LEONARDO DA VINCI
EL GENIO DEL
RENACIMIENTO
José Francisco Sastre
García
Ha hecho
correr ríos de tinta, su figura se ha convertido en poco menos que legendaria…
Curiosamente, no fue un conquistador como Alejandro, César, Napoleón o Cortés,
ni tampoco un gobernante como Akhenaton, Felipe II o Carlomagno… Ni siquiera un
aventurero en pos de fama y gloria.
No, el
personaje con el que nos encontramos en esta ocasión se encuadra más bien en el
apartado de las ciencias y el arte, es una de esas rara avis que de vez en
cuando surgen a lo largo de la historia de la humanidad, y que nos sorprenden
con sus conocimientos y logros. Se entronca en la línea de personajes como
Imhotep, el sabio divinizado de los tiempos de Djoser, Pitágoras, el eminente
matemático-filósofo…
Como no podía
ser de otra manera, hablamos de Leonardo da Vinci, una figura que pasa por los
siglos XV-XVI como un torrente de ingenio y sabiduría tras el que se
ocultarían, además, unas corrientes de sombras y luces esotéricas,
simbológicas, que lo impulsan más allá de los logros que consiguió…
El Personaje
Leonardo di ser Piero da Vinci nace el
15 de abril de 1452 en el castillo de Vinci, cerca de Florencia. Según las
palabras que han llegado a nosotros de su abuelo, su llegada al mundo se
produjo “en la tercera hora de la noche”,
lo que traducido a lenguaje actual se refiere a que nació tres horas después
del Ave María, o sea, alrededor de las diez y media de la noche.
Aunque
todo el mundo lo conocemos como Leonardo, ésta es en realidad la forma castellanizada:
nacido en Italia, en su hoja de bautizo consta como Lionardo. Era hijo
ilegítimo, su padre era Messer Piero Fruosino di Antonio, un notario, canciller
y embajador de la República de Florencia, que al parecer debió dejar embarazada
a una joven de familia campesina llamada Caterina, de la que se piensa que pudo
haber sido probablemente una esclava oriental, y a la que casó con su
jardinero, Accatabriggi di Piero del Vacca, para legalizar la situación.
En
torno a su nacimiento se menciona un presagio acerca de que cuando estaba en la
cuna un milano descendió del cielo y le tocó en la cara con su cola. Su abuelo
dice de él, durante los primeros años, que lo suyo no era otra cosa que
extravagancia e incluso maleficio, ya que su madre, enferma, no podía
amamantarlo y se le daba la leche de una cabra de Montalbano, a cuya
propietaria acusarían de bruja…
Vivió
durante sus primeros cinco años en la casa de su madre, donde se le trató como
si fuera un hijo legítimo. No le faltaron madrinas y padrinos: cinco de cada,
todos ellos habitantes del pueblo. Aprendió a leer y escribir, y se le
inculcaron conocimientos de aritmética, aunque hay algunos detalles que indican
que en esta primera etapa de su vida hubo muchas lagunas en su enseñanza: no
aprendió latín, que era la base de la educación tradicional; el hecho de que
tuviese una ortografía un tanto caótica refuerza la idea de que su aprendizaje
por entonces fue limitado, desde luego en ningún caso a nivel universitario.
Transcurrido
este tiempo, en 1457 la madre de Leonardo se casó con un campesino de la
localidad, Antonio di Piero Buti del Vacca da Vinci, que le dio cinco hijos. En
ese momento fue trasladado a la casa de la familia de su padre, que por
entonces se había casado con una joven de 16 años descendiente de una rica
familia de Florencia, Albiera degli Amadori. Esta muchacha volcó todo su afecto
en el niño, pero sería por poco tiempo: siete años después, en 1464, debido a
complicaciones en un parto, moriría.
A
pesar de que era considerado plenamente desde su nacimiento como hijo de su
padre, al pequeño siempre se le negó el reconocimiento formal como hijo
legítimo: su padre se casaría hasta cuatro veces, dándole diez hermanos y dos
hermanas, todos ellos legítimos, lo que lo postergaba una y otra vez… De todo
este ir y venir de madrastras en la familia, la que más cerca estuvo de él, y
que se evidencia en una nota donde se dirige a ella como “querida y dulce madre”, y con la que le debió unir una relación
mucho más estrecha, debió ser la última esposa de su padre, Lucrezia Guglielmo
Cortigiani.
Su
iniciación en las artes debió proceder probablemente de su abuela paterna,
Lucia di ser Piero di Zoso, una buena ceramista. Su principal biógrafo, Giorgio Vasari, para ilustrar el
talento que el chico tenía por entonces, cuenta que en una ocasión un campesino
local solicitó a ser Piero que Leonardo le pintara una imagen sobre una placa,
a lo que el muchacho respondió con un dibujo de un dragón escupiendo fuego, tan
bien realizada que ser Piero decidió vendérsela a un mercader de arte
florentino, quien a su vez la revendió al duque de Milán. Con el beneficio
obtenido por la transacción, ser Piero compró una placa con un corazón
atravesado por una flecha, que entregó al campesino.
Al
parecer dibujaba animales mitológicos de su propia invención: Vasari relata
cómo en una ocasión creó un escudo de Medusa con dragones tan realista y
terrorífico que su padre, al encontrárselo sin saber de qué se trataba, quedó
atemorizado.
A
Leonardo le encantaba la naturaleza, la observaba con gran curiosidad e
interés, en busca de lo que podía aportar a sus inquietudes; se dedicaba a
dibujar caricaturas y, posiblemente debido al hecho de ser zurdo, practicaba la
escritura especular (de derecha a izquierda y con los caracteres invertidos
para que sólo pudieran leerse con el uso de un espejo) usando el dialecto
toscano.
Para
ilustrar los primeros pasos de la carrera del gran genio, volveremos de nuevo a
Vasari, del que tomaremos otra anécdota: “un día, ser Piero tomó algunos de
sus dibujos y se los mostró a su amigo Andrea
del Verrocchio y le pidió insistentemente que le dijera si Leonardo se
podría dedicar al arte del dibujo y si podría conseguir algo en esta materia.
Andrea se sorprendió mucho de los extraordinarios dones de Leonardo y le
recomendó a ser Piero que le dejara escoger este oficio, de manera que ser
Piero resolvió que Leonardo entraría a trabajar en el taller de Andrea.
