CRISTÓBAL
COLÓN
EL
DESCUBRIDOR DESCONOCIDO
José
Francisco Sastre García
¿Quién no conoce el nombre del
descubridor de América? Así es como se conoce históricamente a Cristóbal Colón,
a pesar de que los hallazgos que se van sucediendo cada vez ponen en más
cuestión tal afirmación: vikingos, chinos, fenicios, japoneses… Tal parece que
todos llegaran antes que el personaje de quien nos vamos a ocupar a
continuación, en base a pruebas más o menos sólidas.
En cualquier caso, el hecho cierto
es que fue el hombre que puso ante los ojos de la Europa del siglo XV-XVI la
existencia de un continente del que no se tenía constancia, al menos
oficialmente (incluso de los templarios se dice que pasaron por allí), y que
abrió la puerta a su colonización.
¿Y quién fue en realidad Cristóbal
Colón? Porque los historiadores no se ponen de acuerdo más que en el punto
crucial de su vida, que es el preludio y el descubrimiento: surgen dudas acerca
de su origen, de sus motivaciones, algunos incluso abren la posibilidad de que
en realidad hubiera habido más de un Colón, y que en algún momento hubiera
habido una suplantación… Veamos qué es lo que tenemos.
El personaje
Todas las dudas acerca del
descubridor de América surgen debido sobre todo a la confusión y a la
ambigüedad que el propio Colón y su hijo Hernando
(o Fernando, según el investigador
al que sigamos) crean en torno a nuestro personaje, una actitud sorprendente,
como si en realidad no quisieran que se supiera quién era realmente… De hecho,
el propio Hernando declara en su obra Historia del almirante Don Cristóbal
Colón que su padre no quería que
se conociesen sus orígenes.
Para
empezar, el primer punto de debate: el año de nacimiento. Curiosamente, y para
tratarse de un personaje tan conocido y estudiado, hay una amplia horquilla que
va desde 1436 hasta 1456, esto es, 20 años de diferencia. Es mucho tiempo para
alguien del que sabemos que muere el 20 de mayo de 1506 en Valladolid; supone,
de hecho, no tener clara la edad de Colón en ningún momento, puesto que
estaríamos hablando de fenecer con una edad entre 50 y 70 años. El
descubrimiento lo realizaría con un margen entre 36 y 56 años.
Para continuar, aunque la
historiografía oficial declara como bueno el hecho de que hubiera nacido en
Génova, sobre tal hecho planean también las dudas: desde esta hipótesis
aceptada comúnmente, su nombre original sería Cristóforo Colombo, y nacería en
1451 en Savona, una población perteneciente a la por entonces República de
Génova; se le atribuirían como padres un maestro tejedor reconvertido a
comerciante, Doménico Colombo, y Susanna Fontanarrosa. El matrimonio tuvo cinco
hijos, de los cuales dos le saldrían marineros, Cristoforo y Bartolomeo, otro
tejedor, Giacomo, uno murió joven, Giovanni, y la única mujer pasó
aparentemente sin dejar rastro. Para apoyar esta teoría los historiadores
aluden a actas notariales que certificarían tal origen, junto con el hecho de
que el propio Cristóbal declararía su filiación genovesa en un documento
denominado Fundación de Mayorazgo;
sin embargo, hay investigadores que sospechan que ésta fue una declaración
interesada, debida sobre todo a los pleitos que sus descendientes tuvieron con
la Corona; a pesar de todo, a principios del siglo XX se anunció el
descubrimiento, en el Archivo de Simancas, de documentos que parecían
certificar de forma indudable el origen italiano del descubridor.
La polémica permanece abierta
incluso hoy en día: el hecho de que todos sus escritos estuvieran en
castellano, y en italiano tan sólo alguna nota marginal, y un latín con una
clara influencia hispánica, hace pensar a muchos investigadores que en realidad
su origen estuvo en la Corona de Castilla, y algunos giros detectados en dichos
documentos parecen ser galleguismos, portuguesismos o catalanismos, lo que
permite tener la idea razonable de que en realidad procediera de la península
(A pesar de que el ilustre historiador Menéndez Pidal desechara tal hipótesis
como absurda): catalán (se habría llamado Joan Colom), gallego, balear
(ibicenco, hijo natural del Príncipe de Viana…), portugués, andaluz, extremeño,
vasco… Y, en base al ocultamiento voluntario de su origen, la sospecha de
alguna marca no grata en su origen, como pudiera ser, como han sugerido algunos
investigadores, que se tratara de un judío converso. Incluso hay quien se va
fuera de la Península Ibérica y sugiere que en realidad pudo haber sido griego,
inglés, corso, noruego, croata… Como puede verse, hay ideas para todos los
gustos.
Contribuye a esta confusión el que
utilizara hasta tres firmas distintas: en todas ellas se ve una especie de
anagrama de forma piramidal (S. / S. A. S. / X. M. Y.), y luego, dependiendo de
la firma que use, en una leeríamos xpo
ferens, que algunos traducen como Portador de Cristo (al igual que el
nombre Cristóforo), y en otra se trataría de una rúbrica, junto a la que
aparece de nuevo el misterioso anagrama, en la que escribe sencillamente El Almirante.
De momento, seguiremos la hipótesis
más aceptada, la del origen genovés, que nos lleva por el camino de una
educación literaria escasa, introduciéndose en el mundo de la exploración
marítima muy pronto: más adelante, entre 1474 y 1475, con 23 ó 24 años,
viajaría a una posesión genovesa en el Egeo, la isla de Quíos o Chíos, ya como
marino y comerciante. Siguiendo la biografía que su hijo Hernando escribe sobre
él, habría estudiado en Pavía (cuestión que últimamente se descarta), lo que le
habría permitido entender a los cosmógrafos y manejar con gran soltura los
mapas y portulanos de la época.
Es a partir de este momento, hacia
1476, cuando realmente tenemos una base más sólida acerca de la biografía y
aventuras de Cristóbal Colón: durante la Guerra de Sucesión a la Corona de
Castilla, mientras viajaba rumbo a Inglaterra, tuvo lugar frente a las costas
portuguesas una batalla entre los mercaderes de caucho y el corsario Casenove,
conocido como “Colón el Viejo”; de resultas de esta batalla, su barco
naufragaría y él alcanzaría el Algarve. Al parecer su hermano Bartolomé debía
residir en Lisboa por aquel tiempo, pues parte hacia Lisboa en busca de su
ayuda y de la de otros conocidos.
Vamos a hacer un pequeño inciso en
este punto para entender la situación que se estaba viviendo en aquellos
momentos en Europa, y que desembocaría en el Descubrimiento: hasta aquel
momento, la ruta que las mercaderías procedentes de Asia seguían para llegar
hasta los consumidores europeos era a través de Asia Menor y Egipto, siendo la
más conocida e importante la Ruta de la Seda; sin embargo, Solimán y su
expansión del imperio otomano supusieron un serio revés para el movimiento
comercial: los turcos, aliados con los italianos, se hicieron con el monopolio
del comercio con Asia. Evidentemente, a Portugal y a Castilla no les interesaba
tal situación, y preferían hacer negocios sin intermediarios, por lo que tuvieron
que buscarse la manera de saltarse el Oriente Medio.
En el caso de Portugal, la
Reconquista había acabado en el siglo XIII, lo que les había dado un margen de
dos siglos sobre sus vecinos para lanzarse a la navegación exploratoria,
encontrando el paso por el Cabo de Buena Esperanza, y bordeando todo el
continente africano para llegar al Índico y desde allí montar sus factorías
comerciales y negocios; así las cosas, Castilla, empeñada aún en la guerra
contra los árabes, se quedaba retrasada con respecto a italianos y portugueses,
por lo que cuando cayó Granada debían moverse muy rápido y encontrar otra ruta
que pudieran considerar como exclusivamente suya. Ése parece ser el leit motiv que se escondió detrás del
interés de la reina Isabel por dar crédito a Colón, amén de que seguramente el
descubridor le mostraría sus intenciones: traer de Oriente mercancías de todo
tipo, en especial especias y oro, sin descartar otros productos como la seda;
la sorpresa se la llevarían cuando se encontraran con productos alimentarios
como el maíz, la patata, el cacao, el tabaco, el pimiento, la calabaza, la
vainilla, nuevas variedades de judía (el fríjol), el zapallo, el poroto…
Volvamos a la biografía del
navegante. Vivirá en Lisboa hasta 1485; será en Portugal donde, probablemente, allá
por 1481, comienza a gestarse la gran hazaña que lo encumbraría a las más altas
cimas de la historia: puesto en contacto con los portugueses, avezados
marineros, y habiendo caído entre sus manos mapas como uno de Toscanelli, un matemático y médico
florentino, quien incluso había redactado un informe para el rey luso Alfonso V, con la posibilidad de llegar
hasta las Indias navegando hacia Occidente, comenzó a considerar tal idea como
muy viable y a madurar su ambicioso proyecto. Al parecer, tanto el informe como
el mapa debían estar basados en los viajes de Marco Polo, lo que tal vez influiría a su vez a que Cristóbal se
hiciese con un ejemplar del Millione.
