EL REY MINOS: ENTRE EL MITO Y
LA HISTORIA
José Francisco Sastre García
La mitología siempre ha sido
considerada, al menos en su mayor parte, como un recurso para apoyar o
fortalecer el control religioso de los pueblos, una colección de fábulas e
historias destinadas a moralizar a la población y convencerlos de las bondades
de las creencias que los chamanes, sacerdotes o teólogos de las distintas
creencias han pretendido imponer siempre a las culturas.
De esta manera, cuando se habla de
mitos, de leyendas, se incurre en el error de pensar que todo es ficción, de
que no hay nada cierto tras estas narraciones, con lo que a aquellos que buscan
la parte histórica se les crucifica o ridiculiza de manera exagerada hasta que
demuestran tener razón; así, Troya
jamás existió hasta que Schliemann,
empeñado tercamente en demostrar su existencia, consiguió hallarla en Turquía;
de la misma manera, la ciudad sagrada de los incas era un mito hasta que Hiram Bingham descubrió las
monumentales ruinas de Machu Picchu;
o, en el caso que nos ocupa, el laberinto del minotauro sólo era ficción hasta
que Arthur Evans descubrió el dédalo
que parecía haber sido el palacio real de Cnossos,
en Creta.
En cualquier caso, no cabe la menor
duda de que los relatos míticos conllevan una parte irreal, que puede ser según
los casos iniciática, moralista, épica o simbólica, por citar sólo algunas de
las motivaciones, y que además, según los autores, puede haber sido más o menos
exagerada, con lo cual lo que de realidad queda está en ocasiones tan
enmascarado que resulta difícil, por no decir imposible, deslindarlo de la
leyenda.
Está claro que la civilización
minoica, que precisamente debe su apodo a la historia legendaria del rey Minos,
del que nos ocuparemos en este artículo, posee una realidad incontestable, magnífica,
por lo que procuraremos separar la realidad del mito en lo tocante al
personaje…
El personaje
Siguiendo el mito griego, Minos era
uno más de los múltiples hijos que Zeus,
el dios principal del panteón heleno, engendró por su obsesiva persecución de
las mujeres mortales, en esta ocasión con Europa,
a la que raptó bajo la forma de un toro, llevándosela a Creta. Aunque tenemos
una versión de Herodoto en la que los secuestradores de esta mujer fueron los
minoicos, algo por otra parte mucho más lógico…
Sus hermanos eran Radamantis y Sarpedón, y todos ellos fueron criados por el rey de Creta en
aquellos tiempos, Asterión, quien al
morir cedió el trono a Minos, que desterró a sus hermanos de la isla.
Al parecer su reinado tuvo lugar
unas tres generaciones antes de la guerra de Troya, gobernando desde Creta las islas del Egeo, con su capital en
Cnossos; según la tradición, al cabo de cada nueve años de mandato se retiraba
a una cueva sagrada donde su divino padre le daba instrucciones de cómo debía
enfocar el mandato del siguiente período. Se dice que fue el autor de la
constitución cretense, la base sobre la que se sustenta la posterior de Licurgo, y el fundador de la supremacía
naval que la civilización minoica demostraría posteriormente en el Mediterráneo,
suprimiendo incluso la piratería, a la que se dedicaban por aquel entonces
pueblos como los shardanos o los propios cretenses.
Tuvo varios hijos con su esposa Pasifae: Androgeo, Catreo, Deucalión (éste parece ser el
protagonista, junto con su esposa Pirra,
del mito griego del Diluvio Universal, con el que Zeus puso fin a la Edad del Bronce mediante una
gran inundación que lo arrasó todo), Ariadna,
Fedra y Glauco.
Pero también hay una parte oscura:
Minos es también un tirano, un rey que debido a un desliz de su mujer, o tal
vez aprovechándose de ello, comienza a exigir un tributo de jóvenes para
alimentar a su obra más conocida, el minotauro.