Leonardo no se hizo rogar; y, no contento con ejercer este oficio, realizó todo
lo que se relacionaba con el arte del dibujo”. Así fue como en 1469, con 17 años, el gran Verrocchio acogería como
aprendiz a Leonardo en uno de sus talleres de arte más prestigiosos, bajo su
propio magisterio, quien le enseñaría gran cantidad de técnicas y artes, dándole una excelente formación
multidisciplinaria que lo acercó a artistas de la talla de Sandro Botticelli,
Perugino o Domenico Ghirlandaio.
No
era de extrañar que Verrocchio enseñara tantas cosas al futuro genio: era un
artista de renombre, muy ecléctico, con una sólida formación de orfebre y
herrero y, al mismo tiempo, pintor, escultor y fundidor, que trabajó
fundamentalmente para el poderoso Lorenzo de Medici; los principales encargos a
los que atendió fueron retablos y estatuas conmemorativas para las iglesias,
aunque sus mayores obras fueron frescos para las capillas, como las que creó
Ghirlandaio para la capilla Tornabuoni, y esculturas de gran tamaño, de estilo
ecuestre, como la que creó Donatello, Erasmo
de Narni, o el Bartolomeo Colleoni
del propio Verrocchio…
Sin
embargo, no fue éste el único maestro de Leonardo: cerca de su taller había
otro, abierto por Antonio Pollaiuolo, con el que también trabajaría.
Transcurriría
todo un año, que debió parecer en cierto modo tedioso al joven, mientras se
dedicaba a limpiar pinceles y pequeñas actividades en las que no podía
demostrar apenas su talento, trabajando como un mero aprendiz, hasta que
Verrocchio decidió iniciar a Leonardo en las técnicas del arte. De esta manera,
da Vinci entraría en el mundo de la química, la metalurgia, el cuero y el yeso,
la mecánica, la carpintería… Al mismo tiempo, era adiestrado en multitud de
técnicas artísticas, como el dibujo, la pintura, la escultura sobre mármol y
bronce, la preparación de los colores, el grabado, la pintura de los frescos…
No tardaría el maestro en darse cuenta del inmenso potencial del que disponía
su alumno, por lo que le confió el acabado de algunos de sus trabajos.
Ni
siquiera las ciencias escaparon a su intenso escrutinio: estudió el cálculo
algorítmico, y demostró sus conocimientos citando a los abaquistas florentinos
más relevantes de la época, Paolo dal Pozzo Toscanelli y Leonardo Chernionese.
Más adelante, mencionaría una importante obra impresa en Venecia en 1484, la Nobel Opera de Arithmética, de Piero
Borgi, en la que se refleja a la perfección el saber de las dos escuelas
citadas de abaquistas.
De
esta época de aprendizaje no disponemos de ninguna obra propia de Leonardo:
según Vasari, se limitó a colaborar en una pintura llamada Bautismo de Cristo, aunque la leyenda tejida en torno al genio
habla de que Verrocchio, al sentirse superado ampliamente por su propio
aprendiz, decidió abandonar la terminación de la obra, que recogería Leonardo y
le daría su toque magistral bajo la forma de un pequeño ángel presente en la pintura.
Siguiendo
con la leyenda, se dice que, de acuerdo con la tradición de que era el aprendiz
quien debía posar, Leonardo habría sido el modelo para el David de Verrocchio, una estatua en bronce, del mismo modo que en
la obra Tobías y el Ángel, el futuro
genio aparece como el arcángel Rafael…
Su
trabajo como artista independiente surge aproximadamente a partir de 1472. Con
20 años aparece registrado en el Libro
Rojo del Gremio de San Lucas, una asociación de artistas y doctores en medicina,
que en Florencia adquiría la denominación de “Campagnia de Pittori”. Por esta
época pinta uno de sus primeros trabajos, el Paisaje del Valle del Arno o Paisaje
de Santa María della Neve (datado en 1473), un dibujo hecho con pluma y
tinta. De esta época son otras obras destacables, entre las que se cuenta La Anunciación. Con la práctica y el
estudio de las técnicas aprendidas consiguió mejorar la técnica del sfumato[1],
hasta el punto de que se le atribuye su invención.
Parece
ser que nunca olvidó al que fue su gran maestro: a pesar de que en 1476 tenía
su propio taller con la ayuda de su padre, sigue apareciendo como ayudante de
Verrocchio, colaborando con él. De esta época, 1476, es su primer cuadro, La Virgen del Clavel. También en esta
época surgieron los primeros problemas, que posteriormente fueron usados para
postular imágenes de Leonardo de las que no tenemos certeza alguna de que
pudieran ser verídicas: el archivo judicial de ese año recoge una denuncia
anónima contra él y otros tres hombres más como practicantes de sodomía, una
práctica que en Florencia era ilegal y duramente penada, pero al final todos
fueron absueltos; de esta acusación surgió la idea de que da Vinci fuera
homosexual, pero es una cuestión que, como ya hemos dicho, no puede ser
asegurada categóricamente.
Se
separaría definitivamente de su maestro en 1478, cuando ya quedó claro que lo
había superado por completo en todas las disciplinas; con 26 años, inquieto
como era, empezó también a demostrar sus dotes en el área de las ciencias,
concretamente como ingeniero: se ofreció para levantar la iglesia octogonal de
San Juan de Florencia. Su independencia total y completa se estrenaba por fin.
En
1481 recibió el encargo de un cuadro por parte del Monasterio de San Donato:
Leonardo crearía La Adoración de los
Magos, pero nunca llegó a acabarlo; se piensa que pudo haber sido a causa
de su orgullo, al no haber sido elegido por el Papa Sixto IV para decorar la
Capilla Sixtina, tarea para la que había una fuerte competencia entre diversos
pintores, entre los que se contaba Miguel Ángel.
Se
planteó entonces marchar a Milán; por entonces, era más abierta, académica y
pragmática que Florencia, donde se había instalado la moda del neoplatonismo;
su espíritu, inspirado en la idea del desarrollo empírico de todos los
experimentos que realizaba, se mostraba más en consonancia con el ambiente que
se respiraba en la ciudad del Norte.
La
siguiente tarea se la encargó la Confraternidad de la Inmaculada Concepción,
entre 1483 y 1486, para los que el genio florentino pintó La Virgen de las Rocas. Esta obra se exhibiría en la capilla de San
Francesco el Grande de Milán, generando una tremenda controversia: durante
varios años litigaron el autor y los propietarios, hasta que por fin Leonardo
obtuvo el derecho de poder copiar la obra, aunque esta sentencia le reportó
nuevos problemas legales; de resultas de todo esto, hubieron de intervenir
algunos amigos, hasta que las resoluciones judiciales acabaron con la disputa:
al final, Leonardo creó otras dos versiones de la obra.
