GENGIS KAN
EL SEÑOR DE LAS ESTEPAS
José Francisco Sastre García
A lo largo de la historia
ha habido gran cantidad de personajes que han poseído el carácter y la idea
necesarios para llevar a cabo un proyecto de conquista que ha sacudido el mundo
hasta sus cimientos: Alejandro Magno en lo que fue uno de los mayores imperios
conocidos, Napoleón y sus sueños de una Europa unificada bajo su mandato,
Atila, Julio César y la expansión del poderoso imperio romano, Hernán Cortés y
Pizarro, por citar sólo a algunos de los hombres más conocidos que entraron en
un territorio absolutamente ignoto como era América y lo domeñaron para la Corona Española…
No cabe duda de que estos
conquistadores creyeron en su sueño, que estaban absolutamente convencidos de
su ideal y de que ello los llevó hasta las cotas que consiguieron; fueron, al
igual que la figura que vamos a analizar en este artículo, artífices de una
leyenda que acabó por mezclarse con la historia y dar lugar a una amalgama de
hechos ciertos y de datos apologéticos que con el tiempo se fue haciendo cada
vez más difícil de separar.
Así, en esta ocasión
analizaremos la figura del poderoso Gengis
Khan, que consiguió unir bajo su égida a las tribus mongolas para lanzarlas
al asalto de Asia y crear su propio imperio…
El Personaje
Nacido en el monte Burjan
Jaldún, entre el Norte de Mongolia y el lago Baikal alrededor de 1162 (según
algunas versiones, habría sido en Chita) y muerto en Yinchuan el 18 de agosto
de 1227 (De nuevo, algunos historiadores señalan como lugar de fallecimiento
Gansu), Temuyín (o Temüdyin, según
versiones, cuyo significado viene a ser “el mejor acero”) era el verdadero
nombre del mongol que llegó a unificar a las tribus nómadas del Norte de Asia
para convertirlas en la imparable fuerza que crearía el mayor imperio de la Historia, extendido en su
época de mayor apogeo desde Europa Oriental hasta el Océano Pacífico, y desde
Siberia hasta Mesopotamia, India e Indochina. El nombre de Gengis Kan le sería
asignado posteriormente, cuando se erigió como emperador de los mongoles,
término que viene a significar, según la etimología que se use, “Príncipe
Universal” o “Señor de los Océanos”
Provenía de una familia
aristocrática y un entorno profundamente feudal: su padre se llamaba Yesugei, y
su abuelo Qabul, quien había recibido el título de Kan tras los continuos
hostigamientos a que había sometido a los clanes Yurchen del Norte de China.
Nació de la favorita de
Yesugei, Oelon-Eke (podría traducirse como Madre Nube), con una mancha
encarnada en la muñeca, que el chamán del clan interpretó como el augurio de
que se convertiría en un famoso guerrero.
A los nueve años su
padre, según la costumbre de su pueblo, decidió buscarle esposa y se lo llevó
en una larga marcha, atravesando las estepas y el duro desierto de Gobi,
llegando a la región en la que habitaban los chungiratos, muy cerca ya de la Gran Muralla. En aquel lugar
fue donde encontraron a la que sería su primera mujer, Burte, que le daría los cuatro hijos que recogerían su herencia a
su muerte.
Poco después, cuando sólo
tenía diez años su padre fue envenenado por los tártaros: debido a ello su
familia cayó en la indigencia, ya que los clanes que apoyaban a Yesugei le
retiraron su apoyo: comenzaban en ese instante las luchas intestinas para
dirimir sus diferencias con el objetivo de acceder al vacante kanato.
