¿Por dónde iba?- Los pasos resonaban sobre el polvoriento suelo,
mientras la luz de una lámpara mostraba los restos de miles de seres que habían
vivido y muerto en aquella oscuridad, esparcidos por todas partes.
Los dos arqueólogos avanzaron cautelosamente, en la
creencia de que toda la zona estaría llena de trampas ideadas por los ingeniosos
constructores de aquella tumba egipcia. Sin embargo, nada turbó su tránsito
hasta la cámara mortuoria.
Allí, un sarcófago dorado les esperaba, rodeado de
riquezas sin cuento y carteles de todo tipo, que ninguno de los dos hombres se
molestó en leer; sólo tenían ojos para lo que yacía en el interior del ataúd.
Una figura envuelta en vendas hasta la cabeza, los
brazos cruzados sobre el pecho, era todo lo que quedaba del otrora todopoderoso
Tutankalhork. Su rostro estaba cubierto por una máscara de otro, que hizo
brillar los ojos de los arqueólogos.
-¡Lo hemos encontrado! -aseguró Lhork Carnarvon,
saltando por la cámara y examinando cada objeto al que se acercaba.- ¡El tesoro
de Tutankalhork! ¿Qué te parece, Carter?
-Pues, si quiere que le diga la verdad, muy normalito
-se lamentó el interpelado.- Terracota, un poco de oro, y algunas joyas. He
visto cosas mejores.
En aquel momento, un ligero sonido hizo que ambos se
volvieran hacia el sarcófago; horrorizados, vieron que la figura momificada
que había yacido en un eterno descanso se estaba enderezando, sentándose en el
interior del féretro.
-¡¿Se puede saber quién rayos se dedica a estorbar
mi sueño?! -La voz que salía de debajo de las vendas era ahogada, pero
perfectamente reconocible: ¡les estaba hablando en inglés!- ¡¿Es que ya no se
puede descansar en paz?
Los dos arqueólogos se miraron durante unos instantes,
y luego se volvieron hacia la figura macilenta.
-¿Estás vivo? -Inquirió cautelosamente Lhork Carnarvon.
-Anda éste -se burló la momia-, ¿por qué te crees
que te estoy hablando?
-Pero, ¿cómo es posible... -Balbuceó Howard Carter.
-Vamos a ver -le cortó Tutankalhork-: ¿Quiénes son
ustedes, y qué hacen aquí? ¿No saben que ésta es una propiedad privada y que
está prohibido el paso?
-Sí, pero nosotros te hemos descubierto -se quejó
Carnarvon-. Es un gran descubrimiento para la historia: la tumba de Tutankalhork.
-¡Tonterías! -gruñó la figura momificada-. A ver,
¿qué pone en ese cartel? -preguntó ceñudamente, señalando uno de los múltiples
jeroglíficos.
-"Propiedad privada" -tradujo Carter.
-¿Y en ese otro? -Insistió la momia.
-"Cuidado con el gato" -se sorprendió
Carnarvon mirando inquisitivamente al antiguo faraón.
-Bueno, es que en nuestra época, teníamos más
confianza en los gatos que en los perros -se disculpó el supuesto cadáver-. Y
ahora, ¿qué dice ese otro cartel?
-"Peligro. Alto voltaje" -tradujo Carter
cada vez más anonadado.
-Veo que saben leer mi lengua -Admitió de mala gana
la figura momificada-. ¿Qué les parece si se largan y me dejan dormir en paz?
-Ya, pero el descubrimiento... -Se lamentó Carnarvon.
-Ni descubrimiento, ni historias -le advirtió
severamente el faraón-. O se largan ahora mismo, o les echaré una terrible
maldición.
Con un juramento ahogado de horror, los dos arqueólogos
salieron a toda velocidad de la tumba.
-¿Será posible? -Se lamentó para sí mismo Tutankalhork-.
Se pasa uno durmiendo tranquilamente al menos dos mil años, reposando de
todas las vicisitudes que tuvo que pasar en vida, para que ahora vengan dos
cantamañanas a tocarme las narices con la excusa de un gran descubrimiento para
la historia de la Humanidad.
Con cuidado, la figura se volvió a tumbar en el
sarcófago, pero al poco se incorporó de nuevo.
-Ya me han quitado el sueño -Gruñó-. ¿Y ahora qué?
Con un gran esfuerzo, separó los brazos del cuerpo y
se inclinó por un lado del féretro, para recoger una revista de Lhork y varias
cintas de vídeo.
-A ver si con esto cojo otra vez el sueño, y vuelvo
a dormirme para otros dos mil años- Murmuró enfadado-. Luego dicen esos
imbéciles que andamos por ahí asustándolos y helándolos de miedo.
Mientras el antiguo faraón se sentaba tranquilamente
a leer y a pasar el rato viendo vídeos, dos figuras corrían velozmente,
desierto adelante, en busca de la ciudad más cercana, jurando y perjurando por
el Círculo que las momias habían vuelto a la vida.
Jose Francisco Sastre García
Nota de la redacción: Parece ser que no hay redención posible para el
Sr. Sastre. Al parecer, y por medios desconocidos para nosotros, ha conseguido
salir del psiquiátrico, acercarse a la redacción, escribir el artículo que
acaban de leer y volverse a su celda acolchada. Dan fe de nuestras
aseveraciones un ordenador humeante, un teclado ennegrecido y una impresora
cuyo cabezal ha aparecido a cinco metros de distancia, junto a la mesa del
redactor jefe, en lo que a todas luces ha sido un lanzamiento limpio desde el
carro de la máquina, forzado por las insensatas animaladas que nuestro
articulista ha sido capaz de efectuar con el material de la oficina.
Al parecer, un guardia de seguridad vio a alguien
moverse entre las mesas de la redacción, y le dio el alto. Pero para cuando eso
ocurrió, ya el daño había sido hecho y lo único que encontró fue una botella de
LhorkRioja sobre la mesa del ordenador estropeado y una nota pegada con post-it
a la pantalla del monitor, en la que se podía leer lo siguiente: "Si
habéis creído por un momento que podríais libraros de la ira de mi pluma,
estáis muy equivocados. ¡Por Crom, que habré de convertiros a la fe del
auténtico Lhork antes de que podáis conmigo!".
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