TIN HINAN, LA
REINA DE LOS TUAREGS
José Francisco Sastre García
No hay mucha gente que
conozca a la mítica reina reverenciada por los “caballeros del desierto”, los
tuaregs también conocidos como “hombres libres” u “hombres azules”: salvo su
propio pueblo, que la tiene por poco menos que una diosa, los historiadores que
la han considerado un personaje mítico durante mucho tiempo, y los
investigadores heterodoxos o románticos, el gran público no ha oído hablar de
ella en su vida.
Aunque no llega a la categoría
de otras figuras tan engrandecidas como Arturo, su vida parece haber estado
presidida por un misterio que tal vez se vaya disipando a medida que los datos
que van saliendo de su supuesta tumba cierren las lagunas que envuelven la vida
de esta mujer…
El personaje
Según las tradiciones
tuaregs, Tin Hinan, cuya traducción aproximada sería “ella la de las tiendas”, o
en un sentido más metafórico “madre de todos nosotros”, es la madre de esta
etnia, la que da origen a los “hombres libres”; su hogar se encontraba
originalmente en el Suroeste de Marruecos,
en una aldea llamada Tafitali o Tafilalt según las versiones. De esta
mujer se dice que era de elevada estatura, extremadamente bella y con grandes
dotes de mando.
En una época indeterminada
en la que al parecer padecían una fuerte hambruna, según unas versiones
motivada por tal problema y según otras por una misteriosa llamada que le
habían enviado los dioses, esta mujer, según se deja entrever de noble cuna
(princesa según la versión que barajemos), tomó su séquito y, a lomos de una
camella blanca, recorrió alrededor de 1.400 km. en dirección Este, hacia la Meseta del Hoggar (Ahaggar en lenguas anglosajonas y francesas), para asentarse en el
Sur de Argelia, cerca de lo que
actualmente es Tamanraset, en el
valle de Abalessa, con su hija Kella y los escasos miembros de su
comitiva que aún seguían vivos tras tan duro periplo, entre los que se nombra
con insistencia su más fiel sirvienta o, según algunas versiones, hermana, Takama.
Tuvo otros tres hijos: Tiner, Takenkor y Tamerouelt,
que fueron los que dieron origen al pueblo de los “caballeros del desierto”.
Una de las leyendas sobre este particular asegura que “se mezcló con los dioses para dar lugar a una nueva raza”.
Desde su asentamiento se
lanzó a la conquista de todos los pueblos de su entorno, llegando a dominar y
abarcar un amplio territorio que se extendía por el Sur de la actual Argelia,
el Este de Mali, el Oeste de Níger y el Sudoeste de Libia.
Posteriormente, cuando
llegó la hora de su muerte, expresó su deseo de ser enterrada con los objetos
que había obtenido de diversas épocas; junto a ella yacerían once o doce de sus
nobles. Desde entonces, el pueblo tuareg honra su memoria como si de una diosa
se tratara, ocultando y protegiendo la ubicación de la tumba durante todo el
tiempo que pudieron (aproximadamente dieciséis siglos si hemos de creer la
leyenda) y manteniéndola como un centro sagrado de peregrinación al que acudían
para, entre otras cosas, dormir sobre el túmulo con la idea de conseguir sueños
premonitorios...
Consideraciones
§ Puesto que en estas tradiciones se cuenta
que atravesó el desierto, hazaña muy notable, y sabiendo que el Sáhara fue un valle fértil hasta hace
aproximadamente 10.000 años, momento en que se produjo la desertización tras lo
que parecían unas intensas lluvias, la ubicación temporal de esta reina habría
de ser, como muy temprana, alrededor del 6000 a.C.: las dataciones la sitúan alrededor
del 1600, aunque los restos orgánicos de su tumba arrojan una época más tardía,
entre 470 y 130 d.C. Como se puede comprobar, la horquilla temporal es
demasiado amplia como para establecer un punto de comienzo.
