BARBANEGRA:
DE PIRATAS, TESOROS
ENTERRADOS Y OTROS MITOS
José Francisco Sastre García
¿Quién no ha soñado alguna
vez con los piratas del Caribe? Morgan, Flint, Kidd, Barbanegra… Y últimamente,
retomando con fuerza la vieja gloria de la piratería, el extravagante Jack
Sparrow y la saga cinematográfica de Piratas
del Caribe. La literatura y el cine se han encargado de transmitirnos unas
ideas en parte sangrientas y en parte románticas acerca de estos saqueadores
del mar, de estos caballeros con su particular código de honor, galantes
ladrones que, a pesar de las condiciones en las que viven van más arreglados
que si estuvieran en una cena de gala, y que raptan a las damas de turno y las
seducen… ¿Caballeros? ¿Honor?
La realidad es que muy
pocas cosas de las que se nos cuentan en esas obras de ficción son otra cosa
que eso, ficción: del capitán Kidd, por ejemplo, podemos decir que aunque
realizó algunas capturas en el Caribe, la mayor parte de sus operaciones
tuvieron lugar en las Indias Orientales, en el Índico, y que a pesar de navegar
al corso, asaltaba barcos de cualquier bandera, incluida la inglesa, según su
propia conveniencia. O la historia de botines enterrados para posterior
disfrute… E incluso el mito acerca de la bandera con la calavera y las tibias
cruzadas.
Muchas de las figuras de esta época han adquirido
rango de leyendas, en parte gracias, como ya hemos comentado, al tratamiento
que la literatura o el cine hicieron de ellos, si bien es cierto que sus
hazañas y aventuras no fueron nada desdeñables. Ya hemos citado más arriba
algunos, aunque podríamos continuar con Charles Vane, Bartholomew Roberts, Anne
Bonny, Mary Read, John Rackham… Pero entre todos ellos, un nombre destaca
notablemente: Barbanegra, el más legendario de todos los piratas de las
Antillas. Veamos qué hay de historia y qué de exageración tras esta figura que,
en ocasiones, parece escapada del infierno más profundo…
Conceptos básicos
Antes de pasar a hablar de
la figura de Barbanegra, quizás deberíamos asentar con claridad algunos
conceptos equívocos que se tienen acerca de la piratería y de la turbulenta
época en la que nos movemos, la costa atlántica norteamericana y las Antillas
de los siglos XVII y XVIII.
Para empezar, diremos que
la piratería no es un fenómeno surgido en estos tiempos de los que estamos
escribiendo, sino que procede de culturas mucho más lejanas; de hecho,
podríamos decir que, como el latrocinio, existe desde que la humanidad se
desarrolló como tal; por citar tan sólo algunos ejemplos, allá por los tiempos
del legendario Minos (en una amplia horquilla que abarca desde el 3.000 hasta
el 1.100 a.C.),
la mayoría de los pueblos que disponían del conocimiento y las técnicas para
salir al mar a comerciar o guerrear se dedicaban a su vez al noble arte del
abordaje y el saqueo: los shardanos, los minoicos, los etruscos (también
conocidos como rasenna)… En tiempos posteriores nos encontraremos con los
vikingos, procedentes del mar del norte, aunque éstos se dedicaban más al
pillaje costero que a la piratería tal y como la conocemos habitualmente.
Volviendo de nuevo a la
época que nos ocupa, veamos si podemos aclarar los conceptos que se utilizan
habitualmente en torno a esta interesante “profesión”:
- Pirata: Procedente del latín pirata, y ésta a su vez de un término griego (πειρατής), designa a la persona que, junto con otras de igual condición, se dedica al abordaje de barcos en el mar para robar.
- Bucanero: Galicismo derivado de boucanier, alude al pirata que en los siglos XVII y XVIII se entregaba al saqueo de las posesiones españolas de ultramar. Al parecer, este término se aplicaba principalmente a los piratas franceses, y se dedicaban no sólo al abordaje de navíos, sino también al pillaje y los ataques a tierra firme.
- Filibustero: Galicismo derivado de flibustier, indica al pirata, que por el siglo XVII formó parte de los grupos que infestaron el mar de las Antillas. Su ámbito de actuación solían ser las localidades costeras, y se mantenían siempre cerca de la costa, practicando una suerte de navegación de bajura.
- Corsario: Procedente del latín cursus, se dice del buque que andaba al corso, con patente del gobierno de su nación para saquear cualquier otro navío o territorio.
Como se puede comprobar, las acepciones son tan
similares que han dado lugar a equívocos entre el gran público, asimilando unas
palabras a otras y utilizándolas como sinónimos directos; sin embargo, hay algo
que sí que parece quedar claro: el término más genérico es el de pirata,
mientras que los otros reducen los parámetros de saqueo: el bucanero se dedicaba
a atacar al Imperio Español, mientras que el corsario tenía lo que se llama la
patente de corso, esto es, el beneplácito de un gobierno para efectuar
cualquier saqueo que quisiera, siempre y cuando no se tratara de posesiones de
dicho gobierno, con la seguridad de que no sería perseguido por él.