La familia de Temuyín
sufrió una dura persecución, especialmente virulenta a manos de uno de los
clanes rivales, los taichi’ut; hubieron de dedicarse a la recolección agrícola
y a la pesca. Durante uno de estos ataques fue hecho prisionero por sus
enconados enemigos, dirigidos por Tartugai, que se lo llevó a su campamento para
venderlo como esclavo, atado por las muñecas y un yugo de madera al cuello. Una
noche Temuyín consiguió liberarse: tras derribar a su guardián y aplastarle el
cráneo con el odiado yugo, permaneció escondido en el cauce seco de un arroyo
hasta el alba. Posteriormente hubo de convencer a un cazador errante para que
le liberase de la pieza de madera que aún portaba al cuello y lo ocultase por
un tiempo prudente, tras lo cual acabó por regresar al campamento de su familia.
Esta hazaña le granjeó fama entre los demás clanes, comenzando así su ascenso, y
de todas partes comenzaron a llegar jóvenes mongoles para unirse a él.
Durante este tiempo el
chico comenzó a participar en pequeñas incursiones y razzias, lo que le reportó
granjearse amistades sobre todo entre muchachos de su misma edad y situación
comprometida: el primero de ellos fue Boghurtschi,
con quien consiguió arrebatar a los bandidos tai-eschutos ocho caballos: era la
única fortuna de que podía disponer en ese momento.
Otro de los jóvenes
importantes para él de aquellos tiempos fue Jamuga (según versiones, Yamuja),
de sangre noble, con quien, al igual que con Boghurtschi, realizó el juramento
de “anda” o “hermano jurado”. Según algunos historiadores este juramento ayudó
notablemente al futuro emperador a escalar posiciones en la búsqueda del
kanato, pero finalmente este juramento acabó por disolverse y ambos acabaron
enfrentados.
Temuyín debía tener un
fuerte carisma personal, lo que hacía que fuera aceptado sin apenas
oposiciones; a este hecho hay que añadir que la principal fuente de su ascenso,
más incluso que la de Yamuja, fue un “anda” de su padre, Togrhul, kan del clan de los keraitas, que lo aceptó como un jefe
menor entre los suyos.
En este entretiempo el
futuro conquistador se ha casado: su mujer, Burte, es raptada por un clan
merkita. Ahora Temuyín está en una buena posición para reclamar ayuda, por lo
que Yamuja se une a su clan y unidos derrotan al clan hostil: la situación del
futuro kan se afianza notablemente tras esta ofensiva.
Posteriormente a estos
hechos hubo disensiones entre los dos “andas”, lo que conllevó a una separación
entre ellos; Yamuja intentó retirarle su apoyo, pero ya era demasiado tarde: el
carisma, la habilidad y las ideas de Temuyín hicieron que muchos de los clanes
que habían estado con su hermano jurado se pasaran a sus filas de forma
voluntaria, convirtiéndose si no en el jefe más fuerte de los mongoles, sí al
menos en uno de los más fuertes.
A finales del siglo XII,
los tártaros se habían vuelto demasiado fuertes y había que controlarlos: el
clan chino de los yurchen, que anteriormente los había utilizado para acabar
con Qabul Kan, se puso en contacto con el clan keraita para formalizar un
tratado mediante el que se unirían para acabar con la amenaza: los clanes
mongoles, entre los que se contaban los de Temuyín, atacarían desde el Oeste,
mientras que los yurchen harían lo propio desde el Sur.
Cuando acabó la campaña,
los tártaros habían dejado de ser una amenaza y habían acabado por quedar
subordinados a los mongoles y los chinos: éstos últimos otorgaron títulos a sus
aliados, en los que al parecer se reflejaba claramente que Temuyín estaba
subordinado a Toghrul, a quien condecoraron con el título de Wang (rey).
Durante este tiempo, las ofensivas contra las tribus vecinas se sucedieron,
ampliando su poder y su territorio.
Yamuja contemplaba la
ascensión de su “anda” con recelo y, probablemente, con envidia y celos, lo que
motivó que reuniera a su alrededor a todas las tribus descontentas con Temuyín
para oponérsele.
También el Wang-Heang
estaba alarmado ante el ascendiente que el futuro Kan estaba adquiriendo:
Toghrul, ahora hermano jurado de Temuyín, comenzó a mostrarse reacio a
colaborar con él, lo que con el tiempo supuso el final de su asociación. Los
historiadores consideran que el principal desencadenante de esta ruptura fue la
negativa del rey mongol a dar a su hija en matrimonio a Jochi, el hijo mayor de Temuyín: comenzaba la guerra entre las
facciones mongolas.