Originalmente, el destino debió ser
Cipango (la actual Japón), aunque se ampliaría merced al viajero veneciano
hasta las tierras del Gran Khan.
Según las cuentas de Toscanelli,
entre Lisboa y Quinsay había una distancia de unas 6.500 leguas marinas (unos
11.800 kilómetros aproximadamente), y entre las Canarias (según algunas
versiones, Antilia, una isla legendaria heredada de las tradiciones platónicas
acerca de la Atlántida), y el Cipango, unas 2.500 millas (unos 4.000 km.
aproximadamente). En este sentido, fray
Bartolomé de las Casas, en su obra Historia
de las Indias, expone dos cartas que el italiano escribió a Colón, aunque
incluso sobre éstas planea la sombra de la duda.
El descubridor de América debió
empaparse a fondo de la bibliografía habida al respecto: en su biblioteca, con
gran número de anotaciones y subrayados, se han encontrado, entre otros, el Tractatus
de Imago Mundi de Pierre de Ailly, la Historia Rerum ubique Gestarum
de Eneas Silvio Piccolomini y especialmente Los Viajes de Marco Polo,
que le dieron la idea de cómo era el oriente que soñaba encontrar.
En los cálculos que realizó para sus
ideas había un error de bulto: se basaba en que la tierra tenía una
circunferencia de unos 29.000 km., utilizando los datos aportados por Posidonio
y Ailly, sin tener en cuenta que éste último usaba no las millas italianas,
sino las árabes, más cortas, por lo que se quedaba muy corto con respecto a los
40.075 km. reales, que por otra parte era la cifra a la que se acercaba
Eratóstenes y que había sido dada por buena desde sus tiempos; así, la distancia
se reducía notablemente entre Canarias y Cipango.
Como ya hemos dicho, su estancia en
Portugal duró nueve años: se había asentado como agente de la casa Centurione
de Madeira, y realizaba diversos viajes: Génova, Inglaterra e Irlanda. Según
parece, éste último destino, en 1477, lo acercó hasta las tierras de Islandia,
donde pudo haber escuchado leyendas antiguas (historias sobre los vikingos, en
especial Leif Erikson y Erik el Rojo, o las leyendas irlandesas acerca de los
viajes de San Brandan) acerca de un camino hacia lo que más tarde sería
conocido como Terranova en dirección oeste.
Es bastante probable también que
recorriera las rutas africanas de los portugueses, en la costa occidental, y
que habría estado en las Canarias, por lo que resulta factible pensar que
conociera lo que los lusos conocían como la Volta
da Mina, la ruta que seguían los marinos cuando regresaban a su país tras
realizar sus viajes comerciales al Golfo de Guinea; de ello se desprende que
posiblemente conociera a su vez los vientos alisios de esa zona del Atlántico…
Poco después de ese viaje, sobre
1479-1480, tras conocer a Bartolomé de Perestrello, colonizador de las islas de
Madeira, se casaría con su hija, Felipa
Moniz; este matrimonio lo llevaría a vivir a Porto Santo y el archipiélago
de Madeira, lo que nos permite suponer, con cierta lógica, que pudiera llegar a
conocer las Azores. Su mujer pertenecía a la clase alta portuguesa, lo que le
permitiría enfrentar con más facilidad la preparación del proyecto que tenía
por entonces en mente. De esta unión nacería, en 1480, el único hijo de la
pareja, Diego Colón.
Una vez madurada su idea, llegaba la
hora de solicitar el patronazgo real: entre 1483 y 1485 se presentó por primera
vez ante el monarca portugués, quien convocaría a un grupo de expertos. a
quienes denominó Junta dos Matemáticos,
para que analizaran el proyecto, que finalmente fue desestimado, sobre todo por
el hecho de que el monarca pretendía, para evitar las posibles consecuencias
del Tratado de Alcobeças, que el viaje tuviera su comienzo real no en las
Canarias, que pertenecían a Castilla, sino en las Madeira, bastante más al
Norte, a lo que el navegante se negó, probablemente conocedor de que tal hecho
crearía problemas de navegación debido a las corrientes y los vientos de la
zona. A pesar de todo, el rey, Juan II,
prefirió mantener abierta una puerta a la esperanza, por si de aquello podía
salir algo interesante en el futuro, lo que hace sospechar que estimaba más la
idea de Colón de lo que lo habían hecho sus expertos… Según Hernando Colón, el
monarca decidió enviar en secreto una carabela que había de seguir el rumbo que
el futuro descubridor le había indicado, pero el navío regresó más tarde sin
haber descubierto tierra nueva alguna.
Ya en 1485, la muerte de su esposa y
la falta de apoyo a su ambicioso proyecto lo motivarían para desplazarse de
Portugal a Castilla, donde intentaría de nuevo la búsqueda de patrocinio.
Aunque algunos cronistas la
cuestionan, la versión más aceptada de la llegada al reino castellano es la que
indica que Cristóbal y su hijo Diego entraron en el Puerto de Palos a finales
de 1484 o primeros de 1485, desde donde se dirigieron al Monasterio de La
Rábida, donde entablaría amistad primero con fray Antonio de Marchena y posteriormente con fray Juan Pérez, a quienes al parecer acabó por confiar sus planes.
Éstos, al parecer, aceptaron sus ideas y lo apoyaron, recomendándolo a fray Hernando de Talavera, quien a la
sazón era confesor de la reina Isabel I.
Recorriendo aquellas tierras
consiguió más apoyos para sus planes: en Moguer ganó para su causa a la abadesa
del convento de Santa Clara, Inés Enríquez, tía de Fernando el Católico.
Su camino estaba ya trazado: se
dirigió a la Corte real, por entonces ubicada en Córdoba, en plena fase final
de la Reconquista Española, donde entablaría relaciones con personajes
altamente relacionados con los monarcas.
En principio fue atendido por el
Consejo Real, que rechazó de plano el proyecto, pero su empeño y el valimiento
de Hernando de Talavera le consiguieron una recepción ante Isabel en enero de
1486. Ésta en principio se interesó por la idea, pero como acto de precaución
prefirió que un consejo de expertos hiciera un análisis exhaustivo de la
validez de la idea de Colón, y elaborara un dictamen sobre su conveniencia;
durante este intervalo, asignaría al futuro descubridor, que por entonces
andaba mal de recursos, una subvención de la Corona.
Dicho Consejo se reunió en la
Universidad de Salamanca: tomando como base la idea aceptada de forma general
de la circunferencia terrestre según los cálculos de Eratóstenes, que era de
252.000 estadios, lo que venían a ser unos 40.000 km., vieron el error inicial
en los datos de Colón y decidieron que se trataba de una empresa imposible, que
la distancia era excesiva e inviable para realizar semejante viaje; además,
según parece desprenderse de ciertos documentos de la época, Cristóbal había
expuesto unas exigencias económicas y políticas mucho más altas de lo
conveniente, delatando unas ambiciones que desde el Consejo no estaban
dispuestos a aceptar.
Sin embargo, Isabel parecía tener
más confianza en él, pues mandó llamarlo para comunicarle que su plan no era
totalmente descartado; mientras se alargaba aquella espera, el navegante se
dedicó a vender mapas y libros para poder mantenerse.