§ Un arqueólogo inglés, Byron Khun
de Prorok, atraído por las tradiciones tuaregs, descubre en 1925 (Aunque
una expedición de 1905, liderada por Calassanti,
ya describía dicho enterramiento) la que se considera oficialmente como la
tumba de Tin Hinan, uno de los monumentos funerarios más importantes de Argelia
y, al mismo tiempo, uno de los menos conocidos y, por tanto, menos visitados. Según
algunos investigadores, este lugar, que era un centro de peregrinación donde
los tuaregs acostumbraban a ir a meditar y descansar, pudo haber sido
originalmente un palacio que con el tiempo fue convertido en un fortín. El
yacimiento consta al parecer de 11 salas, bajo una de las cuales apareció la
estancia que componía la tumba de la reina. Alrededor de este lugar han
aparecido otros doce enterramientos en forma de pequeñas torres, que podrían
corresponderse con los nobles con los que se dice que se enterró esta mujer;
sin embargo, algunos investigadores aseguran que estas tumbas son posteriores a
la original, postulando que tal vez se trate de tuaregs de cierta alcurnia que
desearon yacer junto a su reina-diosa.
§ Veamos los objetos que se encontraron en
el ajuar de la tumba, y que pueden ser indicativos de la antigüedad e
importancia de la persona allí enterrada:
o
Para
empezar, nos encontramos con un texto en tifinagh
(la lengua de los tuaregs y los bereberes) que alude a la reina, lo cual ya resulta
de por sí en una identificación prácticamente segura.
- Siete brazaletes de plata en el brazo derecho y siete de oro en el izquierdo, lo que estaría indicando el alto rango al que pertenecería la persona enterrada.
- Sobre el pecho habían sido colocados cuidadosamente un anillo y una lámina de oro en la que aparece el rostro del emperador romano Constantino (280 d.C-337 d.C.).
- Perlas de diversos colores distribuidas alrededor de todo el cuerpo, bolas de antimonio junto a uno de los pies…
- Un cáliz o copa de cristal que se perdió durante la II Guerra Mundial (Al parecer, este dato, de ser cierto, podría haber dado lugar a confusión entre algunos investigadores que creyeron erróneamente haber encontrado en la tumba un objeto de la I Guerra Mundial).
- El torso estaba cubierto por los restos de un traje de cuero.
- Junto al esqueleto, la presencia casi inadvertida de una estatuilla de una mujer con los órganos sexuales representados con grandes dosis de realismo, y que se estima fue labrada durante el período auriñaciense, período que tuvo lugar según los historiadores hace unos 30.000 años.
- Un camastro de madera, sobre el que yacía el cadáver, datado entre los siglos II y VI d.C.
Estos detalles parecen encajar en la suposición de
que se trate de la tumba de Tin Hinan. Sin embargo, la lámina con el rostro de
Constantino reduce el margen de maniobra hasta llevar el origen del mito al
siglo III d.C., de lo contrario habríamos de hacernos preguntas demasiado
incómodas: ¿cómo podría haber objetos del siglo III d.C. en una tumba del XVI
a.C., a no ser que alguien hubiera abierto el túmulo siglos después de su
muerte y colocado allí dichos objetos? Lo que parece claro es que no se ha
encontrado indicio alguno de que este yacimiento haya sido profanado… Y, sin
embargo, tenemos una remota posibilidad: que los celosos guardianes de la
tumba, los tuaregs que prácticamente divinizaron a Tin Hinan, tras tanto tiempo
escondiéndola de ojos profanos supieran cómo acceder a su interior y
depositaran ofrendas ante ella.
Pero hay algo más en torno a este hallazgo, una
polémica que surgió tras el descubrimiento: según se asegura, alguien se quedó
con parte del tesoro que se escondía en esta tumba. ¿Quién y por qué?
¿Realmente hubo expoliación, o tal vez no se trató más que de una maniobra de
marketing con el objetivo de dar más empaque, misterio y notoriedad al
descubrimiento? Y si verdaderamente hubo expoliación, ¿qué fue lo que se
llevaron?
