APOLONIO DE TIANA: ¿MAGO, MESÍAS, FRAUDE?
José
Francisco Sastre García
No es habitual encontrar personajes
históricos como el que nos ocupa, un filósofo de la época de Jesús que, al
menos según las fuentes que han llegado hasta nosotros, llegó a rivalizar con
el nazareno en carisma, capacidad para arrastrar a las multitudes y hacer
milagros, trucos de magia o como se quieran interpretar, de todo tipo.
Si bien es cierto que no se trata de
un personaje demasiado conocido en la actualidad, también lo es que Apolonio de
Tiana es otra de esas figuras que se escapan a la catalogación histórica
habitual desde el momento en que adquiere una dimensión más allá de toda
medida, una parte mítica difícil de deslindar de los hechos que rodearon su
existencia ya de por sí excepcional; así pues, conozcamos al hombre y veamos
hasta dónde podemos seguir sus pasos.
El personaje
Para empezar, diremos que la única biografía que ha llegado a nuestros
tiempos sobre la vida de Apolonio de Tiana, o el Tianeo como era denominado,
provienen en exclusiva de un encargo que Julia
Domna, madre del emperador Caracalla
y esposa de Séptimo Severo,
obsesionada con la figura del pitágorico de la Capadocia, hace al
filósofo Filóstrato para que realice
la historia de este hombre, que ya por esa época tenía una fama más extensa que
la de Jesús y que de no haber sido por la adopción por parte de Constantino del cristianismo como
religión oficial del Imperio y la posterior abolición de otros cultos, quién
sabe si la historia no hubiese podido ser otra bien distinta. Para la
realización de esta biografía, la emperatriz ofreció a Filóstrato la
documentación que había conseguido reunir hasta aquel momento, a la sazón un
compendio que incluía 97 cartas de Apolonio, los Libros de Moerágenes y
el Diario de Damis.
No
hay una fecha clara para el nacimiento de Apolonio de Tiana; por su apodo
parece evidente que viene a la vida en la población de Tiana, en la Capadocia
turca, entre los años 3 y 4 a.C., muriendo (o desapareciendo, según la
interpretación que prefiera darse) en Creta alrededor del 97, siendo ya un
longevo centenario. Está considerado como un filósofo, matemático y místico
griego de la escuela pitagórica.
Su nacimiento es ya de por sí extraño, similar al de Jesús: su madre
tuvo un sueño durante el cual quedó embarazada de él.
Como muchos de los filósofos de la época, pretendía descender de los
antiguos fundadores de Tiana; tratábase de un niño prodigio, por lo que cuando
tenía catorce años fue enviado a Tarso
a estudiar bajo la tutela de Eutidemo,
profesor de retórica en aquella ciudad, pero su estancia ahí no le resultó
demasiado fructífera, ya que los estudios se basaban en la mera práctica de
ejercicios de retórica, por lo que, cansado, consiguió convencer a su padre
para que lo trasladara a una escuela en la costa oriental de Tarso y sumergirse
en el estudio de la filosofía. En aquel lugar se hizo muy amigo de los
sacerdotes del templo de Esculapio,
donde se practicaba la curación y se enseñaban las diversas corrientes de la
época; platonismo, estoicismo, peripatetismo o epicureísmo,
entre otras. Sin embargo, a pesar del interés que demostró en todas estas
disciplinas filosóficas, la doctrina que verdaderamente atrapa en sus redes al
joven es el pitagorismo. Su maestro
durante este período fue Euxeno,
quien era más un difusor del pitagorismo que un practicante del mismo.
A los dieciséis años, para sorpresa de Euxeno, Apolonio decidió convertirse
en practicante de esta corriente y adoptar el modo de vida pitagórico; de este
modo se vuelve vegetariano, abstemio, se deja crecer el pelo y comienza a andar
descalzo usando solamente una túnica. Se dedica a vivir en el templo con el
apoyo expreso de los sacerdotes de Esculapio y comienza a hacerse famoso por su
ascetismo y vida pura.