Durante esta época conoció a la que
se sería su segunda pareja, Beatriz Enríquez
de Arana, que trabajaba como tejedora y vivía con un primo suyo; la índole
de tal relación fue tal que, a pesar de que nunca llegaron a casarse, hizo que
su hijo Diego la tratara como a su madre verdadera, legándole, a su muerte,
toda su fortuna. De esta unión nacería un hijo, Hernando o Fernando según unos
u otros cronistas, quien viajaría con su padre a América en su cuarta
singladura; más tarde, sería quien escribiría el libro anteriormente citado, Historia
del Almirante Don Cristóbal Colón,
una biografía en la que el navegante aparece notablemente engrandecido.
El tiempo se alargaba,
y no recibía resultados de la Corona castellana, por lo que decidió regresar a
Portugal a probar suerte de nuevo, pero una vez más no obtuvo resultado alguno;
al retornar, Talavera le recomendó exponer su proyecto ante Luis de la Cerda, duque de Medinaceli,
quien en principio se mostró interesado, acogiendo a Colón durante dos años en
su palacio de El Puerto de Santa María. Tal hecho debió resultar significativo
para la reina, que mandó llamar al descubridor y le prometió ocuparse de su
plan en cuanto acabaran con el problema militar que suponía expulsar a los
árabes de la península y tomar su último bastión, el reino de Granada.
En 1491, en diciembre,
Cristóbal acudía al campamento real de Santa Fe de Granada; una vez más, sus
ideas fueron sometidas a una nueva revisión ante una junta convocada por
Isabel, pero fueron rechazadas de nuevo: el principal motivo parecían ser las
desmedidas exigencias de Colón… Incluso el rey Fernando se mostró reacio, hasta
que Luis de Santángel y Diego de Deza consiguieron convencerle
de las posibilidades que ofrecía aquel viaje.
Había más motivos para
aquellos continuados desaires al navegante: la guerra de reconquista no había
sido precisamente barata, y en aquellos momentos las arcas de la Corona andaban
un tanto escasas, necesitaban todo lo que tenían para rematar la faena de
Granada; por ese motivo, Santángel, que era escribano de Ración (su función
principal: prestar dinero al monarca, que a su vez se lo devolvería con cargo a
diversas rentas), se ofreció a aportar el dinero que debía poner la Corona
sobre la mesa, 1.140.000 maravedíes. Posteriormente le sería devuelta la cantidad,
dato que consta en el Archivo de Simancas.
Las negociaciones por
fin parecían llegar a alguna parte: en representación de los reyes se presentó Juan de Coloma, secretario de la Corona
de Aragón, y en la de Colón fray Juan Pérez. El resultado se conoce
históricamente como las Capitulaciones
de Santa Fe, firmadas el 30 de abril de 1492, en las que a Colón se le
concedían una serie de privilegios que dejan patente su ambición:
- Se le concedía el título de Almirante en todas las tierras que
descubriese o ganase en la mar Océana, concediéndole carácter hereditario
y dándole el mismo rango que el Almirante de Castilla.
- A su vez, se le otorgaban los títulos de virrey, éste con carácter
hereditario, y gobernador general en todas las islas o tierra firme que
descubriera o ganara en el mar, asignándosele el derecho de proponer
ternas (grupo de tres personas entre las que se elegirá a la que gobernará
un territorio) para el gobierno de cada una de ellas.
- Colón se quedaría con el diezmo, esto es, un 10 por ciento, del
producto neto de las mercancías que se compraran, ganaran, hallaran o
trocaran dentro de los límites de su Almirantazgo, quedando reservado para
la Corona un quinto.
- Se le concedió asimismo la jurisdicción comercial de los pleitos
que pudieran derivarse del comercio en la zona de su almirantazgo.
- También se le otorgó el derecho a contribuir con un octavo de la
expedición y a participar de las ganancias obtenidas en esa misma
proporción.
Por
fin, el navegante conseguía salirse con la suya: no sólo disponía del dinero
para financiar la expedición, sino que además iba a llevarse una buena parte de
los beneficios que reportara, además de conseguir el título de don. Al mismo tiempo, se despacharon
varias cédulas para la organización del viaje: en una de ellas se nombraba al
descubridor Capitán Mayor de la Armada, que estaría constituida por tres
navíos; otra era una Real Provisión dirigida a algunos vecinos de la villa de
Palos, en la que se ordenaba que debían proporcionar dos carabelas equipadas y
tripuladas como pago de una sanción impuesta a esos vecinos, entre los que se
contaba Diego Rodríguez Prieto…
No
resultaba por tanto demasiado sorprendente que cuando Colón llegó a Palos se
tropezara con la desconfianza y la oposición de los vecinos, no sólo por ser un
extraño, sino además por la orden de la Corona: la cédula con la sanción se
leyó en la plaza pública, ante la puerta de la Iglesia de San Jorge.
El
siguiente problema fue el del reclutamiento de los marineros: hasta tal punto
llegó a encontrarse sin suficientes hombres, que inicialmente pensó en recurrir
a otra de las cédulas expedidas, en la que se le daba permiso para poder
reclutar entre los encarcelados; finalmente, tal decisión no fue necesaria gracias
a la intervención de fray Juan Pérez y fray Antonio de Marchena, que pusieron
en contacto al descubridor con el más destacado navegante local, Martín Alonso Pinzón, que decidió
apoyar la posibilidad de éxito de aquella expedición. Otro viejo marino
respetado, Pero Vázquez de la Frontera, influyó de manera determinante para que
la empresa saliera adelante.
Martin
Alonso pronto tomó las riendas de la logística para llevar a cabo el viaje: en
primer lugar aportó medio millón de maravedíes, la tercera parte de los gastos
que generaba la expedición, a continuación desechó los barcos que había
embargado Colón e incluso despidió a los hombres que habían sido enrolados
inicialmente.
Decidió
que para la naturaleza de aquella singladura serían mucho más eficaces y
marineras otras dos carabelas, la Pinta
y la Niña, al mismo tiempo hizo
partícipes de la aventura a sus hermanos y se dedicó a recorrer Palos, Moguer y
Huelva para convencer a sus parientes y amigos para que se enrolasen,
consiguiendo de aquella manera tripulación suficiente para poder lanzarse a la
mar. Entre los marineros que zarparon se encontraban familias de marineros como
los Niño de Moguer, los Quintero de Palos, etc.
La
flota zarpó de Palos de la Frontera el 3 de agosto de 1492, compuesta por dos
carabelas y una nao (en terminología náutica posterior, una carraca), la Santa María, que originalmente se
llamaba La Gallega por haber sido
construida en aquellas regiones, y era propiedad de Juan de la Cosa. Era la nave capitana, y al igual que las otras,
llevaba una cruz roja en la vela principal que a más de un historiador le ha
hecho pensar que el Temple andaba detrás de aquella expedición, a pesar de que
la orden llevaba desaparecida varios siglos.
Por
lo que respecta a las carabelas, la Pinta
fue alquilada a los armadores Gómez Rascón y Alonso Quintero, y se sospecha que
su verdadero nombre fuese la Pintá; y
la Niña, cuyo primer nombre fue Santa Clara, pertenecía a la familia
Niño de Moguer.
En
total, la tripulación se componía de unos 90 hombres, y aunque tradicionalmente
se ha reflejado la presencia de algún sacerdote o religioso, parece
prácticamente seguro que en esta expedición no hubo ninguno.
El
comienzo de la singladura lo llevó hasta las Canarias, donde permaneció en La
Gomera hasta el 6 de septiembre, visitando a la gobernadora de la isla, Beatriz
de Bobadilla y Ossorio, y en Gran Canaria, reparando el timón dañado de la Pinta y cambiando su velamen,
convirtiéndola con las nuevas mejoras en la nave más rápida de la flota.
El
principal peligro de aquel viaje fue la propia tripulación: desconfiada del
destino último, en la creencia de que si seguían así acabarían desplomándose
por el borde del mundo (hay que tener en cuenta que, a pesar de la teoría de la
esfericidad de la Tierra, aún había mucha gente que creía que era un plato por
cuyos bordes se derramaba el mar a los abismos del vacío), intentó rebelarse en
varias ocasiones, con la intención de regresar, pero de una manera u otra Colón
consiguió dominar a los amotinados.