Aunque es una historia de sobras conocida, merece la pena detenernos un momento
en ella y esbozar un resumen de los “hechos”:
En agradecimiento por los dones que Poseidón, el voluble dios del mar de la
mitología griega, ha concedido al pueblo que gobierna Minos, éste promete a la
divinidad que sacrificará en su nombre lo primero que surja de las aguas. Y lo
que aparece es un formidable toro, un animal tan hermoso y majestuoso que el
gobernante no se ve capaz de cumplir su promesa y lo incorpora a sus rebaños,
incurriendo en la ira divina, que desatará su terrible cólera sobre él de la
manera más extraña: hace que su esposa Pasifae se enamore del toro y ésta, para
satisfacer su pasión, ordena que se le construya un artefacto de madera con
forma de vaca, en el que se introduce para ser montada por el animal; de
resultas de esta antinatural unión nacerá el minotauro, un ser mitad hombre y
mitad toro, con tan bestial apetito por la carne humana que a medida que va
creciendo se va haciendo evidente que ha de ser encerrado, por lo que Minos
encarga a Dédalo, padre de Ícaro, la construcción de un gran
laberinto en el que esconderá el fruto de su mujer. Después, para que no se
conozca la manera de salir de esas galerías ordenará que el constructor y su
hijo sean encerrados en una torre, de la que escaparán tras construir unas alas
pegadas con cera; pero ésta es otra historia…
Durante la guerra con Atenas y
Megara, Androgeo es asesinado; en contestación a tal desgracia, el gobernante
cretense ordenará que cada año los atenienses entreguen siete jóvenes y siete
doncellas como sacrificio al minotauro, con el aliciente de que si alguno de
ellos consigue huir vivo del laberinto hará que se suspendan las ofrendas.
Durante varios años se suceden las entregas de los griegos, sin que nadie haya
sido capaz de escapar de las garras del monstruo, hasta que por fin le toca el
turno a Teseo, el hijo del rey de Atenas, Egeo, que se ofrece voluntario para acabar con la criatura y
liberar a su ciudad de la tiranía minoica.
Al llegar a Creta, Teseo y Ariadna
se conocen, surgiendo el amor entre ellos; gracias a ello, la hija de Minos
ayudará al príncipe en su tarea de acabar con la bestia, proporcionándole un
ovillo que el príncipe usará para encontrar la salida del laberinto, y una
espada con la que se enfrentará al minotauro, acabando con él. Y como el resto
de esta leyenda viene a ser un glosario de las aventuras y desventuras entre
Teseo y Ariadna, lo obviaremos para continuar con el mito que nos ocupa.
Prosiguiendo con la historia del rey
de Creta, al parecer la fuga de Dédalo y su hijo lo irritó sobremanera, por lo
que comenzó una enconada persecución que lo llevó en última instancia hasta Camico, en Sicilia; por todas partes por donde pasaba ofrecía un acertijo que
estaba seguro que sólo el hombre al que perseguía podría resolver, a saber: mostraba
una caracola espiral y pedía que fuese enhebrada completamente; el rey Cócalo de Camico, sabiendo que Dédalo
sería capaz de solucionar el acertijo, buscó al anciano, quien ató un hilo a
una hormiga que recorrió todo el interior de la concha, enhebrándola totalmente.
Enterado el gobernante siciliano de las intenciones del cretense, lo engañó
para que se tomara un baño antes de cumplir con su objetivo de acabar con el
constructor, momento que aprovecharon las hijas del monarca para arrojarle
encima agua hirviendo y acabar con él. Posteriormente sus restos fueron
devueltos a los cretenses, quienes los pusieron en un sarcófago en el que fue
inscrito: “La tumba de Minos, el hijo de
Zeus”.
A su muerte, Minos fue elevado en el
panteón griego a uno de los tres Jueces de los Muertos, junto con su hermano
Radamantis y su hermanastro Eaco.
Mientras Radamantis juzgaba las almas de los orientales y Eaco las de los
occidentales, el antiguo monarca poseía el voto decisivo para enviar a los
muertos a uno u otro lugar, aunque esta distinción se diluye en otros autores
como:
§ En la Eneida de Virgilio,
Minos era el juez de aquellos a los que se había aplicado la pena de muerte
tras ser acusados falsamente. Minos se sienta en una urna gigante, y decide si
las almas deben ir al Elíseo o al Tártaro con la ayuda de un jurado mudo.
Radamantis es, en esta ocasión, un juez del Tártaro que decide los castigos
adecuados para los pecadores allí destinados.
§ En La divina comedia
de Dante, Minos se sienta en la
entrada al segundo círculo del Inferno, que es el comienzo del Infierno
propiamente dicho. Ahí juzga los pecados de cada alma y le asigna su justo
castigo indicando el círculo al que debe descender. Hace esto dando el número
apropiado de vueltas a su cola alrededor de su cuerpo. También puede hablar para
aclarar la ubicación del alma dentro del círculo indicado por las vueltas de su
cola.
