LA FIGURA DE LA SERPIENTE EN LA TEORÍA EVOLUTIVA
DEL SER
HUMANO
José Francisco Sastre García
Aunque
este título pueda resultar muy rimbombante, e indicar algún artículo de fondo
acerca de descubrimientos trascendentales en la arqueología, en realidad no hace
otra cosa que aludir a un pequeño estudio acerca de una figura legendaria de la
que se ha hecho eco no sólo entre las antiguas tradiciones, sino que ha sido
retomada con mayor o menor fortuna por algunos escritores dedicados al género
fantástico: el hombre serpiente.
Hablemos,
en principio, de la ficción: escritores como Robert E. Howard o H. P. Lovecraft
han utilizado esta figura, aprovechando el tirón que tiene lo desconocido y lo
exótico. Del primer escritor podemos decir con bastante seguridad que aprovechó
una leyenda de los indios séneca para recrear la criatura, y del segundo que, o
bien accedió a la misma fuente de información, o por su relación con el tejano
se aprovechó de ello para sus relatos. Sin embargo, ambos tratan el tema de una
forma distinta:
En Howard,
estos seres son explícitos e intervienen directamente en la acción, tanto
enfrentándose a Conan como a Kull, y poseen una característica especial: son capaces
de camuflar su aspecto reptilesco bajo una máscara humana, de una manera que, aunque
el escritor parece considerar como mágica (hay que tener en cuenta que estamos hablando
del género de espada y brujería), podría perfectamente aludir a una cierta habilidad
hipnótica para hacer ver a los demás una ilusión, habilidad que no está muy lejos
de las características de los ofidios a la hora de cazar a sus presas.
Sin
embargo, en Lovecraft aparecen sólo de pasada, lo que podría estar indicando una
llegada al tema de forma más tangencial, desde el anterior autor: se mencionan ligeramente
en “En las Montañas de la
Locura”, y se les cita, aunque con características ligeramente
distintas, en “La Ciudad
sin Nombre”. Asimismo, aunque sólo tangencialmente, toca el tema más de cerca
cuando, en su relato “El Superviviente”, describe un ser que, merced a un
experimento médico-quirúrgico, revierte a una forma que recuerda notablemente a
las criaturas de las que se está tratando en el presente artículo.
En cuanto
a la realidad, disponemos de varias fuentes en las que podemos encontrar una
alusión a la posible existencia de estos personajes:
- La leyenda de los indios séneca anteriormente citada: según se especifica en ella, en tiempos muy antiguos, antes de que el hombre comenzara a dominar el planeta, vivió una raza de hombres-serpiente que gobernó la tierra antes que nosotros[i].
- Una tradición de la isla de Ataúro, junto a Timor, según la cual allí habrían vivido unas criaturas denominadas Lé-Káli o Mimitu, de escuálida figura humana y cabeza de serpiente, velludas, de grandes manos terminadas en poderosas garras, y dientes muy pronunciados[ii].
- También encontramos en el Indostán y las regiones montañosas de los Himalayas leyendas acerca de criaturas serpentiformes: los nagas, seres subterráneos que supuestamente serían los guardianes de fabulosos tesoros. Estas criaturas aparecen generalmente bajo el aspecto de serpientes con cabeza humana (lo cual concuerda con otro de los aspectos que trata Howard en “El Dios del Cuenco”, probablemente por haber tenido acceso a dicha información), aunque en algún caso se menciona un aspecto más humano aunque se mantienen las características de ofidio.
- La leyenda griega de los gorgones, unas criaturas de características verdaderamente insólitas: figura humanoide, serpientes por cabellos, y una mirada capaz de petrificar a aquél que se atreviese a acercarse a ellas. Una antigua tradición3 asegura que los atlantes y las amazonas se unieron para intentar exterminarlos en su último reducto, el Pantano Tritonis, de localización incierta, pero a pesar de prender fuego a dicho lugar, no consiguieron nada y hubieron de dejarlos tranquilos[iii]. De estos gorgones, los únicos nombres que han llegado a nosotros han sido los de las tres hermanas, Esteno, Euryale y Medusa, ésta última aniquilada por Perseo según la mitología griega.
