lunes, 17 de noviembre de 2014

EL PUEBLO DEL MAR



EL PUEBLO DEL MAR

José Francisco Sastre García

            Pocos mitos han fascinado más al ser humano que la existencia de criaturas humanoides viviendo en el mar, seguramente debido a la propia naturaleza del elemento en que se desenvuelven: los océanos, esas inmensidades azules, tan pronto calmas como bravías, siempre han inspirado entre los marinos una mezcla de fascinación y terror que éstos han sabido llevar al interior, a tierra firme, lo que con el paso del tiempo ha desembocado en historias acerca del no tan legendario kraken, el pulpo gigante, las sirenas, los tritones, los obispos de mar…
            No cabe duda de que el océano, en toda su enigmática extensión, celoso de los secretos que oculta bajo su superficie, desde criaturas que aún no hemos llegado a descubrir debido a las profundidades abisales en que se mueven, hasta restos de civilizaciones antiquísimas que la historia ha estado negando hasta que la evidencia se ha vuelto insoslayable (Mahabalipuram en la India, Mega en Cuba, Nan Madol en la isla de Ponapé, Yonaguni en Japón, restos frente a la bahía de Cádiz…), ha sido, es y será una continua fuente de sorpresas y misterios. Como el que vamos a analizar en este artículo, la enigmática y atrayente figura de la sirena.

