EL HOBBIT 3:
LA BATALLA DE
LOS CINCO EJÉRCITOS
José Francisco
Sastre García
Ayer por fin me acerqué al cine a ver la tercera película de Peter
Jackson dedicada al libro de Tolkien El
Hobbit, y la única palabra que se me ocurre para definirla es: espectacular.
Suponía que habría de ser así, ya que tenía que reflejar la batalla
que iba a decidir el destino de Erebor y de los reinos enanos, y la verdad es
que no me defraudó: prácticamente desde el minuto uno, la cinta derrocha acción
a raudales.
El ataque de Smaug a la población humana de Lago, su aniquilación por
parte de Bardo en un duelo épico, que recuerda en cierto modo a los más
clásicos ajustes de cuentas del salvaje oeste en mitad de la calle del pueblo,
la pelea de Elrond, Saruman y Galadriel con los nazgûl para liberar a Gandalf,
y para finalizar el épico asalto conocido como la batalla de los cinco
ejércitos para decidir quién sería el futuro dueño de Erebor… Todo se aúna
para, condimentado con los correspondientes dosis de romance, recrear un
conjunto monumental, que no desmerece en lo más mínimo a la gran batalla de
Minas Tirith en El Retorno del Rey.
Este colofón de la revisión del libro de Tolkien adolece de algunas
libertades que se han tomado con el texto original, al igual que las dos entregas
anteriores: como ya se ha comentado más de una vez, de 200 páginas es imposible
sacar una trilogía de películas de más de dos horas cada una de ellas, así que
el bueno de Jackson ha decidido añadir detalles extraídos de otras obras, como
el Silmarillion, y extractos de su
propia cosecha para mostrar el nexo entre este libro y la trilogía más mítica
del escritor galés: en esta obra ya se van viendo situaciones como: la
evolución de los pensamientos de Saruman, como va comprendiendo el poderío de
la Sombra y la posibilidad de alistarse en el bando que cree vencedor; la
aparición de Legolas, que refuerza el entramado cuando su padre, Thranduil, lo
envía al Norte para buscar a los Dunedain, y entre ellos al hijo de Arathorn,
un humano conocido como Trancos; la primera aparición de los reyes espectros,
los humanos que aceptaron los anillos de poder que creó Sauron y se
convirtieron en fantasmas a su servicio, siendo desterrados en una primera
instancia por Elrond y Saruman, y de inmediato alzados por su Oscuro Señor como
los temibles Nazgül…
La locura que se apropia de la mente de Thorin ante la riqueza
abandonada por Smaug en su antiguo hogar, los sentimientos que se van
despertando entre uno de sus enanos, Fili, y una elfa, Tauriel (otro añadido
para darle un poco de variedad a la historia), la evolución que ya hemos
comentado de Saruman, la actitud de Thranduil… Se me hace casi imposible
encontrar un solo personaje que pueda calificar de plano, quizás, si acaso,
otro de esos detalles a mayores: el consejero del gobernador de Lago, que si no
me engaño, conseguirá huir del horror de la batalla (y la pregunta sería cómo,
porque en medio de ese maremagno es prácticamente imposible pasar
desapercibido, jejeje) y viajar hasta las Marcas de Rohan, donde se convertirá
en Grima, el consejero del rey Theoden. Pero ésta es en principio una mera
conjetura…
En cuanto a la batalla en sí… Más de uno se habrá preguntado por qué
se llamó Batalla de los cinco Ejércitos, cuando en realidad sólo había cuatro:
enanos, humanos, elfos y orcos… La explicación es que Thorin y los suyos
conformaron el quinto ejército, negándose a parlamentar con ninguno de los
otros bandos, aguantando todo lo que pudieron hasta que llegó su primo con los
enanos de las Colinas de Hierro, esperando que con semejante presencia se
solucionase la comprometida situación en la que se hallaba… El desprecio de
Thranduil hacia las otras razas, el deseo de Bardo de que Thorin cumpliera su
promesa para con los humanos, hacen que todo el conjunto se convierta en un
cúmulo de desatinos entre unos y otros, que amenazan con barrer del mapa a los
enanos de Erebor hasta que aparece el contingente orco, con un nuevo añadido
como son los Devoradores de la Tierra, que para el caso podían haberse
ahorrado, porque no intervienen para nada en la batalla, simplemente se dejan
ver durante unos instantes y después… si te he visto no me acuerdo.
Este combate ha sido mucho más desarrollado que en el libro: si bien
ya es épico de por sí en la letra impresa, en la gran pantalla adquiere tintes
aún más grandiosos al mostrar las tácticas que Azog el Poderoso muestra para
batir sin piedad a sus enemigos: una primera oleada para distraer a elfos,
enanos y humanos, una segunda oleada que penetra en la ciudad de Valle desde
otra dirección para rodear a los aliados y aplastarlos, y una terca oleada que
llega desde el Norte, desde Dungabad, cuyo objetivo sería acabar con las
últimas resistencias en una marea tan implacable como letal. Por suerte para
los defensores, la llegada de las Águilas llamadas por Radagast, y que traen
consigo a Beorn, el metamorfo que se convierte en un sanguinario oso, evita que
elfos, enanos y humanos, ya mermados y agotados por la dura pugna que han
tenido que sufrir, sean arrasados…
Además, Jackson se recrea en los combates individuales: muestra las
proezas bélicas de Thranduil, de Bardo, de Thorin… Y remata la excelente faena
cuando Escudo de Roble y sus tres más fieles se lanzan a la búsqueda de la
cabeza del ejército invasor, el cruel Azog… Tras una exposición de cada uno de
ellos, acaba por centrarse en las dos peleas más cruentas: la de Thorin con Azog,
absolutamente brutal, y la de Legolas con el segundo orco, también excelente.
Peros que podría poner a esta película: los enanos de las Colinas de
Hierro se presentan con armaduras muy similares a las orcas, por lo que cuando
se produce el enfrentamiento entre ambos ejércitos no resulta fácil distinguir
quién es quién; la extrañeza que me produce que los elfos no barran la primera
oleada de orcos de la faz de la tierra con sus poderosos arcos…
En mi opinión, el conjunto es absolutamente excepcional: para los
seguidores de la fantasía épica y de Tolkien, a pesar de las libertades que se
han tomado, es una excelente historia a tener en cuenta para disfrutar de ella.
Y, por supuesto, tal y como la ha dejado Peter Jackson, da una extraña
sensación, como si tuviera la intención de introducir un episodio de transición
entre El Hobbit y El Señor de los Anillos…
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