Parece
ser que durante este tiempo comenzó a desarrollar ciertos dones de clarividente
y terapeuta, lo que seguramente hizo que su fama comenzara a engrandecerse por momentos.
Al
mismo tiempo, defendió la justicia social hasta extremos verdaderamente insospechados.
Como ejemplo de tal ardor combativo, se podría citar una anécdota al respecto:
en un momento en que el grano llegó a hacerse demasiado caro para los
desheredados debido a la especulación, el joven amenazó a los comerciantes: “La Tierra es madre de todo, ya que es justa. Pero
vosotros sois injustos y pretendéis monopolizar a esta madre en vuestro
provecho. Si no os arrepentís, no permitiré que viváis”. Al parecer, la
amenaza debió surtir efecto y detuvo a los especuladores.
A la edad de veinte años muere el padre de Apolonio, por lo que el
joven debe dirigirse nuevamente a su ciudad natal a encargarse de los asuntos
domésticos que habían quedado sin resolver, entre los que se encontraba
rescatar a su hermano, que se había “entregado al vicio”; de este modo le
entregó la mitad de su fortuna y el resto lo distribuyo entre sus parientes
argumentando que él realmente necesitaba muy poco y que nunca se casaría.
Tras estos episodios, la vida de Apolonio prosigue con la toma de cinco
años de votos de silencio en los cuales no haría nada respecto a la filosofía
hasta superar dicha prueba. Durante este período, y ante los agravios con que
otros pudieran obsequiarle, él usualmente se decía a si mismo: “corazón se paciente y así vuestra lengua se
mantendrá tranquila”. Cuenta Filóstrato que en una ocasión llegó incluso a
calmar una revuelta en Aspendo tan sólo
con sus gestos.
Después de haber pasado por sus cinco años de silencio; el día a día de
Apolonio adopta una rutina muy singular: durante la mañana se dedicaba a las
ciencias divinas, por la tarde a la enseñanza y los asuntos cotidianos y al
final del día tomaba un baño de agua fría. Su empresa principal durante este
tiempo se dirigió a la purificación de los antiguos rituales y al mejoramiento
de las prácticas de las hermandades privadas.
Sin
embargo, la principal parte de la vida de Apolunio, o al menos la que parece
más interesante, estaba por llegar: un sacerdote de Apolo del Templo de Dafne
le entregó unas placas de metal cubiertas de diagramas, que parecía consistir
en el mapa de los viajes de Pitágoras a través de los desiertos, los ríos y las
montañas, con representaciones de elefantes y de otros símbolos que indicaban
el camino seguido por el filósofo para ir a la India. Impresionado
con todo aquello, Apolonio decidió seguir el mismo camino que el Maestro y se
embarcó en un periplo que lo llevaría mucho más lejos de lo que se podría
suponer...
Su
viaje comienza en Antioquía y al
pasar por Nínive, conoce al que será
a partir de ese momento su más ferviente discípulo y compañero de vida, un
sirio de nombre Damis, de quien obtiene Filóstrato muchas notas para la
realización de La vida de Apolonio de
Tiana; sin embargo, al parecer Damis no era un personaje muy versado y se
marcan muchas incongruencias en el nombre de ciudades orientales, especialmente
de la India,
que han tenido que ser descifradas, literalmente, por autores modernos, lo que
ha llevado incluso a dudar de la existencia de este hombre.
De
Nínive, Apolonio se dirige a Babilonia,
donde su comportamiento hace que el rey lo invite a prolongar su estancia en el
reino, por lo que pasa allí un año y ocho meses. Durante este tiempo actuó como
consejero del monarca, que le pedía un medio de reinar con tranquilidad.
Apolonio se limitó a contestarle: "Ten muchos amigos y pocos
confidentes". Luego, habiendo sorprendido a un esclavo eunuco con la
concubina de dicho rey, el príncipe preguntó a Apolonio cómo castigaría al
culpable. "Dejándole la vida"", contestó el filósofo. Y
como el rey se mostraba sorprendido, añadió: "Si vive, su amor será el
mayor de los suplicios".