El mito

            El origen de las sirenas, en cuanto que mítico, no está completamente definido: hay autores que las hacen nacer de dioses fluviales como Aqueloo o Forcis, bien por generación directa, bien por intervención femenina como puede ser la de las musas Calíope, Estérope, Melpómene o Terpsícore, figuras relacionadas con el canto y la danza. También se asigna como madres de estas criaturas a Mnemosine, diosa de la memoria, o a Gea, la Diosa de la Tierra. Pero no acaban ahí las ideas: Platón afirmaba que eran hijas de Fórcine y Ceto, la ballena, detalle que las convertiría en “cuñadas” de las legendarias Gorgonas (Esteno, Euríale y Medusa), y de monstruos como Equidna, Escila o incluso la serpiente guardiana de las manzanas de oro…
Acerca de si se trataba de una especie o de un número determinado de entidades, tampoco está la cosa demasiado clara: en origen parece tratarse de una concepción muy concreta, derivándose mucho más tarde hacia el concepto de raza: los mitos griegos citan a las sirenas en número de cinco, siete, ocho e incluso diez: sus nombres serían Agláope (la de bello rostro), Telxiepia (de palabras aclamantes), Telxínoe (deleite del corazón), Pisínoe (la persuasiva), Parténope (aroma a doncella), Ligeia (nombre que utilizaría posteriormente Edgar Allan Poe para su célebre cuento del mismo título, acerca de una mujer de belleza mortal, y que algunos autores trasponen como Lidia), Leucosia (ser puro), Molpe (musa), Radne (mejoramiento), o Teles (la perfecta)… Las más habituales de éstas fueron Leucosia, Ligeia y Parténope.
            Si bien inicialmente nacen como hermosas figuras humanas, no tardarán en adquirir un aspecto radicalmente distinto, el de mujeres-ave con el que aparecen en las representaciones griegas o en la Odisea de Homero. Acerca de esta transformación, hay diferentes versiones acerca de cómo se produce: buena parte se refieren a su intervención, o más bien la falta de ella, en la leyenda del rapto de Perséfone por parte de Hades, y el castigo o ayuda que supone su transformación: así, según unos cronistas, Deméter, la diosa de la fertilidad, las castigaría por no haber protegido a su hija; según otros, Zeus les da ese aspecto alado para poder perseguir al raptor; y para otros, ya al margen del mito de Perséfone, se trataría de una venganza de Afrodita por envidia de la gran belleza y seducción que ostentaban. O incluso, por parte de esta misma diosa, de un castigo por no querer ofrecer por orgullo su virginidad a mortal o dios…
            En esta misma línea que citamos se inscribe otra de las leyendas en torno a las sirenas, que cuenta que retaron a las musas a una competición de canto, y al perderlo perdieron igualmente sus plumas; siguiendo en esta línea, cuando Orfeo (durante las aventuras de Jasón y los Argonautas) y Ulises (durante la aventura de la Odisea) consiguieron escuchar su canto y resistir su letal atracción, la maldición que pendía sobre ellas se materializó y las condujo irremisiblemente a la muerte: se arrojaron al mar, convirtiéndose en escollos y pereciendo; según esta versión del mito, el cadáver de una de ellas, Parténope, alcanzó la orilla de la península itálica, empujado por las olas, y fue enterrado en un sepulcro por los habitantes de la zona; en torno a esta tumba crecería la actual Nápoles…
            La mayor parte de las referencias que se han encontrado del mito de la sirena se encuentran en la antigua Grecia: y curiosamente, como ya se ha dicho, su aspecto era más bien el de mujeres con cuerpo de ave, que atraían a los marinos con sus cantos para ahogarlos y devorarlos. Se piensa que el origen del término estaría en el griego seiren, “encadenado”, tal vez aludiendo a su capacidad para encandilar y atraer a sus víctimas, y éste, a su vez, según una corriente de investigación, provendría del sánscrito kimera, "quimera”, lo que proporcionaría al mito una antigüedad aún mayor de la que se pensaba.
            La imagen de belleza que transmiten es un añadido posterior: inicialmente debían ser poco menos que monstruos, cuyo único atractivo debía ser su melodioso e hipnótico canto: Horacio, en su Epistola ad Pisones, escribe jocosamente de la siguiente manera: “si en pez acabase lo que es una hermosa mujer por encima,/
¿aguantaríais la risa al verlo, camaradas?
            En el trasfondo de la mitología griega de la que arrancamos para estudiar estas leyendas, la sirena es una figura un tanto ambigua, sin una definición excesivamente clara acerca de su procedencia o atributos divinos o semidivinos; algunos investigadores consideran que su existencia está relacionada con el mundo de los muertos, debido precisamente a su aspecto: entre los griegos, los espíritus de los difuntos solían ser representados como seres alados, como símbolo de su vuelo hacia el otro mundo. Esto ha hecho pensar que la auténtica función de las sirenas, más que la destrucción de sus infortunadas víctimas, fuera la de transportar sus almas al inframundo griego, al Hades, función que, posteriormente, asumiría el dios Hermes como psicopompo (conductor de almas). Se les llegó a asignar incluso una localización muy concreta: habitaban en una isla del Mediterráneo, frente a Sorrento, aludiendo en ocasiones a la isla de Capri.
            El primer testimonio escrito en el que las encontramos es en La Odisea de Homero, pero podemos contemplarlas con la forma de mujeres-pájaro en multitud de representaciones artísticas muy antiguas, en ánforas, paredes…
            Si bien inicialmente no parecían tener ninguna relación con el medio acuático, excepto el hecho de atraer a los marinos con sus cantos, esta simbiosis mujer-agua fue siendo asimilada al recopilar y refundir en el mito de la sirena el aspecto que ya tenían otras criaturas de la mitología griega, como eran las ninfas, las náyades o las nereidas: pasaron lentamente de ser criaturas aladas a seres marinos, a adoptar la cola de pez y el atractivo irresistible, pero la gran diferencia la marcaron los caracteres: las sirenas marcaban un aspecto destructivo que no poseían las criaturas reseñadas previamente, de imagen más bien benefactora…
            Pero no pensemos que sólo hay sirenas en el mundo griego clásico: hay muchas mitologías que incluyen estas figuras, bien como divinidades, bien como seres surgidos de éstas:
·         Íntimamente relacionado con el mundo de las sirenas, procedente también del rico acervo griego, nos encontramos con Tritón, una divinidad que nace de Poseidón y Anfítrite, considerado como un mensajero de las profundidades marinas; se le representa de la misma manera que a las sirenas, y portaba, al igual que su padre, un tridente. Pero su principal atributo no era éste, sino la caracola que tocaba cuando pretendía elevar las olas del mar o calmarlas; el sonido de este objeto era tan terrible que cuando sonaba los gigantes huyeran, pensando que se trataba del rugido de una bestia salvaje… Hesíodo, en su Teogonía, afirma que moraba en un palacio dorado en las profundidades del mar, y la historia de los Argonautas sitúa su emplazamiento en las costas de Libia: cuando el Argos llegó a la Pequeña Sirte, la tripulación lo llevó hasta el lago Tritonis, desde donde la divinidad marina los guió por el Mediterráneo.
De Tritón se dice que fue padre de Palas y padrastro de Atenea, y en ocasiones se le asocia con Lamia para engendrar al monstruo Escila. En la Eneida, el trompetero de Eneas, Miseno, lo desafiaría a un concurso de trompeta, a resultas del cual el dios, descontento con la arrogancia del humano, lo arrojó al mar para que se ahogara.
Al igual que en el caso de las sirenas, la figura de Tritón pasó de ser una deidad para convertirse en una especie marina, que describirían personajes como el geógrafo Pausanias, Eliano, Belonio Nauclero, Litio Giraldo o Alejandro de Alejandro. Algunos investigadores piensan que esta evolución se debió sobre todo a la influencia de los dioses-peces fenicios.
  • Atargatis, la diosa que los griegos asociarían a Derceto aunque no son exactamente la misma, era una entidad asiria representada precisamente con el aspecto tradicional de las sirenas, esto es, mitad superior mujer, mitad inferior cola de pez. Gobernaba los mares, por lo que los pescadores y marineros procuraban mantenerse permanentemente congraciados con ella.
  • La ya citada Derceto, también de origen asirio, inicialmente no era anfibia, sino que su destino fue cruzarse en el camino de la tan bella como vengativa Venus (la Afrodita griega en el mundo romano): Diodoro Sículo menciona esta leyenda, según la cual la diosa asiria ofendió gravemente a la grecorromana, lo que devino en la venganza de ésta última: en primer lugar le inspiró el amor hacia un pastor, de resultas del cual nació una niña, Semíramis, que llegaría a ser reina de Babilonia; tras este nacimiento, la diosa helénica decretó que el amor que había unido a la pareja se acabara. Esto provocó la ira de Derceto, que abandonó a su hija, mandó matar a su amante y se arrojó al mar con la intención de morir; pero los dioses no permitieron ese final, convirtiéndola en una figura de tipo sirénido…
  • Dagón era un dios filisteo del mar, representado asimismo con torso humano y cola de pez, traspuesto a la mitología grecolatina como Tritón; su nombre deriva seguramente del ugarítico (ciudad de Ugarit, en Mesopotamia), y viene a significar “pez pequeño”; este culto se remonta aproximadamente al XXII a.C. Curiosamente, a pesar de las representaciones de medio pez de que se dispone, hay investigadores que lo asocian con las deidades de la agricultura debido a la posible raíz fonética, dagan, que en hebreo significa espiga (de cereal)…
  • En la mitología sumeria nos encontramos con un personaje sorprendente: Oannes, cabeza visible de un grupo al que se denominaba los annedoti,  annunaki o akpallus, seres de atributos anfibios, con un aspecto pisciforme que podían quitarse a voluntad, como una segunda piel, para mostrar un aspecto completamente humano. Esta criatura divinizada viene a ser un civilizador, una entidad que sale de las aguas del Golfo Pérsico de forma sistemática para enseñar a los humanos acerca de las artes y las ciencias, y después volver al mar; el principal cronista de estas criaturas fue Beroso, quien alude a que durante el reinado de Dahos (aproximadamente 2.780 a.C.) se aparecieron otros seres como él, y cita algunos nombres: Eudocus, Eneugamus, Eneuboulus y Anemeutus. Y aún más tarde, Apolodoro escribirá acerca de la aparición del último de estos seres, allá por el 2.450 a.C., durante el reinado de Enmenduranki, al que nombró como Anodaphus. A este respecto, ha habido autores, como Zecharia Sitchin recientemente o Peter Kolosimo y Erich von Daniken en la década de los 70-80, que han querido ver en este tipo de criaturas civilizadoras seres extraterrestres con escafandras que poseerían bases submarinas desde las que saldrían a civilizar a las culturas costeras de la época: pensemos que estamos aproximadamente en el tiempo en que Keops construye oficialmente la Gran Pirámide, prácticamente en los albores de la civilización: es un momento en que se produce un salto evolutivo extremadamente rápido de cazadores nómadas a habitantes de poblaciones sedentarias dedicados a la agricultura y la ganadería entre otras cosas… Destaquemos también otro aspecto acerca de este misterioso pueblo, que contrasta poderosamente con lo que sabemos o creemos acerca del pueblo del mar: Beroso asigna a los annedoti el término Musarus, que viene a significar “seres repulsivos”…