Aún hay más disparidad en los aspectos derivados de esta mitología:
según autores y versiones, los dioses y personajes griegos pueden adoptar
varios aspectos totalmente distintos, como ya hemos visto en el caso de Europa
o, incluso, podemos comprobar en el de Eaco: si bien acabamos de ver que en
este caso se le considera uno de los Jueces de los Muertos, hay textos en los
que aparece como creador o continuador de una de las grandes corrientes
esotéricas e iniciáticas de la antigüedad, junto con el orfismo (basada en la figura de
Orfeo, el dios que desciende a
los infiernos en busca de su amada
Eurídice), el pitagorismo, los
misterios de Eleusis y otras de
similar índole; de hecho, la importancia de este personaje es tal que
trascenderá los tiempos, evolucionando su nombre paulatinamente: de Eaccus
pasará a Yaccus, Yago, y posteriormente se convertirá en un importante santo
cristiano: Santo Yago, Santiago.
Volviendo al tema que nos ocupa, podemos
citar algunas leyendas más relativas al gobierno de este controvertido monarca:
§ Un día, su hijo Glauco estaba jugando con una pelota o un ratón y
desapareció de pronto. Sus padres fueron de inmediato al oráculo de Delfos, que les dijo que “una maravillosa criatura ha nacido entre vosotros: quien halle el
auténtico parecido de esta criatura hallará también al niño”.
Este oráculo fue
interpretado como una referencia a un ternero recién nacido en la manada de
Minos. Tres veces al día, este curioso animal cambiaba de color de blanco a
rojo y de rojo a negro. Poliido
advirtió la similitud con la maduración del fruto de la zarzamora y Minos le
envió a buscar a Glauco.
Buscándolo, Poliido vio
a un búho alejando abejas de una bodega del palacio de Minos. En el interior de
ésta había un tonel de miel, dentro del cual halló muerto al muchacho. Minos
exigió que se le devolviese la vida a Glauco, a lo que Poliido se opuso.
Mientras Minos abrazaba el cadáver de su hijo apareció una serpiente, a la que
Poliido mató con la espada de Minos. Apareció entonces otra serpiente que, al
ver a la primera muerta, se marchó y volvió con una hierba con la que la
resucitó. Siguiendo este ejemplo, Poliido usó la misma hierba para resucitar a
Glauco.
Minos rehusó permitir a
Poliido abandonar Creta hasta que hubiese enseñado a Glauco todo lo que sabía.
Poliido así lo hizo, pero entonces, en el último segundo antes de marcharse,
pidió a Glauco que le escupiese en la boca. Glauco así lo hizo, devolviendo a
Poliido todo lo que le había enseñado.
§ Minos también tomó parte en la historia del rey Niso. Éste era rey de Megara,
e invencible siempre que conservase un mechón de pelo rojo, oculto en su
cabellera blanca. Minos atacó Megara pero Niso sabía que no podía ser derrotado
porque seguía teniendo su mechón de pelo rojo. Su hija, Escila, se enamoró de Minos y demostró su amor cortando el mechón
de pelo rojo de la cabeza de su padre. Niso murió y Megara cayó ante Creta.
Minos mató a Escila por haber desobedecido a su padre. Escila fue transformada
en un ave marina, perseguida sin descanso por su padre, que era un águila
marina.
En este caso encontramos
una nueva contradicción entre las leyendas, puesto que Escila aparece en La Odisea
de Homero como un voraz monstruo que, junto a Caribdis, guardaba el que los
investigadores han interpretado como el estrecho de Messina.
Datos históricos
En realidad, datos históricos acerca
de Minos apenas existen, salvo los referentes a la civilización a la que le da
nombre; esta cultura se extiende durante el período conocido como la Edad del Bronce, más o menos entre el 3.000
y el 1.100 a.C.
Gracias a los descubrimientos arqueológicos se conoce bastante sobre la Creta minoica, aunque aún
persisten algunos interrogantes.
Tomado el nombre de esta cultura, como ya hemos dicho, de la leyenda
del rey Minos, los investigadores se pusieron a intentar averiguar si tal
personaje pudiera haber existido o no al margen de los ornamentos que contiene el
mito, y en qué momento; las conclusiones a las que se han llegado hasta el
momento se pueden resumir en tres corrientes básicas:
§ Minos como tal no existió, sino que, en realidad, éste sería el término
que se aplicaría a los gobernantes de la cultura cretense, de la misma manera
que faraón en Egipto, por citar un ejemplo. Esta teoría, que personalmente me
parece la más adecuada por los motivos que se irán viendo a lo largo del
desarrollo de este artículo, se basa, entre otros datos más o menos congruentes,
en la similitud fonética y semántica existente entre diversas palabras de
diferentes culturas:
o Menes. El primer gobernante y legislador de la civilización egipcia tal y
como la conocemos: en una palabra, el primer faraón. Éste es su nombre griego,
el egipcio es Narmer, y sucedió al semilegendario Rey Escorpión (sí, el de las
películas de Brendan Fraser, pero sin los aditamentos sobrenaturales).
o Mannus. Precedente de la mitología germana, es el hijo del dios Tuisho y
primer hombre, el que engendra a toda la humanidad.
o Manu.
