sábado, 1 de agosto de 2015

CLEOPATRA



CLEOPATRA:
GLORIA Y TRAGEDIA DE UNA REINA

José Francisco Sastre García

            Pocas mujeres han entrado en la leyenda como lo ha hecho ésta: Cleopatra, la última reina del Egipto Ptolemaico, marcada por un destino en el que aparecen escritos con letras de fuego nombres tan míticos como el suyo y que se entrecruzaron con ella de una manera indeleble: Julio César, Marco Antonio, Pompeyo…
            No cabe duda de que nos encontramos ante una mujer que no tuvo parangón en su época, pero, ¿hasta qué punto podemos discernir quién era realmente y separarlo de todo lo que se tejió a su alrededor para darle la aureola que posee actualmente? Veamos qué podemos encontrar en torno a su figura…

El personaje
           
            Su nombre completo era Cleopatra Filopator Nea Thea (Nueva Diosa, ya en su nombre portaba el germen de un gran futuro), aunque pasó a la historia como Cleopatra VII; fue la última reina del Antiguo Egipto de la dinastía Ptolemaica, conocida también como dinastía Lágida. Dicho linaje fue creado por Ptolomeo I Sóter, general de Alejandro Magno, y fue también la última del período de Egipto que se denomina helenístico.
Esta mujer nació hacia el año 69 a. C. y murió en el año 30 a. C. Era hija de Cleopatra V Trifena y de Ptolomeo XII Auletes, de quien heredó el trono en el año 51 a. C., en torno a la edad de 18 años, junto con su hermano Ptolomeo XIII, que contaba con tan sólo doce años, y que se convertiría además en su esposo, hecho habitual en los matrimonios regios ptolemaicos.

Preludio al gobierno de Cleopatra

Ptolomeo XII no era nada querido por su pueblo por la despreocupación que mostraba ante los graves problemas que asolaban a Egipto, por su manifiesta corrupción, y por ser más amante de las fiestas que de las cuestiones de estado. Conseguía mantenerse en el trono gracias a la ayuda romana que recibía merced a sus continuos sobornos y promesas de tributos diversos.
Roma estaba encantada de “ayudar” a Ptolomeo XII porque Egipto era para el Imperio una presa muy tentadora, y hacía tiempo que tenía los ojos puestos en el oro de ese país. En cada conflicto, Roma se prestaba gustosa como árbitro. En el año 58 a. C., con ocasión de un levantamiento popular provocado por otro de sus despropósitos, Ptolomeo se desplazó a Roma exiliado por su hija Berenice IV, en busca de ayuda militar para sofocarlo. Quedaron como regentes del país su esposa Cleopatra y su hija mayor Berenice IV, quienes gobernaron durante un año hasta que murió la madre. Los alejandrinos colocaron en el trono como única reina a Berenice IV y enviaron una delegación a Roma para que ésta arbitrase en el conflicto que enfrentaba a padre e hija.
Ptolomeo XII consiguió el apoyo de Roma luego de haber pagado a Pompeyo una gran suma de dinero y prometerle que durante años le pagaría tributos. Consiguió derrotar al ejército de Archelaus, segundo marido de Berenice IV, y fue devuelto al trono. Uno de sus primeros actos fue mandar ejecutar a su hija Berenice, era el año 55 a. C.
Ptolomeo XII Auletes reinó desde ese día hasta su muerte en el año 51 a. C., dejándole el trono a su hija Cleopatra VII Filópator y a su hijo Ptolomeo XIII Dioniso II (51-47 a. C.), que contaba aproximadamente con doce años, con quien ella tuvo que casarse por testamento de su padre. Ptolomeo XII dejó como tutor de ambos al regente de Roma, que en ese momento era Pompeyo, quien debía hacer cumplir el testamento y casar a los hermanos. Claro que esta unión era puramente legal ya que según se dice Cleopatra, extremadamente inteligente y ambiciosa, dejaba fuera de todas las decisiones a su hermano.