  • En Japón nos encontramos, en el mundo de las criaturas acuáticas humanoides, con los kappa, conocidos también como kawako, seres de aspecto peludo, con cuerpo de tortuga y extremidades recubiertas de escamas, con la cabeza similar a la de un mono en cuya parte superior se abre una cavidad con un líquido misterioso, que no es otra cosa que agua según algunas versiones, del cual extraen la gran fuerza que poseen. De personalidad ambigua, tanto maligna (se le atribuyen características vampíricas) como benigna (es pendenciero pero con honor, cumpliría las promesas que hiciera) según los cronistas y las leyendas a que accedamos, es una imagen un tanto distinta de la que estamos acostumbrados.
  • Si viajamos al mundo celta de las islas británicas, nos encontraremos con que estas figuras se consideraron como presagios de mala suerte, algo similar a las banshees: no sólo se movían en el mar, sino también en el agua dulce, dispuestas a ahogar a sus víctimas atrayéndolas mediante engaños, uno de los más habituales el de hacer creer a los infortunados que eran personas que se estaban ahogando. Aunque había alguna que otra excepción a esta regla, con sirenas que podían curar enfermedades y seres de aspecto gigantesco, hasta 600 m. Entre las tradiciones más clásicas, nos encontramos con las siguientes criaturas:
    • En una crónica irlandesa de 1215 encontramos una descripción acerca los seres que denominan masgugue: “Hasta la cintura tenía forma de cuerpo de mujer. Tenía grandes pechos, pocos cabellos, manos gordas al final de sus cortos brazos y largos dedos unidos como los pies de una oca. Se le ha visto cogiendo los peces con las manos y comiéndoselos. Este fantasma ha anunciado siempre alguna tempestad”.
    • La leyenda de Dahud, en Gales. Ésta era la princesa de Caer Ys, una antigua ciudad que pereció, castigada con una terrible inundación debido a los caprichos y pecados de esta buena dama, que se convirtió en sirena cuando, al huir su padre y ella de la isla que estaba siendo arrasada por las olas, cayó al mar y se ahogó.
    • También en Gales existe una leyenda muy popular, extraída de los mitos célticos acerca de las morgens, unas figuras que poseen prácticamente los mismos atributos de las sirenas griegas.
    • También procedentes de la mitología céltica tenemos en Irlanda a los merrows, de aspecto muy similar al de las morgens pero con una actitud mucho más cercana y benevolente hacia los seres humanos, aunque hay versiones que afirman que los machos merrow son más hostiles hacia los humanos que las hembras; poseen prendas mágicas con las que pueden hacer maravillas, hasta el punto de que si les es robada dicha prenda, el ladrón tendrá poder sobre el merrow. Así surgen tradiciones como las de los hombres que obligan a las merrows a casarse con ellos y aprovecharse de las riquezas que han amasado, aunque posteriormente las esposas recuperarán sus prendas y regresarán al mar, abandonando a sus hijos y maridos…
    • Viajando hasta Escocia nos encontraremos con los ceasg, de mitad inferior correspondiente a un salmón. Se dice de ellas que cuando son capturadas ofrecen tres deseos a su aprehensor si es devuelta al agua, pero hay una peligrosa contrapartida: si el hombre se enamora de ella, está perdido: es seducido y arrastrado a las profundidades, donde se ahoga.
    • Seguimos en las Highlands: ahora nos ocupamos de las selkies, unas mujeres marinas que mientras están en las aguas adoptan la forma de una foca, y que adquieren aspecto humano cuando salen a tierra, desprendiéndose de su piel; el comportamiento es similar al de los merrows, si se consigue robarles la piel se conseguirá una fiel esposa selkie, que se largará del lado de su marido cuando la mujer recupere su piel.
  • Siguiendo en el mundo celta, pero esta vez en la Bretaña francesa, podemos encontrar la leyenda, a todas luces una transposición de la de Dahud, o a la inversa: el nombre es Ahez, hija del rey Grallon de la isla de Ys, que entregó la ciudad al diablo; como castigo, la isla fue sepultada bajo las aguas, y la princesa, durante la huida, fue arrojada al mar, donde se convirtió en sirena.
  • En Alemania podemos observar a las nix, figuras asociadas a las sirenas: se considera de ellos que son malvados más por desesperación que por naturaleza, pues están condenados a expiar eternamente un pecado original del que no se habla en ningún momento, lo que les lleva a odiar a los seres terrestres y hacernos daño aunque en el fondo no lo pretendan como tal.
  • En los Países Bajos se conoce a las gentes del mar como merminne. De ellas se dice que pueden hacer, en ocasiones, profecías.
  • En Escandinavia, criaturas similares a las que acabamos de citar se llaman necks.
  • La leyenda más conocida acerca de las sirenas la transmitió en su inmortal cuento Hans Christian Andersen: ubicada esta historia en Dinamarca, cuenta cómo un pescador, en Copenhague, se enamoró de una sirena que, a su vez, sacrificó su vida marina y su aspecto de medio pez para vivir el resto de su vida junto a él. El escritor modificó la leyenda y en lugar del pescador colocó un príncipe al que la sirena salva de morir ahogado, introduciendo una bruja marina que es la que da a la mujer acuática el aspecto terrestre; el cobro de la bruja será temible, pues se queda con la lengua, arrebatándole la bella voz. La contrapartida de este hechizo era que si el príncipe se casaba con otra mujer la sirena moriría; irónicamente el noble se olvida de su enamorada y se casa con una mujer de su misma clase, lo que la lleva al borde de la muerte; sus hermanas le ofrecen un cuchillo mágico con el que debe matar al príncipe y poder vivir y recuperar su cola de pez, pero el amor que ella siente hace que se vea imposible de cumplir tal destino, prefiriendo convertirse en espuma; tal acto de sacrificio le proporcionará algo que ninguna sirena poseía, un alma inmortal… De resultas de esta leyenda surge la famosa escultura de La Sirenita que se puede observar en la capital danesa…
  • Viajemos hasta la lejana China, donde encontraremos tradiciones acerca de las habilidades de las sirenas: sus lágrimas pueden convertirse en perlas preciosas, además de ser capaces de tejer un material muy ligero, hermoso y transparente, lo que lo hace muy valioso; debido a estas características, los pescadores siempre andaban prevenidos para ver si podían pescar alguna, pero el canto de las sirenas dificultaba dichas capturas; sin embargo, otras tradiciones de este país milenario hablan de lo mal visto que estaba intentar capturar una sirena precisamente por su predisposición benévola hacia los humanos.
  • El mundo árabe tiene también sus propios pueblos del mar: en los relatos de Las Mil y Una Noches podemos leer acerca del aspecto y el carácter de estas criaturas, que pueden resultar dispares según el cuento al que accedamos: mientras que en Abdullah de los Pescadores y el Merman el protagonista se encuentra con una sociedad bajo el mar idéntica a la terrestre, en Las Aventuras de Bulukiya se da una descripción por entero idéntica a la de la sirena tradicional.
  • En el Amazonas nos encontramos con el mito de los yakurunas, la representación masculina de las sirenas clásicas: éstas son consideradas las madres de las aguas, protectoras de la pesca, que impiden que los pescadores se excedan en sus capturas, mientras que los machos se dedican a atrapar incautas, viviendo en maravillosos palacios subacuáticos. También se considera que pueden llevarse a las personas. En Centroamérica se habla de emberás o wandras,  en Perú de la sirena de Huacachina, en Chile de la Pincoya
  • En las islas Hawaii aún se habla de la leyenda de la Diosa del Océano, de la que se dice que habita en Lolohana, un país submarino cerca de una isla desierta.
  • Pero no necesitamos irnos tan lejos para conocer el mundo mitológico de las sirenas, en nuestra propia península tenemos varios ejemplos:
    • En Cantabria se cuenta la leyenda de la sirenuca, una criatura que antes de vivir en el mar fue humana: al parecer, debía tratarse de una muchacha muy desobediente y con tendencia a irse a nadar en lugar de ayudar en la casa, por lo que su madre, harta, llegó en una ocasión a exclamar: “Permita dios que te vuelvas pez”. La transformación debió ser rapidísima, y desde entonces su canto sirve no para destruir a los marinos, sino para alertarlos, en una excepción del carácter letal de la figura europea, de que se acercan peligrosamente a los acantilados.
    • En el País Vasco, las sirenas ostentan el nombre de Itsas-lamiak o itxas-lamiak, que se traduciría como lamias del mar. Se las conoce también con el término arrainandereak, mujeres-pez; aunque el término lamia coincide con el de la mitología griega, no parece aludir a la misma figura, ya que se trata de criaturas que en las montañas poseen pies palmeados de pato, y en el mar cola de pez, y su carácter es distinto: quien desee dominarlas tendrá que robarles el peine con el que se arreglan la cabellera, pero eso puede crear serios problemas, ya que las enfurece y pueden revolverse contra el ladrón, ahogándolo, o incluso atraer el mal tiempo a la costa; pero ésa es una pequeña parte de su carácter, pues en el fondo son apasionadas, pudiendo llegar a enamorarse de los marineros con que se encuentren.
    • En Extremadura son más bien de carácter fluvial, por otra parte lógico, ya que se trata de una comunidad sin costa: viven en los ríos, concretamente se dice que una vivía en el Tajo, a la altura de Garrovillas, y otra en la fuente de Luná, en Usagre, que se aparecería la noche de San Blas; su carácter se asimila al clásico, saliendo de las aguas para seducir a los incautos y arrastrarlos al fondo del río, donde se ahogarían.
    • La sirena de Finisterre, que por excepción entre el carácter seductor y destructivo que se asimiló con estos seres, protegería a los marinos de las voces de los ahogados. También en Galicia podemos observar la figura de la Serea, cuyo canto es maravilloso y funesto.
           
