sábado, 9 de mayo de 2015

EL HOLANDÉS ERRANTE



EL HOLANDÉS ERRANTE Y LA MALDICIÓN DEL MAR

José Francisco Sastre García

            El océano es la fuente de una buena parte de las leyendas y la mitología: no en vano, aún sigue siendo un gran desconocido, tan sólo hemos rascado una pequeña parte de su superficie, e ignoramos lo que hay en las profundidades abisales. El mítico kraken, las serpientes marinas, los pulpos gigantes, el leviatán, las sirenas y los tritones… Seres más allá de lo habitual, de los cuales algunos han conseguido carta de realidad, como el calamar gigante o kraken, del que se tiene constancia desde hace relativamente poco tiempo, aunque se sospechaba su existencia desde bastante antes.
            El mar también ha sido fuente de horror para la inspiración literaria: basta por citar, como ejemplo, la obra de W. H. Hodgson, en la que destacan Los Piratas Fantasmas o Las Canoas del Clen Garrig (Los Náufragos de las Tinieblas), obras que destapan la oscuridad y la malevolencia que se ocultan entre las aguas…
            En el caso que nos ocupa, la aparición del horror es de orden fantasmagórico, una figura que parece escapar al tiempo y al espacio: me refiero al Holandés Errante, al capitán que entregó su alma a cambio de no se sabe muy bien qué, manifestándose cada cierto tiempo ante quienes surcan los siete mares. Veamos cuál es el origen y la consistencia de esta figura mítica…

El personaje

            De forma básica, la historia viene a contarnos que un capitán holandés desafió la ira de Dios y fue por ello castigado a vagar eternamente por el mar con su barco, señalando con la muerte a todos aquellos infortunados que tengan la desventura de avistarlo.
            La leyenda ha sido adaptada en muchas versiones, por lo que podemos encontrarnos con que el dichoso capitán, cuyo único punto común es que es holandés (y aun en algunos casos pasa a ser alemán), se llamaría Vanderdecken, Van Demien, Van Straaten, Von Felkenberg, Ramhout van Dam… Incluso, según las diferentes fuentes que manejemos, veremos que se llama Holandés Errante u Holandés Volador…
            La narración más habitual es la que representa al capitán Vanderdecken intentando doblar el Cabo de Buena Esperanza (No en vano se lo conoce como el Cabo de las Tormentas), y es atrapado por una fuerte tempestad. Al parecer debía tratarse de un buque de pasajeros, pues éstos rogaron al capitán que se refugiara en un puerto seguro o que al menos intentara capear el temporal; sin embargo, el testarudo holandés se rio de las súplicas y, atándose al timón, se mantuvo firme mientras comenzaba a cantar canciones sacrílegas.
            Incluso la tripulación comprendió que la actitud de su capitán era un suicidio, una completa locura, por lo que probaron a hacerse con el control de la nave tras intentar razonar con su patrón; Vanderdecken cortó el motín por lo sano al coger al líder de los marineros y arrojarlo por la borda.
            Al ver aquello, todos los que iban en el barco, excepto el enloquecido oficial, se encomendaron a Dios, que respondió a sus plegarias abriendo las nubes e iluminando el castillo de proa con una brillante luz, revelando en su interior una figura gloriosa que, según algunos, sería el Espíritu Santo, mientras que según otros sería el mismísimo Dios.
            La imagen se enfrentó con el capitán y lo maldijo: puesto que parecía disfrutar con los sufrimientos ajenos, desde aquel momento en adelante sería condenado a recorrer el océano eternamente, siempre en medio de una tempestad, provocando la muerte de todos aquellos que lo vean; su único alimento habría de ser hierro al rojo, su única bebida la hiel, y su única compañía el grumete, a quien le crecerían cuernos en la cabeza y tendría las fauces de un tigre y la piel de una laja. Tras condenarlos a tal destino, la figura desapareció llevándose con ella a los pasajeros y la tripulación, abandonando a Vanderdecken a su nefasta suerte…
            Otras versiones sugieren que el capitán hizo un pacto con el diablo para poder realizar los periplos oceánicos sin estorbo alguno de las condiciones naturales impuestas por la Providencia, lo que propició la ira de Dios contra él. E incluso en algún caso, se sugiere que todo se desarrolló tras una partida de dados con el príncipe de las tinieblas, al que entregaría su alma al perder a cambio de la navegación segura, lo que le costó el castigo de Dios.
            Aún podemos citar más fuentes que dirían que en el origen de esta historia estaría un terrible crimen cometido a bordo del barco, e incluso una epidemia que diezmó a la tripulación y merced a la cual se impidió que el bajel tomase tierra en puerto alguno, vagando desde entonces por toda la eternidad por el océano…
            Posteriormente la literatura suavizaría tan terrible destino: mientras que en la obra de Edward Fitzball se le permitiría bajar a tierra una vez cada varios cientos de años en busca de una opción para redimirse, Richard Wagner reduciría el tiempo a siete años, al cabo de los cuales tendría que conseguir el amor de una mujer para acabar con la maldición.