Toghrul se alió con
Yamuja, creando un fuerte contingente con el que enfrentarse a su enemigo, con
éste último al frente, pero no les sirvió de nada: debido a las disensiones
internas que parecía haber entre los diferentes clanes, cuando llegó el momento
de la batalla decisiva muchas de estas tribus se pasaron al lado del futuro
conquistador, lo que conllevó la derrota de los aliados contra Temuyín.
El clan keraita había
dejado de ser poderoso e independiente, y ahora se veía sometido sin
contemplaciones al poder del nuevo señor de los mongoles. Yamuja, por su parte,
había conseguido huir con parte de sus seguidores y se había sometido a otra de
las más influyentes tribus, los naimanos, pero la suerte siguió dándole la
espalda: también éstos cayeron ante la fuerza de Temuyín, en parte debido a que
de nuevo varios de los clanes optaron por pasarse al poder en alza que
demostraba el hijo de Yesugei.
Si nos atenemos a lo que
nos cuenta la Historia Secreta de los Mongoles, tras esta derrota dos
generales de Yamuja lo entregaron a su antiguo “anda”: tal y como asegura Julio
César, “Roma no paga traidores”, y así precisamente lo hizo Temuyín con los dos
oficiales: considerando que igual que habían traicionado a su señor podían
hacerlo con él, mando ejecutarlos sin contemplaciones.
Parece ser que el futuro
emperador ofreció a su hermano de sangre el perdón, precisamente en
consideración por ser tal, pero Yamuja lo denegó: “como había un solo sol en el cielo sólo podía haber un Señor de la Tierra”, así que le
pidió que su muerte fuera noble, esto es, sin sangre. Temuyín aceptó la
petición y en 1206 ordenó que a su hermano de sangre le rompieran la columna
vertebral.
Aún quedaban restos de
clanes rebeldes: los merkitas, que habían sido aliados de los naimanos,
persistían en su negativa a someterse, por lo que Temuyín envió contra ellos a
un miembro de su guardia personal, Subotai,
que los derrotó y obligó a aceptar la hegemonía del emperador. Con el tiempo,
este hombre llegaría a convertirse en el más brillante comandante de las hordas
mongolas.
Tras la unificación final
de los clanes mongoles, en 1206 se celebra una juriltai (reunión) a la orilla del río Onon. Parece ser que éste es
el punto de inflexión que lleva al líder de clanes a convertirse en emperador:
es en este momento cuando recibe el título de Khaqan, y se le da al apelativo
por el que será mundialmente conocido: Gengis Kan. A partir de este momento, lo
que no eran más que tribus dispersas de orígenes diversos pasan a ser conocidas
de forma genérica como mongoles, y es posible incluso que la Yassa
(el severo código mongol que sirvió de base para estructurar las sociedades
civil y militar) fuese promulgada en esta misma reunión.
Después de este importante
punto clave en la historia del Kan, éste ordenó que todos los esclavos mongoles
fueran liberados, siendo sustituidos posteriormente por otros de origen chino y
persa, cuando se lanzó sobre ellos. Al mismo tiempo, ordenó crear escuelas de
medicinas a cuyo frente puso, inicialmente, sabios chinos, y más tarde a sus
homólogos persas. La que podría ser considerada como la capital del naciente
imperio fue establecida en Karakorum, a la sazón poco más que una guarnición
fortificada, cuyo nombre viene a significar Muralla Negra o Muralla del Norte,
situada a unos 380 km.
al Norte de Ulan Bator.
En 1207 emprende la
campaña contra los oirates y los kirguises, a quienes somete sin apenas
problemas; y un par de años después, hace lo propio con los uighures. Una vez
asentados de forma definitiva los límites de su territorio, se lanzó a la
verdadera expansión, a la conquista de las civilizaciones sedentarias que
colindaban con Mongolia.