El reinado

Cleopatra tenía varios hermanos: Berenice IV, de la que ya se ha hablado, y Cleopatra VI como hermanas mayores -ésta última desapareció (probablemente por intermedio de su querida hermana, no fuera a ser que tuviera también aspiraciones al trono) durante el reinado de su hermana Berenice-, una hermana menor llamada Arsínoe IV y dos hermanos menores llamados Ptolomeo XIII y Ptolomeo XIV, con los que se casó sucesivamente, según la ley de los Lágidas, a cuya dinastía pertenecían, y que permitía el matrimonio entre hermanos. La educación de todos ellos fue puramente griega, según costumbre ptolemaica. Cleopatra fue el primer miembro de esta dinastía que aprendió a hablar el idioma egipcio; pero no sólo conocía este idioma sino también el griego, hebreo, sirio y arameo y, si hemos de juzgar por los encuentros con Julio César, Marco Antonio Pompeyo, Octavio, etc., posiblemente también el latín. Fue instruida asimismo en los campos de la literatura, música, ciencias políticas, matemáticas, astronomía y medicina. Además tenía fama de poseer modales dulces y refinados y una sugerente voz, cosas que hacían de ella una mujer muy seductora según Plutarco. Con 14 años se presentó por primera vez en público, y al parecer era ya famosa por su inteligencia. De ella se dice que era impulsiva, caprichosa, ingenua, espontánea, apasionada, diplomática y constante.
Al parecer se trataba de una mujer muy ambiciosa que gobernó con la ayuda de su primer ministro Dioiketes y vigiló de cerca a los gobernadores griegos que estaban en el control de otras partes del país.
 Entre el 50 y el 49 a. C. la situación en Egipto se había deteriorado: los campesinos sufrieron graves hambrunas, por lo que se rebelaban y formaban o se unían a bandas de forajidos que causaban grandes males a lo largo de todo el reino; la moneda egipcia se debilitaba por momentos y la burocracia, cada vez más lenta, entorpecía la recuperación: en estas condiciones, el país dependía cada vez más de Roma. De hecho, al subir al trono la reina intentó rápidamente solucionar un conflicto existente con el imperio romano: un año atrás habían sido asesinados dos hijos del cónsul romano en Alejandría; para demostrar buena voluntad, Cleopatra entregó a los presuntos asesinos a Pompeyo, que intentaba obtener el poder absoluto de Roma frente a Julio César. La reina también ofreció soldados egipcios a Pompeyo. Toda la condolencia que ella había mostrado hasta ahora para con el imperio romano se convirtió en el tema de discusiones en Alejandría: los egipcios no veían con muy buenos ojos aquellas relaciones con el águila romana.
Pero los problemas no acababan ahí, además había que añadir conflictos internos en su propia familia: su hermana menor Arsinoe, en desacuerdo con su política de ayuda a los romanos en señal de buena voluntad, aspiraba al trono y pronto surgieron las desavenencias también con su hermano-esposo. Ptolomeo XIII, muy joven y manipulable, era prácticamente manejado por tres consejeros muy hostiles a ella: el eunuco llamado Potino, el general Aquilas y el retórico Teodoto. Por consejo de ellos en 48 a. C. expulsó a su hermana del trono derrocándola con un comando dirigido por sus consejeros Potino y Aquilas, y la envió al exilio, permitiéndole elegir su destino: Cleopatra se decantó por Siria. Desde esta región, la exfaraona pretendió recuperar el poder, reuniendo un buen ejército para este fin, aunque no lo logró.

