¡Qué raro, una erre!- En la estancia se habían
reunido, sentados alrededor de una gran mesa cual caballeros de la Tabla Cuadrada,
algunos de los más excelsos escritores de nuestra madre patria. Allí estaban,
entre otros, Cervantes, LhorkGora, Quevelhork, Caldelhork, Lhorkpe de Vega...
Mas junto a ellos, de forma incomprensible, se veía
otra figura: la de un misterioso personaje, totalmente enfundado en ropas
negras hasta el extremo de mostrar tan sólo sus ojos. Sentado entre LhorkGora y
Quevelhork, ora se volvía a susurrarle algo a uno en el oído, ora al otro.
-Bueno, henos aquí reunidos para decidir cuál va a
ser el contenido de nuestra primera revista -comenzó Cervantes, muy ufano,
mientras sacaba de su maletín un voluminoso legajo de papelotes-. Para empezar,
¿qué les parece como título "Lhork"?
-Un poco soso, ¿no? -se quejó Lhorkpe de Vega-. Yo
había pensado algo así como "El Siglo de Lhork"...
-Ta, ta... -le interrumpió Lhorkgora-. Quedaría
mucho mejor "A la sombra de Lhork".
-Vamos, señor, no os paséis -le cortó burlón
Quevelhork-. No seais pedante. Mejor, "Los Cuentos de Lhork".
-Ya, lo que a vos os pasa es que estáis celoso
porque no sois de la cúpula del Círculo -le replicó ácidamente el insigne poeta.
-Paz, señores -terció Caldelhork-. ¿Qué les parece
"La Vida es
Lhork"?
-Estáis todos equivocados -saltó el desconocido
enlutado-. La respuesta correcta es "Weird Tales of Lhork".
-¿What? -saltaron todos a una, sorprendidos por la
extraña expresión.
-Bueno, bueno, no me lo agradezcáis -dijo el desconocido
con falsa modestia-. Ya sé que soy un genio, pero no hace falta que insistáis
tanto en ello...
-Bueno, vale -intervino Cervantes, un poco mosqueado
por haber perdido protagonismo frente a aquel curioso sujeto-. Se llamará así.
Y ahora, como contenido, ¿qué les parece esta pequeña sátira sobre las novelas
de caballería que están tan de moda? -señaló el enorme legajo de papeles que
tenía delante de sí-. Lo he titulado "El ingenioso hidalgo don Quijote de
la Mancha".
-¿Y qué más? -saltó Quevelhork-. Sólo con eso,
tenemos para dos o tres años de revistas. No, señor, eso no se puede publicar.
Para eso, mejor mis poemas, que son excepcionales.
-Chorradas, eso es lo que son -intervino Lhorkgora,
molesto con su infatuado colega-. ¿Cómo pretendéis comparar vuestra vulgar
poesía con mi ilustre lírica?
-No os paséis ni un pelo -le advirtió amenazadoramente
Quevelhork-. ¿A que publico un soneto sobre vuestra nariz?
-¡No os atreveréis! -Lhorkgora se levantó de un
salto-. ¡Vive Dios, que os reto a duelo aquí y ahora!
-Calma, señores -terció amigablemente Caldelhork-.
No es necesario llegar tan lejos. Todos sabemos que ambos sois personajes de
gran talento. No merece la pena...
-Por supuesto que ambos tienen gran talento -admitió
el desconocido de negro-. Pero habrá que determinar quién de los dos es el
mejor.
-Haya paz -pidió encarecidamente Lhorkpe de Vega,
horrorizado ante la posibilidad de la vista de la sangre-. Por Dios, señores,
que si esta reunión sigue así, me retiraré a mis aposentos.
-Pues vete, pedante -le insultó el desconocido-. Si,
en realidad, no te necesitamos aquí.
-Pero vamos a ver -intervino Cervantes conciliador,
mirando al extraño enlutado-, ¿usted quién es y a qué ha venido?
-Yo soy un Venerable Maestro de Filosofía Oriental,
el Señor de la Senda
Derecha del Camino Izquierdo de la Vía del Conocimiento de las
Almejas Coloradas de la Región
de Guinea -la expresión le salió sin respirar, de corrido-, y estoy aquí para
asegurarme de que el Círculo y su revista van por el camino adecuado, para
evitar que personas como ustedes la conviertan en un gallinero. Y, por
supuesto, para conseguir que se cumpla la Historia y que cada cual se dedique a lo que
mejor sabe, ya sea escribir, insultar o lo que se tercie...
-¡Pero bueno! -exclamó Caldelhork airado-. ¿Acaso un
tipejo raro como vos va a decirnos lo que debemos hacer? ¡Voto a bríos, que
tentado estoy de desenvainar y atravesaros aquí mismo!
-No os detengáis por tal nimiedad, amigo -sugirió
Lhorkpe de Vega con su arma en la mano-. Enseñemos entre todos a este caballero
como las gasta un caballero español.
Con un ágil salto, el Venerable se levantó y salió
corriendo de la estancia, perseguido por un airado grupo de personas. La reunión
se disolvió sin demasiadas formalidades, y el asunto acabó olvidándose.
Jose Francisco Sastre García
Nota de la redacción: En fin, ¿qué quieren que les contemos? No hay
manera de evitar que el Sr. Sastre escriba estos artículos. La última noche
doblamos la guardia en el interior de la redacción, y apostamos vigilantes por
todo el perímetro, en la creencia de que si conseguía salir del psiquiátrico y
dirigirse a la redacción, le cogeríamos con las manos en la masa y evitaríamos
que apareciesen estas barbaridades. Aún así, consiguió burlarnos.
Según palabras de nuestros vigilantes, a eso de las
tantas de la mañana, oyeron un fuerte ruido que venía del exterior. Cuando se
asomaron a las ventanas para ver qué era lo que lo causaba, vieron un camión de
gran tonelaje, con un enorme poster de Conan pegado en el morro, que se
abalanzaba contra la fachada del edificio con un tremendo estruendo de muros
rotos.
Sacando sus armas, y pensando en un atentado
terrorista, se dirigieron cautelosamente al camión, pero lo encontraron vacío,
con un pedazo de madera sosteniendo apretado el acelerador y la primera metida.
Sobre el volante, una nota venía a decir lo siguiente: "¡Ja, ja, ja!
¡Cogedme si podéis, chacales!" Y firmaba nuestro ex articulista.
Cuando se dirigieron apresuradamente a la mesa del
redactor jefe, le vieron acurrucado sobre el teclado del ordenador, depositando
algo sobre él, con una botella de LhorkRioja en una mano y una pasta en la
otra. Le detuvieron en el acto, a lo que respondió gritando, mientras le
llevaban al psiquiátrico, que se vengaría de ellos, que la ira de Crom se
abatiría sobre el Círculo.
Aún seguimos investigando cómo se las apaña para
escapar del psiquiátrico sin que se enteren los celadores. Les mantendremos
informados.
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