Se barajan varias
hipótesis acerca de la motivación que llevó a Gengis Kan a tomar esta decisión,
aunque lo más probable es que se trate de una combinación de todas o buena
parte de ellas. Las más aceptadas vienen a ser las siguientes:
o
En el siglo XIII tuvo lugar en
Mongolia una fuerte explosión demográfica, en la que se llegó a la nada
desdeñable cifra de dos millones de mongoles, a los que había dar salida de
alguna manera.
o
Parece ser que por la misma época
tuvo lugar una desecación de los pastos, lo que pudo traer como consecuencia que
estas poblaciones se vieran empujadas a buscar nuevos territorios por los que
extenderse
o
Con todo, la teoría que se
considera más probable y que ofrece una explicación altamente razonable a esta
expansión es la que se basa en la propia estructura de los clanes y su idiosincrasia:
tratándose como lo era de un pueblo guerrero, las tribus de las estepas estaban
unidas principalmente por la vía militar, era la fuerza la que verdaderamente
ostentaba el liderazgo; había que dar a esa federación un objetivo claro, pues
de lo contrario la coalición de tribus se disolvería aún más rápidamente de lo
que se había formado, como ya había sucedido más veces. Por tanto, resultaba
absolutamente necesario buscar y nombrar un enemigo común; si se le podía aumentar
el añadido de que su presa proporcionara abundante botín y riquezas para todos,
mucho mejor.
De una manera u otra, Gengis Kan puso sus ojos y
su espada en el objetivo más cercano y obvio: China.
Por aquel entonces la gran civilización oriental
estaba dividida en cuatro reinos, de los cuales el primer elegido para caer
bajo el yugo mongol fue el de Xixia (Hsi-Hsia). Al parecer, por entonces, los
pueblos que habitaban estas regiones eran conocidos de forma genérica como chin,
término que daría origen más tarde al nombre de la cultura.
Los pueblos fronterizos comenzaban la campaña como
aliados de los chin, pero por aquel entonces comenzaban ya a resentirse de su
lealtad, por lo que tras un par de duros asaltos decidieron cambiar de bando y
unirse a las hordas que entraban en su territorio sin una oposición demasiado
fuerte. En este sentido, cabe hacer notar uno de los rasgos del carácter de
Gengis Kan, su minuciosidad a la hora de entrar en batalla: no se conformaba
con conocer la disposición del ejército enemigo, sino que antes de comenzar la
invasión de un pueblo más avanzado desarrollaba una elaborada red de espionaje,
apoyada muchas veces en los comerciantes musulmanes, para conocer las
características del enemigo al que debía batir.
Una vez tomado el territorio de Xixia, se preparó
para afrontar su siguiente desafío: conquistar a quienes habían sido en el
pasado sus aliados, los yurchen. Esta primera toma de contacto le dio
experiencia para asaltar y tomar ciudades fortificadas.
Según los historiadores esta campaña fue no sólo
un conflicto militar, sino que se le dio un enfoque de tipo nacional y racial:
los pueblos turco-mongoles se unían bajo la égida del conquistador para ir contra
los pueblos que se asentaban en las regiones septentrionales de la civilización
china. Así, pueblos como los ongutos o los kitan (ch’i-tan), tradicionales
vigilantes de las fronteras chinas, se unieron voluntariamente a la causa
mongola.
En 1214, Gengis Kan estaba frente a Pekín, aunque
aquél no era su momento y no pudo tomarla: hubo de esperar un año más tarde a
que cayera a manos de uno de sus generales, Muqali. El emperador era requerido
en el Oeste.