§ El pueblo tuareg es de estatura superior a
la habitual entre los pueblos del entorno. Esto coincidiría con los restos
encontrados, que son los de una persona de altura superior a 1,75 m., cercana incluso a
los dos metros según algunas versiones, dato incongruente con lo que se sabe de
la talla media de los pueblos de la época y el lugar que se están considerando,
con una serie de problemas óseos y unas características contradictorias que
vamos a exponer a continuación.
§ El contenido de esta tumba, expuesto en el
museo de El Bardo, en Argel, ha dado
mucho que hablar: uno de los debates más intensos es el que alude al sexo de
los restos. Según los etnólogos e historiadores, la idea de una mujer al frente
de un pueblo como el de los habitantes de los territorios argelino-marroquíes
es inverosímil, por lo que algunos piensan que sólo se trata de un mito inventado
por bereberes y tuaregs. Y esta idea se ve reforzada por los estudios que sobre
la persona enterrada se han hecho: Adila
Tabi, una arqueóloga argelina, al igual que algunos médicos que han
observado los detalles anatómicos, considera, a partir de sus investigaciones
sobre el esqueleto, que podría tratarse de un hombre. Al parecer, la pelvis no
tiene la forma habitual femenina o, al menos, no de la de una mujer que hubiera
dado a luz. A pesar de todo, los tuaregs mantienen insistentemente que Tin Hinan
existió y fue el origen de su pueblo.
§ Ya hemos aludido a la tradición según la
cual la reina se mezcló con los dioses para crear una nueva raza. Evidentemente
no podemos tomar estas palabras al pie de la letra, pero no podemos obviar que
en el origen de la mayoría de los pueblos de la antigüedad se encuentra
precisamente el mismo germen, el de unos dioses que tienen a bien acudir a los
mortales humanos para dar lugar a nuevas culturas. Esto, por una parte, no es
más que un intento de legitimación de la casta dominante para mantener el
dominio sobre su pueblo, pero bien pudiera ocultarse algo más detrás de estos
mitos. J. J. Benítez estuvo estudiando esta cuestión, preguntando a los más
ancianos de la región acerca de esos supuestos dioses, y las contestaciones
fueron poco menos que curiosas: “hombres
de gran altura, de pelo amarillo y ojos rasgados, procedentes de Orión, y que
fueron los padres de su pueblo”. ¿Acudir al espacio para explicar el origen
de una etnia? Pensemos que en la mayoría de las tradiciones con orígenes
estelares se alude básicamente a tres puntos: Orión, Sirio y las Pléyades, y
que si ubicamos éstos en un mapa estelar no están excesivamente lejos unos de
otros, por lo que si alguien los señalara con el dedo podría interpretarse
cualquiera de los tres como origen. Y en algunos de los avistamientos de
humanoides se ha aludido precisamente a gentes rubias, de gran altura y ojos
almendrados.
Dejemos esta teoría entre paréntesis, puesto que
resulta imposible verificarla, y volvamos la mirada hacia la región china de
Tarim Basin, donde aparecieron una serie de momias que sumieron en el estupor a
los académicos: de alrededor de 1,95
m. de altura, su cabellera era rubia y sus rasgos
caucásicos, lo que no encajaba de ninguna manera con la región en la que se
encontraban. Cuando fueron datadas mediante radiocarbono, se les asignó una
antigüedad de unos 3.980 años, esto es, de alrededor del 1900-1800 a.C.