Julio César

            Por aquellos tiempos Roma tenía sus propios problemas: se encontraba inmersa en una cruenta guerra civil, Julio César y Pompeyo se habían enfrentado en Farsalia y éste último había sido derrotado, por lo que huyó a Egipto, donde pensó que sería bien recibido por Ptolomeo XIII. A su llegada, y por consejo de Potino, el faraón ordenó asesinarlo y enviar su cabeza al vencedor de la contienda, pensando obtener así un consiguiente apoyo de César que le permitiera vencer al bando de Cleopatra. Sin embargo, al general romano, que arribó a Alejandría unos días más tarde en persecución de su rival, no le agradó la decisión, pues su intención era capturarlo con vida o quizás incluso perdonarlo. Y lloró ante la cabeza cortada de su amigo y rival que se le presentaba: fue un mal comienzo para las relaciones de César y el soberano egipcio.
Aun así, César quería solucionar, en calidad de testamentario de Ptolomeo XII Auletes, el conflicto que enfrentaba a los dos hermanos y esposos Cleopatra VII y Ptolomeo XIII y convocó a las dos partes. Ptolomeo, aconsejado de nuevo por el eunuco Potino, regresó inmediatamente a Alejandría. Cleopatra envió antes varios emisarios para asegurarse de las intenciones de César. Al final aceptó ir a Alejandría, pero lo hizo en secreto y de noche pues desconfiaba de los espías de su hermano. Cleopatra consiguió acceder (burlando el control de los partidarios de su hermano) hasta el palacio real en el que se aposentaba César para persuadirlo de que tomara partido por ella. Pasaron la noche juntos (tal vez Cleopatra pensaba que, si enamoraba a César, ya no tendría que temer una invasión por parte de los romanos). El general hizo acudir a Ptolomeo a sus aposentos pero éste, comprendiendo la situación, rechazó la propuesta de reconciliación. Decidió huir y corrió la voz de que había sido traicionado en un intento de levantar a los alejandrinos contra la pareja, pero pronto fue capturado por los soldados romanos. Para evitar el motín que se avecinaba, César leyó ante el pueblo el testamento de Ptolomeo XII Auletes, del que se presentó como albacea e hizo promesas más o menos convenientes a cada uno. Finalmente se celebró el acuerdo entre los tres con un gran banquete quedando el mapa político como sigue: César da a Ptolomeo XIII la isla de Creta y a Ptolomeo XIV y Arsinoe IV Chipre. Arsinoe considera que ella debería reinar Egipto y se une a la causa de su hermano.
Entonces, César se instaló en Alejandría, donde llevaba una vida tranquila y culturalmente activa, además de obtener la alianza de la reina Cleopatra. Ésta recuperó el trono, protegida por su aliado romano y Ptolomeo XIII residía cerca de ellos aunque más como rehén que como soberano. Sin embargo, no se estuvo quieto. Junto a su hermana Arsinoe y su consejero Potino, llevó a cabo una guerra de intrigas que acabaron por provocar la animosidad de los alejandrinos hacia los dos amantes. El pueblo ya podía aceptar un ataque a los soldados romanos aprovechando además su aislamiento y así lo ordenó Ptolomeo a Aquilas quien, desde Pelusio, marchó sobre Alejandría al frente de 20.000 soldados y 2.000 jinetes y rodearon la ciudad. Es entonces cuando la guerra entre Cleopatra y Ptolomeo se transformó en la guerra de Arsinoe IV y Ptolomeo XIII contra el César. César y Cleopatra VII resistieron el asedio al palacio real de Alejandría, donde retenían a Ptolomeo XIII, hasta que la llegada de refuerzos les permitió contraatacar y lograr la victoria final.
En uno de los combates, el ejército de Aquilas intentó apoderarse del Gran Puerto de la ciudad, donde estaban anclados 72 navíos de guerra egipcios y 50 trirremes romanas. Para evitar que cayeran en sus manos, César prefirió quemar dichas naves provocando un gran incendio que alcanzó la ciudad y el resultado final fue la pérdida de muchos e importantes edificios, entre los que se contaba el famoso Museo con su legendaria Biblioteca, que quedó seriamente dañada: ésta sería una de las destrucciones que llevarían a su posterior desaparición.
La guerra duró largos meses. El eunuco Potino fue tomado como rehén y más adelante ejecutado por haber intentado, en su cautiverio, envenenar a César. Arsinoe logró huir de palacio y llegar al campamento de Aquilas, con su padre putativo, el eunuco Ganímedes, que se puso al frente del ejército después de ejecutar a su aliado Aquilas: la hermana de Cleopatra fue proclamada reina de Egipto por los soldados. Después que los alejandrinos ganaran una de las batallas, que no la guerra, éstos exigieron a César la libertad de Ptolomeo, a lo que el romano gustosamente cedió convencido de que la juventud e inexperiencia militar del soberano más bien perjudicaría a sus enemigos, como así fue. Porque Ganímedes fue destituido y su puesto ocupado por el rey. Gracias a la llegada de los refuerzos y a la incompetencia de Ptolomeo, César puso en fuga a los egipcios empujándolos Nilo arriba donde centenares de ellos murieron ahogados. Ptolomeo XIII estaba entre los muertos, en el fango: trató de huir en una barcaza demasiado cargada que terminó zozobrando.
La coraza de oro que llevaba, por la que fue reconocido, fue la prueba que blandió César ante el pueblo que lloraba vestido de luto. Cleopatra recuperó su trono una vez más. Pero tenía que haber un rey y, para poder seguir gobernando, se casó con otro de sus hermanos, Ptolomeo XIV Filópator II. Pero el nuevo faraón sólo tenía 10 años, y Cleopatra se encontró de nuevo con las riendas del poder en sus manos. Arsinoe, prisionera, fue enviada a Roma donde desfiló cargada de cadenas en el festejo de las últimas victorias militares de Julio César.
Julio César y Cleopatra pasaron juntos varios meses en Egipto. Tras dejar tres legiones romanas protegiendo Alejandría, emprenden una travesía por el Nilo. Hay muy pocos documentos de esta travesía, pero aparentemente duró unos dos meses. Pararon en Dendera, donde Cleopatra fue adorada como Faraona: ella se había proclamado a sí misma Hija de Isis. César nunca tendría estos honores y no podía bajar del barco excepto para atender un importante negocio en Siria.
Fruto de su relación nacería, el 23 de junio de 47 a. C., Ptolomeo XV, más conocido como Cesarión, el apodo que le dieron los alejandrinos, y a quien rápidamente entronizarían como hijo de Amon-Ra. Luego él partió a combatir (y derrotar) a Farnaces del Ponto y a doblegar con éxito la resistencia de los optimates en Tarso (febrero de 46) y Munda (marzo de 45), al tiempo que efectuaba en Roma diversas reformas políticas que le atañían tanto a él personalmente como al Imperio en general. Además de la instauración de una monarquía romana, entre los objetivos finales de César probablemente se encontrara el de agrupar, mediante su matrimonio con Cleopatra, a los Estados romano y egipcio, dando así como resultado la unidad política de todo el mundo mediterráneo.
La influencia egipcia durante estos años de Julio César en Roma también se reflejó en la administración, la sociedad, la cultura e incluso la religión. Cabe citar, por ejemplo, la recaudación directa de los impuestos por el Estado, el inicio de la administración racional de las provincias, la adopción, con pequeñas correcciones, del calendario de Canopo (llamado desde entonces Juliano), y la introducción del culto a Isis. La propia Cleopatra estuvo dos veces (46 y 45-44 a. C.) en Roma junto a Cesarión y viviendo como concubina en la villa de César. Nunca fue aceptada por el pueblo romano, que la miraban con desconfianza. Además, César desafió a la opinión pública y rindió homenaje oficial a la reina egipcia. Durante la segunda estancia Julio César fue víctima del asesinato por parte de Bruto (15 de marzo del 44), proyectado y ejecutado por un grupo de familias senatoriales republicanas que trataban de frustrar sus planes políticos. Cleopatra, que acababa de perder a su poderoso aliado, no podía hacer otra cosa que abandonar la capital italiana, así que regresó con su hijo a Egipto.
A partir del año 43 a. C., tras su regreso a Egipto, Cleopatra, temiendo que su hermano-esposo Ptolomeo XIV, que ya contaba con 15 años de edad, quisiera tener más poder del que a ella le convenía, lo envenena y establece a Cesarión como su corregente a la edad de 4 años. El estado en que encontró a su reino fue muy desalentador: sufría plagas y hambre, ya que los canales del Nilo habían sido descuidados durante sus dos años de ausencia y esto hizo que las cosechas fueran malas y las inundaciones no fueran bien aprovechadas.

