianos, fueron los que verdaderamente la catapultaron a la fama que ostenta, convirtiendo la figura de esta mujer tan especial en un verdadero mito: desde la época de la Ilustración se la ha venido presentando como a una “mártir de la ciencia” y símbolo del fin del pensamiento clásico ante el avance del Cristianismo. No obstante, en la actualidad parece que se intenta desmarcarse de tal consideración y pretende destacarse que su asesinato no fue otra cosa que un caso excepcional: de hecho, la escuela neoplatónica alejandrina, progresivamente cristianizada, floreció hasta pleno siglo VII, sobreviviendo a su muerte durante cerca de tres siglos.
Por su parte, los movimientos feministas la han reivindicado como paradigma de mujer liberada incluso sexualmente, aunque según la Suda estuvo casada con otro filósofo llamado Isidoro y se mantuvo virgen. También se la ha intentado asociar con la Biblioteca de Alejandría, si bien no hay ninguna referencia que vincule a ambas de forma clara: tras las sucesivas destrucciones que sufrió (una de ellas en forma de incendio en tiempos de Julio César y Cleopatra, en el s. I a.C.), se cree que la Gran Biblioteca ptolemaica desapareció definitivamente en un momento incierto del siglo III, o quizá del IV, y su sucesora, la Biblioteca-hija del Serapeo, fue expoliada en 391. Desde luego, por cronología podrían haber coexistido durante los últimos momentos de una de las Siete Maravillas del mundo antiguo. En cualquier caso, según las fuentes, Hipatia enseñaba a sus discípulos en su propia casa…

La leyenda de Hipatia encontró su mayor auge en el siglo XIX, con la irrupción del Romanticismo, momento en que se gestaron gran parte de las ideas acerca de la filósofa alejandrina.

Ninguna de sus obras se ha conservado, pero se conocen gracias a sus discípulos, como Sinesio de Cirene o Hesiquio de Alejandría, el Hebreo:

  • Comentario a la Aritmética en 14 libros de Diofanto de Alejandría.
  • Canon astronómico.
  • Comentario a las Secciones cónicas de Apolonio de Perga, su obra más importante.
  • Tablas astronómicas: revisión de las del astrónomo Claudio Tolomeo, conocida por su inclusión en el Canon astronómico de Hesiquio.
  • Edición del comentario de su padre a Los Elementos de Euclides.

Además de cartografiar cuerpos celestes, confeccionando un planisferio, también se interesó por la mecánica. Se sabe que inventó un destilador, un artefacto para medir el nivel del agua y un hidrómetro graduado para medir la densidad relativa y gravedad de los líquidos, precursor del actual aerómetro, descrito por Sinesio de Cirene:

“...es un tubo cilíndrico con la forma y dimensiones de una flauta, que en línea recta lleva unas incisiones para determinar el peso de los líquidos. Por uno de los extremos lo cierra un cono, adaptado en posición idéntica, de manera que sea común la base de ambos, la del cono y la del tubo. Cuando se sumerge en el líquido ese tubo, que es como una flauta, se mantendrá recto, y es posible contar las incisiones, que son las que dan a conocer el peso”.
Sinesio de Cirene, Carta 15, a Hipatia.

Sinesio también la defendió como inventora del astrolabio, aunque astrolabios más tempranos precedan el modelo de Hipatia al menos un siglo; su propio padre fue famoso por su tratado sobre ellos.
Parece ser que Hipatia mantuvo la tesis del heliocentrismo contra el geocentrismo: los comentarios al libro III del Almagesto se consideran de gran importancia para esta teoría, pues es posible que Copérnico tuviera conocimiento de ellos y este hecho pudiera haber influido en la “Revolución Copernicana”, pues el único ejemplar del libro III se conservaba en Florencia en la biblioteca de los Médicis, y Copérnico estuvo en Florencia estudiando textos astronómicos griegos, y especialmente la obra de Tolomeo. La importancia de estos comentarios radica en que, cuando Teón comentó el Almagesto, Hipatia observó que la obra de Tolomeo daba lugar a numerosas conclusiones matemáticas, de las que al parecer su padre no se había dado cuenta. Hipatia tomó por su cuenta estos datos y calculó los valores matemáticos de los acontecimientos celestes descritos por Tolomeo, cuyo resultado probable serían las Tablas o Canon Astronómico. Puede que las tablas que elaboró Hipatia para el estudio de los movimientos de los astros formasen parte de esa obra, pero también existe la posibilidad de que hayan constituido una obra original  independiente.

