E. R. EDDISON
José Francisco Sastre García
No
hay demasiada gente que conozca a este autor como tal, seguramente los muy
aficionados al género de fantasía épica lo tendrán asociado; y, sin embargo, es
el creador de una novela que, en su momento, marcó un punto importante en este
género literario…
Este
escritor es quien nos obsequió con El Gusano Ouroboros, también traducido como
La Serpiente Ouroboros (el título original es The Worm Ouroboros, así que
pueden imaginarse cuál es la forma correcta). A veces nos lo encontraremos como
Uroboros, así que si desean localizar esta obra no pierdan de vista las
diferentes formas de escribirlo. En cuanto a la idea de serpiente o gusano,
surge de las tradiciones medievales antiguas, que incluso Tolkien usó, en las que
a los dragones o grandes serpientes se los entendía como gusanos, de ahí la
confusión entre unos y otros.
Erick
Rucker Eddison recoge en este volumen las tradiciones más habituales sobre el
género y las traslada a un mundo que podríamos considerar, tanto por su
estructura como por su estilo a la hora de escribir, un tanto infantil: los
reinos entre los que se mueven los protagonistas tienen nombres de apariencia sencilla, por definirlos de alguna manera, como por ejemplo Demonlandia,
Brujolandia o Goblinlandia…
Contiene
todos los elementos típicos y tópicos de este tipo de historias: el reino
central, Demonlandia, con sus señores honorables y dispuestos tanto a la lucha
como a la paz, el reino de los villanos, Brujolandia (aunque no tan villanos
como pudiera parecerse, tienen su componente marcadamente oscuro), que
pretenden que todos los demás reinos los reconozcan como superiores y se
sometan a ellos… Las aventuras de los protagonistas en pos de su destino, de la
liberación de su amigo, son continuas, aunque el ritmo de la historia no es tan
trepidante como en principio se presupone: el estilo es un poco forzado, con
una cierta prosa entre basta y versificada que hace que la sensación de
infantilidad se remarque aún más todavía a pesar de que la carga que hay detrás
no tiene nada de infantil; pudiera hablarse de juvenil, pero desde luego tira
más hacia el aspecto adulto que otra cosa.
En
cuanto al título del libro, La Serpiente Ouroboros, resulta ser un
contrasentido: como tal mitología, la Serpiente sólo se menciona una o dos
veces en todo el libro, y sólo se refleja en la forma de un anillo que el rey
de los brujos posee, y que le da un enorme poder; esta figura, extraída del
misticismo y el esoterismo, no parece tener apenas influencia ninguna en la trama
del libro salvo por las pruebas mágicas a las que somete de vez en cuando a los
protagonistas, pruebas invocadas no tanto por el anillo como por su portador,
que desea ver aplastados a quienes se resisten a sus deseos de gobernar todo el
mundo conocido.
La
idea del Ouroboros surge, como decimos, de tradiciones mucho más antiguas, en
las que representado como la serpiente que se muerde la cola, evoca los
procesos cíclicos y la idea de la renovación continua, del renacimiento una y
otra vez, dando forma a una de las leyes de la termodinámica: “la energía no se
crea ni se destruye, sólo se transforma”. Estamos hablando de un concepto que
nos llega desde el antiguo Egipto, así que pueden imaginarse… Se encuentra
también en la mitología nórdica, en la serpiente Jormungand, que rodea con sus
anillos el Midgard, la Tierra, e incluso se aplica como representación de las
fuerzas naturales. Entra a formar parte de la simbología alquímica como la
unión de todo lo que existe, redundando en la idea de que nada desaparece, que
todo cambia y se transmuta en otra sustancia o energía que a su vez devendrá en
otra, y así eternamente.
En
el fondo, la obra de Eddison, aunque claramente de fantasía, no tiene un entronque
del todo claro: puede ser considerada en parte fantasía épica, ya que habla de
la liberación de un mundo en caos por parte de unos personajes que se enfrentan
a todo y a todos con tal de recuperar a su amigo, y de batallas entre ejércitos
en busca de la misma idea; pero también las aventuras que viven entroncan más
con el género de aventuras, casi de espada y brujería, aunque tratadas de una
manera más suave y benévola que hace que recuerden más a las aventuras
juveniles que a, pongamos, las historias de Conan el Bárbaro.