En la mitología védica de la
India, es el sobreviviente de un Diluvio Universal (de nuevo
la misma catástrofe) provocado por los dioses para acabar con una humanidad
anterior, que dará lugar a los nuevos hombres.
o Mani.
También conocido como Manes, fue un líder religioso iraní de origen noble.
o Mencey. Nombre que se daba a los caciques de los guanches en las Canarias.
o Algunos investigadores incluyen en esta relación a Moisés, aunque la homofonía e incluso la semántica están un poco
más alejadas del resto de los ejemplos.
Resulta curioso comprobar
que todos estos términos poseen la misma raíz, “Mn”, como si de alguna manera
tomaran de un punto común la alusión a la máxima jerarquía o al origen mítico de
un pueblo. Si además le añadimos el hecho de que algunas de estas
civilizaciones están intrínsecamente ligadas con otro mito universal (Canarias,
Creta, Egipto y, en menor medida, Alemania o la India), podríamos aventurar
esta idea como un dato para apoyar, que no probar de forma categórica, la
posible existencia de ese reino legendario que conocemos como Atlántida.
§ Minos fue un gobernante histórico, tal vez el primero de la
civilización cretense a juzgar por lo que se dice de él sobre que fue el primer
legislador y el que marcó la supremacía naval de Creta, acabando de paso con la
piratería, representada entre otros pueblos por los belicosos shardanos, de los
que hay tantas luces como sombras. Pero esta teoría no acaba de explicar del
todo la parte del mito en la que se habla de los períodos de nueve años que el
monarca iba pasando entre visita y visita a su “padre”. El mito parece dejar
abierta una especie de atemporalidad, como si el monarca se prolongara en el
tiempo mucho más allá de lo que parece razonable.
§ En realidad habría habido dos reyes en esta cultura llamados Minos: uno
de ellos fue el que hemos mencionado en la hipótesis anterior, más benigno, y
otro el del mito del minotauro, un tirano mezquino que aprovechó la muerte de
su hijo Androgeo durante las guerras con Atenas y Megara para establecer el
“impuesto” de los esclavos que los vencidos habían de entregar a sus opresores.
Según esta teoría, el
primer rey Minos sería el hijo de Zeus, hermano de Radamantis y Sarpedón; su
esposa se llamaría Itone, hija de Lictio, o quizás Creta (según las
versiones, una ninfa o una hijastra de Asterión), con la que tuvo un hijo, Licasto, que heredaría el trono a la
muerte de su padre. Éste tomaría por esposa a Idea, hija de Coribas, y
engendraría un hijo al que llamaría Minos en honor a su excelso padre.
Este segundo Minos
sería el gobernante tiránico, el que daría lugar a los mitos que conocemos
habitualmente: las historias de Teseo, Pasifae, el minotauro, Dédalo o Niso.
Los hijos que se han mencionado más arriba serían los que habría engendrado
este rey con su esposa Pasifae. Supuestamente, sería el abuelo de Idomeneo, quien llevó a los cretenses a
la guerra de Troya.
Si nos atenemos a esta
tesis, podemos intentar fijar unas fechas para situar aproximadamente a los
diferentes Minos: suponiendo que la guerra de Troya tuvo lugar entre el 1300 y
el 1100 a.C.,
y que de una generación a otra tengamos un lapso de tiempo de unos 25 años, el
segundo Minos, abuelo de Idomeneo, habría gobernado en algún momento entre 1350
y 1150 a.C,
y el primer Minos entre 1400 y 1200
a.C., aunque estas fechas abarcan una horquilla
demasiado amplia como para tomarlas como datos ciertos o muy fiables.
En cualquier caso, los restos
descubiertos en la isla de Creta y sus alrededores nos muestran el escenario de
una cultura muy desarrollada, acorde con las leyendas que han llegado hasta
nosotros, que tuvo importantes intercambios con los fenicios lo que favoreció
aún más ese desarrollo, y que incluso ha llevado a algunos exégetas a
interpretar que, en realidad, Minos era fenicio.
Estos descubrimientos arqueológicos que muestran dicha grandeza hacen
pensar que, efectivamente, en algún momento Atenas o la propia Micenas
pudieran haber estado sometidas al imperio minoico. Los restos son de tal
envergadura que cuando Evans descubrió en 1900 el palacio de Cnossos, la
complejidad de estancias y pasillos que encontró fue tal, y extendida en tan
gran superficie, que creyó encontrarse inicialmente ante el legendario
laberinto del minotauro, hasta que posteriormente los historiadores cayeron en
la cuenta de que se trataba en realidad de la residencia real.
