CLEOPATRA:
GLORIA Y TRAGEDIA DE UNA REINA
José
Francisco Sastre García
Pocas mujeres han entrado en la
leyenda como lo ha hecho ésta: Cleopatra, la última reina del Egipto
Ptolemaico, marcada por un destino en el que aparecen escritos con letras de
fuego nombres tan míticos como el suyo y que se entrecruzaron con ella de una
manera indeleble: Julio César, Marco Antonio, Pompeyo…
No cabe duda de que nos encontramos
ante una mujer que no tuvo parangón en su época, pero, ¿hasta qué punto podemos
discernir quién era realmente y separarlo de todo lo que se tejió a su
alrededor para darle la aureola que posee actualmente? Veamos qué podemos
encontrar en torno a su figura…
El personaje
Su nombre completo era Cleopatra
Filopator Nea Thea (Nueva Diosa, ya
en su nombre portaba el germen de un gran futuro), aunque pasó a la
historia como Cleopatra VII; fue la última reina del Antiguo
Egipto de la dinastía Ptolemaica, conocida
también como dinastía Lágida. Dicho linaje
fue creado por Ptolomeo I Sóter,
general de Alejandro Magno, y fue
también la última del período de Egipto que se denomina helenístico.
Esta mujer nació hacia el año 69 a. C. y murió en el año 30 a. C. Era hija de
Cleopatra V Trifena y de Ptolomeo XII Auletes, de quien heredó
el trono en el año 51 a. C.,
en torno a la edad de 18 años, junto con su hermano Ptolomeo XIII, que contaba con tan sólo doce años, y que se
convertiría además en su esposo, hecho habitual en los matrimonios regios
ptolemaicos.
Preludio
al gobierno de Cleopatra
Ptolomeo XII no era nada querido por su pueblo por la despreocupación
que mostraba ante los graves problemas que asolaban a Egipto, por su manifiesta
corrupción, y por ser más amante de las fiestas que de las cuestiones de
estado. Conseguía mantenerse en el trono gracias a la ayuda romana que recibía
merced a sus continuos sobornos y promesas de tributos diversos.
Roma estaba encantada de “ayudar” a Ptolomeo XII porque Egipto era para
el Imperio una presa muy tentadora, y hacía tiempo que tenía los ojos puestos
en el oro de ese país. En cada conflicto, Roma se prestaba gustosa como
árbitro. En el año 58 a. C.,
con ocasión de un levantamiento popular provocado por otro de sus
despropósitos, Ptolomeo se desplazó a Roma exiliado por su hija Berenice IV, en busca de ayuda militar para sofocarlo. Quedaron como
regentes del país su esposa Cleopatra y su hija mayor Berenice IV, quienes
gobernaron durante un año hasta que murió la madre. Los alejandrinos colocaron
en el trono como única reina a Berenice IV y enviaron una delegación a Roma
para que ésta arbitrase en el conflicto que enfrentaba a padre e hija.
Ptolomeo XII consiguió el apoyo de Roma luego de haber pagado a Pompeyo una gran suma de dinero y
prometerle que durante años le pagaría tributos. Consiguió derrotar al ejército
de Archelaus, segundo marido de
Berenice IV, y fue devuelto al trono. Uno de sus primeros actos fue mandar
ejecutar a su hija Berenice, era el año 55 a. C.
Ptolomeo XII Auletes reinó desde ese día hasta su muerte en el año 51 a. C., dejándole
el trono a su hija Cleopatra VII
Filópator y a su hijo Ptolomeo XIII Dioniso II (51-47 a. C.), que
contaba aproximadamente con doce años, con quien ella tuvo que casarse por
testamento de su padre. Ptolomeo XII dejó como tutor de ambos al regente de
Roma, que en ese momento era Pompeyo, quien debía hacer cumplir el testamento y
casar a los hermanos. Claro que esta unión era puramente legal ya que según se
dice Cleopatra, extremadamente inteligente y ambiciosa, dejaba fuera de todas
las decisiones a su hermano.
El
reinado
Cleopatra tenía varios hermanos: Berenice IV, de la que ya se ha
hablado, y Cleopatra VI como
hermanas mayores -ésta última desapareció (probablemente por intermedio de su
querida hermana, no fuera a ser que tuviera también aspiraciones al trono) durante
el reinado de su hermana Berenice-, una hermana menor llamada Arsínoe IV y dos hermanos menores
llamados Ptolomeo XIII y Ptolomeo XIV,
con los que se casó sucesivamente, según la ley de los Lágidas, a cuya dinastía
pertenecían, y que permitía el matrimonio entre hermanos. La educación de todos
ellos fue puramente griega, según costumbre ptolemaica. Cleopatra fue el primer
miembro de esta dinastía que aprendió a hablar el idioma egipcio; pero no sólo
conocía este idioma sino también el griego, hebreo, sirio y arameo y, si hemos
de juzgar por los encuentros con Julio César, Marco Antonio Pompeyo, Octavio,
etc., posiblemente también el latín. Fue instruida asimismo en los campos de la
literatura, música, ciencias políticas, matemáticas, astronomía y medicina.