Es
entonces cuando nuestro filósofo se dirige a la India y pasa cuatro meses en
un monasterio budista, aunque una parte de la narración de Filóstrato parece
indicar algo ligeramente distinto y bastante más extraño.
Sus
viajes a lo largo del Indo y del Ganges los llevaron hasta el Himalaya, ruta que los guiaría al Nepal del Norte o al Tibet. Al parecer, el mapa que poseía
Apolonio le indicaba con exactitud dónde se encontraba un lugar al que el
biógrafo denomina la Morada de los Sabios.
Los
viajeros nos indican que a medida que se acercaban a su destino comenzaron a
producirse hechos inquietantes, como por ejemplo la sensación de que el camino
por el que marchaban desaparecía tras ellos, hallándose en un lugar “encantado”
en el que hasta el paisaje era móvil y todo conspiraba para que no pudieran
establecer un punto de referencia fijo. Curiosamente, siglos más tarde algunos
exploradores hablarán de fenómenos de corte similar en las regiones del
Himalaya y Karakorum, cuyos guías se
negaban a traspasar la “frontera prohibida de los dioses”.
Un
joven de piel negruzca apareció de pronto ante los dos, dirigiéndose en griego
al filósofo.: “Su camino debe detenerse
aquí, pero han de seguirme, ya que los Dueños me han dado la orden en tal
sentido”. La comitiva permaneció en aquel lugar, sólo Apolonio y Damis lo
siguieron.
El
filósofo fue presentado ante el rey de los Sabios, cuyo nombre era Iarchas (o Hiarchas, Santo Maestro),
que al parecer conocía el contenido de la carta que le iba a ser presentada,
así como su entorno familiar y todos los incidentes de su azaroso viaje.
Apolonio
permaneció varios meses en esta región. Durante este tiempo, tanto él como
Damis vieron cosas increíbles como pozos que proyectaban los rayos de una
brillante luz azulada, piedras fosforescentes conocidas como pantarbes que irradiaban tal claridad
que la noche se trocaba en día… Lámparas similares, consideradas como
milagrosas, fueron vistas en el Tibet por el padre Huc en el siglo XIX, al igual que referencias a lo que algunos
investigadores denominan “lámparas perpetuas”, luces que permanecen encendidas
durante siglos hasta que el explorador abre la cámara y, de inmediato, se
apagan...
Según
el testimonio de Damis, los habitantes de la ciudad sabían utilizar la luz
solar, podían usar la gravitación para elevarse en el aire hasta una altura de
tres pies, e incluso planear; Apolonio observó una ceremonia en el transcurso
de la cual los Sabios golpearon el suelo con sus bastones y fueron
“aerotransportados” (¿?). Sucesos de naturaleza análoga fueron testimoniados en
el Tibet por Alexandra David-Neel en el siglo XX, que llegó incluso, según sus
propias palabras, a reproducir algunos de ellos como la creación de tulpas o
figuras ilusorias que toman cuerpo.
Apolonio
estaba tan impresionado con aquel lugar que no pudo hacer otra cosa que asentir
cuando Iarchas le dijo: “has venido a la casa de los hombres que saben todas
las cosas”.
Una
observación de Damis resulta intrigante, aunque quizás no sea otra cosa que una
forma de hablar: declara que estas gentes “vivían a la vez en la Tierra y fuera de ella”.
Las interpretaciones van desde lo más simple, como que se trata de un pueblo
realista que, al mismo tiempo es profundamente místico y espiritual, a la
hipótesis más fantástica y menos contrastable de que son capaces de moverse
entre las dimensiones, pasando de un mundo a otro, abundando en la teoría de
los dwipas hindúes, una serie de
siete capas dimensionales o siete mundos, de los cuales el central sería el que
ocupa un reino o ciudad conocido como Aghartha / Shambhala, que conforman la Tierra completa.
Cuando
llega el momento de la despedida, Apolonio declara a los habitantes de este
idílico lugar que “permaneceré unido a
vosotros como si estuvierais presentes”. De nuevo, hay quien quiere ver una
referencia a algún tipo de comunicación mental, de tipo telepático, aunque es
más factible y probablemente más lógico pensar que se refiere a que los tendrá
siempre presentes en su corazón.