Estos detalles, como podemos ver no demasiado
taxativos, junto con otros igual de circunstanciales, han hecho especular a
algunos investigadores, entre los que se contó el propio Prorok, con que nos
encontrábamos ante la última reina de la Atlántida, huida al Hoggar tras la destrucción de
su imperio por las olas, pero es imposible mantener esta teoría: aunque el
origen esté cerca de las Canarias, otro enclave fuertemente relacionado con el
mito platónico, las fechas no coinciden de ninguna manera. No podemos
remontarnos hasta hace 10 ó 11.000 años, puesto que el vergel sahariano ya ha
desaparecido y nuestra protagonista cruza el ardiente desierto, y las fechas de
los tuaregs no se remontan tanto, así que, ¿qué sería lo que nos queda? Encaja
más si nos quedamos en la Creta
minoica y la erupción del Santorini, en la Tartessos histórica, o incluso en el Imhotep
egipcio; podríamos seguir al teósofo Rudolph Steiner en su teoría de una
Atlántida sahariana, aunque volveríamos a caer en el error cronológico de la
extrema antigüedad, así que lo más lógico será elucubrar con la posibilidad de
que la catástrofe de la isla de Thera supusiese un grave quebranto en las
culturas mediterráneas hasta el punto de que un grupo de personas, probablemente
de alto rango, partiera desde la costa marroquí hacia el interior huyendo de
algún tipo de tsunami, y que una parte decidieran afincarse en el Hoggar, dando
lugar a los pueblos tuaregs, y otra prosiguiera un inverosímil camino hacia
Egipto, mezclándose con la cultura egipcia y dando lugar a la leyenda de los Shemshu Hor (Compañeros de Horus). Al
comprobar que el etnólogo francés André Lhote encontró en la vecina localidad
de Jabbarem el dibujo de una reina sacerdotista cuyo tocado era claramente
egipcio, esta relación se hace más evidente y surge la inevitable pregunta: ¿influyó
la civilización egipcia en la región argelina? ¿O fue al revés, que un grupo
procedente de la costa marroquí llevó su propia moda a los egipcios y éstos la
adoptaron?
§ A tenor de lo visto, podríamos pensar que
un término comúnmente utilizado, el de “sangre azul” para referirnos a la
nobleza y la realeza, podría tener su origen en alguna de estas tres
posibilidades relacionadas con los tuaregs o “caballeros del desierto”:
o
Como
resultado de la observación de las sempiternas vestiduras azules que ostentan
estas gentes.
o
Como
resultado de considerarse a sí mismos como descendientes de una antigua línea
dinástica o de nobleza.
o
Por
una supuesta sangre azul de su hipotético primer ancestro, Poseidón, el dios
del mar de la mitología griega.
§ Todas estas cuestiones podrían estar
relacionadas con otro misterio, el de las altas figuras retratadas en el
Tassili, precisamente no muy lejos del valle de Abalessa. La única pega que se
le puede oponer a esto es que esas pinturas están datadas en una época en que
el Sáhara era todavía un vergel, es decir, más allá del 10000 a.C., lo que nos
lleva en una dirección que, como ya hemos visto, no encaja con el tema que
estamos tratando, no al menos en lo tocante a las dataciones de los restos.
§
Es posible que no tenga ninguna
relación, pero hay un detalle que me ha llamado la atención: uno de los hijos
de esta mujer se llama Takenkor, término fonéticamente similar a Akakor, el
nombre de una leyenda acerca de una ciudad perdida en medio de la Amazonia, y que podría
corresponderse con la ciudad de Z que buscó en vano el malogrado coronel Fawcett.
§
Más al norte, en la población
argelina de Cherchell, apareció otra tumba, llamada por los nativos "tumba
de la cristiana", a pesar de ser muy anterior a la era cristiana. Guardaba
también los restos de una reina, lo que puede hacer sospechar que,
efectivamente, en esa región se desarrolló una estructura matriarcal, con
reinas que gobernaban a las tribus del desierto, y que tal vez desarrollaron en
su origen algún tipo de religión monoteísta, lo que pudo hacer que, a ojos de
la población del entorno, aparecieran posteriormente como “cristianos”.