Además tenía fama de poseer modales dulces y refinados y una sugerente voz,
cosas que hacían de ella una mujer muy seductora según Plutarco. Con 14 años se
presentó por primera vez en público, y al parecer era ya famosa por su
inteligencia. De ella se dice que era impulsiva,
caprichosa, ingenua, espontánea, apasionada, diplomática y constante.
Al parecer se trataba de una mujer muy ambiciosa que gobernó con la
ayuda de su primer ministro Dioiketes y vigiló de cerca a los gobernadores
griegos que estaban en el control de otras partes del país.
Entre el 50 y el 49 a. C. la
situación en Egipto se había deteriorado: los campesinos sufrieron graves
hambrunas, por lo que se rebelaban y formaban o se unían a bandas de forajidos
que causaban grandes males a lo largo de todo el reino; la moneda egipcia se
debilitaba por momentos y la burocracia, cada vez más lenta, entorpecía la
recuperación: en estas condiciones, el país dependía cada vez más de Roma. De
hecho, al subir al trono la reina intentó rápidamente solucionar un conflicto
existente con el imperio romano: un año atrás habían sido asesinados dos hijos
del cónsul romano en Alejandría; para demostrar buena voluntad, Cleopatra
entregó a los presuntos asesinos a Pompeyo, que intentaba obtener el poder
absoluto de Roma frente a Julio César. La reina también ofreció soldados
egipcios a Pompeyo. Toda la condolencia que ella había mostrado hasta ahora
para con el imperio romano se convirtió en el tema de discusiones en Alejandría:
los egipcios no veían con muy buenos ojos aquellas relaciones con el águila
romana.
Pero los problemas no acababan ahí, además había que añadir conflictos
internos en su propia familia: su hermana menor Arsinoe, en desacuerdo con su
política de ayuda a los romanos en señal de buena voluntad, aspiraba al trono y
pronto surgieron las desavenencias también con su hermano-esposo. Ptolomeo
XIII, muy joven y manipulable, era prácticamente manejado por tres consejeros
muy hostiles a ella: el eunuco llamado Potino,
el general Aquilas y el retórico Teodoto. Por consejo de ellos en 48 a. C. expulsó a
su hermana del trono derrocándola con un comando dirigido por sus consejeros
Potino y Aquilas, y la envió al exilio, permitiéndole elegir su destino:
Cleopatra se decantó por Siria.
Desde esta región, la exfaraona pretendió recuperar el poder, reuniendo un buen
ejército para este fin, aunque no lo logró.
Julio César
Por aquellos tiempos Roma tenía sus propios
problemas: se encontraba inmersa en una cruenta guerra civil, Julio César y Pompeyo se habían enfrentado
en Farsalia y éste último había sido derrotado, por lo que huyó a Egipto, donde
pensó que sería bien recibido por Ptolomeo XIII. A su llegada, y por consejo de
Potino, el faraón ordenó asesinarlo y enviar su cabeza al vencedor de la
contienda, pensando obtener así un consiguiente apoyo de César que le
permitiera vencer al bando de Cleopatra. Sin embargo, al general romano, que
arribó a Alejandría unos días más tarde en persecución de su rival, no le
agradó la decisión, pues su intención era capturarlo con vida o quizás incluso
perdonarlo. Y lloró ante la cabeza cortada de su amigo y rival que se le
presentaba: fue un mal comienzo para las relaciones de César y el soberano
egipcio.
Aun así, César quería solucionar, en calidad de testamentario de Ptolomeo
XII Auletes, el conflicto que enfrentaba a los dos hermanos y esposos Cleopatra
VII y Ptolomeo XIII y convocó a las dos partes. Ptolomeo, aconsejado de nuevo
por el eunuco Potino, regresó inmediatamente a Alejandría. Cleopatra envió
antes varios emisarios para asegurarse de las intenciones de César. Al final
aceptó ir a Alejandría, pero lo hizo en secreto y de noche pues desconfiaba de
los espías de su hermano. Cleopatra consiguió acceder (burlando el control de
los partidarios de su hermano) hasta el palacio real en el que se aposentaba
César para persuadirlo de que tomara partido por ella. Pasaron la noche juntos
(tal vez Cleopatra pensaba que, si enamoraba a César, ya no tendría que temer
una invasión por parte de los romanos). El general hizo acudir a Ptolomeo a sus
aposentos pero éste, comprendiendo la situación, rechazó la propuesta de
reconciliación. Decidió huir y corrió la voz de que había sido traicionado en
un intento de levantar a los alejandrinos contra la pareja, pero pronto fue
capturado por los soldados romanos. Para evitar el motín que se avecinaba,
César leyó ante el pueblo el testamento de Ptolomeo XII Auletes, del que se
presentó como albacea e hizo promesas más o menos convenientes a cada uno.
Finalmente se celebró el acuerdo entre los tres con un gran banquete quedando
el mapa político como sigue: César da a Ptolomeo XIII la isla de Creta y a
Ptolomeo XIV y Arsinoe IV Chipre. Arsinoe considera que ella debería reinar
Egipto y se une a la causa de su hermano.
