Erre.– Alguien había
puesto en duda el genio de Platolhork. Algún envidioso, seguramente, que
deseaba ocupar su lugar como gran filósofo de Atenas; sin embargo, el sabio no
se preocupaba en lo más mínimo de semejante problema: estaba más pendiente de
leer las aventuras que había escrito Solhork en el nº 48 de “Weird Tales of
Lhork” acerca de sus andanzas entre los egipcios, y las posibilidades que se
abrían ante sus maravillados ojos. Aquella historia sobre la Atlántida... Bueno ,
quizás se le pudiera sacar un buen jugo.
Arislhorkteles se presentó ante él,
fumando en pipa como era su costumbre y abrazado de un hermoso mancebo.
–¡Por Apolhork, que no entenderé
nunca cómo te pueden interesar esas tonterías sobre continentes hundidos! –se
burló cruelmente.
–Qué quieres que te diga, resulta
interesante... –admitió el aludido, observando fijamente a su alumno–. Podría
ser un material interesante para hablar sobre mi teoría filosófica acerca del
mundo de las ideas y su relación evidente y contrastada con las sombras de una
caverna llena de cangrejos y la coyuntura económica por la que está pasando el
Pelhorkponeso en estos críticos instantes en que la magnífica sombra del
Círculo de Lhork se cierne sobre el mundo como un águila.
–Bah, déjate de paparruchas –le
advirtió Arislhorkteles con un gesto displicente–. En tu vida has sabido lo que
era una idea, y no va a ser ahora cuando lo descubras. Acabo de volver de un
viaje por Itaca, y me he encontrado a nuestro viejo amigo Homero recopilando
información sobre alguien llamado Ulises, o algo por el estilo, un gran
explorador que llegó hasta vete a saber dónde.
–Ah, sí, el que vendió a Julio Canal
el yate por un puñado de ilusiones –aceptó el filósofo con gesto sonriente–.
¿No fue también el que descubrió el genio que se dedica a hablar a larga
distancia, y que no se calla ni debajo del agua?
–El mismo, maestro –afirmó el
discípulo–. Lo siento, no le soporto, es más pesado que una vaca en brazos.
Desde que se corrió la voz de que había dado la vuelta al mundo, Ulises se
convirtió en una figura legendaria y Homero está más insoportable que nunca,
asegura que deberían hacerle un monumento.
–Ya. ¿Y qué hay de la... limpieza
que hizo al volver a su isla?
–Infundios injustificados, maestro.
En realidad, se limitó a arrojar al mar a todos aquellos que le habían robado
las revistas de Lhork; ni siquiera de su mujer, Penélhorkpe, de la que se dice
que era una gran beldad, debía estar realmente enamorado.
–Bueno, vale –admitió Platolhork–.
Pasemos a cosas más importantes. ¿Cómo va la redacción del último número del
fanzine?
–Regular –se lamentó Arislhorkteles
encogiéndose de hombros–. Ya hemos preparado una nueva entrega de las aventuras
de Hércules, liándose a mamporros con el Guerrero Salvaje de Escitia, y tenemos
en preparación un artículo sobre la figura del pegaso en relación con la
mitología pagana.
–¿Y qué hay de las habladurías
acerca de Lhorkcrates? –inquirió el gran filósofo.
–Anda desaparecido... Se rumorea que
está de vacaciones en el Caribe, aunque nadie lo sabe con exactitud.
–¿Y Cicelhork?
–¡Huy, ése! –Arislhorkteles se echó
a reír–. Cualquiera le echa un galgo. Lo que sí me he enterado por las revistas
del corazón es que Mirolhork, ya sabes, aquél que hizo una ridícula estatua a
la que llamó el Discóbolhork, se ha liado con la poetisa Safo de Lesbos.
–Eso no son más que habladurías
vanas –aseguró Platolhork–. Safo es demasiado... masculina como para liarse con
alguien como Mirolhork. ¿En qué revista has encontrado esa falsedad? ¿En “Diez
Siclos”?
–No, en “Bibliuras”. Parece que les
han hecho unas fotos muy escandalosas en las islas Jónicas, en cueros y en
acción.