Esta figura evolucionará con el tiempo, para en la Edad Media, tras confundirse con la de los tritones, dar lugar a la imagen más tradicional que tenemos de estas criaturas, la de hermosísimas mujeres con busto humano y parte inferior de pez, convirtiéndose en un símbolo de la belleza y de la atracción, manteniéndose un componente que podríamos denominar perverso: en la época medieval, la imaginería que se le atribuía, como ya hemos comentado, era la de bellas mujeres de cabellos largos que sostenían instrumentos musicales, espejos, peines, con los que se arreglaban la cabellera en actitudes coquetas; esta imaginería se derivaba de la idea de que la cola era un emblema de la prostitución, y el espejo, además de objeto mágico, se había convertido en un atributo de la mujer impura, sirviendo para contemplar el rostro de la muerte o incluso como pieza importante para la práctica del culto al diablo. Posteriormente volvió a sufrir una leve evolución que la convertía en un modelo de transición desde las Carnestolendas (el consumo de carne) hacia la Cuaresma (consumo de pescado para sustituir la prohibición religiosa de la carne); e incluso más tarde volvieron a sufrir una nueva metamorfosis en su simbolismo, que no en su figura, y fueron presentadas amamantando a sus crías, dándoles una leche que era conocida entre los alquimistas como una sustancia especial que permitía el crecimiento rápido de las figuras legendarias y héroes que hubieran sido abandonados en el agua…
            Sin embargo, se mantiene en cierto modo la dualidad sirena-tritón, a pesar de que en ciertos ámbitos se asocian como el elemento masculino y el femenino de una misma raza: en las lenguas europeas, se separa claramente la sirena griega de forma de ave (en inglés siren, en alemán sirene) de la sirena medieval de cola de pez (en inglés mermaid, en alemán meerjungfrau).

            La mitología acerca de estas criaturas marinas ha seguido evolucionando hasta el punto de incorporarse a nuevas cosmogonías con aspectos completamente nuevos; ya en pleno siglo XX, la transmutación definitiva la plantearía Howard Philips Lovecraft en una obra en la que desarrolla lo que actualmente se conoce como los Mitos de Cthulhu, una cosmogonía delirante en la que criaturas llegadas de las más lejanas regiones del espacio en el albor de los tiempos pugnan por recuperar el poder que perdieron sobre los seres terrestres; en este tremendo escenario, el ya citado Cthulhu, una representación pavorosa que según algunos exégetas representaría las fuerzas del mar, sería el exponente principal de los Primigenios sobre la Tierra; los lacayos de esta criatura, que vive durmiente en un lugar submarino conocido como R’lyeh, y al que asigna una ubicación cerca de la isla de Ponapé (casualmente cerca de las misteriosas ruinas de Nan Madol), conocidos como Profundos, son unas horrendas y maléficas cosas con mezcla de humano, rana, pulpo y pez, cuyo objetivo es preparar el regreso de su Señor a base de una extensión lenta y sistemática de su población por todos los mares y de lanzar rituales y conjuros que debiliten los sellos que contienen a Ctulhu en su encierro… Lovecraft, en su conocimiento de las mitologías, tomó a su vez al Dagón filisteo y lo reconvirtió en una deidad dependiente del Gran Durmiente, una especie de mando intermedio, terrorífico y temible, que gobernaría a los Profundos en sus ciudades submarinas, ubicadas en lugares como la costa Este americana, en la zona de Nueva Inglaterra, en las costas inglesas, o en los archipiélagos del inmenso Pacífico…
            Es muy probable que el escritor de Providence se inspirara en los mitos y leyendas acerca de las criaturas del mar, sobre todo en la imagen de los mariños o los obispos de mar, de los que hablaremos un poco más adelante, criaturas que aunque marinas parecen ser de aspecto bípedo más que con cola de pez; esta imaginería debió impresionarlo profundamente, llevándolo a convertirlas en criaturas subhumanas, temibles, terroríficas, surgidas de las relaciones sexuales entre ellos y los terrestres; así, es muy notable ver el enorme paralelismo entre un caso supuestamente real acaecido en Galicia, y los sucesos que azotaron el imaginario pueblo de Innsmouth, en Nueva Inglaterra, donde los Profundos decidieron tomar la población y violar a las mujeres, dando lugar a híbridos que, con el paso del tiempo, irían tomando lo que Lovecraft definió como el “aire de Innsmouth”, y lanzándose al mar, donde vivirían de forma permanente y saldrían esporádicamente a sembrar el caos y su simiente…

La “realidad”