Marco Antonio

Y es entonces cuando entra en escena Marco Antonio. Era un general y político romano, amigo de Julio César, que había sido comandante jefe en su ejército. A raíz del asesinato de éste, persiguió a los culpables, Marco Bruto y Cayo Casio, y además supo enfrentar al pueblo romano contra ellos y ganarse el apoyo y la inclinación de las gentes hacia él. Al surgir otros dos rivales, el 23 de noviembre de 43 a. C., la Lex Titia oficializaba el pacto entre los tres por un período de cinco años: acababa de crearse el Segundo Triunvirato, que reunía a Antonio, Octavio (heredero político designado por Julio César) y Lépido, antiguo jefe de la caballería de César que se pasó al lado de Antonio. Se desencadenó de esta manera una nueva guerra civil entre los partidarios del triunvirato y los seguidores republicanos. Marco Antonio llamó en su ayuda a la reina Cleopatra, para que acudiera con sus naves a Tarso en la actual Turquía, pero la reina no quería que Egipto entrara en una guerra civil de los romanos y tampoco se fiaba de él. Finalmente accedió a la reunión con la condición de que ésta se desarrollara en su propio barco, considerado donde fuere que estuviese anclado como suelo egipcio. Se encontraron en Tarso en el 41 a. C. Aunque Egipto estaba al borde del colapso económico, Cleopatra navegó con los remos de plata, las velas púrpuras y todo el lujo al que estaba habituada; hasta se vistió como Afrodita, la diosa del amor. El encuentro duró cuatro días. El resultado de este viaje fue que ambos personajes se enamoraron, y que Cleopatra convino en prestarle la ayuda económica que le pedía a cambio de que Antonio ejecutase a su hermana Arsinoe IV, a quien consideraba una continua amenaza, como así se hizo; Marco Antonio decidió quedarse en Egipto al lado de Cleopatra.
La pareja pasó junta en Egipto el invierno de 41-40 a. C. disfrutando de los máximos lujos y fiestas continuas. Pero los asuntos de Roma llamaban al general y en el año 40 a. C. tuvo que regresar a la capital del Imperio. Allí cumplió con la promesa de casarse con Octavia, hermana de Cayo Julio César Octavio Augusto, el futuro primer emperador de Roma y sobrino nieto de Julio César. Octavio (que así se le llamaba entonces) era gran amigo de Marco Antonio, aunque con el tiempo y los acontecimientos, esta amistad se vio truncada.
Durante la ausencia de Antonio, Cleopatra comenzó un conflicto entre ella y Herodes de Judea. Este era uno de los más ricos, inteligentes y capaces clientes de Roma y era un gran amigo de Antonio. En el 40 a.C.  la faraona trató de seducirlo, pero Herodes no le siguió el juego; al ver su fracaso, ella comenzó a odiarlo. Cuando se encontró con Antonio, lo persuadió para que le diera las porciones grandes de Siria y del Líbano e incluso parte de las arboledas del bálsamo de Jericó. Con esto lo único que logró fue que Herodes y Antonio se distanciaran. Cuando el Senado romano le declaró la guerra, la capacidad y los recursos de Herodes hubieran sido esenciales para su victoria. Desafortunadamente, Herodes rechazó ayudar a su amigo gracias a los manejos de Cleopatra.
Tras la marcha de Marco Antonio a Roma, Cleopatra dio a luz dos niños gemelos, Cleopatra Selene II (Diosa de la Luna) y Alejandro Helios (Dios del Sol). No volvieron a encontrarse hasta cuatro años después. Él regresó a Egipto en otoño del 37, durante el curso de una campaña contra los partos, y contrajo matrimonio con Cleopatra sin repudiar a Octavia, lo que supuso una ruptura seria con Roma, pues la bigamia estaba terminantemente prohibida. Marco Antonio cedió a su nueva esposa Chipre, Fenicia y Creta, y Egipto volvió a tener una extensión similar a la de los tiempos de los primeros Ptolomeos. Tuvieron otro hijo, Ptolomeo Filadelfo, llevaron juntos una vida de lujo y derroche, y nombraron a sus vástagos herederos de varios Estados satélites como Armenia y Cirene (34 a. C.).
La relación entre Octavio y Marco Antonio había ido empeorando de manera paulatina, y a partir del año 37 el primero ya consideraba al segundo un enemigo contra el que empleó la propaganda ante el pueblo y el Senado de Roma, presentándolo como un títere en manos de la reina de Egipto y en detrimento de los intereses de Roma. Frente a esta imagen negativa de un Marco Antonio indolente, dado a los placeres mundanos en la porción más rica del Imperio y sometido a la voluntad y caprichos de una soberana extranjera, Octavio contraponía la suya: el gobernante sacrificado y trabajador que trataba de superar las circunstancias adversas con esfuerzo y determinación, virtudes éstas muy apreciadas por el pueblo romano y que él supo difundir hábilmente para crear un estado de opinión favorable a sus propósitos, al tiempo que aumentaba el odio a Cleopatra y la indignación por el comportamiento de Antonio.
Al terminar la vigencia del triunvirato que en el 38 a. C. habían renovado por cinco años más, esto es hasta el 33, los dos rivales se lanzaron acusaciones mutuas en el Senado. Marco Antonio repudió a Octavia. Octavio violó y expuso el testamento secreto que aquel había depositado en el templo de las vestales, corroborando así sus argumentos. Se supo por el mencionado documento que además de haber otorgado posesiones romanas a la reina egipcia, Antonio pretendía trasladar la capital de Roma a Alejandría y fundar allí una nueva dinastía. A ello se añadieron después multitud de graves acusaciones (desde el punto de vista romano) hacia Cleopatra, de índole diversa entre las que se encontraban cosas tales como brujería, incesto, lujuria, adoración de ídolos animales, etc. Todo esto, pero en especial el rumor de dejar a Roma sin su estatus de capital, acabó propiciando la definitiva hostilidad de la opinión pública hacia Marco Antonio y su esposa. Y más importante aún, su destitución como triunviro y la declaración de guerra a Egipto (32) por parte del Senado.
El ejército de Marco Antonio (tanto terrestre como marítimo), aunque menos disciplinado y entrenado que el de Octavio, era más numeroso. Sin embargo, en la decisiva batalla naval de Actium (2 de septiembre del 31), los más maniobrables barcos del general Agripa consiguieron situarse frente a la flotilla de Cleopatra. Ésta huyó entonces presa del pánico, y al darse cuenta Antonio fue detrás de ella abandonando a sus hombres, que al final perdieron la batalla. Esto decantaba la victoria final hacia el bando de Octavio, quien el 30 de julio del año 30 entraba con facilidad en Alejandría. A continuación, Marco Antonio, engañado por un falso informe sobre la muerte de Cleopatra, se suicidó dejándose caer sobre su propia espada.