El personaje
No parece haber un claro
consenso a la hora de situar el lugar de su nacimiento: habitualmente se lo
sitúa en Bristol, aunque hay fuentes
que arguyen Carolina del Sur e
incluso Jamaica. También hay dudas
acerca de su nombre real: si bien ha sido comúnmente aceptado que era Edward Teach, algunos creen que pudo haber
sido Edward Drummond. Se piensa que
nació alrededor de 1680, acabando sus días el 22 de noviembre de 1718. En
cualquier caso, su reinado de terror duró dos años, desde 1716 hasta 1718. Pero
no adelantemos acontecimientos, veamos quién era antes de convertirse en
leyenda situándolo en un contexto histórico adecuado…
Nos encontramos a comienzos del siglo
XVIII, en la costa atlántica de los actuales Estados Unidos. La piratería ya
campaba por sus fueros, los navíos cargados con el oro americano eran una presa
muy apetecible y proporcionaban botines muy suculentos a quien se atreviera a
abordarlos, por lo que solían reunirse en convoyes fuertemente armados y
escoltados; y algunos gobernadores de las colonias inglesas, aprovechando la
posibilidad de pingües beneficios, violaban el monopolio comercial impuesto
desde Londres al ignorar los asaltos piratas en las zonas aledañas a sus
colonias. Las fechorías de estos malhechores activaban el comercio local al
vender lo incautado a menor precio, a la vez que dejaban algún ingreso
disimulado a las autoridades.
Teach participó en la Guerra de la reina Ana (escenario
norteamericano de la Guerra de Sucesión Española, provocada a
causa del nombramiento como rey de España a Felipe V, el primer Borbón, coronación que no fue aceptada por los
Austrias, derivando en este enfrentamiento), en la que actuó como filibustero
inglés atacando barcos franceses. Al retirarse Inglaterra de la Guerra de Sucesión en 1713,
una gran parte de los efectivos de la armada
británica pasaron a ser desempleados. Se ha efectuado una estimación de que, de
un total de 53.785 soldados en 1703, los efectivos se redujeron a 13.430 en 1715,
por lo que se calcula que en aquellos momentos había unos 40.000 desocupados.
Se cree que Teach se reconvirtió entonces de filibustero a pirata, posiblemente
hacia 1716, en una época en la que la piratería en América estaba en decadencia
(El tristemente célebre capitán Kidd fue ahorcado en Londres en 1701).
En sus inicios como salteador estuvo bajo el mando de Benjamin Hornigold, en Nueva Providencia. Entre sus primeras
fechorías se cuentan la captura de un carguero español que procedía de La Habana, otro de las Bermudas
y un tercero de Madeira y con dirección a Carolina del Sur. Estando en la costa
de Virginia, en noviembre de 1717, se dirigió a la Martinica y en su camino
apresó un gran buque francés que tenía su ruta entre ese lugar y la costa africana,
al cual renombró como The Queen Anne´s Revenge (No es inhabitual encontrar este navío como Revenge,
aunque se presta a confusión con el buque de Bonnet). Esta nave se
convirtió en su arma principal en sus ataques, durante un período de unos siete
meses, desde la costa de Honduras hasta Virginia. La embarcación fue armada con
cuarenta cañones, convirtiéndose en uno de los barcos más poderosos que
surcaban los mares por aquella época. En uno de sus primeros ataques se
enfrentó a un barco de la armada inglesa, el HMS (His Majesty Ship, Navío de Su Majestad)
Scarborough, el cual se retiró al verse en desventaja, pero
Barbanegra lo dejó huir. Con este incidente aumentó su prestigio al haber
derrotado a un barco de la milicia británica. Tiempo después, Hornigold decidió
acogerse al perdón de Jorge I, se
puso a las órdenes del gobernador de Bahamas y se transformó en corsario.
A finales del año de 1717, Teach trabó amistad con Stede Bonnet, apodado el “Caballero
Pirata”, antiguo oficial británico que viajaba en el barco Revenge.
Bonnet aceptó la capitanía de Barbanegra para hacer un consorcio. Sin embargo,
fue separado de su barco Revenge, el cual le fue dado a otro
lugarteniente de Barbanegra. Poco después capturaron otro barco con el nombre
de Adventure y Barbanegra se lo otorgó a Israel Hands (¿Les suena de algo?). Debido a su ineptitud en el
oficio de la marinería (o quizás por motivos más ambiciosos), Bonnet fue
mantenido en un virtual encarcelamiento. En ese tiempo el refugio preferido de
Teach era la isla de Ocracoke.
Su táctica favorita consistía en perseguir barcos mercantes y encaminarlos a canales
de navegación peligrosa que él conocía bien, para abordarlos y
apoderarse de todos los objetos de valor, comida, licor y armas que llevaran.
Debido a que la situación económica de Carolina del Norte era precaria,
no tenía un comercio apto para la exportación. Por ello, el gobernador de la
colonia, Charles Eden, llegó a un
acuerdo con Barbanegra en enero de 1718, concediéndole el perdón a él y a su
tripulación bajo un Acta de Gracia vigente. Además, secretamente, Eden
recibiría una parte del botín recabado en las fechorías de los piratas y le
dejaría ir con impunidad (He aquí la definición práctica de lo que
habitualmente se conoce como patente de corso, sólo que en lugar de establecer
el acuerdo con la Corona,
que es a quien alude inicialmente el término, se hace con un gobernador local).