Entonces, César se instaló en Alejandría, donde llevaba una vida
tranquila y culturalmente activa, además de obtener la alianza de la reina
Cleopatra. Ésta recuperó el trono, protegida por su aliado romano y Ptolomeo
XIII residía cerca de ellos aunque más como rehén que como soberano. Sin
embargo, no se estuvo quieto. Junto a su hermana Arsinoe y su consejero Potino,
llevó a cabo una guerra de intrigas que acabaron por provocar la animosidad de
los alejandrinos hacia los dos amantes. El pueblo ya podía aceptar un ataque a
los soldados romanos aprovechando además su aislamiento y así lo ordenó
Ptolomeo a Aquilas quien, desde Pelusio,
marchó sobre Alejandría al frente de 20.000 soldados y 2.000 jinetes y rodearon
la ciudad. Es entonces cuando la guerra entre Cleopatra y Ptolomeo se transformó
en la guerra de Arsinoe IV y Ptolomeo XIII contra el César. César y Cleopatra
VII resistieron el asedio al palacio real de Alejandría, donde retenían a
Ptolomeo XIII, hasta que la llegada de refuerzos les permitió contraatacar y
lograr la victoria final.
En uno de los combates, el ejército de Aquilas intentó apoderarse del
Gran Puerto de la ciudad, donde estaban anclados 72 navíos de guerra egipcios y
50 trirremes romanas. Para evitar que cayeran en sus manos, César prefirió
quemar dichas naves provocando un gran incendio que alcanzó la ciudad y el
resultado final fue la pérdida de muchos e importantes edificios, entre los que
se contaba el famoso Museo con su
legendaria Biblioteca, que quedó
seriamente dañada: ésta sería una de las destrucciones que llevarían a su
posterior desaparición.
La guerra duró largos meses. El eunuco Potino fue tomado como rehén y
más adelante ejecutado por haber intentado, en su cautiverio, envenenar a
César. Arsinoe logró huir de palacio y llegar al campamento de Aquilas, con su
padre putativo, el eunuco Ganímedes,
que se puso al frente del ejército después de ejecutar a su aliado Aquilas: la
hermana de Cleopatra fue proclamada reina de Egipto por los soldados. Después
que los alejandrinos ganaran una de las batallas, que no la guerra, éstos
exigieron a César la libertad de Ptolomeo, a lo que el romano gustosamente
cedió convencido de que la juventud e inexperiencia militar del soberano más
bien perjudicaría a sus enemigos, como así fue. Porque Ganímedes fue destituido
y su puesto ocupado por el rey. Gracias a la llegada de los refuerzos y a la
incompetencia de Ptolomeo, César puso en fuga a los egipcios empujándolos Nilo
arriba donde centenares de ellos murieron ahogados. Ptolomeo XIII estaba entre
los muertos, en el fango: trató de huir en una barcaza demasiado cargada que
terminó zozobrando.
La coraza de oro que llevaba, por la que fue reconocido, fue la prueba
que blandió César ante el pueblo que lloraba vestido de luto. Cleopatra recuperó
su trono una vez más. Pero tenía que haber un rey y, para poder seguir
gobernando, se casó con otro de sus hermanos, Ptolomeo XIV Filópator II. Pero
el nuevo faraón sólo tenía 10 años, y Cleopatra se encontró de nuevo con las
riendas del poder en sus manos. Arsinoe, prisionera, fue enviada a Roma donde
desfiló cargada de cadenas en el festejo de las últimas victorias militares de
Julio César.
Julio César y Cleopatra pasaron juntos varios meses en Egipto. Tras
dejar tres legiones romanas protegiendo Alejandría, emprenden una travesía por
el Nilo. Hay muy pocos documentos de esta travesía, pero aparentemente duró
unos dos meses. Pararon en Dendera, donde Cleopatra fue adorada como Faraona:
ella se había proclamado a sí misma Hija de Isis. César nunca tendría estos
honores y no podía bajar del barco excepto para atender un importante negocio
en Siria.
Fruto de su relación nacería, el 23 de junio de 47 a. C., Ptolomeo XV, más conocido como Cesarión, el apodo que le dieron los
alejandrinos, y a quien rápidamente entronizarían como hijo de Amon-Ra. Luego
él partió a combatir (y derrotar) a Farnaces
del Ponto y a doblegar con éxito la resistencia de los optimates en Tarso (febrero de 46) y Munda (marzo de 45), al tiempo
que efectuaba en Roma diversas reformas políticas que le atañían tanto a él personalmente
como al Imperio en general. Además de la instauración de una monarquía romana,
entre los objetivos finales de César probablemente se encontrara el de agrupar,
mediante su matrimonio con Cleopatra, a los Estados romano y egipcio, dando así
como resultado la unidad política de todo el mundo mediterráneo.
La influencia egipcia durante estos años de Julio César en Roma también
se reflejó en la administración, la sociedad, la cultura e incluso la religión.
Cabe citar, por ejemplo, la recaudación directa de los impuestos por el Estado,
el inicio de la administración racional de las provincias, la adopción, con
pequeñas correcciones, del calendario de Canopo (llamado desde entonces Juliano),
y la introducción del culto a Isis. La propia Cleopatra estuvo dos veces (46 y
45-44 a. C.)
en Roma junto a Cesarión y viviendo como concubina en la villa de César. Nunca
fue aceptada por el pueblo romano, que la miraban con desconfianza. Además,
César desafió a la opinión pública y rindió homenaje oficial a la reina egipcia.