Poco después se produjo una recesión en el proceso
de invasión: las hordas mongolas desistieron de avanzar más al interior del
territorio chino. Lo más probable es que el propio conquistador comprendiera
los riesgos que ello conllevaba: de una parte, el esfuerzo por controlar
semejante extensión podría ser excesivo para su ejército, ya que el Sur era
mucho más fuerte que el Norte; y de otra, profundizar en las regiones chinas
dejaría sus flancos expuestos a los ataques de pueblos nómadas que no habían
sido del todo dominados, con el riesgo de que su imperio se quebrara y lo
dejara en una posición totalmente vulnerable. En cualquier caso, la conquista
del imperio chino hubo de esperar a la llegada del nieto de Gengis, Kublai.
El Kan hubo de retroceder, por tanto, hacia la
zona del Altai, con la intención de eliminar núcleos de resistencia merkitas y
naimanos que se habían mantenido hostiles hacia él. Al parecer, el líder de
éstos últimos, Kuchlug, tras su derrota, se había refugiado en esa región, en
el Kanato de Kara-Kitai, y había derrocado a los turcos musulmanes, lo que
revirtió en su propio perjuicio: buena parte de los clanes que le habían
permanecido fieles se rebelaron y se unieron a las hordas de Gengis. Esto
propició que otro de los guardias personales del Gran Kan, Jebe, llegara al
Altai al mando de un ejército que barrió al rebelde y anexionara la región, en
1218, al imperio mongol.
En aquel momento, la frontera del poderoso Temuyín
había alcanzado los límites del reino corasmio, que estaba gobernado por el
shah Mohamed II. Debido a que se trataba de un punto de intercambio comercial
muy importante y a que el propio Gengis pretendía abrir un paso libre de
mercadería a toda la extensión del floreciente imperio, éste no pareció en un
principio que tuviese intención alguna de invadir el reino, sino más bien
establecer relaciones con él para estabilizar y aumentar el poderío mongol.
La situación no tardó demasiado en cambiar: el
gobernante de Otrar decidió, tal vez por cuenta propia o tal vez por orden del
shah, asaltar una importante caravana que regresaba de Mongolia y que, por
añadidura, llevaba una misión diplomática mongola, sobre la que existen fuertes
sospechas con fundadas razones para pensar que se trataba de espías al servicio
del Kan, llevándose todo su contenido y asesinando a todos los miembros; cuando
le fue requerida una compensación por tal agravio, el gobernante corasmio se
negó en redondo a pagar nada, lo que, unido a la fuerte tentación que suponía
tener el control absoluto de las rutas comerciales entre oriente y occidente,
motivó a Gengis Kan a declarar la guerra contra los musulmanes y lanzarse a la
conquista del reino corasmio.
Una vez más, la punta de lanza de su asalto fueron
precisamente los mercaderes, que utilizó para recopilar la información que
necesitaba acerca de las disposiciones militares de sus enemigos; a partir de
ese momento, abrió tres frentes para la invasión; si además le añadimos que el
shah no confiaba demasiado en sus propios hombres debido a rencillas internas,
lo que le hizo cometer el error de dividir sus fuerzas en pequeños grupos
fáciles de asaltar y masacrar para unas hordas experimentadas como las
mongolas, podemos imaginarnos que fue poco menos que un paseo: en cuando las
hordas del Kan penetraron en el reino, Mohamed II se dio a la fuga con su
corte.
El cuerpo principal del ejército asoló Bukara y la
capital, Samarkanda, mientras los otros dos frentes avanzaban por el Norte y
Sur, capturando una ciudad tras otra.
Sólo quedaba el heredero del shah para intentar
oponerse a los invasores, Jalal Al-Din, considerado como un gran estratega y
que ostentaba un gran apoyo por parte del pueblo: cuando consiguió reunir los restos
de su ejército, se enfrentó al grueso de las tropas mongolas.
Tal vez hubiera podido frenar a Gengis Kan si no
hubiera sufrido el mismo problema que su padre, la inestabilidad interna y las
inquinas que brotaban dentro del propio reino: fue totalmente derrotado, y en
1223 los corasmios habían sido definitivamente conquistados. La invasión se
desarrolló casi más como un paseo militar, pues poco a poco fueron cayendo los
territorios bajo la implacable espada mongola: primero tomó Azerbaiyán, penetrando
a posteriori en la Rusia
meridional; el ejército mongol era imparable, atravesó el río Dniéper, bordeó
el mar de Azov y llegó hasta Bulgaria, bajo el mando de Subotai. Europa
temblaba ante el implacable conquistador, hasta que el alivio se extendió por
todas partes al ver que la horda se volvía y regresaba hacia Mongolia.