Al
parecer recibió un encargo de los Sabios: debía esconder ciertos talismanes o
imanes en lugares que, en una época futura, adquirirían un significado
histórico, tal vez fragmentos de la conocida como Piedra Chintamani, un objeto tan sagrado como la Kaaba
y posiblemente del mismo origen meteorítico; a continuación había de arremeter
contra la tiranía de Roma y humanizar un régimen basado en la esclavitud.
En
Esmirna encontraron, también por
encargo del rey de los Sabios, una estatua de la última encarnación del
monarca, con los rasgos de Palamedes, un
héroe mitológico del que se dice que era maestro en descubrir engaños e
inventor del ajedrez y el juego de los dados, así como de parte del alfabeto
griego; Filóstrato incluso le atribuye los faros, la balanza, el disco y la
guardia con centinelas…
A su regreso de la India,
Apolonio sigue el siguiente itinerario: Babilonia, Nínive, Antioquia, Chipre y de ahí a Jonia, donde pasa algún tiempo en Asia Menor, especialmente en Éfeso, Esmirna y Troya; pasa entonces a Lesbos,
donde visitó el antiguo templo
de los misterios órficos, el cual había sido, en sus orígenes, un importante centro
de adivinación; allí, nuestro filósofo tuvo el honor de ser admitido al lugar
donde sólo entraban los iniciados. En tiempos recientes, y respecto a los
rituales órficos, han sido encontradas tablillas con la siguiente inscripción:
“Vida. Muerte. Vida. Verdad. Dionisio, Orfeo”, de modo que podemos imaginar que
estas prácticas estaban relacionadas con rituales de muerte y resurrección.
Posteriormente navega a Atenas para quedarse un tiempo en
Grecia reformando los ritos e instruyendo a los sacerdotes. En esta ciudad
Apolonio asistió a los misterios de Eleusis,
los cuales requerían una preparación para todos los que no fuesen iniciados; a
pesar de todo, el filósofo, que no era un iniciado, decidió participar, para
sorpresa de los asistentes, de estos rituales de manera de dar a las gentes el
ejemplo de la pureza que estos rituales debían mantener tal como en tiempos
antiguos.
Sin embargo, no se sabe si por ignorancia o celos del hierofante hacia la
fama que Apolonio había adquirido, éste no permitió al Tianeo el ingreso
acusándolo de hechicero. Ante esta acusación Apolonio respondió con velada
ironía: “Tú has omitido el cargo más
serio que podías haber tenido mi contra: saber que aunque yo sé más acerca del
rito místico de lo que sabe su hierofante, sólo he venido aquí pretendiendo el
deseo de iniciación de hombres que saben más que yo”. Esta prohibición sólo
le fue levantada cuando ya estaba en los últimos días de su vida.
Durante este tiempo lo encontramos en Creta y luego en la Roma de Nerón, donde tuvo
contacto con el pontífice Máximo
Telesinus; habrá de irse de la ciudad cuando el emperador expulsa a los
filósofos. En Roma, a donde según su expresión había acudido para ver "qué
especie de animal era un tirano", condenó el uso de los baños
públicos.
Habiendo cantado un día Nerón en un teatro en los juegos públicos, Tigelino preguntó a Apolonio qué
pensaba del Emperador, a lo que el filósofo le respondió: "Le hago mucho
más favor que tú; tú le crees digno de cantar; yo de callarse". Tal
comentario lo llevó ante el Tribunal romano, donde al parecer durante el juicio
sucedió un hecho insólito, acorde con lo que se cuenta de Apolonio: a medida
que el procurador desenrollaba el documento que contenía los cargos contra el
filósofo, los caracteres se iban borrando hasta que el juez se encontró frente
a una hoja en blanco, por lo que hubo de dejar en libertad al acusado.
Otra anécdota referente a esta época indica que un día encontró una
multitud que aterrada miraba un eclipse de sol en medio de una fuerte tormenta.