Durante la segunda estancia Julio César fue víctima del asesinato por parte de
Bruto (15 de marzo del 44), proyectado y ejecutado por un grupo de familias
senatoriales republicanas que trataban de frustrar sus planes políticos.
Cleopatra, que acababa de perder a su poderoso aliado, no podía hacer otra cosa
que abandonar la capital italiana, así que regresó con su hijo a Egipto.
A partir del año 43 a. C.,
tras su regreso a Egipto, Cleopatra, temiendo que su hermano-esposo Ptolomeo
XIV, que ya contaba con 15 años de edad, quisiera tener más poder del que a
ella le convenía, lo envenena y establece a Cesarión como su corregente a la
edad de 4 años. El estado en que encontró a su reino fue muy desalentador: sufría
plagas y hambre, ya que los canales del Nilo habían sido descuidados durante
sus dos años de ausencia y esto hizo que las cosechas fueran malas y las
inundaciones no fueran bien aprovechadas.
Marco Antonio
Y es entonces cuando entra en escena Marco Antonio. Era un general y político romano, amigo de Julio
César, que había sido comandante jefe en su ejército. A raíz del asesinato de
éste, persiguió a los culpables, Marco Bruto y Cayo Casio, y además supo
enfrentar al pueblo romano contra ellos y ganarse el apoyo y la inclinación de
las gentes hacia él. Al surgir otros dos rivales, el 23 de noviembre de 43 a. C., la Lex Titia
oficializaba el pacto entre los tres por un período de cinco años: acababa de
crearse el Segundo Triunvirato, que reunía a Antonio, Octavio (heredero político designado por Julio César) y Lépido, antiguo jefe de la caballería
de César que se pasó al lado de Antonio. Se desencadenó de esta manera una nueva
guerra civil entre los partidarios del triunvirato y los seguidores
republicanos. Marco Antonio llamó en su ayuda a la reina Cleopatra, para que
acudiera con sus naves a Tarso en la actual Turquía, pero la reina no quería
que Egipto entrara en una guerra civil de los romanos y tampoco se fiaba de él.
Finalmente accedió a la reunión con la condición de que ésta se desarrollara en
su propio barco, considerado donde fuere que estuviese anclado como suelo
egipcio. Se encontraron en Tarso en el 41 a. C. Aunque Egipto estaba al
borde del colapso económico, Cleopatra navegó con los remos de plata, las velas
púrpuras y todo el lujo al que estaba habituada; hasta se vistió como Afrodita,
la diosa del amor. El encuentro duró cuatro días. El resultado de este viaje
fue que ambos personajes se enamoraron, y que Cleopatra convino en prestarle la
ayuda económica que le pedía a cambio de que Antonio ejecutase a su hermana
Arsinoe IV, a quien consideraba una continua amenaza, como así se hizo; Marco
Antonio decidió quedarse en Egipto al lado de Cleopatra.
La pareja pasó junta en Egipto el invierno de 41-40 a. C. disfrutando
de los máximos lujos y fiestas continuas. Pero los asuntos de Roma llamaban al
general y en el año 40 a. C.
tuvo que regresar a la capital del Imperio. Allí cumplió con la promesa de
casarse con Octavia, hermana de Cayo Julio César Octavio Augusto, el futuro
primer emperador de Roma y sobrino nieto de Julio César. Octavio (que así se le
llamaba entonces) era gran amigo de Marco Antonio, aunque con el tiempo y los
acontecimientos, esta amistad se vio truncada.
Durante la ausencia de Antonio, Cleopatra
comenzó un conflicto entre ella y Herodes de Judea. Este era uno de los más
ricos, inteligentes y capaces clientes de Roma y era un gran amigo de Antonio. En
el 40 a.C. la faraona trató de seducirlo, pero Herodes
no le siguió el juego; al ver su fracaso, ella comenzó a odiarlo. Cuando se
encontró con Antonio, lo persuadió para que le diera las porciones grandes de
Siria y del Líbano e incluso parte de las arboledas del bálsamo de Jericó. Con
esto lo único que logró fue que Herodes y Antonio se distanciaran. Cuando el Senado
romano le declaró la guerra, la capacidad y los recursos de Herodes hubieran
sido esenciales para su victoria. Desafortunadamente, Herodes rechazó ayudar a
su amigo gracias a los manejos de Cleopatra.
Tras la marcha de Marco Antonio a Roma, Cleopatra dio a luz dos niños
gemelos, Cleopatra Selene II (Diosa
de la Luna) y Alejandro Helios (Dios del Sol). No
volvieron a encontrarse hasta cuatro años después. Él regresó a Egipto en otoño
del 37, durante el curso de una campaña contra los partos, y contrajo
matrimonio con Cleopatra sin repudiar a Octavia, lo que supuso una ruptura
seria con Roma, pues la bigamia estaba terminantemente prohibida. Marco Antonio
cedió a su nueva esposa Chipre, Fenicia y Creta, y Egipto volvió a tener una
extensión similar a la de los tiempos de los primeros Ptolomeos. Tuvieron otro
hijo, Ptolomeo Filadelfo, llevaron
juntos una vida de lujo y derroche, y nombraron a sus vástagos herederos de
varios Estados satélites como Armenia y Cirene (34 a. C.).