Entre
el 13 y el 17 de septiembre sintieron los efectos de la declinación magnética,
lo que aún los pondría más nerviosos. Más tarde, el 22 de ese mismo mes, el
descubridor, sabedor de que las cosas se le empiezan a poner cuesta arriba a
causa de su empecinado hermetismo, decide enviar su carta de navegación a
Pinzón. Durante esos días pasaron por el mar de los Sargazos, que se les antojó
un lugar extraño, y les hizo creer que estaban ya cerca de tierra firme;
tuvieron incluso algunos problemas al ralentizarse su marcha merced a la maraña
vegetal que suponen las algas.
A
pesar de todo, el 6 y el 7 de octubre se produce un intento de motín en la Santa María, sofocado gracias a la
intervención de los Pinzón. Pero las semillas de la discordia están ya
sembradas, y apenas unos días después, el 9 y el 10 de octubre, toda la expedición
en pleno se muestra descontenta y dispuesta a virar en redondo; es en este
momento cuando los capitanes deciden que si en el plazo de tres días no avistan
tierra, regresarán a su hogar.
Prácticamente
cumplido el plazo, se producirá el momento más conocido de este periplo: el 12
de octubre, el grumete Rodrigo de Triana
lanzaría su famoso grito de “¡Tierra a la vista!”. En este sentido, también hay
una cierta controversia acerca de cómo se desarrolló el crucial evento, puesto
que la recompensa que habían ofrecido los reyes para el primero que avistara
tierra, de 10.000 maravedíes, fue para Colón, que escribió en su diario de a
bordo que habría visto “lumbre” unas horas antes que Rodrigo. El resultado de
este acto fue que el grumete se molestaría por la actitud del capitán hasta el
punto de marcharse a Marruecos y convertirse al Islam…
Su
viaje los llevó hasta una isla denominada Guanahaní, a la que daría el nombre
de San Salvador, en el archipiélago de las Bahamas.
Posteriormente
desembarcaría en Cuba y La Española, actualmente compartida por la República
Dominicana y Haití; sería en esta última isla donde, el 25 de diciembre, se
hundiría la nao capitana, la Santa María,
usándose sus restos para construir el Fuerte de la Navidad: surgía así el
primer asentamiento español en América…
Las
dos carabelas restantes iniciaron el periplo de regreso a España; durante el
camino tuvieron que hacer frente a una fuerte tempestad que obligó a separarse
a ambas naves: la Pinta fue la
primera en tomar tierra en Bayona el 1 de marzo de 1493, mientras que la Niña haría lo propio en Lisboa el 4 de
marzo.
Enterado
el rey portugués de las andanzas de Colón, tuvo éste, el 9 de marzo, que
entrevistarse con él para convencerle de que la expedición que acababa de
concluir no interferiría de ninguna manera con las propiedades atlánticas del
Reino de Portugal, partiendo posteriormente para Andalucía.
El
final “oficial” del viaje se produjo el 15 de marzo, cuando ambas carabelas
entraron en el puerto de Palos, con apenas una diferencia de horas entre una y
otra; pocos días después fallecería Martín Alonso Pinzón, quien sería enterrado
probablemente en La Rábida, según había expuesto en su última voluntad.
Tanto
Pinzón como Cristóbal dieron noticias de su llegada a los reyes, que se encontraban
por aquel tiempo en Barcelona, donde apareció impresa, según se cree a
principios de abril, una carta de Colón en la que se anunciaba el
descubrimiento, dirigida a Luis de Santángel, con fecha 15 de febrero, es
decir, cuando todavía estaban en alta mar.
Apenas
unas semanas después se imprimiría en Roma una carta muy similar, dirigida al
tesorero Gabriel (o Rafael, según sigamos a unos historiadores o a otros)
Sánchez, y que sería traducida al latín por Leandro de Cozco. Este escrito no
tardaría en difundirse por toda Europa, traducida a su vez al italiano y al
alemán.
En
abril de 1493 los Reyes Católicos recibirían al descubridor en Barcelona, donde
les explicaría su llegada por el Oeste a las tierras que, en un principio, se
pensó que eran la India; sin embargo, con el paso de los años, los europeos
comenzarían a caer en la cuenta de que el nuevo territorio no tenía nada que
ver con el Asia al que había viajado Marco Polo, sino que se trataba de un
nuevo continente virgen, por explorar, al que se empezó a llamar América a
partir de 1507, en honor a Américo
Vespuccio.
La
repercusión del viaje de Colón fue tremenda: el 20 de mayo, los monarcas le
otorgaron una nueva prebenda, que consistía en una ampliación de su escudo de
armas original: “El Castillo de color
dorado en campo verde, en el cuadro del escudo de vuestras armas en lo alto a
la mano derecha; y en el otro cuadro alto a la mano izquierda un León de
púrpura en campo blanco rampando de verde, y en el otro cuadro bajo a la mano
derecha unas islas doradas en ondas de mar, y en el otro cuadro bajo a la mano
izquierda las armas vuestras que soliades tener. Las cuales armas seran
conocidas por vuestras, e de vuestros fijos e descendientes para siempre jamás”.
No tardaría la familia Colón en modificar el
escudo con arreglo a sus propias ideas: en 1502, en el Libro de los
Privilegios, el escudo aparece con claras diferencias con respecto al que
les había sido concedido: las armas de la parte superior fueron adaptadas para
que representaran las de Castilla y León, a las islas se les añadió una tierra
firme en punta para simbolizar las nuevas tierras continentales ya
descubiertas, y en el cuartel inferior restante situaron cinco anclas para
señalar la dignidad de Almirante que le había sido otorgada mediante las
Capitulaciones de Santa Fe, tumbadas hacia la derecha; las armas originales de
la familia pasaban a desplazarse a un entado inferior.
Colón aún habría de pasearse más veces por
el continente recién descubierto, hasta un total de cuatro.
Su segundo viaje partió de Cádiz el 25 de
septiembre de 1493; los objetivos principales serían los de explorar los nuevos
territorios, colonizarlos y predicar en ellos la fe católica; para ello, se
amparó en las bulas alejandrinas, que protegían los territorios a los que
acababa de llegar de las reclamaciones portuguesas.
En este nuevo viaje contó con una flota más
amplia, 17 navíos: 3 carracas, 2 naos grandes y 12 carabelas. De esta flota se
conocen algunos nombres, como la Niña, que había participado en el
primer viaje, la Marigalante (también llamada Santa María), la Cardera,
o la San Juan.
El 4 de noviembre de 1493 descubrió la isla
de Guadalupe, a la que los indios caribes conocían como Karukera, isla de las
aguas hermosas, y poco después, el 19 de ese mismo mes, desembarcaría en Puerto
Rico. Su exploración lo llevaría incluso hasta Jamaica.
El 6 de enero de 1494 fundó la ciudad de La
Isabela en La Española; poco después, daría la orden de que el grueso de la
flota, 12 navíos, regresasen a España: se quedó con la Niña, a la que
devolvería su antiguo nombre, Santa Clara, la San Juan, la Cardera
y otras dos, prosiguiendo con sus viajes de exploración.
Regresó
de nuevo a la isla de La Española, donde del 14 al 15 de septiembre de 1494
observaría el eclipse lunar: comparando sus horas de comienzo y final con las
que se encontraban registradas en las observaciones de Cádiz y San Vicente, en
Portugal, acabó por deducir de forma definitiva la esfericidad de la tierra que
ya había descrito Claudio Ptolomeo. El Fuerte de la Natividad había sido
arrasado, y comenzaban a aparecer señales de que aunque como navegante fuera
excepcional, como gobernante era más bien pésimo, por no decir nefasto.
Tras
dar por concluidos sus objetivos en aquella expedición, regresaría a España el
11 de junio de 1496 con sólo dos barcos: la Niña
y la India, el primer buque
construido en los nuevos territorios.
Más
adelante, el 30 de mayo de 1498, iniciaría una nueva singladura hacia América:
su salida tuvo lugar desde Sanlúcar de Barrameda, al mando de una nueva flota
de seis barcos, y llevando con él a Bartolomé de las Casas, el cual
posteriormente proporcionaría parte de la información contenida en los Diarios de Colón.
En
primer lugar recaló en la isla portuguesa de Porto Santo, de donde procedía su difunta
mujer; desde allí zarpó hacia Madeira, para más tarde, el 31 de julio, llegar a
la isla Trinidad; dedicó su tiempo, desde el 4 al 12 de agosto, a explorar el
Golfo de Paria, que separa Trinidad de Venezuela, lo que lo llevó finalmente
hasta la desembocadura del Orinoco. Durante este tiempo estuvo navegando por el
archipiélago Chacachacare y Margarita, y
renombró las islas de Tobago como Bella Forma y Granada como Concepción.