            Que nadie se llame a engaño: el título de este apartado no pretende demostrar nada, tan sólo es una exposición de una serie de datos que resultan cuando menos sorprendentes. Cada cual es muy libre de interpretar la información que viene a continuación como desee…
  • Principios del siglo I d.C.. Plinio el Viejo narra en sus obras diferentes avistamientos de los que tuvo noticias a lo largo de su vida:
    • Avistamiento de un extraño hombre pez en la bahía de Cádiz.
    • Avistamiento en una isla cerca de las costas de Lyons. Según la descripción que hace de estas criaturas, sus cuerpos serían ásperos y cubiertos de escamas de variado tamaño.
    • Un capitán del emperador César Augusto contempló numerosas sirenas muertas en una playa de las Galias.
  • 588 d.C. Pescadores de Belfast Lough, en Irlanda del Norte, oyeron el canto de una sirena y la capturaron con sus redes; la expusieron en una pecera y le dieron el nombre de murgen. Cuando murió la canonizaron con el nombre de Santa Murgen. De ella decían que no era pez porque cosía, y que no era mujer porque no podía vivir fuera del agua…
  • 601 d.C. Ambroise Paré, en su obra Des Monstres et Prodiges, cuenta que durante el reinado en Egipto de Manes (decimonoveno año del reinado de Mauritius Tiberius), éste, paseando por la orilla del Nilo, vio salir del agua a un hombre que sólo lo era hasta la cintura, y que la parte inferior era parecida a la de un pez; tres días después surgió otra criatura parecida, pero esta vez femenina, “pues la dulzura de su rostro, sus largos cabellos y sus senos lo mostraban suficientemente”. Estuvieron el suficiente tiempo sobre el agua como para que toda la ciudad los contemplara.
  • 1403. John Swan, en su Speculum Mundi (1635), cuenta que al Oeste de Frisia, cerca de Edam, fue encontrada una sirena atrapada en el barro; las mujeres la limpiaron de algas y musgo marino y la vistieron. Comía y bebía como un ser humano normal, pero tenían que sujetarla para que no regresara al agua. Vivió 17 años sin pronunciar una palabra, primero en Edam y después en Haarlem. La descripción que se hace de ella es que “era completamente velluda, cubierta e musgo y de plantas verdes, no decía ni palabra, pero parecía suspirar…”. Al parecer comía y bebía normalmente, e incluso la enseñaron a coser; cuando murió la enterraron en el cementerio, ya que consideraron que había manifestado algunos sentimientos piadosos. Se la conoce como la sirena de Pummermeer o Pummerpoort.
  • Diversos cronistas árabes mencionan en sus escritos que los marinos del Mediterráneo “pescan a menudo muchachas acuáticas de tez oscura y ojos negros, que hablan en una lengua incomprensible y ríen alegremente”.
  • 9 de enero de 1493. El propio Cristóbal Colón, durante sus viajes, llegó a ver lo que él mismo definiría como sirenas. En su diario de la fecha reseñada se puede leer: “El día pasado, cuando el Almirante iba al Río del Oro, dijo que vio tres sirenas que salieron bien alto de la mar, pero no eran tan hermosas como las pintan, que en alguna manera tenían forma de hombre en la cara. Dijo que otras veces vio algunas en Guinea, en la costa de la Manegueta”.
  • Segunda mitad del siglo XV. Durante este tiempo se extiende la historia del conocido como Pesce Cola o Peje Nicolau. De nombre Nicolás, al parecer era un hombre aparentemente normal, natural de Catania, en la isla de Sicilia: su principal característica era su habilidad en el agua, capaz de salvar grandes distancias a nado a gran velocidad y de aguantar la respiración bajo el agua durante mucho más tiempo de lo normal (se habla de hasta una hora). Hasta tal punto llegaban su resistencia que se le empleaba como correo marítimo, incluso en días de tormenta en los que los marinos no se atrevían a hacerse a la mar. Podía seguir a un barco nadando hasta alta mar, subir a él, hablar un rato con los marinos y regresar a tierra para dar a sus familias noticias de ellos. Hasta tal punto corrió su fama que el rey Federico de Nápoles y Sicilia quiso asegurarse de la veracidad de lo que se contaba: lo llevó al remolino de Caribdis, el punto más angosto del Estrecho de Messina, y arrojó allí por la borda una copa de oro, diciendo que si la recuperaba sería suya. Tras tres cuartos de hora de inmersión, el buceador regresó a bordo con ella. El monarca le interrogó acerca de lo que había visto, y él contestó hablando de tremendas visiones de monstruos marinos que habitaban en no menos terribles cavernas submarinas. Impresionado ante aquello, el rey quiso saber más, ordenando a Nicolás que volviese a sumergirse, pero éste se mostró remiso al respecto; para animarle, Federico le ofreció más oro y volvió a arrojar otra copa al agua. Aún reluctante, el Pesce Cola volvió a sumergirse: no volvió a salir nunca más…
  • Primera mitad del siglo XVI. Andreas Vesalio, médico personal del emperador Carlos V, presentó el cadáver de una sirena ante algunos círculos provilegiados de Amsterdam y Amberes.
  • 1515. Juan de Mandevilla, en su Libro de las Maravillas del Mundo, habla de la aparición de criaturas marinas humanoides.
  • 1550. El Licenciado Luis de Molina, en su libro Descripciones del Reino de Galicia y de las Cosas Notables, cuenta que un hidalgo pescó a una sirena en la isla de Lobeira, cuidándola con esmero hasta que “perdió las escamas”. Después la tomó por esposa, y tuvo hijos con ella a los que se conoció como mariños, pues al parecer poseían características tanto del padre como de la madre…
  • 1553. Diego Becersa y Hernando de Grijalva, navegantes españoles entre la península y América, avistan una pareja de criaturas extrañas de aspecto sirénido, de las que hacen bocetos y aseguran que tenían los brazos muy robustos.
  • 1560. Según el Diccionario Universal de Trevoux, unos pescadores capturaron siete tritones y nueve sirenas en la isla de Mannar, en Ceilán. Algunos misioneros españoles y el médico del virrey de Goa, Dimas Bosque, fueron testigos de los hechos; el examen anatómico que se hizo a los cuerpos les hizo convencerse de la semejanza de su cuerpo con el del hombre.
  • 1570. Antonio de Torquemada, en su Jardín de Flores Curiosas, habla a su vez de sirénidos en el litoral español. Una de sus narraciones es harto notable, pues recuerda sobremanera a una historia de ficción, La Sombra sobre Innsmouth, del maestro de Providence: “Andando una mujer ribera de la mar, entre una espesura de árboles, salió un hombre marino en tierra, y tomándola por fuerza, tuvo sus ayuntamientos libidinosos con ella, de los cuales quedó preñada, y este hombre o pescado se volvió a la mar; y tornaba muchas veces al mismo lugar a buscar a esta mujer, pero sabiendo que le ponían asechanzas para prenderle, desapareció. Cuando la mujer vino a parir, aunque la criatura era racional, no dejó de traer en sí señales por donde se entendió ser verdad lo que decía que con el tritón le había sucedido”.
  • Durante el siglo XVI se efectúan diversas representaciones pictóricas sobre las criaturas que llaman “obispos de mar”, extraños seres bípedos que más parecen el producto del escritor que ya hemos citado previamente, Lovecraft, basadas en los avistamientos que se habían producido. Uno de los que describen a estas criaturas es Conrado Gessner, un naturalista alemán, que dice al respecto que poseían una cabeza puntiaguda, como una mitra, y que uno de ellos fue capturado en el Báltico y enviado como curiosidad al rey de Polonia en 1531, pero se les escapó mientras lo paseaban por la playa; igualmente habla de la captura de otro de estos seres en la costa noruega.
  • 15 de junio de 1608. El explorador Henry Hudson relata en su diario cómo dos de sus marineros, Thomas Hilles y Robert Rayner, s encuentran con una sirena en las costas de las islas de Nueva Zembla, en la parte Norte de Rusia, durante una expedición destinada a la localización de una ruta directa hacia China. Según sus palabras, “… la mitad superior de su cuerpo era el de una mujer, incluyendo los senos. (…) Era alta de estatura, de piel muy blanca y con largos cabellos, que le cubrían la espalda. (…). Al zambullirse, los hombres observaron que tenía una cola como la de un delfín”.
  • 1610. El navegante inglés Richard Whitbourne escribe en su obra A Discurse and Discovery of New-Found-Land haber visto una en el Puerto de Saint John’s, en Terranova. Al parecer, intentaría subir a bordo de uno de los botes y un marinero, aterrorizado, la golpearía en la cabeza con un remo.
  • A partir del siglo XVII comienzan a aparecer momias de sirenas por todas partes: en realidad, se trata, como en el caso de la de FeeJee, exhibida por Barnum durante los años 40 del siglo XX y conservada en el Museo Peabody de Etnología y Arqueología de la Universidad de Harvard (Cambridge, Massachussets), o de la de Djibouti, de falsificaciones creadas por chinos y japoneses, que vieron en este mercado la posibilidad perfecta de hacer negocio, convirtiendo la taxidermia de sirénidos en poco menos que un arte: unían cuerpos de mono a colas de pez en una figura sin solución de continuidad, con tal perfección que daba una sensación muy realista…
  • 1670-1679. Conocido como el hombre-pez de Liérganes, la historia de Francisco de la Vega se ha convertido en el prototipo de hombres-pez más extendida. Es ésta una historia que estudió extensamente el Padre Benito Jerónimo Feijoo, persona poco dada a fantasear y muy dispuesta a acabar con las supersticiones de la época, lo que da a esta leyenda un matiz de realidad prácticamente imposible de soslayar. De hecho, el escepticismo del que hace gala a lo largo de toda su obra desaparece ante este insólito caso…
Natural del pueblo de Liérganes, en Cantabria, allá por el siglo XVII, nace Francisco de la Vega, un muchacho, según las descripciones, que crecería vigoroso, hasta el 1,80 de altura, de cabello rojo y corto; de las características que supuestamente alcanzaría tras su notable hazaña hablaremos más tarde, de momento digamos que las actas de nacimiento que se conservan en Santillana del Mar atestiguan su cierta existencia, y los múltiples testigos de su vida, puestos por escrito en las obras de Feijoo y otros que discutieron acerca de lo sucedido y la posible existencia de los tritones.
La cuestión es que Francisco dio bastantes quebraderos de cabeza a sus progenitores: le encantaba nadar en el mar, hasta el punto de que era conocido con el apodo de “el sireno”; de hecho, su madre, exasperada, solía recriminarle con la expresión “¡Permita la Virgen que te conviertas en pez!” (¿Les suena de algo?). Cuando enviudó, mandó al muchacho a Bilbao para que aprendiera el oficio de cerrajero. Corría el año 1674, cuando Francisco, con unos amigos, se fue a nadar a la ría: a partir de ese momento, desaparecería…
Pasó el tiempo y todos pensaron que se había ahogado; el lógico dolor se extendió por Liérganes, mitigándose poco a poco.
Sin embargo, cinco años después, en 1679, la historia daría un significativo vuelco: en la bahía de Cádiz, unos pescadores descubrieron a un hombre que nadaba y se sumergía repetidamente, decidiendo “pescarlo” con sus redes. Cuando lo consiguieron se encontraron frente a un hombre pelirrojo, con la piel escamada y las uñas desgastadas por la sal marina. No hablaba palabra alguna, tan sólo emitía sonidos guturales y algo que les sonó a “Liérganes”, ni daba señales de reconocimiento, por lo que fue trasladado al convento de San Francisco, donde esperaban que los curas lo libraran del mal que al parecer aquejaba su alma. Ante todo aquello, los monjes acudieron a fray domingo de la Cantolla, Secretario del Santo Oficio y, casualmente, procedente de la citada aldea cántabra, quien comenzó a atar cabos relacionándolo con la antigua desaparición de Francisco de la Vega. Fue entonces cuando un monje llamado fray Juan Rosendo se ofreció a devolverlo a su hogar, como comprobación y acto piadoso en caso de atinar: tanto su madre como dos de sus hermanos, uno de ellos también sacerdote, lo reconocieron al momento.
Por decirlo suavemente, el hombre-pez volvió severamente perturbado: prácticamente no se inmutaba por nada, y las únicas palabras que pronunciaba con claridad eran pan, tabaco y vino. Si tenía que ir a Santander, no se molestaba en esperar a que llegara la barca: simplemente, se lanzaba al agua y cruzaba el espacio existente a nado. Así fue como en una de aquellas escapadas desapareció definitivamente de la vista de los suyos…
El aspecto que mostraba Francisco después de su supuesta hazaña, nadando desde la ría de Bilbao hasta Cádiz, podría entenderse como una natural adaptación al medio acuático, pero, ¿es eso suficiente para explicar lo sucedido? Gregorio Marañón, a este respecto, comenta que las características fisiológicas que se observaron eran casi con seguridad debidas a la ictiosis, enfermedad que explicaría incluso su capacidad para permanecer sumergido durante períodos de tiempo muy prolongados, por un problema de insuficiencia tiroidea; y su glotonería y costumbre de comerse las uñas, así como su actitud, eran síntomas característicos de cretinismo, una enfermedad por entonces típica en la montaña santanderina. Sin embargo, antes de su primera desaparición, ningún dato ni testimonio da fe de que el muchacho pudiera tener trastorno mental alguno…
¿Pasó realmente cinco años nadando en el mar, desde la costa cántabra hasta la bahía de Cádiz? Sus habilidades natatorias eran excepcionales, pero hasta ese punto…
El recuerdo de Francisco se mantiene en una piedra-monumento a su nombre en la localidad que lo vio nacer, Liérganes.
  • 1717. Adriaan van der Stel, gobernador de Amboina, en el archipiélago de las Molucas, hace el siguiente relato en su obra Peces Extraordinarios, acompañándolo de un dibujo de la criatura: “Monstruo parecido a una sirena, apresado en la costa de Borneo o Boeren, en el departamento de Amboine. Tenía una longitud de 59 pulgadas (alrededor de metro y medio), grueso en proporción, como una anguila. Ha vivido en tierra, en una cuba llena de agua cuatro días y siete horas. De vez en cuando lanzaba grititos como los de un ratón. No quiso comer nada, aunque se le ofrecieron pequeños peces, cangrejos, etc. Después de su muerte en su cuba se encontraron algunos excrementos semejantes a los de los gatos”.