Mientras
tanto, en Florencia el trabajo de Da Vinci no pasaba desapercibido: tras su
creación de una lira de plata en forma de cabeza de caballo de una
impresionante calidad, la pieza cayó en manos de Lorenzo de Médici, quien al contemplar aquella maravilla decidió el
destino milanés del florentino: lo envió como emisario florentino, junto con su
obra, para que se pusiera bajo la égida del por entonces duque de Milán y
mecenas, Ludovico Sforza, una
maniobra no sólo a nivel artístico sino también político, buscando un
acercamiento al que era un importante rival. Junto a él, al parecer llegó
también el músico Atalante Migliorotti.
Leonardo
llevaba una carta del mecenas florentino para el duque, en la que se ensalzaban
sus virtudes: hablaba mucho y bien de sus habilidades en ingeniería, le
informaba de que además era pintor (la carta se encuentra en el Codici Atlantico).
A
partir de aquel momento, la principal ocupación del genio fue la de ingeniero,
apareciendo en la lista de los ingenieros de Sforza; cuando fue enviado a Pavía
el 21 de junio de 1493, portaba el título de “ingeniarius ducalis”.
Recibiría
diversos encargos por parte del duque, quien le otorgaría el rimbombante título
de “Apeles florentino”, un reconocimiento que sólo se concedía a los grandes
pintores. Así, según reza en algunos documentos, se dedicaría a “organizar
fiestas y espectáculos con decoraciones suntuosas” en el palacio, inventando
tramoyas que dejaban al público maravillado, tal y como debió suceder en la
boda de Ludovico Sforza con Beatriz de Este, o en la de Ana Sforza con Alfonso
I de Este. Asimismo, se dedicó también a pintar varios retratos de la corte
milanesa, un fuerte contacto con los personajes más ilustrados de la ciudad que
le permitieron darse cuenta de que en su formación quedaban lagunas pendientes
que había de rellenar…
Sus
aptitudes se desarrollaban notablemente: aplicaba a la perfección los
conocimientos adquiridos, incluso en mecánica, creando innovadores sistemas de
palancas que multiplicaban la fuerza humana… Incluso llegó a ejercitarse en la
ejecución y fabricación de laúdes…
Entre
otras cosas, se ocupó del estudio para la creación de la cúpula de la Catedral
de Milán, así como de la realización de una versión en arcilla para el molde de
una estatua ecuestre de Francisco I Sforza, el padre de Ludovico. Dicha
estatua, conocida como “Il Cavallo”, iba a ser toda una proeza escultórica,
pues estaba previsto que se fabricara con setenta toneladas de bronce, pero
permaneció inacabada durante varios años por un motivo más que justificado:
para cuando Leonardo hubo acabado su versión en arcilla, y ya tenía diseñados
los planes para el complejo proceso de fundición, Carlos VIII de Francia
decidió invadir la ciudad, lo que obligó a los defensores a emplear el bronce
en la fabricación de cañones.
Con
el tema de la cúpula de la Catedral de Milán hubo de participar, allá por 1490,
en una reunión de los gremios de arquitectos e ingenieros en la que se
debatieron cuestiones acerca del acabado de la obra; allí conocería a un
ingeniero, Francesco di Giorgio Martini, que le recomendaría acudir a Parma y
hablar sobre los aspectos que les tenían preocupados con Giovanni Antonio
Amadeo y Luca Fancelli. Durante esta época había creado una academia con su
nombre, en la que se dedicó a enseñar sus vastos conocimientos mientras
proseguía con sus investigaciones, que anotaba en pequeños tratados.
La
mente de Leonardo no descansaba ni un minuto: al tiempo que se dedicaba a estas
tareas, se enfrascaba también en algunos proyectos técnicos y militares: entre
otras cosas, mejoró los relojes, el telar, las grúas y una gran multitud de
herramientas.
También
se dedicó a estudiar la cuestión urbanística, proponiendo planos de ciudades
ideales, interesándose por la disposición hidráulica: en un documento fechado
en 1498 se le cita como ingeniero y encargado de los trabajos en ríos y
canales…
Se
sospecha que una lista detallada de gastos relativos a un funeral, redactada en
1495, pueda ser el indicativo de la muerte de su madre Caterina.
En
su etapa 1494-1498 se le encargó, por el convento dominico de Santa Maria delle
Grazie, una de las que serán sus mejores obras, La Última Cena. Por estos mismos años aparecería en Milán uno de
los que serían una de las mayores amistades de Da Vinci, Luca Pacioli, para quien realizó las tablas que se grabarían en su
obra La Divina Proportione.
Ya
en 1498, su ocupación consistió en la construcción del techo del castillo de
los Sforza.
En
1499, la situación política daría un vuelco radical: Luis XII de Francia conquistó el Ducado de Milán, obligando a
Ludovico Sforza a huir a Alemania con su sobrino Maximiliano I. El 6 de
octubre, la ciudad caía en manos del rey francés, que reivindicó sus derechos a
la sucesión de los Visconti.
La
desagradable sorpresa de Leonardo fue encontrarse, una mañana, con que los
soldados franceses estaban practicando ejercicios de tiro… con su modelo de
arcilla del caballo de la estatua ecuestre de Francisco Sforza. La destrozaron
por completo.
Por
su parte, Luis XII, eclipsado por el arte de La Última Cena, comenzó a ponderar la posibilidad de cortar el muro
para llevársela a Francia, igual que lo pensaría siglos más tarde Napoleón.
Da
Vinci se encontraba así bajo el servicio del conde de Ligny, Luis de
Luxemburgo, que le pidió que preparase una relación acerca de las defensas
militares con que contaba la Toscana. El 14 de diciembre cobraría por tal tarea
600 florines, que depositó en el Hospital de Santa Maria Nuova de Florencia,
que actuaba por entonces como el equivalente de un banco.
Pero
la inestabilidad no cesaba: Ludovico Sforza volvió de nuevo, obligándolo a
modificar todos sus planes, lo que le hizo huir de Milán junto a su asistente
Salai y su amigo el matemático Pacioli.
En
marzo de 1499 lo encontramos en Venecia, trabajando en las protecciones de la
ciudad como arquitecto e ingeniero; los turcos andaban por entonces en plena
escalada expansionista, y existía la posibilidad de que pudieran lanzar un
ataque naval sobre la ciudad, por lo que se dedicó a elaborar sistemas de
defensa: una de sus propuestas fue la invención de un precursor de la
escafandra submarina, dotada con un casco rudimentario; puesto que el ataque
nunca se llevó a cabo, el invento no llegó a ser utilizado jamás.