Consideraciones

  • Entramos en la dinámica habitual acerca de este tipo de personajes: la mayoría de lo que sabemos de ellos llega hasta nosotros gracias a lo que se escribió sobre sus figuras mucho tiempo después de su muerte, por lo que cualquier cosa que leamos ha de ser puesta bajo lupa:
    • Sinesio de Cirene es la única fuente de que disponemos verdaderamente contemporánea a Hipatia, lo cual aunque pueda parecer definitivo no nos resulta absolutamente fiable. ¿El motivo? Es evidente, su filiación con respecto a la filósofa. De sus escritos y cartas se desprende la veneración que tenía hacia la alejandrina, una veneración tan exacerbada que hace que su imparcialidad pueda ser puesta en duda: ¿verdaderamente era tan buena cómo nos lo transmite? Además, hay que tener en cuenta, a juzgar por los datos de que disponemos, que muchos de los discípulos que la matemática tuvo poseían una relación directa o indirecta con Sinesio, lo cual nos lleva indefectiblemente a otra pregunta: ¿fue el carisma o la inteligencia de Hipatia lo que arrastró a estos aristócratas hasta su escuela, o el hecho de que Sinesio estuviera tan cercano a ella?
    • Sócrates Escolástico escribe unos años después de la muerte de la mujer, y sus palabras, aunque entusiastas, podrían estar transmitiendo en realidad lo que ya había contado el cireneo. Sin embargo, también cabe la posibilidad de que la hubiera conocido aunque sólo fuera de pasada, lo que, unido a la imparcialidad que se le adjudica habitualmente, hace que sus palabras puedan en cierta forma corroborar la imagen casi divina que Sinesio atribuye a su maestra.
    • Damascio está aún más lejano en el tiempo: escribe alrededor de 200 años más tarde, lo cual hace que aún sea más probable pensar que se está basando en la obra de alguno de los dos anteriores. De hecho, la anécdota del discípulo enamorado, al que le arroja el trapo manchado con su líquido menstrual, ¿hasta qué punto puede ser considerada como real? Aparentemente, es el único que parece mencionarla…
    • En el siglo VIII, casi 400 años después, Juan de Nikiû, un exaltado monje copto, la considera una bruja peligrosa e inductora directa de los incidentes entre Orestes y Cirilo, y mantiene la idea de que se mereció la muerte que tuvo por haber provocado dicho conflicto. Es uno de los pocos detractores de Hipatia, y a primera vista podríamos pensar que su opinión parte de la base de su propio fanatismo cristiano, por el que defiende a toda costa la actitud de los alejandrinos e interpreta los hechos de manera que favorezcan a éstos.
    • La Suda bizantina es del siglo XI. Y en ella, tal y como ya se ha expuesto, se pueden encontrar detalles un tanto incongruentes, como el hecho de haber sido virgen toda su vida y al mismo tiempo haber estado casada. Sinceramente, no tendría demasiado sentido que una mujer que pretenda mantenerse virgen se case, así que mi opinión inicial es que una de las dos afirmaciones está errada; sin embargo, también cabe la posibilidad de que este matrimonio no fuera otra cosa que de conveniencia para aplacar las murmuraciones sobre una mujer sola e independiente y que jamás llegara a consumarse…