Apolonio miró al cielo y dijo en tono profético: "Algo grande sucederá y no sucederá". Tres días después cayó un
rayo en el palacio de Nerón y derribó la copa que el Emperador se llevaba a los
labios. El pueblo creyó ver en aquel incidente el cumplimiento de la profecía
de Apolonio.
Una vez en marcha de nuevo, se dirige a Cádiz y pasa posteriormente a África,
dirigiéndose hacia el Este, hacia
Egipto. Sabemos que después Apolonio estuvo en Alejandría, donde tuvo varios encuentros con Vespasiano. Éste le miraba como hombre divino y, cuando llegó a
emperador, llegó a apreciar tanto su sabiduría que le nombró consejero.
Después, cuando Tito sucedió a su
padre, el filósofo le aconsejó gobernar con moderación.
No obstante, en el año 81 de nuestra era, Domiciano llegó a ser Emperador y, de la misma manera que Apolonio
siempre estuvo opuesto a las locuras de Nerón, fue un duro crítico de este
nuevo gobernante. De hecho, el filósofo se dirige a Roma para enfrentarse cara
a cara con Domiciano, lo cual resulta en su arresto y ser llevado a juicio a
pesar de la intervención a su favor de Nerva.
Domiciano
es, al parecer, demasiado orgulloso como para escuchar las palabras del Tianeo;
el aspecto oriental que había adoptado éste llevó al emperador a acusarlo,
cuando tenía unos 85 años de edad, de sacrilegio y de conspiración. Fue encerrado
en un calabozo, después de haberle hecho cortar el pelo y las barbas, y allí
cargado de grilletes y cadenas.
Ante
el Tribunal, y recordando lo que había sucedido durante el tiempo de Nerón, los
patricios, para evitar un contratiempo público, propusieron al filósofo que
retirarían parte de los cargos de que se le acusaba si se declaraba culpable
del resto. La contestación, según las crónicas, fue sorprendente: “Puedes detener mi cuerpo, pero no mi alma; y
añado que ni siquiera mi cuerpo puedes detener”. Se produjo un resplandor
cegador, y en presencia de todos los asistentes (miles de ciudadanos romanos),
desapareció de la sala.
Desterrado después por el mismo Emperador, su pista reaparece en Dicearquia.
En el 96 era ya un hombre centenario que aún se dedicaba a lanzar
diatribas contra el sistema. Mientras pronunciaba un discurso en Éfeso, se
detuvo bruscamente y gritó “¡Castigad al
tirano, castigad al tirano! ¡Por Atenea, es justo que el tirano sea hoy
castigado!”. Cuando llegó varios días después un mensajero con el anuncio
de la muerte de Domiciano, se comprobó que el incidente del discurso había
ocurrido en el momento de la muerte del emperador.
Murió poco después en Creta, lo cual no fue obstáculo para que tras su
desaparición se le erigieran estatuas y se le hicieran honores divinos. Éfeso,
Rodas y la isla de Creta pretenden poseer su tumba, y Tiana, que le dedicó un
templo, obtuvo en memoria suya el título de ciudad sagrada, lo que le daba el
derecho de elegir magistrados.
Nada se sabe acerca de la muerte de Apolonio, ni donde está enterrado
su cuerpo. Hay quien piensa que pudo volver a las regiones de los Sabios del
Himalaya, e incluso (y volvemos a las teorías más fantásticas) que pudo haber
encontrado alguna manera de prolongar su vida más allá de lo imaginable.
Tras su muerte se apareció a un joven que tiempo atrás no creyó en sus
palabras sobre la inmortalidad del alma.
Lampridio asegura que el emperador Alejandro
Severo tenía en su oratorio entre los retratos de Jesús, Abraham y Orfeo,
el de Apolonio; Vopisco, en su Vida de Aurelio, que hace de él grandes
elogios, asegura que debe honrársele como ser superior.