Los aportes para sospechar de la
existencia de Minos se encuentran básicamente en dos puntos:
§ En las monedas cretenses, en las que aparece con barba y llevando una
diadema, con el pelo rizado y aspecto altivo y solemne, recordando a la imagen
tradicional que su padre, Zeus, solía tener.
§ En las vasijas y bajorrelieves encontrados en Creta, el monarca aparece
frecuentemente junto con Eaco y Radamantis como jueces del inframundo, o
relacionado con el mito del minotauro y Teseo.
Evidentemente éstas no son pruebas suficientes para justificar la
existencia del personaje, aunque dan una idea de la presencia e importancia que
tuvo su imagen en el imperio.
Existe otra corriente que pretende dar a la figura de Minos una
explicación como dios-sol, aunque ésta ha acabado por pasar a segundo plano
tras los últimos descubrimientos. En cualquier caso nos encontramos con el
típico personaje al que se le atribuye un origen divino, que asume el rol de
rey-sacerdote y se rodea de una atmósfera divina al estilo de otras culturas
como, por ejemplo, la egipcia. Como referencia para esta hipótesis tenemos el
nombre de su esposa, Pasifae, que viene a significar “la que brilla para todos”, y viene a ser un epíteto de la diosa de
la luna. Para reforzar aún más esta idea, se pretende que el nombre “Minos”
parece ser el equivalente filológico de Minias,
el ancestro real de los minias de una región de Tesalia conocida como Orcómeno (de nuevo nos encontramos con
la base “Mn”, y además dentro de un contexto y geografía similares a los que ya
se han hablado), y su hija Ariadna (“la
más sagrada”) viene a resultar un doble de la diosa nativa de la
naturaleza.
Aún podemos ajustar un poco más la
cronología de este rey: se sabe que alrededor del 1628 a.C. el volcán Santorini de la isla de Thera entró en erupción, arrasando la
isla prácticamente por completo y provocando inmensas olas y una devastación
formidables en toda la región del Mar Egeo, lo que ha hecho, junto con el
esplendor minoico, que algunos investigadores asocien esta catástrofe con la
destrucción de la Atlántida
y a ésta con la civilización cretense: si pensamos en el mito que ya hemos
mencionado acerca de Deucalión y Pirra y lo asociamos con este evento, podemos
suponer que el reinado de al menos uno de los Minos se situaría unos años antes
de estas fechas.
Conclusiones
Evidentemente, en la leyenda de
Minos existe, qué duda cabe, un fuerte componente mitológico, comenzando por su
origen como descendiente directo de Zeus. Considerando la posibilidad de que
los dioses como tales existieran, ¿con qué derecho se verían capaces de
juzgarnos los del panteón griego, cuyo comportamiento es tan caprichoso y
veleidoso como el de cualquier ser mortal? ¿Y qué clase de dios etéreo es el
que se siente encaprichado de tantas mujeres terrestres y las preña bajo
diferentes apariencias (toro, cisne, lluvia…), para engendrar semidioses,
héroes o legisladores?
Es posible, incluso probable, que en
el origen de la civilización cretense hubiera un primer legislador que tomaría
como nombre del cargo el de Minos, y que sería el que comenzaría el desarrollo
de la floreciente cultura y cuyos sucesores la llevaran al alto grado que
consiguió. Ahora bien, ¿en qué contexto podemos situar las narraciones que se
le atribuyen?
§ El reinado. La leyenda cuenta que el gobierno de Minos debió durar
mucho tiempo, aparentemente más de lo que podría corresponderle como ser humano
normal (pensemos en Matusalén, Enoc y otros patriarcas bíblicos), agrupado por
períodos de nueve años al cabo de los cuales se retiraba a una gruta en la que
su divino padre le indicaba cómo debía llevar el gobierno de la siguiente
etapa. Esto podría estar indicando diversas posibilidades:
o Que el sistema de gobierno cretense era por períodos de nueve años, al
cabo de los cuales se cambiaba a un minos por otro.
o Que el rey Minos se retiraba periódicamente a algún tipo de ceremonia
sagrada de renovación, probablemente a algún tipo de oráculo, después de la
cual volvía de nuevo a su trono hasta que acabó su reinado.