Consideraciones

  • Vamos a ver: si en general está todo tan claro y el único testarudo y vendido al diablo es el capitán Vanderdecken, ¿qué había hecho el pobre grumete para ejercer de compañero maldito del capitán? ¿O es que acaso fue el único que se puso de parte del capitán por ser tan sacrílego como él?
  • Esta leyenda parece estar relacionada con una especie de arquetipo o esquema en el que se moraliza sobre el castigo que recae sobre las cabezas de quienes se atreven a desafiar el mandato divino, siendo condenados a vagar por toda la eternidad sin la posibilidad, o una muy remota, de conseguir el reposo. Se entroncaría, entre otros mitos, con el archiconocido del Judío Errante, en el que, según la versión más común, un tal Ahasverus se negó a ayudar a Jesús cuando éste cargaba con su cruz, burlándose incluso de él, lo que le costó que el Hijo de Dios lo maldijera diciéndole que si él había de arrastrar su castigo hasta el Gólgota, Ahasverus habría de arrastrarlo durante toda la eternidad por todo el mundo...
  • Es un mito que se corresponde, al menos parcialmente, con la leyenda del Caleuche de Chile, del archipiélago de Chiloé: se trataría de un mítico barco fantasma, un gran velero antiguo de color blanco, de cuya cubierta principal, siempre cubierta de luces, proviene una eterna música de fiesta; puede ocultarse a la vista navegando bajo el agua, o transformarse en objetos o animales que forman parte del paisaje marino: troncos muertos, lobos marinos, gaviotas… La tripulación está conformada por diversos grupos de condenados, según las versiones que se analicen: brujos de Chiloé acompañados por sus sirvientes, aquellos que han muerto en el mar, una tripulación de esclavos apresados por el barco, o por gente que ha pactado voluntariamente con los brujos para obtener riquezas. En origen, se piensa que puede tratarse de un trasunto del mito del Holandés Errante, aunque también se barajan otras opciones: que puede estar basada en desapariciones como la del barco holandés Calanche o las de expediciones españolas en el Estrecho de Magallanes; en la llegada de buques corsarios holandeses que tomaron la isla en 1600; e incluso se plantea la posibilidad, muy factible, de que no se trate de otra cosa que una invención para ocultar operaciones reales de contrabando…
  • Se ha intentado localizar el origen de la historia del Holandés Errante, y aunque en general se apuesta por el siglo XVI o el XVII, hay quien piensa que el primer relato puede estar mucho más atrás en el tiempo. Veamos algunas de estas versiones:
    • Se basaría en la saga escandinava de Stote, un vikingo que robó un anillo a los dioses y cuyo esqueleto, cubierto con un manto de fuego, fue encontrado más tarde sentado junto al palo mayor de una nave negra y fantasmal. Sin embargo, esta versión adolece de un problema: no hay ningún dato contrastado con claridad acerca de esta saga, por lo que no parece merecer demasiada credibilidad…
    • La más extendida y aceptada es la que recurre a las aventuras de Bartolomeu Días (1450-1500), un navegante portugués que descubrió el Cabo de Buena Esperanza en 1488 y que al parecer realizó grandes proezas marítimas, que llevaron a sus coetáneos hasta el punto de pensar que era sobrenatural, según la biografía que escribió sobre él Luis de Camoens.
    • Otros sugieren que el origen de los avistamientos surge en el siglo XVI, cuando dos navíos mercantes holandeses avistan el fantasma de un bajel que se había perdido en el Pacífico.
    • Otro posible candidato a Holandés Errante es Bernard Fokke, capitán del Libera Nos, que era famoso por la rapidez con la que realizaba sus travesías. Había quienes afirmaban que había realizado un pacto con el diablo, idea que se veía reforzada por el mal carácter y la extrema fealdad del capitán. Por fin, cuando no regresó de uno de sus viajes, el vulgo lo interpretó como que el diablo había reclamado su recompensa.
    • Otra idea con la que se ha especulado, que partiría de la base supersticiosa de los marineros, es la de las naves abandonadas o fantasmas: más de una vez se ha dado el caso de naves abandonadas por su tripulación en la creencia de que se estaban hundiendo, bajeles que posteriormente serían avistados surgiendo de la niebla, en medio de un temporal o en condiciones similares, con el velamen desplegado al viento, estropeado por la intemperie, creando una apariencia aterradora que haría que los marinos se encomendaran a Dios ante semejante aparición. De este hecho, más habitual de lo que gente cree, tenemos casos como el del Mary Celeste o el Marlborough (desaparecido en 1890 y aparecido años después), por citar tan sólo un par de ellos.
