SIR ARTHUR CONAN DOYLE
José Francisco Sastre García
Hablar
de Sir Arthur Conan Doyle (Edimburgo, 22 de mayo de 1859 – Crowborough, 7 de
julio de 1930) es hablar, sobre todo, de su personaje más inmortal, el
detective consultor Sherlock Holmes, paradigma de la sagacidad y la
inteligencia al servicio de la investigación criminal.
La
obra de este médico / autor escocés es mucho más amplia de lo que mucha gente
cree: muy conocidos son, también, su personaje del Profesor Challenger, en
palabras de Conan Doyle, “un cerebro privilegiado en el cuerpo de un hombre de
las cavernas”, y las aventuras de corte histórico en las guerras napoleónicas
(el brigadier Gerard), la guerra de los boers, y otras.
Teniendo
en cuenta la fama que cogieron los relatos de Holmes, resulta sorprendente
descubrir que no era ni de lejos su personaje favorito; de hecho, llegó a
decirle a su madre que “quería matar a Sherlock Holmes, ya que estaba gastando
su mente”. Por aquel entonces, ya había adquirido tal renombre que ella misma
le advirtió que la gente no se lo iba a tomar a bien, y así resultó: en “El
Problema Final” acaba con su vida en un enfrentamiento con su mortal enemigo,
el profesor Moriarty (un elemento, por cierto, que apenas aparece en la obra
del escritor a pesar de toda la parafernalia que se ha escrito y filmado sobre
él), lo que conlleva que el público lector, ávido de más historias sobre el
detective consultor, se le echara al cuello llamándole de todo, declarándolo
asesino, que se le juzgara por haber matado a su personaje, y exigiéndole que
lo resucitara…
Doyle
aguantaría un cierto tiempo hasta que, con tanta presión, decide publicar “El
Sabueso de los Baskerville”, una novela que posteriormente traería nueva
controversia, ya que fue acusado de plagiarlo a un periodista, Bertram Fletcher
Robinson, amigo de Conan Doyle, por Rodger Garrick-Steele, también escritor. La
cosa podría haber quedado en una mera anécdota si el escritor no hubiera
cargado las tintas aún más acusando al escocés de haber sido el amante de la
mujer de Robinson, y que la muerte del periodista había sido fruto de una
conspiración entre los adúlteros para hacerla parecer por causas naturales…
Al
margen de todo esto, que ha surgido en época reciente, el hecho de que siguiera
sin resucitar a Sherlock Holmes hacía que el público continuara volcado en sus
ataques contra él, hasta que, harto de todo, decidió devolver a la vida a su
personaje en “El Misterio de la Casa Deshabitada”. Los ánimos se calmaron por
fin y las cosas volvieron a una cierta normalidad.
Con todo, el personaje que más acabado se
considera es el profesor Challenger, un excéntrico científico embarcado en las
más extravagantes aventuras en pos de inventos o descubrimientos de lo más
insólito y, en ocasiones, sorprendente: desde descubrir una tierra detenida en
el tiempo (“El Mundo Perdido”), hasta construir máquinas que podrían
considerarse un avance de lo que estamos empezando a vivir (“La Máquina
Desintegradora” o “El Día en que la Tierra Aulló”, por ejemplo).
La
época victoriana que le tocó vivir le influyó poderosamente a la hora de tocar
temas muy específicos tanto en sus relatos como en su vida: se convirtió en un
ferviente seguidor del movimiento espiritista, convencido de que los espíritus
existían y que regresaban del otro mundo para hablar con los vivos, cuestión
que tocó en más de un relato y, especialmente, en su libro “La Tierra de la
Niebla”, en la que el Profesor Challenger, un científico perseguidor de todo
tipo de engaños sobrenaturales en cuanto tenía ocasión, acaba por convertirse,
igual que su creador, a la fe espiritista, tras convencerse de que ha hablado
con su mujer fallecida.
Aún
fue mucho más lejos en estos caminos: por aquel entonces estaban de moda las
hadas, se hacían muchas fotografía, en su mayor parte demasiado borrosas o
ambiguas para tenerlas en cuenta, hasta que surgió un caso que trascendió más
allá de toda medida: el asunto de las hadas de Cottingley.