Hasta el siglo V, la reputación de Apolonio se mantenía viva aún entre
los cristianos. Una buena prueba de ello es que León, ministro del rey de los visigodos, invitó a Sidonio Apolinar, obispo de Auvernia, a que le tradujera la vida
del filósofo escrita por Filóstrato. El obispo escogió el ejemplar que
consideró más correcto y sobre él hizo su traducción, que remitió al ministro
con una carta en que ensalza las virtudes del filósofo, diciendo entre otras
cosas que para ser perfecto sólo le faltaba haber sido cristiano. Según parece,
el descrédito que se le otorgó fue causado básicamente por sus mismos
discípulos que, queriendo realzar el mérito de su maestro, lo han presentado poco
menos que como un impostor al atribuirle milagros y profecías que lo colocarían
a la altura de los embaucadores vulgares.
Jacques Bergier, en su libro Les Livres Maudits, dice: "El lector podría preguntarme de dónde he
sacado la idea de que obras pertenecientes a civilizaciones muy antiguas se
encuentren en la India.
Esta idea no es nueva; fue introducida en Occidente por un
personaje tan fantástico como Apolonio de Tiana... Apolonio de Tiana impresionó
mucho a sus contemporáneos y a la posteridad. Se atribuyen a Apolonio poderes
sobrenaturales, que él mismo niega con la mayor energía. Es indudable que viajó
a la India. Murió
a una edad muy avanzada, más de cien años... Lo cierto es que Apolonio de Tiana
afirmaba que existieron en su época, o sea en el siglo I después de J.C., en la India, libros
extraordinarios y muy antiguos que contenían una sabiduría procedente de edades
extinguidas, de un pasado muy remoto. Al parecer, Apolonio de Tiana trajo de la India alguno de estos
libros, y conviene observar que, gracias a él, encontramos en la literatura
hermética pasajes enteros de los Upanishads
y de la Bhagavad Gita...
Damis habla, en lo que nos queda de sus notas, de reuniones secretas, de las
que él era excluido, entre Apolonio y los sabios hindúes... También parece que
éstos recibieron a Apolonio como a un igual, que le instruyeron y que le
enseñaron más de lo que jamás habían enseñado a ningún occidental".
De los escritos considerados como auténticos de este personaje, el
único que nos queda es la Apología,
conservada por Filóstrato: incluso las cartas que Julia Domna entregó al
biógrafo para componer la vida del filósofo han sido cuestionadas.
He aquí un hecho curioso: a pesar de vivir en la misma época y de ser
ambos muy famosos y conocidos, a pesar de todos los viajes que Apolonio
efectuó, no existe constancia alguna de que se encontrara jamás con Jesús de
Nazaret.
Temerosa
del ascendente que el Tianeo tenía sobre la sociedad, la Iglesia cristiana usó de
todo su poder para hacer pasar a Apolonio de Tiana por un mito o, al menos, por
un secuaz del diablo. Los milagros del pitagórico, a pesar de negarlos él
mismo, inquietaron a los primeros Padres de la Iglesia, como podemos ver
en Justino El Mártir: “¿Cómo
explicar que los talismanes de Apolonio tenían el poder de calmar el furor de
las olas, la violencia de los vientos y los ataques de las bestias feroces y,
mientras que los milagros de Nuestro Señor sólo son conservados por la
tradición, los de Apolunio son más numerosos y se manifiestan efectivamente por
hechos tan concretos, que arrastran a todos los asistentes?”
El
emperador Caracalla hizo edificar un santuario en su memoria, y Alejandro
Severo expuso una estatua de Apolonio en su templo privado. El Museo Capitolino
de Roma posee un busto del mismo.
Apolonio tuvo contacto en la
India con la creencia en la reencarnación, así como en el
templo de Esculapio con las artes de la curación, la cuales eran basadas en el
análisis de los sueños (claro está, faltarían aún muchos siglos para la llegada
de Freud) y rituales nocturnos que el mismo Apolonio había renovado. Innumerables
recuentos de Damis aluden que tanto él como Apolonio presenciaron en la India a hombres que tenían
la capacidad de levitar y otras prácticas supuestamente paranormales…
Se ha hablado mucho de los prodigios de Apolonio, incluso ha llegado a atribuírsele,
al igual que a Jesús, el don de la resurrección: al pasar delante de él el
féretro de una doncella de una familia consular, se acercó a ella, pronunció
algunas palabras místicas y la doncella se levantó y se fue caminando hacia la
casa de sus padres. Éstos le ofrecieron una crecida suma, pero él la aceptó
sólo para dársela como dote a la doncella. Hubo otros hechos más simples, como
el que ocurrió cuando poco antes de emprender un viaje a la India un amigo se le ofreció
para servirle de interprete ya que Apolonio supuestamente no sabía las lenguas
de estos pueblos; pero nuestro filósofo le responde a su intérprete: “conozco todas esas lenguas y no debes
maravillarte porque las conozca todas sino porque conozca lo que ellos no saben
decir con sus propios labios”.