La relación entre Octavio y Marco Antonio había ido empeorando de
manera paulatina, y a partir del año 37 el primero ya consideraba al segundo un
enemigo contra el que empleó la propaganda ante el pueblo y el Senado de Roma,
presentándolo como un títere en manos de la reina de Egipto y en detrimento de
los intereses de Roma. Frente a esta imagen negativa de un Marco Antonio
indolente, dado a los placeres mundanos en la porción más rica del Imperio y
sometido a la voluntad y caprichos de una soberana extranjera, Octavio
contraponía la suya: el gobernante sacrificado y trabajador que trataba de
superar las circunstancias adversas con esfuerzo y determinación, virtudes
éstas muy apreciadas por el pueblo romano y que él supo difundir hábilmente
para crear un estado de opinión favorable a sus propósitos, al tiempo que
aumentaba el odio a Cleopatra y la indignación por el comportamiento de
Antonio.
Al terminar la vigencia del triunvirato que en el 38 a. C. habían
renovado por cinco años más, esto es hasta el 33, los dos rivales se lanzaron
acusaciones mutuas en el Senado. Marco Antonio repudió a Octavia. Octavio violó
y expuso el testamento secreto que aquel había depositado en el templo de las
vestales, corroborando así sus argumentos. Se supo por el mencionado documento
que además de haber otorgado posesiones romanas a la reina egipcia, Antonio
pretendía trasladar la capital de Roma a Alejandría y fundar allí una nueva
dinastía. A ello se añadieron después multitud de graves acusaciones (desde el
punto de vista romano) hacia Cleopatra, de índole diversa entre las que se
encontraban cosas tales como brujería, incesto, lujuria, adoración de ídolos
animales, etc. Todo esto, pero en especial el rumor de dejar a Roma sin su
estatus de capital, acabó propiciando la definitiva hostilidad de la opinión
pública hacia Marco Antonio y su esposa. Y más importante aún, su destitución
como triunviro y la declaración de guerra a Egipto (32) por parte del Senado.
El ejército de Marco Antonio (tanto terrestre como marítimo), aunque
menos disciplinado y entrenado que el de Octavio, era más numeroso. Sin
embargo, en la decisiva batalla naval de Actium (2 de septiembre del 31), los
más maniobrables barcos del general Agripa consiguieron situarse frente a la
flotilla de Cleopatra. Ésta huyó entonces presa del pánico, y al darse cuenta
Antonio fue detrás de ella abandonando a sus hombres, que al final perdieron la
batalla. Esto decantaba la victoria final hacia el bando de Octavio, quien el
30 de julio del año 30 entraba con facilidad en Alejandría. A continuación,
Marco Antonio, engañado por un falso informe sobre la muerte de Cleopatra, se
suicidó dejándose caer sobre su propia espada.
La muerte de Cleopatra
Los planes de Octavio eran tomar a la reina como prisionera y exhibirla
en Roma durante la tradicional ceremonia conocida como Triunfo,
simbolizando con ello la superioridad y la victoria sobre la humillada enemiga
a la que el pueblo de Roma tanto odiaba. Esto aumentaría más si cabe su
respaldo popular e impulsaría decisivamente sus aspiraciones políticas.
Cleopatra se percató del final que le esperaba tras entrevistarse con
Octavio, un hombre frío y calculador al que a diferencia de César y Antonio no
podría seducir o sugestionar de ningún modo. Viendo pues su futuro como
esclava, tal vez en el reino del que había sido soberana (convertido ahora en
la provincia romana de Egipto), Cleopatra eligió morir y tomó la decisión de
suicidarse. Según la versión más extendida, pidió a sus criadas Iras y Charmion
que le trajeran una cesta con frutas y que metieran dentro una cobra egipcia, conocida
comúnmente como áspid, responsable de su muerte, a finales de agosto del año 30 a. C. Otras
versiones relatan que se quitó la vida al conocer el suicidio de su esposo. También
se dice que Marco Antonio, herido de muerte, fue trasladado a presencia de su
amada, que lo vio morir antes de entregarse ella misma a la Parca. Antes de
fallecer escribió una misiva a Octavio en la que le comunicaba su deseo de ser enterrada
junto a Marco Antonio: a pesar del odio que el romano le profesaba, parece ser
que cumplió aquella última voluntad.
Se desconoce el lugar de su sepultura, aunque Zahi Hawass la ubica en
Tabusiris Magna, a 30 Km
de Alejandría; es una de las ubicaciones más probables, aunque aún no hay una
prueba definitiva de ello.
Los hijos de Cleopatra
Después de la batalla de Actium y temiendo lo peor, Cleopatra mandó a
su hijo Cesarión lejos de Egipto hacia el sur, con una pequeña fortuna para
poder defenderse de sus posibles enemigos, pero fue traicionado por su profesor
particular, Rhodon, que le convenció de que si regresaba a Alejandría, Octavio
le respetaría la vida; sin embargo, el general romano no tuvo clemencia y
ordenó su asesinato.
Después de la muerte de Cleopatra, sus otros hijos fueron llevados a
Roma y criados por la esposa de Octavio. Cleopatra Selene se casó con el rey
Juba II de Mauritania y tuvieron un hijo al que llamaron Ptolomeo y que heredó
el reino de su padre en el año 23 a. C.,
hasta que el emperador Calígula mandó matarlo cuarenta años más tarde. De
Alejandro Helios y Ptolomeo Filadelfo no se sabe bien su paradero, aunque se sospecha
que se fueron a vivir a Mauritania junto con su hermana.