§ La historia del minotauro. Para empezar, que se sepa una unión de estas
características nunca es fértil, por lo que se requeriría una intervención
directa de los dioses (Poseidón en este caso, que ya tuvo mala baba y una
imaginación verdaderamente morbosa o sádica para decretar tal castigo a su
desleal sirviente). Además, la imagen tradicional de esta criatura resulta
extremadamente curiosa, una cabeza de toro en un cuerpo humano, lo que recuerda
sobremanera a las divinidades egipcias, concretamente a Serapis. Las sospechas
en torno a este tema podrían ser las de una máscara ritual para cierto tipo de
ceremonias o sacrificios sagrados relacionados con el toro como símbolo de las
energías terrestres. Pensemos, al fin y al cabo, en los juegos que los
cretenses realizaban con estos animales, algo parecido a nuestros actuales
concursos de cortes, y de lo que probablemente derivaron las corridas de toros,
que no eran otra cosa que rituales posiblemente dedicados a la fertilidad y la
abundancia. Aunque también había, al parecer, sacrificios humanos para
propiciar a los dioses, tan encantados ellos con la sangre (curiosamente, casi
todos los dioses antiguos eran unos exagerados aficionados a la sangre, no se
sabe muy bien si por su color similar al vino o por su excelente sabor metálico,
y aquí entraríamos en las teorías de los pueblos antiguos acerca de que la
sangre es la vida)… En cualquier caso, no es ésta la única imagen de que
disponemos, sino que nos encontramos con diversas variantes de la leyenda:
o
Sería
un toro divino de excepcional hermosura que Poseidón hizo brotar de las aguas
para regalárselo al rey Minos con la condición de que se lo ofreciera a él en
sacrificio.
o
La
versión más conocida como resultado de la unión antinatural entre Pasifae y el
toro entregado por Poseidón a Minos para su sacrificio.
o
La
última versión sería la de un general de Minos llamado Tauro con quien Pasífae
habría cometido adulterio; enterado el rey de ello recluyó a su infiel servidor
en una oscura prisión donde lo mataría Teseo. En este sentido hay un detalle
interesante en la visión que del Minos Juez hace Virgilio en su Eneida: lo sitúa como el encargado de
juzgar a quienes habían sido acusados falsamente y ejecutados. ¿Acaso habríamos
de ver aquí un justo castigo de lo que tal vez hizo precisamente él con su
general?
De
todo esto surgen diferentes preguntas difíciles de explicar: ¿por qué Minos no
mató de inmediato al engendro en lugar de encerrarlo? ¿Qué pasó con Pasifae? ¿Qué
pasó con el toro de Poseidón después de semejante desatino? ¿Y por qué no se
dice si el dios recuperó su animal, puesto que podía hacerlo sin despeinarse?
A
las dos primeras preguntas es difícil de contestar: ante un adulterio, las
reacciones pueden ser de lo más imprevisibles: perdón, rabia asesina, rechazo… En
la leyenda no figura ninguna referencia que indique qué pasó con Pasifae tras
el incidente, así que sólo podemos especular con que Minos entendió que su
esposa había hecho lo que había hecho bajo la influencia directa de un dios,
por lo que no podía ser dueña de sus actos y merecía su perdón; y el resultado
de su desliz… Bueno, por una parte el horror ante la criatura y por otra tal
vez un cierto interés morboso, podrían haber hecho que prefiriera usarlo como
comodín para conseguir más esclavos para sus ceremonias y su servidumbre.
En
lo tocante a las otras preguntas, cierto es que los dioses, y sobre todo los
griegos, son si cabe más volubles que los seres humanos, así que es factible
pensar que el señor del mar decidió seguir escarneciendo a su díscolo servidor
manteniendo a la bestia ante su vista para recordarle su debilidad al no
cumplir la promesa. No olvidemos que el rencor de estas divinidades era
francamente exagerado (Por poner un ejemplo, sólo hace falta ver las
penalidades que hubo de pasar Ulises), iba más allá del tiempo y en ocasiones
se extendía a las generaciones posteriores…
Otro aspecto de esta
bestia es su alimentación: el ser humano es omnívoro, es decir, come de todo,
pero los bóvidos son herbívoros, por lo que surge la ambigüedad de su afición a
la carne humana. Cuando nacemos todos los mamíferos nos alimentamos de leche
materna, comenzando a ampliar dicha nutrición a medida que vamos creciendo y
van surgiendo las dentaduras; éstas se van adaptando a dicha alimentación, de
tal manera que a los carnívoros se les desarrollan más los caninos y los
incisivos, y a los herbívoros los molares y premolares. ¿Cómo se consiguió que
un ser con cabeza de toro adquiriera costumbres carnívoras? No parece tener
mucho sentido, a no ser que pensemos que lo que se está reflejando en realidad
es la violencia salvaje de la criatura, que casi con total seguridad no existió
jamás de la manera que se nos describe; es más fácil pensar que se tratara
meramente de un hijo deforme (no sería la primera vez que nos encontráramos con
tal tesitura, tenemos como ejemplo el “misterio” del horror de Glamis) al que
se encerró para esconder la vergüenza o el deshonor de haber engendrado tal
monstruo.