  • En cualquier caso, no disponemos de nada con lo que poder catalogar a Hipatia de forma adecuada: toda su obra se ha perdido, y sus inventos también, por lo que no hay manera de confirmar que se trataba de una gran matemática, una gran filósofa, o meramente una mujer que supo aprovechar el momento y las informaciones suministradas por su padre y otros científicos de su época y anteriores. En cuanto a su carácter, estamos ante la misma situación: ¿podemos fiarnos de las excelencias que cuenta Sinesio? Como ya hemos dicho, es posible que, si Sócrates Escolástico llegó a conocerla aunque fuera brevemente y escribió de tal manera sobre ella, tal vez debamos admitir que, efectivamente, fue una mujer excepcional, totalmente ubicada fuera de su época, una mujer que consiguió escapar a los esquemas de su propio tiempo y manifestarse como un espíritu libre que, debido precisamente a las turbulencias de dicho momento y lugar, resultó aplastado por la intolerancia y la injusticia.
  • Pasemos al asunto de su muerte: resulta evidente y palmario que, directa o indirectamente, la actitud de Cirilo llevó a sus partidarios a asesinar a Hipatia. Con el carácter exaltado que poseía el obispo de Alejandría, con sus proclamas sembrando si no el odio, sí al menos una cierta animadversión hacia todo lo que fuera pagano u oliera a ello, más tarde o más temprano tenía que suceder algo como lo que acaeció: un grupo de cristianos enloquecidos, fanáticos, o sencillamente enviados por Cirilo, aunque este punto se me antoja un tanto espúreo debido precisamente a la forma en que el obispo manejaba las situaciones, tenían que acabar por atacar a la alejandrina por considerarla la representación de todos los males que asolaban a la ciudad, como defensora del paganismo y de un cientifismo del que al parecer abominaban como prácticas diabólicas.
Hasta aquí, todo parece muy simple y evidente, ¿no es verdad? Sin embargo, hay algo que parece olvidarse en todo este asunto, y es que había DOS facciones cristianas claramente delimitadas, la de Cirilo y la de Orestes. Aunque es cierto que éste último parecía más cercano y protector hacia la alejandrina, sus seguidores bien pudieron haber pensado de otra manera; e incluso podríamos llegar a plantear que el asesinato de la filósofa no se debió en realidad a motivos religiosos, sino a motivos políticos: ¿qué mejor manera de desacreditar y deshacerse de un peligroso rival que cargándole con un horrible crimen que le encaja a la perfección debido precisamente a su fervor antipagano? Desgraciadamente para Orestes si ésta es la explicación del desventurado suceso, sólo le salió bien a medias: si bien es cierto que la posición del Patriarca de Alejandría se resintió notablemente tras la muerte de Hipatia, se mantuvo firme sin que resultase castigado por el emperador, lo que redundó a la postre en perjuicio del ¿amigo? de la filósofa.
  • Por lo que se trasluce de los datos de que disponemos, más que inventora del astrolabio sencillamente lo mejoró. Y es probable que precisamente por sus conocimientos matemáticos, físicos y astronómicos fuera también una buena inventora. Y aunque, como ya hemos dicho, no disponemos de su obra para poder juzgar, resulta posible, según los escritos de Sinesio y los demás, que propugnara una cierta teoría heliocéntrica siglos antes de la Revolución Copernicana. No debemos olvidar que Aristarco de Samos, ya antes de Cristo, propuso que era la Tierra la que giraba alrededor del Sol y no al revés, por lo que no sería de extrañar que Hipatia pudiera retomar dicha teoría, que sería recogida más tarde por Copérnico. Algunas fuentes arguyen con esta falta de pruebas salidas de su propia mano que probablemente se trató más bien de una gran recopiladora más que de un genio matemático, lo cual tampoco es descabellado. Pero también es cierto que algo más había de tener, si consiguió no ya reunir, sino mantener a su alrededor a un grupo de discípulos, ya fuera un gran carisma o una inteligencia sin par…
Bibliografía