Consideraciones
·
Empecemos por su perfil: según
palabras de Plutarco, podemos leer lo siguiente: “Se pretende que su
belleza, considerada en sí misma, no era tan incomparable como para causar
asombro y admiración, pero su trato era tal, que resultaba imposible
resistirse. Los encantos de su figura, secundados por las gentilezas de su
conversación y por todas las gracias que se desprenden de una feliz
personalidad, dejaban en la mente un aguijón que penetraba hasta lo más vivo.
Poseía una voluptuosidad infinita al hablar, y tanta dulzura y armonía en el
son de su voz que su lengua era como un instrumento de varias cuerdas que
manejaba fácilmente y del que extraía, como bien le convenía, los más delicados
matices del lenguaje”; “Platón reconoce cuatro tipos de halagos, pero
ella tenía mil.”. Así pues, la impresión general no es la que nos han
vendido las películas y libros acerca de Cleopatra en lo que respecta a su
espectacular belleza, sino que más bien nos encontramos con una persona de
rasgos regulares, sin mayor trascendencia, pero con un carisma y una
personalidad absolutamente arrolladoras. De hecho, en 2001, el Museo Británico
dedicó una exposición a la figura de la reina de Egipto y hubo un interesante
debate sobre su belleza. La conclusión a la que se llegaba según las
informaciones más fiables era que el atractivo de esta reina radicaba en su
cultura, cuidada presencia y modales seductores, con una voz muy agradable, y
no en su belleza. Al parecer, sus rasgos faciales eran más bien imperfectos,
con una prominente nariz. En contraste con este detalle, recordemos la parodia
de Goscinny en el cómic Astérix y
Cleopatra, trasladado posteriormente al cine, en el cual, al final, el
druida Panorámix comenta admirativamente: “¿Os
fijasteis en su nariz? ¡Qué nariz! ¡Qué nariz!”.
·
Sus habilidades en la política quedaron
demostradas cuando la crisis económica y social cayó sobre Egipto. Sus decisiones
para paliar dicha crisis, devaluando la moneda para facilitar las
exportaciones, y su acercamiento a Pompeyo creyendo que era el hombre más
influyente de Roma, para evitar un conflicto entre Egipto y Roma, demuestran
una feroz lucha por mantener su reino floreciente y cuanto menos libre, aunque
no totalmente independiente.
·
A juzgar por la política que
desarrolló relativa a sus poderosos vecinos, parece evidente que no hubo amor
en ninguno de sus actos, y que hizo buena la máxima de que “en el amor y en la
guerra todo vale”. Diría incluso que ni siquiera en su relación con Marco
Antonio debió haber otra cosa más que un mero interés político y, como mucho,
de placer temporal, pues a pesar de haber tenido tres hijos con él, el episodio
de la huida durante la batalla de Actium, dejando abandonado a su amado, parece
indicar que no tenía interés alguno en sacrificarse junto a él, aunque algunos
investigadores especulan con la posibilidad de que en realidad todo aquello
estuviera planeado con anticipación por si se diera el caso de que llevaran las
de perder, que fue exactamente lo que sucedió.
Esto
nos lleva a su muerte y la de Marco Antonio. ¿No les parece que tanto melodrama
recuerda notablemente a la tragedia de Romeo y Julieta? ¿Realmente las cosas
sucedieron así? Con el afán por la vida y el poder que caracterizaban a
Cleopatra, ¿se habría suicidado? Desde luego, y a juzgar por sus actos, por
amor no parece probable que llegara a tomar tal decisión: la explicación más
factible sería que la soberbia y el orgullo le hubieran impelido a ello para no
verse cargada de cadenas y arrastrada como vencida entre las multitudes
romanas. De Marco Antonio casi se puede entender, pues según los escritos
llegados hasta nosotros debía de ser una persona de carácter no demasiado
fuerte, fácilmente manipulable por una personalidad como la de la reina
egipcia, un tanto dado a ciertos excesos que lo harían presa fácil de chantajes
y amenazas…
Algunas
investigaciones sugieren que la muerte de la reina del Nilo no se debió a la
mordedura de una cobra real a pesar de la leyenda, sino a un veneno ingerido:
no está del todo claro que el suicidio por mordedura de áspid fuese una
costumbre entre la nobleza y realeza egipcias.
·
En cualquier caso, resulta curioso
que incluso Julio César cayera rendido ante ella; según parece no era tan
blando como Marco Antonio, así que hemos de pensar que, verdaderamente, se
trataba de una mujer arrolladora. Ya de cara, la forma en que supuestamente se
presenta ante él es espectacular y seductora: viendo la oportunidad de
recuperar su trono, para llegar hasta César diseña un plan mediante el que se
infiltra en Alejandría quién sabe cómo (ésta es una buena pregunta a la que
habría que buscar contestación, pues estaba exiliada y era sobradamente
conocida para que quien la viera la denunciara ante su hermano que, todo sea
dicho, debía tenerle bastantes ganas merced a la influencia de sus consejeros),
se agencia una alfombra supongo que gracias a sus incondicionales, y es
entregada ante César en el palacio real; cuando la dichosa alfombra es
desenrollada, aparece Cleopatra surgiendo de su interior. ¿Fue así como
sucedió, o en realidad fue mucho más prosaico y las novelas y películas se han
ocupado de aumentar la leyenda acerca de las dotes de la reina? Es evidente que
algo sucede entre ellos, pues a partir de ese momento, la relación entre ambos
se estrecha sobremanera, con la consecuencia del nacimiento de Cesarión.