- Aunque en menor medida, las figuras mesoamericanas de Quetzalcóatl y Kukulkan poseen también una incierta cualidad ofídica: aun teniendo en cuenta su carácter civilizador, benéfico, no debemos olvidar que se les denomina como serpientes, a pesar de su aspecto humano. Aunque este detalle podría estar aludiendo no al hecho que se está tratando, sino a alguna razón más simbólica si cabe: en la antigüedad, la serpiente era considerada como la engendradora del mundo, o la que poseía el conocimiento, y estos seres, no lo olvidemos nunca, fueron civilizadores.
- También podemos citar como dato tal vez relevante a la civilización egipcia, con sus peculiares características y sus insólitos enigmas: es la única que antropomorfiza a los animales de una manera tan exacerbada, tan notoria: el dios halcón Horus, el dios chacal Anubis, el dios carnero Khnum, el dios buey Apis, la diosa gato Bast, la diosa leona Sekhmet, el dios hipopótamo Apofis, el dios ibis Thoth, la diosa serpiente Uadjet… y el dios cocodrilo Sobek. Si bien de Uadjet no he visto ninguna representación antropomorfa, de Sobek sí. Y, aunque pueda no ser más que una coincidencia (a pesar de no creer en ellas), y referirse simplemente a la obsesión de un pueblo por divinizar todos los animales que conocía, no deja de dar qué pensar.
- Para dar fin a esta exposición, comentaremos unos estudios científicos que se hicieron acerca de la posible evolución de los dinosaurios bípedos, en especial los de tamaño medio tipo raptores y similares, hacia una figura de aspecto humanoide[iv]: el resultado fue una criatura de piel lisa y/o escamosa, erecta como un ser humano, sin rastro alguno de pelo, rostro afilado marcadamente ofídico y ojos de pupila vertical. Este ser, hipotéticamente, podría haber seguido evolucionando, cubriéndose de vello para protegerse del clima, modificándose sus garras para adquirir una mayor habilidad en el manejo de instrumentos, adaptando sus pupilas a la forma circular, suavizando y redondeando los rasgos…
Como se
puede comprobar, esta muestra de información acerca de la posible existencia de
una raza humanoide de origen reptilesco nos lleva por unos derroteros un tanto
sorprendentes, e incluso desestabilizadores. No se pretende en ningún caso asegurar
la existencia de los hombres-serpiente, sino meramente teorizar con la posibilidad
de que en un remoto pasado nuestros antecesores hubieran tenido que convivir
con unos seres que posiblemente descendían de los dinosaurios, y que el temor y
el rechazo entre ambas especies, algo totalmente lógico teniendo en cuenta la propia
naturaleza de los seres humanos y nuestra actitud ante lo desconocido y lo
distinto a nosotros, hubiera llevado a una guerra abierta que habría finalizado
con el exterminio o el arrinconamiento de unos pocos miembros de esa raza.
Esto no es
algo excesivamente extraño, tan sólo un poco outré: debemos tener en cuenta
que no lo sabemos todo acerca de nuestra historia, y que aún quedan especies
por descubrir en el mundo. Sin ir más lejos, y como muestra de tal hecho, al
margen de las habituales noticias acerca de la aparición del celacanto, el
okapi, y otros animales supuestamente extinguidos o legendarios, los últimos
estudios en torno al tema de las leyendas han arrojado unos resultados
sorprendentes: al parecer, y ateniéndonos a unas tablillas halladas en Mohenjo
Daro, el unicornio podría haber existido[v] e incluso seguir existiendo en los rincones más
escondidos de las selvas asiáticas. Por supuesto, no como un caballo blanco de
inconcebible pureza con un cuerno recto en espiral en mitad de la frente, sino
como un bóvido supuestamente fósil, que posee la particularidad de tener ambos
cuernos, parecidos a los de los antílopes (cosa que, junto con el aspecto de
las ilustraciones, podría denotar tal vez su pertenencia a este grupo animal),
juntos sobre la cabeza y envueltos en una vaina protectora que le da la
apariencia de contar con un único apéndice.