  • A pesar de que en principio no es más que un mito, existen muchos informes sobre el avistamiento del Holandés Errante, la mayoría descartables por la imposibilidad casi absoluta de comprobarlos (Espejismos, alucinaciones, resultados del exceso de alcohol…); veamos algunos de ellos:
    • 1702, en la Magnalia Christi Americana, historia eclesiástica de Nueva Inglaterra que escribió Cotton Mather.
    • 1881. Los príncipes Jorge y Alberto Víctor de Inglaterra, Jorge V y el Duque de Clarence respectivamente, viajan en una flota, concretamente en el Baccante. Cuando éste buque tiene problemas con el timón son trasladados al Inconstant, desde donde tiene lugar la visión que se narra no en la bitácora del Baccante como sería de esperar (lo cual ya de por sí resulta sospechoso), sino en un texto de John H. Dalton compilado a partir de los diarios personales, cartas y libros de notas de los príncipes:
“11 de junio de 1881. A las 4 de la madrugada el ‘Holandés Errante’ cruzó nuestro rumbo. Era una extraña luz roja, como la de un buque fantasma, incandescente, y en el centro de esa luz, los mástiles, palos y velas de un bergantín, a 200 metros de distancia, se destacaron con fuerte relieve cuando se acercó a nuestra amura de babor. El vigía del castillo de proa informó que estaba cerca de la amura, donde también lo vio claramente el oficial de guardia desde el puente, como también el guardiamarina del alcázar, que fue enviado inmediatamente al castillo de proa, pero al llegar allí  no logró ver vestigios ni señales de ningún barco material, ni cerca ni en el horizonte, pese a que la noche era clara y el mar estaba en calma. En total fue visto por trece personas, pero si se trataba del Van Demien del ‘Holandés Errante’, o qué, no lo sabremos.
El Tourmaline y el Cleopatra, que navegaba a estribor, hicieron señales para preguntar si habíamos visto la extraña luz roja.
A las 10.45 el marinero que esta mañana había avistado al ‘Holandés Errante’ cayó desde las crucetas del mastelerillo de juanete y se hizo trizas. A las 16.15 se efectuaron honras fúnebres y su cadáver fue lanzado al mar. Era un valiente marinero real, y uno de los más prometedores tripulantes del barco, y todos se sienten muy tristes por su pérdida. En el siguiente puerto nos encontramos con el almirante, que también se mostró muy disgustado”.
o   EN 1939, el barco fantasma fue visto en las costas de África del sur por docenas de bañistas, hasta un centenar si hemos de creer en las fuentes, que proporcionaron descripciones detalladas de la nave, aunque la mayoría no habían visto un buque mercante del siglo XVI ó XVII en su vida. Al parecer, desde una playa al sur de Ciudad del Cabo contemplaron cómo un viejo velero atravesaba la bahía entre la neblina con todas sus velas desplegadas e hinchadas, a pesar de que no soplaba la más leve brisa. El barco desapareció tan misteriosamente como había aparecido.
    • Se dice que Kart Donitz, comandante en jefe de la flota alemana durante la II Guerra Mundial, avistó la nave espectral mientras se hallaba en una misión al Este de Suez, y que después afirmó que sus hombres preferían enfrentarse con toda la flota aliada antes que vivir nuevamente el horror de ver el barco del Holandés Errante.
o   El último avistamiento registrado fue en 1942 en las costas de la Ciudad del Cabo. Según parece, cuatro testigos que se encontraban descansando en una azotea de la ciudad vieron un viejo y destartalado velero navegando hacia la bahía de Table; durante 15 minutos observaron las evoluciones del navío y cómo se izaban las velas, para seguidamente desaparecer en el aire.
  • Y aquí entramos en el espinoso terreno de los barcos fantasma, cuya acepción se separa básicamente en naves abandonadas y posteriormente encontradas, y en la clásica historia de fantasmas y aparecidos que se manifiestan en forma de navíos espectrales tras un luctuoso hecho. No cabe duda de que Vanderdecken entra en este segundo capítulo, con las consecuencias que ello conlleva a la hora de los planteamientos habituales con respecto a estos fenómenos. Del primer caso disponemos de abundante información, de la que los ejemplos más conocidos son el del Mary Celeste o el Marlborough, ya citados anteriormente, aunque podemos hablar de alguno más:
    • El caso del Ellen Austin es uno de los más espectaculares que se conocen. El capitán Baker registra en el diario de a bordo cómo el 14 de julio de 1881 encuentran una goleta abandonada, sin tripulación, sin pasajeros. Los botes salvavidas estaban arriados, no había señales de lucha. Aquello era muy extraño. Ordenó a algunos marineros que pasaran al barco abandonado para llevarlo a Boston, a donde se dirigían. No hubo incidentes hasta el 20 de julio, cuando perdieron contacto con el barco debido al mal tiempo. El día 22 divisaron el barco pero había algo extraño, nadie respondía a las señales que se le hacían desde el Ellen Austin. Tras abordar el barco comprobaron horrorizados que estaba desierto. Buscaron en la bodega y en cada rincón del barco, pero no había ni rastro de los marineros. El capitán Baker decidió colocar un nuevo grupo de marineros en el barco fuertemente armados y asegurar ambos barcos. Los marineros casi se amotinaron pues estaban aterrados. Tras varios días de calma una repentina tormenta separó a los barcos nuevamente a pesar de los desesperados intentos por mantener unidos ambos navíos. Después de la tempestad buscaron durante cuatro días a sus compañeros, pero no se encontró rastro alguno del misterioso buque. En este caso, cabe una pregunta: con todo el tiempo que la tripulación del Ellen Austin estuvo en contacto con el navío, ¿no fueron capaces de averiguar el nombre?
    • Un suceso similar en extrañeza es el de la desaparición de la tripulación del Cousins. Corría el año 1894 y cerca de Fort Stevens, en Oregon, a la altura del Cabo de la Desesperación, los vigías del Faro Camby observaron como el Cousins regresaba a puerto. Se alarmaron, pues el capitán Zaiber había zarpado a las cinco de la madrugada: quizás alguien había enfermado o estaba herido y regresaban a tierra. Pero había algo más, los guardacostas observaron cómo el barco se aproximaba a todo trapo: si seguía así por más tiempo se estrellaría contra la costa. El buque encalló violentamente en un banco de arena, rápidamente fueron a socorrerlos pero encontraron el barco vacío. Igual que en el caso del Ellen Austin todo estaba normal, incluso había comida aún caliente en las mesas y cigarros humeantes en los ceniceros.
  • De la segunda acepción de los barcos fantasma, la que alude a su origen fantasmagórico, tampoco andamos muy escasos, de los cuales citaremos sólo algunos de los más conocidos:
    • El Palatine. Según la leyenda, este barco se hundió en 1752 al estrellarlo una tormenta contra las rocas de Block Island, cerca de Rhode Island, siendo sus restos incendiados por los pescadores; una pasajera quedó atrapada y se quemó viva. Desde entonces en esa zona aparece el fantasma del barco en llamas. Al parecer, sí hay constancia de un fenómeno conocido como “la luz del Palatine” que se ve regularmente en la costa, pero no hay registro alguno de que sucediera lo que se narra en la historia. Sin embargo, sí hay pruebas de que en 1738, el Princess Augusta, que llevaba 350 refugiados del Alto y el Bajo Palatinado, naufragó en Block Island en circunstancias similares a las del mito, pero no fue incendiado. Tal parece por tanto que el origen de la leyenda es el naufragio de 1738, pero entonces, ¿por qué el navío aparece envuelto en llamas? ¿O en realidad se trata de algún efecto lumínico desconocido lo que hace que parezca fuego?
    • El Goblin. Negro y con velas de cruz, se dice que es visto con frecuencia por los habitantes de Porthcurno Cove, cerca de St. Leven, en Cornualles (Inglaterra). Su característica principal es que se le ve dirigirse a la costa, se desliza un rato sobre tierra firme y después desaparece.
    • En 1887, un buque que salía de San Francisco con destino a China, se cruzó durante su camino a un barco fantasma. Los hombres de la tripulación contaron que vieron un antiguo buque de tres palos, envuelto con una extraña luz blanca. El buque se les acercaba peligrosamente, pero luego desapareció súbitamente. Otra curiosidad de este buque fantasma es que, como reconocieron los tripulantes, a pesar de que había un viento muy fuerte, el buque tenía todas sus velas desplegadas.
    • En julio de 1934, a bordo del yate Mary Ann, el capitán Hampson navegaba en mar abierto, cuando penetró en una zona con una niebla muy espesa. De repente, un viejo velero surgió por estribor delante del yate. Hampson puso en seguida la vela a la izquierda, pero fue demasiado tarde. El Mary Ann golpeó al velero. Sin embargo, no hubo ningún estruendo de madera rota. Lo único que ocurrió es que el yate se desplazó y que el otro buque, el antiguo velero, se quedó enganchado a él. El capitán examinó el velero desde su yate y su sangre se heló: ningún ser humano se veía en el puente, las velas estaban desgarradas y descoloridas; y aunque se hinchaban con la brisa, éstas lo hacían en el silencio más total. Ningún ruido de estela, ningún golpe de polea, ningún crujido de cordaje,... El buque desapareció antes de que Hampson pudiera leer su nombre, detalle un tanto sorprendente si, tal y como se nos cuenta, estuvieron un rato enganchados.

