sábado, 3 de enero de 2015

LA MALDICIÓN DE TUTANKALHORK



              
            THE NEW LHORK HERALD TRIBUNE

                                      LA MALDICION DE TUTANKALHORK


¿Por dónde iba?- Los pasos resonaban sobre el polvo­riento suelo, mientras la luz de una lámpara mostraba los restos de miles de seres que habían vivido y muerto en aquella oscuridad, espar­cidos por todas partes.
Los dos arqueólogos avanzaron cautelosamente, en la creencia de que toda la zona estaría llena de tram­pas ideadas por los ingenio­sos constructores de aquella tumba egipcia. Sin embargo, nada turbó su tránsito hasta la cámara mortuoria.
Allí, un sarcófago dorado les esperaba, rodeado de riquezas sin cuento y carteles de todo tipo, que ninguno de los dos hombres se molestó en leer; sólo tenían ojos para lo que yacía en el interior del ataúd.
Una figura envuelta en vendas hasta la cabeza, los brazos cruzados sobre el pecho, era todo lo que quedaba del otrora todopode­roso Tutankalhork. Su rostro estaba cubierto por una máscara de otro, que hizo brillar los ojos de los arqueólogos.
-¡Lo hemos encontrado! -aseguró Lhork Carnarvon, saltando por la cámara y examinando cada objeto al que se acercaba.- ¡El tesoro de Tutankalhork! ¿Qué te parece, Carter?
-Pues, si quiere que le diga la verdad, muy normali­to -se lamentó el interpela­do.- Terracota, un poco de oro, y algunas joyas. He visto cosas mejores.
En aquel momento, un ligero sonido hizo que ambos se volvieran hacia el sarcó­fago; horrorizados, vieron que la figura momificada que había yacido en un eterno descanso se estaba endere­zando, sentándose en el interior del féretro.
-¡¿Se puede saber quién rayos se dedica a estorbar mi sueño?! -La voz que salía de debajo de las vendas era ahogada, pero perfectamente reconocible: ¡les estaba hablando en inglés!- ¡¿Es que ya no se puede descansar en paz?
Los dos arqueólogos se miraron durante unos instan­tes, y luego se volvieron hacia la figura macilenta.
-¿Estás vivo? -Inquirió cautelosamente Lhork Carnar­von.
-Anda éste -se burló la momia-, ¿por qué te crees que te estoy hablando?
-Pero, ¿cómo es posi­ble... -Balbuceó Howard Carter.
-Vamos a ver -le cortó Tutankalhork-: ¿Quiénes son ustedes, y qué hacen aquí? ¿No saben que ésta es una propiedad privada y que está prohibido el paso?
-Sí, pero nosotros te hemos descubierto -se quejó Carnarvon-. Es un gran descubrimiento para la historia: la tumba de Tutan­kalhork.
-¡Tonterías! -gruñó la figura momificada-. A ver, ¿qué pone en ese cartel? -preguntó ceñudamente, seña­lando uno de los múltiples jeroglíficos.
-"Propiedad privada" -tradujo Carter.
-¿Y en ese otro? -Insistió la momia.
-"Cuidado con el gato" -se sorprendió Carnarvon mirando inquisitivamente al antiguo faraón.
-Bueno, es que en nuestra época, teníamos más confianza en los gatos que en los perros -se disculpó el supuesto cadáver-. Y ahora, ¿qué dice ese otro cartel?
-"Peligro. Alto volta­je" -tradujo Carter cada vez más anonadado.
-Veo que saben leer mi lengua -Admitió de mala gana la figura momificada-. ¿Qué les parece si se largan y me dejan dormir en paz?
-Ya, pero el descubri­miento... -Se lamentó Car­narvon.
-Ni descubrimiento, ni historias -le advirtió severamente el faraón-. O se largan ahora mismo, o les echaré una terrible maldi­ción.
Con un juramento ahoga­do de horror, los dos ar­queólogos salieron a toda velocidad de la tumba.
-¿Será posible? -Se lamentó para sí mismo Tutan­kalhork-. Se pasa uno dur­miendo tranquilamente al menos dos mil años, reposan­do de todas las vicisitudes que tuvo que pasar en vida, para que ahora vengan dos cantamañanas a tocarme las narices con la excusa de un gran descubrimiento para la historia de la Humanidad.
Con cuidado, la figura se volvió a tumbar en el sarcófago, pero al poco se incorporó de nuevo.
-Ya me han quitado el sueño -Gruñó-. ¿Y ahora qué?
Con un gran esfuerzo, separó los brazos del cuerpo y se inclinó por un lado del féretro, para recoger una revista de Lhork y varias cintas de vídeo.
-A ver si con esto cojo otra vez el sueño, y vuelvo a dormirme para otros dos mil años- Murmuró enfadado-. Luego dicen esos imbéciles que andamos por ahí asustán­dolos y helándolos de miedo.
Mientras el antiguo faraón se sentaba tranquila­mente a leer y a pasar el rato viendo vídeos, dos figuras corrían velozmente, desierto adelante, en busca de la ciudad más cercana, jurando y perjurando por el Círculo que las momias habían vuelto a la vida.


Jose Francisco Sastre García


Nota de la redacción: Parece ser que no hay redención posible para el Sr. Sastre. Al parecer, y por medios desconocidos para nosotros, ha conseguido salir del psiquiátrico, acercarse a la redacción, escribir el artículo que acaban de leer y volverse a su celda acolchada. Dan fe de nuestras aseveraciones un ordenador humeante, un teclado ennegrecido y una impresora cuyo cabezal ha aparecido a cinco metros de distancia, junto a la mesa del redactor jefe, en lo que a todas luces ha sido un lanzamiento limpio desde el carro de la máquina, forzado por las insensatas animaladas que nuestro articulista ha sido capaz de efectuar con el material de la oficina.
Al parecer, un guardia de seguridad vio a alguien moverse entre las mesas de la redacción, y le dio el alto. Pero para cuando eso ocurrió, ya el daño había sido hecho y lo único que encontró fue una botella de LhorkRioja sobre la mesa del ordenador estropeado y una nota pegada con post-it a la pantalla del monitor, en la que se podía leer lo siguiente: "Si habéis creído por un momento que podríais libraros de la ira de mi pluma, estáis muy equivocados. ¡Por Crom, que habré de convertiros a la fe del auténtico Lhork antes de que podáis conmigo!".
La investigación para averiguar cómo consiguió salir del psiquiátrico prosigue en estos momentos; lo que nos parece más extraño es que volviera a su celda después del desaguisado.

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