–Ah, bueno, si es así... La verdad
es que no me esperaba semejante cosa. Francamente, hubiera pensado que Safo
tenía mejores gustos y que hubiera preferido liarse, por ejemplo, con Elektra,
Yocasta, Ifigenia...
–Hablando de Yocasta... –le cortó
Arislhorkteles sin contemplaciones–, ¿te has enterado del problema que tiene
con su hijo?
–¿Quién, Edipo? –se burló
Platolhork–. Ése tiene problemas hasta para saber quién es él mismo. ¿Qué tripa
se le ha roto ahora?
–Simplemente, que anda como una
moto, completamente colgado, diciendo que está enamorado de su madre y que
quiere tener un hijo de ella.
–Cómo está el patio... –suspiró el
gran filósofo–. Bueno, y de deportes, ¿qué me cuentas?
–Poca cosa, maestro. El Esparta
Fútbol Club venció al Real Argos por tres a cero, y en las Olhorkpíadas, ganó
un tal Jenolhorkte, por correr ni se sabe cuántos kilómetros de una tacada.
“Ah, se me olvidaba: los cretenses y
su manía por los toros... En la última corrida, un tal Teseo consiguió el
máximo honor: las dos orejas, el rabo, y la cabeza del animal, uno al que
habían puesto de nombre “Milhorktauro”.
–¿No hay más novedades?
–Ninguna más, maestro.
–Entonces, puedes retirarte. Ya has
aprendido tu lección de hoy.
Durante un momento, Arislhorkteles
se quedó helado, mirando fijamente a Platolhork con sorpresa.
–¡¿Lección?! –exclamó–. ¡¿Qué
lección?!
–El arte de saber espiar, y de
cómo conseguir información de todo tipo, incluidos cotilleos varios, sin
moverte de tu sillón –explicó pacientemente el maestro con expresión triunfal–.
O, lo que es lo mismo, cuéntame todo lo que sepas, y yo me encargaré de
asimilarlo y crear nuevas teorías filosóficas acerca de la vida y del hombre en
relación a todo ello.
“Para que te hagas una idea,
aquello de que el hombre es un bípedo implume se me ocurrió después de
contemplar, en el estadio de Atenas, a una paloma lanzando sus heces cual
flechas sobre la calva de un espectador, que gruñó como una fiera y llamó al
pobre bicho de todo. Me puse a pensar, y descubrí que, realmente, el ser humano
camina sobre dos piernas y, evidentemente, no tiene plumas, aunque algunos no
parecen cumplir esa regla.
Tras aquella sorprendente
explicación, que tenía su sentido tomándola desde una base puramente
metafísica, y bufando como un semental furioso, Arislhorkteles agarró al
mancebo con el que había llegado, y que se entretenía en comerse las uvas que el
gran filósofo tenía ante él, y lo arrastró fuera de la casa, refunfuñando por
lo bajo acerca de lecciones y otras zarandajas. “Por Lhork”, gruñó. “que algún
día este cretino habrá de pagármela con creces”.
Jose Francisco
Sastre García
Nota de
la redacción: Esto ya es rizar el rizo. Vean el e–mail con el que nos ha hecho
llegar este artículo, y lloren.
“Tras cuatro días de espera en el
dichoso aeropuerto por culpa de los puñeteros pilhorktos, que se han
confabulado con el Círculo para impedir que pueda cumplir mi sagrada misión de
informar acerca de las páginas ocultas de la Historia , me he visto
obligado a prescindir de entregar este valioso documento en mano, con el riesgo
que conlleva de perderse, ser robado o modificado a gusto del consumidor, y enviarlo
a la redacción mediante el rudimentario sistema de Internet. Para ello, me ha
tocado hacerle un puente a la batería del avión, y colocar a su lado una mesa
camilla donde colocar la CPU ,
el monitor y un par de antenas de cuerno orientadas hacia el Círculo. Como
módem, he utilizado una tarjeta de crédito (que, por cierto, las comisiones me
han salido por un ojo de la cara), y he necesitado diez intentos para conseguir
establecer comunicación. Después de esto, por Crom que los pilhorktos de avión
tendrán que vérselas conmigo, ¡por Crom, Mitra y Asura! Camarero, otra botella
de LhorkRioja a la misma dirección electrónica”.
Sin comentarios.
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