Así, mientras otras colonias luchaban contra la piratería, Barbanegra vendía
tranquilamente productos baratos en Bath
(Carolina del Norte, no confundir con la Bath del Reino Unido), localidad donde se
convirtió en una especie de celebridad. En medio del trato Eden le proporcionó
una jovencita de dieciséis años, para casarse con ella. De hecho, en este
aspecto de la leyenda se nos dice que Teach se casó unas trece veces más, amén
del sinnúmero de amoríos dejados en sus correrías. En esa época Teach adquirió
una casa y trató de ganarse la voluntad de algunos de los vecinos con regalos.
De la prácticamente nula documentación de que se dispone al respecto, sí se
puede decir que su última esposa fue Mary Ormond, de Bath.
Durante este tiempo una de las operaciones que solía realizar era la de
hacer embarrancar navíos en la costa merced a un viejo truco: durante las
noches de tormenta, auxiliado por dos corsarios y un grumete, ataba un farol a
la cabeza de un caballo y lo hacía galopar arriba y abajo por la costa; los
navíos, creyendo que la luz oscilante era la de un bajel en alta mar, se
acercaban en demasía y embarrancaban, quedando expuestos al saqueo. Debido a
ello, esta zona de Carolina del Norte aún es conocida como “Cabeza de Jaco”.
Uno de sus más famosos ataques, llevado a cabo en mayo de 1718, fue a
la ciudad de Charleston, en Carolina
del Sur, donde su tripulación sitió la localidad y bloqueó el puerto mientras
amenazaba la población con los cañones del Queen Anne´s Revenge. Tras
secuestrar a unos rehenes, extorsionaron mil quinientas libras, aunque existe otra
versión en la que se indica que lo hicieron para recabar un lote de medicinas
para su tripulación, de quienes se presume tenían alguna enfermedad venérea.
Barbanegra, después de la operación, decidió retirarse de la piratería.
Prescindió entonces del Queen Anne´s Revenge y devolvió el Revenge
a Bonnet, a quien ordenó ir a la ciudad de Bath a recoger su indulto. Durante
la ausencia del Caballero Pirata, Teach ordenó traspasar los objetos de valor
del Anne´s al Adventure, de modo que, cuando Bonnet regresó, se
encontró con el Anne´s abandonado y con 25 marineros dejados a su suerte.
Mientras tanto, Barbanegra había partido dejándolo engañado: la piratería era
un negocio demasiado lucrativo como para abandonarlo tan alegremente.
En junio de 1718 contaba con cuatro barcos grandes, otros menores y
unos 400 hombres. Su base de operaciones estaba en Nueva Providencia para no
comprometer a su aliado Eden, y frecuentaba las Bermudas, donde atracaba las
naves con rumbo a Pensilvania o Chesapeake. Disponía de varios refugios más en
las Bahamas, Carolina del Norte y Carolina del Sur. Asimismo asistía a fiestas
organizadas por el gobernador, donde el pirata hacía gala de su mal
comportamiento y donde asediaba a las mujeres. Todos esos desmanes acabaron por
irritar a los pobladores de Bath. Por otro lado, el transporte de mercancías
por la zona se hizo dificultoso por la presencia de los piratas. En tal estadía
se topó con Charles Vane, con quien al
parecer protagonizó una ruidosa juerga.
Por otro lado, Bonnet, el antiguo camarada de Barbanegra, quien ahora operaba
en solitario, fue capturado en octubre de 1718 por dos balandras fletadas por
el gobernador de Carolina del Sur. La mayoría de los apresados fueron
declarados culpables; cuatro, entre ellos Bonnet, fueron condenados a la horca
en noviembre. Bonnet pudo fugarse pero fue capturado de nuevo el 10 de
diciembre de 1718.
Acerca del final de Barbanegra, existen variantes
en la crónica de este suceso. Ante el avance de la piratería en la zona, el
gobernador de Virginia, Alexander
Spotswood, decidió tomar acciones drásticas antes de que los malhechores se
fortalecieran. En el otoño de 1718 tuvo noticias de la presencia de Teach en la
ensenada de Ocracoke, Carolina del Norte. No importándole el fuero otorgado por
el gobernador Eden al pirata, decidió organizar una ofensiva. Por ello envió
dos navíos, el HMS Pearl (con treinta tripulantes) y el HMS Lyme
(con veinticinco), junto a dos balandras: el Ranger y el Jane, y
toda la flota bajo el mando del teniente Robert
Maynard. Mientras, Barbanegra permanecía a bordo del Adventure con
19 hombres. Al avistarlo, la flotilla al frente de Maynard se acercó a los
piratas al atardecer del día 21 de noviembre con el objetivo de atacar la
mañana siguiente. Ese día, un grupo, a bordo de un pequeño bote, logró avistar
a la nave pirata pero tuvo que retirarse al ser repelido con una descarga.
Ante la emergencia, Barbanegra, que al parecer había estado bebiendo la
noche anterior, decidió adentrarse en los canales vecinos. Maynard dispuso
perseguirlo con las balandras. De acuerdo a una versión, las naves, tanto del pirata
como la de sus rastreadores, quedaron varadas. Al estar cerca los navíos,
comenzó un intercambio de palabras entre Maynard y Barbanegra, quien profirió
una serie de improperios y la promesa de no dar cuartel. Una vez subió la
marea, comenzó la persecución, pero el viento no era suficiente, por lo que
tuvieron que recurrir a los remos.