Y
si lo pensamos con calma, y nos detenemos en el hecho de que fue su primera
obra escrita (1922), tal vez entendamos por qué está escrita de esta manera.
Pero
no sólo del Ouroboros vive este escritor inglés nacido en Adel (Leeds) en 1882:
en su haber cuenta con otras obras igual de interesantes o incluso mejores, en
las que rinde tributo, igual que con Ouroboros, a las mitologías nórdicas:
Styrbion el Fuerte (1926) y La Saga de Egil, ésta última una traducción directa
de una saga islandesa del mismo nombre.
Tras
estas obras y un homenaje a un compañero del Trinity College bajo la forma de
las Cartas y memorias de Phillip Sidney Nairn, Eddison se
concentraría en el mundo que había creado y que le había concedido tanto éxito,
Zimiamvia, dando paso a otras tres novelas que resultaron un tanto paradójicas,
ya que la cronología en la que se ambientan va retrocediendo en el tiempo: la
primera, Maestra de Amantes (1935), es anterior a la historia de Ouroboros; la
segunda, Una Cena de Pescado en Memison (1941) es anterior a ambas, y la
tercera, La Puerta de Mezentia (1958), es la primera de todas. El autor no pudo
terminar esta última novela, ya que falleció en 1945, aunque las notas que
había dejado para escribirla resultaron tan completas que otros compañeros
suyos, Colin Eddison y George R. Hamilton, pudieron hacerse cargo de ella y
rematarla con éxito para publicarla en 1958.
La
tetralogía de Zimiamvia posee un nexo común, del que casi se puede extraer a
Ouroboros: la presencia permanente de un personaje que se postula como hilo
conductor de todo, Edward Lessingham, y que desaparece casi de inmediato en la
obra citada: no deja de ser un trasunto del propio Eddison, que se introduce a
sí mismo para, al parecer, guiar a los protagonistas de la trilogía por donde
han de ir para completar sus respectivos destinos. En el fondo no dejan de ser
sueños, sueños descabellados, surgidos de la mente del protagonista, que cobran
vida y forma a través de la prosa lúcida y rápida que esgrime el autor, a cuyo
“guía” describe la serpiente Ouroboros (por lo visto aparece con más frecuencia
que en el último libro de la tetralogía) como un hombre que vive, junto a su
dama, en Wasdale, en una casa vieja y baja.
Ha
sido alabado por muchas autores de gran talla como Tolkien, C. S. Lewis, Ursula
K. Le Guin, o Michael Moorcock entre otros: sus personajes son muy vívidos,
aunque dignos de figurar en aventuras como las del barón de Munchhausen, ya que
en su concepción de la fantasía más pura y “salvaje” son capaces de saltarse
cualquier regla lógica y, por ejemplo, desplazarse grandes distancias sin
apenas darse cuenta de ello.
Se
centra mucho en la aristocracia y todos los conceptos inherentes a la nobleza y
el honor, convirtiendo a sus personajes en algo caballeresco que podría
considerarse incluso trasnochado, por momentos insolente y arrogante, aunque su
fuerza hace que no nos paremos a pensar en ello más que después de haber
cerrado la última página; y, sin embargo, este detalle hace que también deje de
lado a las clases bajas, que las abandone a su suerte y sean tratadas de
cualquier manera por los protagonistas, que llegado el final y alcanzada la
paz, la encuentren aburrida y comiencen a rezar para que se reactiven sus
enemigos y poder de nuevo recuperar la vida de sus aventuras en pos de la
lucha.
Las
obras de Zimiamvia están muy influidas, cuando no directamente adaptadas, de
las obras clásicas que componen su principal influencia: Homero, Safo,
Shakespeare, Webster y la saga y lírica medieval francesa. Y algo que se nota
mucho es que su obra de Zimiamvia no es algo cerrado, no es una tetralogía sin
más, sino una serie incompleta, que Eddison parecía tener intención de
continuar y que la muerte truncó. Quién sabe lo que hubiéramos podido encontrar
en las siguientes entregas…
Como
autor de fantasía, tal vez para esta época esté un tanto pasado de moda, pero
no cabe duda de que sus historias tienen la garra y la adicción suficientes
como para mantener la tensión en el lector, incitándolo a continuar leyendo en
busca del resultado de las aventuras de los protagonistas.
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