 

La muerte de Cleopatra

 

Los planes de Octavio eran tomar a la reina como prisionera y exhibirla en Roma durante la tradicional ceremonia conocida como Triunfo, simbolizando con ello la superioridad y la victoria sobre la humillada enemiga a la que el pueblo de Roma tanto odiaba. Esto aumentaría más si cabe su respaldo popular e impulsaría decisivamente sus aspiraciones políticas.
Cleopatra se percató del final que le esperaba tras entrevistarse con Octavio, un hombre frío y calculador al que a diferencia de César y Antonio no podría seducir o sugestionar de ningún modo. Viendo pues su futuro como esclava, tal vez en el reino del que había sido soberana (convertido ahora en la provincia romana de Egipto), Cleopatra eligió morir y tomó la decisión de suicidarse. Según la versión más extendida, pidió a sus criadas Iras y Charmion que le trajeran una cesta con frutas y que metieran dentro una cobra egipcia, conocida comúnmente como áspid, responsable de su muerte, a finales de agosto del año 30 a. C. Otras versiones relatan que se quitó la vida al conocer el suicidio de su esposo. También se dice que Marco Antonio, herido de muerte, fue trasladado a presencia de su amada, que lo vio morir antes de entregarse ella misma a la Parca. Antes de fallecer escribió una misiva a Octavio en la que le comunicaba su deseo de ser enterrada junto a Marco Antonio: a pesar del odio que el romano le profesaba, parece ser que cumplió aquella última voluntad.
Se desconoce el lugar de su sepultura, aunque Zahi Hawass la ubica en Tabusiris Magna, a 30 Km de Alejandría; es una de las ubicaciones más probables, aunque aún no hay una prueba definitiva de ello.

Los hijos de Cleopatra

 

Después de la batalla de Actium y temiendo lo peor, Cleopatra mandó a su hijo Cesarión lejos de Egipto hacia el sur, con una pequeña fortuna para poder defenderse de sus posibles enemigos, pero fue traicionado por su profesor particular, Rhodon, que le convenció de que si regresaba a Alejandría, Octavio le respetaría la vida; sin embargo, el general romano no tuvo clemencia y ordenó su asesinato.
Después de la muerte de Cleopatra, sus otros hijos fueron llevados a Roma y criados por la esposa de Octavio. Cleopatra Selene se casó con el rey Juba II de Mauritania y tuvieron un hijo al que llamaron Ptolomeo y que heredó el reino de su padre en el año 23 a. C., hasta que el emperador Calígula mandó matarlo cuarenta años más tarde. De Alejandro Helios y Ptolomeo Filadelfo no se sabe bien su paradero, aunque se sospecha que se fueron a vivir a Mauritania junto con su hermana.