A
finales de abril, su espíritu inquieto lo llevó de nuevo a Florencia donde,
tras efectuar un estudio concienzudo sobre los cursos de agua en el Friuli,
sugirió montar un sistema de esclusas para elevar el curso del río Isonzo,
inundando de aquella manera toda una región cercana a Venecia.
De
nuevo saldría de Florencia, para dirigirse a Mantua, donde residió en compañía
de su amigo Pacioli. Allí, su obra más notoria fue un retrato que pintó de
Isabel de Este.
Una
vez más, la ciudad de los canales se convertiría en su residencia, allá por
abril de 1500. Al parecer, sus investigaciones y estudios lo tenían tan
absorbido que la pintura y la escultura parecían quedar relegados a un segundo
plano; de ello da fe una carta del 4 de abril de 1501, en la que Pierre de
Nuvola responde a la Duquesa de Mantua diciéndole de Leonardo que “sus estudios matemáticos lo han alejado de
la pintura”.
Ese
mismo año, en el convento de la Santissima Annunziata se le da la aprobación
para realizar un boceto inicial de lo que sería el cuadro La Virgen y el Niño con Santa Ana y San Juan Bautista; esta obra
despertó una enorme admiración, hasta el punto de que los comentarios vienen a
ser que “hombres y mujeres, jóvenes y viejos acudían a observarla como si
estuvieran participando en un gran festival”.
También
estuvo brevemente en Roma, en Tívoli, en la Villa Adriana; e incluso trabajó en
un encargo del Secretario de Estado de Luis XII de Francia, Florimond Robertet,
el cuadro La Virgen de los Husos.
En
1502, en pleno auge de la familia Borgia,
fue solicitado por César, hijo del Papa Alejandro VI y Duque de Valentinois,
concediéndosele el título de capitán e ingeniero real. Su tarea de inspección
de las fortalezas y los territorios recientemente conquistados lo mantuvo en
las Marcas y la Emilia-Romaña, de donde obtuvo información suficiente como para
llenar sus cuadernos de múltiples observaciones, cartas, bocetos de posibles
proyectos y copias de obras que había consultado en las bibliotecas de las
ciudades que visitaba. Durante esta temporada se reencontraría con Nicolás
Maquiavelo, a la sazón “espía” de Florencia al servicio de la poderosa familia
que copaba los puestos más altos de la cúpula veneciana, por no decir de toda
Italia.
Incluso
los turcos se interesaban por las capacidades del genio: al sultán Beyazid II
de Estambul le interesaba comunicar de una manera más eficaz las dos partes de
la ciudad, situadas a ambos lados del Cuerno de Oro, por lo que pidió a
Leonardo un proyecto, a lo que éste respondió con un puente de 240 metros que
salvaba el estuario: el otomano abandonó el proyecto al considerar que la
construcción sería imposible.
Todos
estos vaivenes políticos y militares no convenían en lo más mínimo a un
espíritu inquieto como el de Da Vinci, que no tardó en moverse de nuevo: el 18
de octubre de 1503 regresaría a Florencia, ejerciendo una vez más funciones de
arquitecto e ingeniero hidráulico. De nuevo se inscribiría en el gremio de San
Luc, dedicando dos largos años, desde 1503 hasta 1505, a la preparación de una
de sus obras más grandes: una pintura mural de siete por diecisiete metros, La Batalla de Anghiari. Durante el
tiempo que duró esta obra, en la pared opuesta se desenvolvía Miguel Ángel con La Batalla de Cascina… Desgraciadamente,
de ambas obras sólo hay referencias, ya que se han perdido: en el caso de
Miguel Ángel se encontró una copia de Aristotole de Sangallo de 1542, y en el
del florentino disponemos de croquis y bocetos que nos permiten imaginar cómo
habría de ser, junto con varias copias de la sección central; una de las que
más destaca es la de Rubens.
Al
parecer, el fuego que se utilizó para secar la obra más rápidamente contribuyó
a su alteración, aunque también se habla de la calidad del material usado; en
cualquier caso, fue recubierta posteriormente por un fresco de Giorgio Vasari…
Leonardo
se había convertido en un experto, en una celebridad, lo que hacía que se le
consultase a menudo acerca de cuestiones de todo tipo, como fueron el estudio
de la estabilidad del campanario de San Miniato al Monte, o el momento de la
elección del emplazamiento del David
de Miguel Ángel: a este respecto, entre ambos parece que debió haber algún tipo
de roce, ya que hasta en detalles como éstos discrepaban…
En
este momento crítico fue cuando presentó ante Florencia una ambiciosa obra: un
proyecto para desviar el río Arno mediante el que pretendía, por una parte,
controlar las inundaciones que se producían periódicamente, y por otra crear
una vía navegable que conectara a la ciudad con el mar.
En
1504 regresaría de nuevo a Milán, que se encontraba bajo el dominio de
Maximiliano Sforza gracias a sus mercenarios suizos; por aquella época,
concretamente el 9 de julio, moriría su padre: debido a su ilegitimidad, Da
Vinci sería apartado de la herencia, aunque la situación se arregló un poco más
tarde, cuando su tío hizo de él su heredero universal.
Se
dedicó al estudio de la anatomía, y se puso a la tarea de intentar organizar
sus multitudinarias notas. Por esta época es cuando comienza a trabajar en su
cuadro más famoso, La Gioconda o La Monna Lisa, retrato que se atribuye
habitualmente a Lisa Gherardini, cuyo nombre de casada era Monna Lisa del
Giocondo, aunque a este respecto se han sugerido otras interpretaciones de las
que no hay garantía alguna; aunque tampoco la hay a ciencia cierta de que se tratara
de la citada mujer…
Al
respecto de esta obra, hay que decir que desde el mismo momento en que fue
creada, se convirtió en una pintura famosa, que hizo y ha hecho correr ríos de
tinta en torno a ella; de hecho, es el retrato que más literatura ha generado a
lo largo de toda la historia del arte… En su famosa sonrisa se han pretendido
ver todo tipo de caracteres e intenciones:
- Hay
quien ha visto la crueldad de la sonrisa despiadada, la mujer que
esclaviza al hombre y lo convierte en una marioneta a su antojo.
- La idea
general es que expresa un enorme encanto, una dulzura inclasificable: no
es la invitación abierta, directa, pero tampoco una negación a priori…
- Walter
Pater ha pretendido ver en ella un símbolo, el “espíritu moderno con todos
sus rasgos patógenos” (¿?).