El
19 de agosto regresó a La Española, encontrándose con que la mayoría de los
españoles que se habían asentado allí estaban descontentos: al parecer se
sentían engañados por Colón sobre las riquezas que iban a encontrar. El
Almirante intentó en varias ocasiones pactar con los sublevados y con los
indios taínos y caribes, pero no parecía que aquello fuera a ir a mejor; de
hecho, algunos de los españoles que habían retornado acudieron a la Corte para
acusarle de mal gobierno. La cuestión que subyacía de fondo era, básicamente,
que los gobernantes se habían saltado las leyes que Isabel la Católica había
impuesto, exigiendo que a los indios se los tratara como súbditos españoles;
algunos habían sido capturados y vendidos como esclavos. Aunque seguramente
rascando un poco más podríamos pensar con cierta lógica que los únicos que se
estaban lucrando con aquella situación eran los Colón, mientras el resto de los
colonizadores se limitaban a pasarlo como buenamente podían, de ahí las
denuncias. Para comprobar el alcance de aquellas acusaciones, los reyes
enviaron a La Española a su administrador real, Francisco de Bobadilla, que llegó el 23 de agosto de 1500 e
inmediatamente detuvo al descubridor y a sus hermanos y los embarcó hacia
España. Cristóbal renunció a que se le quitaran los grilletes durante todo el
trayecto, y aprovechó para escribir una larga carta a los monarcas. De nada le
sirvió: cuando llegó a España, el 25 de noviembre de 1500, le habían sido
arrebatados todos sus privilegios y sus poderes, y su prestigio había caído por
completo.
Tras
el pertinente juicio, fue rehabilitado y se le restituyeron casi todos los
privilegios que había ostentado; sin embargo, se le despojó de su título de
virrey y de su capacidad para gobernar, y en caso de desear efectuar algún
nuevo viaje, no podría acercarse a La Española.
A pesar de todo, siguió insistiendo en sus
viajes al Nuevo Mundo: aún hubo un cuarto y último viaje, partiendo de Cádiz el
11 de mayo de 1502, durante el cual se dedicó a explorar Honduras, Nicaragua,
Costa Rica y Panamá, al mismo tiempo que el golfo de Urabá en Colombia; a lo largo
de 1503 viajó por las Antillas Mayores, descubriendo las islas de Caiman Brac y
Pequeño Caimán, dándoles el nombre de Las Tortugas debido a la gran cantidad de
quelonios que pudo ver por todas partes.
El
Golfo de Urabá marcó el final de la exploración: desde allí intentó regresar a
La Española, pero una tormenta lo obligó a desviarse de la ruta y desembarcar
en Jamaica, donde permanecería hasta 1504, año en que se embarcaría de nuevo
para regresar, el 7 de noviembre, a Sanlúcar de Barrameda.
Su
vida se acercaba a su final: alrededor de año y medio después, tan sólo un día
antes de su muerte, el 19 de mayo de 1506, Colón redactó su testamento desde su
lecho de muerte en Valladolid, ante Pedro de Inoxedo, escribano de cámara de
los Reyes Católicos. Los testamentarios y cumplidores de su última voluntad
serían su hijo Diego, su hermano Bartolomé y Juan de Porras, tesorero de
Vizcaya. En este documento aparece citado aún como almirante, virrey y
gobernador de las islas y tierra firme de las Indias descubiertas y por
descubrir: “Yo constituí a mi caro hijo
don Diego por mi heredero de todos mis bienes e ofiçios que tengo de juro y
heredad, de que hize en el mayorazgo, y non aviendo el hijo heredero varón, que
herede mi hijo don Fernando por la mesma guisa, e non aviendo el hijo varón
heredero, que herede don Bartolomé mi hermano por la misma guisa; e por la
misma guisa si no tuviere hijo heredero varón, que herede otro mi hermano; que
se entienda ansí de uno a otro el pariente más llegado a mi linia, y esto sea
para siempre. E non herede mujer, salvo si non faltase non se fallar hombre; e
si esto acaesçiese, sea la muger más allegada a mi linia”.
Aquí
se da a entender que tiene dos hijos, Diego y Fernando, y que según la
costumbre de la época quien hereda es el primogénito, al mismo tiempo que da
clara muestra de la presencia de la ley sálica: no heredará mujer alguna a no
ser que no haya varón en la línea “dinástica”.
Asimismo,
el testamento da a entender el poco aporte que los Reyes Católicos hicieron
para sostener la expedición del descubrimiento, teniendo que poner él mismo una
buena cantidad.
Y
de la misma manera, al citar a Beatriz como la madre de Fernando, deja
entrever, según los usos de la época, que nunca llegaron a casarse.
Como
ya hemos indicado, Colón fallece en Valladolid el 20 de mayo de 1506. Tras el
deceso, su cuerpo fue sometido a un proceso conocido como descarnación,
mediante el cual se separa toda la carne de los huesos, y enterrado, en un
primer momento, en el Convento de San Francisco de Valladolid.
Aquí
entramos en el siguiente punto de conjeturas: el cuerpo fue exhumado más tarde
y trasladado al Monasterio de la Cartuja en Sevilla; y después, en 1542, por
deseo expreso de su hijo Diego, volvería de nuevo el cadáver a recorrer mundo para
ser enterrado en Santo Domingo.
En
1795, la isla cayó en poder de los franceses, lo que motivó que, una vez más,
los restos de Colón volvieran a cambiar de ubicación y acabaran en La Habana;
pero no acabaría ahí periplo tan singular, pues tras la guerra de Cuba, en
1898, el cadáver fue embarcado en el crucero Conde de Venadito y trasladado hasta la Catedral de Sevilla, donde
al parecer, y de momento, reposa en un suntuoso catafalco.
Esta
rocambolesca situación ha provocado una seria controversia en torno a dónde
están enterrados con exactitud los restos mortales del Almirante, pues en todos
los puntos de su macabro viaje existen tumbas que reclaman ser la suya. De
hecho, en 1877, apareció en la Catedral de Santo Domingo una caja de plomo con
fragmentos de huesos, en la que figuraba la siguiente inscripción: “Varón ilustre y distinguido Cristóbal Colón”.
Estos restos fueron trasladados posteriormente, en 1992, al Faro a Colón, un
monumento construido por el gobierno de la República Dominicana para conservar
dichos restos.
Debido
al mal estado de las tumbas de la Catedral, no quedaba muy claro cuál era
exactamente la tumba del insigne descubridor, por lo que planea la duda acerca
de cuáles son los restos enterrados en el monumento; para solventar la cuestión
de dónde estaban exactamente los auténticos restos, si en Sevilla o en Santo
Domingo, se llevó a cabo un estudio de ADN de ambos esqueletos, que debía
acabar en 2006; sin embargo, en 2005 las autoridades del estado caribeño
decidieron posponer la apertura de la tumba: en el estudio preliminar realizado
se había detectado una probable vinculación filial entre Diego y los huesos de
la Catedral de Sevilla, vinculación que confirmó el 1 de agosto de 2006 el
equipo de investigación dirigido por el médico forense José Antonio Lorente,
director del Laboratorio de Identificación Genética de la Universidad de
Granada. Según este estudio, el ADN de los restos coincide con el de Diego y el
de Hernando.
Pero
claro: en la Catedral de Sevilla los restos reconocidos alcanzan alrededor del
15% del esqueleto completo, por lo que no es descartable que pueda haber
fragmentos de Colón esparcidos por todos los puntos en los que fue enterrado…
En
cualquier caso, los estudios de ADN han determinado que se trataba de un varón
de entre 50 y 70 años, sin marcas de patología alguna ni osteoporosis, tan sólo
alguna caries; de origen mediterráneo, debió ser medianamente robusto y de
talla mediana.
A este respecto, ¿qué es lo que nos
dice Hernando Colón, su segundo hijo, en su biografía de su excelso padre? “El Almirante fue hombre de bien formada y
más que mediana estatura, de rostro alargado y pómulos un poco altos, sin
declinar a grueso o macilento. Tenía la nariz aguileña, los ojos garzos, la
color blanca y de un rojo encendido. En su mocedad tenía el cabello rubio, pero
al llegar a los treinta años ya se había vuelto completamente canoso”.