A partir de este momento, el emperador se dedicó a
estabilizar el extenso territorio que dominaba: reprimió a los levantiscos y
procuró mantener la situación controlada, en especial en la región de Xixia,
cuyos gobernantes se habían negado a aportar tropas para la última campaña: los
focos de rebelión parecían multiplicarse, y no llegaron a desaparecer y
asentarse hasta 1227, fecha en la que fallece Gengis Kan: habitualmente se
considera que fue debido a un accidente al caerse de su caballo, aunque hay
algunas versiones que hablan de que fue asesinado por una princesa tangut.
A su muerte, el reparto de su territorio se
establece entre los cuatro hijos que tuvo de Burta: Yuci, el mayor, recibió las
estepas del Aral y del Caspio; a Yagatay se le asignaron las regiones entre
Samarkanda y Tufán; Ogodei gobernó las tierras al Este del lago Baikal; y Tuli,
el hijo menor, recibió los territorios originales del clan, cerca del río Onón.
El Gran Kanato fue entregado al tercer hijo, Ogodei.
Su tumba es uno de los grandes misterios de la
arqueología que permanece aún intocado: las investigaciones aún no han dado con
ella, aunque hay diversas teorías al respecto, y ninguna corroborada por los
hechos. Lo único que parece cierto en este asunto es que no quiso que nadie
supiera cuál era el lugar de enterramiento; para preservarlo, la orden fue
absolutamente contundente: todos los que participaron o presenciaron el cortejo
fúnebre fueron pasados a cuchillo.
La fama de cruel y
despiadado que ostenta le hace una justicia relativa pues, en efecto, pasó a
sangre y fuego por las estepas y las ciudades, en algunos casos de forma
absolutamente salvaje; sin embargo, también es cierto que se trató de un
soberano hábil e inteligente, que consiguió unificar una enorme cantidad de
clanes y tribus enfrentadas secularmente entre sí, cortó de raíz el
bandolerismo, creó o mejoró con ello las rutas comerciales, mantuvo el respeto
hacia las diferentes creencias religiosas de sus súbditos (chamanismo mongol,
islamismo musulmán, creencias chinas…) y, en apariencia, lo más contradictorio,
sin saber leer y con una cultura y mentalidad netamente guerrera supo valorar
la utilidad del lenguaje escrito.
Gengis Kan impuso una estructura militar novedosa
para un pueblo como el de los mongoles: si bien como pueblo guerrero todos los
hombres se entrenaban para el combate desde muy jóvenes, con el añadido de
poseer una larga tradición de jinetes, el conquistador decidió organizarlos
para que lucharan de forma más compacta: así, los agrupó por unidades decimales
(10, 100, 1.000 y 10.000 hombres), montó una impresionante red de mensajeros
para que sus órdenes llegaran fácil y claramente a todas partes, estableció un
sistema logístico a cuyo frente situó a unos “comisarios” encargados de
suministrar equipos y caballos de refresco…
Su guardia personal estaba formada
fundamentalmente por sus hijos y familiares, aunque también había “andas”,
hermanos de sangre.
La disciplina era férrea: había que mantener unido
al ejército a toda costa y evitar disensiones internas. Para fomentar la unión
entre los distintos clanes y pueblos, los mezcló dentro de cada agrupación
militar, consiguiendo que la cohesión interna se reforzara al comprender entre
ellos que se necesitaban entre sí para llevar a buen puerto la empresa a que se
habían lanzado.