Tal vez sabedores de su ventaja sobre las balandras en medio de los
canales, los piratas dieron la vuelta y se enfrentaron a sus perseguidores, lo
que resultó en la pérdida del barco Ranger, más un número de bajas que
varía entre cinco y seis según las fuentes. Maynard retomó el asedio en el Jane.
Al obligar al Adventure a encallar, Maynard ordenó a sus hombres
esconderse. Barbanegra, ante la oportunidad, abordó la nave con los suyos. En
la gresca él y Maynard batallaron cara a cara. El oficial le atacó con su
espada, pero nada más tocó el cartucho que portaba el pirata, quien asestó un
golpe a los dedos del inglés, sin dañarlo. El oficial británico tiró su espada
y sacó su pistola disparando al instante a Teach; otro marinero se le abalanzó
y le hizo un corte en la cara. Al final el bandido cayó con gran pérdida de
sangre y Maynard, al final, cercenó la cabeza de Barbanegra. Según testimonios
posteriores, el pirata sufrió veinticinco heridas, cinco de ellas debidas a
disparos en el cuerpo. La campaña finalizó cuando los victoriosos soldados
ingleses arribaron a la localidad de Hampton,
Virginia, con la cabeza de Barbanegra en el bauprés.
Acerca del aspecto de este imponente pirata, hay que reconocer, por las
descripciones que se han hecho de él, que debía resultar extremadamente
aterrador:
De por sí, Teach ya impresionaba por su elevada estatura y corpulencia,
a la que añadía el hecho de que le gustaba mostrarse en público tocado con un aparatoso
tricornio con plumas y armado a conciencia con varias espadas, cuchillos
y una pistolera con tres juegos de pistolas de diversos
calibres. Para rematar tan formidable imagen, acicalaba su poblada barba oscura con mechas de
cañón de combustión lenta que le colgaban como adornos
navideños y que encendía cuando entraba en combate. Para quienes le veían
luchar debía presentar una apariencia demoníaca, decían que se parecía al diablo,
con su terrorífica mirada y una nube de humo en torno a la cabeza, relación que
él mismo parecía empeñarse en promover con obstinación. En ese sentido, se
puede decir que fue el verdadero inventor del look
pirata.
Sobre la vida y aventuras de Edward Teach se cuentan muchas historias,
a cual más extraña o inverosímil. Algunas de ellas son las siguientes:
§ Acerca de la chica ofrecida por Eden para contraer nupcias, existe una
versión en la que se indica que Barbanegra la forzó a yacer con media docena de
sus compinches.
§ También está la leyenda de que su cuerpo flotó alrededor de su barco
varias veces, después de ser arrojado por la borda.
§ Asimismo, acerca de su cabeza, que permaneció algún tiempo colgando de
un poste en la confluencia de los ríos Hampton y James, hay fuentes que afirman
que la bóveda craneal fue comprada por un rico y forrada en plata para
convertirla en una copa para beber.
§ También encontramos historias concernientes a la visión del fantasma de
Barbanegra buscando su testa en la zona de Teach´s Hole, lugar llamado
así en memoria del pirata, cercano a la ensenada de Ocracoke. Precisamente en
la isla Ocracoke se presume que tenía una casa llamada comúnmente el Castillo
de Barbanegra, aunque, al parecer, no hay evidencia que ningún pirata residiera
en esa zona. A pesar de todo, en esta misma zona se habla de un tesoro
escondido perteneciente a su botín, amén de otros puntos en los que
supuestamente enterró sus mal ganadas pertenencias.
§ Al parecer gustaba de reunirse con varios miembros de su tripulación y,
para demostrar quién era el que mandaba, hacer ostentación de su poder; así,
una de las historias que se cuentan al respecto dice que en una de esas
ocasiones apagó las luces repentinamente y disparó con su pistola por debajo de
la mesa, destrozando la rodilla de uno de sus hombres; cuando éste, asombrado,
le preguntó por qué había hecho tal cosa, la respuesta fue clara y contundente:
“¡Diablos! Si no matara a alguno de
vosotros de vez en cuando, olvidaríais quién soy”.
§ Una de las mayores barbaridades que se dice que cometió fue la de
recrear el infierno en la bodega de su barco, llenándola de sulfuro y azufre
que quemó para generar una espesa humareda; a continuación condujo al interior
a varios de sus seguidores favoritos, bebiendo ron entre gritos y alaridos. Su
idea seguramente no se quedaba en hacer creer a sus hombres que tenía un pacto
con el diablo, sino también poner a prueba su resistencia: cuando aguantó hasta
el final, siendo el último en salir, demostró que estaba muy por encima de
ellos y su reputación de criatura demoníaca aumentó notablemente.
§ Al parecer, incluso Benjamín Franklin cayó en la atracción que
presentaba este extravagante personaje, llegando a escribir un poema sobre
Barbanegra del que vamos a exponer el comienzo:
Come all you jolly sailors
You all so stout and brave;
Come hearken and I'll tell you
What happen'd on the wave.
Oh! 'tis of that bloody Blackbeard
I'm going now for to tell;
And as how by gallant Maynard
He soon was sent to hell.
You all so stout and brave;
Come hearken and I'll tell you
What happen'd on the wave.
Oh! 'tis of that bloody Blackbeard
I'm going now for to tell;
And as how by gallant Maynard
He soon was sent to hell.
¡Venid, alegres
marinos,
tan fornidos y bravos todos!
venid, atended y os contaré
lo que sucedió en la mar.