  • Himnos, Tratados y Cartas, Sinesio de Cirene. S. IV. 
  •  Historia Ecclesiastica, Sócrates Escolástico. S. V. 
  •  Historia Eclesiástica, Filostorgio. 425-433. 
  •  Chronographia, Juan Malalas. S. VI. 
  •  Vida de Isidoro, Damascio. S. VI. 
  •  Enciclopedia Suda, enciclopedia bizantina. S. XI.
  • Memoires pour servir à l'histoire ecclésiastique..., Le Nain de Tillemont. 1693. En esta obra,  el abate jansenista exculpaba a Cirilo bajo la consideración, en cierto modo lógica, de lo contraproducente que fue este crimen, algo impropio de un político tan aparentemente astuto como era el Patriarca. 
  •  Hipatia, o la historia de una de las damas más hermosas, virtuosas, cultas y distinguidas en todos los aspectos; que fue despedazada por el clero de Alejandría para satisfacer el orgullo, la envidia, y la crueldad de su arzobispo, común pero inmerecidamente llamado san Cirilo, John Toland. S. XVIII. Este erudito deísta utilizó la muerte de Hipatia como base para este panfleto anticatólico, donde la califica, en un alarde probablemente excesivo, de “encarnación de la belleza y el saber”, sosteniendo que los varones deberían “avergonzarse para siempre de que pudiera encontrarse entre ellos alguien tan brutal y salvaje como para, en lugar de embriagarse con la admiración de tanta belleza y sabiduría, manchar sus manos de la manera más bárbara con la sangre de Hipatia, y sus almas impías con el estigma de haber cometido un crimen sacrílego”. Se considera esta obra como una de las más influyentes en la formación del mito de Hipatia. 
  •  La historia de Hipatia, la imprudentísima maestra de Alejandría: asesinada y despedazada por el populacho, en defensa de San Cirilo y el clero alejandrino.  De las calumnias del señor Toland, Thomas Lewis. 1721. Refutación al panfleto de John Toland, en la que nos vamos al espectro opuesto de las ideas acerca de la filósofa. 
  • Carta de otro abate jansenista, Claude Pierre Goujet, incluida en Continuation des Mémoires de Litterature et d’Histoire, padre Desmolets. 1728. De nuevo nos encontramos ante una férrea defensa de la figura de San Cirilo. 
  •  Historia de la Decadencia y Caída del Imperio Romano, Edward Gibbon. 1776-1788. Este historiador inglés manifestó siempre un odio visceral hacia todo lo cristiano; de hecho, en esta obra hace caer buena parte de culpa de la desaparición del imperio romano sobre el cristianismo. Entre otras cosas, manifestó que Cirilo estaba tan celoso de la influencia de Hipatia y de su popularidad que “alentó, o aceptó, el sacrificio de una virgen, que profesaba la religión de los griegos”, y justifica que nunca fuera castigado por tal crimen por el hecho de que “la superstición quizá expía de mejor grado la sangre de una virgen que el destierro de un santo”. Desgraciadamente, aunque Gibbon hacía a Cirilo culpable no sólo de la muerte de Hipatia, sino de todos los problemas del Egipto de la época, no se preocupa de citar fuentes, lo que resta imparcialidad a sus críticas. 
  •  Hypatia, J. M. Rist. 1965. 
  •  The End of the Ancient Universities, Alan Cameron. 1966. 
  •  Synesius of Cyrene: Philosopher-bishop, Jay Bregman. 1982. 
  •  La muerte de Hipatia, Gonzalo Fernández. 1985. 
  •  The woman and the lyre: Women writers in classical Greece and Rome, J. M. Snyder. 1989. 
  •  Le paradoxe trinitaire chez Cyrille d'Alexandrie. Herméneutique, analyses philosophiques et argumentation théologique, Marie-Odile Boulnois. 1994.
  • The Beauty of Reasoning: A Reexamination of Hypatia of Alexandra, Bryan J. Whitfield. 1995. 
  •  Hipatia de Alejandría, María Dzielska. 1996. 
  •  Cyril of Alexandria, Cyril Norman Russell. 2000. 
  •  Hipatia de Alejandría, Revista de arqueología año 23, nº 257, Juan Luis Posadas. 2002. 
  • Sinesio de Cirene, intelectual. La escuela de Hypatia en Alejandría, José María Blázquez Martínez. 2004. 
  • Cyril of Alexandria and the Nestorian Controversy. The Making of a Saint and of a Heretic, Susan Wessel. 2004. 
  •  There Is No Crime for Those Who Have Christ, Michael Gaddis. 2005. 
  •  Hipatia. Mujer y conocimiento, Dora Russell. 2005. 
  • Las damas del laboratorio: mujeres científicas en la historia, María José Casado Ruiz de Loizaga. 2006. 
  •  Alexandria in Late Antiquity: Topography and Social Conflict, Christopher Haas. 2006. 