  • 1758. Se dice que en la feria de Saint Germains, en Francia, fue exhibida una sirena. Debía tener unos 61 cm. de longitud (¿joven?), era muy activa y nadaba con gran entusiasmo en la cuba donde era presentada. Sus alimentos eran el pan y el pescado, y cuando se mantenía en descanso lo hacía siempre en posición erecta. Según las descripciones, era una hembra, “con las feas características de un negro”, con la piel áspera, orejas muy grandes y la parte de la espalda y la cola cubiertas de escamas…
  • 12 de enero de 1809. Cinco personas fueron testigos de las evoluciones de una sirena de largos cabellos de color verdoso en las aguas de la bahía de Sandside, en el condado escocés de Caithness, durante alrededor de hora y media. Una de las testigos, Elizabeth McKay, hija del párroco de Reay y, por tanto, con una reputación que cuidar, le escribirá una carta a una mujer llamada Innes Dowager en la que le explicará que “no he contado nada que no viera claramente, y dado que mi prima (otra de las testigos) y yo hemos combatido con anterioridad la creencia (muy frecuente entre las gentes de clase baja) en que se han visto frecuentemente sirenas en esta costa, nuestra evidencia no puede pensarse debida a ningún prejuicio preformado a favor de la existencia de esta maravillosa criatura”.
  • 8 de septiembre de 1809. El London Times publica la declaración de un maestro de escuela, William Munro, que explica que doce años antes había tenido un encuentro similar en el mismo lugar que el caso anterior: mientras iba caminando por la playa en verano, vio sobre un promontorio lo que en un principio le pareció una joven desnuda que se dedicaba a peinarse con los dedos una larga cabellera de color castaño, quedando la mitad inferior de su cuerpo cubierta por las aguas. Sabía que nadar en aquella zona era peligroso, por lo que la examinó con mayor detenimiento: “su frente era redondeada, los carrillos mofletudos y las mejillas rubicundas; sus ojos eran azules, su boca y sus labios parecían completamente normales; no pude descubrir sus dientes, pues tenía la boca cerrada y sus senos, su abdomen, sus brazos y sus dedos correspondían en tamaño a los de un adulto de la especie humana”. Tras unos minutos, la criatura se dejó resbalar lentamente hacia el mar y desapareció.
  • Mayo de 1817. Publicado en el número de abril de 1820 de la revista Journal of Science, procede del diario de a bordo del barco Leonidas, que navegaba desde Nueva York a Le Havre. El capitán, Asa Swift, dejó escrito el encuentro de su tripulación con uno de esos seres: de alrededor de un metro y medio de longitud, “nadie a bordo había visto nunca un pez parecido; de hecho, todos pensaron que era una sirena”. Estuvieron contemplando la aparición durante unas seis horas, tiempo en el que a ratos se mantenía en posición erguida, mirándolos con curiosidad, mostrándoles sus pechos y “su cara blanca, exactamente igual que la de un ser humano”, y otras se sumergía para volver a aparecer después, dejando ver su parte inferior, “la de un pez perfecto en la forma”.
  • 9 de noviembre de 1822. El London Mirror publica una carta enviada por un tal Mr. Toupin, de Exmouth, en East Devon, en la que éste cuenta cómo durante una excursión en barco todos los presentes pudieron escuchar un sonido que no resultaba desagradable, para ver a continuación a una sirena que nadaba alrededor de la embarcación en que viajaban; uno de los navegantes le arrojó trozos de pescado, que la criatura tomó y comió con avidez. Acerca de este ser declararían que “la cara recordaba a la de una foca, aunque mucho más agradable, poseyendo una dulzura que hacía el conjunto muy interesante”. Sus brazos terminaban en manos de cuatro dedos palmeados, y la cola parecía cubierta de escamas “que reflejaban los rayos del sol de una forma maravillosa”. Los excursionistas pudieron disfrutar de aquella visión.
  • 16 de noviembre de 1822. El mismo periódico del avistamiento anterior publica información acerca de una antigua aparición: el 13 de octubre de 1811, un hombre llamado John M’Isaac, de 29 años, hace una declaración jurada en Campbeltown, en la península de Kyntire, Escocia, en la que afirma que esa tarde había podido contemplar una sirena sentada sobre una roca. La observación debió durar alrededor de un par de horas, tiempo durante el cual el espectador pudo observar los detalles de la criatura: mediría alrededor de metro y medio, y el cabello largo, de color castaño; después la mujer se arrojó al agua, lavándose los pechos durante un rato para finalmente desaparecer. Esta declaración jurada fue ratificada por dos clérigos y un juez de paz, que aseguraron que el testigo era un hombre sobrio, serio y fiable.
El mismo día de este avistamiento, 13 de octubre, una niña llamada Katherine Loynachan, mientras conducía el ganado de su padre cerca de la playa, aseguró haber visto también a la sirena. Declaró que su cara era “como la de un niño y blanca”, y que se lavaba constantemente los pechos con una mano. Pensando que se trataba de alguien que se había caído de un barco y que se estaba ahogando, corrió a casa para avisar a sus padres, pero cuando volvieron al lugar allí ya no había nadie.
  • 1823. Avistamiento de una sirena en la Antártida, de la que se dice que tiene los cabellos verdes.
  • 1830. Volvemos a las costas escocesas: en la isla Bembecula, cerca de la costa occidental de las Highlands, en Sgeir Na Duchadh, cerca de Grimnis, un grupo de personas que estaban recogiendo algas marinas vieron una sirena nadando cerca: los muchachos le tiraron piedras, y uno de ellos la alcanzó en la cabeza. Unos días después, su cadáver fue arrojado por las olas a la playa de Cuile, en Nunton, a unos tres kilómetros de distancia. La parte superior del cuerpo era como la de un niño de unos 3 ó 4 años, con unos pechos exageradamente grandes, y la inferior como la de un salmón, pero sin escamas. El alguacil del distrito, a la sazón Duncan Shaw, mandó construir un ataúd a medida: al entierro acudió una multitud curiosa…
  • Junio de 1833. Robert Hamilton, en su obra de 1839, The Natural History of the Amphibius Carnivora, evoca el caso de un barco pesquero que capturó una criatura marina extraña en las Shetland, en las cercanías de la isla de Yell: al parecer medía cerca de un metro de longitud, con la parte superior del cuerpo de aspecto humano y pechos de mujer; cara, frente y cuello eran cortos como las de los monos, pero la boca y los labios les resultaron indudablemente humanos. De brazos pequeños y dedos no palmeados, su piel debía ser suave y de una tonalidad grisácea. No debió mostrarse agresiva en ningún momento, lo único que hizo fue emitir una especie de sonido quejumbroso. Aunque la curiosidad era mucha, la superstición pudo más por lo que los pescadores decidieron devolverla al mar tras tres horas en el barco.
  • 1863. En la obra Iceland, Its Scenes and Sagas, Sabine Baring-Gould cuenta el hallazgo de una de estas criaturas en el estómago de un tiburón que había sido capturado en la costa Norte islandesa.
  • 31 de marzo de 1869. En su obra publicada en 1969, Le Légendaire de la Mer, Jean Merrien alude a un avistamiento sucedido en el archipiélago de las Bahamas al capitán Revoil. Según nos cuenta, seis hombres habían desembarcado en un bote y se dirigían hacia la costa para pescar, cuando vieron a pocos metros un ser que surgía del agua, al que describieron como “una sirena de una gran belleza, que no cedía en nada a las mujeres más atractivas”. Al parecer tenía una gran cabellera azul y las manos hendidas, y la parte inferior de su cuerpo, que podían distinguir perfectamente, acababa en una gran cola de pez.  Se dedicó a lanzar agudos chillidos hasta que le arrojaron naranjas, que se comió vorazmente mostrando unos soberbios dientes amarillos. El capitán ordenó que se acercaran a la criatura, con lo que la sirena se sumergió, apareciendo de nuevo por detrás de la chalupa; uno de los marineros saltó al agua, intentando atraparla, pero el capitán, temiendo que todo aquello pudiera ser un mal presagio y acarrearles mala suerte, sacó su pistola y disparó a la sirena a la cara, hiriéndola: se sumergió y no volvió a aparecer más…
  • Siglo XX. Un pescador de la isla Muck, perteneciente al archipiélago de las Hébridas, afirmó haber visto una sirena mientras se peinaba su melena, sentada sobre una caja de madera flotante de las que se utilizan habitualmente para mantener vivas las langostas; cuando la criatura se dio cuenta de que estaba siendo observada, saltó al agua y desapareció. El pescador, de apellido Gunn, mantuvo su versión de que se trataba de una sirena hasta el día de su muerte…
  • 3 de enero de 1957. Durante la travesía de Tahití a Chile en una reproducción de una balsa polinesia, Eric de Bisschop contó que uno de sus marineros, alrededor de la medianoche, acudió a él totalmente fuera de sí para explicarle que una extraña criatura de cabello que semejaba un matojo de finas algas y cola de pez había saltado a cubierta. Al parecer se había acercado para tocarla, a lo que la criatura había respondido con un seco golpe que lo derribó, regresando de nuevo al mar del que había salido. Aunque inicialmente no creía lo que le contaba, De Bisschop hubo de admitir que el hombre no mentía, al descubrir en sus brazos unas escamas brillantes…
  • Septiembre de 1957. Avalado por el Instituto Real Británico de Oceanografía, y explicado por Anthony Laughton, un conocido explorador, se produjo un descubrimiento asombroso del cual se llegaron incluso a hacer fotografías: a aproximadamente 4.000 metros de profundidad, en el fondo oceánico atlántico, se descubrieron lo que a todas luces parecían las pisadas de una criatura bípeda, en todo semejantes a las de un ser humano.
  • Siguiendo leyendas ancestrales acerca de la presencia de seres humanoides en el lago Baikal y la enorme multitud de ríos y afluentes que desaguan en él (alrededor de 340), nos encontramos con que en el río Selenga, en la República Rusa de Buryatia, a unos 100 km. al sudeste de este lago, en algún momento del siglo XX se “pescó” una sirena que permanece expuesta en el museo etnográfico de Ulan-Ude, la capital de la República. Este hecho no pudo ser conocido hasta después de 1991, momento en que por fin las puertas de la región se abren a los extranjeros. Esta criatura es conocida como la sirena del Baikal.
  • 2009. En la ciudad costera israelí de Kyriat Yam existen leyendas locales acerca de la existencia de sirenas en sus aguas, incluso hay habitantes de la localidad que aseguran haberlas visto, por lo que el alcalde ofrece ese año un millón de dólares de recompensa por demostrar la existencia de ese ser.
  • 2012. Por la Red corren una serie de fotografías del cadáver de un tritón encontrado en una playa. A juzgar por las imágenes, la sensación general es de que se trata de un nuevo fraude para mantener la credulidad viva.
  • 2012-2013. El vídeo de una supuesta sirena, colgado en Internet, da la vuelta al mundo: grabado desde lo alto de un acantilado, en la costa de Kyriat Yam, en Israel, muestra a una persona que está sobre una roca y que, cuando descubre que está siendo observada, se lanza al agua, dejando ver una gran cola de pez. Tras la conmoción que supuso la circulación de semejantes imágenes, el canal Animal Planet hubo de salir al paso y explicar que era totalmente falso: se trataba de secuencias extraídas de un pseudo-documental que había rodado el canal en Estados Unidos. Al parecer, con el título Sirenas: la Nueva Evidencia (Mermaids: the new evidence), era la segunda parte de un documental titulado Sirena: el Cuerpo Hallado (Mermaid: the body found). Según los realizadores es “ciencia ficción basada en hechos reales”, (¿Cuáles son los hechos reales, y cuál la ficción?) hasta el punto de que tras emitir el documental recibieron un aluvión de llamadas para que les confirmaran que, efectivamente, existían las sirenas. Ya antes de la emisión, los productores explicaron que en este documental habían intentado usar teorías acerca de la evolución humana y unos ejemplos existentes en la naturaleza para crear una “historia imaginada sobre un mito contemporáneo” (¿?). Por el momento, el siguiente aluvión que ha recibido Animal Planet ha sido de críticas por exponer de una manera tan ambigua algo ficticio en un canal supuestamente serio y dedicado a la ciencia y la naturaleza… Y aunque el debate parece definitivamente saldado, sigue habiendo defensores y detractores, entre éstos últimos se asegura que se ve claramente que el vídeo es falso porque “se nota perfectamente que la criatura es un montaje y que los 'actores' lo hacen fatal”.
  • 2013. Nuevo vídeo de sirenas: al parecer, un español “turisteaba” por la Gran Barrera de Arrecifes de Coral de Australia, y grabó unas imágenes de lo que parecía imposible: según él mismo narra, ni él mismo se creía lo que acababa de filmar, así que dispuesto a corroborar o desechar el asunto volvió al día siguiente y efectuó una nueva grabación. ¿Es creíble? Intentar sostenerlo en base a las teorías conspiranoicas de censura y ocultación queda muy bonito, y podría ser hasta correcto, pero no suficiente: es mucho más eficaz pasar las filmaciones por el tamiz de expertos en edición multimedia, y comprobar si hay retoques, y si no los hay, analizar secuencia a secuencia las imágenes, ya que podríamos estar meramente ante una bañista con un disfraz… Al margen de que ya hay quien se ha encargado de “destripar” dichas imágenes. Por mi parte, comentar tan sólo que los comentarios y explicaciones que se escuchan no me han resultado demasiado convincentes, e incluso sugeriría que se pueden leer ciertas cosas entre líneas: al parecer, esta misma persona ya creó polémica antes con otros vídeos de temáticas similares, en un aparente afán de notoriedad…
  • 6 de abril de 2013. Un nuevo vídeo grabado desde el interior de un batiscafo en aguas de Groenlandia: éste es mucho más espectacular, puesto que la aparición es prácticamente en primer plano: para empezar, una repentina mano palmeada y blanquecina se apoya en el cristal del sumergible, y después ante la cámara se ve algo que parece un ser humano de aspecto medio momificado, medio abisal…