Consideraciones

·      Empecemos por su perfil: según palabras de Plutarco, podemos leer lo siguiente: “Se pretende que su belleza, considerada en sí misma, no era tan incomparable como para causar asombro y admiración, pero su trato era tal, que resultaba imposible resistirse. Los encantos de su figura, secundados por las gentilezas de su conversación y por todas las gracias que se desprenden de una feliz personalidad, dejaban en la mente un aguijón que penetraba hasta lo más vivo. Poseía una voluptuosidad infinita al hablar, y tanta dulzura y armonía en el son de su voz que su lengua era como un instrumento de varias cuerdas que manejaba fácilmente y del que extraía, como bien le convenía, los más delicados matices del lenguaje”; “Platón reconoce cuatro tipos de halagos, pero ella tenía mil.”. Así pues, la impresión general no es la que nos han vendido las películas y libros acerca de Cleopatra en lo que respecta a su espectacular belleza, sino que más bien nos encontramos con una persona de rasgos regulares, sin mayor trascendencia, pero con un carisma y una personalidad absolutamente arrolladoras. De hecho, en 2001, el Museo Británico dedicó una exposición a la figura de la reina de Egipto y hubo un interesante debate sobre su belleza. La conclusión a la que se llegaba según las informaciones más fiables era que el atractivo de esta reina radicaba en su cultura, cuidada presencia y modales seductores, con una voz muy agradable, y no en su belleza. Al parecer, sus rasgos faciales eran más bien imperfectos, con una prominente nariz. En contraste con este detalle, recordemos la parodia de Goscinny en el cómic Astérix y Cleopatra, trasladado posteriormente al cine, en el cual, al final, el druida Panorámix comenta admirativamente: “¿Os fijasteis en su nariz? ¡Qué nariz! ¡Qué nariz!”.
·       Sus habilidades en la política quedaron demostradas cuando la crisis económica y social cayó sobre Egipto. Sus decisiones para paliar dicha crisis, devaluando la moneda para facilitar las exportaciones, y su acercamiento a Pompeyo creyendo que era el hombre más influyente de Roma, para evitar un conflicto entre Egipto y Roma, demuestran una feroz lucha por mantener su reino floreciente y cuanto menos libre, aunque no totalmente independiente.
·       A juzgar por la política que desarrolló relativa a sus poderosos vecinos, parece evidente que no hubo amor en ninguno de sus actos, y que hizo buena la máxima de que “en el amor y en la guerra todo vale”. Diría incluso que ni siquiera en su relación con Marco Antonio debió haber otra cosa más que un mero interés político y, como mucho, de placer temporal, pues a pesar de haber tenido tres hijos con él, el episodio de la huida durante la batalla de Actium, dejando abandonado a su amado, parece indicar que no tenía interés alguno en sacrificarse junto a él, aunque algunos investigadores especulan con la posibilidad de que en realidad todo aquello estuviera planeado con anticipación por si se diera el caso de que llevaran las de perder, que fue exactamente lo que sucedió.
Esto nos lleva a su muerte y la de Marco Antonio. ¿No les parece que tanto melodrama recuerda notablemente a la tragedia de Romeo y Julieta? ¿Realmente las cosas sucedieron así? Con el afán por la vida y el poder que caracterizaban a Cleopatra, ¿se habría suicidado? Desde luego, y a juzgar por sus actos, por amor no parece probable que llegara a tomar tal decisión: la explicación más factible sería que la soberbia y el orgullo le hubieran impelido a ello para no verse cargada de cadenas y arrastrada como vencida entre las multitudes romanas. De Marco Antonio casi se puede entender, pues según los escritos llegados hasta nosotros debía de ser una persona de carácter no demasiado fuerte, fácilmente manipulable por una personalidad como la de la reina egipcia, un tanto dado a ciertos excesos que lo harían presa fácil de chantajes y amenazas…
Algunas investigaciones sugieren que la muerte de la reina del Nilo no se debió a la mordedura de una cobra real a pesar de la leyenda, sino a un veneno ingerido: no está del todo claro que el suicidio por mordedura de áspid fuese una costumbre entre la nobleza y realeza egipcias.
·      En cualquier caso, resulta curioso que incluso Julio César cayera rendido ante ella; según parece no era tan blando como Marco Antonio, así que hemos de pensar que, verdaderamente, se trataba de una mujer arrolladora. Ya de cara, la forma en que supuestamente se presenta ante él es espectacular y seductora: viendo la oportunidad de recuperar su trono, para llegar hasta César diseña un plan mediante el que se infiltra en Alejandría quién sabe cómo (ésta es una buena pregunta a la que habría que buscar contestación, pues estaba exiliada y era sobradamente conocida para que quien la viera la denunciara ante su hermano que, todo sea dicho, debía tenerle bastantes ganas merced a la influencia de sus consejeros), se agencia una alfombra supongo que gracias a sus incondicionales, y es entregada ante César en el palacio real; cuando la dichosa alfombra es desenrollada, aparece Cleopatra surgiendo de su interior. ¿Fue así como sucedió, o en realidad fue mucho más prosaico y las novelas y películas se han ocupado de aumentar la leyenda acerca de las dotes de la reina? Es evidente que algo sucede entre ellos, pues a partir de ese momento, la relación entre ambos se estrecha sobremanera, con la consecuencia del nacimiento de Cesarión.
·      Visto lo visto acerca de la magnética personalidad de la reina, ¿cómo es que Octavio consiguió evitar caer bajo su perturbador embrujo? Así, a bote pronto, se me ocurren un par de posibilidades:
o   Que su sentido del honor estuviese tan arraigado que fuera incapaz de traicionar a su mujer o al Imperio por muy cautivadora que Cleopatra fuera.
o   Que en realidad fuera insensible a los encantos femeninos y su esposa romana lo fuera sólo de nombre por cuestiones políticas, con lo cual por mucho que la egipcia se empeñara…