§ El origen de la historia. Al parecer, según se ha contado, durante la
guerra con Atenas y Megara, muere uno de los hijos de Minos, Androgeo. Ésta
será la excusa para exigir a los atenienses el pago de los siete jóvenes y las
siete doncellas para sacrificarlos al minotauro. Teniendo en cuenta el poderío
que la civilización minoica alcanzó, y que pudo haberla llevado a tener como
ciudades feudatarias a éstas y otras del Peloponeso y las islas del Egeo,
parece bastante factible que como polis conquistadas hubieran de rendir tributo
a Cnossos en forma no sólo de oro y joyas, sino probablemente también de esclavos
que servirían para diversos fines, entre los que se contarían sacrificios
rituales relacionados con el toro como emblema fundamental de la cultura
cretense.
§ El laberinto. Entre otras cosas, la figura del laberinto conlleva un
simbolismo muy fuerte: en forma estilizada tendría en su origen la espiral, que
representa el infinito, y en un aspecto más elaborado representaría el viaje
iniciático de la persona en busca de sí misma y del conocimiento último, unas
simbologías muy antiguas y que han perdurado hasta nuestros días. Como ya se ha
dicho, hasta que se descubrió que los enrevesados restos de Cnossos se
correspondían con el palacio del rey Minos, se pensaba que eran los del mítico
laberinto que encerraba al monstruo.
Acerca de las
peripecias de Teseo en este sentido, cabe hacernos algunas preguntas de tipo
lógico, aunque estemos hablando de un mito: tal y como nos han hecho ver
algunos investigadores, ¿de qué tamaño habría de ser el ovillo de Ariadna para
que aguantara a lo largo del extenso recorrido? ¿No se rasgaría en cuanto
rozara en dos o tres esquinas reiteradamente, dejando al héroe perdido dentro
de la construcción? ¿Qué hizo Teseo, dejar el ovillo al principio del laberinto
y tirar del hilo, o al revés? En cualquiera de ambos casos, si hubiera guardias
para comprobar que se respetaban las reglas, nada les hubiera costado dejar que
el griego entrara en el laberinto y, al cabo de un rato, cortar de un tajo el
hilo…
§ Glauco. La leyenda que hemos narrado acerca del hijo del gobernante
cretense no parece poseer base alguna de realidad, a no ser que pensemos en
algún tipo de catalepsia, lo cual no parece probable a juzgar por el lugar en
que es hallado el cuerpo del niño: en una barrica de miel. Resulta difícil
pensar que alguien que ha caído ahí dentro y lleva un buen rato está sólo
cataléptico y se le puede revivir con una planta medicinal…
Lo que sí es cierto es
que de aquí se extraen algunas conclusiones de interés:
o Se percibe claramente una corriente de iniciación en alguno de los
misterios antiguos (orfismo, pitagorismo, Eleusis…): Poliido parece uno de los
más versados en ello, puesto que no sólo interpreta correctamente el oráculo,
sino que además resucita a Glauco y le adoctrina en sus conocimientos hasta
que, cuando va a partir, se los retira de una manera un tanto simbólica: ¿acaso
considera que no es merecedor de dicha sabiduría, o tal vez prefiere que su
real padre no pueda sonsacarle lo que ha aprendido?
o La última pregunta enlaza directamente con este punto: si Poliido se
decide a enseñar lo que sabe al hijo de Minos no es por voluntad propia, sino
porque el monarca le impide marcharse y le obliga a hacerlo, lo que indica un
comportamiento claramente dictatorial, tiránico. Como hemos visto, ya hizo lo
mismo con Dédalo e Ícaro tras la construcción del Laberinto.
o Dentro de esta corriente histérica, ya que con esta leyenda nos
hallamos inmersos de lleno en el esoterismo, hay otro detalle singular que
llama la atención y hace sospechar a quienes están versados en otro arte
esotérico como es la alquimia: el maravilloso ternero que nace cuando muere
Glauco posee la capacidad de cambiar de color: del blanco al rojo, y después al
negro para recomenzar el ciclo de nuevo. Casualmente (¿O no es casualidad?),
éstos son los tres colores fundamentales de la
Gran Obra alquímica, la que da lugar a la
sustancia capaz de transmutar los metales en oro, mantiene la juventud de quien
la prueba y eleva la mente y el espíritu del alquimista hasta cotas
desconocidas.