·
Visto lo visto acerca de la
magnética personalidad de la reina, ¿cómo es que Octavio consiguió evitar caer
bajo su perturbador embrujo? Así, a bote pronto, se me ocurren un par de
posibilidades:
o
Que su sentido del honor estuviese
tan arraigado que fuera incapaz de traicionar a su mujer o al Imperio por muy
cautivadora que Cleopatra fuera.
o
Que en realidad fuera insensible a
los encantos femeninos y su esposa romana lo fuera sólo de nombre por
cuestiones políticas, con lo cual por mucho que la egipcia se empeñara…
En
cualquier caso, el general romano demostró un odio atroz hacia ella: todo lo
que en quienes la conocían se volvía admiración, atribuyéndole tal personalidad
que hacía que se sintiesen atraídos hacia ella, en Octavio se volvía hiel y
rencor, hasta el extremo de mandar asesinar a su hijo Cesarión. Curiosamente,
respetó la vida de los hijos de Marco Antonio, e incluso se los entregó a su
mujer para que los criara. Evidentemente, fueron cuestiones políticas las que
llevaron a ambos a semejante enfrentamiento, pero diríase que hubo de haber
algo más, tal vez un encono derivado del intento de seducción por parte de
Cleopatra que fue mucho peor recibido de lo que hubiera cabido esperar.
·
En la Universidad de Pekín
se ha producido el descubrimiento de una losa con la imagen de Cleopatra en
relieve vestida de hombre. Es ya la tercera representación de la reina egipcia
que aparece con este atuendo, lo que hace pensar a los investigadores sobre el
motivo de que aparezca de tal guisa. Algunos afirman que las reinas egipcias se
vestían de hombre para aumentar la imagen de poder a través de la masculinidad.
Según otros, Cleopatra aparece vestida de hombre por simple pereza de los
artistas que realizaron los grabados. Esta última hipótesis no parece demasiado
probable, mientras que la primera resulta razonablemente creíble: si por una
parte hemos de recordar que entre los egipcios la realeza siempre se había
transmitido a través de la mujer (al menos durante las dinastías anteriores al
gobierno ptolemaico), no del hombre, aunque fuera éste el que ostentara casi
siempre el título de faraón (recordemos, sin ir más lejos, a Hatsepshut), por
lo que Cleopatra no necesitaría, en principio, reforzar su poder mediante
atributos masculinos, por otra también es cierto que las faraonas que
gobernaron sin consorte masculino hubieron de tomar atributos masculinizantes
como la perilla postiza para que se las considerara tales; aunque también hemos
de tener en consideración que con el ascenso al trono de la dinastía de los
Ptolomeos, las costumbres griegas penetrarían en Egipto y alterarían al menos
en parte los usos tradicionales, lo que tal vez pudo suponer que,
efectivamente, la reina hubiera de estar obligada de alguna manera a tener un
faraón a su lado para poder legitimar su poder.
·
Las incógnitas sobre el lugar de
enterramiento de Marco Antonio y Cleopatra permanecen abiertas a pesar del
constante goteo de hipótesis y teorías derivadas de los diferentes
descubrimientos que se han ido haciendo en los restos de Alejandría y sus
alrededores.
Según
una información de la agencia EFE fechada el 26 de mayo de 2008 en El Cairo, se
descubrió en Alejandría una estatua de bronce de Afrodita, un busto de
alabastro de Cleopatra y una máscara que probablemente sea la de Marco Antonio.
Faruq Hosni, el Ministro egipcio de Cultura anunció el hallazgo, que se ubica
en el sitio arqueológico de Tabusiris Magna, que ya había sido considerado como
posible lugar para encontrar la tumba de Antonio y Cleopatra. Zahi Hawass
también se pronunció en esa dirección afirmando que los pasadizos ubicados en
el lugar pudieran ser los que conduzcan al descubrimiento de la sepultura,
aunque otras informaciones derivadas de las excavaciones en el yacimiento
parecen, cuando menos, hacer dudar de la fiabilidad de esta hipótesis.
·
¿Qué hubiera sucedido en la
batalla de Actium si Cleopatra no hubiese huido? No es más que una
especulación, puesto que la historia es la que es, pero no puedo por menos que
preguntarme si el devenir histórico no hubiera podido desarrollarse en otra
dirección: si bien Octavio llevaba las de ganar porque su ejército estaba mejor
preparado, el de Marco Antonio era más numeroso, lo que hubiera hecho que la
balanza se hubiera mantenido en el fiel hasta el último momento: si los
soldados romanos se desmoralizan y caen cuando su general abandona el campo
tras su amada, es factible pensar que quizás, si la egipcia no hubiera huido,
hubieran podido incluso conseguir una victoria pírrica, obligando a Octavio a
replantearse los esquemas que tenía; sin embargo, por mucho que hubieran podido
ganar esa batalla, una guerra en esas condiciones con el Águila del Lacio era
una tarea imposible a menos que Herodes y otros vecinos, como los partos o los
africanos, se hubieran unido a la causa egipcia y empujado la lucha hacia el
territorio latino.