Evidentemente, esta descripción
encaja bastante bien con la del ADN, aunque el tema de su altura desentona un
poco: los que lo conocieron describen a un personaje más bien alto, mientras
que los restos analizados definen una talla mediana. ¿Quedaría cerrada la
cuestión de sus restos? Pues sólo hasta cierto punto por un motivo: de todos
los retratos que se conservan del descubridor, se sospecha que no sean
precisamente muy fidedignos, excepto de uno que podría resultar su auténtica
imagen: el que se conserva en la Biblioteca Nacional de Madrid.
Según
parece, era tenido por un gran navegante: en contra de lo que pudiera parecer,
no determinaba las latitudes en alta mar, sino que navegaba por estima, lo que
significa que usaba el compás náutico para registrar el rumbo y que calculaba
según su propio parecer la distancia recorrida en veinticuatro horas; para
observar la posición de la Estrella Polar usaba el cuadrante marino y la
plomada, pero no se trataba de un dato que tuviera como exacto, sino para
corroborar y confirmar la estima que había efectuado; calculaba la latitud en
base no a fórmulas, sino a una tabla establecida de latitudes correspondientes
a los días de solsticio. Y aunque se considera que fue el primero que comprobó
la variación de la declinación magnética, es probable, según algunos
historiadores, que los portugueses, que ya habían navegado por el Atlántico, lo
conocieran también.
Fue
un excelente observador de las corrientes y vientos oceánicos; gracias a su
estancia entre los marineros portugueses y a su propio aprendizaje, fue capaz
de comprender la naturaleza de los alisios (soplan de Nordeste a Sudoeste,
guiando una nave desde la península ibérica hasta el Caribe; para el regreso
hay que recurrir a los Vientos del Oeste, que se producen más al Norte, a una
altura aproximada entre Nueva York y Terranova) y aprovecharlos tanto para
viajar hacia América como para regresar.
También
manejó ampliamente la cartografía, hasta el punto de que en los Pleitos de
1514, un testigo declaraba que todos los exploradores llegados tras Colón "yvan por las cartas quel dicho Almirante de aquella
navegación avia hecho e hizo, porque de todo lo que descubría solía hazer
cartas”.
La
figura de Colón posee un renombre enorme: a pesar de las investigaciones que
indican que otras culturas anteriores llegaron a América, el Almirante ha
pasado a la historia como el hombre que abrió las puertas a la colonización de
un nuevo mundo. Hasta tal punto ha sido ensalzado que podemos encontrar
monumentos y celebraciones conmemorándolo por todas partes. Algunas de ellas
son:
- Monumento a Colón en el Monasterio de La Rábida, inaugurado en
2006 con motivo del 500 aniversario de su fallecimiento.
- Monumento a Colón en Madrid, construido en 1885 por Arturo Mélida
con motivo, en 1878, del matrimonio entre Alfonso XII y María de las
Mercedes de Orleans.
- Monumento a Colón en Barcelona, construido en 1888 con ocasión de
la Exposición Universal de Barcelona.
- La Casa Museo de Colón, en Valladolid, donde residió durante la
última etapa de su vida.
- Monumento a Colón situado en Columbus Circle (Plaza de Colón), en
Manhattan, construido en 1892 por Gaetano Russo para conmemorar el IV
centenario del Descubrimiento de América.
- Estatua de Colón en Santo Domingo (República Dominicana),
construida por Ernesto Gilbert en 1887.
- Faro homenaje a Colón en Santo Domingo (República Dominicana),
construido en 1992 por J. L. Gleave.
- Monumento a Colón en el Golfo Triste en Caracas (Venezuela), construido
en 1904 por Refael de la Cova, y derribado de su pedestal en 2004 a causa
de las protestas contra el Descubrimiento y a favor de las poblaciones
indígenas.
Sin
embargo, en torno al trascendente hecho que protagonizó nuestro personaje, no
ha sido el único en llevarse glorias: pensemos, sin irnos demasiado lejos, en
las estatuas que se erigieron en Palos de la Frontera a los hermanos Pinzón.
El
nombre de Colón se ha usado para designar multitud de lugares, desde países
hasta regiones, calles… Por citar tan sólo algunos ejemplos, tenemos el estado
de Colombia, la región de la Columbia Británica (Canadá), o Columbia y Columbus
en Estados Unidos, aunque la lista es interminable, y se extiende sobre todo
por la geografía centro y sudamericana. Incluso da su nombre a monedas
oficiales de algunos estados. De la misma manera, aparece en colecciones
filatélicas, numismáticas…
En muchos países se celebra el día del
descubrimiento, aunque en fechas relativamente recientes esta celebración se ha
visto enturbiada por movimientos indigenistas que protestan contra los abusos
que se cometieron tras la llegada del Almirante, y exigiendo que se anulen
estas festividades y se retiren todas las menciones a su figura.
Así,
el 12 de octubre aparece como una importante festividad en diferentes países,
entre los que podemos citar:
- España: denominada originalmente Día de la Raza, en 1957 pasó a
ser el Día de la Hispanidad.
- Estados Unidos: Columbus Day.
- Argentina: originalmente Día de la Raza, en 2010 la Presidenta,
Cristina Fernández de Kirchner, le cambió el nombre por Día del Respeto a
la Diversidad Cultural.
- Venezuela: originalmente Día de la Raza, en 2002 el presidente
Hugo Chávez decidió cambiar el nombre por Día de la Resistencia Indígena;
poco después, el Consejo Nacional Indio solicitaría que se retiraran todas
las imágenes de Colón y fueran sustituidas por la del cacique Guaicaipuro,
que resistió contra la dominación española, llegando al extremo, en 2004,
de derribar la estatua existente en Caracas.
- Bolivia: originalmente Día de la Raza, pasó posteriormente a
denominarse Día de la Liberación, de la Identidad y de la
Interculturalidad, y en 2011, por decreto del Presidente Evo Morales, ha
pasado a ser Día de la Descolonización.
- México: Día de la Raza.
- Chile: se lo conoce como Día de la Raza, aunque su nombre original
es Aniversario del Descubrimiento de América; en 2000 se renombró como Día
del Encuentro de Dos Mundos, pero se mantiene el nombre informal.
- Colombia: Día de la Raza.
- Costa Rica: Día del Descubrimiento y la Raza, cambiándose su
nombre en 1994 a Día de las Culturas.
- Ecuador: Desde 2011, pasó a denominarse Día de la
Interculturalidad.
- Nicaragua: inicialmente fue Día de la Raza, posteriormente pasó a
llamarse Día de la Hispanidad, y hoy en día es el Día de la Resistencia
Indígena.
- Perú: desde 2009, por ley del presidente Alan García, es el Día de
los Pueblos Originarios y del Diálogo Intercultural.
- Uruguay: originalmente Día de la Raza, se conoce como el Día de
las Américas, y no hay que confundirlo con la festividad del mismo nombre
que se celebra el 12 de abril.
- Bahamas: Discovery Day.
- Belize: Pan-American Day.
En
torno al Almirante se han generado incluso multitud de mitos, uno de los más
conocidos es el del huevo de Colón: probablemente no se trate más que de una
anécdota que inventó Girolamo Benzoni, y que narra en su libro Historia
del Nuevo Mundo, según la cual en
la Corte de Castilla un grupo de nobles discutía con el descubridor acerca de
las imposibilidades de su empresa, a lo que el navegante respondió solicitando
un huevo e invitando a sus contertulios a que intentaran colocarlo de pie y que
se mantuviera así por si solo; ninguno de ellos fue capaz de ello, así que
cuando Colón lo recogió se limitó a golpearlo ligeramente contra la mesa,
aplastando un poco la cáscara, con lo que el huevo mantenía perfectamente el
equilibrio, demostrando así que lo imposible sí era posible; desde entonces,
esta anécdota circuló por todas partes hasta quedar recogida incluso en el DRAE,
que define la expresión como “Cosa que aparenta tener mucha dificultad pero
resulta ser fácil al conocer su artificio”.