He tenido ocasión de contemplar más vídeos en los que supuestamente se observan sirenas: uno rodado en Benidorm, otro en el Mar del Plata,… Pero, para ser sincero, en estos que cito no he sido capaz de ver ni una triste cola, tan sólo peces, delfines y otras criaturas marinas perfectamente identificables.

Consideraciones

Como puede observarse en el apartado anterior, prácticamente no hay sitio para la aceptación de la posibilidad de que estemos compartiendo el mar con una raza de humanoides de cola de pez. Y, sin embargo, hay un planteamiento básico que no podemos pasar por alto: es evidente que prácticamente todos, por no decir todos los vídeos, son fraudes ideados con intenciones sensacionalistas y búsqueda de notoriedad en el mejor de los casos, de la misma manera que muchos de los avistamientos hasta el siglo XVIII pueden ser explicados por la teoría de los manatíes y los dugongos; pero, a partir del siglo XVIII, fecha en que estas criaturas son ya perfectamente conocidas, ¿cómo explicar las descripciones de los testigos? Es una época en la que hablar de estas cosas supone, en el mejor de los casos, que se rían de ti y te tomen por loco, y en el peor que te encierren en un sanatorio mental, así que, ¿qué podían pretender ganar contando algo así salvo problemas? Tal vez habría que pensar que esos casos no son otra cosa que la punta de un insólito iceberg, que hubo probablemente muchísimos más avistamientos y que la mayoría de los marinos decidió guardar silencio para salvaguardar su propia credibilidad…
Si partimos de la posibilidad de su existencia lo primero que tenemos que pensar es en la falta de pruebas incontestables: este detalle, por sí solo, debería hacernos pensar que sus refugios están en medio del mar y a profundidades a las que ningún submarino o batiscafo es casi capaz de llegar; desde aquí, si realmente se pretende dar una respuesta definitiva a este enigma, propongo que se utilice Google Earth para rastrear la geología submarina a conciencia, a ver qué sorpresas nos deparan las profundidades oceánicas…
La presión a esas profundidades, que oscilaría entre los 500 metros en los taludes continentales y los 6.000 de media en los fondos oceánicos, por no hablar de las profundidades de las simas abisales que pueden llegar hasta los 11.000 metros, hace prácticamente imposible la existencia de construcciones artificiales “normales”, así que sólo les quedaría vivir en cuevas; y, por supuesto, ¿resistirían esas criaturas la presión extrema? Sólo tenemos que estudiar un poco el aspecto de las criaturas abisales, perfectamente adaptadas a un medio tan hostil como ése, para comprobar que a esas profundidades no pueden existir seres humanos tal y como los conocemos, que su aspecto habría de ser netamente distinto al nuestro, precisamente por la necesidad de evolucionar y adaptarse al medio…
En este sentido, merece la pena detenernos en la posible apariencia que uno de estos “tritones” poseería: a tenor de los avistamientos, demasiado románticos para mi gusto, serían mitad persona, mitad pez, pero no parece demasiado probable: hay cuestiones de peso para especular con una apariencia no demasiado humanoide.
  • En primer lugar, la cuestión “hidrodinámica”: al igual que en el aire, las criaturas que se mueven en el entorno acuático se adaptan a él. Observando las características de cetáceos y peces, podemos comprobar varios puntos evidentes:
    • En primer lugar, olvidémonos de las largas y sedosas cabelleras que ostentan nuestras “maravillosas” sirenas: son completamente “antihidrodinámicas", ya que podrían enredarse con suma facilidad en corales y plantas submarinas, y además aumentarían notablemente la fricción en el medio acuático, frenando las capacidades natatorias de estos seres.
    • Por el mismo motivo, olvidémonos de los grandes pechos: para mejorar la capacidad de natación, tendrían que reducirse hasta la mínima expresión. Incluso nos olvidaríamos de rasgos muy destacados, como pueden ser orejas prominentes, narices (en este caso se podría especular con que la mandíbula se alargaría a la forma del delfín o el tiburón para minimizar el rozamiento), etc; incluso habría que pensar que los rasgos craneales se “afilarían” para adquirir una figura más acorde con el medio oceánico…
    • La piel habría de ser escamosa o, cuando menos, satinada, muy tersa y lisa.
    • Los miembros superiores, esto es, los brazos y manos… Pero vamos a ver: la evolución ha hecho que en peces y cetáceos se transformen en aletas, así que ésa es la lógica que dicta también en el caso de sirenas y tritones. Sólo se me ocurre una explicación para que se mantenga esta situación, y es que esta especie sea muy reciente, de pongamos por ejemplo 15.000 años para acá; sería un tiempo muy corto para un cambio tan notorio como ése.
    • Y, por supuesto, para poder respirar durante mucho tiempo bajo el agua, tendrían que haber desarrollado algún tipo de sistema branquial o similar.
  • Pensemos en el hábitat en el que se desenvolverían habitualmente: ¿en superficie, en profundidades medias, o en profundidades abisales? Si es en superficie, podríamos explicar por qué cada vez se ven menos: entre la contaminación marina y el peligro que suponen las hélices de las embarcaciones, es lógico que podamos haber acabado con muchas incluso sin habernos dado cuenta; si es en profundidades medias, la adaptación supondría, posiblemente, una visión superior a la habitual nuestra, con unos ojos más grandes o, al menos, las pupilas más grandes para captar la mayor cantidad posible de luz; y si estamos en profundidades abisales, ya ni les cuento: teniendo en cuenta las tremendas presiones que se producen a esas profundidades, y el tipo de criaturas que se mueven por ahí, podemos apostar a que su aspecto sólo sería vagamente humano; de hecho, el vídeo grabado en el batiscafo tiene un punto de coherencia en este sentido, aunque sigan existiendo serias dudas de que sea real: la mano es palmeada, de cuatro dedos largos y finos, y el ser que se observa entre sombras tiene más el aspecto de una momia que de un ser humano normal…

Otra cuestión que habría que plantearse, si deseamos estudiar la posibilidad de su existencia, es el carácter con el que nos estaríamos enfrentando: ¿se trataría de una raza nómada, migratoria, como muchos peces o cetáceos, o de una especie sedentaria, que hubiera llegado a conformar una civilización con poblaciones submarinas? En este último caso, tendríamos que pensar el nivel de cultura que pudieran haber llegado a adquirir, y que tendría que demostrarse de alguna manera en los avistamientos, cosa que no parece ocurrir: en todos los casos estamos ante figuras que se dedican a nadar o a “vaguear” sobre las rocas, lo que posiblemente esté indicando un carácter netamente nómada… Aunque el abultado número de avistamientos protagonizados en las costas escocesas podría estar sugiriendo algún tipo de asentamiento.

La teoría más extendida acerca del origen del mito de las sirenas, que ya hemos mencionado al principio de esta sección, se encuentra en su asociación con los manatíes y los dugongos, especies de mamíferos acuáticos que, merced a esta idea, fueron comprendidos dentro de un nuevo orden, el de los sirénidos: son criaturas más bien feas, cuya característica más sobresaliente es que se mantienen erguidos sobre la superficie marina, mostrando las hembras pechos prominentes, lo que podría inducir a los marinos a creer que estaban viendo a una mujer; y las descripciones que hemos visto de Beroso o de otros autores, hablando de su fealdad, podrían respaldar esta hipótesis. Lo sorprendente es que los marinos creyeran estar viendo una mujer con una amplia y larga cabellera, cuando estos mamíferos no tienen vello...