Sin embargo,
el propio Leonardo, en sus anotaciones, nos da una clave para entender la
sonrisa plasmada en el lienzo: citando a Vasari, nos encontramos con que “Monalisa era muy bella y Leonardo, mientras
pintaba, procuraba que siempre hubiese alguien cantando, tocando algún
instrumento o bromeando. De esta manera, la modelo se mantenía de buen humor y
no adoptaba un aspecto triste, fatigado…”. Sin duda alguna fue su obra
favorita, hasta el punto que jamás se desprendió de ella, quién sabe si por
amor a la modelo, por el excelente resultado estético conseguido, o por algún
otro motivo…
En 1505, sus
inquietudes lo llevan a estudiar el vuelo de los pájaros; de resultas de sus
investigaciones, surgirá su Códice sobre
el Vuelo de los Pájaros. A partir de este momento se intensificarán todas
las labores científicas de observación, experiencia y reconstrucción.
En 1506 partió
a ver al gobernador francés de Milán, Carles d’Amboise, una visita permitida
por el gobierno de Florencia, que resultaría en un nuevo problema: aquél no
quiso soltarlo, lo que motivó fuertes protestas por parte de los italianos, que
no consiguieron nada. Da Vinci se veía así en medio de una fuerte disputa entre
franceses y toscanos, presionado por el tribunal para que, junto con su alumno
Ambroglio de Predis acabara La Virgen de
las Rocas, mientras se hallaba trabajando todavía en La Batalla de Anghiari…
Como ya hemos
dicho anteriormente, su tío Francesco lo declaró heredero universal; esto
sucedía en 1507, y los hermanos del genio, que seguían viéndolo como un
advenedizo ilegítimo, comenzaron un proceso para modificar el testamento.
Leonardo se veía de nuevo en la tesitura de ser apartado de una herencia a la
que tenía derecho, por lo que apeló a d’Amboise y Robertet para que intervinieran
a su favor.
Durante 1508
vivió con el escultor Giovanni Francesco Rustica en casa de Piero di Braccio
Martelli, en Florencia, pero una vez más abrió las alas y partió de nuevo hacia
Milán, donde residiría en la Porta Orientale, en la parroquia de Santa Babila.
Luis XII,
mientras tanto, entraba en Milán en mayo de 1509, y comenzó a poner sus ojos en
Venecia; a causa de la movilización del ejército, Leonardo seguiría al rey en
calidad de ingeniero militar; asistió a la batalla de Agnadel.
Charles D’Amboise
moriría en 1511, y un año más tarde, tras la batalla de Rávena, los franceses
decidieron que no les compensaba seguir con la conquista, por lo que se retiraron
del territorio italiano. Durante este tiempo Da Vinci no dejó sus
investigaciones, penetrando más profundamente que nunca en la ciencia pura: la
aparición de una obra de Giorgio Valla, De
Expedientis te Fugiendis Rebus, lo marcaría notablemente…
Aún le
quedaban al genio florentino viajes que efectuar: en septiembre de 1513
aterrizó en Roma, donde se dedicó a trabajar para el Papa León X, miembro de la
familia Medicis. Por entonces, quienes triunfaban en el Vaticano eran Rafael y
Miguel Ángel…
Puesto que
también estaba en un enorme auge Sangallo, a Leonardo no se le hicieron más que
encargos modestos; al parecer, ni siquiera llegó a participar en la
construcción de las numerosas fortalezas romanas, ni en el embellecimiento de
la capital; su pintura pasó más desapercibida de lo que era habitual, por lo
que se refugió en su otra especialidad, esto es, la hidráulica, desarrollando
un proyecto de secado de las Lagunas Pontinas, que pertenecían al Duque Juliano
II de Medicis.
Así las cosas,
consiguió una pequeña “compensación” en 1514, al realizar la serie de los Diluvios, una respuesta en la medida que
le fue permitido a la magna obra que Miguel Ángel había desarrollado en la
bóveda de la Capilla Sixtina.
Acerca de esta
etapa en Roma, ante las decepciones que una y otra vez se sucedían, Da Vinci
escribiría: “Los Médici me han creado,
los Médici me han destruido”. Para justificar el que no se le dieran
encargos importantes, se habla de que era inestable, de fácil desánimo y con
una marcada dificultad para finalizar lo que había empezado…
Los litigios
con los franceses estaban lejos de terminar: en septiembre de 1515, el nuevo
rey galo, Francisco I, tras volver sus ojos de nuevo sobre Italia, conquistó
Milán tras la batalla de Marignan. En noviembre, Leonardo diseñó un ambicioso
proyecto acerca de la disposición del barrio de los Médici en Florencia; más
tarde, el 19 de diciembre, se le invitó a la reunión que mantuvieron en Bolonia
Francisco I y el Papa León X, de resultas de lo cual le fue encargado por el
monarca francés la fabricación de un león mecánico que pudiera andar y que, al
mismo tiempo, se le abriera el pecho para enseñar la flor de lis. No está claro
cuál fue la ocasión para que se pensó utilizar este sofisticado aparato, aunque
se sospecha que pudo haber sido para la llegada del rey a Lyon o, incluso, para
las conversaciones de paz entre el monarca y el Papa.
El espíritu
aventurero llevó a Da Vinci en 1516 a Francia, viajando con su ayudante, el
pintor Francesco Melzi, y
posiblemente también con Salai;
Francisco I, impresionado por el genio del florentino, se había convertido en
su nuevo mecenas, por lo que los instaló en la casa que fue su hogar de la
infancia, el castillo de Clos-Lucé, en las cercanías del castillo de Amboise.
Se le concedió el título de “primer pintor, primer ingeniero y primer
arquitecto del rey”, recibiendo una pensión de 10.000 escudos. Al contrario que
en Italia, donde estaban más interesados en la ingeniería, los franceses
preferían la pintura.
La concesión
de Clos-Lucé es interpretada por algunos historiadores como una carta blanca a
Leonardo para que hiciera lo que quisiera, un honor que no había sido el
primero en recibir; previamente, Andrea Solario y Giovanni Giocondo habían
disfrutado de tal prez.
La relación
entre Francisco I y el florentino fue especial: el monarca estaba maravillado
con Da Vinci hasta el punto de que solía ir a visitarlo discretamente a menudo,
merced a un paso subterráneo que unía este castillo con el de Amboise…
Uno de los
proyectos que desarrolló en Francia fue el palacio real de Romorantia, una
construcción que pretendía ser una pequeña ciudad para la madre de Francisco I,
Luisa de Saboya; con tal objeto, se previó el desvío de un río que le
proporcionara todo el agua necesaria y al mismo tiempo fertilizase la campiña
vecina para hacer el lugar prácticamente autárquico.