En relación con la ética y el hombre en su ámbito público, Apolonio
sostenía: "La ley nos obliga a morir
por la libertad, la naturaleza nos ordena morir por nuestros padres, nuestros
amigos y nuestros hijos. Todos los hombres están atados a estos deberes. Pero
un deber mayor descansa en el sabio, él debe morir por sus principios y por la
verdad que él ama más que a su vida".
Se dice que fue admirado por los brahmanes de la India, los magos de Persia y
los sacerdotes de Egipto. En Hierápolis, en Éfeso, en Esmirna, en Atenas, en
Corinto y en otras grandes poblaciones de Grecia, Apolonio apareció como una
especie de preceptor del género humano, visitando los templos, corrigiendo las
costumbres y predicando la reforma de todos los abusos.
Conclusiones
A lo largo de esta biografía se ha hablado, entre otras cosas, de los supuestos fenómenos paranormales que este filósofo llegó a realizar; sin embargo, debemos suponer que esto no forma sino parte de la leyenda, y que probablemente hayan sido exagerados en su mayor parte; sin embargo, en descargo de esta posibilidad, diremos que se da prácticamente la misma situación que con Jesús y nadie lo cuestiona: las únicas referencias claras se encuentran en el Nuevo Testamento y en Las Guerras de los Judíos de Flavio Josefo, lo cual me lleva a una interesante pregunta: si tan importantes fueron ambos, si tanto ascendiente tuvieron durante su vida en la sociedad en la que vivieron, ¿por qué no se han encontrado más registros escritos que hablen de ellos?
En la antigüedad este tipo de personajes como Apolonio eran
considerados daimones, seres intermedios
entre dioses y hombres cuya intención aparente era ayudar a la humanidad; sin
embargo, con la llegada del cristianismo este término sufre un desplazamiento significativo
hacia la oscuridad: no en vano esta palabra da origen, más adelante, al latín
“daemonium” y, posteriormente, a “demonio”. Sin embargo, todas las acusaciones
de mago, hechicero o adivino eran refutadas por el propio Apolunio, y él mismo
estaba en contra de los sacrificios que implicaban el asesinato de animales,
sosteniendo que el mejor sacrificio que se podía ofrecer a dios era el
razonamiento humano.
En cuanto a la muerte Apolonio sostenía: "No hay muerte de nada, sólo en apariencia. El cambio de la esencia al
ser parece ser el nacimiento y el cambio del ser a la esencia parece ser la
muerte, pero en realidad nadie nace ni muere. Es simplemente ser visible y
entonces invisible; lo primero a través de la densidad de la materia y lo
último por la sutileza de la esencia...".
Filóstrato es conocido por su notable carencia de fiabilidad: muchas de sus historias no son otra cosa que ficción pura. Por ello, y no es para menos, muchos eruditos piensan que Damis nunca existió en realidad, en parte debido a los errores históricos y geográficos que aparecen en el supuesto diario, llegando a cuestionarse incluso la propia existencia de Apolonio de Tiana; sin embargo, esta existencia parece fuera de toda duda desde el momento en que disponemos de estatuas y bustos de él, además de algunas reseñas por parte de otros autores.