No
me extenderé demasiado en este tema, pues se puede encontrar fácilmente, tan
sólo comentar que las hermanas Wright hablaron acerca de que jugaban y hablaban
con hadas, e incluso llegaron a hacerse algunas fotos muy “claras” con ellas;
las figuritas se ven muy a la moda de la época, lo que hizo sospechar, y con
razón, que se trataba de montajes de recortes de diversas revistas de la época.
La
cuestión es que Conan Doyle siempre creyó hasta su muerte que las hadas de Cottingley
eran seres reales, y que se trataba de seres elementales de la naturaleza a los
que sólo podían ver personas con una sensibilidad o unas dotes especiales:
defendió el caso a capa y espada, empleándose a fondo, y ganándose una fuerte
fama de crédulo e inocente a causa de esto y del espiritismo, algo que le
reportó muchas burlas y un descrédito que pudo perjudicarlo como escritor o
como médico.
Al
margen de todo esto, no podemos dejar de hablar de Conan Doyle como escritor:
el estilo y la forma que muestra en su obra resultan de lo más atractivos,
yendo al grano y procurando generar la ambientación y la necesidad adecuadas
según lo que estuviera escribiendo; así, en Sherlock Holmes se recrea en los
detalles, explicando la investigación paso a paso, mostrando una y otra vez el
aserto del detective de que para resolver un caso hay que ir eliminando lo que
no puede ser, y que lo que quede, por improbable que parezca, ha de ser la
verdad; en el profesor Challenger sigue una línea muy parecida, explicando las
ideas del personaje y sus pasos para llegar al punto al que quiere llegar; y en
sus novelas históricas recrea los escenarios con gran fuerza, manteniendo
dentro de lo que cabe todo dentro de los cauces de la historia…
Su
estilo es rápido, directo como una flecha, aunque en ocasiones puede
ralentizarse un poco, con una prosa decimonónica que resulta de lo más adecuada
para el ambiente en que se desenvuelven los personajes; los relatos cortos se
vuelven tan efímeros que dan la sensación de haber sido dejados a medias aposta
para que el lector pida más, mientras que las novelas, aunque eficaces y
eficientes, por momentos pueden resultar un poco más lentas o flojas. Icono del
género policíaco o negro, ha sido fuente de inspiración para muchos autores posteriores.
Para
terminar, podemos contar de él una cuestión que surgió en 2015: un grafólogo
español, Jesús Delgado, estudió al escocés y consideró, en su libro “Informe
policial: la Verdadera Identidad de Jack el Destripador”, la posibilidad de que
el terror del Londres de finales del siglo XIX hubiera sido en realidad Sir
Arthur Conan Doyle. ¿Verdad? ¿Ilusión? No parece probable, aunque en el caso
del Destripador nada es descartable y, al mismo tiempo, nada resulta lo
suficientemente incontestable como para poder afirmar algo con rotundidad. El
hecho evidente es que el Holmes de Doyle jamás se enfrentó al Destripador, tal
vez porque el autor no tenía suficientes datos como para establecer una novela
en la que exponer una idea razonable. O porque quizás el trasfondo de esta
truculenta historia tenía demasiada miga como para intentar meter mano, no
fuera a ser que se la cortaran…
No te has dejado ni un dato. Está muy bien documentado y muy interesante la verdad.
ResponderEliminarPor cierto, yo estoy viendo una serie (a mi gusto muy buena) titulada "Houdini y Doyle" donde ambos personajes, uno incrédulo y el otro inocente resuelven casos juntos con la ayuda de la agente de policía Adelaide Stratton.
Creo que en la realidad llegaron a ser amigos pero, tengo entendido que la mujer de Doyle, hizo una sesión de espiritismo para contactar con la madre de Houdini haciendo escritura automática. La madre de Houdini no hablaba inglés por lo que Houdini al leer la grafía inglesa dejó de hablarse con Doyle. ¡Quién sabe si fue verdad o solo leyenda!
Un saludo ;)
Buenas tardes, Laura, y muchas gracias por tu comentario. Disculpa que haya tardado tanto en contestarte, pero he andado un tanto...
EliminarEn efecto, Houdini y Doyle llegaron a ser amigos, pero había una diferencia de opinión irreductible entre ellos: mientras que Doyle intentaba convencer a Houdinid de que los espíritus existían y que los fenómenos eran auténticos, el escapista le rebatía una y otra vez asegurando que todo fenómeno tenía su truco... Ignoro si dejaron de hablarse por el motivo que citas, pero se puede buscar---