En 1518, con
el nacimiento y bautizo del Delfín, participó en las celebraciones, al tiempo
que era invitado también en las bodas de Lorenzo de Medici con una sobrina del
monarca francés; ese mismo año, Salai abandonaría definitivamente a su maestro
y regresaría a Milán, donde en 1524, concretamente el 19 de enero, moriría en
un duelo.
No tardaría
mucho Leonardo en caer enfermo: tras varios meses luchando, redacta su
testamento ante un notario de Amboise el 23 de abril de 1519, y solicita un
sacerdote para confesarse y recibir el sacramento de la extremaunción. Moriría
unos días después, el 2 de mayo, en Cloux, cuando contaba con 67 años.
Según la
tradición, su muerte se produjo en los brazos de Francisco I, pero se piensa
que esta idea, basada en un epígrafe de Vasari, no es correcta, y que dicho
texto no ha sido adecuadamente interpretado. La traducción de dicho texto viene
a ser la siguiente: “Leonardo de Vinci,
¿qué más se puede decir? Su genio divino y su mano divina le merecieron expirar
sobre el pecho de un rey. La virtud y la fortuna velan, premio a los grandes
gastos, en este monumento que le corresponde”. Al parecer jamás se trasladó
a monumento alguno, sino que se quedó en la obra de Vasari; contiene la
expresión “sinu regio”, que puede
tener un significado literal (sobre el pecho de un rey) o metafórico (en el
afecto de un rey), indicando quizás tan sólo el fallecimiento del florentino en
un castillo real; para confirmar esta posibilidad, los historiadores se atienen
al hecho de que Francisco I, en el diario que llevaba, no tenía marcado viaje
alguno desde marzo hasta julio; por otra parte, Melzi, que heredó los libros y
pinceles de Da Vinci y fue depositario de su testamento, escribió una carta al
hermano de Leonardo en el que le contaba la muerte del genio sin mencionar la
circunstancia que se ha dado por buena durante todo este tiempo…
La última
voluntad del florentino fue seguida a rajatabla: sesenta mendigos siguieron su
séquito, que llegó hasta la capilla de Saint-Hubert, en el recinto del castillo
de Amboise, donde fue enterrado. Sin embargo, más tarde, cuando las guerras de
religión recorrieron la convulsa Francia, los hugonotes no pudieron contenerse
ante la tumba de un genio que ante ellos aparecía como patrimonio de la
aristocracia y unos pocos iniciados, por lo que la saquearon. Así, surge la
duda de dónde está realmente enterrado…
Leonardo no se
casó nunca ni tuvo hijos, lo que ha hecho que más de un investigador se haya
preguntado si no fue homosexual, pero hemos de tener en cuenta que, a tenor de
su biografía, vivió por y para sus investigaciones y obras, lo que
evidentemente le dejaba poco tiempo para dedicaciones más mundanas…
Todo el
conjunto de sus obras se lo dejó a Melzi, su discípulo preferido, para que las
publicara como lo considerara conveniente, cosa que no hizo: lo mantuvo todo a
buen recaudo, sin vender absolutamente nada, dedicándose tan sólo a administrar
su herencia durante los cincuenta años posteriores a la muerte de su maestro.
Los viñedos de
Da Vinci se dividieron entre otro alumno muy apreciado, Gian Giacomo Caprotti
da Oreno (más conocido como Salai), y su sirviente Battista di Vilussis. El
terreno fue legado a los hermanos de Leonardo y su sirvienta recibió “un bonito
abrigo negro”.
La muerte del
genio florentino supuso un serio varapalo al interés de la historia y la
ciencia: debido a la dispersión y pérdida de la ingente obra que había
generado, de los alrededor de cincuenta mil documentos originales que había
escrito y codificado, sólo se han podido recuperar unos trece mil, siendo
considerados todos y cada uno de ellos, independientemente que se tratara de
manuscritos, croquis, dibujos, o notas, auténticas obras de arte… La mayor
parte de esta documentación se halla conservada en el archivo de la Ciudad del
Vaticano, aunque algunas de sus obras podemos contemplarlas en lugares como el
Castillo de Windsor, el Museo del Louvre, la Biblioteca Nacional de España, la
Biblioteca Ambrosiana de Milán, el Victoria and Albert Museun y la British
Library de Londres… Y en manos privadas: Bill Gates compró en 1994, por la
fastuosa cantidad de 30.802.500 dólares, en Christie’s, Nueva York, el Codex Leicester o Codex Hammer.
No cabe duda
de que nos encontramos ante un personaje que hizo bastante más que marcar una
época, que fue capaz de trascender el conocimiento de su tiempo y llevarlo más
allá. Si bien en Roma no fue tan apreciado, probablemente porque por entonces
en la capital italiana se concentraban una gran parte de las mentes más
preclaras de la filosofía, las artes y las ciencias europeas, no deja de ser
relevante que allá por donde pasó dejó una notoria huella… Como muestra,
acabaremos con las palabras de Francisco I a Benvenuto Cellini, veinte años
después de la muerte de Da Vinci: “Nunca
ha habido otro hombre nacido en el mundo que supiera tanto como Leonardo, no
tanto en pintura, escultura y arquitectura, sino en filosofía”.
Obra:
Pintura
La Anunciación (1472-1475)
Ginebra de Benci (1474-1476)
La Virgen del Clavel (1478-1480)
Madonna Benois (1478-1482)
La Dama del Armiño (1480)
San Jerónimo (1480)
La Adoración de los Magos (1481)
La Virgen de las Rocas (1483-1486,
1492-1508)
La Última Cena (1495-1498)
Santa Ana, la Virgen, el Niño y San Juanito
(1499-1500)
La Gioconda (1503-1506)
San Juan Bautista (1508-1513)
La Virgen, el Niño Jesús y Santa Ana (1510)
Leda y el Cisne (1510-1515)
Dibujos
En primer
lugar, podemos citar los croquis que realizó antes de crear sus obras más
famosas.
Curioso como
era, cada vez que se cruzaba con alguien en el que distinguiera un rostro que
pudiera parecerle interesante, lo seguía para quedarse con sus rasgos y
plasmarlos posteriormente en sus dibujos: así, conocemos muchas de estas
“caricaturas”, y retratos como los de Salai o Bernardo di Bandino, uno de los
asesinos de Juliano de Médici.