Las referencias a la Morada de los Sabios en esta biografía parecen entroncar directamente con los mitos de Asia Central conocidos actualmente como Aghartha o Shambhala, sedes de un Gobierno oculto del mundo popularizadas durante el siglo XIX y el XX por esoteristas como René Guénon, Saint Yves D’Alveydre o Ferdinand Ossendowsky entre muchos otros; supuestamente, desde este lugar estarían, según unas fuentes, intentando guiarnos hacia una nueva edad espiritual, y según otras hacia el hundimiento definitivo del ser humano. Apolonio no parece ser el único que lo visitó (si hemos de creer a Damis), puesto que también Nicholas Roerich, el explorador ruso que recorrió el Asia Central, asegura haber llegado a él; e incluso Helena Petrovna Blavatsky, la creadora de La Doctrina Secreta, y muchos otros teósofos, hablan alegremente de estas regiones… En cualquier caso, todos coinciden en que habría algún tipo de protección que haría que cualquier intento de fijar referencias para localizar el camino que lleva a este reino se volvería inútil.
A este respecto hemos de preguntarnos, si creemos que realmente pasó
por la Morada
de los Sabios, si la misión que se le encargó puede ser considerada como
cumplida. Tras Domiciano se abrió la época de los cinco buenos Emperadores:
Nerva, Trajano, Adriano, Antonio Pío y Marco Aurelio. Estos dos últimos, sobre
todo, fueron grandes idealistas y pensadores. ¿Fue la influencia del filósofo verdaderamente
determinante para este momento histórico, o se trata tan sólo de un momento
cíclico de la historia?
También
se lo ha querido presentar como el auténtico Mesías en lugar de Jesús: al fin y
al cabo, sus vidas mantienen un cierto paralelismo desde su nacimiento hasta su
desaparición, hasta el punto de que podría incluso sospecharse una fantástica
posibilidad: que sean en realidad la misma persona. Recordemos que en la
infancia y juventud del nazareno hay unos cuantos años perdidos durante los
cuales no se sabe nada de él, e incluso hay investigadores que aseguran que
viajó por Asia, situándolo en la
India o el Tibet, y llegando hasta el punto de asegurar que
la auténtica tumba de Jesús se halla en Cachemira o en Japón (Los respectivos
habitantes de estas regiones lo aseguran a pies juntillas, llamándolo Issa). Y curiosamente, como ya hemos
dicho, sus caminos no se cruzaron jamás. ¿Acaso caminaban juntos, como una
única persona? ¿Estamos tal vez ante una representación de un arquetipo, del
que ya hemos hablado en otros artículos, de cambio en el cual no es necesario
un sacrificio ritual sino que basta con la presencia del catalizador de dicho
cambio?
En cualquier caso, al no tener más referencia biográfica que la de Filóstrato, y sabiendo como ya hemos dicho de la poca confianza que inspira, la única conclusión objetiva que se puede sacar al respecto de Apolonio de Tiana es que se trató de un hombre excepcional, de un filósofo, sabio, esoterista, pitagórico, que luchó a lo largo de toda su vida por cambiar un sistema social que consideraba injusto y denigrante, y que dejó una profunda huella en su época.
Respecto a sus supuestos poderes, aunque nada me gustaría más que aceptarlos como tales (la magia de hoy es la ciencia de mañana), no puedo por menos que dejarlos en entredicho debido a su propia naturaleza no contrastable. Quedémonos con el hombre, con el humanista que quiso que la justicia, el conocimiento y la sabiduría reinaran puros sobre el mundo que conoció.
Bibliografía
- Filóstrato, Flavio. Vida de Apolonio de Tiana. (217-238 d.C.).
- Vopisco. Vida de Aurelio. (S. III)
- Helena Petrovna Blavatsky, La Doctrina Secreta. (1888)
- Mead, G. R. S. Apollonius of Tyana the philosopher reformer of the firts century A.D. (1901)
- Mead, George Robert Stow (1906). Apollonius de Tyane le Philosophe Réformateur.
- Parra León, Miguel. Pitágoras. (1966)
- Jacques Bergier, Los Libros Malditos. (1971)
- Macaluso, Giuseppe (1974). Apollonio di Tiana: Veggente e Taumaturgo.
- Andrew Tomas, Shambhala, Oasis de Luz. (1982).
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