En cualquier caso, el general romano demostró un odio atroz hacia ella: todo lo que en quienes la conocían se volvía admiración, atribuyéndole tal personalidad que hacía que se sintiesen atraídos hacia ella, en Octavio se volvía hiel y rencor, hasta el extremo de mandar asesinar a su hijo Cesarión. Curiosamente, respetó la vida de los hijos de Marco Antonio, e incluso se los entregó a su mujer para que los criara. Evidentemente, fueron cuestiones políticas las que llevaron a ambos a semejante enfrentamiento, pero diríase que hubo de haber algo más, tal vez un encono derivado del intento de seducción por parte de Cleopatra que fue mucho peor recibido de lo que hubiera cabido esperar.
·       En la Universidad de Pekín se ha producido el descubrimiento de una losa con la imagen de Cleopatra en relieve vestida de hombre. Es ya la tercera representación de la reina egipcia que aparece con este atuendo, lo que hace pensar a los investigadores sobre el motivo de que aparezca de tal guisa. Algunos afirman que las reinas egipcias se vestían de hombre para aumentar la imagen de poder a través de la masculinidad. Según otros, Cleopatra aparece vestida de hombre por simple pereza de los artistas que realizaron los grabados. Esta última hipótesis no parece demasiado probable, mientras que la primera resulta razonablemente creíble: si por una parte hemos de recordar que entre los egipcios la realeza siempre se había transmitido a través de la mujer (al menos durante las dinastías anteriores al gobierno ptolemaico), no del hombre, aunque fuera éste el que ostentara casi siempre el título de faraón (recordemos, sin ir más lejos, a Hatsepshut), por lo que Cleopatra no necesitaría, en principio, reforzar su poder mediante atributos masculinos, por otra también es cierto que las faraonas que gobernaron sin consorte masculino hubieron de tomar atributos masculinizantes como la perilla postiza para que se las considerara tales; aunque también hemos de tener en consideración que con el ascenso al trono de la dinastía de los Ptolomeos, las costumbres griegas penetrarían en Egipto y alterarían al menos en parte los usos tradicionales, lo que tal vez pudo suponer que, efectivamente, la reina hubiera de estar obligada de alguna manera a tener un faraón a su lado para poder legitimar su poder.
·       Las incógnitas sobre el lugar de enterramiento de Marco Antonio y Cleopatra permanecen abiertas a pesar del constante goteo de hipótesis y teorías derivadas de los diferentes descubrimientos que se han ido haciendo en los restos de Alejandría y sus alrededores.
Según una información de la agencia EFE fechada el 26 de mayo de 2008 en El Cairo, se descubrió en Alejandría una estatua de bronce de Afrodita, un busto de alabastro de Cleopatra y una máscara que probablemente sea la de Marco Antonio. Faruq Hosni, el Ministro egipcio de Cultura anunció el hallazgo, que se ubica en el sitio arqueológico de Tabusiris Magna, que ya había sido considerado como posible lugar para encontrar la tumba de Antonio y Cleopatra. Zahi Hawass también se pronunció en esa dirección afirmando que los pasadizos ubicados en el lugar pudieran ser los que conduzcan al descubrimiento de la sepultura, aunque otras informaciones derivadas de las excavaciones en el yacimiento parecen, cuando menos, hacer dudar de la fiabilidad de esta hipótesis.
·      ¿Qué hubiera sucedido en la batalla de Actium si Cleopatra no hubiese huido? No es más que una especulación, puesto que la historia es la que es, pero no puedo por menos que preguntarme si el devenir histórico no hubiera podido desarrollarse en otra dirección: si bien Octavio llevaba las de ganar porque su ejército estaba mejor preparado, el de Marco Antonio era más numeroso, lo que hubiera hecho que la balanza se hubiera mantenido en el fiel hasta el último momento: si los soldados romanos se desmoralizan y caen cuando su general abandona el campo tras su amada, es factible pensar que quizás, si la egipcia no hubiera huido, hubieran podido incluso conseguir una victoria pírrica, obligando a Octavio a replantearse los esquemas que tenía; sin embargo, por mucho que hubieran podido ganar esa batalla, una guerra en esas condiciones con el Águila del Lacio era una tarea imposible a menos que Herodes y otros vecinos, como los partos o los africanos, se hubieran unido a la causa egipcia y empujado la lucha hacia el territorio latino.
·      El resumen acerca de Cleopatra es que debió ser una mujer excepcional, con un enorme talento para las artes, la política y la diplomacia, y que utilizó todo ello en su propio provecho para mantener la hegemonía de Egipto lo más intacta posible: teniendo en cuenta los vecinos que tenía alrededor, sobre todo la rapaz Roma, y los enemigos que tenía en el interior, era normal que se dedicara a forjar alianzas con unos y otros de la manera que conviniera mejor a sus intereses para poder mantener la “independencia” de su reino; si para ello había de hacer sacrificios, los haría.
También es evidente la inquina que había dentro de la propia familia: al menos en apariencia, el carácter de Cleopatra y las ansias de poder de sus hermanos los llevaron a un feroz enfrentamiento por el Trono de Egipto, en el que curiosamente todos o casi todos fueron contra ella (recordemos que a Cleopatra VI se la quita del medio Berenice); la única manera de salir con bien de semejante encerrona era aliarse con vecinos poderosos, y ésa fue la opción que tomó. Por decirlo suavemente, la familia de Cleopatra debió ser un auténtico nido de cobras…
De las relaciones sentimentales seguramente podemos olvidarnos, incluso de la de Marco Antonio, como ya hemos visto: tenía la suficiente sangre fría como para mantener la cabeza en su sitio y evaluar las posibilidades en cada momento; así, quiero suponer que si tuvo hijos con Julio César y Marco Antonio, no fue por amor, sino porque a ella le convino para dejar herederos que pudieran tener la posibilidad de mantener atados a ella a sus amantes e incluso acceder al trono de Egipto o de la misma Roma si llegaba el caso…