¡Ay!, es del sanguinario Barbanegra
de quien os voy a contar;
y sobre cómo el galante Maynard
al infierno pronto lo envió.
tan fornidos y bravos todos!
venid, atended y os contaré
lo que sucedió en la mar.
¡Ay!, es del sanguinario Barbanegra
de quien os voy a contar;
y sobre cómo el galante Maynard
al infierno pronto lo envió.
Llegados a este punto, vamos
a comenzar a quebrar algunos de los mitos extendidos en torno a la piratería y
la concepción romántica que se montó a su alrededor:
- Tradicionalmente se ha atribuido a los piratas la famosa Jolly Roger (inicialmente era conocida como Old Roger), la bandera negra con la calavera sobre las tibias cruzadas, pero en realidad esto es ficción pura y dura: cada banda pirata poseía su propia insignia, con elementos comunes como el color negro, el rojo o los huesos, distribuidos a conveniencia de cada cual: así, la enseña de la figura que estamos estudiando era una tela tintada en negro, con un esqueleto cornudo (o, según versiones, un demonio) en la parte izquierda, que sostiene en la mano derecha un reloj de arena y en la izquierda una lanza o flecha con la que apunta a un gran corazón rojo, en la parte inferior derecha, que gotea sangre.
- Otra de las ficciones es la costumbre que los “caballeros del mar” tenían de enterrar sus tesoros en lugares recónditos para, posteriormente, recuperarlos y gastarlos. Nada más lejos de la realidad: para unos personajes tan “pragmáticos”, como ya hemos comprobado, el botín había que convertirlo de inmediato en efectivo y gastárselo en cualquier vicio que podamos imaginar, no fuera a ser que al día siguiente estuvieran colgando de un penol y no pudieran disfrutarlo. Además, dicho botín se repartía con la tripulación, y no parece probable que éstos estuvieran dispuestos a guardar todo junto a un montón de metros bajo tierra para no disfrutar de ello… Sí es cierto que algunos de estos piratas, aparentemente un poco más “civilizados” o inteligentes como Henry Morgan (que también debía ser verdaderamente sanguinario, aunque hay que reconocerle el mérito que supusieron algunas de sus hazañas, como el asalto de Panamá, que demuestran el alto nivel de organización, estrategia y arrojo que poseía), atesoraron parte de sus ganancias para comprarse un título y llegar a gobernadores a pesar de sus desmanes, pero son una franca minoría. Aunque a tenor de lo que se ha ido descubriendo, podemos matizar que, efectivamente, en algunas ocasiones los piratas sí enterraron sus botines, de los cuales al parecer se han debido descubrir algunos, pero desde luego no era la regla habitual.
A este respecto, haremos una breve parada en un asunto
aparentemente relacionado con los tesoros enterrados, para mencionar si no el
más conocido de todos ellos, sí al menos uno de los más intrigantes.
Existen rumores desde 1795 acerca de una isla
situada frente a Nueva Escocia, en Canadá, conocida habitualmente como Oak
Island. Gozaba de mala reputación, ya que antaño se habían visto hogueras y
luces misteriosas, y un grupo de hombres que había acudido a investigar había
desaparecido misteriosamente. Pues bien, tres jóvenes decidieron en aquella
época lanzarse en busca de ese botín: encontraron un misterioso pozo del que
creyeron que contendría un tesoro enterrado por los piratas. A lo largo de una
gran profundidad encontraron 12 niveles separados por diversas capas de losas,
robles, abeto o fibra de coco. Finalmente hubieron de darse por vencidos, pues
el agua inundaba el pozo continuamente.
Volvieron posteriormente, pero con el mismo
resultado; y la imaginación del público se excitó de tal manera que el pozo fue
denominado “Money Pit” (Pozo del Tesoro), y las excavaciones comenzaron a
proliferar una tras otra sin éxito alguno: se pueden citar hasta 11 desde 1795
hasta 1970, aunque es probable que hayan sido unas cuantas más. A lo largo de
todas estas incursiones en el dichoso pozo, que se saldaron con unos cuantos
muertos, lo que excitó aún más la imaginación al pensar en una maldición
pirata, aparecieron detalles que resultaban intrigantes:
§ En la novena sección se encontró una
piedra con una inscripción que, según se cuenta, tradujo un profesor de
idiomas: “diez pies más abajo, dos
millones de libras”. Sin embargo, hacia 1935 la piedra había desaparecido
de su ubicación en una exposición de Halifax.
§ En las sucesivas perforaciones se
extrajeron restos de madera que podrían haber correspondido a cofres y restos
metálicos que se piensa que podrían ser de monedas; incluso se afirma, aunque
no hay ninguna prueba al respecto, que uno de los grupos llegó a grabar varios
cofres, lingotes, monedas y una mano cortada, e incluso que un obrero de una de
las excavaciones encontró algo que bien pudiera haber sido una piedra preciosa,
aunque tal hecho no ha podido ser confirmado de ninguna manera.
§ También apareció un trozo de pergamino con
la inscripción “V.I.”.