Paisaje del Valle del Arno (1473)
El Hombre de Vitruvio (1490)
El Jefe del Ángel
El Niño Jesús con Santa Ana y San Juan
Bautista (1499-1500)
Inventos:
Las notas y
diseños que han llegado hasta nosotros de los escritos de Da Vinci nos muestran
a un genio muy avanzado a su época, hasta el punto de que muchos de los
inventos que imaginó eran tan novedosos que no pudieron realizarse por la falta
de recursos adecuados en aquel tiempo. Algunos de ellos, en realidad, no son
inventos propiamente suyos, sino adaptaciones de ideas que otros prohombres de
la época ya habían tenido. Entre ellos, podemos citar prototipos de:
Helicóptero
Máquina
voladora
Carro de
combate
Submarino
Automóvil
Una máquina
para medir el límite elástico de un cable
Bombas
hidráulicas
Una máquina
para mecanizar tornillos
Una máquina
para pulir espejos
Aletas para
obuses de mortero
Cañón a vapor
Autómatas
Flotadores
para “caminar sobre el agua”
Concentración
de la energía solar
Calculadora
Escafandra con
casco
Casco doble
para barcos
Rodamientos de
bolas
Telar mecánico
Máquina de
cardar
Máquina de
“afeitar sábanas”
Paracaídas
Ala delta
Túnel de
viento
Bicicleta,
aunque en este caso no está demasiado claro que realmente fuese quien
desarrolló el invento.
Una “viola
organista”, un instrumento musical con una apariencia similar a la de un piano,
que combina el teclado con el arco para cuerdas; juntando características de
clavecín, órgano y viola de gamba, el resultado es que al pulsar las teclas
suena como un violonchelo, un órgano e incluso un acordeón…
Estudios:
Sus estudios e
investigaciones hicieron progresar notablemente las ciencias de la época,
especialmente en lo tocante a las áreas que exponemos a continuación:
Anatomía
Ingeniería
civil
Óptica
Hidráulica
Arquitectura
Botánica
Geología
Química
Consideraciones
- En
torno a la figura de Leonardo se han escrito muchas cosas, hasta el punto
de surgir especulaciones acerca de teorías más o menos verosímiles,
basadas en el esoterismo, las teorías conspiranoicas… En base a su actitud
que podríamos definir como “antisistema”, ya que era enemigo del poder
concentrado y su único anhelo era la adquisición de conocimiento, se ha
llegado a ver en sus obras una simbología esotérica que estaría plasmando
un conocimiento que para la época sería poco menos que herético, mostrando
detalles acerca de la religión cristiana que turbarían notablemente a la
Curia vaticana si hubiera llegado a sospechar hasta dónde podían llegar:
así, La Cena Secreta, La Virgen de las Rocas, y otros
cuadros del genio se analizan como representaciones de hechos como que
Jesús pudo haberse casado con Magdalena, o que el Mesías esperado no era
Jesús sino Juan el Bautista, etc. No les faltan argumentos a los
investigadores que defienden estas tesis, pero nos encontramos en una
situación habitual para este tipo de postulados: no hay una posibilidad
real de contrastar hasta qué punto Leonardo pretendió mostrar esos
detalles de corte herético, o que se tratara de meras licencias pictóricas
sin significado alguno. También es cierto que suele decirse que nadie da
puntadas sin hilo, o que cuando el río suena…
Como ejemplo
de estas ideas, podemos hablar de los supuestos mensajes o señales ocultos que
hay en La Gioconda (fundamentalmente
el paisaje de fondo que se observa, sobre el que se han elaborado muchas
teorías), La Última Cena (La
inexpresividad de Jesús, la agrupación de los apóstoles, un nudo en el mantel,
la falta del cáliz ante Jesús, un rostro feminizado que podría ser el de la
Magdalena…), La Virgen de las Rocas
(Presentación de San Juan Bautista junto a Jesús, un ángel señala al Bautista
en lugar de al hijo de María…) o San Juan
Bautista (La expresión del Bautista junto con su gesto señalando hacia
arriba…).
- Manteniéndonos
en una línea muy similar a la expuesta en el punto anterior, diremos que
también se han aventurado hipótesis bastante arriesgadas acerca de la
filiación de Da Vinci: se ha pretendido ver en él a uno de los Grandes
Maestres del Priorato de Sión, una organización secreta que procedería de
los caballeros templarios que tan brutalmente fueron eliminados por haber
alcanzado un enorme poder político y económico en detrimento del Papa y
los reyes de su época, y que habría llegado hasta nuestros días… Desgraciadamente,
esta idea no tiene fundamento alguno, ya que a pesar de las teorías que al
respecto se han escrito y de los datos dados como buenos por escritores
como Dan Brown, Lynn Picknett, Henry Lincoln, Michael Baigent o Richard
Leigh, lo verdaderamente cierto es que la organización como tal nace en
1956 de la mano del francés Pierre Plantard, con una documentación
falsificada con el objetivo de darse a sí mismo un origen noble y casi
mítico…
Pero no acaba
aquí la cosa: de Leonardo se han dicho muchas más cosas, como que pudo ser un
masón, un iluminat, un rosacruz… ¿Qué puede haber de cierto tras todas estas
ideas? Probablemente poco o nada, ya que la actitud del genio florentino no parece
encajar con nada de todo esto, si acaso con la del hereje que cree poco o nada
en el poder terrenal o en el poder religioso… Pienso que, en el mejor de los
casos, pudo haber sido un masón, más por su afinidad con la ingeniería y la
arquitectura que por cualquier otro motivo; pero incluso esto me parece poco
probable, porque al fin y al cabo, los masones no dejaron de ser maestros
constructores, mientras que Leonardo era más bien diseñador…
- También
se ha dicho de él que era homosexual: el primero en sugerir la idea fue
Giorgio Vasari, y después la retomó Sigmund Freud, quien elaboró una
enrevesada teoría para explicar que en el origen estaba el amor reprimido
hacia su madre, es decir, el complejo de Edipo. Pero aunque tal suposición
pudiera ser cierta, ¿qué importancia podría tener? En el Renacimiento
mucha, pues dicha práctica estaba severamente castigada; de hecho, ya
hemos expuesto que fue acusado de sodomía junto con otras tres personas, y
al final absuelto. ¿Qué indica esto? ¿Qué realmente no hubo nada de la
denuncia anónima que se había efectuado? ¿O que hubo influencias para que
el caso se cerrara de la forma que se hizo?