Consideraciones
- De cara, surge ya la primera incógnita acerca del Almirante, y es
la de su origen: la cuestión más evidente es que tanto él mismo como su
hijo Hernando procuran ocultarlo o al menos difuminarlo de la manera más
sistemática posible. ¿Qué motivos podría haber para actuar de semejante
manera? Veamos las posibilidades que nos ofrece esta línea de pensamiento.
- Una de las teorías que se han expuesto al respecto es la de que
se tratara de un judío converso; evidentemente, en la época de que
hablamos, éstos no eran precisamente bien vistos, porque se sospechaba
que en realidad su cambio de fe no era real, sino interesada, y que en el
fondo seguían siendo unos infieles paganos que adoraban a un dios que no
era el cristiano. Desde este punto de vista, hubiera sido perfectamente
lógico que Colón ocultase su filiación, pues de lo contrario no hubiera
sido tomado en serio prácticamente por nadie…
- Otra posibilidad sería la de evitar que cayera sobre él el peso
de la ley, por algún delito que hubiera podido cometer. Y uno de ellos
podría ser, como algún autor ha sugerido, que en realidad el Colón que
descubrió América no fuera sino un suplantador, que se aprovechó de la
figura del original cuándo éste murió, tal vez durante el naufragio de su
barco en 1476 frente a Portugal. Y aunque no sea tomada en serio no es
una exposición baladí, puesto que entronca con toda la ambigüedad que
envuelve al Almirante: todos parecen coincidir en que esta ocultación,
esta aureola de misterio, comienza más o menos a partir de 1485, y con
más fuerza todavía a partir de 1492. La sensación que surge ante estos
datos es la de que el verdadero Colón sí podría haber sido de origen
genovés, pero que durante la batalla naval frente a las costas
portuguesas, en 1476, hubiera muerto y otra persona, tal vez de origen
ibérico, incluso puede que un judío converso a juzgar por las
especulaciones en torno a su firma y sus ideas de corte casi mesiánico, se
hubiera hecho cargo de su documentación y su personalidad, llevando a
cabo las ideas que podían estar comenzando a germinar. Esta teoría choca
de frente con una cuestión evidente: tal impostura no podía mantenerse en
pie ante las personas que conocieron al auténtico Colón. Para empezar, su
hermano Bartolomé, en 1476, debería haberse dado cuenta de la
suplantación… Si realmente eran hermanos antes de tal evento, esto es, si
verdaderamente Colón nació genovés.
- También podría hallarse tras esta actitud un intento de darse una
aureola de misterio que le proporcionara más “publicidad” y que pudiera
transformar, de alguna manera, en un nimbo de mesianismo; no olvidemos
que su ambición era muy grande, y que probablemente no hubiera dudado en
utilizar la fe cristiana para aumentar aún más su poder y privilegios. De
hecho, más de un autor, tanto de ensayos sobre la figura del Almirante,
como escritores y compositores teatrales o de ópera, han tocado ese tema,
mostrando al descubridor prácticamente como un enviado de Dios.
- En lo que respecta a su fecha de nacimiento, a pesar de darse por
buena la de 1451, según sigamos una documentación u otra del propio
Cristóbal nos encontraremos hasta con 16 fechas distintas:
- Un amigo de Colón, Andrés Bernáldez, declarará lo siguiente: “El cual Almirante, don Cristóbal
Colón, de maravillosa y noble memoria, nacido en la provincia de Milán,
cuando estaba en Valladolid, en 1506, en el mes de mayo, murió senectute
bona, descubridor de las Indias, a la edad de 70 años aproximadamente”.
Según este párrafo, la cuenta es evidente: 1506 menos los 70 años que se
le atribuyen, da como fecha de nacimiento 1436.
- En su diario de a bordo de 1492, dice que su primera navegación
se produjo en 1461. Si partimos de la base de que nació en 1451,
significa que salió al mar con 10 años, pero si tal y como dice en otros
momentos que esa primera vez tenía 14 años, nos vamos ya a 1447. Esta
fecha encajaría con otra afirmación suya, en la que nos dice que en 1484
hacía ya 23 años que navegaba: 1484 menos 23 y menos los 14 primeros años
de su vida vuelven a conducirnos a esa fecha.
- El 7 de julio de 1503 escribió una carta a los Reyes Católicos
desde Jamaica, en la que les dice, entre otras cosas, que tenía 28 años
cuando a entró a su servicio, allá por 1485. Por tanto, la resta nos da
como resultado el año de nacimiento de 1457.
- Aún podemos citar más fechas: según la correspondencia de Colón,
éste tenía 30 años cuando llegó a España; si tal evento sucedió en 1485,
la fecha de nacimiento que obtenemos es la de 1455.
- Podríamos seguir así hasta 16 fechas distintas, pero como suele
decirse, para muestra vale un botón. ¿Con cuál quedarnos? Es evidente que
estamos ante una campaña de desinformación para mantener en la oscuridad
sus orígenes.
- Seguimos con el origen de Colón, y para ello nos centramos en un
punto que ya han tocado los historiadores, y que comparto con ellos: si la
mayor parte de los escritos está en castellano, y prácticamente ninguno de
ellos lo está en italiano, y de los pocos en latín se observa que usan una
forma hispanizada, la conclusión evidente parece la de que no era de Génova,
sino de algún lugar de la península; los portuguesismos, galleguismos o
catalanismos indicarían su estancia en esos lugares, pero probablemente no
su origen, que habría que situarlo en el reino de Castilla.
- Acerca de la presentación de la documentación italiana en la que
parece afirmarse con una certeza prácticamente absoluta el origen genovés
del Almirante, surgen pequeñas dudas expuestas por algunos historiadores,
que hacen dudar de que estemos hablando de la misma persona: estas actas
lo presentan en Génova con más de veinte años de edad, mientras que él
mismo, en una de las cartas a los Reyes Católicos, se expresa en unos
términos diferentes: “Muy altos
reyes: de muy pequeña edad entré en la mar navegando y lo he continuado
fasta oy…”.
Pensemos
en un punto ya expuesto con anterioridad: si realmente era genovés, ¿por qué
escribir siempre en castellano, con la complicación que podría suponerle al no
ser su lengua original?
Además,
en 1492, tras el regreso triunfal de Colón, su padre aún estaba vivo. Resulta
evidente preguntarse el motivo por el que no se puso en contacto con él: ¿acaso
estaban enfrentados por algún motivo al que no se alude por ninguna parte? ¿O
tal vez en realidad no eran padre e hijo? Y por otra parte, ¿cómo es que en
Génova no montaron una gran festividad para celebrar que uno de sus habitantes
había conseguido tan formidable hazaña?
Aún
hay más puntos de discusión en esta cuestión: en Sevilla apareció un Acta de
Mayorazgo, fechada el 22 de febrero de 1498, en la que se expresa en los
siguientes términos: “…mando al dicho
Diego, o a la persona que heredase el dicho Mayorazgo, que tenga e sostenga
siempre en la ciudad de Génoba una persona de nuestro linaje (…) pues de aí
salí y en ella nazí”. Pues bien, a pesar de lo que pueda parecer, en su
testamento del 19 de mayo de 1506 se lee lo siguiente: “Cuando salí de España el año de quinientos e dos fize una ordenanza e
mayorazgo de mis bienes…”. Es decir, ordena redactar el Acta de Mayorazgo
en 1502, una incongruencia notoria. Esto ha llevado a afirmar a algunos
historiadores que el documento de 1498 es falso, tal vez amañado por alguno de
sus descendientes para hacerse con sus bienes, lo que podría quedar confirmado
al constatar que el documento de Mayorazgo de 1502 desapareció.
También
existe la posibilidad, qué duda cabe, teniendo en cuenta el afán de ocultación
que poseía el Almirante, de que éste en realidad estuviera jugando al despiste
para que nadie supiera con precisión nada sobre su persona.