§ ¿Qué podemos pensar de lo aportado hasta el momento? El pueblo tuareg
se supone descendiente de los pueblos garamantes del Norte de África, y en
teoría ahí es donde deberíamos situar a nuestra ubicua Tin Hinan. Si los restos
nos guían a tiempos mucho más recientes, quizás deberíamos plantearnos que o
bien la leyenda de la reina surgió en algún momento entre los siglos III-IV
d.C., o tal vez lo que se haya encontrado haya sido la tumba de la última de
las monarcas, y que la inscripción referente al nombre legendario podría estar
aludiendo a la antecesora de la enterrada o al cargo que ostentaba. Es posible
que desde el siglo XVI a.C, o incluso antes, haya habido una Tin Hinan generación
tras generación, una mujer gobernando a los pueblos nómadas del Sáhara
occidental bajo la forma de un antiguo matriarcado (algunas investigaciones
parecen guiarnos en esta dirección, máxime si tenemos en cuenta que, en su
origen, la figura de la Madre
fue la que predominó hasta que tuvo lugar la revolución que dio pie al
patriarcado: la Diosa Madre
sería sustituida por el Dios Padre, y el gobierno pasaría a manos del varón), y
que las leyendas hayan ido transformándose con el tiempo hasta reflejar una
imagen posterior… Aunque de esta última posibilidad no existe más referencia
que las tradiciones tuaregs.
Bibliografía
§
Grammaire, Dialogues et Diccionaire
Touaregs, A. Calassanti.
1908.
§
Six Mois Chez les Touaregs du Ahaggar, M. Benhazera. 1908
§
In Quest of Lost Worlds, Byron Khun de Prorok. 1936.
§
L’Âge du Tombeau de Tin Hinan, Ancêtre des
Touareg du Hoggar,
Gabriel Camps. 1974.
§ Il Monumento di Abalessa e la Tradizione dei Tuareg
Kel Hoggar, V. Beltrami. 1995.
§
The Berbers, Michael Brett y Elizabeth
Fentress. 1997.
§
Les Touaregs de l’Ahaggar. Parenté et
Résidence Chez les Dag-Ghâli, Paul Pandolfi. 1998.
§ Atlantis, Pierre Benoit. 1919. Atraído por el mito platónico y la figura de la
reina-madre de los tuaregs, el autor francés escribió esta novela en la que
convierte a Tin Hinan en Antinea, la última reina de la Atlántida. A partir de este
momento, en el ideario popular ambas figuras se irán fundiendo de tal manera
que acabarán por aparecer como sinónimos.
Filmografía
No he conseguido encontrar
referencia alguna a películas o documentales relacionados con la figura de Tin
Hinan; sin embargo, puesto que el recurrente tema de la Atlántida sigue teniendo
tirón, en varias ocasiones se ha recurrido al éxito literario de Benoit para
crear historias basadas en la figura de Antinea, que al fin y al cabo no deja
de ser un trasunto de la reina de los tuaregs. Veamos algunas de estas
recreaciones:
§ La conquista de la Atlántida, interpretado por Fay Spain. 1961 (título original: Ercole alla conquista di Atlantide).
§ L'Atlantide, para televisión, interpretado por Ludmilla Tchérina.
1972.
§ L'Atlantide, interpretado por Victoria Mahoney. 1992.
Para finalizar, diremos que aunque esta figura es
apenas conocida por la mayoría de la gente, como ya hemos podido comprobar en
el presente artículo, entre los pueblos del Sur de Argelia es mucho más que una
mujer, es una leyenda, una diosa, hasta el punto de que en Tamanraset se
celebra anualmente el Festival de Tin Hinan.
Interesante...
ResponderEliminarCuánto misterio rodea la vida y la muerte de esta... semidiosa?
Ahora, la teoría de los extraterrestres me ha encantado, mi línea de investigación va a ir por ahí.
Un placer leerte, como siempre y más si se es tan bien recibida :)
Un beso!
Hola, Tere. Realmente, la información de que se dispone sobre este personaje semilegendario es muy escasa, y no da pie más que a todo tipo de especulaciones, que no ayudan a dilucidar cuál fue la realidad de Tin Hinan. Me alegro de que te haya gustado, y creo sinceramente que si quieres investigar más al respecto, no lo enfoques por la línea que me has indicado, porque en el fondo no hay absolutamente nada que la avale: cuando menciono este tipo de misterios, es como algo con lo que llamar la atención, pero procuro recalcar que no hay pruebas ni señales en ese sentido...
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