- Las
cuestiones en torno a su figura no han cesado de surgir: una de ellas es
un polémico viaje a la montaña de Montserrat que unos dicen que hizo y
otros que no. Al parecer, existe la teoría de que pasó por la montaña
catalana entre 1481 y 1483, sin que hasta el momento se haya podido
demostrar nada a favor ni en contra. José Luis Espejo es uno de los que
apoyan esta teoría, ¿y en base a qué? A que en el cuadro de La Gioconda, en el paisaje trasero,
ha visto una silueta que conoce bien, la de esa región, lo que le ha
llevado a investigar y a encontrar, supuestamente, más datos que avalan su
hipótesis. Y, por supuesto, para remachar la faena, la sonrisa de la
Gioconda no sería otra cosa que la sonrisa de la Moreneta. Mi pregunta al
respecto es sencilla: ¿tan característico es el paisaje de Montserrat que
no hay ningún otro lugar en toda Europa que pueda parecérsele? ¿No podría
existir la posibilidad de que Leonardo se hubiese inventado esas líneas y
que, por casualidad, puedan guardar una cierta semejanza con el paisaje?
Entre 1481 y 1483 andaba creando La Adoración
de los Magos, su obra magna llegaría mucho más tarde… ¿Acaso pintó la
escena giocondina de memoria? ¿O es que las fechas están trastocadas?
- ¿Qué
más podemos decir sobre Leonardo que pueda sorprendernos? Pues, por
ejemplo, que hay algunos investigadores que lo han nombrado como el
creador del célebre Manuscrito Voynich, el único texto del siglo XV que ha
llegado hasta nuestros días sin descifrar. ¿En qué se basan? En algunos
pequeños detalles del documento que parecen aludir a Lionardo (la forma original,
italiana, a la que aludíamos al principio del artículo), en su escritura
especular… olvidándose que la datación del libro lo sitúa en la primera
mitad del siglo XV, mientras que Da Vinci nace en 1452. Tuvo que ser
alguien realmente excepcional si ya en su cuna fue capaz de crear un
documento codificado con tal eficacia que nadie ha sido capaz de leerlo.
Aunque también podemos barajar la posibilidad de que como por entonces no
tenía ni idea de lo que significaba codificar, se limitó, impulsado por su
excelso genio, a llenar hoja tras hoja de dibujos y letras en un alarde de
superdotado sin parangón…
- Veamos:
de Leonardo se dice que era inestable, de fácil desánimo y con dificultad
para finalizar lo que había empezado… Aunque a la vista de su biografía está
claro que sus diferentes obras se alargan durante un elevado lapso de
tiempo, no tengo la sensación de que dichas características puedan
aplicarse a un genio como él, por un motivo que me parece evidente: más
bien creo que habría que pensar en una persona muy perfeccionista, que prefiere
tardar más y hacerlo lo mejor posible, a hacerlo rápido y de cualquier
manera; de hecho, si tan fácil le resultaba abandonar el proyecto en que
estaba embarcado, ¿cómo es que consiguió el beneplácito y el aplauso de sus
contemporáneos, tanto florentinos como milaneses o franceses?
Curiosamente, sólo los romanos lo dejaron más de lado, y eso probablemente
se debió a que en esa ciudad se concentraba una mayor proporción de
grandes artistas con los que le tocaba bregar… ¿Fácil desánimo? No resulta
excesivamente extraño, teniendo en cuenta que un espíritu libre como él se
veía continuamente obligado a atarse a los caprichos de la por entonces
todopoderosa Iglesia Católica, rebajándose a pintar cuadros en los que,
posiblemente, lo más que podía hacer era dejar (supuestamente) pequeños
guiños a sus heterodoxas ideas: véase el primer punto de las
consideraciones. Quien quiera profundizar más en este polémico asunto,
tiene documentación a mares para elegir…
- Como ya
se ha visto en la biografía, de toda su ingente obra ha quedado
aproximadamente una tercera parte, en la que podemos comprobar el genio
que desarrolló Leonardo; y curiosamente, la mayor parte de esta obra se
encuentra archivada en el Vaticano. ¿Se trata tan sólo de una casualidad,
o deberíamos ver, como si fuéramos unos conspiranoicos empedernidos, algo
turbio detrás de ello? La idea básica que subyace detrás de esta
exposición es que si con lo que tenemos podemos hablar de un hombre muy
avanzado a su época, tal vez con conocimientos acerca de la religión que
podrían resultar incómodos para la Curia, ¿qué podría haberse ocultado en
esas dos terceras partes que han desaparecido? ¿Y si todo o parte de ese
volumen de información estuviera escondido en los Archivos Vaticanos más
profundos, a resguardo de cualquier investigador que pretenda indagar más
allá de lo conveniente? No olvidemos que una situación similar la han
vivido los considerados “libros malditos”, y que realmente existe una
sección de la Biblioteca Vaticana a la que no tienen acceso más que unas
pocas personas...
Bibliografía
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Magliabecchiano XVII, 17, anónimo Gaddiano. 1540.
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- El
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- Lion
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- La Cena
Secreta, Javier Sierra. 2004.
- El
último secreto de Da Vinci: Sindonem. El enigma de la Sabana Santa,
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- La
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- Leonardo
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- Los
cisnes de Leonardo, Karen Essex. 2006.
- El
secreto de Mona Lisa, Jeanne Kalogridis. 2006.
- Secreto de Mona Lisa, Dolores García. 2007.
- El
maestro envenenador: A la sombre de Leonardo da Vinci, Ángeles Goyanes
Sánchez. 2009.
- El
artista, el filosofo y el guerrero, Paul Strathern 2010.
- Caterina da Vinci: El secreto de Leonardo,
Robin Maxwell. 2011.
- La
Gioconda vs. Lucrecia, Antonio Bustos Baena. 2012.
- Gioconda,
Lucille Turner. 2013.
Fuentes en Internet:
- Wikipedia
- Eluniversal.com
- Biografiasyvidas.com
Filmografía
Documentales
- Léonard de Vinci: L'homme qui voulait tout savoir et Liaisons dangereuses. 2003.
- Leonardo's
dream machines. 2005.
- Léonard de Vinci: 2006.
- Leonardo da Vinci, la Mirada del
Genio, empresa audivisual
El Ranchito. 2012.
- La Vida de Leonardo Da Vinci, Renato Castellani (Philippe Leroy).
1971. Miniserie de 5 episodios.
- El Código Da Vinci, Ron Howard (Tom Hanks, Ian
McKellen, Jean Reno). 2006.
- Leonardo da Vinci and the Soldiers of
Forever. No dispongo
de referencias acerca del director o los protagonistas, ni siquiera del
año de estreno : parece ser que iba a ser en 2012, pero también se
dan como fechas 2013 y 2015.
[1][1] Sfumato:
traducido como esfumado, se trata de una técnica pictórica que se obtiene por
aumentar varias capas de pintura extremadamente delicadas, proporcionando a la
composición unos contornos imprecisos, así como un aspecto de antigüedad y
lejanía. Se utilizaba en los cuadros del Renacimiento para dar una impresión de
profundidad.
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