En una palabra, con
este relato parece que nos hallemos más bien ante una obra en la que se entrevé
un mensaje oculto, sólo apto para los iniciados en los misterios de las
antiguas religiones.
§ Niso. Esta historia viene a reflejar también un poco del carácter del
rey cretense: pone bajo asedio a Megara, pero es incapaz de conquistarla porque
el gobernante de la ciudad conserva un mechón rojo en su cabello (¡!), así que
Escila, su hija, bien porque se enamora del minoico o porque es seducida por
éste (a juzgar por el carácter que vamos viendo, más me inclino por esta última
posibilidad), actúa por propia iniciativa y corta el mechón rojo a su padre
(aquí nos encontramos con una más que sospechosa similitud con la historia
bíblica de Sansón). Cae la ciudad y, sorpresivamente, en lugar de llevársela a
su harén, Minos la mata por haber actuado contra Niso. Parece muy evidente la
idea que transmite esta leyenda: que Megara cayó por una traición interna, y
que los cretenses pagaron dicha traición con una ejecución sumaria, actitud que
no es en modo alguno nueva: pensemos, por ejemplo, en las inmortales palabras
de Julio César: “Roma no paga traidores”…
Megara es fundada por
los carios entre 1800 y 1200
a.C., lo cual parece encajar dentro de los márgenes que
barajamos para Minos. El gran auge de esta ciudad tiene lugar entre los siglos
VIII y VII a.C.
En resumen, hay una evidente contradicción entre la figura benigna del
rey Minos como legislador e impulsor de la cultura cretense, y la imagen más
malévola o tiránica del monarca que exige a las ciudades conquistadas esclavos
para entregarlos a una bestia salvaje, que encierra al constructor del
laberinto para que no se descubra cuál es su secreto y que, cuando éste se
escapa, lo persigue con saña hasta que es asesinado, o que obliga a un sabio a
educar a su hijo. Para solventar esta contradicción hemos de recurrir a la
teoría de la enfermedad bipolar, es decir, que nuestro querido rey tenía
accesos de brutalidad o de magnanimidad según le daba la ventolera, o bien, que
es lo que resulta un tanto más lógico, que el término designe al alto cargo del
gobierno cretense o que hubiera más de un Minos en la historia de la
civilización del Egeo y ambos se entremezclaran en las leyendas hasta crear la
confusión actual…
También parece bastante evidente la intención esotérica que subyace
tras los mitos relacionados con Minos: si debemos juzgar por lo que se ha
escrito aquí, es fácil sospechar que estas leyendas esconden un mensaje
reservado a los iniciados en los antiguos misterios, y que tras la desbordante
imaginación de los antiguos pueblos mediterráneos podría haber una corriente
mistérica dispuesta no sólo para narrar unos hechos muy deformados por la
mitología, sino también para actuar como hilos conductores y mantenedores de
los antiguos conocimientos.
Hay una cuestión añadida en el aspecto dictatorial de Minos: aunque
estas leyendas no resisten un análisis lógico y concienzudo debido precisamente
a su categoría de mitos, puesto que toda la parafernalia sobrenatural y parte
del resto se cae por su propio peso, las investigaciones desarrolladas en torno
a lo que se describe en ellos podrían dar a entender que en el origen de todas
estas historias tal vez estuviera el propio monarca, y que pudieran haber sido
pergeñadas bajo su orden con el objetivo de mantener el terror y el poder sobre
el pueblo al que tiene sojuzgado; pero claro, se trata de especulaciones
basadas en unos relatos que, en el mejor de los casos, sólo contendrían una
parte de realidad difícil, por no decir imposible, de deslindar de la ficción…
Bibliografía
- Homero, Odisea. s. VIII a.C.
- Heródoto, Historia. 444 a.C.
- Tucídides, Guerra del Peloponeso, Historia de la Guerra del Peloponeso. S. V a.C.
- Pausanias, Descripción de Grecia. S. II.
- Virgilio, Eneida. S. I a.C.
- Ovidio, La Metamorfosis. s. I. d.C.
- Dante Alighieri, La Divina Comedia, Infierno. Escrita en tres fases desde 1304 hasta 1321.
- Jorge Luis Borges, La casa de Asterión. 1949.
- Grimberg, C. y R. Svanström, Historia Universal. 1967.
- M.C. Falcón, E. Fernández-Galiano, M.R. López, Diccionario de la mitología clásica. 1989.
Filmografía
§ El Monstruo de Creta. Silvio Amadio. 1960.
§ Los Titanes. Duccio Tesari. 1962.
§ El Desafío de Hércules. Lou Ferrigno. 1983
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