Las investigaciones demostraron que se había
realizado una formidable obra de ingeniería que convirtió el pozo en una “trampa”:
sobre el pozo principal, que llega hasta una profundidad de unos 50 metros o más, se
habían realizado varios túneles laterales conectados a diversas alturas con el
mar, de tal manera que cuando sube la marea el pozo se inunda sin posibilidad
de evitarlo a menos que se localicen todas las salidas y se creen diques de
contención prácticamente alrededor de toda la isla. ¿Quién pudo tomarse tantas
molestias para proteger de tal manera un tesoro? Explicaciones se han dado unas
cuantas, a cual más estrambótica:
§ La de que habría escondido un tesoro inca.
§ Se trataría de una obra realizada por una
expedición escandinava.
§ Lo que se habría escondido serían una
serie de manuscritos de Francis Bacon en los que se demostraría que él fue
quien escribió las obras de Shakespeare (¡!)
§ La teoría más extendida dice que sería uno
de los botines piratas, concretamente del legendario capitán Kidd. A favor de
la teoría de los saqueadores marinos tendríamos la utilización de la fibra de
coco, producto que habría llegado desde las Antillas, donde a principios del
XVIII aún había bastantes navíos corsarios y bucaneros, y también un libro
publicado por Harold T. Wilkins, Captain
Kidd and his Skeleton Island (Capitán Kidd y su Isla del Esqueleto), en el
que muestra unos mapas de 1669 que parecen corresponderse con Oak Island, y
unas indicaciones que parecen conducir directamente al Money Pit. En lo tocante
a este punto, cuando se le interrogó al respecto, Wilkins aseguró que tanto los
mapas como las indicaciones se las había inventado; pero mintió, puesto que las
investigaciones sobre el terreno seguían las indicaciones con escrupulosa
exactitud hasta el pozo del “tesoro”. Posteriormente reconoció que había
hablado con alguien que conocía los secretos, o al menos parte de ellos, de
esos mapas.
§ Por último, la hipótesis que se tiene por
más plausible a tenor de los datos de que se dispone (los ya expuestos, amén
del crecimiento de los árboles alrededor del pozo), es que la construcción de la
excavación tuvo lugar a partir de 1774 ó 1775, posiblemente alrededor de 1780,
lo cual dejaría fuera al capitán Kidd, quien, como ya se ha dicho, fue ahorcado
en 1701, y a cualquier pirata, pues a esas alturas ya no quedaba ninguno de la
vieja escuela. Según esta teoría, durante la Guerra de la Independencia
Americana, Henry Clinton, general de las Fuerzas Británicas
en América, pudo haberse planteado la posibilidad de esconder parte del dinero
destinado a gastos de guerra para evitar que cayera en manos enemigas; situado
cerca de la zona, tal vez envió un grupo de zapadores e ingenieros a la isla y
enterró allí el dinero, lo cual encajaría más con la obra que unos piratas que
se dedicaran a calcular y evaluar el impacto de las mareas para construir pozos
y túneles de la manera que lo hicieron… También encajaría en esta idea un
detalle que ya se ha comentado, la superstición acerca de Oak Island y los
avistamientos que habían tenido lugar no mucho antes de 1795.
¿Cuál es la respuesta correcta? ¿Piratas, o un
ejército británico en retirada ante el avance de las tropas americanas? La
exposición de los hechos me hace inclinarme más por esta segunda opción, aunque
las posibilidades que abre el libro de Wilkins resultan poco menos que
intrigantes, hasta el punto de hacer que me plantee una hipótesis alternativa:
¿y si hubo dos excavaciones?
Compaginando los datos de que disponemos,
supongamos el siguiente escenario: alrededor de 1669, el capitán William Kidd
consigue un botín con el que inicialmente se dirigiría a su base, pero por
algún motivo hubo de mantenerse, o desviarse, hacia la región de Nueva Escocia;
ante la posibilidad de perder lo conseguido, decide esconderlo en una pequeña
isla y hacer un mapa con unas indicaciones, con la intención de volver más
tarde a por ello: para recuperarlo con facilidad, pensemos que cavan un pozo
de, digamos, cinco metros de profundidad, donde entierran lo conseguido.
Pero Kidd es ahorcado en 1701, y con él desaparece
el mapa del tesoro, por lo que el botín permanece a buen recaudo. Más adelante,
alrededor de 1780, en plena Guerra de la Independencia
Americana, el general Henry Clinton decide esconder a su vez
parte del dinero para gastos de guerra ante el avance de las tropas rebeldes, y
envía a un grupo de sus hombres a Oak Island; para sorpresa de éstos,
encuentran que ya ha habido una excavación y desentierran las ganancias de
Kidd; ante la cuestión de que se están deshaciendo de una buena cantidad de oro,
resultaría lógico pensar que enterraran todo junto, lo suyo y lo de los
piratas, y para asegurarse de que nadie tuviera acceso a ello talan árboles y
montan una serie de diques costeros para poder elaborar la “trampa” del pozo y
los túneles, y después desmontan dichos diques, dejando que el mar se encargue
de custodiar el escondite. Durante este tiempo, los habitantes de la cercana
costa ven luces en la isla e incluso un grupo va a investigarlo, pero éstos
caen en una emboscada de los soldados y son eliminados y, tal vez, arrojados a
la excavación.