Básicamente se trataba de
una tropa de jinetes, con una de las unidades más temidas de la época, los
arqueros montados mongoles, cuyas flechas, lanzadas por los potentes arcos
cortos de que disponían, poseían una pieza en su parte trasera que silbaba
durante su vuelo; era tal su potencia que podían llegar a atravesar las
armaduras. Durante la campaña de conquista de Xixia, Temuyín comenzó a crear
cuerpos de ingenieros para realizar los asedios.
El equipaje de los
mongoles era sobrio y adecuado para los viajes que necesitaban, e incluso en
ese punto se establecía la disciplina: todo era rigurosamente inspeccionado,
castigándose severamente a quienes no tuvieran sus pertenencias en buenas
condiciones.
La formación habitual de
combate venía a ser dos líneas de caballería pesada, tras las cuales se
encontraban tres líneas de caballería ligera, los temidos arqueros montados,
que se adelantaban inicialmente para castigar al enemigo y después se
replegaban para dar paso a la devastadora carga de los “caballeros” mongoles.
Y si bien hasta ahora no
se había comentado nada al respecto, cabe decir que Gengis Kan utilizó también
la guerra psicológica como forma de dominio sobre los pueblos conquistados,
acudiendo en ocasiones al terror: en algunas de la ciudades conquistadas se
realizaron matanzas masivas, exhibiendo los cruentos restos de sus “hazañas”
para que quienes los estuvieran esperando temieran lo que se avecinaba y minar
su moral, volviéndolos más vulnerables ante el avance mongol.
También jugó muy
efectivamente con el factor sorpresa, manteniendo a sus enemigos en la
ignorancia de detalles tan fundamentales como su número o intenciones: entre las
ideas de montar muñecos de paja sobre los caballos sobrantes o establecer con
mas hogueras de las necesarias una extensión de campamento superior a la que
realmente poseía, y la enorme movilidad que el ejército tenía, sus enemigos no
podían disponer sus efectivos de una forma adecuada para enfrentarse a ellos.
Consideraciones
· ¿Cómo debemos considerar a Gengis Kan?
¿Como un asesino implacable y despiadado, o como un forjador de imperios que
supo ser más inteligente que la mayoría de sus coetáneos?
Evidentemente, hay parte de ambas cuestiones en la
biografía que se ha compendiado: cuando se pretende forjar algo tan grande como
lo que consiguió este personaje, es inevitable recurrir a las grandes batallas
y a las matanzas; es cierto que debió ser un hombre terrible, pero al mismo
tiempo debió tener un código de honor y una palabra bastante estrictos: a
quienes iba a atacar les ofrecía la rendición o la muerte, y lo debió cumplir a
rajatabla más de una vez. Con los uighures, por ejemplo: al rendirse ante él,
los integró en su horda y aprovechó sus conocimientos administrativos para
estructurar aún más su imperio. O Bamiyán, a la que redujo a escombros por no
aceptar la rendición.
También hemos de tener en cuenta algo que ya se ha
dicho, y es la cuestión estratégica: un buen conquistador ha de meter el miedo
en el cuerpo a aquellos a quienes pretenda invadir, pues de lo contrario
encontrará una fuerte oposición que le acarrearía no pocos problemas. ¿Y cuál
es la mejor manera? Que vean lo que les sucede a quienes se oponen a sus
deseos…
Pero también está la parte de imperio: consiguió
que los clanes que luchaban entre sí desde el principio de los tiempos se
unificarán bajo su mandato, y que guerrearan juntos contra chinos, persas, europeos…
Supo integrar a un pueblo eminentemente guerrero en una estructura férreamente
disciplinada y con unas redes comerciales y administrativas realmente eficaces.
¿Cómo pensar que alguien que supo entender el valor de la escritura a pesar de
no saber leer no fuera más que un simple sanguinario dispuesto a vaciar el
mundo de almas? Parece una visión excesivamente simplista de la situación.