Bibliografía

Su vida y su trágica muerte, así como sus amores con los dos personajes romanos más notorios de la época, Julio César y Marco Antonio, han servido de inspiración en todas las épocas a literatos, pintores, escultores y cineastas. En total, entre los años 1540 y 1905, se ha escrito un sinnúmero de obras sobre esta excepcional mujer: 200 obras de teatro, cinco óperas, cinco ballets, incluso uno de los cómics del popular Asterix el galo estaba dedicado a ella: Asterix y Cleopatra.
Como algunas obras de consulta y literarias, podemos citar:

  • Vida de Marco Antonio, Plutarco (en Vidas paralelas).
  • Kleopatra. Politik und Propaganda, Volkmann, Hans. 1953.
  • Historia de los egipcios, Isaac Asimov. 1967.
  • Encyclopædia Britannica (15ª edición). 1983.
    • Egypt, History of, Alan Edouard Samuel.
    • Cleopatra; Stewart Henry Perowne.
  • Cleopatra, el mito y la realidad, Flamarion, Edith. 1998.
  • Historia del Egipto faraónico, Padró, Josep. 1999.
  • Hellenistic Egypt: Monarchy, Society, Economy, Culture, Bingen, Jean. 2007.

·         Cleopatra y Marco Antonio, William Shakespeare. 1606
·         Todo por amor, John Dryden. 1678.
·         César y Cleopatra, George Bernard Shaw. 1901
 
Filmografía

  • Cleopatra, J. Gordon Edward (Theda Bara). 1917.
  • Cleopatra, Cecil B. de Mille (Claudette Colbert, Warren William). 1934.
  • César y Cleopatra, Gabriel Pascal (Claude Rains, Vivien Leigh). 1945.
  • Dos Noches con Cleopatra, Mario Mattoli (Sophia Loren, Alberto Sordi). 1953.
  • Cleopatra, Joseph L. Mankiewicz (Elizabeth Taylor, Richard Burton). 1963.
  • Astérix y Cleopatra, René Goscinny. 1968. Animación.
  • Marco Antonio y Cleopatra, Charlton Heston (Julian Glover, Jane Lapotaira). 1973.
  • Cleopatra, Frank Roddam (Timothy Dalton, Leonor Varela). 1999.
  • Misión Cleopatra, Alain Chabat (Gerard Depardieu, Christian Clavier, Monica Bellucci). 2002.
  • Cleopatra: A Life, James Cameron (Angelina Jolie). 2012.

2 comentarios:

  1. Hola!
    Cleopatra es el personaje histórico que más me fascina por todo lo que llegó a conseguir, he leído muchos libros de ella y no conocía algunos que mencionas, me los apunto, muchas gracias por la información, me ha encantado esta entrada.
    Ya te sigo como Ana Fernández, vengo de la iniciativa "Granitos de arena".
    Muchos besos.

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    1. Buenas tardes, Ana, y muchas gracias por tus comentarios: precisamente el objetivo de estos artículos era ése: no crear una biografía exhaustiva, sino lo suficientemente interesante como para que la gente se interese por los personajes y sus historias. En cualquier caso, la lista es larga, y aún quedan pendientes unos cuantos, entre los que se cuentan Hipatia de Alejandría, Leonardo da Vinci, Pitágoras, etc... Agradezco tus palabras, ojalá que el resto de los artículos que he colgado y colgaré te gusten tanto como éste.

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