Puesto que los ingleses hubieron de retirarse del
continente, nadie supo de esta historia hasta unos años después, en 1795, cuando
unos jóvenes comprueban que alguien ha estado trasteando en la isla y comienza
la leyenda del “Money Pit”… ¿Lógico? ¿Factible? Dejo a cada cual que se haga su
propia composición…
Consideraciones
La vida de Edward Teach
parece marcar el canto del cisne de la piratería en su forma más conocida, el
principio del fin de una época que ha sido endulzada con un falso romanticismo
y unas ideas, imbuidas por historiadores y creadores de ficción, en las que el
saqueo y el crimen resultaban no sólo fructíferos, sino también un modo de vida
preñado de aventuras sin fin…
A juzgar por los datos de que disponemos, no
parece que Barbanegra haya sido tan sanguinario como suele creer la gente: tras
sus abordajes no debía haber más víctimas que las que se resistían. Sí debe ser
cierto, sin embargo, que sus modales debían dejar mucho que desear. Pero
entonces, ¿de dónde surge la leyenda acerca de su carácter cruel y brutal? ¿Tan
sólo de su imagen demoníaca? Tengamos en cuenta una consideración a este
respecto: cuando asaltaba un barco y se quedaba con él, ¿qué sucedía con la
tripulación?
- La eliminaba sin más, con lo cual su fama sí estaba bien ganada.
- La enrolaba como parte de sus piratas, bien voluntariamente, bien a la fuerza, con lo que eso conlleva: poder ser traicionado a las primeras de cambio.
- La abandonaba en un bote en medio del mar, lo cual sería poco menos que una condena a muerte en la zona de las Antillas a pesar de la gran cantidad de islas e islotes que hay: huracanes, otros navíos, etc.
- La abandonaba en alguna isla o costa desierta en la que pudiera ser rescatada más adelante por algún barco que pasara por la zona. Con esta táctica conseguiría más fama, pero sería una gloria relativa, puesto que parecería más blando a ojos de sus enemigos e incluso de su propia tripulación. Bien está dejar alguien que pueda contar la historia, pero a todos…
Da la sensación de que Teach era un estratega bastante
razonable y un gran conocedor del terreno en el que se movía: como ya hemos
visto, la táctica habitual era empujar a sus enemigos hacia zonas en las que
los haría encallar; el resto sería fácil. Así se explicaría su capacidad para
capturar barcos superiores al suyo, como el francés que reconvertiría en su
nave capitana.
También parece evidente que el aterrador aspecto
que ofrecía en la batalla era parte de una operación de marketing para aumentar
su fama y minar la confianza de sus adversarios, que lo contemplaban con tal
pavor envuelto en las nubes de humo de su barba que eran incapaces de resistir
su abordaje. Sin embargo, en este aspecto deberíamos tener en cuenta una
consideración que, precisamente por ser más extraña, resulta intrigante a tenor
de lo que ya hemos contado en torno a sus costumbres para sembrar el miedo
entre sus enemigos y su propia tripulación, y de su aparente obsesión por el
demonio, el fuego, el humo y el azufre; a esta cuestión alude Tim Powers en su excelente
novela “En Costas Extrañas”, haciendo
una exposición que, si bien ficticia, no carece de cierta lógica tras ver el
carácter de Teach: si tenemos en cuenta el ámbito en que operaba, e incluso que
una de las teorías para su nacimiento es Jamaica, nos daremos cuenta de que
casi con total certeza hubo de entrar en contacto, o al menos conocer en cierta
forma, las religiones sincréticas de las Antillas, Carolina y Nueva Orleáns, es
decir, vudú, santería o palo mayombé entre otras; en estas creencias se
reverencia a diversas figuras de corte entre benévolo y demoníaco, como el
Baron Samedi (el Señor de los Muertos del vudú), conocidas como loas, a las que habría que mantener
contentas mediante sacrificios de sangre y ofrendas de todo tipo por parte de
los hungan y los bokor, sacerdotes a todos los efectos de estas religiones; para
estos credos, el fuego es un factor importante, y el hecho de que Barbanegra lo
llevara incorporado a su rostro podría estar indicando, tal vez, algún tipo de
intención de solicitud de ayuda a estos seres caprichosos además de la evidente
creación de terror sobre sus enemigos y aliados.
Al mismo tiempo, otra de
las consideraciones que hemos de hacer acerca de las brutalidades de los
piratas, y en especial de la figura que estamos analizando, pertenece también
al ámbito de la fama. Los piratas, a la hora de la realización de sus hazañas,
sólo tenían dos opciones: o eran tan sanguinarios que no dejaban testigos de
sus saqueos para que nadie supiese quién estaba detrás de tales carnicerías
(opción que tampoco presentaba demasiada ocultación, puesto que bastaba con que
las tripulaciones piratas hablaran entre sí para que los rumores se extendieran
por todas partes como la pólvora), o permitían que hubiera supervivientes para
que su “gloria” se extendiera y el miedo hacia ellos aumentara, lo que haría
que, por una parte, capturar presas fuera más fácil, y por otra que fueran
perseguidos con más saña.
En cualquier caso, no
parece haber sido el más salvaje, aunque sí uno de los más bruscos: recordemos,
por una parte, que los habitantes de Bath se hartan de sus correrías e
insolencias, y por otra las palabras del hacendado Trelawney en “La Isla del Tesoro”, de Robert Louis Stevenson:
“-¡Hablar! -exclamó el hidalgo-. ¡Hablar,
decís! Flint ha sido el más sanguinario pirata que cruzó los mares. Barbanegra
era un inocente niñito a su lado…”
Sigamos por un momento con
esta maravillosa novela: si bien se trata de una obra de ficción, hay que
reconocer que Stevenson tuvo en cuenta otras consideraciones: el capitán Flint
navegó por el Caribe, y no sólo eso, sino que la mayoría de los piratas de la
narración fueron parte de su tripulación real: Israel Hands, Ben Gunn, Billy
Bones, Pew... Hasta se han planteado dudas acerca de si la isla a la que
arriban no es un lugar real, tal vez incluso la propia Oak Island, extremos que
no han podido ser comprobados hasta el momento.