Hay quien ha intentado dar la explicación de la existencia de las sirenas en base a las consideraciones de la teoría de la evolución: Alister Hardy, en la década de 1930, propuso una teoría que Elaine Morgan se encargó de completar y difundir.
Básicamente, la idea de la que se parte, conocida como la del mono acuático, popularizada en 1972 en el libro de Morgan, The Descent of Woman, es que en el momento de la separación de los otros primates, nuestros antepasados habrían vivido realmente en los mares; ésta sería la explicación de la pérdida del vello corporal, la capa protectora que tienen prácticamente todos los mamíferos terrestres, y el hecho de que nos movamos tan fácilmente en el agua (¿?), mientras que nuestros parientes más próximos, los chimpancés, las pasen canutas en cuanto se meten en zona un poco profunda; también explicaría la posición bípeda, adquirida al introducirnos en aguas cada vez más profundas (¿o cada vez menos profundas?)… Un hecho insoslayable es que nuestro cuerpo dispone de una gruesa capa subcutánea de grasa, que estas autoras explican como un recuerdo atávico de nuestro tiempo en el mar. Van aún más lejos cuando aseguran que incluso la especializada mano de que disponemos procedería de nuestros tiempos acuáticos, puesto que esa extrema sensibilidad se haría muy necesaria para poder palpar y manejar la comida y las cosas en el agua…
Según esta arriesgada hipótesis, una parte de la humanidad habría salido de las aguas para dar lugar a las especies que evolucionarían hasta la actual, y la otra habría preferido mantenerse en el medio oceánico, dando lugar a la raza de las sirenas y los tritones, por lo que sus defensores aventuran que para encontrar el auténtico eslabón perdido habría que buscar en las zonas que constituyeron las costas africanas hace un millón de años. Ahí es nada…
Como teoría es bastante coherente, y da respuestas a algunas cuestiones, pero falla la pregunta fundamental: ¿dónde están las pruebas que puedan apoyar y certificar esta teoría?

Al respecto de estas aparentes mutaciones o evoluciones paralelas, tenemos que comentar la existencia de una enfermedad conocida como sirenomelia, que consiste ni más ni menos que en una malformación congénita, extremadamente rara, que se puede dar en 1 de cada 100.000 recién nacidos: los miembros inferiores del afectado se fusionan en lo que aparentemente podría ser una cola de pez, provocando graves malformaciones en todos los niveles inferiores del cuerpo: gastrointestinales, genitourinarios… Se trata de una enfermedad letal, a la cual, que se sepa, sólo se han producido dos casos de supervivencia a largo plazo, el de Tiffany Yorks, de 25 años, norteamericana, y el de Milagros Cerrón, peruana, de 9 años.

Hay otras teorías que se ofrecen al respecto de este misterio, indemostrables al menos de momento, y que parecen más propias de la ciencia ficción:

·         Los mundos paralelos. Tal y como estamos hoy en día con los avances científicos en lo que respecta a la mecánica cuántica, las teorías de cuerdas, etc., no resulta descartable pensar que en nuestro mundo pueda haber puntos en los que estemos en contacto con realidades ajenas a él, pertenecientes a dimensiones a las que habitualmente no se tiene acceso excepto en condiciones muy concretas…
·         “Vórtices” especiales de energía que provocarían estados alterados de conciencia que conllevarían alucinaciones en los testigos.

A juzgar por lo que hemos ido viendo a lo largo de este artículo, no parece haber demasiadas probabilidades de que estemos compartiendo el mar con una civilización de humanos acuáticos; y, sin embargo, cuán bonito sería creer que ahí abajo hay algo más que plantas, peces y mamíferos marinos como las ballenas o los manatíes…

Bibliografía

  • Des Monstres et Prodiges, Ambroise Paré. 1510-1592.
  • Libro de Las Maravillas, Juan de Mandevilla. 1515.
  • Telliamed, Benoit de Maillet. 1755.
  • Teatro Crítico Universal, Fray Benito Jerónimo Feijoo. 1730.
  • Las Ideas Biológicas del Padre Feijoo, Gregorio Marañón. 1934.
  • The Descent of Woman, Elaine Morgan. 1972.
  • Mitos y Leyendas de Chile, C. Keller Rueff. 1972.
  • El Planeta Incógnito, Peter Kolosimo. 1976.
  • El Libro de los Seres Imaginarios, Jorge Luis Borges y M. Guerrero. 1978.
  • Enciclopedia Lo Inexplicado, vol. II. 1980.
  • Los Secretos de la Amazonia, César Huaman. 1981.
  • El Hombre Pez de Liérganes, Antonio Delgado. 2006.
  • Las Sirenas, ¿Han Existido Alguna Vez?, Yamila Berdayes. 2007.
  • Revista Más Allá de la Ciencia, nº 294. 2013.
  • Revista Enigmas nº 213. 2013.

  • La Odisea, Homero. S. VIII a.C.
  • La Eneida, Virgilio. 29 a.C.
  • Las Mil y Una Noches, Abu abd-Allah Muhammed el-Gahshigar. S. IX d.C.
  • La Sirenita, Hans Christian Andersen. 1838-1843.
  • Saga de Dragón, Curtis Garland. 1985 (aprox).
  • Howard Philips Lovecraft (1890-1937), en la serie de los Mitos de Cthulhu:
    • La Sombra sobre Innsmouth.
    • La Llamada de Cthulhu.
  • Otros autores de los Mitos de Cthulhu:
    • Los Profundos, James Wade (1930-1983).
    • El Sello de R’lyeh, August Derleth. (1909-1971).
  • Harry Potter y el Cáliz de Fuego, J. K. Rowling. 2000.
  • El Reino de las Sirenas, J. A. Ortega. 2011.
  • Sirenas, Amanda Hocking. 2012.

Fuentes en Internet:

  • Wikipedia
  • Sobreleyendas.com
  • Mitosyleyendascr.com
  • Monografias.com
  • Monstres.galeon.com
  • revistavocesdelmisterio.wordpress.com
  • http://djxhemary.wordpress.com/2013/05/30/filmada-sirena-real-captada-por-un-submarino/
  • http://www.youtube.com/watch?v=TMjFEm6w_rc
  • http://www.youtube.com/watch?v=gJG412W0RT0
  • http://www.youtube.com/watch?v=-mlv-oOyauI
  • http://www.youtube.com/watch?v=L2XgHd8YI5k


Filmografía

Acerca de documentales acerca del mundo de las sirenas y los tritones, creo que como muestra, más que citarlos, es mejor que puedan ver algunos de ellos por sí mismos y sacar las conclusiones que consideren pertinentes: en las fuentes en internet pueden disfrutar de cinco de ellos, aunque hay más…

  • 1, 2, 3 ¡Splash!, Ron Howard (Daryl Hannah, Tom Hanks). 1984.
  • La Sirenita, Animación Walt Disney. 1989.
  • Dagón, la Secta del Mar, Stuart Gordon (Paco Rabal, Ezra Godden, Raquel Meroño). 2001.
  • Las Sirenas, Ian Barry (Sarah Laine, Erika Heinatz). 2003.
  • Pichi pichi pitch. 2004. Serie de televisión manga.
  • Harry Potter y el Cáliz de Fuego, Mike Newell (Daniel Radcliffe, Rupert Grint, Emma Watson). 2005.
  • Aquamarine, Elizabeth Allen (Emma Roberts, Sara Paxton). 2006.
  • H2O. 2010. Serie de televisión.
  • Piratas del Caribe en Mareas Misteriosas, Rob Marshal (Johnny Depp, Penélope Cruz). 2011.

Otros

            La imaginería de las sirenas y los tritones está presente en multitud de manifestaciones artísticas de todo tipo, de las cuales ya hemos visto algunos ejemplos en el cine y la literatura, en la escultura… Se prodiga asimismo en la pintura, y podemos encontrarla también en otros ámbitos como el cómic o los videojuegos, aunque en éstos se suele obviar la naturaleza más medieval y centrarse en la figura más provocadora que delimitó Lovecraft en su creación (¿o adaptación?) de los Profundos de los Mitos de Cthulhu, una idea que da mucho más juego, valga la redundancia, a la hora de evadirse y disfrutar de unos momentos de ficción; así, por citar algunos ejemplos:

  • El cómic de Norma Hellboy, contiene numerosas apariciones de los Profundos, de los que uno de los cuales es protagonista de la obra, Abe Sapiens.
  • En la serie de videojuegos Alone in the Dark, los enemigos a quienes debemos vencer para acabar el juego son los Profundos lovecraftianos.
  • Aunque no aparecen citados con el término que acuñó es escritor de Providence, sus “hijos” literarios están perfectamente representados con las mismas características y el nombre Murloc en el juego de PC Warcraft 3: Reign of Chaos, de Blizzard Entertainment.
  • Heredados del videojuego citado en el punto anterior, en el juego World of Warcraft aparecen los seres de la raza Murloc Branquiazul.

Curiosamente, algo que aparentemente es tan ilusorio no se reduce al ámbito meramente artístico, sino que se extiende incluso a áreas como la de la heráldica: precisamente la familia francesa de La Rochefoucauld posee una sirena en su escudo de armas.

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