- El nombre Cristóbal procede del griego Cristoforos, que viene a
significar “Portador de Cristo”. Y sobre su apellido, Colón, se piensa que
podría proceder del latín columba, paloma, aludiendo aparentemente al Espíritu
Santo. Esto nos remite, indefectiblemente, al segundo apartado del primer
punto, en el que hemos comentado la idea del mesianismo del descubridor de
América. Esta idea se vería reforzada por su firma “esotérica”, la que aparece
con el término xpo ferens. Esta
firma, analizada hasta la saciedad, ha hecho correr ríos de tinta, y ha
dado lugar a múltiples interpretaciones, todas ellas de índole
místico-filosófica, en las que cobra un valor importante el hecho de
utilizar a la vez dos o, incluso, tres alfabetos: xpo es, en principio,
Cristo en griego; ferens es latín, y viene a significar el que lleva a (es
decir, no portador, sino ofertor); y según algunos investigadores, la s
final del ferens, tan distinta a las otras, unida al punto y la raya,
sería una expresión hebrea que representaría al Yahvé judío, con lo que la
traducción vendría a ser algo así como “el que lleva Cristo a Yahvé”.
¿Tiene sentido? Quién sabe… También se han asociado las letras superiores
a conceptos tan ambiguos como las columnas del Templo de Salomón, Jaquim
(x) y Boaz (¿y?).
- Pasemos a otro punto que aunque no parezca tener demasiado
interés, resulta cuando menos curioso: resulta que cuando la Corona decide
patrocinar la expedición del Almirante, puesto que las arcas andan escasas
debido a la guerra contra los granadinos, utiliza un método lógico pero un
tanto exagerado: al parecer debía tener enfilados a algunos de los vecinos
de Palos, ya que decreta que la sanción a la que tendrán que responder es
aparejar y dotar de tripulación a dos carabelas para Colón, algo que no
sale precisamente barato. De este aspecto tampoco aparece nada por ningún
lado, así que, ¿qué delito habían cometido estos vecinos para tener que
ser condenados de tal manera? ¿Contrabando, latrocinio, crímenes?
- Y, por fin, entramos en uno de los puntos más discutidos acerca
del descubrimiento. ¿Creía Colón que llegaría a las Indias, o en realidad
sabía perfectamente que encontraría tierra mucho antes?
- Empecemos por la cuestión del error en los cálculos. Parecen demasiado
burdos, demasiado abultados para el avezado navegante que se supone que
fue; además, pasó olímpicamente del modelo de Eratóstenes, que era el más
correcto y el establecido de forma general, para utilizar un modelo que
mostraba una circunferencia terrestre bastante más pequeña, supongo que
para hacer creer a quienes debían patrocinarlo que las Indias estaban
mucho más cerca de lo que realmente estaban; y, de hecho, ese cambio de
criterio se lo hicieron notar en las diferentes juntas a que fue sometido
su proyecto. Sin embargo, a poco que nos fijemos, veremos que las cifras
están perfectamente ajustadas para llegar al Caribe, así que... ¿Realmente
se trató de un error? Las sospechas de que realmente sabía lo que había
al otro lado del Atlántico son muy fuertes.
- Por otra parte, hay otro pequeño detalle que nos hace pensar en
esa cuasicerteza: el célebre mapa de Piri Reis, un plano que muestra en
1513 todo el contorno de la costa americana, desde el Labrador hasta la
Patagonia, con una precisión increíble; Piri Reis escribe al respecto en
su dedicatoria a Solimán el Magnífico: “…un astrónomo que se llamaba Kolón..., que salió en busca de
Antyle... y la descubrió. Hoy la ruta es muy conocida y su mapa llegó
hasta nosotros”.[ Para empezar, ¿cómo podía tener Colón un mapa con tierras que
aún no se habían descubierto? No hay una explicación sencilla para tal
hecho, a menos que reconozcamos abiertamente que alguien, antes que
Colón, se dedicó a explorar toda la costa Este del continente americano;
y eso supondría defenestrar al Almirante de su trono de gran descubridor…
La conclusión a la que se llega con estas disquisiciones es que Colón iba
tal vez buscando la legendaria isla de Antilia, un remanente de la
Atlántida platónica, y las riquezas que se decía pudiera contener. A este
respecto, aquella época estuvo llena de lugares atlánticos similares,
como Hy Bresail (los antiguos navegantes le dieron varias formas fonéticas
y de escritura), San Borondón en las Canarias, San Brandán, las Islas de
las Siete Ciudades (de las que se decía que habían sido fundadas,
supuestamente, por portugueses huidos de la invasión de Tariq)…; o al
menos, que sabía que iba a encontrar tierra firme mucho antes de alcanzar
las lejanas costas de Cipango o Catay. Los investigadores tienen la
sospecha de que Colón poseía, ya en 1483, un mapa que mostraba las costas
e islas americanas. Si es así, ¿qué antigüedad tenía dicho mapa, y quién
lo dibujó?
- ¿Necesitamos más para convencernos de que nuestro buen amigo
Colón realmente supo en todo momento lo que buscaba? Bueno, pues ahí va
otra: durante su tercer viaje declara que las tierras pertenecen a un
continente nuevo, pero muy poco después, como si se diera cuenta de haber
hablado más de la cuenta, se echa atrás diciendo que son parte de Asia.
Una vez localizadas las tierras y comenzados los viajes exploratorios,
¿qué más daba que fuera Asia o tierra nueva? ¿Por qué se echó atrás de su
declaración inicial?
o Otra de las teorías que han sonado con fuerza acerca del conocimiento
que el descubridor tenía acerca de las tierras que se suponía no existían es la
conocida como del prenauta: según ella, mientras Colón estuvo en las islas
portuguesas atlánticas, conoció a un marino luso o castellano que habría
llegado a aquellas costas moribundo, procedente del Oeste, que le contó que su
carabela había sido arrastrada desde el Golfo de Guinea hasta el Caribe por las
corrientes. La investigación de esta hipótesis ha conducido a algunos hasta la
figura de Alonso Sánchez de Huelva, pero no hay nada claro al respecto y surgen
dudas acerca de si el misterioso personaje, de existir, pudiera haber sido
portugués o vizcaíno; en cualquier caso, ésta hubiera sido la fuente principal
de información del Almirante para elaborar su ambicioso proyecto, que podrían
refrendar las Capitulaciones de Santa Fe, en las que se habla de las tierras
“descubiertas”, y no por descubrir. Otorgar a Cristóbal los privilegios que se
le concedieron podría haber sido una consecuencia de las pruebas incontestables
que habría expuesto ante los Reyes Católicos. Pero si esto fuera así, cabría
preguntarse si esas pruebas estaban antes o después de presentarse ante el rey
de Portugal, quien rechazó su expedición.
·
Normalmente a Colón se le
atribuyen cuatro viajes a América, pero pudiera haber habido un quinto, y no
exactamente al continente, que hubiera sido el primero. Leamos lo que escribe
el propio Almirante al respecto: “En
febrero de 1477 navegué 100 leguas más allá de la isla de Thule. La parte meridional de esta isla se
encuentra a 73º de latitud Norte, y no a 63º, como algunos pretenden. Esta isla
no está situada en modo alguno en el meridiano que le asignó Tolomeo, y que
cierra nuestro Occidente, sino mucho más al Sur. A esta isla, tan grande como
Inglaterra, los mercaderes ingleses, y especialmente los de Bristol, se dirigen
habitualmente. En el tiempo en que estuve en ella, el mar no estaba helado”.
Si partimos de la base de que Thule era el nombre que en aquella época se le
daba a Islandia, el siguiente paso, al doble de la distancia que indica el
descubridor (100 leguas, entre 550 y 590 kilómetros aproximadamente, según la
medida que tomemos), es Groenlandia: es la única tierra que hay entre ambas
islas, así que la conclusión parece ser que estuvo por esos parajes. Si a eso
le añadimos las referencias que hace a los “chinos”, podríamos pensar que
conoció a los esquimales…
·
Aunque probablemente no tenga
ninguna relación, me viene a la cabeza, ante esta biografía, un interrogante:
Juan de Coloma, de la Corona Aragonesa, ¿no podría haber sido el Joan Colom al
que aluden algunos historiadores como el genuino Colón? ¿O quizás es que ese
nombre era muy común?
·
En suma, la conclusión evidente a
la que nos enfrentamos cuando contemplamos la figura de Colón es la de un audaz
y avezado navegante, dispuesto a lo que haga falta con tal de conseguir sus
fines, ambicioso y calculador, que tiene algo importante que ocultar, con un
cierto carácter religioso que tiende al fanatismo o al mesianismo, y dotes de
mando o de gobierno no demasiado buenas…
Bibliografía
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Cristóbal Colón, Vittorio Cottafavi (Francisco
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