· Entramos en un terreno un tanto espinoso
como es la personalidad de Temuyín: al igual que otros grandes conquistadores,
en su mente parece esconderse una especie de bipolaridad que tan pronto lo
lleva a ser cruel e implacable como a mostrarse clemente y generoso; al mismo
tiempo, detrás de él subyace una especie de idea divina, una aceptación de un
destino glorioso que le ha sido anunciado desde el primer momento y que perseguirá
a lo largo de toda su vida: pensemos, sin ir más lejos, que al nacer el chamán
anuncia, en base a la mancha de la muñeca, que será un gran guerrero. Igual le
sucede a Alejandro Magno, a quien se le anuncia su destino, o a Juana de Arco
(salvando las distancias) con las voces que oye en su niñez…
· A este respecto, deberíamos pensar un poco
acerca de las hazañas de Gengis Khan: evidentemente, la historia marca
claramente el derrotero que siguió su camino, los combates que luchó y ganó sin
perder uno solo, etc., pero la leyenda está ahí y es probable que algunos
apartados de la historia no sean sino inventos destinados a engrandecer aún más
la figura del emperador. Así, al principio de su vida, cuando apenas cuenta
alrededor de diez años, tras la pérdida de su padre y la caída en la miseria de
su familia, es capturado por el clan taichi’ut y arrastrado al campamento
fuertemente encadenado; se libera, utiliza su yugo para acabar con su guardián
y regresa junto a los suyos en un alarde que parece más propio de una película
que de la realidad, una hazaña que servirá para que los muchachos de su edad
comiencen a rondar a su alrededor como moscas.
· Esto nos lleva a pensar que, al mismo
tiempo, Gengis Khan debía poseer un notable carisma: cierto es que en general
solemos ser bastante veletas y arrimarnos al sol que más calienta, pero también
lo es que, desde el primer momento en que nuestro personaje comienza a
destacarse todos los clanes se unen a él con una facilidad y voluntariedad
asombrosas: si no fuera porque es absurdo, casi podría decir que los
hipnotizaba para que lo siguieran sin rechistar…
De hecho, éste es otro punto en apariencia común a
todos los grandes conquistadores de la historia, su capacidad para conseguir
que todos giren en torno a ellos y acaben por tomar posiciones polares: o lo
adoran y lo siguen hasta la muerte, o lo odian y lo combaten igualmente hasta
la muerte.
· Respecto a la tumba de Gengis Khan, ya se
ha comentado que aún no ha aparecido, y que hay varias versiones acerca de su
ubicación, algunas más fundamentadas que otras; el hecho de que este
conquistador, igual que muchos otros de la antigüedad, decidiera que nadie
debía saquear las riquezas con las que iba a ser enterrado ni profanar su
cadáver, no ayuda nada a la hora de averiguar cuál es el lugar correcto para
buscar.
Bibliografía
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Biografias
y vidas.com
o
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Loqueyotediga.net
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de Historia.
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· Gengis Khan, Henry
Levin (Omar Shariff). 1965.
· Gengis Khan, Ken
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· Gengis Khan. A Proud Son of Heaven, Mailisi Saifu (Mu Deyuan). 1998.
· Gengis Khan: to the Ends of the Earth and Sea, Takashi Torimachi. 2007.
· Mongol,
Sergei Bodrov (Tadanobu
Asano). 2007.
Hola! te sigo por la iniciativa "granitos de arena" soy Red Smoke, pero debido a que llegue a los 300 seguidores, tuve que usar mi otra cuenta para comenzar a seguir, por eso te aparecere como Winter Black.
ResponderEliminarBuenas tardes, Red Smoke. No hay problema, yo también estoy siguiendo tu blog, Encantado de conocerte, nos iremos leyendo...
EliminarHola, te sigo por granitos de arena. Y la verdad es que me parece muy curioso tu blog, nunca había visto uno de esta temática, así que estaré pendiente de las actualizaciones.
ResponderEliminarBuenas noches, y muchas gracias por tu seguimiento. Como has podido comprobar, toco diferentes temas, aunque todos elloos más o menos relacionados con el mundo de la literatura... Espero que te guste. Yo estoy todavía dando seguimiento a la gente de la iniciativa, hay unos cuantos que se me resisten, jejeje...
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