Conclusiones

            Es muy probable, por no decir seguro, que el mito del Holandés Errante se base en un personaje real, cuyas hazañas, como las de Fokke o Días, hicieran que sus coetáneaos llegaran a elucubrar sobre su afiliación con las fuerzas de la oscuridad para conseguir un buen beneficio en sus viajes comerciales. Sin embargo, la leyenda se encargó de convertir lo que a buen seguro no fue más que inteligencia, habilidad marinera y un enorme tesón, en un don diabólico obtenido por venderse a las potencias del mal.
            Pero esto no explicaría, o al menos no por completo, los avistamientos que han tenido lugar a lo largo del tiempo de este bajel maldito, ni las fatales consecuencias asociadas a dichas visiones: cierto es que la profesión de los marinos, al pasar tanto tiempo en alta mar, es una de las más supersticiosas y dadas a la contemplación de esos misterios del océano que ya hemos mencionado al principio de este artículo, y que la mayoría se explicarían como espejismos y alucinaciones: no en vano tenemos perfectamente identificados fenómenos como los Fuegos de San Telmo, los fuegos fatuos, los rayos globulares (al menos en parte), etc. Sin embargo, ¿cómo razonar, sin irnos más lejos, lo que vieron los príncipes de Inglaterra y quienes los rodeaban? Parece evidente que hubo algo cuya naturaleza no parecía fácilmente explicable, pero ¿qué?

Bibliografía

  • El Buque Fantasma, Henry Wadsworth Longfellow. 1807-1882. Se trata de una poesía inspirada en la reseña del Magnalia Christy, y que ni siquiera hace una referencia directa al Holandés Errante, aunque parezca darlo a entender.
  • Rockeby, Sir Walter Scott. 1813.
  • El Holandés Errante, Edward Fitzball. 1826.
  • Memorias del Señor Schnabelwopski, Heinrich Heine. 1833.
  • El Buque Fantasma, Frederick Marryatt. 1839.
  • El Buque Volador, A. H. C. Römer.
  • Escenas de la Vida Marítima, August Jal.
  • El Mensaje de Vanderdecken, anónimo.
  • El Buque Fantasma, Richard Wagner. 1843. (Ópera).
  • The Flying Dutchman on Tappan Sea, Washington Irving. 1855.
  • The Death Ship, William Clark Russell. 1888.
  • Siete Mares, Rudyard Kipling. 1896.
  • The Homeward Bounders, Diana Wynne Jones. 1981.
  • Flying Dutch, Tom Holt. 1991. Ésta es una parodia de la ópera de Wagner.
  • La Luna Colorada, Hernán del Solar. 1984.
  • Castaways of the Flying Dutchman (2001), The Angel's Command (2003), y Voyage of Slaves (2006), Brian Jacques.
  • El misterio del Holandés Errante, Franco Vaccarini. 2008.

  • El Limbo de lo Perdido, John Wallace Spencer. 1980.

Filmografía

  • Pandora y el Holandés Errante, James Mason y Ava Gardner. 1951.
  • El Holandés Errante, Norman Bailey, 1975 (BBC).
  • El Holandés Errante, dirigida por Jos Stelling. 1995.
  • Piratas del Caribe: el Cofre del Hombre Muerto (2006), y Piratas del Caribe: en el Fin del Mundo (2007), Johnny Deep. En estas películas deja de ser una figura fantasmal, espectral, para convertirse en algo mucho más material, un buque escapado de las profundidades capitaneado por una figura de tipo octópodo, por no decir cthulhiano, llamada Davy Jones, que se dedica a recoger a quienes están a punto de morir para convertirlos en sus esclavos.

3 comentarios:

  1. Muy bueno Don José Francisco. :)

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  2. Muy bueno Don José Francisco. :)

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    1. Muchas gracias, Fernando. ¡Por Dios, no me pongas el don delante, que parezco un señor, jajaja! Es una leyenda que siempre me ha atraído, así que era natural que escribiera algo sobre ella...

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