·
El resumen acerca de Cleopatra es
que debió ser una mujer excepcional, con un enorme talento para las artes, la
política y la diplomacia, y que utilizó todo ello en su propio provecho para
mantener la hegemonía de Egipto lo más intacta posible: teniendo en cuenta los
vecinos que tenía alrededor, sobre todo la rapaz Roma, y los enemigos que tenía
en el interior, era normal que se dedicara a forjar alianzas con unos y otros
de la manera que conviniera mejor a sus intereses para poder mantener la
“independencia” de su reino; si para ello había de hacer sacrificios, los
haría.
También
es evidente la inquina que había dentro de la propia familia: al menos en
apariencia, el carácter de Cleopatra y las ansias de poder de sus hermanos los
llevaron a un feroz enfrentamiento por el Trono de Egipto, en el que
curiosamente todos o casi todos fueron contra ella (recordemos que a Cleopatra
VI se la quita del medio Berenice); la única manera de salir con bien de
semejante encerrona era aliarse con vecinos poderosos, y ésa fue la opción que
tomó. Por decirlo suavemente, la familia de Cleopatra debió ser un auténtico
nido de cobras…
De
las relaciones sentimentales seguramente podemos olvidarnos, incluso de la de
Marco Antonio, como ya hemos visto: tenía la suficiente sangre fría como para
mantener la cabeza en su sitio y evaluar las posibilidades en cada momento;
así, quiero suponer que si tuvo hijos con Julio César y Marco Antonio, no fue
por amor, sino porque a ella le convino para dejar herederos que pudieran tener
la posibilidad de mantener atados a ella a sus amantes e incluso acceder al trono
de Egipto o de la misma Roma si llegaba el caso…
Bibliografía
Su vida y su trágica muerte, así como sus amores con los dos personajes
romanos más notorios de la época, Julio César y Marco Antonio, han servido de
inspiración en todas las épocas a literatos, pintores, escultores y cineastas.
En total, entre los años 1540 y 1905, se ha escrito un sinnúmero de obras sobre
esta excepcional mujer: 200 obras de teatro, cinco óperas, cinco ballets,
incluso uno de los cómics del popular Asterix el galo estaba dedicado a ella: Asterix
y Cleopatra.
Como
algunas obras de consulta y literarias, podemos citar:
- Vida de Marco Antonio, Plutarco (en Vidas paralelas).
- Kleopatra. Politik und Propaganda, Volkmann, Hans. 1953.
- Historia de los egipcios, Isaac Asimov. 1967.
- Encyclopædia Britannica (15ª edición). 1983.
- Egypt, History of, Alan Edouard Samuel.
- Cleopatra; Stewart Henry Perowne.
- Cleopatra, el mito y la realidad, Flamarion, Edith. 1998.
- Historia del Egipto faraónico, Padró, Josep. 1999.
- Hellenistic Egypt: Monarchy, Society, Economy, Culture, Bingen, Jean. 2007.
·
Cleopatra y Marco Antonio, William Shakespeare. 1606
·
Todo por amor, John Dryden. 1678.
·
César y Cleopatra, George Bernard Shaw. 1901
Filmografía
- Cleopatra, J. Gordon Edward (Theda Bara). 1917.
- Cleopatra, Cecil B. de Mille (Claudette Colbert, Warren William). 1934.
- César y Cleopatra, Gabriel Pascal (Claude Rains, Vivien Leigh). 1945.
- Dos Noches con Cleopatra, Mario Mattoli (Sophia Loren, Alberto Sordi). 1953.
- Cleopatra, Joseph L. Mankiewicz (Elizabeth Taylor, Richard Burton). 1963.
- Astérix y Cleopatra, René Goscinny. 1968. Animación.
- Marco Antonio y Cleopatra, Charlton Heston (Julian Glover, Jane Lapotaira). 1973.
- Cleopatra, Frank Roddam (Timothy Dalton, Leonor Varela). 1999.
- Misión Cleopatra, Alain Chabat (Gerard Depardieu, Christian Clavier, Monica Bellucci). 2002.
- Cleopatra: A Life, James Cameron (Angelina Jolie). 2012.
Hola!
ResponderEliminarCleopatra es el personaje histórico que más me fascina por todo lo que llegó a conseguir, he leído muchos libros de ella y no conocía algunos que mencionas, me los apunto, muchas gracias por la información, me ha encantado esta entrada.
Ya te sigo como Ana Fernández, vengo de la iniciativa "Granitos de arena".
Muchos besos.
Buenas tardes, Ana, y muchas gracias por tus comentarios: precisamente el objetivo de estos artículos era ése: no crear una biografía exhaustiva, sino lo suficientemente interesante como para que la gente se interese por los personajes y sus historias. En cualquier caso, la lista es larga, y aún quedan pendientes unos cuantos, entre los que se cuentan Hipatia de Alejandría, Leonardo da Vinci, Pitágoras, etc... Agradezco tus palabras, ojalá que el resto de los artículos que he colgado y colgaré te gusten tanto como éste.
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