A tenor de
lo descrito hasta el momento, podríamos aventurar una serie de características
para los hombres-serpiente:
- Poseerían la cualidad hipnótica de la que hacen gala los depredadores ofídicos: habitualmente se habla de la parálisis a la que someten a las pequeñas presas a las que cazan cuando se cruzan sus miradas, merced a lo cual se podría explicar la capacidad de conversión en piedra con la mirada, así como la posibilidad de crear una ilusión ante la raza humana.
- Atendiendo a las descripciones de los indígenas de Timor sobre los hipotéticos habitantes de Ataúro, se podría deducir que su desarrollo cerebral no fue excesivamente amplio, so pena de pensar que sufrieron una involución desde un punto superior, detalle que podríamos sospechar al creer, con los indios séneca, que gobernaron la tierra hasta que la humanidad les arrebató el cetro. Este bajo nivel de inteligencia podría haber contribuido eficazmente a su exterminio y arrinconamiento en lugares perdidos del mundo, como podría ser ese lugar llamado Pantano Tritonis, que podría estar localizado en el Amazonas, en el África Central,… Incluso podríamos especular con la posibilidad de que fuera la región que actualmente se conoce como Mar de los Sargazos, antiguamente emergida y poblada a tenor de los restos hallados en el archipiélago de las Bahamas.
- La posible presencia de estos seres recuerda a un fenómeno mucho más conocido: la licantropía. Esto podría inducirnos a pensar en una especie humana o humanoide capaz de alterar sus cuerpos de forma paranormal y convertirse en semianimales, al igual que ciertos shamanes de algunas tribus africanas, de los que se cuenta que son capaces de convertirse en un animal. En este caso, en lugar de tratarse de un fenómeno esporádico, como el que habitualmente se asigna a los hombres-lobo, los cuales aparecen merced a determinados hechos más o menos plausibles, se trataría de una raza distinta, mutada tal vez, o que haya seguido una línea de evolución diferente.
- Aunque, ya puestos a elucubrar y teorizar, también se puede especular con otra posibilidad para explicar la presencia de tales seres: la de que en un remoto pasado descendiera sobre este planeta una raza de seres de otro mundo con características marcadamente reptilianas. Para poder admitir esta hipótesis a trámite, debemos tener en cuenta una serie de consideraciones, a saber:
- Si llegaron desde otro mundo, es de suponer que tendrían la tecnología suficiente para barrernos de la faz de la tierra cuando se lo propusieran. ¿Por qué no lo hicieron?
- Una posible explicación al punto anterior sería el hecho de que se tratara de una sociedad básicamente pacífica, con lo que su armamento estaría poco desarrollado y serían presa fácil para los depredadores humanos.
- Si eran hostiles, el hombre jamás habría llegado a ser lo que es actualmente; y si eran pacíficos, no habrían llegado jamás a dominar la tierra.
En
consecuencia, no parece mínimamente probable la posibilidad de que se tratara
de criaturas llegadas del Cosmos. Por tanto, habrá que pensar que, en caso de
haber existido realmente, se trataría de una rama aparentemente extinguida de
la evolución.
En resumen: a pesar de todos nuestros conocimientos
de la Historia
de la Humanidad,
seguimos teniendo en nuestro pasado una serie de grandes lagunas que permanecen
sin aclarar a pesar de todos los esfuerzos. Aunque lo más normal es pensar que
Robert E. Howard o H. P. Lovecraft juguetearon con su imaginación, y que los indios
séneca y los timorenses se dedicaron a contar cuentos de terror alrededor del fuego,
en medio de la noche, no podemos olvidar que, a pesar de todo, toda leyenda tiene
un trasfondo de realidad. Troya era considerada una leyenda, hasta que Schliemann
la desenterró, al igual que la
Creta minoica de Evans y otros lugares supuestamente legendarios.
Es cierto que aquí no estamos hablando de ningún lugar concreto, sino de unos
seres demasiado extraños para considerarlos otra cosa que no sea el fruto de
una imaginación desbocada, pero la situación es parecida. ¿Cuál es el trasfondo
real en la historia de los hombres-serpiente? Cuando el río suena…
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