  •  La violencia religiosa cristiana en la Historia Eclesiástica de Sócrates durante el gobierno de Teodosio II y en la Historia Eclesiástica de Teodoreto de Cirro, José María Blázquez Martínez. 2008. 
  •  Hipatia, Bruno, Villamediana, Ignacio Gómez de Liaño. 2008. 
  •  Hipatia: la estremecedora historia de la última gran filósofa de la Antigüedad y la fascinante ciudad de Alejandría, Clelia Martínez Maza. 2009. 
  •  Filosofía y ciencia en Hipatia, Pedro Jesús Teruel. 2011.
  •  Wikipedia, la enciclopedia de Internet.
  •  Ipazia ovvero delle Filosofie, Diodata Saluzzo Roero. 1827. Poema en dos volúmenes en el que la condesa sugiere la extravagante teoría de que en realidad Hipatia fue convertida por Cirilo al cristianismo, pero que fue asesinada por un “sacerdote traicionero”.
  •  Hypatie, Charles Leconte de Lisle. 1847. Poema en el que la filósofa era otra víctima de un mundo, el Antiguo, que se apagaba. Escribió en 1874 una segunda versión, en la que la “necesidad histórica” era ya sustituida por el ataque contra el cristianismo. En el poema, una Hipatia enamorada de la belleza del universo se encara con el cerril y dogmático obispo Cirilo.
  •  Hypatia, or New Foes with an Old Face, Charles Kingsley. 1853. Pintoresca novela de ficción en la que retrató a la erudita, en realidad casi anciana al morir, como una joven “heroína desvalida, pretenciosa y erótica”, que encarnaba “el espíritu de Platón y el cuerpo de Afrodita”. Los personajes podrían definirse como tópicos sin demasiados problemas: la filósofa presenta en la novela un odio visceral por el cristianismo y es correspondida por el envidioso y despótico Cirilo, que trata de sabotear sus clases. El prefecto Orestes, un intrigante dipsómano, involucra a la filósofa en sus ambiciones al trono imperial, proponiéndole matrimonio. Hipatia se acaba desengañando de él a medida que crece el conflicto entre el obispo y el prefecto, y acaba por sufrir una crisis espiritual justo antes de su asesinato, siendo convertida por un cristiano judío llamado Rafael Aben-Ezra. La idea central de esta obra es la de Hipatia como icono de un mundo de armonía clásica que se desvanece ante el avance de una religión supersticiosa que esclaviza la razón.
  • Libro de Ipazia, Mario Luzi. 1978. Drama en el que se insiste en la tragedia de la filósofa como símbolo de la decadencia irreversible del mundo clásico, y desde una interpretación cristiana, su muerte no es resultado de la nueva Fe, sino de la malignidad y el crimen inherentes a las multitudes.
  • A Christian Martyr in Reverse – Hypatia: 370-415 A.D, Ursule Molinaro. Artículo publicado en la revista feminista Hypatia: A Journal of Feminist Philosophy (1986). En este artículo, en el que se mezclan realidad y ficción, la virgen Hipatia es considerada una mujer sin contención sexual, amante de Orestes, y es precisamente esta conducta desinhibida la que lleva al envidioso y reprimido Cirilo a ordenar su asesinato. Molinaro afirma que su muerte señaló “el fin de una época en que todavía se valoraba a las mujeres por su inteligencia”, y que el cristianismo limitó la libertad de pensamiento e impuso a las mujeres un modelo de conducta “basado en la sumisión y desprovisto de placer”.
  • Rennaissance en Paganie, André Ferreti. 1987.
  • Hypatie ou le fin des dieux, de Jean Marcel. 1989.
  • Serie de los Herederos de Alejandría, Mercedes Lackey, Eric Flint y Dave Freer. Comenzada en 2003. Incluye referencias ficticias a la conversión de Hipatia al cristianismo y su correspondencia subsecuente con Juan Crisóstomo y San Agustín.
  • Remembering Hypatia, Brian Trent. 2005.
  • Azazīl Riwayah, Yūsuf Zaydān. 2008. Novela sobre un monje egipcio en un período en que “los cristianos solían tiranizar a los paganos y demoler sus templos”, en la cual la muerte de Hipatia desempeña un papel fundamental. Este libro ha sido muy criticado por la comunidad cristiana de Egipto.
  • El jardín de Hipatia, Olalla García. 2009.
  • Hypatia y la eternidad, Ramón Galí. 2009. Novela que combina historia y ciencia-ficción, con Hipatia de Alejandría como protagonista. En ella, la sabia alejandrina resucita tras ser asesinada, introduciéndose en las mentes de los personajes más influyentes de otra historia alternativa.
  • Hipatia de Alejandría, Carmen García, Laura Ruiz, Lídia Puigvert y Lourdes Rue. 2009. Un equipo plural de científicas desvela la verdad sobre la primera científica.