A pesar de todo, se pueden
entrever incongruencias en algunas de las historias que se nos cuentan acerca
de la figura de Barbanegra. Veamos:
- Tras el asedio de Charleston, Barbanegra engaña a Bonnet y se larga con el Adventure. Cierto es que un mes después ya disponía de nuevo de una fuerte flota, pero, ¿por qué dejar de lado un buque tan poderoso como el Queen Anne’s Revenge? Sólo con semejante navío podría haber afrontado la batalla final con un resultado si no distinto, sí al menos más igualado: casi con total seguridad las balandras no hubieran tenido opción alguna.
- Maynard lleva cuatro barcos al encuentro final con el pirata: uno con 30 hombres, otro con 25, y dos balandras de las que podemos suponer, pongamos por caso, que llevarían 10 hombres en cada una. Esto hace un total de 75 tripulantes para luchar.
- Aparentemente, Teach sólo dispone de un barco, el Adventure, y 19 hombres que, además, han estado bebiendo.
- Con estos datos iniciales, ¿cómo es posible que el pirata pudiera siquiera aguantar? Sólo las dos balandras que lo persiguen lo hubieran puesto en apuros y, sin embargo, Barbanegra captura el Ranger y, al parecer, acaba con varios de sus tripulantes. ¿Ninguno de sus degolladores cayó o fue herido?
- El barco pirata encalla, y Maynard ordena que sus hombres se escondan en lugar de cañonearlo a placer para ablandar las defensas de su enemigo, permitiendo que el pirata aborde el Jane para llevar a cabo el enfrentamiento final.
- A todo esto, ¿qué pasa con las tripulaciones de los otros dos navíos? Cierto es que podrían haber tenido demasiado calado como para introducirse en los canales, pero los combatientes de ambos buques podrían haber sido trasladados a las dos balandras para reforzar la posición del oficial británico.
En resumen, que o se trató de un lamentable error
de estrategia por parte de Maynard que le supuso pasar más quebraderos de
cabeza de los necesarios, o de lo contrario esta batalla ha sido mitificada
para engrandecer aún más la figura de un personaje que ya de por sí había
entrado en la leyenda…
Bibliografía
§ Historia general de los robos y asesinatos
de los más famosos piratas, Charles Johnson (supuesto seudónimo de Daniel Defoe). 1724.
§ El Libro de los Piratas, Howard Pyle. 1921.
§ Quién es quién en la piratería, Philip Gosse. 1924.
§ Blackbeard the Pirate: A Reappraisal
of His Life and Times, Robert E. Lee. 1974.
§ El
Limbo de lo Perdido, John
Wallace Spencer. 1980.
§
Piratas,
Bucaneros, Filibusteros y Corsarios en América, Lucena Salmoral, Manuel. 1992.
§ When Blackbeard Scourged the Seas, George Humphrey Yetter. 1992. Artículo aparecido en un diario de Carolina
del Norte.
§
Los
Halcones del Mar, Rafael Abella.1999.
§ Blackbeard: The Man and the Myth, Julie Ann Powers. 1999. Artículo aparecido en un diario de Carolina
del Norte.
§ Blackbeard the Pirate King, Lewis J. Patrick. Una
biografía de Barbanegra escrita en forma más ligera, para un público juvenil.
§ Blackbeard's Flagship? Searching a Shipwreck for Clues, Julie Ann Powers. 1999. Artículo aparecido en un diario
de Carolina del Norte.
§ Blackbeard´s Last Stand, Jerry Hill. 2006.
§ Rewriting the legend of Blackbeard, Catherine Kozak. 2008.
§ Blackbeard's Ghost, S. E. Schlosser. 2008.
§ El
Capitán Teach alias Barbanegra, Daniel Defoe. 1726.
§ La Isla
del Tesoro, Robert Louis
Stevenson. 1885.
§ En
Costas Extrañas, Tim Powers.
1987.
Filmografía
§ Blackbeard, dirigida por Francis Bogas. 1911.
§ Blackbeard, the Pirate, de Raoul Walsh. 1952.
§ Blackbeard's Ghost, de Robert Stevenson. 1968.
§ Blackbeard, Terror at Sea, para la televisión. 2006.
§ Piratas
del Caribe en Mareas Misteriosas, Jerry Bruckheimer. 2011.
La figura de Barbanegra, como la de muchos otros
personajes míticos como Arturo o Robin Hood, ha sido fuente de inspiración para
gran cantidad de material, no sólo literario o fílmico: también podemos
encontrarlo, más o menos adaptado en su acepción habitual, en series juveniles
de televisión de corte manga (One Piece),
musicales (Blackbeard the Musical),
festivales (Blackbeard the Festival),
videojuegos (Port Royale 2, Sid Meier’s Pirates)… etc. Ha hecho
correr muchos ríos de tinta, y no sabemos seguro si tan amplios como los de
sangre que supuestamente derramó…
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