Filmografía

  • Cosmos: Un viaje personal, Carl Sagan. 1980. Episodio 13. El científico trata la muerte de Hipatia y la destrucción de la Biblioteca de Alejandría. Sagan sigue casi al pie de la letra la muerte descrita por Sinesio o Sócrates Escolástico.
  • Hypatia and Alexandria, Nick Gillam-Smith. 2010. Documental de Canal de Historia, de la serie de Bettany Hughes’ Ancient World.
  • Ágora, Alejandro Amenábar (Rachel Weisz). 2009. Sobre esta película, hay que decir que históricamente es muy rigurosa y sigue con mucha fidelidad la biografía de Hipatia de que disponemos, aunque ha despertado no poca polémica, debido sobre todo a un punto del que ya hemos hablado: algunos científicos españoles, entre los que se encuentran diversos astrónomos, pedagogos, antropólogos y sociólogos, han criticado esta obra por considerar que no quedan restos de su obra. Según estos investigadores, Amenábar se toma demasiadas licencias históricas, y se engrandece en exceso una figura de la que no tenemos más referencias contemporáneas que las de su discípulo Sinesio. Por el contrario, Francesca Figueras, coordinadora de la actividad “Ella es una astrónoma”, del Año Internacional de la Astronomía (AIA-IYA 2009), opina que la película sí que refleja el papel de Hipatia como la primera mujer astrónoma y matemática, aunque, coincidiendo con otros científicos, piensa que es errónea en el aspecto en el que deja entrever que ella fue la descubridora de la Teoría Heliocéntrica, cuando en realidad esta teoría apareció más tarde, con Copérnico. En este aspecto parece olvidar lo que ya hemos comentado acerca de Aristarco de Samos…

Otros

  • Un asteroide descubierto en 1884 y un cráter lunar llevan precisamente el nombre de Hipatia en su honor. Además, éste último se sitúa junto a los cráteres que recuerdan a su padre, Teón, y a los patriarcas Cirilo y Teófilo. Al norte de este cráter, a unos 70 km., se encuentra un sistema de canales de 180 km de longitud llamado Rimae Hypatia.
  • El famoso escritor Voltaire se valió de la filósofa para manifestar claramente su carácter anticlerical, su visceral aversión hacia la Iglesia, considerando la muerte de Hipatia “un asesinato bestial perpetrado por los sabuesos tonsurados de Cirilo, con una banda de fanáticos a sus espaldas”. Su intención fue en todo momento demostrar que el fanatismo religioso no servía para otra cosa que no fuera el exterminio de los genios y la esclavitud de los espíritus.

4 comentarios:

  1. Hola! Te sigo, soy de la iniciativa Granitos de Arena, te espero por mi blog :D
    Saludos!

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    1. Buenas noches, Irisse. Creo que es uno de los que me dio problemas al intentar seguirte, porque en el apartado de seguidores no aparecía nada... Volveré a pasarme a ver si esta vez lo consigo. Muchas gracias.

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  2. Hola!
    Soy de la iniciativa Granitos de Arena!
    Ya me uní a tu blog!
    Aquí te dejo el mio; http://trappedamongletters.blogspot.com/
    Saludos!

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    1. Buenas noches, Brayan. Bienvenido a mi blog, enseguida me uno al tuyo...

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